El 4 de diciembre se radicó ante el Congreso de Colombia el proyecto de ley No 183 de 2023, por el medio del cual “se dictan lineamientos en la prestación de salud en la disforia de género y su prevención”, liderado por la Senadora del Partido Colombia Justa Libres y Primera Directora Nacional de Asuntos Religiosos de Colombia, Lorena Ríos, Soledad Tamayo Tamayo, senadora del partido Conservador y Paola Holguín, Maria Fernanda Cabal, Josué Alirio Barrera, Honorio Enríquez y José Jaime Uscátegui, Senadoras y Senadores del Centro Democrático, que atenta contra los derechos de las infancias y adolescencias trans.
El proyecto busca prohibir los tratamientos de reasignación de género, su difusión y orientación en menores de edad y dictar otras disposiciones. Esto enciende las alarmas entre organizaciones trans y defensoras de derechos humanos puesto que, contrario a ayudar a quienes experimentan disforia de género, el proyecto refuerza estigmas patologizantes y pretende eliminar algunas de las líneas actuales de tratamiento recomendado por la comunidad médica.
En la audiencia pública, realizada el mismo día, participaron con intervenciones a favor del proyecto feministas y organizaciones feministas transexcluyentes como Lucille Dupin, música e integrante de la colectiva Olga Castillo, y Alejandra Vera, de Corporación Mujer Denuncia y Muévete y WDI, quien se presentó en el espacio como representante nacional “elegida por todas las organizaciones de mujeres en Colombia” para hacerle seguimiento de la mesa de seguimiento a la ley 1257 y la ley 1719”.
Vera comparó la ablación femenina con los procesos de transición de las personas trans y agregó: “quisiera desde la representación del comité decirles a los honorables magistrados, si supuestamente las personas trans no tienen ningún trastorno, no tienen ninguna enfermedad, no tienen ninguna patología, como por qué se debe garantizar con impuestos de las y los ciudadanos colombianos que se acojan a tratamientos médicos entre comillas donde se realice todo un proceso para entender la disforia y la dismorfia que es lo que sí están viviendo estas personas, un tratamiento meramente estético”.
Por su parte, Dupin, quien ha sido señalada públicamente por una mujer trans de ejercer violencia en su contra *volcánicas tuvo acceso a evidencia de chats en los que niega la identidad de género y orientación sexual sexual de una mujer trans que se enuncia como mujer lesbiana*, habló de la transición como “una salida fácil al género”, invisibilizando las luchas de las personas que transicionan, la discriminación y exclusión que viven a diario, entre muchas otras aristas de una experiencia que desconoce. También revolvió los conceptos de autismo y de disociación del cuerpo tras una experiencia de violencia de género con la experiencia de vida de trans.
Para Iván Danilo Donato, hombre trans y defensor por los derechos humanos que asistió a la ponencia del proyecto, nada de lo ocurrido ayer es realmente una sorpresa: “Lastimosamente estos discursos, que son completamente esencialistas y que tienen un origen racista, vienen creciendo dentro de las academias de género en las universidades. Esto, de hecho, da cuenta del lugar de privilegio y de la falta de contextualización con los territorios y de las poblaciones para generar este tipo de contenido académico. Son teorías basadas en supuestos y en casos que no representan ni siquiera el 1% de la población, que además aprovechan el desconocimiento de muchas personas para reforzar prejuicios y estereotipos sobre las experiencias de vida trans”.
Vínculos antiderechos, “provida” y antiaborto.
La presencia de feministas transexcluyentes en la audiencia alineadas con las y los senadores que radicaron el proyecto vuelve a poner en discusión las motivaciones y contradicciones de estos sectores, en tanto entran a sumar capital político a personas, partidos y proyectos políticos que abiertamente se oponen y militan activamente contra derechos ganados por las mujeres como los derechos sexuales y reproductivos, derechos que ambas feministas transexcluyentes partícipes del proyecto alegaron defender.
En el primer párrafo del proyecto de ley se encuentra la frase “Con los niños NO te metas”, una de las expresiones recurrentes en campañas contra el derecho al aborto, a la educación sexual integral y a los derechos de la comunidad LGBT+. Con los hashtags #Conlosniñosnotemetas y #Conmishijosnotemetas, las y los promotores del proyecto movilizan su agenda en las redes sociales, al igual que lo han hecho en distintos momentos y países para oponerse al aborto y a la educación sexual integral. Por ejemplo, en marzo de este año, la Senadora Lorena Ríos, promotora de este proyecto de ley, solicitó eliminar el artículo 277 del Plan Nacional de Desarrollo, argumentando que pretendía convertir el aborto en un derecho, refieriéndose al aborto como cultura de muerte:
“NO y mil veces NO a implementar en #Colombia una cultura de muerte. Haremos lo necesario para evitar esta tragedia. ¡SOY MUJER, SOY MAMÁ, SOY PROVIDA!”
De igual forma, Paloma Valencia, otra de las firmantes del proyecto, se ha opuesto al aborto comparando a las mujeres con animales, al tiempo que defiende “los derechos del cigoto”.
Por su parte, la senadora de derecha Maria Fernanda Cabal, otra de las impulsoras de este proyecto, ha sido enfática en oponerse al aborto en varias ocasiones e iniciativas legislativas, negando que el aborto sea un derecho.
En abril de este año, la senadora Ríos arremetió contra el Proyecto de Ley 229/21, “por medio de la cual se promueve y fortalece la educación para la sexualidad a través de la formación, conocimiento y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos” y pidió archivarlo, asociando la Educación Sexual Integral a la hipersexualización infantil, llamándola un despropósito, y usando de nuevo el hashtag #ConMisHijosNoTeMetas. De igual forma, la senadora Cabal se había manifestado contra la educación sexual desde el año anterior, alegando defender a la familia.
El proyecto fue archivado y actualmente cursa en Cámara el proyecto “Los padres eligen”, un proyecto que organizaciones feministas han alertado, amenazan los derechos de las niñas, niños y adolescentes que busca permitir la intervención arbitraria de padres, madres y tutores legales en las instituciones educativas para que no se enseñe a menores de edad contenidos relacionados con sexualidad, si no se cuenta con su aprobación primero. Este proyecto cuenta con el apoyo de la bancada “provida” y es impulsado por el partido Conservador y Mira.
Otra de las iniciativas que impulsan estos mismos sectores y se encuentra actualmente promocionada en la página de Colombia Justa y Libres, el partido de la Senadora Ríos, es el “Referendo constitucional aprobatorio ciudadano contra la ideología de género”, promovido por la Fundación Familia y Nación. Este referendo busca, además de volver a penalizar el aborto en todas las circunstancias, al igual que otros 2 referendos que este año se cayeron por falta apoya e irregularidades, prohibir la “ideología de género”, la educación sexual por personas distintas a los padres, el cambio de sexo y género, el matrimonioy la adopción en parejas del mismo sexo, y “conductas sexuales contra la naturaleza humana”. Es, cuando menos contraintuitivo y curioso ver cómo feministas lesbianas que dicen defender la mayoría de estas causa, se paran del mismo lado de quienes las amenazan para poner en riesgo derechos de las personas trans.
En nuestro reportaje advertíamos sobre los vínculos entre la derecha y los sectores más conservadores y estos feminismos fundamentalistas y esencialistas, sin importar que fueran dichos sectores los principales opositores de las luchas históricas del feminismo. “Es muy preocupante que tengas todo este sector del feminismo que confluye en los hechos concretos, en la práctica, con la derecha más rancia”, opina María Luisa Peralta en el reportaje. En su artículo “La fidelidad quebrantable: el feminismo transexcluyente frente a la amenaza de la ultraderecha”, la investigadora estadounidense – mexicana Julianna Neuhouser escribió sobre documentos filtrados a WikiLeaks que revelan que HazteOír identificó a las feministas radicales transexcluyentes como aliadas potenciales desde 2017.
En España la alianza ha sido clara entre el partido fascista y ultranacionalista, Vox, y el Partido Feminista encabezado por Lidia Falcón a la hora de oponerse a la Ley Trans. Ambos partidos participaron de un evento organizado por HazteOír, la asociación antiderechos que se hizo famosa por recorrer varios países de Europa y Latinoamérica con un autobús naranja con la frase “Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo” y “Las leyes de género discriminan a los hombres”, acompañada de una imagen de Hitler. Recordemos que la agenda de Vox está marcada por el llamado a expulsar a los migrantes, derogar la ley del aborto, la eutanasia y la ley de violencia de género.
Estas mismas alianzas y posturas han tenido efectos visibles en los feminismos latinoamericanos. En Argentina, por ejemplo, se dividió el Encuentro Nacional en dos. En nuestro reportaje sobre terfismo, la periodista argentina Victoria Stéfano recuerda el Encuentro Nacional de Mujeres de 2019 como un momento de tensión pues, un año antes, Alika Kinan, una superviviente de redes de trata, hizo pública su postura transfóbica: “Hoy la postura de las feministas que no dejaron pasar a la transfobia en los encuentros tiene frutos. Fue el mismo movimiento el que dijo que si había que romperse algo se rompía pero con nosotras las travas adentro. Y me parece que eso también habla de un movimiento que ha tomado una posición firme”.
¿Por qué este proyecto de ley representa un ataque directo a las infancias y adolescencias trans?
“La discusión en contra de la niñez trans y no binaria está concentrada en dos grandes mentiras: una que tiene que ver con el efecto de los procesos hormonales y dos con la cirugías a menores de 18 años”, asegura Matilda González, abogada, activista por los derechos de las personas trans y estudiante de cine.
Matilda explica que la desinformación alrededor de los procedimientos de autodeterminación ha sido impulsada por sectores sociales y políticos que han capitalizado la discusión para extender agendas regresivas y punitivas contra la comunidad trans en el país. Asegura que, por ejemplo, los efectos de los procesos de hormonización han probado ser reversibles en caso de que la persona así lo desee y que estos, a su vez, no son determinantes aún para modificar de manera absoluta el desarrollo.
También, señala que las personas menores de 18 años que optan por la cirugía son un porcentaje muy bajo y, por lo mismo, los procesos de reversión casi nunca ocurren. Pero, para Matilda, la discusión no debería ser sobre la desinformación, sino sobre los derechos de la niñez trans: “Creo que los casos que más hay que posicionar son los de los padres que están luchando en los colegios para que no discriminen a sus niños y llamar la atención sobre un debate donde todo el mundo está opinando sobre nosotros, y que realmente no hay personas trans en la mesa, o niños y adolescentes trans en la mesa hablando desde su propia experiencia y así mismo están negándoles su derecho a la autonomía”.
Para Matilda, la alianza entre los movimientos de la política de derecha en Colombia y los sectores esencialistas del feminismo no es una sorpresa. Asegura que las feministas trans excluyentes están acudiendo a lógicas de borrado y a conceptos de pureza, que a su vez se han replicado en las distintas instituciones sociales: “Medios de comunicación, Estado, cultura y sociedad van a causar muchas muertes trans. Somos daños colaterales en un proyecto utópico esencialista: vidas que valen menos, sacrificables para un bien superior anacrónico, conservador y religioso/culto”.
Cristina Rodríguez, periodista y activista por los derechos de la comunidad trans, dice que no es necesariamente sorpresivo que esta alianza haya ocurrido, pues es lo que se ha venido replicando a nivel global. Sin embargo, sí considera que no deja de sentirse como una traición a las causas del feminismo: “Me parece supremamente delicado porque obviamente sí es traicionar los preceptos feministas en torno como a un mejor mundo posible para todas fuera del yugo del patriarcado, del capitalismo y del colonialismo. De todos estos sistemas de opresión que no sólo oprimen a las mujeres, sino también a personas trans, a personas racializadas y a personas de sectores sociales vulnerables. Por lo menos ya salieron del clóset, ya no pueden decir que no son transfóbicas”.
Disforia de género y el llamado a la despatologización
La disforia de género consiste en el malestar o sensación de incomodidad o angustia que pueden llegar sentir algunas personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer. Actualmente el tratamiento para la disforia busca ayudar a superar dicha angustia y es individualizado. Puede incluir apoyo y acompañamiento sicológico, consejería, terapia hormonal de afirmación de género y cirugía de afirmación de género. No se trata de “un tratamiento meramente estético” como mencionó Vera en su intervención en la audiencia. Sin embargo es importante recordar que no todas las personas trans experimentan disforia de género y no todas las personas con disforia requieren de todas las formas de tratamiento. Asimismo, las condiciones para brindar dicho tratamiento están establecidas por la comunidad médica, con especial atención a los casos de adolescencia y niñez trans.
Tratar la disforia de género de manera oportuna, así como garantizar un ambiente de apoyo en el que cada persona se sienta libre de expresar su identidad de género es fundamental para reducir afectaciones a la salud mental derivadas del rechazo y la discriminación como ansiedad, depresión y suicidio. Si bien el activismo por el acceso a la salud de las personas trans ha avanzado en la despatologización, aún queda camino por recorrer.
Desde el 2016 , organizaciones y activistas han solicitado dejar de referirse a la disforia de género como un trastorno y dicha solicitud ha sido respaldada por estudios de investigadores en México, Brasil, India, Francia, Sudáfrica y el Líbano (2018) que señalan que la causa del malestar que experimentan las personas trans, conocido como disforia de género, no se produce por su identidad de género sino por el rechazo y la discriminación que reciben de la sociedad por su identidad, y hacen énfasis en que el diagnóstico contribuye a la estigmatización y se vuelve parte del problema.
Sin embargo, cabe recordar que solo hasta el 2018, la Organización Mundial de la Salud dejó de categorizar la transexualidad como un trastorno psicológico, de la misma manera que antes de 1990 la homosexualidad estaba en el catálogo de enfermedades mentales. Como mencionamos en nuestro reportaje “El terfismo en América Latina, un borrado histórico de las personas trans”, la despatologización de la experiencia trans es una de las principales luchas de la comunidad por el reconocimiento a su identidad, historia y derechos.
En entrevista con Volcánicas para el reportaje mencionado anteriormente, Simón Torres Orozco, psicólogo clínico de LIBERARTE, dijo que lo que hizo la OMS es importante pero insuficiente: “Es importante porque cambia el malestar de género como incongruencia de género, que es más una condición que requiere ser atendida por el sistema de salud pero no como una patología o un trastorno. Y es insuficiente porque al nombrarlo como ‘incongruencia de género’ se está asumiendo que hay géneros congruentes y géneros incongruentes, y eso no es así. El diagnóstico no es lo grave, lo grave es el estigma”.
La ciencia, academia y personas cis en general llevan años intentando explicar la experiencia trans y para ello en algunos casos han recurrido a términos patologizantes como “disforia de género” o “autoginefilia”. La patologización empezó con Harry Benjamin, un endocrinólogo que en 1966 “diagnosticó” a las personas trans diciendo que “estaban atrapadas en el cuerpo equivocado” y que se necesitaba un tratamiento quirúrgico y hormonal para corregir esa supuesta discordancia. “Con él se empieza a hablar de esta discordancia de manera radical, empiezan a existir la evidencia y los test para ‘evaluar lo trans’. Entre los profesionales de la salud comenzaron a existir ‘policías del género’ y la disforia fue comprendida como un problema médico”, nos explicaba hace varios meses Simón Torres.
El Ministerio de Interior pide archivar el proyecto contra infancias y adolescencias trans.
El gobierno nacional presentó su postura oficial sobre el proyecto de ley PL-183, a través de la Coordinadora del despacho del Ministro del Interior y delegada de la Dirección de Asuntos Legislativos para los temas LGBTIQ, Viviana Vargas Vives. En su cuenta de Instagram personal, la delegada y reconocida defensora de los derechos de la niñez, compartió su intervención en la primera audiencia acompañada de estas palabras: “De manera histórica desde el Ministerio del Interior y el gobierno nacional sentamos una postura clara y contundente frente a la protección de los derechos humanos de las personas trans y de las infancias en su búsqueda hacia su identidad de género y su derecho a la autodeterminación. Este es un asunto de orden constitucional, que no puede seguirse dando meramente en el debate de lo ideológico y del miedo producido por la amplia desinformación. No me perdonaría mi incoherencia si reclamo un “yo sí te creo” a las voces de niños y niñas que denuncian violencias pero no a sus voces cuando se expresan con la misma contundencia sobre su identidad de género y su auto determinación. Las voces de ellos y ellas deben ser protagónicas en todos los debates que conciernen sus derechos, sin excepción.”
Aunque el proyecto sigue en la comisión séptima del senado, es improbable que avance en esta legislatura y que el debate, de darse, se aplace para el 2024. “Es muy grave que en marco del ejercicio legislativo y al interior del Capitolio, donde se debería legislar a favor de los derechos de las personas, se estén abriendo espacios que, bajo el pretexto de la libertad de expresión, están sirviendo para amplificar y empoderar discursos de odio que NO deberían tener ningún lugar en el Congreso. Este PL se debería debatir desde lo técnico y jurídico, no para hacer pasar la transfobia como una postura política siquiera viable en pleno siglo XXI.”, agrega Viviana Vargas Vives.