Este reportaje explora los antecedentes, las bases, los argumentos y la articulación del movimiento feminista radical transexcluyente – TERF (por su acrónimo en inglés del término: trans exclusionary radical feminist) en América Latina y el impacto que tiene dicha vertiente del feminismo global en la población trans de esta región que, a pesar de tener varios gobiernos de izquierda, se ha visto impactada por el movimiento terf como parte de una articulación conservadora para revertir derechos humanos, especialmente derechos sexuales, reproductivos y de identidad de género.
Mapeamos los discursos, hechos, estadísticas y organizaciones feministas transexcluyentes para cuestionar la idea del “borrado de mujeres”, uno de los principales argumentos del terfismo. Mujeres transfóbicas (entre ellas juristas, abogadas y activistas con grandes audiencias) usan constantemente esta idea, que sirve para desconocer y estigmatizar a las personas trans y presentarlas como una amenaza para las mujeres cis y sus luchas históricas.
Para el desarrollo de esta investigación periodística Volcánicas entrevistó a 20 personas trans, cis y no binarias de México, Colombia, Argentina, Honduras, Guatemala, República Dominicana, Brasil, Inglaterra y España. Este reportaje cuenta con las perspectivas de feministas, lesbianas y personas no binarias entre las cuales hay activistas, periodistas sociólogues, psicólogues, académicas y docentes. Parte de nuestras entrevistadas coincidieron en algún momento (o coinciden) con el pensamiento transexcluyente, otres son expertes en derecho, biología y salud.
Algunas de las personas entrevistadas para este reportaje se acogieron a la protección de fuentes garantizada en el artículo 74 de la Constitución colombiana y han pedido que se use un seudónimo en sus testimonios para proteger su integridad.
Orígenes del terfismo: qué es y de dónde viene
El feminismo transexcluyente empieza en los años setenta en países anglosajones con feministas anti trans como Janice G. Raymond, profesora estadounidense y autora del libro The Transsexual Empire (1979), en el que afirma que todas las personas transexuales “violan el cuerpo de la mujer al reducir la verdadera forma femenina a un mero artefacto” y menciona a Sandy Stone, una mujer trans a quien acosó hasta dejarla sin trabajo.
Hoy en día el nombre de Janice G. Raymond sigue siendo influyente en las altas cúpulas feministas, pues hasta el 2019 formaba parte de la dirección de Coalition Against Trafficking in Women (CATW), una reconocida organización en contra del tráfico de mujeres y niñas con sede en Nueva York, oficinas en Asia y Latinoamérica y socios en Europa.
Raymond trabajó con el gobierno de Estados Unidos para que la población trans no tuviera acceso a tratamientos hormonales ni cirugías de reasignación. Ella misma ha aceptado que en 1980, el gobierno le pidió un artículo sobre los aspectos sociales y éticos de la cirugía trans. Posteriormente, los informes de la Oficina de Evaluación de Tecnologías de la Salud (OHTA) y el Centro Nacional de Tecnología para el Cuidado de la Salud, así como la directiva presidencial de Seguridad Nacional, citaron sus trabajos anti trans y anti trabajadoras sexuales.
En su artículo “De élites y vísceras”, la escritora Alana Portero dice: “Aún hoy, cuarenta años después de aquello, ha sido imposible calcular el impacto directo de la asociación Raymond – Reagan. Si son miles o cientos de miles las muertes derivadas de la desatención sanitaria resultante de aquella suma de fuerzas, jamás lo sabremos”. No fue la única: la jurista Catharine MacKinnon y la activista Andrea Dworkin también trabajaron con el gobierno republicano para lograr la aprobación de leyes punitivistas anti porno y anti trabajo sexual.
Algunas de las embajadoras de CATW, como la abogada mexicana Teresa Ulloa, han participado en debates gubernamentales sobre trata de personas donde han desconocido a las trabajadoras sexuales, entre las cuales hay muchas personas trans. La actual directora de CATW, Taina Bien – Aimé, que recibe más de 144 mil dólares al año por su trabajo, también tiene una postura anti trabajo sexual.
La transfobia en el feminismo fue cuestionada desde sus principios en los debates del feminismo radical que se dieron entre los años sesenta y ochenta gracias a contranarrativas como el concepto de la interseccionalidad, que fue planteado en los setentas por las mujeres negras y lesbianas del colectivo Combahee River y que ha sido fundamental para desarticular las ideas esencialistas de la teoría radical transexcluyente. Adicionalmente, aunque las feministas anti trans se llamen a sí mismas “radicales”, en la genealogía del feminismo radical hay posturas transincluyentes. Como la de la antropóloga cultural estadounidense Gayle Rubin, quen aporta las bases de los estudios feministas contra el determinismo biológico del sistema sexo – género, así como las posturas de las feministas radicales que en 2008 marcaron distancia con el terfismo, aclarando que no todas las radfem son terfs y que esas siglas (TERF) no representan completamente su movimiento.
Tras la masificación del movimiento feminista en América Latina en la primera década del siglo XXI, el discurso transexcluyente ha sido identificado con las siglas TERF. Estas siglas fueron acuñadas en 2008 por Viv Smythe, una mujer cisgénero, heterosexual y feminista radical transincluyente de Australia, que utilizó por primera vez en un blog la palabra “terf” para describir una postura que se comenzaba a notar dentro de algunos círculos feministas. En uno de sus textos explicó que el término lo había escuchado en conversaciones con sus amigas trans y cis que le habían compartido sus preocupaciones por el renovado interés de posturas esencialistas que aseguraban que el binarismo (hombre – mujer) era inherente a la identidad.
En su blog, Viv Smythe dice que el nombre que mejor describe a ese grupo de mujeres transexcluyentes es el de TES: Separatistas Transexcluyentes pues, según ella, la base del pensamiento transfóbico es demasiado esencialista para considerarse feminista. Pero activistas feministas decoloniales como Ciguapa, de República Dominicana, están en desacuerdo y han expresado la importancia de nombrar a las terfs como feministas para poder hacerle crítica a ese feminismo que elle describe como “esencialmente racista”. Ciguapa escribe:
“Las terfs son feministas. Terribles feministas pero feministas al fin. Las feministas transfóbicas y racistas siguen siendo feministas y decir que no, es un lavado de cara al feminismo que comenzó como un movimiento racista y transfóbico. En lugar de decir que no son feministas, lo que debemos hacer es comenzar a hacerlas responsables de esos discursos. Es necesario reconocer que el feminismo no es perfecto. Las sufragistas no creían que las mujeres negras eran lo suficientemente avanzadas y civilizadas para merecer el derecho al voto, e históricamente maltrataban a las mujeres trans. Textos fundacionales del feminismo tradicional carecen de una perspectiva antirracista y suelen caer en el cis – sexismo con mucha facilidad. Y no, porque sean mujeres el racismo y la transfobia no son excusables o «menos malos» que cuando los hombres los promueven. La transfobia no se debate, se combate”.
A pesar de que el acrónimo TERF se ha utilizado globalmente para identificar a las feministas transexcluyentes, no es un término con el que ellas se sientan necesariamente cómodas. Para entender qué opina sobre el término alguien que ha sido señalada como tal, Volcánicas entrevistó a la activista mexicana Dana Corres criticada por sus comentarios y tuits sobre las personas trans.
Corres tiene una audiencia en Twitter de 22 mil personas, fue integrante de la red juvenil Yo soy 132 y es especialista en temas de movilidad. Para ella, el calificativo TERF “es violencia, es misoginia y es discurso de odio. Han sido años de intimidación, de acoso, de amenazas e insultos, de violencia. Yo tengo fácil cuatro o cinco años soportando que me llamen así y hay quienes dicen que es solamente un concepto, pero no es un concepto que nosotras aceptemos como propio o como algo que vamos a tolerar”.
A lo largo de esta investigación no encontramos ejemplos de violencia física contra feministas transexcluyentes aunque sí encontramos críticas, burlas e insultos. Las feministas transexcluyentes argumentan que imponerles el acrónimo TERF es violento pues no se sienten identificadas con esta palabra. Es un argumento espejo, que copia los de las luchas de las personas trans por autodeterminarse y por elegir cómo ser nombradas. En este reportaje hemos tomado la decisión editoral de llamarlas TERFS, “feministas radicales transexcluyentes”: feministas, porque reconocemos que buena parte de quienes conceptualizan y difunden el discurso transexcluyente hacen parte del movimiento feminista, radicales, porque así es como se autodeterminan, y transexcluyentes, porque lo que las caracteriza es un discurso común que apunta a excluir a las personas trans del feminismo, invisibilizarlas, estigmatizarlas y patologizarlas.
La sujeta histórica del feminismo
Definir quién es la verdadera sujeta del feminismo siempre ha sido un tema de extenso debate, privilegio y, sobre todo, exclusión. Las sufragistas blancas de Estados Unidos, por ejemplo, excluían a las mujeres negras de las marchas e incluso la National American Woman Suffrage Association, fundada en 1890, negó la participación de grupos de mujeres negras en su organización. Algunas de las feministas más importantes del siglo XX, como Susan B. Anthony, eran abiertamente racistas. Lo mismo sucedió en los años 70, cuando las feministas radicales excluyeron a las lesbianas de la lucha “feminista” con el argumento de que reproducían estereotipos de género y su liberación diluía el feminismo “real”. La feminista estadounidense Susan Brownmiller decía que “las lesbianas oprimían con su masculinidad”.
Estos argumentos separatistas se han reciclado durante años para excluir a distintos grupos de personas con el pretexto de preservar una supuesta “pureza del feminismo” y hoy, ese mismo razonamiento dogmático, anacrónico y anglosajón, está recayendo sobre las personas trans.
Actualmente el Feminismo Radical TransExcluyente, se remite una y otra vez a esa “raíz” teórica del feminismo que pone a las mujeres cisgénero en el centro de la lucha antipatriarcal para justificar su postura antiderechos, sugiriendo que solo existe una raíz válida para el movimiento: la teorizada por mujeres blancas del norte global. Pero es falso que el feminismo blanco sea el único razonamiento teórico que define la lucha de las mujeres pues, además de que hay posturas feministas transincluyentes, existen otros ejemplos de la lucha antipatriarcal de mujeres que no necesariamente se llaman a sí mismas feministas ni provienen del “pensamiento ilustrado”, entre ellas, las mujeres zapatistas, les antirracistes y las kurdas, por mencionar solo algunas.
Dice mucho sobre el colonialismo y el racismo interiorizado que estos pensamientos y enunciados feministas transexcluyentes latinoamericanos pongan las posturas históricas de feministas blancas privilegiadas estadounidenses y europeas por encima de ideas de feministas decoloniales de nuestras regiones como Ochy Curiel, Rita Segato, Breny Mendoza, Aura Cumes, María Lugones, Silvia Rivera Cusicanqui, o Yásnaya Aguilar. En el Estados Unidos de la década de 1970, la postura anti trans permeó en algunas feministas radicales, pero esas ideas se pusieron en duda, se discutieron y desestimaron hace 50 años. Las “Guerras del sexo: un debate entre feministas radicales y libertarias”, texto que registra la discusión, se lee hoy como un déjà vu.
La feminista dominicana Ochy Curiel lo resume así:
“Hemos leído y escuchado desde hace tiempo que el feminismo ha sido una propuesta que nace de la Ilustración. Desde una historia contada de forma lineal y euronorcéntrica se asume que el feminismo nace con la Revolución Francesa, como si antes de ese hecho en otros lugares que no son Europa, las mujeres no se hubiesen opuesto al patriarcado (…) Si entendemos el feminismo como toda lucha de mujeres que se oponen al patriarcado, tendríamos que construir su árbol genealógico considerando la historia de muchas mujeres en muchos lugares – tiempos. Esto es para mí uno de los principales gestos éticos y políticos de descolonización en el feminismo: retomar distintas historias, poco o casi nunca contadas”.
Las historias, experiencias, activismos y teorías latinoamericanas y anglosajonas de mujeres negras e indígenas que señalaban la relación de poder entre las mujeres blancas y las mujeres negras, demostraron que no hay una historia única del feminismo. Aquel que se erige como “el verdadero feminismo” ha sido racista, cisexista y clasista a lo largo de la historia y ese origen excluyente y opresor debería ser reconocido por los feminismos contemporáneos para que estos comiencen a ser reparadores.
El racismo que encontró en los círculos terfs fue lo que llevó a Ciguapa, persona no binaria dominicana quien actualmente hace parte del medio afrofeminista Afrocolectiva, a cuestionar su propio lugar en el movimiento transexcluyente del que alguna vez formó parte: “Yo comencé a sentirme incómode con el terfismo cuando comencé a hablar de racismo, porque las terfs son racistas. En el momento en que una empieza a decir que el machismo que experimentan las mujeres negras es diferente al machismo de las mujeres blancas te dicen que cómo es eso posible. Fue entonces cuando me dije que si estas mujeres no son capaces de ver el racismo, tampoco son capaces de ver la transfobia”.
En Latinoamérica las personas trans no son solo trans: son trabajadoras sexuales, indígenxs, cimarronxs, negrxs, activistas, defensorxs, abogadxs, profesorxs, migrantes, lesbianas, bisexuales, gays. En el pensamiento de mujeres blancas y europeas del siglo pasado no caben sus experiencias.
Natalia, académica trans mexicana que pidió acogerse a la protección de fuentes, explicó cómo el discurso de algunas terfs terminó de tejer su sentido más transfóbico en países anglosajones:
“Para entonces, el feminismo radical estaba muy influenciado por el feminismo cultural (o de la diferencia) de Estados Unidos que eventualmente da lugar a toda esta exaltación de la fertilidad que termina, por supuesto, centrándose en una mistificación de la reproducción como algo que a la vez es la base de la opresión. No es la única de esa época. Valerie Solanas fue una voz conocida que decía que había que renunciar al sexo porque el sexo en todas sus manifestaciones es violencia. No consideraba ni siquiera que la solución fuera un sexo lésbico. En la Inglaterra de los noventa, Sheila Jeffreys, antes de irse a una cruzada contra los hombres trans, se fue en contra de las mujeres lesbianas “butch”. Eso lo narra Jack Halberstam en su libro Masculinidades femeninas y la propia Jeffryes tenía todo un proyecto político de cómo tenía que ser la comunidad lésbica y la relación entre las lesbianas”.
Más de una entrevistada menciona el “feminismo cultural” como una de las influencias principales del pensamiento TERF. Esta corriente de pensamiento feminista defiende la “cultura femenina”, alegando que hay valores y características inherentes y esenciales a la condición de “ser mujer”. En su ensayo crítico «Feminismo cultural versus posestructuralismo: la crisis de la identidad en la teoría feminista” la académica feminista Linda Alcoff lo define así: «la revalorización feminista cultural interpreta la pasividad de la mujer como su tranquilidad, su sentimentalismo como su propensión a nutrir, su subjetividad como su autoconciencia avanzada». Esta idea no es nueva, está basada en el “ideal de mujer” que populariza Rousseau durante la Ilustración, y que se encarna en el personaje de Sophié en su tratado filosófico, El Emilio. También está presente en los textos de muchas sufragistas anglosajonas y latinoamericanas, y la seguimos viendo en la actualidad en anuncios publicitarios, círculos de mujeres, y en el discurso de políticos y políticas tanto conservadoras como progresistas.
Otra línea de pensamiento feminista que insiste en el esencialismo es el Feminismo de la Diferencia, cuyas principales exponentes son las francesas Hèléne Cixous, Julia Kristeva y Luce Irigaray, quienes criticaron que en el camino de la liberación de las mujeres “quisieran parecerse a los hombres”. Irigaray critica el uso del término “igualdad” pues esto lleva a plantear la liberación de las mujeres “a partir de la neutralización del sexo” cuando “lo que hay que conseguir es una cultura que respete ambos sexos”. Estas ideas siguen siendo muy populares en nuestra cultura y se escuchan con frecuencia en conversaciones cotidianas. Las feministas de la diferencia pusieron la distinción entre sexos en el centro de su pensamiento rechazando posturas como la de Simone de Beauvoir, que famosamente escribió: “no se nace mujer, se llega a serlo”, postulado a partir del cual se ha teorizado que el género es una construcción social y que, por lo tanto, no necesariamente se reduce a una única corporalidad.
“¿Qué es ser mujer?”
En un discurso que pronunció Angela Davis en Misuri en 2015, a propósito del movimiento Black Lives Matters, la filósofa dijo que hace falta nombrar muchos casos específicos desde el feminismo: la vida de las mujeres negras, de las niñas negras, de les queer, de las personas trans negras, de personas negras con discapacidad, de las vidas latinas, musulmanas, indígenas, etcétera. Cuando en el feminismo se habla de “la mujer” en abstracto con frecuencia la referencia se hace hacia un tipo muy específico de mujer: blanca, femenina, sin discapacidades, heterosexual y por supuesto, cisgénero. En la realidad las diferencias entre una mujer tupi – guaraní en la amazonía peruana y una mujer en un barrio rico de Belgravia en Inglaterra son tantas, en sus cuerpos, sus prioridades, sus derechos, sus valores, que si una extraterreste llegara, difícilmente podría creer que comparten una misma categoría.
La apuesta por la multiplicidad y diversidad en las sujetas políticas del feminismo no borra a nadie, al contrario, es una manera de mirar más profundamente las múltiples realidades de las personas que se ven afectadas por un problema común: el patriarcado.
La activista lesbiana argentina de la organización Akahata, María Luisa Peralta, conversó con Volcánicas sobre cómo la teoría radical trajo aportes importantes al feminismo pero también planteamientos esencialistas:
“Muestra a las mujeres como algo completamente homogéneo. De ahí viene todo este planteamiento de la sororidad: vos tenés que tener ahí una alianza indiscutible con otra porque es mujer, omitiendo las muchas diferencias de clase, de etnicidad, de origen nacional, incluso de orientación sexual. Porque el planteamiento es que todas estamos en la misma lucha y no, compañera. No estamos todas en la misma lucha porque la mujer de clase alta no está en la misma lucha que su empleada doméstica. Sí, puede haber momentos en que algunas opresiones se crucen, pero las diferencias no pueden ser dejadas de lado, porque son muy grandes”.
Es notable que las terfs suelen citar siempre a las mismas autoras blancas: Simone de Beauvoir y Kate Millet. Pero pareciera que incluso las lecturas que tienen sobre estas autoras fueran superficiales, como lo explica Donají Linares Ixba, socióloga mexicana y ex TERF: “Nunca he entendido por qué meten a Simone de Beauvoir como un texto fundacional del feminismo radical, cuando Beauvoir precisa que son los procesos sociales los que llenan el significado de estar sexuada de una determinada manera. Por otro lado, no podemos exigirles a las autoras cosas que no nos van a responder porque no están viviendo el contexto actual, pero nosotras sí podemos hacer el esfuerzo mental para llegar a otro tipo de reflexiones”.
La resurrección del terfismo en el mundo y en América Latina
De acuerdo con las bases de datos de Google, el primer pico de búsqueda de la palabra “terf” se registró en 2004 en Reino Unido y en varios países de Latinoamérica. En 2017 las búsquedas en España comenzaron a ser relevantes y en México las primeras búsquedas masivas se hicieron en el 2004, teniendo un repunte a partir de 2019. En Argentina y Colombia el interés en las búsquedas virtuales repuntó en 2018. En todo el mundo, ha habido un repunte a partir de 2020 principalmente en Reino Unido, Irlanda, Chile, Nueva Zelanda y Canadá.
De acuerdo con entrevistades centroamericanes, en El Salvador, Honduras y Guatemala el movimiento todavía es incipiente pero va avanzando y tiene como referentes a terfs mexicanas, argentinas y españolas. Casi todas las entrevistadas coinciden en afirmar que el terfismo nació en los países de habla inglesa: Estados Unidos,Reino Unido y Australia fueron los primeros lugares en expresar pánicos morales hacia las personas trans que luego han exportado. En su artículo “Por qué, como mujer transgénero estadounidense no siento que sea seguro visitar el Reino Unido”, publicado en Open Democracy, la periodista Chrissy Stroop explica que esta región de Europa es en donde más profundamente se ha encarnado el terfismo debido a la división del movimiento LGTB, la prensa conservadora y la presión de la derecha.
Otras fuentes afirman que la plataforma Mumsnet, foro de internet para padres y madres del Reino Unido fundado en el 2000 con alrededor de 5 millones de visitantes mensuales, jugó un papel fundamental con la publicación de contenidos transexcluyentes. En el artículo “Cómo un foro en línea para mamás se convirtió en un semillero tóxico de transfobia”, la periodista británica Eve Livingston explica que a través de esta plataforma se hacen debates con políticos de alto nivel, existe una comunidad trans que monitorea las conversaciones sobre las personas trans en Mumsent pues desde ahí también se han gestado campañas anti trans.
Analizar el efecto que ha tenido el discurso anti género en Europa es urgente para comprender las consecuencias que tendrá en América Latina. En Polonia, los ataques antigénero de 2012 a 2014 fueron la antesala de la ola de autoritarismo político y el desmantelamiento de instituciones democráticas que vivieron en el otoño de 2015, algo que Latinoamérica ya está experimentando hoy en día: en 2017 la Corte Constitucional Boliviana derogó un artículo de la ley de identidad de género que se refería a los derechos y obligaciones de las personas que cambian sus marcadores de género, después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos expidiera una Opinión Consultiva de Costa Rica en donde se interpretaba que la Convención Americana obligaba a los Estados a garantizar el derecho a la identidad de género mediante leyes y cambio de procedimientos legales para hacer el cambio de nombre y sexo en documentos de identidad.
Les entrevistades opinaron que el incremento de este discurso en Latinoamérica es una expansión del discurso en España, pues este país europeo tradujo al castellano esas ideas anglosajonas transexcluyentes. El docente e investigador español Lucas Platero recuerda el inicio de la discusión TERF dentro del feminismo en España en otoño de 2018, tras la intervención de Sam Fernández, activiste e investigadore de género, en la Universidad de Otoño del partido de izquierda, Podemos:
“Sam Fernández en un momento anima a que el movimiento feminista incluya la participación de las personas trans. Una cosa que por lo menos a mí no me parece tan novedosa. Ya se había dicho antes en las Jornadas Feministas Estatales de 2009. Cuando se hace una protesta tan grande en medios digitales contra Sam por haber dicho esto, en realidad tiene que ver con unas personas que no han participado en procesos de debates y encuentros, donde ya se había hablado del transfeminismo pero no solo trans como transexualidad sino como una ruptura de binarios. Se habló de colonialidad, de discapacidad, de una serie de temas que suponen ir más allá. El cuestionamiento del binarismo tiene que ver con mucho más que la transexualidad: tiene que ver con las mujeres gitanas, las mujeres con discapacidad, asuntos muy importantes que cuestionan esa idea del feminismo como algo hegemónico, de clase media blanca. Quizás también entre la década de 2008 a 2018 entran en potencia las redes sociales en donde hay muchos insultos, agresividad, un comportamiento un poco de matoneo, en el sentido del bullying”.
Un año después, en el 2019, Amelia Valcárcel y Alicia Miyares participaron en la Escuela de Verano Rosario Acuña que congregó a un grupo de feministas que mucha gente conoce como “ilustradas”. En esa ocasión, Valcárcel y Miyares se burlaron de las mujeres trans a quienes Miyaeres llamó «tíos» que critican la postura biologicista porque «no han leído nada» ni feminismo ni a Nietzsche.
La socióloga española Carmen Romero Bachiller opina:
“Se trata de una posición extraordinariamente minoritaria y altamente oportunista que no tiene una tradición relevante en el movimiento feminista español. La primera vez que oí hablar de ello, y me parece una cosa bastante marciana, fue en el 2017 cuando en un trabajo de fin de máster una chica transactivista de Baena me señaló que había oído en redes sociales, fundamentalmente en Twitter, voces transexcluyentes desde posiciones feministas. Le recomendé hablar con personas trans históricas del movimiento feminista. Igual hay cuatro voces en Twitter que no son en absoluto relevantes, pero esto no es un histórico del feminismo en España, esto no representa el espacio del movimiento feminista. (…)Yo creo que de todas formas el discurso terf no aguanta la contestación argumentada. Porque muchas de las posiciones que están planteando, o bien directamente son falsedades, están basadas en falsedades o están cuestionando, al menos, más de 50 años de análisis teórico feminista”.
El pensamiento terf no tardó en llegar a América Latina y una de las primeras voces que lo trajo a México fue Yan María Yaoyólotl Castro, co-fundadora de los grupos Lesbos en 1977 y filósofa de la UNAM que se apropió del nombre indígena maya Yan y del apellido náhuatl Yaoyólotl, a pesar de ser una mujer blanca.
Pero el momento del estallido en este país fue en 2017 cuando comenzó a debatirse la transición de identidad de género de niñxs y adolescentes. La filósofa y editora Laura Lecuona publicó el texto “Algunos creen que la teoría queer es más liberadora que el feminismo. Les aseguro que no es así” en el que afirma que las infancias trans no existen y, por la reputación de la autora en la academia, su texto fue bien recibido por una parte del sector intelectual. Siobhan Guerrero, doctora en Filosofía de la ciencia por la UNAM, le respondió con dos artículos en los que rebate los argumentos de Lecuona, profundizando en la experiencia trans y argumentando que su postura se basaba en prejuicios. Años después de haber sido publicados dichos textos se puede decir que en México la discusión dejó de ser un intercambio entre académiques y activistas de la capital del país y que se ha expandido a lo largo de la República, alcanzado la esfera política.
Para el momento en que este discurso empezó a sonar en México, ya se oían referencias de Argentina, un país que tenía a Claudia Korol y Lohana Berkins, feministas históricas del movimiento feminista transincluyente. Sin embargo, desde el 2018 comenzaron a ver una expansión de discursos transexcluyentes, incluso en los espacios desde los que se habían ayudado a conseguir derechos que, después de largas discusiones y luchas, creían garantizados.
En Colombia, el origen del discurso TERF en la agenda pública y cultural es casi tan claro como el de México y también se inaugura con un texto transfóbico: Carolina Sanín es de las pocas feministas que se autodenominan transexcluyentes en ese país. Esta escritora escribió en 2017 un texto para Vice llamado “Un mundo sin mujeres” sobre Trystan Reese, un hombre trans embarazado. Trystan es una de las muchas personas trans que han decidido transicionar sin modificar sus genitales y en su texto Sanín manifestó que, aunque respeta los derechos de los homosexuales y el derecho a la identidad, no cree que la existencia de un hombre trans embarazado “sea verdad”. “Me parece complicada la imagen. No la celebro; sobre todo, porque no es verdad” dice en su texto.
El argumento principal de su texto era que el hombre embarazado le parecía políticamente preocupante: “el augurio y la patencia de un catastrófico estado deseado desde hace mucho tiempo: el de un mundo sin mujeres”. En su escrito Sanín habla de la experiencia de un hombre trans embarazado como un “desmembramiento del cuerpo de la mujer” y una “explotación extrema”. Este esencialismo es la base del pensamiento terf pues, a diferencia del pensamiento crítico y complejo, reduce la sujeta del feminismo a una sola: la nacida con vulva, la hembra biológica.
La mayoría de les entrevistades coinciden en que hay distintos sectores de terfs en México, España y Argentina, uno de ellos conformado por académicas, juristas y abogadas como Amelia Valcárcel, Alda Facio y Marcela Lagarde, quienes desde las legislaturas, universidades y espacios de poder divulgan y promueven el discurso TERF; otro sector es influyente en espacios digitales como Twitter en el que se destacan figuras como las de Laura Lecuona en México y Carolina Sanín en Colombia; y las miembros y seguidoras de colectivas feministas jóvenes como las Brujas del Mar y Feministas Satánicas.
La activista argentina María Luisa Peralta dice al respecto:
“Las terfs de la ‘liturgia feminista’ son la gente que sabe hacer un comunicado de prensa, que sabe cómo funcionan algunas cuestiones legislativas. Ellas proporcionan argumentos y mueven acciones, las plantean sin mucha profundización y lo presentan como sentido común. Y después tenés una gran cantidad de feministas transexcluyentes jóvenes que han entrado en esta masificación que acá ubicamos desde el 2015, que fue el momento del Ni una menos. Hay mucho ruido, que no está mal, pero no ha habido muchas instancias para ellas de formación en un sentido amplio de circulación de lecturas, pero también de posibilidades de encuentros en donde escuchar a otras, en donde haya debates, en donde ves los puntos de vista y el pensamiento feminista y muchas de ellas tienen también esta cosa transexcluyente”.
Muchas veces este discurso transexcluyente, lleno de argumentaciones teóricas y jurisprudenciales, no se queda solo en ciertos círculos de activistas, sino que se traduce en slogans, carruseles, videos, noticias sesgadas o noticias falsas, todavía menos profundas y más reaccionarias a través de las influencers de Twitter. Todes les entrevistades, sin excepción, mencionaron esta plataforma como parte esencial de la propagación del discurso transfóbico.
El discurso TERF no es radical ni disidente. Se inserta con demasiada comodidad en los contextos homofóbicos, clasistas y punitivistas de países que han sido tradicionalmente gobernados por la derecha a la vez que han sido influenciados por la iglesia católica y cristiana. Si bien la transfobia es un discurso violento en cualquier parte del mundo, se vuelve aún más insidioso en países latinoamericanos en donde los crímenes de odio son tan cotidianos como la impunidad.
El terfismo no es biología, es anticientífico y patologizante
Hasta antes del 2018, la Organización Mundial de la Salud categorizaba la transexualidad como un trastorno psicológico, de la misma manera que antes de 1990 la homosexualidad estaba en el catálogo de enfermedades mentales. La despatologización de la experiencia trans es una de las principales luchas de la comunidad por el reconocimiento a su identidad, historia y derechos.
En entrevista con Volcánicas, Simon Torres Orozco, psicólogo clínico de LIBERARTE, dijo que lo que hizo la OMS es importante pero insuficiente: “Es importante porque cambia el malestar de género como incongruencia de género, que es más una condición que requiere ser atendida por el sistema de salud pero no como una patología o un trastorno. Y es insuficiente porque al nombrarlo como ‘incongruencia de género’ se está asumiendo que hay géneros congruentes y géneros incongruentes, y eso no es así. El diagnóstico no es lo grave, lo grave es el estigma”.
La ciencia, academia y personas cis en general llevan años intentando explicar la experiencia trans y para ello han recurrido a términos patologizantes como “disforia de género” o “autoginefilia”. La patologización empezó con Harry Benjamin, un endocrinólogo que en 1966 “diagnosticó” a las personas trans diciendo que “estaban atrapadas en el cuerpo equivocado” y que se necesitaba un tratamiento quirúrgico y hormonal para corregir esa supuesta discordancia. “Con él se empieza a hablar de esta discordancia de manera radical, empiezan a existir la evidencia y los test para “evaluar lo trans”. Entre los profesionales de la salud comenzaron a existir “policías del género” y la disforia fue comprendida como un problema médico”, explicó Simon Torres.
Las personas intersex existen
Las diferencias sexuales en los cuerpos no están tan marcadas en la biología como en el discurso: en la amplia gama de formas que adquiere la genitalia humana hay penes pequeños y clítoris grandes; también hay personas que genéticamente son XXY y esto físicamente se expresa de muchas maneras; además, todas las personas tienen hormonas como el estrógeno y la testosterona en medidas diferentes y cantidades que varían a lo largo de sus vidas. En la biología el ejercicio de establecer el sexo es siempre una aproximación.
Las terfs apelan a la existencia material de “dos sexos biológicos” pero esta idea se ve rebatida por una realidad: la existencia de las personas intersex. Antes, a las personas intersex se les llamaba por el concepto patologizante de “hermafrodita” y se les intentaba “corregir” desde el nacimiento para acomodarse al sistema binario hombre – mujer, resultando en padecimientos graves de salud mental.
De acuerdo con Naciones Unidas “las personas intersex nacen con caracteres sexuales (como los genitales, las gónadas y los patrones cromosómicos) que no corresponden con las típicas nociones binarias sobre los cuerpos masculinos o femeninos”. Hay una amplia gama de variaciones naturales en el cuerpo, desde los genitales hasta las variaciones cromosómicas, que no siempre son visibles al nacer.
En una entrevista, el activista intersex Mauro Cabral explica que,
“la intersexualidad es un término que nombra muchas cosas al mismo tiempo, pero a lo que hace referencia fundamentalmente es a todas esas situaciones en las que el cuerpo sexuado de una persona –aquellas partes que relacionamos con la “identidad sexual”– varían, tanto respecto de lo que se considera el cuerpo sexuado promedio de los hombres y lo que se considera el cuerpo sexuado promedio de las mujeres. Me refiero a variaciones cromosómicas (por ejemplo, cuando se dan cromosomas XXY o XXO) o a variaciones gonadales, cuando una persona en lugar de tener ovarios o testículos tiene ovotestes (gónadas formadas por tejido ovárico y tejido testicular), o bien cuando alguien tiene testículos pero éstos no descendieron. No hay un solo cuerpo intersex y la intersexualidad designa a todos esos cuerpos que varían”.
La existencia de mujeres cis que producen más testosterona que el promedio, las personas nacidas con vaginas que no tienen ovarios, las mujeres que no tienen cromosomas XX o con cromosomas XO con síndrome de Turner, entre otros, complican los argumentos esencialistas y biologicistas de las terfs.
Se calcula que las personas intersex representan entre el 0,05% y un 1,7% de la población mundial, es decir, podrían ser hasta 135 millones 560 mil 648 personas en el mundo. Casi la misma cantidad de la población mexicana y casi tres veces la población de Colombia. Sin embargo, terfs como Amélia Valcárcel conciben a las personas intersexuales como una anomalía tan pequeña que podría decirse que “no existe”.
Les expertes también comparan la cantidad de personas interex en el mundo con la población pelirroja. Es verdad que las personas pelirrojas son menos del 2% de la población, y que su origen está en la mutación de un gen que se produjo hace 50 mil años, pero nadie se atrevería a decir que las personas pelirrojas no existen. La existencia de las personas intersex estorba a las personas transfóbicas e intersexfóbicas en su teorización y en su defensa de la biología binaria, entonces prefieren ignorar o desdeñar esa realidad material al mismo tiempo que dicen defender la “realidad material” del sexo.
Activistas intersex también han hecho visible la importancia de reconocer su existencia en sí misma, no sólo en relación a las personas trans o como a una “anomalía biológica”. La mutilación histórica contra niñes intersex y el secretismo con el que se habla de esta población tiene que parar, debe haber justicia y reparación.
El terfismo es esencialismo, no biología
Ivania Cerón Souza, bióloga e investigadora postdoctoral con especialidad en biología evolutiva y genética de plantas, y David Aurelia Ayala Usma, biologue trans no binaria y cientifique han investigado y realizado conferencias sobre la complejidad de las ciencias biológicas y por qué es mentira afirmar que las mujeres no tienen pene y los hombres no tienen vulva.
Elles explicaron en entrevista que en el desarrollo biológico están implicados los genomas, cromosomas, fenotipo, reproducción y gametos, se trata de una receta muy compleja con muchos ingredientes y cada cambio mínimo puede transformar el resultado final.
Según Joan Roughgarden, bióloga evolutiva de la Universidad de Stanford, la clasificación de sexos se da en función del tamaño de los gametos que producen: hembras si producen unos gametos grandes llamados óvulos y machos si producen unos gametos pequeños llamados espermatozoides. Sin embargo, este binarismo no se puede generalizar fácilmente a otros rasgos corporales relacionados con el sexo (por ejemplo la presencia de pene, glándulas mamarias, vello corporal, etc.) debido a la enorme variación que presentan entre los individuos de una misma especie. La manera que tiene un organismo de usar la forma, el color, aromas, comportamiento, y otras características, para adoptar un rol sexual es la manera en la que evidenciamos el género en las diferentes especies, incluides les humanes.
El pez payaso es una especie hermafrodita secuencial, es decir, aunque haya nacido macho puede transformarse en una hembra. Los gorriones de garganta blanca tienen cuatro variables de conducta y rol sexual, lo que podríamos llamar “géneros”.
En la cultura popular, está instalada la idea de que una persona es hombre porque tiene cromosomas XY y las mujeres lo son por tener cromosomas XX, pero esto no es necesariamente así en todos los casos. En los humanos, hasta la séptima semana comienzan a desarrollarse los genitales. Los embriones con cromosomas XY típicamente desarrollan un gen llamado SRY en el cromosoma Y. Cuando no lo tienen, se desarrolla la feminización, pero hay versiones del gen SRY que no pueden desarrollar la masculinización entonces son “hembras” con cromosomas XY. También existen casos de personas XX que tienen el gen SRY en el cromosoma X, lo que resulta en “machos” XX.
Además, en el caso de que el feto tenga cromosomas XX o XY “normales”, algunas sustancias como medicamentos, insecticidas y residuos de plásticos pueden hacer que el programa de masculinización falle. Esto hace que el feto sea una “hembra” aunque exista el gen SRY.
Casos parecidos también suceden en algunas aves, reptiles, insectos, crustáceos. En los pájaros maluros soberbios, a pesar de las marcadas diferencias entre machos y hembras, los machos no tienen pene: igual que las gallinas. Los murciélagos de las frutas de Dayak machos son quienes tienen glándulas mamarias para alimentar a sus crías. Y en especies donde no hay óvulos y espermatozoides, como los hongos y las bacterias, es posible encontrar más de dos “sexos”.
En conclusión, la biología no es tan simple ni tan universal como dice el terfismo. El sexo no determina los roles de género ni mucho menos determina los sujetos políticos ni dicta cómo deben organizarse las sociedades.
Además, el papel de la biología en la ciencia es descriptivo, no prescriptivo. Así que cualquier afirmación que trate de utilizar la biología para decidir qué es lo correcto y qué no lo es, respecto al sexo y el género, es anticientífica. La profesora Joan Roughgarden nos dice al respecto que: “Si utilizáramos cada fenómeno presente en otras especies para justificar conductas sociales podríamos terminar por justificar el canibalismo diciendo que como sucede en tiburones, insectos y peces entonces eso es natural. Es nuestro deber y derecho como sociedad decidir la manera en que queremos vivir nuestros derechos sexuales y reproductivos”.
Las personas trans no viven en el cuerpo equivocado, viven en la sociedad equivocada
En algunos casos, las terfs califican las identidades de las personas trans como un “capricho” o un “sentimiento”. Algunas terfs han comenzado a utilizar la palabra “autoginefilia” para patologizar a las personas trans. El concepto fue inventado por el psicólogo estadounidense-canadiense Ray Blandchard de 76 años, un sexólogo que ha colaborado con supremacistas blancos como el nazi inglés Edward Dutton y que se ha referido como “mariquitas” (sissys en inglés) a niñas trans. En resumen, la tesis de Blandchard es que las mujeres trans son “hombres afeminados” que se sienten atraídos por su propio cuerpo proyectado en femenino, reviviendo el mito estigmatizante de que las mujeres trans “se visten de mujeres para excitarse”.
Durante una charla con Volcánicas, la periodista mexicana Láurel Miranda opinó que incluso las explicaciones sobre la existencia de las personas trans siguen siendo narrativas producidas por personas cis, así que cuando las terfs debaten sobre “la existencia trans” en realidad no están rebatiendo la existencia (pues esta es indebatible dado que las personas trans existen) sino sus propios prejuicios transfóbicos.
En la entrevista con Volcánicas, la activista Dana Corres insistió en la necesidad de “conceptualizar” qué es ser una mujer trans y dijo que “no niega las violencias de las personas trans” pero está en contra de que digan “nací mujer pero en el cuerpo equivocado, o que mi cerebro es mujer. Cosas que han sido comprobadas científicamente que no son posibles”.
Sobre esto, la periodista Láurel Miranda dice:
“Yo siempre respondo que no nací en el cuerpo equivocado. Yo nací en el cuerpo correcto. Esa idea de que nacimos en el cuerpo equivocado no viene de nosotras, viene de ustedes que han tratado de explicarnos nuestra existencia a partir de esa patologización. Yo nací en el cuerpo correcto y lo único que estoy diciéndole a la sociedad es que lo voy a habitar de esta manera. No por haber nacido con una materialidad tengo que circunscribirme a todo lo que está relacionado con esa materialidad que se supone que están tratando de abolir, pero no están aboliendo: la están ratificando. Todas las personas estamos constituidas por una identidad que a su vez está conformada por miles de factores de raza, origen, clase social, género, lugar, experiencias. Una persona que dice que quiere abolir la identidad me parece que está siendo ingenua o perversa porque lo que trata de hacer es imponer su identidad como la única posible y legítima, y decir que las personas que se salen de esa norma, en este caso la cisnorma, son anormales, monstruosas o un peligro”.
Los problemas de salud de las personas trans se deben a la discriminación, violencia y persecución de las que son objeto a diario. Se deben a que se les niega sistemáticamente el derecho a la salud a pesar de que gran parte de esta población vive situaciones de violencia y marginación que las expone a requerir atención médica. Al respecto, Simón Torres también nos dijo: “El sistema médico tiene una visión completamente monocular de las realidades de las personas trans. No todas las personas trans experimentan malestar con el cuerpo y suponer que todas desean intervenciones corporales y hormonización es incorrecto. Los cuerpos trans son válidos, los cuerpos trans existen y creo que hacia allá es hacia donde es necesario mover al sistema de salud. Muchas personas no están atrapadas en el cuerpo equivocado sino en la cultura equivocada, están atrapados en una sociedad equivocada, en donde hay solo dos formas de habitar el mundo”.
Históricamente las personas trans han tenido dificultades para acceder a servicios de salud y desde hace una década tanto la Organización Mundial de la Salud como la Organización Panamericana de la Salud han informado sobre cómo la transfobia debe considerarse un factor que afecta gravemente la salud de las personas trans. Las estadísticas muestran que alrededor del 70% de les adolescentes trans en Estados Unidos piensa en suicidarse y entre el 15 y 30% de hecho lo intentan debido al acoso verbal en espacios físicos y virtuales. Las mujeres trans tienen una expectativa de vida de 35 años, debido a la violencia y desatención médica en la que se encuentran.
Esto es algo que impacta globalmente y aún más en América Latina, por la pobreza, la injusticia y las condiciones precarias de acceso a la salud. En la región aumenta el número de personas que mueren en quirófanos clandestinos por intervenciones artesanales, es decir, modificaciones al cuerpo con métodos caseros y muchas veces inseguros. En Colombia, México, Ecuador, y otros países latinoamericanos se han registrado hospitalizaciones y muertes por inyección de biopolímeros a mujeres trans, un procedimiento inseguro para moldear algunas partes del cuerpo como los glúteos, que algunas mujeres trans realizan a falta de alternativas e información.
Por ello es que las políticas de reconocimiento de la identidad de género autopercibida y el acceso a tratamientos hormonales y/o cirugías de reasignación son tan importantes para la salud de las personas trans. Estos servicios de salud les pueden servir en sus transiciones tanto como elles quieran y necesiten, para vivir sus vidas de manera libre y digna.
Además, existe una discriminación sistemática en hospitales y clínicas que han llevado a personas trans a la muerte debido a la falta de atención médica como ocurrió este año a Génesis, una mujer trans boliviana a quien le negaron la entrada a dos hospitales a pesar de que estaba muy grave. O a Sasha Barrionuevo de Argentina quien pasó los últimos días de su vida en la cárcel tras ser criminalizada por dedicarse al trabajo sexual y a quien le negaron atención médica en prisión después de recibir una golpiza por la que finalmente falleció.
Por eso, el acceso a la salud de manera integral y sin ningún tipo de discriminación es fundamental, Simón Torres, quien desde la organización Liberarte ofrece servicios terapéuticos para mejorar las vidas de personas LGTB, afirma, “El malestar viene desde muchos lugares, no solamente es el cuerpo, es la familia, el colegio, la sociedad, la calle, la vecina, los lugares binarios. Pese a todo, estos procesos de terapia son increíbles. Es una satisfacción enorme ver a las personas florecer, verlas autónomas, verlas ejercer sus derechos cuestionando el sistema de salud, el sistema jurídico y la sociedad, haciendo apuestas transgresoras. El ejercicio terapéutico es muy rico porque invita a pensar qué lugar del mundo quieren ocupar y no qué lugar es el que el mundo quiere darles”.
El miedo, la estrategia del terfismo
En octubre de 2015, con la protesta digital #PrimeiroAssedio de Brasil, comenzó una ola de escraches por violencias sexuales en Latinoamérica. En abril de 2016, el impacto de #MiPrimerAcoso cambió el paradigma de las denuncias públicas de mujeres y marcó la pauta para que la voz de las víctimas se reconociera en primer lugar sobre la de los agresores y, de esta manera, se reafirmó como uno de los pilares del activismo feminista. Poco después, las protestas por violencia sexual y de género se globalizaron con movimientos como Me too y Ni una menos. Las fuentes de este reportaje coinciden en que estos movimientos propiciaron el auge de la oleada feminista en América Latina entre los años de 2015 y 2020.
¿Quién puede pronunciarse cómo víctima?
El volumen de denuncias de las mujeres y sus historias en el marco de estas protestas fue tal que se desdibujó la idea de que las violencias responden a opresiones generadas por un desbalance de poder y empezó a parecer que todas las agresiones respondían únicamente a un asunto de genitales: que los hombres con pene son siempre agresores, que solo las mujeres con vulva viven opresión sexual y que ninguna mujer puede librarse de su condición de víctima porque se trata de una opresión “natural”, dada necesariamente por los genitales.
Esto queda claro en La “Declaración sobre los derechos de las mujeres basados en el sexo” (WDI por sus siglas en inglés) de un grupo de mujeres de todas partes del mundo que se organizaron para obstaculizar las leyes que otorguen derechos a las personas trans y para reafirmar los “derechos basados en el sexo”. WDI niega que las mujeres cis puedan cometer una violación sexual, por ejemplo, definiendo la violación como “la penetración por un pene”.
Al preguntarle a la activista mexicana Dana Corres su opinión sobre las violencias ejercidas por mujeres, o los privilegios que pueden tener en un sistema patriarcal, capitalista, capacitista y racista, respondió: “Si bien las mujeres pueden oprimir por su clase y raza, es imposible que las mujeres opriman por su sexo. Un hombre puede acosar a una mujer aunque sea rica, pobre, blanca o lo que sea. Esto no significa, por supuesto, por lo menos en mi análisis, que los hombres sean malos todos pero sí creo que hay diferentes opresiones y muchas veces se cruzan, se enciman, pero por lo menos por el sexo es imposible que una mujer oprima a un hombre”.
¿Qué relevancia tiene que una mujer “no pueda oprimir por su sexo” si puede oprimir de muchas otras formas a hombres, mujeres, personas trans y no binarias? Aunque en entrevista, Corres expresó que estaría de acuerdo con leyes y políticas públicas que nombraran a todas, todos y todes, sus trinos la contradicen. En entrevista, también afirmó que “las personas trans son revolucionarias” pero escribió públicamente que “el transgenerismo” está “borrando” las infancias homosexuales.
Donají Linares Ixba, socióloga mexicana y maestrante de estudios latinoamericanos, nos contó sobre la experiencia que tuvo cuando fue parte del movimiento TERF y cuáles fueron los motivos y los argumentos que la llevaron a simpatizar con ellas:
“Mi acercamiento fue el peor que pudo haber existido: el feminismo de internet, en Twitter de 2016, que tuvo momentos muy cruciales. Empecé leyendo a las compañeras en Twitter y, gracias a ese círculo y ese boom inicial, me acerqué al terfismo. En ese entonces eran más bien feministas dispersas, morras intentando crear colectividad. En 2016 yo estaba saliendo de una relación muy violenta en muchos niveles y claro, cuando de pronto llegaron un montón de mujeres a decirme: esto te pasó porque eres morra, vulnerable y sexuada de determinada manera, me pareció muy fácil conectar emocionalmente con ellas. Eso sigue siendo determinante en el discurso terf porque te explica cosas fáciles en un momento en el que tú necesitas respuestas. Es terrible porque así funcionan las sectas.
En ese momento se hizo común entre las feministas radicales decirle a las morras trans ‘pitos con falda’. Y lo decían todo el tiempo. La cosa es decirles señores, pene portante, cosas así, violentas. Pero claro, eso no lo decían de manera pública. Cuando escuché el episodio «Feminismo como secta» de Morras vs Fundamentalismos, el podcast de Dahlia de la Cerda, me cayeron muchos veintes (sic.).
Te vuelves monotemática y tiene que ver con el miedo a quedarte sola, sin ese círculo que supuestamente te apoya, especialmente si vienes de una situación violenta. A mí me pasó cuando cambié de opinión. Tienen una definición tan armada, tan estructurada y rígida de lo que es ser una mujer que lo que se salga ligeramente ya no es posible. Muchas de ellas se niegan a aproximarse a otras experiencias. Pero es mucho más valioso, que te hagas preguntas a que finjas que tienes todas las respuestas”, contó Donají Linares.
Retratar a las mujeres cis como eternas víctimas ha llevado a planteamientos que exigen castigos penales , de acuerdo con la bióloga y activista María Luisa Peralta:
“El Ni Una Menos sale por los casos de feminicidio y la primera convocatoria de la marcha era muy punitivista, muchas activistas lo notaron después. En definitiva, estas medidas siempre llegan tarde. No hay una crítica de que el sistema judicial y penitenciario, en toda la región americana, está totalmente todavía atravesado por el pensamiento colonial. Ah, ¿ese sistema es el que en nombre de las mujeres víctimas querés reforzar? En este mar de fondo de haber construido una subjetividad feminista de la víctima este tipo de pensamiento prende. Hay mujeres que no dirían que tienen una postura transfóbica, de hecho algunas pueden tener interacciones con personas trans con amabilidad, pero se enganchan con este tipo de pensamiento”.
En noviembre de 2019, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México fue tomada por el colectivo anónimo y separatista llamado Mujeres Organizadas de Filosofía y Letras. En la historia reciente del feminismo mexicano a este episodio se le conoce como “La toma de Filos” y, aunque fue un hito del movimiento feminista estudiantil, la articulación feminista en esta facultad se ha fragmentado por los grupos transfóbicos. El 8 de septiembre de 2022 la comunidad trans y no binaria de la facultad se manifestó por una serie de pintas transfóbicas en las instalaciones que decían cosas como “Ser mujer no es un sentimiento” y “Todos los hombres son misóginos y agresores. No hay excepciones”.
Mariana Riestra, estudiante de la facultad y participante de la toma, dice en entrevista que antes de la protesta intentó denunciar un caso de violencia ante las autoridades escolares pero no le creyeron, en cambio la colectiva feminista separatista sí. Y eso, en un principio, la hizo sentir segura:
“Creo que en ese tiempo decíamos que era “nuestro” movimiento, que estaba el movimiento LGTBIQ+ aparte y así lo discutíamos: que debíamos proteger nuestros espacios con nuestro sexo. Había que desconfiar de cualquier cuerpo masculino. Que las mujeres trans no deberían estar en los espacios de mujeres, porque nosotras ya somos débiles de entrada. Y quienes estaban de acuerdo con esa postura son mujeres que han vivido situaciones de violencia extrema muy crueles. Entonces ya hay un comportamiento de misandría. Tenía una maestra que era radfem, su papá era policía y contaba que a veces llegaba super borracho con su pistola. Era una autoridad tanto afuera como adentro. Yo creo que esas experiencias generan repele. Imagínate que estemos diez mujeres constantemente hablando de lo que nos pasó y no salir de eso. Es válido lo que les ha pasado, pero meterte con los derechos de otra persona para mí es el punto de quiebre”.
Las experiencias de violencia en primera persona han generado líderes y activistas que han tenido que aprender en el camino. Esto fue lo que nos dijo Claudia Yurley al respecto: “Yo no me preparé para hacer esto. A mí me sacaron de mi pueblo siendo súper chiquita para sufrir violencia sexual. Me llevaron a la ciudad a enfrentarme a tipos. No fui a la universidad y ahora estoy en el 5to semestre de una carrera. A veces nos exigen demasiado a las víctimas y no damos lo que podemos. Aún estoy aprendiendo”.
Ciguapa, persona no binaria de República Dominicana, coordinadore de América del Norte y el Caribe en Afrocolectiva, cuestionó en entrevista con Volcánicas la sentencia que dice “todos los hombres oprimen a las mujeres”:
“Ese es un discurso reductivo. ¿De qué hombres y mujeres estamos hablando específicamente? ¿Cuáles son esos hombres que han tenido suficiente poder como para explotar a las mujeres? Obviamente, los hombres blancos cisgénero. Si nos remontamos a la historia de la colonización, podemos ver cómo a las mujeres y hombres negros se les deshumanizó de tal forma que eran vistos como animales y no como hombres o mujeres, categorías que eran reservadas para las personas blancas. Las mujeres negras eran solo vistas como mujeres a la hora de la reproducción, que venía en forma de violencia sexual, muchas veces perpetrada por hombres blancos. Y mientras los hombres negros también perpetraban violencia sexual en contra de las mujeres negras, los primeros eran abusados e incluso forzados a abusar por sus amos blancos. Todo esto es parte de la historia y nos demuestra que el género no es una categoría global sino que depende de contextos. La pregunta es: ¿Por qué si somos conscientes de que la categoría de los géneros tiene su historia, su cronología, estamos tan empecinadas en globalizarlo y hacerlo un fenómeno que sucede igual en todas partes?”
El discurso victimista ha servido a las terfs para excluir a las mujeres trans, pero también para cubrir sus propias violencias
El 8 de marzo de 2022, en Yucatán, México, la colectiva transexcluyente B Mid convocó a una marcha separatista que se congregó en el mismo lugar que la marcha transincluyente. En un momento de la noche, una terf se subió con un cartel que decía “No trans” en el monumento en donde estaba una chica trans. Las feministas transincluyentes le gritaron que se bajara y le quitaron el cartel. Al día siguiente, la Colectiva B Mid publicó en su página oficial que la mujer que se había infiltrado a la marcha transincluyente había sido “víctima de violencia”.
En 2019, esa misma colectiva le retiró el apoyo a la familia de una víctima de feminicidio porque la voluntad de la familia era que no fueran separatistas los espacios asociados a su caso, de manera que pudieran participar personas cercanas a la víctima como sus amigos, tíos y primos. Las terfs argumentaron que no estaban de acuerdo con la petición y que por “su propia seguridad” (es decir, por un temor paranoico e infundado de que los hombres de la familia de la víctima las atacaran) retiraron su apoyo en este caso. En otra ocasión, esta colectiva se negó a retirar el nombre de una víctima de un cartel a pesar de que su familia se lo solicitó. Su respuesta fue que la mujer no era “una cifra más” y tenía que estar en el flyer a pesar de no contar con aprobación.
Exactamente lo mismo pasó con la Okupa de México, cuando después de la toma de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos por parte de las familias de las víctimas en el 2020, las madres terminaron deslindándose del Bloque Negro transexcluyente y dejando el recinto.
En su libro La política cultural de las emociones (2015), la feminista Sara Ahmed desmenuza precisamente el componente emocional que hay en los discursos fascistas que leen a les otres como una amenaza: “Dichos otros amenazan con llevarse lo que ‘tú’ tienes, como el sujeto legítimo de la nación, como el recipiente verdadero de las prestaciones sociales nacionales. Sin embargo, no es que cualquiera dentro de la nación pudiera habitar este ‘tú’. En otras palabras, el ‘tú’ implícitamente evoca un ‘nosotros’, un grupo de sujetos que pueden identificarse con la nación dañada en esta representación de afrentas personales”.
Por supuesto que es verdad que las mujeres hemos sido víctimas sistemáticas de la violencia de género, como vimos anteriormente, los movimientos como Me Too y Mi Primer Acoso lo confirman, y contar nuestras historias en voz alta ha sido un ejercicio catártico e importante para comenzar a sanar, para abandonar el silencio y para que no haya duda de las dimensiones estructurales y sistemáticas de la violencia sexual y de género. Pero nuestra experiencia como víctimas no es la única válida. Es necesario entender cómo la diversidad sexual y la identidad de género también son parte de esta “nación dañada” y en muchos sentidos las fronteras que intentan poner las terfs entre estas luchas son terriblemente perjudiciales.
Los movimientos virales testimoniales de la violencia de género no pueden ser instrumentalizados para seguir excluyendo y seguir fomentando violencias reales y cuantificables como son las violencias hacia las personas trans. El fundamento de la violencia por prejuicio y la transfobia es el mismo: una ficción atemorizante.
La mentira del “privilegio masculino” de las personas trans
La idea de que las mujeres trans fueron socializadas como hombres, y que por eso no pueden asumirse como mujeres, es uno de los argumentos que más convence a algunas jóvenes feministas a involucrarse con movimientos TERF. Corresponde a la lógica de que si todos los hombres nacieron con pene, ese pene se convierte en una condición que les permite acceder al poder de los hombres. Las terfs argumentan que las mujeres trans son peligrosas, y que son posibles agresoras de mujeres, porque crecieron y se socializaron como hombres: crecieron con y como ellos y “tuvieron sus privilegios”.
Esto, según dijo Matilda González en una video entrevista con la abogada experta en libertad de expresión Ana Bejarano Ricaurte, no es el caso: “Para mí la experiencia de “haber sido hombre” fue una tortura. Nunca fue un privilegio que yo no me pudiera vestir como quisiera y que si yo hacía cosas “afeminadas” alguien en el salón me pegara”.
Cuando el discurso de “las mujeres trans peligrosas” comenzó a circular en redes y blogs, no solo enganchó con las feministas cis. La periodista trans Láurel Miranda dice que en el 2017, poco antes de comenzar su transición, se topó con artículos de feministas radicales que hablaban sobre la diferencia de la experiencia cis (no precisamente con esta palabra) y la experiencia trans. Cuenta que en ese momento le hizo sentido:
“Sí, las mujeres trans pudimos tener una socialización masculina pero no opera en nosotras de la misma forma en la que opera en un hombre cisgénero heterosexual. Mientras ellos se identifican, la arropan y la hacen suya, para nosotras fue un castigo, una tortura, porque nos colocaban sobre la espalda un montón de expectativas que no solamente no queríamos cumplir sino que no sabíamos cómo, era imposible que las cumpliéramos. Y luego estas feministas podrán decir: ‘Bueno, pues sí, pero eso no quita que te beneficies de un montón de cosas’. Y yo respondería: ‘Sí, de algunas cosas, como una feminista radical transexcluyente, por ser heterosexual, también se pudo haber beneficiado en un sistema heterosexual’. Todas nuestras identidades están conformadas de ciertos rasgos que nos propician beneficios de ciertos aspectos de la sociedad, pero también de muchos otros que nos violentan. Pude darme cuenta que mi identidad como mujer trans no había sido privilegiada sino invisibilizada y violentada. Además, es muy peligroso considerar que las personas que nacen con vulva son eternas víctimas y las personas que nacen con pene son eternas victimarias porque nos habla de una realidad que no podemos cambiar. El feminismo transexcluyente ha construido a todo lo masculino como el enemigo a vencer. De ahí que sean incapaces de leernos a las mujeres trans como mujeres, porque nacimos con una corporalidad determinada. Y que tengan tanto recelo con los hombres trans porque les consideran traidores en el momento en el que comienzan a encarnar una masculinidad”.
Entre las terfs otro argumento popular es que las mujeres trans sufren otro tipo de opresión que no puede nombrarse “de género”. Y es posible que este argumento siga siendo el más utilizado de forma pública por parte de personas que no quieren ser llamadas transfóbicas, aunque en redes sociales y, de acuerdo con entrevistadas que en algún momento fueron terfs y como pudimos comprobar en el Congreso de Abolicionistas, en espacios privados se refieran a las mujeres trans con insultos directamente transfóbicos como “lesbianas con pene”, “hombres con falda” y a las feministas transincluyentes las llamen “adorapitos”. Decir que la lucha trans debe mantenerse separada del feminismo porque son “luchas diferentes” es una manera políticamente correcta de excluir a una comunidad vulnerable de un movimiento que busca la igualdad.
Monstruos Travestis y Hombres trans Violentos: un miedo fundamentado en el prejuicio
Buffalo Bill, el feminicida de El Silencio de los inocentes; Dr. Robert Elliott de la película Vestida para matar; la travesti asesina de Halloween en la película El tren del terror; Ronnie Barzell, el asesino de Roxanne en la película Más allá del valle de las muñecas; el personaje principal de Más que amigas, un hombre trans que es retratado como un “traidor” de las lesbianas, Norman Bates y otros personajes de Alfred Hitchcock conforman, entre otros, la tradición transfóbica del cine y la literatura de ficción en donde guionistas y escritores cis han retratado sus propios prejuicios sobre las personas trans.
En el documental Disclosure: ser trans más allá de la pantalla, Nick Adams, vicepresidente de GLAAD Media Institute, dice: “Por décadas, Hollywood nos ha enseñado cómo reaccionar ante las personas trans y uno de esos sentimientos es el miedo. Han dicho que somos gente psicópata, homicida, anormal, pervertida”. De acuerdo con un informe de GLAAD, el 80% de las personas no conoce a nadie que tenga experiencia de vida trans, entonces toda la información que tienen sobre elles viene de los medios y la cultura popular.
Desde la ficción, las guionistas y escritores cishetero han tratado de explicar la experiencia de las personas trans, las personas negras, los pueblos originarios y muchas otras poblaciones. Productos culturales como la reciente novela Troubled Blood de J.K. Rowling, en la cual el asesino es un hombre que engaña a sus víctimas disfrazándose de mujer, son la preservación de una narrativa reiterada, rancia y misógina.
La experiencia trans debe ser narrada por las personas trans y es esa visibilización, ese cambio de narrativas, la que ha levantado opositores. Tal como lo explicó en una conversación la periodista Láruel Miranda: “Las personas trans y las personas no binarias hemos existido a lo largo de la historia. Lo que sucede es que en estos últimos años estamos teniendo más visibilidad, se están promulgando leyes, estamos avanzando. A las personas transfóbicas no les molesta nuestra existencia, les molesta nuestra visibilidad, les molesta que ocupemos el pleno ejercicio de nuestros derechos. Lo que quisieran es que siguiéramos existiendo debajo de las piedras como históricamente lo habíamos hecho”.
Resistencia y testimonio trans contra el terfismo
Matilda González Gil, abogada y activista colombiana, en una entrevista como respuesta al texto “Un mundo sin mujeres” de Carolina Sanín afirmó: “Un estereotipo es asumir que una persona, por el hecho de pertenecer a cierto grupo, cumple con ciertas características. Creer que un hombre no puede tener la característica de embarazarse es, por definición, un estereotipo de género. Dice que ‘lo trans’ es querer niñas vestidas de rosado y que eso es querer más patriarcado pero tampoco le gusta cuando rompemos estereotipos de género porque nos convertimos en un peligro. Los mensajes son contradictorios y discriminatorios: dan un trato desigual entre personas que son trans y personas cis”.
Para el orden patriarcal, las mujeres son el “sexo débil” frente al hombre. Sobre esa idea se construyeron estereotipos de género que entendían a las mujeres como personas que necesitaban protección. Y si bien el feminismo defiende la idea de que las mujeres tenemos las mismas capacidades que los hombres, ese estereotipo de género ha sobrevivido en lo dicho sobre la corporalidad. Sobre la idea esencialista y estereotípica de que los cuerpos masculinos siempre serán más fuertes, rápidos, en otras palabras, “mejores” que los cuerpos femeninos, es que se sostiene, por ejemplo, la guerra que ha declarado la transfobia a las mujeres trans deportistas.
Según Matilda González, reproducir estereotipos de género es un reclamo constante, simplista y poco realista, que hacen las terfs a las personas trans. González afirma que todo el mundo reproduce estereotipos de género, sean o no trans, y que es un prejuicio decir que las personas trans, por ser trans, reproducen estereotipos de género. De hecho, hay muchas mujeres terfs que también utilizan ropa femenina y maquillaje para reforzar la expresión de su género, pero a ellas no las señalan de la misma forma que señalan y culpan a las mujeres trans que usan esos mismos recursos estéticos para expresarse. En cambio hay muchas personas trans y no binarias que juegan con los estereotipos, rompiéndolos y retándolos constantemente, pero a elles parecen no hacer referencia las terfs.
Al respecto, la periodista y transactivista Láurel Miranda de México dice: “Hay narrativas que parten de los prejuicios que tenemos arraigados sobre las personas trans y hay que contrarrestar esas narrativas. Creen que las personas trans estamos reforzando estereotipos de género y que yo, por ejemplo, me identifico como una mujer trans porque me gusta el rosa o porque de niña no me gustaba jugar con carritos. Estas feministas radicales transexcluyentes colapsan cuando les digo que a mí me gustaba el azul y jugar con carritos y puedo seguir siendo una mujer. Dicen que las personas trans creemos en cerebros rosas y azules cuando no es así. Nosotres hemos venido leyéndoles para poder argumentar nuestra existencia pero ellas no quieren vernos ni oírnos”.
Ser trans en América Latina no es un privilegio
Los datos contradicen el discurso alarmista de las terfs: ser trans no es un privilegio cuando al menos 1300 personas trans fueron asesinadas por ser trans entre 2018 y 2021 en Latinoamérica y el Caribe. Brasil, México, Colombia, y Honduras son a la fecha los países con mayor índice de violencia transfeminicida.
En el informe “Muertes violentas de personas LGBT+ en México” de Sin Violencia LGBTIQ+, una organización que monitorea la discriminación LGTBIQ+ en América Latina, explican que los asesinatos en contra las mujeres trans han aumentado. En 2021 registraron 55 transfeminicidios comparado con 43 del 2020. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha compartido que las mujeres trans están nueve veces más expuestas a vivir violencia de género que las mujeres cis pues los patrones de violencia que sufren las mujeres trans tienen que ver con su identidad de género.
Los avances a favor de la población LGTB en América Latina han sido disparejos. De acuerdo con el informe “El prejuicio no conoce fronteras” de Sin violencia LGTB, el avance en estos derechos se ha concentrado en México y Sudamérica, en donde también se ha reactivado “una oleada conservadora que persigue el modelo de sociedad desigual, excluyente y reaccionaria” a todo aquello que cuestione “los arreglos de género tradicionales”.
En el mapeo que hacen las 11 organizaciones de Sin Violencia LGBT, registran retrocesos importantes en Brasil, El Salvador, Guatemala, Honduras y Perú. En Brasil, proyectos y políticas públicas nacionales que venían andando desde 2004, como el Programa “Brasil sin Homofobia”, no han sido actualizados y carecen de datos oficiales desde el año 2013. En El Salvador, en 2019 se eliminó la Secretaría de Inclusión Social de la Presidencia, entidad que funcionó por una década para evitar toda forma de discriminación en razón de la orientación sexual e identidad de género. Mientras disminuye la voluntad de recolectar esta información, a medida que se intensifican los discursos de odio, aumenta la estigmatización, la marginalización y el riesgo de violencia por prejuicio hacia las personas trans.
En este sentido, la CIDH afirma que “si bien es necesario estudiar este fenómeno con mayor profundidad, la evidencia demuestra que cuando ocurren crímenes contra las personas LGBTIQ+ con frecuencia están precedidos de un contexto de elevada deshumanización y discriminación”.
La socióloga Carmen Romero Bachiller dijo en entrevista: “Las feministas transexcluyentes siguen narrando los cuerpos de las mujeres trans como cuerpos que agreden a pesar de que sistemáticamente se haya probado lo contrario. No es una suposición decir que las mujeres trans son asesinadas, muchas veces con tortura sexual. En lugar de reconocer esto como una posición de alianza, lo construyen como un espacio que viene a “borrar a las mujeres”. ¿A qué mujeres? Sería mi pregunta. ¿Desde dónde está construido ese lugar de enunciación que necesita reforzarse mediante la exclusión de otras mujeres que además están en una situación de mayor vulnerabilidad?”.
La región centroamericana se encuentra en un estado de violencia, criminalización y estigmatización de la población LGTBIQ+ y en ese contexto la llegada del terfismo a las organizaciones feministas o de derechos humanos plantea un escenario desesperanzador. Incluso un país como Costa Rica, que se había posicionado como un ejemplo en materia de derechos humanos en Centroamérica, ha tenido retrocesos: en 2017, Costa Rica gestionó la Opinión Consultiva 24/17 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que reconoce la obligación de los Estados bajo la Convención Americana, de expedir leyes sobre identidad de género y matrimonio igualitario. Esta iniciativa fue una base para los avances de derechos humanos en otros países. Hoy, el presidente electo desconoce a la comunidad LGTB:Por primera vez en muchos años, en el Día Nacional e Internacional contra la homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia, la Casa Presidencial no ondeó la bandera multicolor.
Poner en contexto la transfobia en América Latina implica hablar de la discriminación sistemática en la que viven las personas trans, quienes tienen dificultades para acceder a la justicia incluso tras ser víctimas de un delito como le ocurrió a Thalía Rodríguez, una mujer trans de Tegucigalpa que en 2021 fue agredida en Honduras y al poner una denuncia en la Policía Nacional no fue escuchada. Una organización de Honduras, Cattrachas, registró que desde 2009 hasta 2020 se cometieron 119 muertes violentas a personas trans. Centroamérica es una de las regiones más violentas de Latinoamérica, con altas tasas de impunidad, y las agresiones hacia la comunidad LGTB continúan.
Dylan Duarte, médico, opina que el sistema de salud de Honduras sigue siendo precario comparado con otros países de Latinoamérica:
“Somos de los países con un sistema de salud más colapsado. Sabemos que en México hay clínicas en la Ciudad de México y Guadalajara en donde las personas trans pueden ir a buscar ayuda médica y ser atendidas desde la empatía y el respeto. En Honduras eso no pasa. Aquí la medicina es muy binaria, heteronormada y cis. Lastimosamente, a pesar de que nuestro país supuestamente es un Estado laico, no se ha cumplido a cabalidad. Las administraciones anteriores han tenido un enlace directo con la iglesia. Esta es la que decide el rumbo de la comunidad LGTBIQ+ y sus derechos en el marco legislativo. Las feministas transexcluyentes son pocas pero están empezando a hacer ruido y cada día son más. Te puedo decir que tienen referentes muy fuertes de México y España, entre ellas Luisa la Menstruadora, Laura Lecuona, Las Brujas del Mar. Hace dos o tres años eran tan pocas que podría decir quiénes eran pero ahora no puedo decirte cuántas hay porque sí son más. Necesitamos que las nuevas generaciones estén informadas, que le apuesten a la descolonización de nuestras existencias y corporalidades. En Honduras estamos cansados”.
El terfismo motiva y justifica la discriminación en contra de los hombres trans
Dylan Duarte es la primera persona trans en ser reconocida por una institución pública en Honduras. Tras años de lucha por el reconocimiento de su identidad, ahora se enfrenta a argumentos sexistas que retratan a los hombres trans como “lesbianas confundidas”. Los discursos transexcluyentes también afectan a los hombres trans y a las personas no binarias porque les quitan la agencia sobre su propia identidad. El movimiento terf constantemente utiliza el argumento de que “los hombres”, refiriéndose a las mujeres trans, están definiendo qué es ser una mujer, pero este argumento invisibiliza el hecho de que también los hombres trans están redefiniendo las identidades binarias pues, como dice la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, los hombres trans rompen “con el monopolio de la masculinidad en hombres cisgénero”.
En el “Informe sobre Personas Trans y de Género Diverso y sus derechos económicos, sociales, culturales y ambientales” explican que la violencia hacia las masculinidades trans es constantemente invisibilizada y que se han identificado en ellos riesgos elevados de suicidio, sobre todo en la adolescencia, como una consecuencia del estigma y discriminación, sumado a que esta población tiene pocas redes de apoyo entre pares y profesionales. Es a ellos a quienes se les invisibiliza cuando en las legislaciones sobre temas como el derecho al aborto, o a la gestación y menstruación dignas, se refieren solo a “mujeres” y personas menstruantes o gestantes” en vez de referirse explícitamente a “hombres trans y personas no binarias”.
En diciembre de 2021, Cine Colombia le negó la entrada a Yeyito, una persona no binaria de quien el personal se burló. Y ese es apenas un ejemplo de las múltiples violencias que viven las personas no binarias y los hombres trans. Y lo grave de negar las existencias de las personas trans y no binarias es que niegan también sus violencias y, al negar las violencias, no hay cómo pensar en prevenirlas y mucho menos en repararlas. Sobre eso, Dylan Duarte dijo en entrevista con Volcánicas:
“Hice una publicación sobre el día del orgasmo femenino en mi Facebook personal. Yo soy un hombre trans pero abrazo mi feminidad y mi clítoris. No significa que esté invalidando a nadie más, estoy reivindicando mi identidad con respecto a eso y escribí al respecto. Una página feminista lo compartió apoyándome, pero en los comentarios aparecieron las terfs hondureñas. Hubo comentarios de que mis orgasmos eran masculinos y no femeninos, que yo soy un hombre trans y no puedo decir eso porque entonces ¿de qué sirve mi transición? Consideran que por ser hombre no tengo que tener nada que ver con el orgasmo del clítoris o la menstruación. Fue muy violento. Ellas trabajan de manera muy sutil y ya se están organizando, aunque siguen dispersas en varias colectivas y organizaciones feministas a nivel nacional”.
En Argentina la discusión del aborto también fue con los hombres trans aunque muchas de las activistas por el derecho a decidir negaban las experiencias de sus compañeros. Al final, la ley reconoció el derecho de “las mujeres y personas con otras identidades de género” a interrumpir su embarazo, pero no está explícita la identidad de los hombres trans y personas no binarias. En otros espacios continúan llamándoles en femenino y excluyéndoles de las categorías en las que deberían estar incluídes como el embarazo y la menstruación.
En marzo de 2020, el joven trans Tehuel de la Torre desapareció en Argentina. Fue a una entrevista de trabajo y nunca más volvió. Su familia, amigues y activistas siguen buscándolo. El 7 de marzo de 2022, el Día de la Visibilidad Lésbica en Argentina, un grupo de jóvenes feministas transexcluyentes recorrieron el centro de Buenos Aires para pegar carteles con consignas transfóbicas y esencialistas. Una de ellas era la foto de Tehuel: “Sigue desaparecida”. Sobre esto nos habló María Luisa Peralta: “Fue muy fuerte porque, che, es un muchacho joven que está desaparecido. Un nivel de tragedia gigante. Ni siquiera eso las conmueve. Ya ni siquiera frente a eso se detienen a pensar, empatizar, a decir algo de respeto. Unas lesbianas jóvenes de por acá lo vieron. Estábamos todas en el armado del 7 de marzo, hicieron todo el recorrido y sacaron los cartelitos, entonces como que revirtieron la acción. Pero fíjate, ¿qué es lo que pasa con los hombres trans? Bueno, eso pasa”.
Y los ataques se vuelven personales. Lucas Platero, docente y activista español habló sobre la vez que compartió un dibujo de su hija y en los comentarios que recibió le decían pederasta. Tuvo que borrar el tuit en el que compartía cosas de su familia porque le hacía mal ver las respuestas de tantas personas que se nombraban feministas: “¿Quién preserva a mi peque de esa violencia? ¿O a mí? Terminas respondiéndoles y eso te debilita, te cansa, te saca un poco de tus casillas. Es un poco lo sucio de toda esta cosa de las redes sociales. Pero también fuera de ellas. Hay un muchacho, Samuel, un chico joven de Galicia que golpearon en la calle hasta matarlo. Eso pasó el año pasado. Constantemente se registran agresiones en Chueca, en zonas muy visibles de turismo gay. Hoy tenemos a la extrema derecha, a las terfs, a la gente conservadora. La cosa se está poniendo bastante fea”, concluyó.
Violencias por prejuicios: de la transfobia en el baño al transfeminicidio
En febrero de 2020 Alexa, una mujer trans de 28 años en situación de calle, fue acusada en redes sociales de entrar a un baño de mujeres de Toa Baja, Puerto Rico, con un espejo. El tuit se hizo viral y nueve horas después encontraron el cadáver de Alexa. La mataron hombres armados después de que su ubicación se hiciera pública. Los asesinos filmaron el crimen. Su transfeminicidio fue un crimen de odio a partir de un tuit que reproducía un prejuicio: el supuesto peligro que representan las mujeres trans en baños públicos. Aunque las personas transfóbicas no hayan pedido explícitamente que asesinaran a Alexa, sí la presentaron como un peligro.
Tal como lo explicó la abogada Matilda González en una columna para El País, las mujeres trans buscan estrategias para adaptarse y protegerse de la transfobia: “Las personas trans regulamos lo que comemos y lo que bebemos, identificamos baños poco concurridos, monitoreamos horarios para no cruzarnos con nadie, intentamos no hacer contacto visual: vivimos escondidas”.
Y a pesar de que el baño sea más bien un espacio de discriminación hacia las personas trans, en el discurso terf es leído de forma opuesta. Carolina del Norte, Estados Unidos, aprobó una ley que exige a las personas trans que utilicen los baños “que correspondan con su sexo asignado al nacer” bajo el argumento de que las niñas serían violadas por por hombres vestidos de mujer. En Colombia y México, estudiantes universitarias han hecho pintas transfóbicas en los baños con frases como: «Aunque se vistan de falda o leggins, ¡no se admiten penes en el baño de mujeres!”.
En esa misma columna, Matilda González recuerda cómo las leyes de Jim Crow exigían la segregación racial de los baños para blancos y para afroamericanos. ¿La razón? “proteger” a las mujeres blancas de las posibles agresiones sexuales de hombres afroamericanos. Todos los discursos prejuiciosos se parecen porque generan violencia. No es una invitación directa a violentar, sino que, como dice el informe “Cuando el prejuicio mata” de Colombia Diversa, los agresores escogen a las víctimas de acuerdo a su estatus simbólico. El mensaje que dan los victimarios coincide con la violencia simbólica, por ejemplo, cuando en la anatomía de los cuerpos de las víctimas hay mutilación de los genitales y las prótesis.
Laura Lecuona ha dicho que “esos hombres que cuando exigen la entrada a los baños de mujeres solo quieren orinar, dicen eso como si no supiéramos lo que de verdad quieren”.
Su juicio y su “miedo” contrasta con los datos: más de la mitad de las personas transexuales en Estados Unidos han evitado usar un baño público por miedo a ser insultadas, acosadas o atacadas, según la Encuesta Transgénero del año 2015. Ese mismo estudio indica que, a diferencia del miedo de las terfs, el miedo de las personas trans sí está justificado.
- El 12% de las personas trans entrevistadas reportaron ataques verbales en algún baño público durante ese año.
- El 32% afirmó que no comía ni bebía afuera para no tener que usar el baño.
- El 8% tuvo como consecuencia alguna infección urinaria o en los riñones como resultado de evitar ir al baño.
- El 58% de las personas encuestadas reportó haber sido acosada por la policía.
- El 33%, correspondiente a las mujeres trans y en especial negras, dijeron que los oficiales asumieron que todas eran trabajadoras sexuales.
- El 40% de las personas trans entrevistadas dijo haber intentado suicidarse.
Todas las violencias por prejuicio se parecen: tienen un enemigo que suele ser un grupo marginado fácil de deshumanizar (migrantes, musulmanes, latinos, negros, personas trans) el cual presentan como un peligro por el simple hecho de existir. Quienes reproducen estas violencias leen las mismas noticias y repiten los mismos argumentos. El miedo irracional de las mujeres cis transexcluyentes hacia las personas trans se basa en la amenaza de una violencia hipotética, remota y no sistemática.
La agenda antiderechos de las terf
En noviembre del 2021, el Movimiento Nacional Feminista Abolicionista (MNFA) de México convocó a un Congreso Fundacional Feminista Abolicionista para consolidar una agenda común y Volcánicas estuvo en ese congreso que duró varios días. Su agenda estuvo conformada por siete principios que ellas llaman “Los Siete Dragones”: 1. Abolición de la trata 2. Prostitución 3. Pornografía 4. Gestación por sustitución 5. Violencia (familiar, psicológica, sexual, patrimonial, laboral, digital, institucional y el feminicidio) 6. El “generismo” (es decir, contra el reconocimiento de la identidad de género y la autodeterminación) y 7. Bloqueadores y modificadores hormonales en la pubertad.
Entre los objetivos que describen en la convocatoria se destaca el de evitar que los marcos legales acordados en la Cedaw y la Convención de Belén Do Para apliquen a las personas trans pues, desde su perspectiva, eso promovería “la desaparición del sujeto histórico mujer”. . Entre sus propósitos también hicieron explícita su voluntad de incidencia política: “Establecer los lineamientos a seguir en la incidencia y el cabildeo en las cámaras de senadores y diputados y legislaturas locales hacia el establecimiento de políticas públicas que beneficien a las mujeres, así como derogar aquellas que las perjudican”.
En este evento exclusivo para abolicionistas participaron mujeres como Drisha Fernández (Colombia), Susana Andrea Avella (Colombia), Sonia Teresa Sánchez (Argentina), Alicia Miyaeres (España), Ángeles Álvarez (España), Alda Facio (Costa Rica) y Teresa Ulloa, Aimée Vega, Laura Lecuona, Arussi Unda, Yan María Yaolotl (México). La conferencia magistral estuvo a cargo de la mexicana Marcela Lagarde.
La abogada costarricense Alda Facio opinó durante su participación que a diferencia de las mujeres, las personas trans y de la diversidad sexual no sufren opresión sino solo que son discriminadas por prejuicio y que, por ende, se trataba de otra violencia y otra lucha distinta a la combatida desde el feminismo: “Hace unos años estábamos metidas las mujeres en todas las políticas sociales de las personas mayores, discapacitados (sic), etcétera, etcétera. Y ahora estamos en ese cajón de sastre de los colectivos y minorías sexuales. ¡Por favor! Hemos vivido muy pocos años con políticas específicas, yo diría que 27 o 25. Entonces eso hay que denunciarlo también. Antes se llamaban ministerios de la madre y la familia para atender a la familia y a personas con discapacidad, los perros, los gatos y las pulgas. Hemos salido de un cajón y ahora nos han metido en otro, llega a un momento en que ya no se puede”.
El terfismo promueve indirectamente la criminalización de mujeres trans cuando se opone a los derechos de las trabajadoras sexuales
Aunque no todas las abolicionistas son transexcluyentes, casi todas las terfs son abolicionistas del trabajo sexual, plantean una postura que considera el trabajo sexual como algo imposible de elegir y que se debe erradicar. A diferencia de su significado en inglés, el abolicionismo en Latinoamérica se interpreta como la prohibición absoluta del trabajo sexual, un trabajo que un promedio de 90% de las mujeres trans en la región ejercen o han ejercido en algún momento de sus vidas, de acuerdo con el Informe sobre Personas Trans y de Género Diverso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
En el informe mencionado anteriormente, “Muertes violentas de personas LGBT+ en México” , el desglose por ocupación muestra que todas las víctimas dedicadas al trabajo sexual eran mujeres trans. Pero hay un subregistro: aparecen 18 mujeres trans reportadas como “desconocidas” que por las circunstancias de sus transfeminicidios, suponen que por lo menos seis de ellas eran trabajadoras sexuales.
La periodista argentina Victoria Stéfano dice: “Hay acceso desigual a las posibilidades laborales y es algo que nosotras y nosotres permanentemente estamos discutiendo como población. Pero ese discurso también ha servido para criminalizar a las personas trans, sobre todo aquellas que deciden ejercer el trabajo sexual”.
A pesar de que la mayoría de activistas trans defienden el trabajo sexual, algunas transactivistas abolicionistas del trabajo sexual como Lohana Berkins en Argentina, afirman que la única manera de lograr la abolición de la prostitución sería consolidando vías posibles para que las compañeras pudieran tener otras alternativas. Pero la estrategia común de las terfs en América Latina y España no ha sido la de abrir nuevas opciones y garantías laborales para las personas trans sino la de criminalizar y penalizar la prositución, poniendo en riesgo a las mujeres cis y trans no solo de perder su único sustento económico, sino de ser perseguidas porel Estado quitándoles garantías de salud y seguridad. De hecho, en la investigación ¿Qué es el transfeminismo en América latina? de la organización colombiana Sentiido, se explica que unas de las leyes que más se usan en contra de personas trans en América Latina son las leyes en contra del trabajo sexual.
Si bien en países como Argentina se ha notado un avance en políticas públicas que garantizan un cupo mínimo laboral para las personas trans, otorgándoles la posibilidad de trabajar en oficios que no sean el trabajo sexual o el campo de la estética y que les protejan de ser víctimas de trata; en la agenda abolicionista también se encuentra “frenar los avances” de esas leyes que reconocen la identidad de las personas trans garantizándoles derechos al trabajo y auna vida digna. De acuerdo con la postura terfista, nadie debería ejercer la protitución, ni las mujeres trans ni las mujeres cis, pero las mujeres trans casi nunca pueden acceder a políticas públicas que les permitan ejercer empleo en otros sectores: ¿Qué opciones les quedan a las personas trans para sobrevivir si el trabajo sexual se criminaliza?
La socióloga y activista feminista española Carmen Romero Bachiller aclara que ser feminista no te hace inmune a discursos de salvadora blanca y la respuesta de abolir el trabajo sexual es una solución que parece fácil pero no lo es:
“Lo plantean como un: ‘No estamos en contra de las trabajadoras sexuales sino contra los puteros’ pero lo que lleva de fondo es una situación de mayor vulnerabilidad a las mujeres que ejercen la prostitución, porque tienen menos tiempo de entablar la negociación con los clientes o porque se les veta del espacio público y terminan en pisos donde tienen menos posibilidades de controlar sus condiciones laborales. Las posiciones antiderechos del trabajo sexual hasta hace poco eran una postura de las mujeres más tradicionales. En este momento hay muchas mujeres jóvenes que se declaran “abolicionistas” y esto me preocupa porque plantear simplemente la abolición, sin dar una respuesta a la situación de un montón de mujeres o personas gays y trans a nivel mundial, supone un problema grave cuando históricamente muchas mujeres han ejercido el trabajo sexual como mecanismo para solventar las vidas a sus familias en situaciones de enorme precariedad.”
La historia de supervivencia a partir del trabajo sexual plantea una serie de coincidencias entre mujeres cis y trans. En un episodio del programa “Los 41 tropiezos de la heteronorma en México” de TV UNAM, la académica trans Siobhan Guerrero explica: “Muchas compañeras lo dicen: si no fuera por el trabajo sexual estaríamos muertas. Quisiera simplemente señalar que ahí hubo gente que comió y salió adelante gracias a eso. Yo no quisiera que se prestara a un malentendido o una estigmatización. Tenemos que conciliar la búsqueda de una comunidad trans que tiene acceso a trabajo, educación, a la salud, pero también reconociendo cómo sobrevivimos como comunidad. Una discusión que a veces tenemos es que las nuevas generaciones de personas trans, que afortunadamente están creciendo en un contexto de más oportunidades, no entienden las dificultades históricas de la comunidad y se avergüenzan de la historia o de las voces de la comunidad que fueron importantísimas y desde esas trincheras lucharon”.
También hay contrapesos al discurso anti trabajo sexual. El movimiento de las trabajadoras sexuales trans en Colombia está cada vez más organizado y es cada vez más visible. La sentencia SU062/19 es un antecedente importante del reconocimiento del trabajo sexual en la región, pues exige las garantías para que pueda ejercerse en las mejores condiciones posibles a falta de alternativas laborales. En esta sentencia, la magistrada Gloria Stella Ortiz Delgado apunta: “Los trabajadores sexuales conforman un grupo discriminado y marginado por su actividad respecto a la cual el Estado tiene un deber de especial protección bajo los mandatos constitucionales de la igualdad material. Es necesario enfatizar que existe una diferencia entre el trabajo sexual lícito que parte del ejercicio de la voluntad libre y razonada de su titular, así como de contextos de vulnerabilidad socioeconómica, y la prostitución forzada o la explotación de seres humanos por el lucro económico de terceros”.
En agosto de 2022, también en Colombia, trabajadoras sexuales fundaron el Sindicato del Trabajo Sexual en Colombia, “Astrasex” que se suma a dos sindicatos más en el país, la Asociación de Mujeres Buscando Libertad, Asmubuli fundada en 2018, y el Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Colombia Sintrasexco del 2016. Ambos sindicatos vinculados a la Red Latinoamericana de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex). El movimiento de las trabajadoras sexuales trans está registrado en el documental La primavera trans, grabado durante los meses anteriores a la marcha del orgullo trans de 2018. La abogada colombiana Matilda González, contó en entrevista que en el documental se notan una serie de tensiones que ya se venían gestando y que desembocaron en una ruptura entre el movimiento trans y el resto del movimiento LGTBI. La Red Comunitaria Trans decidió hacer el Yo Marcho Trans, que en este 2022 celebró su séptima edición. Es una marcha que sale del barrio Santa Fé, en donde se paran las trabajadoras sexuales trans en Bogotá para reconocer y dignificar la historia de las mujeres trans trabajadoras sexuales colombianas.
Para las terfs, la trata y el trabajo sexual son lo mismo
Mientras las luchas y los activismos resisten, hay figuras con alto impacto social y político como la colombiana Juanita Goebertus, Ex Miembra de la Cámara de Representantes de Colombia y nueva directora de Human Rights Watch para las Américas, que ha tenido claras posturas discriminatorias hacia las trabajadoras sexuales e incluso se pronunció ante el congreso colombiano en contra del trabajo sexual. Las posturas antitrabajo sexual son las que más han tenido plataformas y voces reconocidas y su impacto en las condiciones de vida de les trabajadores sexuales trans es grave.
Hace unos meses se renovaron los integrantes del Comité CEDAW en Argentina, las personas son elegidas a título individual pero los países postulan. El gobierno argentino iba a postular a Marisa Herrera, una jurista feminista de muchísima trayectoria, y una de las redactoras del capítulo sobre la Familia del Nuevo Código Civil y Comercial que entró en vigencia en 2015. Las terfs se activaron para que se retirara esa postulación y lo lograron. Sus argumentos eran precisamente que Herrera defiende el trabajo sexual y los derechos de las personas trans y que ha intervenido incluso en la redacción de leyes a favor de elles:
“Lo que meten ahí es que Herrera ha estado en argumentar y sostener la legalización y la legislación sobre gestación por sustitución. Entonces ellas consideran que la gestación por sustitución y la donación de óvulos también son explotación reproductiva. Entonces están la explotación sexual y la explotación reproductiva. Para ellas todo va junto, todo es trata de personas. Entra en el mismo paquete ¿por qué? Porque tienen un pensamiento muy esencialista que es un término del que se ha dejado de hablar para poner el foco en que son transexcluyentes. Pero: son transexcluyentes porque son esencialistas. ”, explicó la activista argentina Maria Luisa Peralta.
Aunque para las terfs no hay una división entre el trabajo sexual y la trata de personas pues, según ellas, todas las personas que son trabajadoras sexuales son víctimas de explotación sexual.
En el Congreso Fundacional Feminista Abolicionista no participaron personas trans trabajadoras sexuales o personas trans víctimas de trata pero sí participaron víctimas de trata de personas y explotación sexual cis y contaron sus graves historias de violencia extrema por parte de violadores, padrotes y por las mismas instituciones gubernamentales. En ningún momento ninguna de las académicas presentes diferenció la trata de personas del trabajo sexual (porque para ellas esa división es imposible); a pesar de que está documentado cómo el trabajo sexual es una de las opciones que tienen mujeres migrantes y empobrecidas que escapan de otro tipo de violencias y que se pueden construir espacios en donde las trabajadoras no son víctimas de trata.
Claudia Yurley Quintero, activista colombiana abolicionista de la explotación sexual y sobreviviente de violencia sexual y del conflicto armado colombiano, reconoce que parte de una lucha contra la violencia sexual y desde esa mirada no concibe la posibilidad de que exista un trabajo autónomo de trabajadoras sexuales cis o trans. Su testimonio da cuenta de lo complejo que es hablar de “abolicionismo” cuando se está atravesada por una experiencia violenta relacionada a la explotación sexual:
“Yo no creo en eso (el trabajo sexual). Yo creo que hay que ir a las raíces de la opresión. Sí creo que hay unas construcciones sociales que favorecen que unas personas seamos más vulnerables a la trata de personas que otras. Por ejemplo, las mujeres negras y las personas trans. Yo no soy una persona trans, pero al tener una historia frente a una vida de explotación, una vida de resiliencia, una vida de trabajo, sí hay mujeres trans que me buscan cuando han necesitado un proceso de salida. Lo he brindado sin tener muy claro cómo, primero porque no lo soy, pero intentamos -desde nuestro modelo- hacer algo por las personas trans (como conseguirles un espacio o apoyar en la atención médica)” dijo en entrevista.
Claudia Yurley dice, por un lado, que reconoce que la violencia sexual también afecta a las mujeres trans y que no ha “visto a la primera mujer feminista que niegue que las personas trans existen”, pero en sus redes sociales niega la posibilidad de que las mujeres trans se identifiquen como tales. Estas contradicciones son comunes en la discusión de la identidad trans y el trabajo sexual.
Sin embargo, las posturas de las participantes del Congreso no solo mezclan la trata con el trabajo sexual sino que culpan a la identidad de género por “permitir la violencia sexual”.
Alicia Miyares, académica española, quien en su intervención comenzó diciendo a las participantes: “Aquí vemos que la especie humana se divide entre machos y hembras, varones y mujeres”, también expresó en este congreso que “la pretensión de convertir la categoría sexo en irrelevante y el género en una identidad es lo que sostiene la agenda queer. Es la posición favorable a la prostitución como trabajo, a la práctica del alquiler de vientres y las leyes de identidad de género. La prostitución la podemos presentar como un intercambio o un comercio empresarial ¿por qué? Porque como además hemos desactivado la categoría sexo, hemos desactivado cualquier tipo de violencia sexual”.
Que esta académica haya presentado la teoría queer como un peligro, disimula el sujeto real de los ataques: no es el género lo que termina siendo literalmente eliminado, sino las personas trans. Decir que son críticas de género, en vez de decir que son críticas de las personas trans, hace pasar este ataque como una lucha teórica que supuestamente no impacta a los seres humanos sino solo a las ideas.
Pero, el discurso transexcluyente sí impacta a las personas trans y a la percepción que se tiene de ellas en los espacios públicos, que son los escenarios principales de los transfeminicidios. Según el informe de Sin Violencia LGBT, la mayoría de las mujeres trans asesinadas en México en el 2021 fueron encontradas en las vías públicas, en terrenos baldíos, ríos, o bares.
La teoría queer, una amenaza de violencia para el terfismo
Durante una de las conferencias, una asistente del congreso comentó su extrañeza al notar que en un coloquio sobre abolición del trabajo sexual se estuviera cuestionando la identidad de personas trans y no binarias. La moderadora Teresa Ulloa Ziáurriz, representante de CATW en América Latina y El Caribe, le respondió: “Muy mal. Yo invitaría a que si la compañera no se siente a gusto, pues que se retire porque en el programa estaba claro que en la agenda de hoy tenemos temas que tocan justamente toda la política queer”.
En el 2017 a través de una carta pública, Laura Lecuona acusa a la académica e investigadora de Ciencia y Género, Siobhan Guerrero, de “falsa atribución”, y en esta carta dice que “es grave y francamente deshonesto que Guerrero diga, mediante trampas flagrantes y errores argumentativos elementales, que yo niego que “el sujeto trans pueda existir como un sujeto viable’.”
Sin embargo, en el Congreso Fundacional del Movimiento Nacional Feminista Abolicionista de México en noviembre de 2021, dijo: “¡No les concedamos la existencia!” . Durante varios minutos del congreso Laura se dedicó a negar sistemáticamente la existencia de las personas trans y no binarias diciendo : “Si alguien cree que existe lo transgénero o habla de los transexuales como algo que realmente existe, entonces cree que los estereotipos sexuales definen nuestro ser y le da un plano de existencia a la mujer con pene. No hay gente no binaria. No hay gente trans”.
Representación trans
Este es un debate teórico que no contempla la realidad material de las personas trans. A diferencia de las mujeres cis (heterosexuales, lesbianas o bisexuales), las mujeres trans no tienen representación en las altas esferas de la justicia internacional porque, entre muchas otras razones, en Latinoamérica las personas trans enfrentan obstáculos como el abandono de sus familias, la desescolarización, la marginación en el sistema de salud y la violencia física que puede escalar a transfeminicidios.
Sentiido publicó un informe que realizó sobre una encuesta de jóvenes LGTB en Colombia en donde confirma la tesis de la CIDH sobre la exclusión desde tempranas edades de la familia y del sistema educativo con datos sobre este país. Encontró, por ejemplo, que casi uno de cada cinco jóvenes (20%), reportó haber sido castigado físicamente en su casa por ser LGTB, 87% escuchó comentarios transfóbicos u homofóbicos en su famlia y 45% dijo escucharlos frecuentemente. El 55% de les encuestades afirmaron sentirse insegures dentro de la escuela, el 92% de estudiantes escuchó comentarios homofóbicos o transfóbicos en su colegio, 53% dijo que esto ocurría de forma cotidiana, el 75% fueron acosades verbalmente durante el año escolar y el 30% fueron violentades físicamente, por ejemplo con empujones, debido a su orientación sexual, identidad de género, expresión de género, raza o etnicidad”.
“Fui la primera mujer trans en Colombia en ser nombrada secretaria de las mujeres de Equidad de Género en un cargo de una alcaldía y los fundamentalistas religiosos recogieron firmas para que me quitaran el cargo. Decían: ‘el señor Matilda González que se autoidentifica como mujer y además se autoidentifica como ‘puta’, y lo peor es que recogieron un montón de firmas. Y era súper claro: ahí el argumento era que yo no era una mujer para ellos, igual que no lo soy para las terfs, pero ellos ni deben saber que el terfismo existe. Yo diría que en términos de representación es en donde seguimos mal en Colombia. O sea, yo estuve en medios de comunicación, estuve en un cargo público también importante, pero fue súper difícil. De los dos lugares salí casi huyendo porque era horrible, estamos empezando a llegar a esos lugares y la respuesta es demasiada violencia. Justamente estas ideas del terfismo han impactado en las ideas sobre las personas trans. Esa transfobia son prejuicios contra las personas trans, pero organizados, legitimados dentro de un discurso feminista”, dijo González.
La falta de representación en los cargos públicos, la academia y en los escenarios de toma de decisiones tiene una especial relevancia cuando las mujeres cis feministas que están en esos lugares no las reconocen como mujeres e incluso argumentan que no sufren opresión por el género con el que viven y que desconocen que las expone a violencia sexual, física y feminicida.
Reconocer la violencia que sufren las personas trans y no binarias en el sistema patriarcal no invalida ni minimiza ninguna otra violencia que sufran otras personas de la población LGTB o las mujeres cis. Es necesario reconocer las particularidades de las violencias que viven las mujeres trans para dejar de insistir en la falsedad de que quieren, o pueden, “borrar a las mujeres” con su “privilegio masculino”. La violencia implica una jerarquía de poder: ¿Están las mujeres trans a la cabeza de esa jerarquía? Juli Salamanca, directora de comunicaciones en la Red Comunitaria Trans de Colombia, responde:
“Las organizaciones trans trabajamos con las uñas. Dicen que el transactivismo viene a borrar a las mujeres. Acá hay algo importante y es que ellas venden este monstruo como si fuera un monstruo demasiado potente, poderoso, fuerte, con plata. Y creo que no hay que ser muy pilas para darse cuenta de la realidad de las personas trans en América Latina: ¿Cuántas mujeres trans hay en puestos de poder en Colombia? ¿Cuántas mujeres trans congresistas hay en México? ¿Cuántas mujeres trans hay en cargos de elección popular en Perú, en Chile, en Argentina? ¿Cuántas mujeres trans viven en la pobreza absoluta en América Latina? ¿Cuántos asesinatos de mujeres trans llevamos en Colombia al día de hoy en total impunidad? ¿Cuántos casos de mujeres trans en América Latina tenemos registrados que hayan entrado a violar a un baño? La mentira se cae sola. Hablemos con evidencia. Muchas veces las organizaciones trans no tienen tiempo para estas discusiones en redes sociales porque están ocupadas trabajando. Cuando se les interpela con argumentos experienciales, las antitrans te dan argumentos técnicos y jurisprudenciales. Acá lo que nosotras decimos es que todas las mujeres somos diferentes, que hay millones de formas de ser mujer y que en esa diferencia podemos construir”.
En la región latinoamericana solo tres países tienen representación trans en sus Congresos: Brasil, por primera vez, hay tres diputadas trans en la Cámara de Diputados; en México, apenas en 2021 dos mujeres trans fueron elegidas como diputadas, María Clemente y Salma Luévano y Venezuela, siendo la diputada Tamara Adrián la primera mujer trans diputada en toda Latinoamérica.
En el programa “Los 41 tropiezos de la heteronorma en México” de TV UNAM, la académica trans Siobhan Guerrero le preguntó a Desirée Navarro, Directora de Igualdad de Género y No Discriminación de la Alcaldía de Coyoacán, México, qué opinión le merecían las políticas públicas de cupo laboral trans. Navarro centró su respuesta en los cargos de representación pública diciendo que le parecen importantes siempre y cuando no le quiten el espacio a nadie más, a ninguna mujer: “Creo que cada quien debe tener sus espacios porque las mujeres han derramado demasiada sangre y demasiado dolor y demasiado trabajo durante muchísimos años para lograr esa equidad hoy en día en el Congreso”.
Más o menos la misma respuesta dio Dana Corres en entrevista con Volcánicas cuando se le preguntó si consideraba que las mujeres cis tienen más espacios de poder que las mujeres trans: “Me parece que tendríamos que tener tasas, dado que son un porcentaje todavía muy pequeño en cifras. Vivimos violencias muy distintas y claro que todas están minadas por el patriarcado y el capitalismo. Nunca me gusta llevar la discusión hacia allá porque me parece una competencia. No se trata de competir, sino de analizar. Nosotras somos el 50% de la población ¿no? Y llevamos miles de años en la sombra, a mí me parece muy violento que nos quieran obligar a ceder. Me parece manipulador y violento que nos digan que tenemos que compartir. Me parece que como país tengamos una cuota arcoíris y que las personas trans estén en esas cuotas porque claro que es justo que las personas trans se sientan representadas y se vean representadas en esos espacios”.
Lo dicho por Dana Corres sobre las cuotas deja el panorama claro: las terfs con poder político y de incidencia social no quieren compartir la justicia y están dispuestas a emitir recursos legales, a colaborar con la derecha, a firmar peticiones en línea, a dedicar gran parte de su activismo a dejar a las mujeres trans afuera.
En este desconocimiento de la historia del movimiento LGBT y feminista, las terfs también están borrando todo el trabajo que personas trans, no binarias y feministas transincluyentes realizaron en esos espacios, algunas de las feministas que participaron en los primeros encuentros nacionales de mujeres en Argentina han transicionado: “Personas que venían participando en los encuentros, que pusieron trabajo ahí, trabajaron, hicieron redes, sostuvieron. ¿Y ahora no pueden ir? Hay una historia: no se puede pensar el encuentro como cuando empezó en 1986. Desde entonces los cambios son gigantes y esa discusión de que hay gente que viene a invadir los espacios… No, che, ya estaban en estos espacios. Les pasan cosas y los espacios se transforman. Hay gente que no quiere perder sus espacios de poder, los modos de conocerse todas, los temas. Una nostalgia de un pasado en el que algunas de ellas eran protagonistas”, agregó María Luisa Peralta.
Al tomar la postura de que las personas trans no existen o no pertenecen al movimiento feminista, las terfs están borrando la propia historia del feminismo latinoamericano. Una historia en la cual las personas trans siempre han existido y a la que también han aportado en las luchas y reivindicaciones feministas.
Marina Echevarría Sáenz es la primera catedrática transexual en España, en concreto de Derecho Mercantil en la Universidad de Valladolid. Además, es una de las mayores defensoras del colectivo trans y LGBT a nivel nacional. Marina explicó para una entrevista que siente profunda tristeza como mujer y como feminista el verse señalada como un problema para el feminismo actual: “El feminismo cada vez está más dividido y cada vez hay más casos de personas terf, son muy ruidosas y eso es un problema. Que un movimiento que mire por la igualdad me señale como una enemiga, me entristece. Llevo participando en el movimiento feminista muchos años, pero en el feminismo que engloba a todas las mujeres. Me parece que se está intentando excluir y esto está llevando a auténticas rupturas dentro del feminismo”.
Este discurso excluyente de “que tengan sus espacios, pero no los nuestros” no está analizando la realidad: hombres y mujeres cis, la mayoría con los suficientes privilegios para escalar en espacios de poder, deciden todos los días sobre las vidas de las personas trans. Parece muy conveniente seguir replicando el discurso de “deben tener su propia lucha” y “deben tener sus propios espacios” cuando la realidad es que no tienen ninguno: son las personas cis quienes teorizan y juzgan legal y moralmente a las personas trans.
«El borrado de las mujeres» es una estrategia para quitar derechos a las personas trans
A Ciguapa, el “borrado de mujeres” le recuerda a la teoría de conspiración del “reemplazo blanco”. El reemplazo blanco, o “el gran reemplazo”, es una teoría conspirativa de extrema derecha que nació en Europa, específicamente en Francia. Es una lectura racista de la inmigración que, de acuerdo con los conspiranoicos, es parte de un plan para reemplazar a los europeos. El “despojo blanco” ha sido una expresión para rechazar la diversidad cultural a partir de la generación de miedo hacia las existencias negras, latinas, migrantes, judías, musulmanas, y todas aquellas que representan la otredad marginada en un sistema jerarquizado. Los blancos se leen a sí mismos como la alternativa única y natural, así como las terfs se leen a sí mismas como las únicas sujetas de un movimiento de liberación antipatriarcal.
En el Congreso Abolicionista, la académica mexicana Marcela Lagarde dijo que “el borrado de mujeres es parte de una articulación ideológica-política para desaparecer simbólica y normativamente a las mujeres y a lo femenino porque otros sujetos que reclaman pureza de origen, en cuanto a asignación sexual y de género, se autodefinen con categorías de mujer y le incluyen la palabra trans que nunca concluye, nunca llega con plenitud, pero reclaman bienes simbólico s para adoptar derechos, recursos, espacios, legitimidad y comprensión”. También dice que “lo trans está estereotipado de ser mejor que solo mujeres”.
En su intervención acusó a la diversidad sexual, y a quienes “abanderan la diversidad”, de “hacerla pasar por una cualidad”. La académica, que es regionalmente conocida por aportar la categoría de “feminicidio” en las legislaciones de muchos países, empezando por México, opinó sobre la comunidad LGTB que “Incluso (la diversidad) nombra a las mujeres nacidas en esa autonomía y esos cuerpos con unas siglas como de laboratorio”. Tanto nos ha costado el largo camino de la a y ahora vienen otras personas a vindicarse con e”.
“No es que haya tal borrado de las mujeres, lo que pasa es que realmente la discusión es una discusión de poder. Y tenés que muchas de ellas ven como que ahora que hay una masificación, es el momento. Sienten que están perdiendo el momento de tener no solo el poder en los círculos internos del activismo feminista, sino en lugares más públicos. No nos engañemos. Este discurso de que los espacios de mujeres son seguros… ¿de verdad? ¿Y la violencia que sucede entre mujeres? ¿Y la forma bestial en que esa discusión implica humillación a otras? No son espacios seguros. Bueno, la retórica del borrar mujeres busca eso, mueve la emoción: “Nos borran, nos eliminan, nos quieren sacar de la historia”, dicen algunas, que ya no exista la mujer en términos jurídicos. Eso no es un debate argumentativo. Eso es un impacto emocional”, dijo María Luisa Peralta.
Esther Pinheiro, una periodista brasileña, aclara que en Brasil los datos nacionales ni siquiera contabilizan cuántas personas trans existen en el país. Entonces, ¿de qué borrado de mujeres cisgénero están hablando las transexcluyentes si a las personas trans en varios países de Latinoamérica ni siquiera las cuentan? El pánico moral del “borrado de mujeres” se ha trasladado a la justicia y la legislación de los países latinoamericanos y ha sido el pretexto favorito de juezas y abogadas feministas para obstaculizar los derechos de las personas trans.
Las mujeres trans representan un porcentaje minoritario de la población mundial y esto lo aceptan incluso las transexcluyentes. Entonces no dan las matemáticas para sostener que van a borrar a todas las mujeres que representan prácticamente la mitad de la población. Tampoco se sostiene la idea de que todas las mujeres, en cualquier parte del mundo y bajo cualquier condición, son los seres más vulnerables del planeta, asunto que explica muy profundamente el concepto de interseccionalidad.
La “Declaración sobre los derechos de las mujeres basados en el sexo” de la compañía Women’s Declaration International de Reino Unido tiene más de 32 mil firmas de 159 países. Entre sus artículos establece que “la naturaleza de la maternidad es una condición exclusiva de las mujeres” y que no existe evidencia científica objetiva de que haya personas trans. A pesar de que en la declaración solo se nombre una vez a las personas trans, el discurso alrededor del género se construye de manera transexcluyente y, para no dejar lugar a dudas de que se trata de transfobia, publicaron de forma anexa una presentación titulada “¿Qué nos jugamos las mujeres con la nueva legislación sobre “identidad de género”?”.
En ese documento despliegan una serie de “evidencias” contra la ley de identidad de género en España entre las que se destacan: el peligro de que las mujeres trans participen en competencias deportivas y el peligro de que las personas trans estén en cargos de representación pública; el peligro de que las mujeres trans estén en cárceles de mujeres y dos notas sobre mujeres trans que cometieron delitos. Allí acusan también al inversionista George Soros de financiar el movimiento transincluyente, lo cual llama la atención pues es un argumento que entre 2016 y 2019 usó la derecha en contra el movimiento feminista por la despenalización del aborto.
Otra de las preocupaciones de las firmantes de dicho documento es que las estadísticas de violencia sexual cometidas por mujeres vayan en incremento porque se registren delitos perpretados por mujeres trans. Sugieren que los hombres se pueden hacer pasar por mujeres solo para que las leyes les beneficien y que no se debe permitir que los delincuentes escojan su género para que no haya denuncias falsas provenientes de “identidades falsas”. Sin embargo, en su propia fuente adjuntaron la nota de una maestra cis que fue sentenciada por haber tenido relaciones sexuales con su alumno menor de edad.
WDI tiene un equipo de Defensa Legal en Estados Unidos, coordinado por la abogada lesbiana Lauren Levey, para presionar a través de testimonios escritos o presenciales (mandan en avión a las mujeres) para oponerse o apoyar ciertas leyes. Hasta julio de 2022, habían redactado 47 documentos y enviado a 16 mujeres a testificar durante el año. También tienen representación en varios países latinoamericanos incluyendo México y Colombia. En México, la representante es Laura Lecuona.
Algunas de las firmantes de la Declaración son CATW, Mujeres de la Sal, Colectiva B Mid, Brujas del Mar y la Organización Nacional de Mujeres del PRD. Parte de su financiamiento es a través de donaciones, en su página de Patreon tienen 67 donantes y las cuentas bancarias de las que reciben donativos son de Australia, Europa, Nueva Zelanda y Reino Unido.
Las directoras de esta declaración son las británicas Josephine Hilda Brew, Sheila Joy Jeffreys y Mary Ann O’Hara, quienes han escrito cartas de agradecimiento a gobernadores de derecha como Greg Abbott, gobernador de Texas (el mismo que envió camiones de migrantes a la casa de la vicepresidenta Kamala Harris), para “solidarizarse” con él después de que el gobernador republicano ordenara investigar por abuso infantil a padres que brindan atención de afirmación de género para sus hijes trans.
Las terfs no quieren que las personas trans reciban tratamiento hormonal, ni que su identidad sea reconocida legalmente, ni que ejerzan libre y dignamente el trabajo sexual, ni que los gobiernos les contabilicen, ni que tengan derechos y garantías para conformar familias, , ni que se prohíban las denominadas terapias de conversión – Ecosieg, ni que las leyes juzguen los crímenes de odio como tales y tampoco que estén en posiciones de poder y/o toma de decisiones. Las feministas transexcluyentes no quieren que las personas trans existan, eso es muy parecido a querer “borrar”. Entonces, ¿quién es la verdadera amenaza?
El discurso del Vaticano dentro del feminismo
El término “ideología de género” surgió en el Vaticano en 1995, cuando la sede católica pidió a las Naciones Unidas reemplazar el término género por la palabra sexo por considerarla una palabra “clave” para hablar de homosexualidad. De acuerdo con un informe de la organización colombiana Sentiido, “El género existe y no es ideología”, eran tiempos de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer y de la Conferencia Mundial de Mujeres en Pekín, “puntos claves de la agenda mundial de igualdad de género” cuando el Vaticano se esforzaba por “mantener la asociación entre feminidad y maternidad como una necesidad ordenada por la naturaleza y por Dios”.
Otras fuentes como el libro ¡Habemus Género!, escrito por el Observatorio de Sexualidad y Política (SPW) en colaboración con el equipo de trabajo en sexualidades y géneros, Akahatá, dan cuenta de que en 1995 el papa Juan Pablo II llamó a crear un “nuevo feminismo” que reafirmara el “genio de las mujeres en todos los aspectos de la vida en sociedad”. ¡Habemus Género! explica que este “nuevo feminismo” anhelado por el Papa estaba basado en la idea de dos grupos sexuales considerados naturales y complementarios dentro de la estructura social: hombres y mujeres.
Las terfs encarnan ese feminismo que convocó el santo de la Iglesia católica, un “nuevo feminismo” binario que no tiene nada de novedoso y que es transfóbico y de derecha. Las coincidencias discursivas son innegables: las terfs dicen que quieren “abolir el género” y aún así, están en contra de expresiones como “personas menstruantes” porque alegan que la menstruación es exclusivamente experimentada por mujeres cis. Lo que hacen en la práctica con su insistencia en la categoría “mujer” como algo fijo y claramente determinado es reforzar ese sistema binario en el que tanto insiste la Iglesia Católica, y que es necesario para sostener una división de trabajo y un sistema de jerarquías que permite la explotación y marginación de ciertas personas en provecho de otras.
La «ideología queer» es el re-branding de la «ideología de género»
El término “ideología de género” fue construyéndose en los textos del Vaticano, desde 1995, en documentos firmados por Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), antes de que fuera Papa y cartas y discursos de Juan Pablo II ante instituciones internacionales como la ONU. Ha sido utilizado para hacer pasar la expresión de género como un invento y una amenaza y no como algo que hace parte de las expresiones sociales y culturales alrededor del mundo pues, tal como ha reconocido la CIDH, la expresión del género hace parte de la historia de los pueblos originarios (Two Spirit, Muxes, Hijra, Takatāpui, Wigunduguid, Winkte, Badés, etc.).
La “ideología de género” también ha servido como eslogan de grupos evangélicos y fanáticos católicos y de campañas políticas como la de Bolsonaro en Brasil o de la nueva gobernante de Italia, Giorgia Meloni. Es el concepto atemorizante con el que los antiderechos luchan en contra de una educación sexual integral en los colegios latinoamericanos, advirtiendo a padres de familia que les niñes pueden ser “incitados al homosexualismo”. También lo usan en contra de los derechos a la salud y el trabajo digno de las personas trans. La tensión política que han generado estos movimientos es tan fuerte que, por ejemplo, poco antes de las elecciones de 2018 en Brasil, una efigie de Judith Butler (teórica feminista queer) fue quemada en una protesta en São Paulo cuando ella estaba de visita.
El argumento de que negar de la diferencia sexual va en contra del “lenguaje de la naturaleza y de la moral”, como lo dijo Ratzinger en 1985, es uno de los principales dogmas de la retórica de la abolición de género, tanto para la ultraderecha religiosa como para el terfismo.
Rodeando ese mismo discurso encontramos a figuras públicas como la activista transexcluyente británica Posie Parker, una de las voceras en contra de “el borrado de mujeres” quien ha declarado la necesidad del regreso de los “valores tradicionales”, pues ahora son “esos valores los que se acercan más a lo que realmente es ser una mujer”.
Hay bastantes ejemplos de las coincidencias entre la iglesia, la derecha y las terfs, no solo en cómo conciben el género sino en las estrategias legislativas y judiciales que impulsan y promueven: Eva Ixchel, psicóloga feminista, desde su proyecto “Feminismo Consciente”, ha aceptado que promueve los Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad de Género o de Expresión de Género (Ecosieg) que han sido catalogados por la Organización Mundial de la Salud como una forma de tortura.
A algunas de las fuentes entrevistadas, les preocupa el efecto que el discurso TERF tenga en derechos como el acceso a la salud de niñes y adolescentes LGTB. En la investigación de Sentiido mencionada anteriormente, se encuentran tres datos alarmantes: 60% de los jóvenes encuestados recibieron algún tipo de presión para cambiar su identidad de género u orientación sexual y 79% de quienes han pasado por las torturas físicas y psicológicas de las Ecosieg lo han hecho obligades por sus familias.
Hasta hace pocos años, cuando estaba en efervescencia la discusión de la adopción homoparental en el mundo, muchas parejas homoparentales tuvieron que defenderse de ataques homofóbicos por parte de la derecha religiosa que insistía en que les niñes adoptades por lesbianas y gays corrían peligro de ser abusados sexualmente, o de “convertirse en gays” bajo la premisa de que las personas de la disidencia sexual eran pedófilas.
Teresa Ulloa, directora de CATW (The Coalition Against Trafficking in Women) en la región de América Latina y El Caribe, tiene más coincidencias con la derecha que con el feminismo, pues ha expresado públicamente argumentos antiaborto y ha dicho cosas como que “España debería asumir el liderazgo de Iberoamérica con leyes abolicionistas”. Victoria Stéfano, periodista y activista travesti de Argentina, opina:
“Cuando algo sacude tanto el tablero del juego como lo hizo el feminismo en América Latina, es preocupante para el régimen político instaurado. Se puede ver desde lejos que el movimiento feminista latinoamericano ha llegado para disputar el poder y resignificar años de penetración ideológica y subordinación a régimenes blancos y europeos. Esta es una amenaza más al feminismo que es, quizá, el mayor movimiento político que América ha visto en su historia entera. No es nada casual que justamente prendan muchísimo más en contextos donde los niveles de homofobia y transfobia se ven exacerbados frente a un abandono de los Estados. Ahí está la cuestión de todo esto: ¿Qué interés superior puede tener alguien que quiere que a las personas trans, que somos más o menos el 10% de la población mundial, nos excluyan de un movimiento si no es la división de ese movimiento que tanto ha venido a sacudir en términos sociales, políticos, históricos y culturales el mundo?”.
La activista María Luisa Peralta invita a que no veamos a las feministas transexcluyentes con ingenuidad:
“Se entiende este temor de la “ideología de género” cuando viene de un público masivo, yo entiendo que ese público general sienta que todo va muy rápido, que tenga temor de quedarse afuera porque ya es gente que está excluida de otras cosas. Pero, ¿a las feministas terfs les pasa lo mismo? Bueno, no. Ellas no son tan ingenuas. Algunas sí, muchas de esas chicas que ahora te salen todas con el pañuelo verde pero no han tenido ocasión de conversar, escuchar y leer. Pero otras, las que te vienen con el núcleo ideológico que produce ideas como ‘el borrado de las mujeres’, ellas entienden perfectamente de qué se trata. Ellas están explotando esos temores y conectan con estas otras mujeres que no están en la discusión feminista. Por eso te digo: no es que sea una gran masa transexcluyente, pero las transexcluyentes plantean las cosas de una manera que a veces engancha y a otras les hace sentido”.
Aunque lo niegue después, Laura Lecuona también afirmó en el Congreso Fundacional del Movimiento Nacional Feminista Abolicionista que hay un “feminismo verdadero” y “feministas reales”. Según ella, las mujeres transincluyentes, las que reconocen el trabajo sexual y aquellas que se identifican con lo tradicionalmente femenino, no lo son. Para ella, un “verdadero feminismo” se define por oposición y no por libertad. Las “críticas de género” como Lecuona niegan la posibilidad de las experiencias de mujeres desde la diversidad y desconocen que hay luchas que ni siquiera tienen que ser validadas por el feminismo para ser legítimas.
Que tanto la iglesia como la derecha y las terfs se pronuncien como un frente antigénero ha creado una ilusión de que también hay un frente “a favor del género”. Sin embargo, las feministas transincluyentes no están buscando la perpetuación del género ni de sus estereotipos, están buscando que simplemente se reconozca que vivimos en un mundo en el que el género existe, como categoría que explica por qué ciertos cuerpos o experiencias se han configurado de una forma u otra a lo largo de la historia. No se puede eliminar el género porque no se puede cambiar el pasado y la forma en la que sigue impactando las relaciones sociales. Demonizar este concepto significaría eliminar una categoría que pone en jaque al patriarcado y a la idea de que el orden sexual es natural.
El poder y la legitimación de las académicas terfs
Lo que más le llama la atención a la socióloga española Carmen Romero Bachiller es que quienes articulan este discurso sean personas que llevan muchos años en la práctica y teoría feminista: “No les puedo dar la posibilidad de que gente con un conocimiento teórico como el que mantienen simplemente esté equivocada porque no ha entendido bien las cosas. Me temo que tienen capacidad para leer y para analizar. Entiendo que es una posición teórica que están escogiendo, pero es un lugar violento, es un lugar de privilegio, es un lugar que refuerza exclusiones y me parece un lugar que no es ni políticamente ni éticamente sostenible”, concluye Romero.
Lucas Platero, docente e investigador, coincide en que hoy hay mujeres con posiciones conservadoras que no se habían visto desde hace un tiempo con bastantes similitudes con la Sección Femenina, una organización política franquista de señoras de derecha en España. “Para mí son señoras de clase media de 50 o 60 años que atraen a sus estudiantes o personas más jóvenes a través de redes sociales. O sea, sí hay una cooptación. Hay que entender que hay cosas que son racionales como discutir ideas y luego está lo emocional: la envidia, el enfado, la falta de reconocimiento, la pugna por el protagonismo”.
En su ensayo “Borderlands” la escritora trans afrodescendiente Gabrielle Bellot escribe sobre las declaraciones transexcluyentes de la feminista nigeriana Chimamanda Adichie quien dijo en una entrevista en Channel 4 News (un canal público británico) que las mujeres trans habían crecido con el privilegio masculino. El texto de Chimamanda Adichie «El peligro de una historia única» se había convertido en un referente en las lecturas feministas, pero al mismo tiempo contradijo su propia tesis al elegir una historia única para explicar la experiencia de las mujeres. Gabrielle Bellot dice:
“Es difícil no sentirse excluida del feminismo cuando una de sus caras más visibles decide, con una risa burlona, que en realidad no perteneces. Una conclusión importante de esto es que no debemos asumir que somos autoridades en todos los aspectos del feminismo simplemente porque somos autoridades en algunos de ellos. Cuando un ícono feminista, como Adichie, decide que su alto estatus en la comunidad feminista le permite hablar con soltura sobre cualquier cosa que se le proponga, corre el riesgo de asumir un falso sentido de universalismo, de autoridad que lo abarca todo. Ciertamente podemos hacer preguntas y ser críticos, pero debemos estar dispuestos a escuchar y aprender antes de ponernos en un pedestal autoritario”.
Las posturas de feministas legitimadas como Chimamanda Adichie, Marcela Lagarde, Alda Facio y Amelia Valcárcel o las de figuras literarias legendarias como J.K. Rowling hacen pasar su conocimiento sobre las experiencias de las mujeres cis como algo que está por encima de las experiencias de las personas trans. Las feministas jóvenes las admiran tanto que sienten que si esos argumentos vienen de ellas deben ser justos y razonables. Pero las mismas terfs lo dicen: la experiencia de las mujerec cis y las mujeres trans no son experiencias iguales. Ninguna experiencia de vida es igual a otra, aunque puedan tener similitudes. Las intelectuales terfs podrán conocer de marcos legales, de asuntos jurídicos e incluso epistémicos, pero desconocen –deliberada e intencionalmente– lo que significa ser una persona trans.
Los espacios educativos siempre han sido espacios de acoso hacia las personas LGTB, pero en los últimos años esto se ha recrudecido en todo el continente. Quizá el caso más polémico fue el foro “Aclaraciones necesarias sobre las categorías sexo y género” que realizó la Universidad Autónoma de México el 24 marzo de 2022, organizado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Las invitadas fueron Amelia Valcárcel, Alda Facio, Marcela Lagarde y Aimée Vega, moderadas por la ex legisladora y profesora de la universidad, Angélica de la Peña.
En su participación, Amelia Valcárcel, además de decir que las personas intersexuales no existen o son un error de naturaleza, también invalidó otro tipo de teorías por no ser “ilustradas”. Durante su intervención en el foro, Marcela Lagarde citó a Gayle Rubin, antropóloga cultural estadounidense transincluyente, y la española Amelia Valcárcel la regañó por haberla mencionado. En el chat del zoom, que no es público pero cuyas notificaciones se vieron en la transmisión accidentalmente, Amelia Valcárcel escribe: “Cuidado con las alabanzas a quien no las merece. Marcela…tenemos que hablar de eso, aunque no precisamente hoy”.
Sobre ese foro Lucas Platero de España nos dijo:
“Creo que Amelia Valcárcel no eligió ese foro al azar. Se puso a hablar de estas cosas en la UNAM, en una conferencia online, a propósito de ser un proyecto colonial español el de llevar la transexclusión a Latinoamérica. Porque en Latinoamérica los movimientos por los derechos sexuales y reproductivos son muy fuertes y con una agenda muy distinta: no siempre pensando en matrimonio igualitario sino en las travestis, en las trans y movimientos del trabajo. Mi impresión es que estas señoras, además de ser radfems, también tienen una mirada colonial y racista: “Vamos a decirle a las latinoamericanas lo que tienen que hacer porque ellas no saben”. No les tratan de igual a igual, ni siquiera a una señora tan famosa como Marcela Largarde. Es muy hiriente, pero es una actitud muy genuina, como que eso no estaba en el guión, pero le sale. Me parece que reproduce lógicas muy vergonzosas sobre la relación de España con Latinoamérica”.
Las personas trans no le deben teoría a nadie
A las personas trans se les cuestiona constantemente su existencia, pero cuando intentan explicarla no se les escucha. Rara vez son las personas trans las que ponen estos temas de conversación pues la energía, voluntad estratégica e intención pedagógica que tienen se desgasta en defender y justificar, una y otra vez, su existencia.
En entrevista con Volcánicas la activista mexicana Dana Corres insistió en que el movimiento trans tiene que “conceptualizar” para que las otras personas que no viven la realidad trans puedan entenderlas:
“Hablo muchas veces de nuestras realidades a partir de nuestro cuerpo sexuado pero no me parece que eso sea violento, me parece que eso es válido y legítimo que yo como mujer que lleva 35 años viviendo en este cuerpo sexuado hable de mis experiencias, de mi vida y de mi cuerpo y de todos los procesos biológicos que vivo. Creo que es legítimo que las personas trans hablen de sus realidades y de qué significa transicionar. Para mí las mujeres trans son mujeres trans. Me parece importante que conceptualicemos qué es ser mujer y qué es ser mujer trans. Para mí ser mujer es ser una hembra humana adulta, que vive cierta experiencia en el mundo patriarcal a partir de su cuerpo. La teoría queer y el transfeminismo no han sido claros porque tú te metes a Tik Tok, por ejemplo, y lees a personas trans y las opiniones y conceptualizaciones varían mucho. Es un tema del que tenemos que seguir hablando, conceptualizando. Mi postura es la de aprender porque, insisto, no es una realidad que yo viva. Lo que me gustaría es que la teoría queer y transgénero sigan construyendo para entender mejor”.
Pero cuando las mujeres trans hablan de sus experiencias, reaccionan a la defensiva:
Con la pregunta sobre la conceptualización, constantemente tratan de poner en jaque a mujeres trans en entrevistas y debates, para ver si tienen una respuesta estandarizada. Cuando entre las múltiples respuestas a esa pregunta, las mujeres trans afirman que para ellas no hay una única forma de ser mujeres, entonces se sugiere que ni ellas saben qué son.
Pero, ¿por qué es necesaria una definición de “trans” para que haya garantía de derechos? ¿Por qué se le están haciendo exigencias teóricas a una población cuya preocupación cotidiana en Latinoamérica es la de sobrevivir? Para las feministas con privilegios académicos y económicos es muy interesante el ejercicio de teorizar, pero para las personas trans es más prioritario el ejercicio de sobrevivir.
Aunque existen muchas mujeres trans investigando y escribiendo en contextos académicos, como algunas de las entrevistadas para este reportaje, a ellas no las invitan a los debates ilustrados de las terfs. Asimismo, las feministas transexcluyentes desconocen el conocimiento empírico de líderes trans comunitarias porque no lo consideran suficientemente académico.
En la investigación “¿Qué es el transfeminismo en América Latina?” de la organización colombiana Sentiido, les investigadores explican que en países como Nicaragua, Honduras y El Salvador la producción de un marco teórico no es prioridad pues los esfuerzos se concentran en la resistencia “frente a los niveles de violencia de la región y las preocupaciones políticas relacionadas con la autocracia de regímenes políticos”. En la investigación encontraron que Brasil, un país en el que 49,6% de la población es negra, el 80% de las víctimas de violencia transfóbica son mujeres trans y travestis negras: “allí, las transfeministas han visto la necesidad de hablar de un afrotransfeminismo para poder abarcar el problema de la transfobia en conexión con el del racismo estructural”, explican.
Incluso la conceptualización es distinta y diversa en el transfeminismo: “travesti”, por ejemplo, es una palabra que piden no traducir porque contiene experiencias muy específicas, lo mismo pasa con el término “cochón” de Nicaragua, que no necesariamente coincide con la palabra “trans”. La artista nicaragüense Elyla Sinvergüenza explica que “cochón” se acerca más al término “no binario” pero ese viene del norte y no está atravesado por la raza ni la colonialidad de quienes se apropian de él y se reconocen como personas negras o de barrio.
“Históricamente, la academia, la medicina y la ciencia no fueron lugares neutrales. En todos ellos ha habido violencia hacia grupos marginados. Hay un debate ético detrás de querer teorizar algo” dijo. en entrevista para la revista Cambio la abogada colombiana Matilda González. En esa misma conversación con su colega, la abogada Ana Bejarano, Matilda reflexiona acerca de la fiscalización que existe sobre los cuerpos trans y su relación con el patriarcado de una manera que no existe para las mujeres cis u otros grupos de mujeres y lo complejo que es exigirle a las mujeres afro, por ejemplo, que sean expertas en feminismo antirracista y que expliquen su existencia una y otra vez para poder justificarse.
No solo se les hacen exigencias académicas y teóricas a las personas trans para poder ser tenidas en cuenta como sujetos dignos de derechos humanos, sino que también se les hacen requerimientos estratégicos en su activismo. ¿Será que con toda esa rabia van a conseguir los derechos que buscan? ¿Será que tildando a todas las académicas de transfóbicas sí les van a poner atención? Y aunque a esa fiscalización del tono y de las maneras del activismo no deberíamos ser ajenas las mujeres cis, pues se nos han penalizado las emociones desde siempre, hay quienes se sienten con el derecho de poner en tela de juicio la digna rabia de las personas trans a las que las autoridades, las terfs y el patriarcado les dan todos los días razones para estar indignadas, dolidas, agotadas y furiosas.
La peligrosa llegada del terfismo al Sistema Interamericano
Vicky Hernández es un nombre emblemático que se pronunció frecuentemente y con mucho respeto en las entrevistas que hicimos a personas trans para este reportaje. Su caso es emblemático porque, por primera vez, la Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó a un país, Honduras, por el transfeminicidio de una mujer trabajadora sexual y obligó al Estado a una reparación que incluye el reconocimiento de los derechos de la comunidad trans. Parte de esta sentencia dice que como Vicky era trabajadora sexual, esto la hacía especialmente vulnerable ante la violencia, y la reconoce como una mujer trans.
Una de los asuntos más relevantes de este caso es que se invoca la Convención Interamericana para Erradicar la Violencia contra las Mujeres de Belém do Pará, ratificada por varios países latinoamericanos en Brasil. La Convención de Belém do Pará estableció por primera vez en 1994 el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia y ha sido un instrumento fundamental para analizar transversalmente el caso de Hernández como trabajadora sexual, persona trans y mujer. Todes les jueces de la CIDH votaron a favor de que se integrara este instrumento para la sentencia de Hernández menos una jueza feminista: Elizabeth Odio Benito.
El argumento de la jueza Odio Benito fue que esos instrumentos no podían aplicarse porque era una mujer trans y no una “mujer” y también utilizó el argumento del “borrado de mujeres”, algo que no está en el cuerpo de la sentencia pero sí en un salvamento de voto. En ese entonces, Odio Benito era presidenta de la Corte Interamericana y sigue siendo una de las abogadas más respetables en Latinoamérica. De hecho, académicas transfóbicas, entre ellas Alda Facio, emitieron un amicus curiae (una opinión escrita emitida por terceras personas sobre un caso que está estudiando la Corte Interamericana) para que no se reconozca a Hernández como mujer trans y, por tanto, no se “instrumentalice” la Convención Belém do Pará. Tenemos aquí un ejemplo concreto de cómo el terfismo ha llegado a lugares importantes de poder internacionales y cómo ha tratado de obstaculizar medidas reparadoras ante violaciones de derechos cometidas en contra de personas trans como Hernández.
Alda Facio dijo en el Congreso Abolicionista sobre el caso de Hernández: “Sabían que era una mujer trans pero no una mujer. Cuando los policías la matan no están pensando que están matando a una mujer como si fuera un feminicidio, sino que saben perfectamente que no es una mujer y la matan. Por eso no se puede decir que Belém do Pará la cobija”. Eso lo dice antes de citar a la Real Academia de la Lengua Española para dejar claro a la audiencia cuál es el significado de la palabra “mujer”.
El 10 de octubre de 2022, la jueza mencionada emitió un voto parcialmente disidente en la Opinión Consultiva OC-29/22 en la cual se opuso a que las personas trans fueran integradas a cárceles de acuerdo con su género y en el que se refiere a las personas intersexuales como “variantes que estadísticamente son muy poco relevantes”. En el salvamento de voto dijo:“Esa perversa coincidencia reúne de unos años a esta parte un fenómeno social, psicológico, jurídico, de pretensiones filosóficas, que persigue, y de eso no hay duda alguna, borrar a las mujeres (sexo femenino) como sujetos políticos. Lo que, como dice Amelia Valcárcel, tanto le había costado al feminismo lograr. (…) Todos estos crímenes se cometen contra las mujeres por ser mujeres. Frente a esta irrefutable realidad, las personas transexuales alegan otra cosa: que son ellas las víctimas de una violencia más abrumadora”.
Alianzas terfs en la derecha, la izquierda y el centro
El feminismo como movimiento político universal ha logrado impulsar una agenda de movimientos sociales por los derechos sexuales y reproductivos, de políticas del cuidado, de representación paritaria y de lucha antifeminicida, entre otros. Las feministas han transformado la política pública en beneficio de las mujeres en múltiples latitudes del mundo ya que sus intereses de avance en materia de derechos representan la mejoría de las condiciones de vida de aproximadamente la mitad de la población mundial (tomando en cuenta el subregistro de otras identidades no binarias y trans). Es por eso que resulta lógico que haya alianzas políticas entre feministas y funcionarios públicos, que haya participación política de feministas e incluso perfiles de activistas que se impulsan para tomar espacios de representación pública.
La derecha y los sectores más conservadores también han intentado apropiarse del discurso feminista aunque al mismo tiempo se pronuncien en contra de luchas históricas del feminismo, como cuando las mujeres del Partido Acción Nacional en México, uno de los más conservadores del país, se proclamaron feministas pero aclararon que no apoyan la lucha por la despenalización del aborto. Muchas mujeres y hombres conservadores en el poder han tenido que hacer un rebranding (como lo llama la investigadora estadounidense-mexicana Julie Neuhouser), es decir, una modificación de su mensaje político e imagen pública para infiltrarse en el feminismo aunque sigan siendo antiderechos. Y ese sector, cuando no la ultraderecha más cínica, es el principal aliado de las terfs.
“Es más o menos lo que dice HazteOir y lo que dice Citizen Go: Las nenas tienen vulva, los nenes tienen pene. El discurso del feminismo transexcluyente en relación con la teoría queer es calcado del discurso del Vaticano sobre ideología de género, reproduce la misma estructura discursiva: «esto es solo ideología de género, no es real» y decir: «esto es solo teoría a queer y no es real». Bueno, es lo mismo. Están diciendo: «estas personas, sus vidas, no son reales”. Entonces es muy preocupante que tengas todo este sector del feminismo que confluye en los hechos concretos, en la práctica, con la derecha más rancia”, opina María Luisa Peralta.
Holanda fue el primer país en dar luz verde al matrimonio igualitario en 2000, seguido por Canadá y España, en 2005. En 2010 Argentina fue el primer país en América Latina en legalizarlo. Luego, en 2015, comenzaron las legalizaciones de este derecho en México y en Colombia. Los avances en temas de derechos humanos como una educación sexual integral que informe sobre la diversidad sexual, la despenalización del aborto y las leyes de reconocimiento de la identidad trans, vienen siempre acompañados de movimientos antiderechos como el Pin parental, los grupos autodenominados pro – vida y la articulación global de las terfs.
A pesar de que el terfismo se infiltró en los países latinoamericanos de una manera más o menos simultánea, pudimos encontrar hitos que marcan una ruta histórica: el Reino Unido que representa el renacimiento del discurso transexcluyente en alianza con la derecha y la religión, España que importó y tradujo esas ideas planteadas en Reino Unido y que por esa vía comenzaron a leerse y difundirse en Argentina, México, Colombia y más recientemente, en Centroamérica.
Reino Unido la región más “terfizada” del mundo
En Irlanda existe una red llamada LGB Alliance Ireland (que tiene representantes en Latinoamérica), un brazo del grupo antiderechos del Reino Unido que ataca a las personas trans e incluso ha hecho campañas en contra de las leyes de reconocimiento de la identidad de género y a favor de la exclusión de las personas trans de espacios binarios y sexistas. La organización Global Project Against Hate and Extremism (GPAHE) rindió un informe en el que incluye a la alianza LGB de Irlanda como un grupo de odio, con ideas de la extrema derecha, el conservadurismo social y profundas raíces católicas en este país.
Un segundo hito en los derechos de personas trans en Reino Unido sucedió en 2018, cuando el gobierno realizó una consulta sobre las reformas de la Ley de Identidad de Género con el propósito de hacer menos engorroso el proceso para las personas trans y las campañas antiderechos incrementaron como respuesta. Justo al año siguiente de estas discusiones, nació la alianza LGB en Reino Unido.
De acuerdo con algunas entrevistadas, esta región de Europa es la más “terfizada” de todo el mundo por la alta influencia de la prensa conservadora y el racismo. No es casualidad que una de las referentes del terfismo contemporáneo, la escritora J.K. Rowlling, sea británica, una región en donde, por cierto, sigue existiendo un régimen monárquico.
España
En España la alianza más clara es la que ha tenido el partido fascista y ultranacionalista, Vox, con el Partido Feminista encabezado por Lidia Falcón en contra de la Ley Trans. Ambos partidos participaron en un evento organizado por HazteOír, la asociación antiderechos que se hizo famosa por recorrer varios países de Europa y Latinoamérica con un autobús naranja que llevaba la frase “Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo” y “Las leyes de género discriminan a los hombres” con una imagen de Hitler al lado.
Vale la pena analizar por qué una organización feminista, o una activista feminista, aceptaría aliarse políticamente con un partido cuya agenda está marcada por la insistencia en expulsar a los migrantes, por ejemplo, y derogar la ley del aborto, la eutanasia y la ley de violencia de género.
Como respuesta a los debates terfs intensificados en España, feministas radicales transincluyentes lanzaron la campaña “Hasta el coño de la transfobia”. En su comunicado, las manifestantes señalan que las transfóbicas tienen, o han tenido, cargos en un único partido (PSOE) que ha ganado las últimas elecciones. Un partido que fomenta “la discriminación hacia las personas trans a través de las filiales feministas y cargos políticos a los que defiende por más dañinos que sean sus argumentos. No es la primera vez que asistimos a la instrumentalización de movimientos sociales para beneficio partidista. Partidos que aprovechan sus recursos para corromper las demandas sociales. Y en este caso del feminismo”.
De acuerdo con la socióloga y activista, Carmen Romero Bachiller, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de centroizquierda, que preside España desde el 2018, también ha impulsado leyes que reconocen la autodeterminación de género:
“Quiero remarcar que el Estado español es un Estado que tiene un sistema de comunidades autónomas. Es muy parecido al federalismo, no llega a ese punto, pero es muy parecido. Y si no recuerdo mal, en 13 de las 17 comunidades autónomas ya hay leyes autonómicas que reconocen la autodeterminación de género para las personas trans. Esto es importante. Algunas de ellas se aprobaron el año pasado, apoyadas por el PSOE. Entonces todo este discurso es bastante surrealista porque mientras se están aprobando estas leyes a nivel de comunidad autónoma, en el Parlamento Español se plantea un bloqueo por parte de activistas del PSOE. Todo esto provoca, incluso dentro del PSOE, una fractura insostenible”.
La Diputada y presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de España Carmen Calvo ha dicho públicamente que “el sujeto político del feminismo son las mujeres” y ha rechazado la “autodeterminación sexual”. Ella forma parte del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que está gobernando en coalición con el partido Podemos y desde ahí ha encabezado la postura oficial en contra de los derechos de las personas trans.
Ángeles Álvarez, también del Partido Socialista, es una de las terfs más conocidas en España. Antes apoyaba al colectivo LGTB dentro del gobierno, movimiento al que ahora define como una “sopa de letras”. Hay fotografías de ella en proyectos a favor de los derechos de las personas trans: las fotografías todavía existen, pero su apoyo no. La derecha y las terfs han coincidido incluso en el debate de la Educación Sexual Integral como sucede actualmente en España, en donde terfs como Ángeles Álvarez y el partido de ultraderecha Vox han acusado a Irene Montero, ministra de Igualdad del Gobierno de España y defensora de la Ley Trans, de hacer “apología de pederastía” al pedir educación sexual para les niñes.
En España, La intersección, un equipo de personas dedicadas a la investigación y a la estrategia digital, publicó el “Análisis de narrativas trans en Twitter: el odio está muy coordinado, pero no es mayoría”, en el cual capturaron 231K tuits mencionando realidades trans y no binarias, leyes de diversidad, educación sexual en diversidad y uso del lenguaje inclusivo entre el 1 de agosto de 2021 y el 1 de junio de 2022. Una de sus conclusiones es que el apoyo a la comunidad LGBT domina la conversación, pero la extrema derecha y el sector transexcluyente están hiperconectados, pues intercambiaron 785 retweets de una comunidad a otra.
Mientras que la narrativa dominante de la ultraderecha es que hay una “degeneración cultural que se distrae con cuestiones absurdas sobre el género”; las transexcluyentes reclaman que “sus voces están siendo silenciadas” y que son acosadas. También critican el tratamiento de transición a menores de edad y celebran cuando las mujeres trans son excluidas del deporte.
El análisis muestra que las agendas de la comunidad trans y LGBT son más diversas y muestra que “se dedica una gran parte de la atención a las denuncias y las reacciones a ideas contrarias. Esta presencia preponderante de contenidos reactivos puede significar que se pierden oportunidades y energías para promover las agendas propias, defender explícitamente la Ley Trans o visibilizar narrativas positivas que puedan movilizar más allá del conflicto”. Una de las conclusiones del estudio invita a reflexionar sobre el tratamiento que se les da a las denuncias, en especial a las agresiones: “¿Qué otras maneras tenemos para apoyar a las víctimas?”, preguntan.
Argentina
En Argentina las posturas y posiciones de poder de las terfs dentro de espacios jurídicos y académicos son de utilidad para los partidos políticos de derecha. María Luisa Peralta comparte que hay feministas transexcluyentes en el partido de Macri, en la Unión Cívica Radical y en el kirchnerismo, porque no les resulta políticamente incompatible.
Sin embargo, de acuerdo con la periodista argentina Victoria Stéfano, la lucha por el derecho al aborto en Argentina ha marcado una pequeña distancia entre la derecha más conservadora y las feministas radicales:
“En Argentina este movimiento transexcluyente tiene una pata más de intelectuales y juristas que va detrás de la transexclusión. Presentaron un recurso de amparo en contra del censo 2022, en particular en contra de las categorías mujer, trans y varón diciendo que estas categorías “desdibujaban a las mujeres” y la existencia femenina dentro del censo. Esto no es nada menor, porque Argentina y el movimiento feminista argentino también se han caracterizado por la difusión de los marcos jurídicos y de los marcos legislativos”.
De acuerdo con la Agencia Presentes, las firmantes contra la categoría de “mujer” y “varón” en la casilla de identidad de género son funcionarias públicas e investigadoras de instituciones de renombre: María José Binetti, doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra, España e investigadora del CONICET con sede en el Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y Graciela Tejero Coni, historiadora, directora del Museo de la Mujer e integrante del Consejo Asesor ad honorem del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades; Valentina Cruz, profesora de filosofía y licenciada en Psicología; Marisa Andrea Piumatti, directora del Instituto de Estudios Legislativos del Colegio de Abogados de La Plata e integrante de la agrupación Mujeres en la Abogacía; y Julieta Luisa Bandirali, presidenta de la Comisión de la Mujer de la Asociación de Abogadas y Abogados de Buenos Aires.
Argentina, cuya historia reciente ha mostrado que las acciones en las calles pueden tener efectos en la legislación y la política pública, tiene una tradición de más de 35 años de organización feminista. Desde 1986 se realiza el Encuentro Nacional de Mujeres que, posteriormente, tras mesas de trabajo y nuevos acuerdos, cambió su nombre a Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, un encuentro masivo feminista que ha llegado a concentrar más de 80 mil participantes en ciudades que no son Buenos Aires. Las mujeres, lesbianas, personas no binarias, hombres y mujeres trans se desplazan para este encuentro, que con su nuevo nombre, se propone reconocer otras identidades sexuales y de género así como la presencia de pueblos originarios y personas migrantes; no obstante, algunos sectores denuncian que la inclusión no es tan efectiva como se enuncia.
Estas discusiones han fragmentado el encuentro en dos. María Luisa Peralta, activista lesbiana argentina, aclaró que esto ya había pasado antes cuando las lesbianas de su generación se retiraron de los Encuentros Nacionales de Mujeres porque eran espacios heterosexistas y homofóbicos: “Porque el movimiento feminista explota el trabajo de las lesbianas a lo loco. El trabajo físico, intelectual, emocional, nuestro tiempo, y después siempre somos un renglón de reivindicación al final del volante. (…) ¿Por qué tu alianza va a ser con quienes tienen un lugar de poder en el sistema heteropatriarcal? La mujer heterosexual está en un lugar de poder sobre una lesbiana, frente a una oferta laboral, las lesbianas tienen menos chances que una heterosexual y un montón de privilegios distintos”, dijo.
La apertura a otras identidades implicó una fractura importante entre las feministas argentinas. Una parte de las participantes de años pasados se desmarcaron del Encuentro Plurinacional y reclamaron el nombre anterior, que se limitaba a nombrar a argentinas y mujeres. La periodista argentina Victoria Stéfano recuerda el Encuentro Nacional de Mujeres de 2019 como un momento de tensión pues, un año antes, Alika Kinan, una superviviente de redes de trata, hizo pública su postura transfóbica: “Hoy la postura de las feministas que no dejaron pasar a la transfobia en los encuentros tiene frutos. Fue el mismo movimiento el que dijo que si había que romperse algo se rompía pero con nosotras las travas adentro. Y me parece que eso también habla de un movimiento que ha tomado una posición firme”.
México
En México la transfobia está vinculada con organizaciones de derechos humanos, activistas en contra de la trata, escritoras, académicas, políticas de derecha y de izquierda y colectivas feministas jóvenes. El terfismo está diluido y es difícil, aunque no imposible, trazar las principales alianzas.
La alianza política de la que más se ha hablado es la del sector Calderonista (por el ex presidente del Partido Acción Nacional – PAN, Felipe Calderón) con la colectiva Las Brujas del Mar, específicamente con Arussi Unda quien en el 2020 apareció en la revista TIME como una de las 100 personas más influyentes, con un perfil sobre ella escrito por la famosa periodista y activista en contra de la trata, Lydia Cacho. Unda ha negado las alianzas a pesar de las fotografías, interacciones en redes sociales y videos que la muestran como simpatizante del PAN. Desde Volcánicas intentamos contactar a Unda para una entrevista a través de su número personal, pero no tuvimos respuesta.
Arussi Unda, originaria del estado de Veracruz en el sur de México, simpatizaba con el PAN ( partido católico y de derecha) por lo menos desde el 2012.
Sin embargo, el momento de mayor exposición fue en 2019 después de que la colectiva Las Brujas del Mar convocaran al famoso Paro Nacional de Mujeres “Un día sin nosotras”, el 9 de marzo. Desde ese momento, cuando no era pública la postura TERF del colectivo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador señaló que había personajes panistas detrás de la convocatoria del paro nacional.
Más de una persona cuestionó la rapidez con la cual el Paro 9M de Brujas del Mar fue apropiado por empresas e instituciones ligadas al conservadurismo. Al paro se sumaron Los legionarios de Cristo, la red de Universidades Anáhuac e incluso el Arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López. De hecho, algunas activistas mexicanas han denunciado la cercanía de esos colectivos feministas con personas vinculadas a El Yunque, una organización ultrasecreta que se vincula directamente con el nacimiento del PAN (particularmente con los hermanos Margarita y Juan Ignacio Zavala, esposa y cuñado, respectivamente, del ex presidente de derecha Felipe Calderón) y organizaciones de ultraderecha como Hazte Oír y Citizen Go.
En su artículo “La fidelidad quebrantable: el feminismo transexcluyente frente a la amenaza de la ultraderecha”, la investigadora estadounidense – mexicana Julianna Neuhouser escribió sobre documentos filtrados a WikiLeaks que revelan que HazteOír identificó a las feministas radicales transexcluyentes como aliadas potenciales desde 2017, al respecto dice: “Hay que elogiar a las feministas radicales por su resistencia a los actuales intentos del movimiento transgénero de eliminar el cuerpo femenino de nuestras leyes”.
Eme Flores, activiste mexicane de la Red de Resistencia y Disidencia Sexual y de Género, explicó en entrevista con Volcánicas que la figura de Arussi Unda de Las Brujas del Mar hoy ya no está solo en espacios del PAN:
“Una vez que sales en el Times ya no tienes que estar estrictamente en lugares partidistas, pero eso no significa que no lo haya estado durante todo ese tiempo. Estos grupos como el calderonista pueden estar integrados por personas del PRD (centroizquierda) y el PRI (centroderecha) también, no solo del PAN, y eso es algo que replican muchos grupos transfóbicos, sobre todo los que dicen trabajar en contra de la trata. Por ejemplo, Rosi Orozco, activista contra la trata, de quien se supo desviaba dinero y ponía a víctimas de trata a ser sus secretarias, a lavarle los platos, los pisos, fue un escándalo. Por supuesto, todas se volvieron a juntar con ella tiempo después. Pero Rosi Orozco es parte de un ministerio que se llama La Casa en la Piedra, uno de los grupos evangélicos que más apoyó a Calderón. Son este tipo de alianzas que tienen los grupos religiosos y feministas, que no son estrictamente de un partido u otro. Además, estamos hablando de la misma época cuando el PAN se alió con el PRD”.
Arussi ha dictado talleres y conferencias por invitación de políticos como Enrique Vargas, Coordinador del Grupo Parlamentario del PAN y Diputado en el Estado de México. Pero además, Las Brujas del Mar han colaborado con organizaciones antiaborto.
Las Brujas del Mar son una colectiva popular entre las jóvenes feministas mexicanas y una de las organizaciones terfs con más integrantes, pero no son la única ni la primera colectiva feminista operada bajo intereses políticos en México. Las Hijas de la MX fue probablemente la primera colectiva de mujeres que nació del calderonismo, integrada por empresarias con una postura antiaborto.
Flores dice que cuando Arussi Unda entró en contacto con Las Hijas de la MX estaban intentando impulsar la campaña en contra del hoy presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), articulación que terminó en lo que ahora se conoce como Nosotras tenemos otros datos, una campaña para exigir al gobierno mexicano información, políticas públicas y presupuesto para los derechos de las mujeres. Sin embargo, según Eme, esta campaña mediática “la soltaron a la mitad cuando se dieron cuenta de que Arussi era mucho mejor usándola”, pues la primera propuesta era muy al estilo panista conservador y demasiado obvia como oposición al gobierno de AMLO.
Hoy, Desirée Navarro López, integrante de la colectiva HijasHijos del Mx, es la directora de la Dirección General de Igualdad de Género y No Discriminación de Coyoacán, una de las delegaciones de la Ciudad de México. También forma parte de la coalición 50 + 1, un grupo de políticas mexicanas de varios partidos cuya relación con Arussi Unda también ha sido comentada.
Brujas del Mar figura como una de las organizaciones firmantes en contra del “borrado de mujeres” de la organización británica Declaration on Women’s Sex – Based Rights (WDI) junto con la Organización Nacional de Mujeres del PRD, Mujeres de la Sal, la Red Nacional de Mujeres Defensoras de la Paridad en Todo, la Colectiva Asteria, el Archivo H. Lesbianas – Feministas México, Yan María Yaotólotl, y la Colectiva B – Mid.
La infiltración de la derecha en el feminismo y las alianzas de ultraconservadores con terfs en México es interminable: integrantes del Colectivo Asteria han colaborado con el Partido Verde Mexicano de Texcoco; Patricia Olamendi, cuyo perfil está en una página llamada “Abogadas influyentes” y representante de la ONU Mujeres en México, forma parte de la organización Nosotras tenemos otros datos y también se pronuncia públicamente sobre el “borrado de mujeres”. Olimpia Coral Melo, del Frente Nacional para la Sororidad, ha cuidado su discurso en redes sociales pero en eventos ha repetido la narrativa del “borrado de mujeres” y se ha posicionado en contra del trabajo sexual, de acuerdo con tres fuentes y la corroboración de una de las reporteras.
El terfismo no está solamente en la oposición. También está dentro del partido de izquierda actualmente en el poder, Morena, o como se le conoce en México: La Cuarta Transformación o 4T. Dana Corres, quien ha defendido la militarización del gobierno de Andrés Manuel López Obrador diciendo que “el ejército está llevando la paz a las calles”, es cercana a José Merino, titular de la Agencia Digital de Innovación Pública del gobierno de México.
En la presentación de la Agenda Morena Mujeres 2022, la académica Yan María Yaoyótl atacó los derechos de las personas trans y los tildó de “fuerzas misóginas neopatriarcales”.
Otros activismos antitrans de la 4T los representan la historiadora Karla Motte y Valentina Thelema, del Partido Revolución Democrática (PRD), una persona no binaria que respalda discursos terfs y ha sido cuestionada por la misma comunidad LGBT por sus discursos misóginos. Por otro lado, Renata Turrent, fue candidata por Morena para un puesto de elección popular y Carol Arriaga fue Secretaria de Mujeres en Morena con un periodo que terminó precisamente después de que dijera que las mujeres trans no existen. De hecho, Carol Arriaga y Arussi Unda realizaron una colaboración para el periódico Terf morenista La Regeneración, un video llamado “¿Qué es el borrado de mujeres?” que se transmitió cuando Carol Arriaga todavía era Secretaria de Mujeres en Morena e incluso aparece el logo de este partido.
México es un país con una larga tradición de grupos de choque, estrategias políticas de infiltración en movimientos y una violencia que es más evidente en algunas zonas del país, como el Estado de México, en donde se registra el mayor número de feminicidios de todo el territorio nacional, hecho que ha provocado movilizaciones en contra de violencias machistas lideradas, incluso, por niñas. Algunas de las acciones por parte de colectivas radfems, como Feministas Satánicas, están dirigidas más en contra de la comunidad trans y las feministas transincluyentes que hacia el propio gobierno con quienes incluso tienen contratos para dictar talleres.
En Toluca, Estado de México, una ciudad pequeña con una zona industrial muy grande, se ha encontrado uno de los casos más claros de la influencia del movimiento transfóbico. Así lo cuenta la activista transfeminista Daniela Medina:
“En el 2018, comenzamos a hacer unos grupos de lectura entre amigas y a formar nuestra base feminista. Teníamos una unión muy padre, muchas ideas y cosas por hacer y organizamos nuestras primeras movilizaciones masivas. Antes nuestras marchas eran de 30 mujeres más o menos e hicimos un Brillantazo que llegó a 100 mujeres hasta que el 8 de marzo convocamos entre 12 y 16 mil mujeres en las calles de Toluca, algo histórico. Nunca tuvimos represiones, nunca tuvimos miedo de que algo nos sucediera. Yo he sido activista por mucho tiempo en otros temas y había visto conflictos y amenazas con el gobierno pero nunca nada tan fuerte como lo que sucedió después de que llegaran las feministas radicales, ellas nos complicaron mucho. Quien ahora es líder de una colectiva radical transexcluyente llegó un día a nuestros espacios. Era muy insistente en acercarse a mí y a la colectiva que formamos en ese momento que se llamaba La Kraken Feminista. Comenzó a jalar a las más jóvenes y a meterles un discurso radical de mala manera, había un par de lesbianas que en otra junta nos contaron que ella les decía que le daban asco y vergüenza porque trabajaban temas de diversidad sexual y las comenzó a agredir. Nos enteramos de que a muchas les decía que les iba a leer el tarot y que en esas supuestas lecturas les hacía creer que habían sido violentadas de niñas y tenían muchos traumas, que necesitaban comenzar a ser misándricas”.
Nathaly N. es como han identificado a la líder de los grupos feministas de choque Feministas Indómitas o Feministas Satánicas o Raíces Radicales, entre otros, porque el grupo cambia de nombre constantemente. La misma colectiva radical que prendió fuego al Congreso del Estado de México, al mismo tiempo que colaboraba con capacitaciones para el gobierno. Medios locales registraron que el 5 de junio de 2021 las Feministas Indómitas Radicales quemaron durante dos horas el recinto legislativo sin que intervinieran bomberos ni policías estatales. Daniela Medina apunta que, durante movilizaciones importantes como la protesta por el feminicidio de una profesora muy querida en la comunidad, las Indómitas han estado ausentes pues las radicales nunca hacen interpelaciones directas al gobierno sino que, según ella, trabajan para él.
En marzo de 2021, terfs del Estado de México agredieron físicamente a una mujer trans en la manifestación por la aprobación de la Ley de Identidad de Género en Toluca. Otras organizaciones feministas del Estado de México han levantado la voz para denunciar a este grupo de choque pues también ha filtrado información personal de activistas y ha acosado violentamente a feministas transincluyentes como Daniela Medina que tuvo que huir de Toluca por las amenazas.
El activismo de esos grupos de choque se centra en bloquear iniciativas como la Ley Trans, pero no apoyan exigencias para alcanzar otros derechos como la despenalización del aborto en el Estado de México pues, cuando colectivas feministas convocaron a activistas y organizaciones al Congreso para garantizar los derechos reproductivos, ellas no firmaron el manifiesto. Daniela Medina contó que en Toluca, en una calle en la que se dedican al trabajo sexual, una mujer trans murió desangrada en una esquina por la mutilación de su pene. La policía nunca llegó:
“Muchas de nosotras queríamos abordar esos temas y las radicales comenzaron a decir que no. Yo me acuerdo de esa junta: estábamos en un café en el centro de Toluca y hablábamos de lo importante que era eso y que las familias de las víctimas tuvieran un lugar privilegiado dentro de nuestras movilizaciones. Ese día tampoco fueron las que encabezaban la colectiva radfem, mandaban a sus representantes a decir que no iba a haber padres de víctimas de feminicidio porque ellos eran unos violentadores y no lo iban a permitir, que no iban a permitir “que un señor que pudo haber violentado a una compa pusiera cara triste y diga que le duele que asesinaron a su hija” y que tampoco iban a permitir que estuvieran las compas trans en nuestra movilización. Un día de la nada amaneció la ciudad de Toluca llena de pintas de transfobia. Las pintas decían que “las mujeres no tenemos pene” y “pateamos trans”, agregó.
Toluca, Ciudad de México y Mérida no son los únicos lugares de México en donde las colectivas terfs le dan la espalda a las víctimas con discursos y acciones violentas. En noviembre de 2021, una colectiva TERF de Guadalajara, Jalisco, agredió verbalmente e intimidó con bates de béisbol y aparatos de choques eléctricos a una mujer trans y a su novia con discapacidad en un parque de la ciudad. La pareja fue al evento de Mercadita Resistencia Feminista GDL a comprar, pero una decena de feministas transexcluyentes les cerraron el paso y les pidieron irse por un camino que era complicado para su desplazamiento en silla de ruedas. El ataque se hizo público y colectivas trans y feministas organizaron una protesta en contra de la transfobia como respuesta. Un mes antes se había registrado el ataque de ácido a una mujer trans en la misma ciudad, el agresor fue un hombre.
Feministas transexcluyentes como Dana Corres defendieron a las agresoras, hecho que está contemplado en la definición de la violencia de género y la violencia por prejuicio: justificar hechos de violencia después de ocurridos. Corres dijo: “En el caso de lo que pasó en la Mercadita Feminista, me parece que los espacios segregados son legítimos. Hay mujeres que quieren estar en espacios de solo mujeres y es válido. No me acuerdo si llegó a violencia física, según yo, no. Me parece que el enojo está bien y enojarse no es violencia. Además se rompió el diálogo por ambas partes”.
Colombia
La alianza del terfismo con la derecha colombiana es un poco más complicada de rastrear pero se evidencia, sobre todo, en el movimiento anti trabajo sexual, que afecta indirectamente a las personas trans que ejercen ese trabajo. Y aunque no haya una alianza tan explícita o evidente con la derecha, sí hay feministas transexcluyentes que tienen la intención de incidir en las políticas públicas y la legislación del gobierno actual.
La Colectiva Feminista Radical La Raíz de Bucaramanga, la articulación WDI Colombia, la Corporación Feminista Mujer, Denuncia y Muévete de Cúcuta y la Colectiva ReEvolución Feminista de Valledupar, firmaron una carta dirigida a la vicepresidenta de Colombia Francia Márquez, a la primera dama Verónica Alcocer y a senadoras y ministras, en la cual piden al gobierno de Petro «que actúe para garantizar el bienestar de mujeres y niñas en razón de su sexo» y «que se observe de manera crítica perspectivas individualistas que relativizan la condición material de las mujeres».
WDI Colombia también publicó una entrevista con Alejandra Vera, abogada y directora de la organización colombiana, Mujer, denuncia y muévete, en donde pregunta a Vera si considera que existe una relación entre los grupos a favor del trabajo sexual, la “explotación reproductiva” y “grupos antitrans”. Vera responde: “El Estado colombiano ha privilegiado el enfoque de ‘derechos’ y el ‘género’ (esa horrible palabra) enfoque. Entonces, las mujeres trans le dan trabajo a la gente del Estado. Esa es la inclusión. Esas personas son las mujeres secretarias, las mujeres directoras… están en el servicio público en cargos en el Estado.»
Censura y estigmatización del activismo
Transexcluyentes como la colombiana Carolina Sanín, la mexicana Laura Lecuona y la escritora inglesa J.K. Rowlling han acusado de censura, hostigamiento y violencia a transactivistas y defensores de derechos humanos que cuestionan sus discursos por identificarlos como discriminatorios y excluyentes, por calificarlos de transfóbicos. La realidad contradice esas denuncias de censura: siguen publicando libros, dictando clases y teniendo acceso a foros académicos, articulándose con organizaciones del norte global, entre otros espacios de opinión pública, sin perder el capital cultural y la validación que necesitan para continuar expresando y difundiendo sus ideas. A pesar de sus reclamos, transactivistas como Matilda González han afirmado públicamente que el silenciamiento de las terfs no es lo que quieren ni reclaman, que lo que reclaman es el derecho a poder criticarlas.
Abierto el tema de la supuesta censura de las terfs, se abre una pregunta sobre la desproporción y falta de diversidad en los debates públicos y en los medios de comunicación: ¿Cuántas periodistas, editoras y columnistas trans hay en los medios de comunicación latinoamericanos? Periodistas y columnistas trans han señalado que existe una censura basada en el género directa e indirecta hacia ellas y una desproporción en la representación del debate de la identidad de género en los medios latinoamericanos porque quienes tienen las plataformas públicas son las mujeres y los hombres cis.
Es importante recordar que el ejercicio de censura es un ejercicio de poder como hemos podido ver, las terfs tienen poder político, económico y académico, mientras las personas trans no tienen acceso a los mismos espacios y en ese sentido, no tendrían cómo censurarlas. Por el contrario, sí encontramos que medios hegemónicos deciden no publicar las voces trans porque han sido “demasiado críticas” de sus columnistas y de sus publicaciones, como ha denunciado la periodista Láurel Miranda por su experiencia en el periódico Milenio y en el medio Cultura Colectiva. Entonces, ¿cómo es realmente este ejercicio de censura? ¿En manos de quienes está realmente el poder?
Al ser este debate sobre la identidad de género uno que las académicas han denominado como “teórico”, la prensa ha sido una plataforma ideal a través de la cual se difunden ideas transexcluyentes, argumentando que su rol es el de facilitar debates importantes y salvaguardar la libertad de expresión de sus columnistas, a pesar de que rara vez encontramos en ese “debate” la contraparte de las voces trans.
Lo anterior, sin mencionar el periodismo desprovisto de enfoque de género de la mayoría de los medios latinoamericanos. Lina Cuéllar, cofundadora del medio colombiano Sentiido ha expresado su preocupación por la “poca o nula formación en temas de diversidad en las universidades, y mucho menos respecto de temas LGTBQ+”. Una opinión que se repitió cuando, en el marco del Festival Gabo 2020, periodistas de Sentiido, Colombia Diversa y Agencia Presentes dictaron un taller para explicar algunos errores comunes de los medios que caen en errores como: “exotizar las identidades travestis y trans con el fin de generar morbo, invisibilizar las violencias contra personas LGBT+, usar un enfoque estigmatizante de las noticias, no usar la terminología adecuada, no incluir suficiente contexto en las historias, hablar del pasado de una persona trans (incluido su nombre anterior) innecesariamente o equiparar una orientación sexual o una identidad de género con un estilo de vida, entre otros”.
Un ejemplo de este tipo de periodismo revictimizante hacia las personas trans es la columna que el periódico Milenio publicó a principios de este año del escritor Román Revueltas Retes llamada “Soy transgénero y te rompo el cráneo”. En ella Revueltas critica la presencia de mujeres trans en categorías femeninas del deporte y, para probar su punto, menciona el supuesto caso de Fallon Fox, una atleta de combate que “le fracturó el cráneo a Tamikka Brents, su adversaria, en una pelea que apenas duró dos minutos, en 2014”. Poco tiempo después de que se hiciera viral la noticia, la audiencia misma aclaró que el caso al que él se refería era una noticia falsa y el medio tuvo que añadir la siguiente nota al final de la columna que, por cierto, nunca bajaron y sigue publicada: “La referencia del autor es errónea, la misma Fallon Fox lo aclaró el año pasado en una publicación en su página de Facebook. Enterado de su yerro, Revueltas prepara una corrección que aparecerá en este mismo espacio en breve”.
Y mientras que a columnistas que esparcen mentiras les dan el beneficio de la fe de erratas, e incluso mantienen sus textos publicados a pesar de saber que son falsos, a otras columnistas como Láurel Miranda sí las censuran. El mismo periódico, Milenio, en el 2021 borró una de las columnas de Láurel sobre el feminismo transexcluyente después de que colectivas como Brujas del Mar ejercieran presión en las redes sociales. Al respecto Miranda nos dijo que:
“hay una contradicción que los medios de comunicación no terminan de resolver y no creo que la vayan a resolver pronto porque, desafortunadamente, en México todavía tenemos esta premisa de que los medios tienen que ser objetivos y neutrales y no tienen que tomar partido. En ese no tomar partido, los medios están intentando quedar bien con las feministas radicales, grandes clientes, y con la comunidad trans. En ese camino están siendo incongruentes con su línea editorial. A eso hay que sumarle que la mayor parte de medios hegemónicos en México están conformados y liderados por hombres blancos y heterosexuales en los cuales es muy fácil que el pensamiento terf prenda. Si los medios de comunicación están en manos de ese tipo de personas ¿qué podemos esperar? Me parece que el discurso terf ha azuzado el pensamiento cisheterosexual de estos hombres que están frente a los medios de comunicación y les han dado legitimidad para sacar a relucir su transfobia”.
De acuerdo con la Alianza de Medios Mexicanos, solo el 8% de los medios de comunicación son dirigidos por mujeres. El Instituto Reuters también ha analizado la desigualdad de género en el liderazgo a partir de un estudio a 240 grandes medios digitales concluyendo que en promedio las mujeres ocupan el 21% de los 179 puestos jerárquicos en las redacciones de los 240 medios analizados pero el porcentaje varía por país: desde un 7% en Brasil hasta un 50% en Estados Unidos.
“La persona que define qué es noticia tiene importancia práctica y simbólica. Quienes ocupan los principales puestos editoriales ejercen poder e influencia y representan tanto a su organización como a la industria en su conjunto”, explica el Instituto Reuters.
A finales de septiembre de este mismo año, la comunicadora Renata Turrent invitó a su programa en Capital 21, un noticiero oficial del Gobierno de México, a Mauricio Dimeo y Itzel Suárez, activistas transexcluyentes, que hicieron comentarios como “la teoría queer invade los espacios feministas”. Cuando la comunidad trans expresó su preocupación porque en un programa pagado con dinero público se invitara a personas de ultraderecha sin ningún contrapeso en sus discursos, personajes como Dana Corres, Violeta Vázquez-Roja de la revista Chamuco, Antonio Attolini de Morena y antes de Yo soy 132, salieron a reclamar: ¡censura!
Para la abogada colombiana Matilda González Gil existe un lenguaje de manipulación con el que les agresores se victimizan a través del miedo a ser canceladas sin observar la realidad:
“Son personas escribiendo libros, recibiendo premios, en cargos directivos. Mientras la realidad de las mujeres trans, o por lo menos mi realidad en Colombia, ha sido de censura, falta de pagos y renuncias porque mi jefe era un maltratador horrible con todas las mujeres y conmigo peor por ser una mujer trans. Me sentí sola cuando hice estas denuncias contra un medio de comunicación ‘progre’. Sentí poca solidaridad de la gente cercana, una lealtad súper tóxica en la que nosotras somos daños colaterales y, como nunca hay una pelea por nosotras, como nadie va a tomar posición, se vuelve algo muy desgastante. Cuando hablas de los efectos del terfismo, el impacto que ha tenido en mi vida es que es tolerado en ámbitos de derechos humanos y cuando he querido defenderme, muy poca gente toma posición. No es visto como un discurso de odio, sino como una opinión aceptable. Eso es lo que está en juego: La idea de que nuestras vidas valen menos”.
González se refiere al programa “La Prohibida” del periódico colombiano El Espectador estrenado en abril de 2018. La dirección de El Espectador, encabezada por Fidel Cano, invitó a González a colaborar sin formalizar el pago ni las condiciones laborales, pero cuando el programa comenzó a ganar audiencias, Matilda González solicitó formalizar su participación en un espacio que había ayudado a construir como profesional, pero también aportando experiencias personales. Sin embargo, no lograron llegar a un acuerdo sobre las ganancias que le correspondían a González (ellos le ofrecían 10% y ella solicitó 40%), y al final el periódico bajó el contenido.
La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) envió una carta a ambas partes el 22 de marzo de 2019 confirmando que hubo censura: “Frente a una discusión civil sobre derechos de autor, El Espectador impuso unilateralmente consecuencias sobre la libertad de expresión censurando el acceso a contenido previamente disponible”.
En Inglaterra, según varias de nuestras entrevistadas, hay un incremento de artículos alarmistas transexcluyentes en la prensa, razón por las que la mayoría de las referencias de “noticias” de las terfs vienen de esa región. Por otro lado, en Estados Unidos hay periódicos como The New York Times y la cadena de noticias Fox, que han tenido invitados transfóbicos cuyas columnas y participaciones siguen girando en internet.
La organización de defensa legal sin fines de lucro en Estados Unidos Southern Poverty Law Center informó el año pasado que había rastreado un incremento en los ataques de la ultraderecha a las personas trans y la revista Valeurs Actuelles ha hablado de una “epidemia trans”. La derecha transfóbica en los medios es un tema que ya ha sido analizado antes y va más allá de los países que aborda este reportaje. Sucede también en la revista francesa Marianne, por ejemplo, una publicación online islamofóbica que escribe sobre la “ideología transactivista”. En República Dominicana, una de las figuras públicas que repiten este discurso es una periodista llamada Argénida Romero.
Una de las censuras más sonadas en los últimos años sobre el tema del transactivismo sucedió en septiembre de 2021 en un proceso editorial compartido entre Reino Unido y Estados Unidos. Volcánicas habló con la periodista Jules Gleeson, quien entrevistó a la filósofa feminista estadounidente Judith Butler para el medio The Guardian de Estados Unidos.
Jules Gleeson es una escritora trans que nació en Londres y vive en Viena. Ha sido ampliamente publicada y ha realizado conferencias alrededor del mundo además de hacer comedia stand-up. El año pasado coeditó la antología ‘Marxismo transgénero’ y está escribiendo un libro sobre la liberación intersexual desde la década de 1990 hasta el presente. Desde hace una década ha estado interesada en las cuestiones teóricas sobre crítica de género aunque la entrevista a Judith Butler fue algo que le ofrecieron, no algo que ella buscara.
Gleeson explicó en entrevista con Volcánicas que, aunque la sede principal del periódico The Guardian está en Londres, también hay un The Guardian en Estados Unidos con una organización, supuestamente autónoma y con algunos contenidos de explícito apoyo a las personas trans. Por esta razón la editora (a quien prefirió no nombrar) se acercó a ella y le dijo que The Guardian US (Estados Unidos) era muy diferente a The Guardian UK (Reino Unido): “Lo creí al pie de la letra y por esa razón estuve feliz de aceptar la entrevista que, obviamente, sabía sería algo controversial, porque de todas maneras se leería en Reino Unido y las entrevistas anteriores con Butler habían provocado cierta controversia en internet entre las feministas más antitrans. Y aunque es algo que sí quería abordar, realmente no pensaba priorizar mucho eso en la entrevista, especialmente porque Butler ya había hablado sobre el tema varias veces antes”.
Pocas horas después de haberse publicado la entrevista completa, el portal eliminó un fragmento de la entrevista en la cual Butler se refería al feminismo transexcluyente y sus alianzas con la derecha. Como la entrevista completa alcanzó a estar online muchas personas alcanzaron a leerla, guardando y compartiendo ese fragmento que fue posteriormente borrado, supuestamente para que el medio se protegiera de una potencial denuncia.
La pregunta que Gleeson le hizo a Butler, cuya respuesta fue eliminada, se refería a que los movimientos feministas se están volviendo simpatizantes de la extrema derecha, preguntándole si ella creía que esa alianza iba a continuar. La respuesta de Butler fue:
“Es muy espantoso y, a veces, bastante aterrador ver cómo las feministas transexcluyentes se han aliado en contra del género a lado de la derecha. El movimiento en contra de la ideología de género no se opone a relatos específicos de género, sino que busca erradicar, entre comillas, el género como concepto o discurso, campo de estudio o aproximación al poder social. A veces afirman que sólo el sexo tiene fundamento científico, pero otras veces apelan a mandatos divinos de dominación y diferencia masculina. No parece importarles contradecirse. Las feministas terfs, trans excluyentes y las llamadas escritoras críticas de género también han rechazado el importante trabajo de la filosofía feminista de la ciencia, que muestra cómo interactúan la cultura y la naturaleza, como Karen Barad, Donna Haraway, Harmony Hammond a favor de formas regresivas y espurias del esencialismo biológico. La ideología antigénero es una de las corrientes dominantes del fascismo en todos los tiempos, por eso las terfs no son parte de la lucha contemporánea contra el fascismo, que requiere una coalición guiada por luchas contra el racismo, el nacionalismo, la xenofobia y la violencia cultural. Uno que tenga en cuenta las altas tasas de feminicidio en todo el mundo, que incluyen altas tasas de ataque a personas trans y de género queer. Continúan diciendo que el movimiento Antigénero hace circular el espectro del género como una fuerza de destrucción, pero en realidad nunca leen ni estudios de género. Las conclusiones rápidas y temerosas toman el lugar de los juicios meditados. Sí, algunos trabajos sobre género son difíciles y no todos pueden leerlos. Así que tenemos que ser mejores para llegar a un público más amplio. Sin embargo, tan importante como es poner conceptos complejos a disposición de una audiencia popular es igualmente importante para fomentar la investigación intelectual como parte de la vida pública. Desafortunadamente, vivimos en tiempos intelectuales y el neofascismo se está normalizando más”.
Sobre el pedazo de la entrevista que fue censurado, y sobre la amplia difusión que alcanzó a tener dicho fragmento gracias a haber estado al aire completa durante unas horas, Gleeson dijo: “Todo se volvió un poco irónico a medida de que las cosas continuaron. La sección se eliminó en la web. Una cosa importante es que estamos hablando de Estados Unidos que es un país diferente a Reino Unido, algo que tenía en cuenta cuando acepté hacer la entrevista y asumí que el artículo sería editado, publicado y alojado en una de las páginas del sitio web [de Estados Unidos]. Pero lo que parece que sucedió es que al final pasó por el equipo editorial británico. Las personas con una postura más transexcluyente fueron quienes finalmente tomaron las decisiones sobre su edición y el artículo escaló fuera del equipo de The Guardian US. Al final, el periódico de Estados Unidos en realidad no tenía tanta autonomía como me dijeron en un comienzo. Lo que creo es que muchas quejas transexcluyentes alcanzaron a llegar al periódico en el poco tiempo que estuvo publicada la pieza completa. No estoy segura exactamente del grado de organización que hubo, pero claramente hubo muchas respuestas muy, muy rápidas, dentro de la primera hora de la publicación de esta pieza. No quiero ser conspirativa y sugerir que los miembros del equipo editorial de The Guardian en Reino Unido estaban preparando a la gente o alertándola, pero no estoy muy segura de cómo pudo haber ocurrido este tipo de cambio. Mi conjetura es simplemente que se había avisado a una cierta cantidad de activistas críticos de género antes de que saliera esta entrevista”.
Gleeson opina que la censura a posturas que defienden los derechos humanos de las personas trans es cada vez más común: The Guardian UK suele hacer mezclas de publicaciones con columnistas cis obsesionados con el tema transexcluyente y de vez en cuando lo mezclan con contenido protrans, para proyectar una imagen de “neutralidad”. Y esto no se queda en Reino Unido, sino que existen grupos transfóbicos europeos que se presentan con orgullo en otras partes de Europa con pancartas: “Había una especie de terrorismo o de colonialismo en Europa que ahora ha llegado a un punto en el que gran parte del material ha sido traducido al alemán porque se ha vuelto un tema candente en Alemania como en Austria. Estas cosas se están exportando a otros lugares, me han dicho que hay feministas turcas con el mismo discurso y usando el mismo tipo de terminología” dice Gleeson.
Lucy Meadows era una maestra trans de Reino Unido que se suicidó en marzo de 2013 después del acoso transfóbico de la prensa británica. La escuela no tuvo ningún problema en recibirla tras su cirugía de reasignación, pero enviaron una carta a los padres de familia para explicar “la situación” de Lucy, como si la identidad de género de una maestra fuera problema de alguien distinto a ella misma y como si ese asunto de su vida privada mereciera ser difundido y explicado de manera pública. La presión mediática fue tanta que en enero de 2013 ella interpuso una queja en la Comisión de Quejas de la Prensa por el acoso, en especial por un artículo de Richard Littlejohn en el Daily Mail que se titulaba: “No está en el cuerpo equivocado, está en el trabajo equivocado”.
Le preguntamos a Jules Gleeson si señalar los discursos de odio de las personas transfóbicas le parecía un acto de censura y cuáles, según ella, deberían ser los marcos de discusión para abrir el diálogo sin limitar la libertad de expresión, pero señalando los discursos discriminatorios. A esto nos respondió que a las personas transfóbicas sí hay que responderles pero con una atención muy bien planeada y dirigida:
“No estoy en condiciones de decidir qué se puede y qué no se puede publicar. Siento que cualquier publicación que se venda sobre la base de este tipo de discurso y retóricas discriminatorias está poniendo en peligro a personas. Hay un sentido de responsabilidad e implicación de estas publicaciones, así que no veo ninguna razón para no protestar o agitar o presionar para no publicar este tipo de material. Pero también es algo inevitable que si alguien, hoy, quiere encontrar una plataforma para poner esa perspectiva en el mundo, lo hará. Hay un límite en cuanto a la censura de cualquier individuo en particular. El único argumento con el que no estoy de acuerdo es la presión personal hacia alguien, porque eso simplemente los alentará o atraerá más atención. Hay personas haciendo carreras enteras solo por adoptar perspectivas de extrema derecha”.
Gleeson también nos dijo que no se puede desconocer que los medios de comunicación que se lucran con sus publicaciones, usándolas para publicar ideas transexcluyentes y transfóbicas, están generando un daño y eso tiene implicaciones éticas. Nos dijo que algunos medios están haciendo dinero con discursos que dañan a las personas trans y que eso debe hablarse y criticarse abiertamente. Al final de la entrevista, cuando le preguntamos si encontraba una similitud entre el fascismo y el terfismo nos respondió: “Las personas trans entendemos mucho mejor el fascismo que lo que las fascistas podrían jamás entendernos a nosotras”.
¿Qué debemos hacer entonces frente a la violencia trans?
Desde violencias simbólicas como golpear una piñata de la bandera trans, hasta impulsar leyes transodiantes u obstaculizar leyes inclusivas como la Ley Trans en España o el censo con información de identidad de género en Argentina, los hechos muestran que la violencia es hacia las personas trans y no al contrario. Los datos muestan que la supuesta violencia de las mujeres trans hacia las mujeres cis no existe, y si existe, lo hace de forma compleja y no simplista: así como también ocurre la violencia entre mujeres cis. Mientras organizaciones, colectivas y personas trans o no binarias en Latinoamérica intentan sobrevivir y avanzar en la lucha por sus derechos, un sector privilegiado que se hace llamar feminista les ha declarado la guerra.
La mayoría de las personas entrevistadas coinciden en que el terfismo es un discurso al que hay que plantarle frente. ¿Pero cómo podemos oponernos a la violencia por prejuicio sin darles plataforma y sin terminar contribuyendo a su difusión? En España, dice Lucas Platero, lo que no ha funcionado es minimizarlo. Hay una urgente petición de la comunidad trans a no dejarles “soles” ante este odio que está avanzando cada vez más hacia regiones ya de por sí transodiantes y discriminatorias. Pero hay otras activistas que sugieren estrategias distintas a la de la minimización, como dice Peralta:
“Hay que confrontarlas. Un problema que les venimos reclamando a algunas compañeras feministas, sobre todo cisheterosexuales que se dicen aliadas, es que hablen más y discutan con sus compañeras cisheterosexuales transfóbicas. Ahora con la fractura del Encuentro Plurinacional dicen ¡ay, qué tragedia la ruptura del encuentro! ¿Pero qué es lo que van a priorizar? ¿Una unidad a título de qué? Pasemos en limpio. ¿Cuáles son las líneas de alianza? ¿Cuáles son los principios que se están defendiendo? Es decir, hay que tomar más la palabra, hay que tomar posición pública y hay que confrontar al interior de los movimientos de altas esferas. Creo que además hay que exponer todo lo que tienen en común con las derechas religiosas a las que ellas dicen enfrentar. Son sectores totalmente ligados a las empresas multinacionales, a los regímenes neoliberales y al supremacismo blanco en Europa, en América, en África. Hay que exponer que este feminismo transexcluyente está siendo congruente con este tipo de gente. La verdad es que hay cosas muy grandes que se construyen también con gestos pequeños. Todo el mundo puede hacer. Todo el mundo puede no reírse del chiste estúpido en la televisión. Puede decirle algo a su compañero de trabajo. Puede hablar con mi hija que tiene un compañerito trans de la escuela. Mostrar que las personas trans son parte de la vida cotidiana, parte de nuestras vidas, mostrar que son parte de las vidas de otras personas”.
La abogada Matilda González de Colombia coincide en que la estrategia no es el silencio, sino otorgarle plataformas a las personas trans para que sean visibles no solo a través de los ataques y las narrativas terfs, que la agenda transfeminista no esté determinada por el terfismo. Juli Salamanca, de La Red Comunitaria Trans, critica las «aguas tibias» dentro del movimiento feminista: “Acá sí tenemos que pensar juntas y juntes en una estrategia con la que el movimiento feminista vuelva a inspirar y vuelva a permitirnos ser mejores personas y vuelva a permitirnos llenarnos de fuerza, amor, pasión, para hacerle frente al enemigo que está afuera”.
Algunas reflexiones finales
Este reportaje evidencia los vínculos ideológicos entre el terfismo, la iglesia católica y la derecha ultraconservadora, así como la existencia de alianzas entre feministas transexcluyentes y partidos políticos, en su mayoría de derecha, aunque también están presentes, en menor medida, en partidos de centro e izquierda, instrumentalizando al feminismo para negociar sus cuotas de poder.
Las entrevistas, datos e información aquí reunida permite visibilizar más ampliamente la existencia de una articulación internacional abocada a obstaculizar leyes que garantizan los derechos de las personas trans que se sostiene sobre premisas antiderechos que parten de la negación de las identidades y vidas trans, y son violentas no solo contra las personas trans sino también contra feministas transincluyentes y trabajadoras sexuales.
Encontramos que el terfismo se erige como el nuevo proyecto colonialista del Reino Unido y España que se expande por América Latina, desconociendo la existencia de feminismos latinoamericanos, así como sus aportes teóricos y experienciales que demuestran que el sujeto político de la lucha antipatriarcal no lo definen solo las feministas blancas, ni es tan sencillo como pretenden que sea.
El terfismo es, en conclusión, un movimiento esencialista, anticientífico y con una fuerte influencia del discurso religioso que desconoce la diversidad sexual y de género, así como la historia de otras luchas de mujeres y de la propia historia de las personas trans que han compartido espacios y violencias con las mujeres cis.
Pero, aunque las desconozcan, las personas trans y no binarias han existido y existirán y sus luchas seguirán demandando espacios de representación, de reivindicación y de reconocimiento. Esperamos que este reportaje sea de ayuda para desmantelar los orígenes y las formas de operar del terfismo.
CRÉDITOS
Reportería: Katia Rejón y Arlen Molina
Análisis: Katia Rejón, Matilde de los Milagros y Catalina Ruiz-Navarro
Edición: Matilde de los Milagros Londoño Jaramillo
Revisión editorial: Alejandra Soriano W.
Fact checking: Katia Rejón
Consultoría editorial: Matilda González Gil
Ilustraciones: Carolina Urueta y Lina María Rojas