
Hablemos de gestación subrogada, trabajo sexual, alquiler de pluma/escritura por demanda, trabajo doméstico y de cuidados… y del cuerpo como la única moneda de cambio que tenemos para sobrevivir en un cistema-plantación donde la vida está sujeta a garantías y donde los derechos humanos no son gratuitos y solo son dados a una minoría blanca, heterocis, capacitada y con propiedad en el mundo.
El capitalismo es una de las tantas caras del colonialismo, entendiendo este último como una ontología-episteme supremacista blanca que cosifica todo aquello que no sea sí misma, comprendiendo la vida, primer derecho humano, como sinónimo de blanquitud y condenando a la muerte y al trabajo forzado eterno a todos aquellos cuerpos que no son blancos, heterocis y del norte global, con capacidad de acumulación y privilegios de dueñidad, a ganarse la existencia sin herencia y trabajando en condiciones deplorables pero con “dignidad”. Porque el capital no es solo descarnado; también romantiza el trabajo como mandamiento y dignificante aunque las condiciones sean de explotación; al esclavizado domesticado, como al proletario, se le dicta también ser buen esclavo para ganarse el favor. Aquí la conversación nunca será sobre la crueldad del sistema de plantación, que pone a unos cuerpos en condiciones obscenas de pobreza y dominación, en contextos de colonialismo y genocidios, mientras otros, como Elon Musk, acumulan derivado de su patrimonio heredado de esclavistas blancos unos 4 millones de dólares por hora, 66.749 US por minuto y 1.112 US por segundo, según Coincodex. Mientras sostenemos esta ficción capitalista racial, el sistema nos insiste que es importante “ganarse la vida dignamente”, y en trabajo digno entra todo aquello que no sea trabajo sexual o usar en cuerpo fuera de los parámetros de la moralidad blanca occidental.
Esta idea está en el centro del colonialismo y del capitalismo como cistema. Las políticas de despojo, de trabajo precarizado y forzado, de clases y blanquitudes, de extractivismos y saqueo, se entrelazan en todas sus formas, incluyendo sus filosofías del desarrollo, del progreso o incluso religiosas, como la filosofía judeocristiana. Aunque la doctrina más clásica del neoliberalismo nos dice que “hay que trabajar para ser alguien en la vida” y que “se es pobre porque se quiere”, ya el cristianismo más rancio, usado para justificar la no-humanización, exterminio y esclavización de vidas no blancas, negras, indias, marikas, no normativas en “el mundo del Uno”, citando a Aura Cumes, nos decía que para estar vivas hay que trabajar con sudor de la frente, haciendo de la vida un modus de explotación. Ese Uno que es Próspero en el mundo del Calibán, Elon Musk, Trump, Cristóbal Colón y Europa con toda su carga eurocéntrica en el nuestro; es ese mundo donde no caben muchos mundos, como dicen les zapatistas, y donde no hay espacio para mundos en plural, solo para el Uno, para el amo, para el blanco, para la ama, por lo que se precisa de explotación de muchos para sostener tanta riqueza en tan pocas manos.
Esta misma lógica del Uno, en términos de Cumes, e incluso en términos de la propia Chimamanda Ngozi Adichie cuando advierte sobre los peligros de una historia única, es el mundo que se construye en lógica de única forma de vida posible a través de la dueñidad. Vivimos hoy no solo en un mundo de genocidios, brutalidad normalizada y colonialismos actuales, sino de unos cuantos dueños, parafraseando a Rita Segato.Estamos condenadas a in-vivir en una dimensión político-cultural donde el nivel de privilegio económico puede ser tal, que hay personas que no solo pagan por cosas, también por servicios que realizan otros sujetos en menores escalas de privilegio. Este mundo de dueños se ancla en su blanquitud, en sus privilegios raciales, en un mundo racista, en su capacidad de tener y acumular a través del capitalismo financiero, es decir, por medio del valor que se otorgan ellos mismos con la ficción de la moneda. ¿Quién puede tener las suficientes monedas para comprar y acumular? Ese sentido aditivo es lo que permite lo vivible; la vida se paga, no es gratis, no es un derecho en la colonialidad, y negarlo es reconocer que estamos viendo desde un privilegio que nos impide ver, porque nos beneficiamos de la estructura, porque seguro contamos con monedas, con derechos ya pagados y con la imposibilidad de entender que hay gente que tiene como moneda de cambio el cuerpo. No es casual que las que nunca han sido putas sean en su mayoría las que quieren criminalizar el trabajo sexual. Tal privilegio muchas veces no nos deja ver que, al no tener las monedas suficientes y solo un cuerpo no humanizado con el valor dado por el cistema colonial financiero que permite el pago de la vida, es nuestro cuerpo-carne una clase de medio que permite transaccionar nuestra vida para matenerla; vida que ya viene sin herencias ni garantías. En un mundo capitalista racial donde el trabajo es aobligatorio, y es la única condición para posibilitar “derechos”, ficcionados por el Estado, oponerse al trabajo sexual u otro tipo de prestación de servicio con el cuerpo, solo se puede sostener desde el privilegio de clase.
Es duro, pero es así. Esto no es un accidente. Que nuestro cuerpo devenga moneda de cambio es parte del diseño original del capital sentado en la colonialidad de poder que, citando a Aníbal Quijano, es un patrón global que administra todos los recursos del mundo, incluyendo la producción de subjetividades en términos racializados, empobrecidos, etc. Es decir,que lo negra, lo pobre y lo india que somos se produjo para que, en mis términos, nuestra existencia devenga moneda de valor para sostener el gasto que la supremacía blanca, incluyendo a Chimamanda que, pese a ser una mujer racializada, reproduce lógicas blancas, puede gastar, porque la acumulación de riqueza sin cuerpos a explotar no tiene sentido, por eso es urgente abolir el capitalismo y no joder a las putas. Por eso el capitalismo es una forma de colonialismo puro y duro, y no hay justicia en él.
Dicho esto, obviamente nos vemos frente a un gran problema, que no es la gestación subrogada, el trabajo sexual ni que nuestro cuerpo muchas veces sea la única moneda que nos permite hacer transacciones en un mundo donde, si no transaccionamos, estamos destinadas a morir, derivado de que la vida y los “derechos humanos”, hoy y en la colonialidad capitalista, son un bien privado. Sería interesante quizás hacer una huelga global, para hacer caer el cistema heterociscapitalista blanco y exigir, como demanda principal, la gratuidad de la vida y la abolición de la democracia del Uno, que hoy da forma al mundo y elige presidentes fascistas.
En este punto quiero que se comprenda que no defiendo el trabajo sexual o la gesta subrogada por ser actos bondadosos en en sí mismos.
Comprendiendo lo anterior, introduzco el caso de la autora feminista blanca Chimamanda Ngozi Adichie quien, por medio de gestación subrogada, tuvo gemelos en Delaware, Estados Unidos, donde este proceso es legal. Mi uso de legal aquí no es sinónimo de legitimidad; la legalidad en un mundo colonial, racista, blanco, cisheteropatriarcal y de dueñidad, como he explicado, es otra forma más en cómo la supremacía del capital y blanca se gestiona a sí misma para permanecer. Así como los derechos humanos son privados y son derechos de blancos, el derecho que construye el imaginario de lo legal es una herramienta privada que cuida la propiedad y las jerarquías heteroCISraciales. Sin embargo, les convoco a ser finas en el análisis y a no permitir que las arrastren al suelo para hablar, entendiendo que nuestro foco no es criminalizar o condenar moralmente algo en el capitalismo racial, tampoco es definir qué es válido y qué no dentro de la plantación del capitalismo, o defender o no el derecho, sino cuestionar la estructura colonial que nos moldea y que nos obliga a todas, sin excepción, a vender servicios y productos usando nuestros cuerpos. No olvidemos que ninguna es realmente autónoma en la plantación; estamos todas obligadas a trabajar, a menos de que seas ama y tu trabajo sea esclavizar. Recordemos que en cualquier trabajo puede haber prácticas de explotación, y que diferenciamos la trata de las decisiones ya gestionadas por el capital, que muchas nos vemos obligadas a ejercer, dentro de la autonomía acorralada que nos da el sistema de poder, es decir, no es que sostengan que el trabajo sexual o gestación subrogada sea una panacea, es que si nos molesta, es porque chance el capitalismo debe llegar a su fin. Si no te molesta igual -feminista blanca- la crisis de vivienda y la acumulación de techos en manos de ricos para hacer negocios, que no te molesten otros tipos de renta.
En términos de oferta y demanda, criminalizar la demanda para eliminar la oferta es ser punitivas con los sujetos, que muchas veces usan las condiciones materiales que poseen para seguir viviendo contra todo pronóstico. Oponerse que cierto sujeto use la única opción de transacción que tiene para pagar la vida privatizada por el capital, se llama privilegio.
Chimamanda, una feminista blanca que solo incomodó cuando rompió uno de sus pactos
A esta altura quiero dejar algo claro: Chimamanda es una feminista blanca; una mujer que, derivado de sus ideas, planteamientos neoliberales teorizados en clave feminista liberal, no afincados en un antirracismo radical, en lo antidescolonial, anticapitalista, contra heterocisexista, reproduce los planteamientos básicos del feminismo ilustrado, como la idea de mujer universal que comparte la misma opresión de ser y nacer mujeres, poniéndola en el mismo lugar a ella, a Ursula von der Leyen y a una mujer palestina en medio de un genocidio con una bomba en la cabeza, siempre y cuando esta palestina no sea trans, solo tenga una vulva entre las piernas, creyendo que todo cuerpo con pene es privilegiado en el patriarcado racista. Porque Chimamanda, al igual que el feminismo blanco, es esencialista de género y transfóbica. La idea binaria cisgénero es una filosofía colonial de blanquitud; no cuestionarla y reproducirla es una forma de ser blanca.
Ella es un producto del mercado blanco y vende la historia de mujeres negras para mercados de feministas blancas y la escena del empoderamiento feminista, rompedora de techos de cristal. Por esto, es importante decir que lo negra no quita lo neoliberal, lo transfóbica, lo racista incluso, porque la idea de mujer universal sin la lectura en clave de colonialidad moderna de género, citando a María Lugones, aunada a su desconexión con mujeres negras antirracistas y anticoloniales, como la nigeriana Oyèrónké Oyewùmí, que explica que la categoría mujer es una categoría histórica inventada por una historia occidental y que el género es una construcción impuesta extraterritorialmente por una lógica eurocéntrica en el marco de los procesos de colonialismo europeos, naturalizando esta bio-lógica que construye la idea de mujer cis universal que defiende Chimamanda, dejando de ver que las travestisnegras, mujeres trans racializadas, negras y otras disidencias de género, somos cuerpos víctimas no solo del patriarcado, a lo que ella se opone, sino también del colonialismo que nos ha robado todo. Por lo que Chimamanda es una feminista blanca, es un sujeto negro que se ha creído la promesa del amo, una racializada domesticada.
Frantz Fanon teorizó sobre el problema colonial de “inferioridad” de los sujetos negros por su vivencia en un mundo de blancos. Como el negro no era hombre, podríamos decir que la negra tampoco es mujer, y recupero a María Lugones cuando habla del género como categoría colonial; ese no ser hombres y mujeres, porque solo los blancos lo son, en términos de Fanon, ha llevado al “hombre negro”, y yo añado a la “mujer negra”, a usar máscaras blancas, a querer ser blancas, y creo que podemos decir, que Chimamanda es un buen ejemplo de una piel negra con máscara blanca; es la mujer negra feminista que quiere el feminismo blanco. Han pasado 16 meses del genocidio en Gaza y ha permanecido en silencio, porque prefiere mantener sus pactos en el neoliberalismo y el feminismo blanco que pronunciarse contra el colonialismo sionista, que siempre implica una demanda colectiva y costos personales. Cuando denuncias el genocidio pierdes privilegios y se cierran puertas, y quizás Chimamanda solo está dispuesta a que estas puertas se cierren a cambio de su maternidad. Su deseo sigue siendo individual. Es blanca, porque trata de pasar por blanca con su máscara, por eso es transfóbica y una escritora negra exitosa en lógica pop, a la que de vez en cuando se le cae la máscara cuando no es coherente 100% con lo que juró defender: el feminismo blanco liberal mainstream.
En Piel negra, máscaras blancas, Fanon escribe «¡Oh, cuerpo mío, haz siempre de mí un hombre que interroga!». Quiero traer esta cita porque el escándalo detrás del caso de gestación subrogada de Chimamanda, está el hecho de la ruptura de la sororidad y el desencuentro involuntario que tuvo Chimananda con las ideas hegemónicas del feminismo blanco al que ella se adscribe, es decir, el feminismo blanco puede estar de acuerdo con que Chimamanda sea terf, porque la cisgeneridad y la construcción del sujeto político del feminismo blanco es esencialista, universal y biologicista. Por esa razón la mujer cis es sionista y la más nazi puede ser feminista y sujeto político con todo su racismo, porque nadie le quita lo mujer, según el feminismo blanco lo trae entre las piernas. Pregúntense ¿quién le quita la experiencia de su ser mujer a la reina Isabel II, colona genocida y responsable del exterminio en Palestina, o la neoliberal Margaret Thatcher? Genocidas, colonas, racistas, pero mujeres, al final. Chimamanda, siendo negra, abraza esta idea de la mujer universal, por eso su transfobia es abrazada por el feminismo blanco.
Chimamanda ha expresado planteamientos problemáticos en torno a las mujeres trans/travesti como cuando dijo: “Si has vivido como hombre con privilegios que el mundo otorga a los hombres y luego cambias de género me resulta difícil aceptar que podamos equiparar tu experiencia con la de una mujer que ha vivido desde el principio como una mujer”, dejando claro no solo su transfobia, sino su idea de mujer, que es una idea biológica, determinista, esencialista, convencida que todas las mujeres del mundo son oprimidas y todos los cuerpos con penes, opresores predeterminados o con privilegios instalados de fábrica, cuando muchas veces, antes de ser quienes somos, fuimos y seguimos siendo las marikas las abandonadas y castigadas por hombres y mujeres, del régimen cis. Ella reproduce un feminismo binario, cisgénero y heterosexual, abonando en su análisis cultural cisbinario en la lógica de la definición de mujer buena – oprimida en relación con lo opuesto que siempre son los varones, todos iguales y patriarcas, dejando ver que no tiene un análisis histórico en clave colonial de la construcción del sexo y el género. Todo esto evidencia que Chimamanda es una feminista blanca, y su rol en el mundo de la literatura feminista es un lugar cómodo, tanto para el feminismo blanco como para el neoliberalismo. Dicho esto, Chimamanda es una mujer con piel negra y una máscara blanca, queriendo ser como las amas.
Con el asunto de la gestación subrogada las feministas blancas-blanquedas vieron un poco la máscara, y esto fue lo que provocó su malestar. Por supuesto, no les indignaba tanto la transfobia y el discurso de odio de Chimamanda. Pero Chimamanda tampoco es víctima aquí; los señalamientos que ha recibido no son porque sea negra, aquí no hay racismo. Las negras solo molestan cuando buscan el deslabonamiento de la casa de la ama y el amo, y ella nunca ha perseguido eso. Ahí nos ven violentas. Chimamanda es una buena inquilina de la casona en la plantación del feminismo blanco. El malestar viene porque el feminismo blanco, siempre terf, mal llamado “abolicionista” del trabajo sexual, esencialista de género, liberal, emprendedor, etc, notó que Chimamanda rompió el pacto con ellas y no por negra, porque mientras se usa máscara blanca, sobrevivir es posible en la heterocis-plantación, sino por violar unos de los puntos de acuerdo principales del feminismo blanco, que es: seremos punitivas, condenaremos a las personas, criminalizaremos a putas y a sus prácticas amorales de sexualidad, defenderemos el cuerpo de las mujeres como templo y que a nuestro entender, cosifican el cuerpo cis natural de la mujer, sin ser tan radicales como para condenar a la muerte el capitalismo racial y colonialismo, que es la arquitectura que provoca todo el horror del mundo. Defenderemos el aborto como derecho, pero nos opondremos al uso del cuerpo si quiere, por el contrario, hacer un contrato para parir para solucionar su proyecto de vida. Chimamanda fue transparente, subrogó gestación, jugó en los términos del capitalismo tardío y con eso el feminismo blanco no puede, porque una feminista blanca no cuestiona la colonialidad del capitalismo racial como origen posibilitante de todos los asuntos de muerte, pero sí persigue penalmente a las malas víctimas que usan su cuerpo para dar servicios, todo mientras viven en un mayor escala del privilegio.
Chimamanda es blanca y tiene más en común con J. K. Rowling que con una travestinegra afrocaribeña naturalizada mexicana después de 12 años de lidiar con el racismo institucional de Migración, pero tomaré su caso como pretexto para hablar sobre gestación subrogada.
5 apuntes sobre la gestación subrogada
1. TODAS NOS ALQUILAMOS. Decir que no es lo mismo limpiar 5 casas al día por dinero, limpiar y barrer calles en la madrugada, tomar 12 horas de llamadas de personas -muchas insultándote- en un call center de un banco o de cualquier empresa, ser mesera, camarera en varios resultantes prácticamente sin paga y por propinas “generosas”, escribir reportes para ONGs blancas del norte global sobre cómo necesitamos ser desarrolladas y mejores feministas en las comunidades, escribir por demanda, generar contenido que enriquece a los tecno-bros porque tu entrada económica está sujeta a tus redes sociales, trabajar en una maquila 10 horas, tomar dobles turnos, ser obrera, meterte a la policía no porque creas en ella sino porque es un trabajo para vivir, ser la primera graduada en tu familia, abogada, e igual vivir al límite porque eso no significa que cobras bien, porque los despachos y sus élites son impresentables, llevar 300 casos al mes como abogada pública y ser mal pagada por el Estado, trabajar en una asociación civil por 10 mil pesos al mes y sentirte orgullosa de estar en una AC feminista y vivir al límite con la plata, etc, y creer que estos trabajos de mierda junto a todos los demás -a menos que seas rica, hayas heredado y seas blanca- son mejores que ser puta, mamar, y meter y sacar por unas 4 o 5 horas al día o en la noche; cobrar por subrogar tu útero por unos meses para resolverte la vida, comprar una casa, pagar alguna formación, pagar la vida precaria de tus otros hijos o resolver algún problema de salud en este sistema donde la salud es privada, solo se puede sostener desde la ignorancia, el privilegio y el feminismo blanco que acepta el capital pero no aquel donde usemos el culo y el vientre para vivir, porque eso altera su idea moral de un sujeto universal mujer y el territorio de la sexualidad blanca, siempre objeto de protección. Recordemos que las mismas que atacan a Tokischa son las putofóbicas, y no es casual, es feminismo blanco.
Esta lógica viene de la moralidad sentada en esa idea de mujer universal del feminismo blanco, que romantiza el cuerpo de las mujeres y lo entiende sin agencia, siempre en condición de oprimido. Agencia que no es del todo libre, sino supeditada, como sucede con la ficción de nuestras democracias; elegimos dentro de lo peor, previamente elegido por unos, pero “elegimos”. Así sucede con las decisiones y la agencia en el capitalismo racial. Decidimos, a veces, cómo nos explotan. Aquí las feministas blancas prefieren verte explotada como mesera en una cafetería feminista que como puta o gestando por otras, mientras puedes, por unos meses. Esta idea deja ver la crueldad del capitalismo y de todas sus formas de trabajo. Deja ver que el patriarcado no se lee solo, y que las mujeres no se liberan solas, si no desmantelamos la colonialidad que hace posible el capitalismo que compra todo y acumula todo. Esta postura putofóbica y prohibicionista de la gestación subrogada solo se sostiene porque el feminismo blanco basa todo su análisis en el género, entonces solo ven mujeres y hombres, y no la estructura y el patrón global colonial que hace la vida de las mayorías miserables, y los genocidios parte de los paisajes de exterminio que contemplamos todos los días. En este sentido, cierto feminismo blanco solo quiere ser oprimido en cuanto mujeres, pero mantenerse opresoras en relación a su clase y raza, ocultando su sitio de privilegio y exhibiendo en todo momento su posición de mujer como oprimida, pero al mismo tiempo salvadora de otras. Por eso tanto el trabajo sexual como la gestación subrogada no deberían ser asuntos prohibidos, el capitalismo es lo que debería ser abolido.
Este enfoque particular que hace el feminismo blanco con el trabajo sexual o la gestación suborgada es selectivo, no se activa frente a otros trabajos en el capital que generan opresión, solo contra aquellos que adulteran la moralidad sexual blanca de lo que significa ser mujer, que es la moralidad de la ama burguesa o blanqueada. El cuerpo de mujeres puede ser explotado, incluso bombardeado en el capitalismo colonial, pero solo la gestación subrogada y el trabajo sexual generan revuelo porque lo hacen “solo mujeres”, cosa que no es cierta, pues no solo las mujeres tienen capacidad de gestar. Esta afirmación la negarán, porque detrás de una “abolicionista” del trabajo sexual o de la gestación subrogada, seguramente habrá una terf esencialista de género. Por eso son defensoras de la pulcritud de todas.
2. “¿POR QUÉ MEJOR NO ADOPTAN, si hay muchas infancias nacidas que necesitan ser acogidas y amadas?”. Totalmente de acuerdo. Sobre este argumento hay que recordar dos cosas, la primera es que la gestación subrogada no altruista, comprendida como una transacción en el capitalismo de alguien puede pagar a quien, a cambio, brinda un servicio, es una práctica inscrita en el neoliberalismo donde el sentido de relacionamiento no es colectivo ni comunitario sino individual. No hay neoliberalismo sin individualidad, sin la ruptura de la noción de comunidad y apoyo mutuo-colectivo. Esto provoca que la gran cantidad de infancias nacidas necesitadas de hogares no sean atractivas para quien las podría mantener, porque se perciban como ajenas, de otros, nunca propias, y necesitan seguir reproduciendo la idea de consanguinidad como única forma de vínculo familiar, sobre todo, para propósitos de dueñidad, propiedad y herencia. Es un deseo de ser madres o padres basado en la idea tradicional de familia, que juega su rol en el capitalismo y en la idea de humanidad que hoy in-vivimos. La segunda cosa es que, como hay demanda, hay oferta en el capital, y tú y yo debemos de entender que chance no estamos en la “necesidad” o urgencia, pero este argumento de la adopción no responde a la voluntad comprada de la persona que realiza la subrogación, que a ella, él o elle, sí le conviene hacerlo por 9 meses para luego resolver, quizás su vida, por unos años. Y que si no estamos dispuestas a criticar el capitalismo que cosifica y precariza la vida, nuestra mejor opinión es callarnos, a menos que tengamos certeza de que no estamos frente a una relación contractual dentro de la legalidad del capital, no para decir que eso está mal, sino para denunciar cuando corresponda una situación de trata. Pero si no es el caso, aplica aquí un “cállate blanca”. Enfocarnos en criminalizar o penalizar el trabajo sexual o la subrogación es un enfoque no solo punitivo, prohibicionista y blanco, sino que nunca es una opción si hay gente que ha decidido, con sus límites, sobrevivir por ese medio, rechazando otros trabajos de mierda.
3. “ESTÁN VENDIENDO EL CUERPO”. ¡FALSO! Usamos el cuerpo, como todo el mundo lo usa, para trabajar y prestar servicios transaccionales. Eso no significa que te das al otro, sino que realizas una acción y cobras por ella. Todes vendemos tiempo en el capitalismo racial. Quien toma 100 llamadas al día de gente que le insulta o para vender tarjetas de crédito, quien limpia 5 casas al día, quien hace 30 entregas de comida en bicicleta sin seguro médico en avenidas hechas para autos, la profesora a la que le pagan la hora a 150 pesos y por más clases que de, está precarizada, varones trabajando en construcción sin seguro médico accidentándose a diario, migrantes en campos agrícolas siendo fumigados junto a las plantaciones por herbicidas, etc. Todos los trabajos en el capitalismo tardío son opresivos y atravesados por distintas dinámicas de violencia y poder, pero todos trabajos. Es cierto que no todos son iguales, que hay unos peores que otros, y que los peores los hacen cuerpos empobrecidos y prietos, por lo que nunca el camino es criminalizar el trabajo de racializadas y empobrecidas, que hacen lo que hacen porque encuentran una demanda, sin antes oponernos con mayor contundencia al orden que hace real el vivir para el capital. Aquí no aplica el “no digo que el capital está bien, soy anticapitalista y estoy en contra del trabajo sexual o la gestación subrogada”, mientras tú no haces ese trabajo. La postura adecuada ante el trabajo sexual y/o la gestación subrogada, que no es igual a trata, es que, mientras la gente tenga que sobrevivir, pueda tomar sus decisiones sin que otras la juzguen por eso. Nadie elige libremente en el capital, incluyéndote. El consentimiento no es libre y romántico en el capitalismo; se compra. Hay que ser muy blanca y privilegiada para pensar que este se da libremente en algún trabajo. Nunca puede ser nuestro objeto la abolición de un trabajo donde hay gente organizándose, ganándose la vida y exigiendo derechos, en un sistema donde nuestra existencia dependa de una moneda de cambio, sea cual sea la chamba. Por lo que lo único que podemos decir es muerte al capitalista sin meternos con la gente. Les aseguro que aboliremos muchos trabajos imaginando el fin del capital colonial.
El único trabajo que queremos abolir es el que le permite a una casta blanca tener los medios para acumular y ser ontológicamente dueños. Eliminando este, les aseguro que el mundo será diferente. Si la que subrogara o la trabajadora sexual fuera víctima de la coacción del crimen de trata, estaríamos denunciando un crimen como cuando pedimos la liberación de Palestina, aún sabiendo que vivimos en la colonialidad global. Pero cuando estamos ante sujetos que usan sus cuerpos de otros modos no convencionales dentro de la moral blanca para sobrevivir fuera de la coacción y dentro de los límites de “elegir” en el error de mundo capitalista que habitamos, donde las opciones están preelegidas-destinadas al cuerpo pobre-racializado, entonces no jodamos, porque todas estamos ahí, todas nos vendemos. De hecho, escribo esta columna porque es una entrada económica que se suma al cochinito de la renta -porque el techo se paga, no es un derecho y el Estado no ayuda- no porque quiera invertir este tiempo en esto. Porque defender libertades no es fancy, se romantizan los procesos de denuncia y de activismo de personas defensoras, que escribimos, hablamos y protestamos no porque sea más digno, sino porque es urgente, una necesidad política, y porque mi lugar de denuncia y los privilegios que me atraviesan me lo permite, pero sigue siendo trabajo y también precarizado. Todas hacemos cosas usando nuestro cuerpo por dinero. Se brinda un servicio, no se vende el cuerpo, porque el capitalismo no quiere comer nuestra carne negra, palestina y puta, quiere lo que podemos hacer con estas carnes de fronteras.
4. MATERNAR NO ES IGUAL A GESTAR, por eso no es maternidad subrogada, es gestación subrogada (lo que mucha gente llama “vientre de alquiler”). La maternidad y paternidad son procesos de tiempo y de cuidado. Solo se materna cuando se acompaña y cría. Pasa igual que con el tema del aborto y el embarazo, por lo que es urgente precisar la diferencia entre subrogar un vientre y el proceso de maternar a una persona, porque unificarlos es tramposo y su uso confuso es funcional para fines moralistas del feminismo blanco y grupos conservadores, que romantizando en clave de maternidad biologicista, profundizan el mito del destino que asocia la maternidad-estar embarazada con el ser mujer, en su sentido creacionista, reproductivo y de crianza, buscando condenar a quienes prestan su útero para la subrogación para comer mejor. Trump y los grupos conservadores quieren que “las mujeres paran muchos hijos”, pero solo en el marco de la familia tradicional cristiana. Ese puritanismo ya fue. Lo que les hace falta a todas las feministas blancas – blanqueadas es ser más antirracistas y anticapitalistas, y menos feministas, les aseguro que es más radical. “Pero si aceptamos la subrogación, también es válida la venta de órganos”. No es lo mismo, prestar un servicio a vender un riñón o cualquier parte del cuerpo. Vendiendo órganos no se sobrevive, se muere. La diferencia para separar estos asuntos y no caer en análisis reduccionistas y terraplanistas, es identificar cuándo se mantiene la integridad del cuerpo y cuándo no, en dónde están presentes la trata y la coacción y en dónde no.
5. EL CONSENTIMIENTO DENTRO EL CAPITALISMO NO ES COMPLETAMENTE LIBRE, o en todo caso se compra. O quizás no hemos entendido que el consentimiento no es una idea romantizada, sin deseos ni intereses de por medio. Se puede consentir para ganar algo, para comer, para sobrevivir, no necesariamente se consiente por amor y desinterés; eso reproduce la tan violenta y arraigada idea del amor romántico que lo aguanta y soporta todo, que es heterocisexual y reproductivo. Asumámoslo, hay personas que realizan trabajo sexual o “alquilan su vientre” porque les resulta mejor opción que hacer otras cosas. Incluso, muchas andan con parejas y hasta se casan, consintiendo por interés; es real, no finjamos. ¿Y saben qué? Está bien. El problema es nuestra moral blanca. Muy en el fondo nos sentimos mejor si alguien nos dice que conduce un Uber por las madrugadas a que nos diga que es puta o que “alquiló su vientre” y ahora tiene un techo. Los argumentos que dicen “si tuviera otras opciones no lo haría, o nadie sueña con ser puta o “alquilar su vientre”, son argumentos que solo se pronuncian desde el privilegio de quienes han tenido otras opciones y responden a otros contextos. Yo, si tuviera otras opciones, no estaría hoy haciendo muchas cosas, y seguro tú tampoco. Tampoco nadie sueña con ser sirvienta, maquilera, barrendera, recogedora de basura, profesora explotada, etc. Una es en sus contextos y situaciones, por esto es importante no enfocarnos en criminalizar a la gente, sino en señalar que el cistema económico-político-capitalista hace el mundo invivible. Enfocarnos en las putas o en quienes gestan para otres es un error político. Mientras haya capitalismo colonial, lo único que nos queda es apoyar a las precarizadas para que tengan derechos laborales y que le salga caro, en términos de prestaciones y derechos, al cistema de muerte, mientras luchamos por el fin de la colonialidad-capitalista. Hay que dejar de entender el consentimiento como una acción de amor y desprovista de interés; el consentimiento, en su defecto, es un requisito previo en el marco de una transacción, al menos en el capitalista heterocispatriarcal blanco. Aunque no sienta nada por el cliente puedo realizar una serie de acciones que no dañen mi integridad física personal, que me beneficien directamente, y a cambio de esos beneficios doy mi consentimiento, que tiene límites y se retira al violentar las condiciones y tiempos del servicio que ofrecí. Muchas veces hemos realizado acciones sin coacción y manifestando voluntad de acuerdo, solo por el pago o beneficio que recibimos a cambio. ¿Cómo hemos aceptado el consentimiento de un trabajador minero pobre, en una comunidad objeto de extractivismo, al prestar sus servicios a una transnacional del norte global para meterse a una mina de la que quizás no salga vivo, o del repartidor de comida en bici precarizado y sin seguro, y no la posibilidad del consentimiento de una puta u otra que subroga? Pero este mundo es tan putofóbico, racista y blanco que parece que les molesta más el trabajo sexual o que una persona resuelva su vida usando todo su cuerpo, que el daño y la violencia colonial de empresas y transnacionales del norte global que amasan todas las riquezas y explotan todos los cuerpos del mundo. Es urgente matar a los policías morales que llevamos dentro.
El argumento que dice que hay que atacar la demanda para que no exista una oferta, aparte de punitivo, es tramposo y parte de la ignorancia y el privilegio de quien no ha tenido que sopesar sus opciones. Considerar el trabajo sexual, por ejemplo, es la opción más viable para muchas dentro del capitalismo tardío. De la única manera que se podría abolir la demanda, es si no existiera un mercado, con sus lógicas organizativas que subjetiva todo en el neoliberalismo, los sistemas de moneda, de valor, dueñidad y acumulación. Es decir, hay ofertas y demandas porque el capital las propicia. Perseguir a clientes es joderle la vida a las otras que consideran ese trabajo como opciones menos malas de las que tiene, es quizás condenarlas a la maquila, a la policía, a la minera. Esas putofóbicas que, desde sus privilegios, quieren criminalizar usando el derecho penal, es decir, siendo punitivistas en vez de apoyar las demandas labores de las subalternas, solo son el eco de la defensa irrestricta de la feminidad blanca burguesa. Hay que aceptar que si in-vivimos en esta plantación, la gestación subrogada o el trabajo sexual, muchas veces son una opción real y viable para que muchxs salgan un poco de la precarizción total, poniendo comida en sus platos y un techo sobre sus cabezas, y está bien mientras si no sea trata y sigamos en este capitalheteroracial que nos esclaviza a todas, a unas más que otras.
La conversación está abierta.
Solo me resta decir que si nos molesta la explotación, el trabajo y el capital racial, nuestra lucha abolicionista es así de estructural, así de antiimperialista, así de antirracista, antipatriarcal y descolonial. Tener conciencia de clase y raza es reconocer que se puede vender la fuerza laboral -que siempre se realiza con el cuerpo- para sobrevivir en el capital, y que es explotación, definitivamente, pero tan explotación como otros trabajos. La demanda es abolir el capitalismo colonial. Criminalizar el trabajo sexual o la gestación subrogada, sin reconocer que estos no son igual a la trata, es putofobia, moralidad, culpa y feminismo blanco.
Ojalá que la indignación por Chimamanda fuera por su transfobia y no por esto. Las feministas blancas están obsesionadas con la genitalidad y la sexualidad sagrada de un cuerpo, viendo siempre género, e ignorando la colonialidad, el racismo y la clase. Por eso se oponen a las putas, construyendo su sujeto universal en sentido reproductivo, sin ver otras dinámicas en el capital racial más letales, como el asesinato de travestis pobres. No ven que la transnfobia cobra vidas reales todos los días, y que el discurso terf alimenta asesinatos tan crueles como el de Sara Millerey.
Por un mundo sin capitalismo hetero-cis-racial y mientras tanto, por derechos labores y dinero para las putas y las que, sin estar en situación de trata, sobreviven con su carne. Si este maldito mundo es radical, nuestras acciones también, no hay romance ni voluntad no paga en el capitalismo.