
Empecé a considerar escribir sobre racismo en las escuelas y colegios a raíz de los preocupantes comentarios que leí en un vídeo en el que la etnoeducadora y periodista, Maio Rivas, habla de la falta de educación de las instituciones escolares en temas de raza y racialización. El periódico colombiano El Espectador lanzó en mayo, a raíz de la conmemoración de la afrocolombianidad, una serie de reels que exploraban la experiencia de vida de cinco personas afrodescendientes; entre las que estaba Maio Rivas quien contó sobre la preocupación que sentía porque la profesora de su hijo se empeñaba en corregir los dibujos que él hacía en los que usaba un color café para colorear las pieles de las personas que representaba. Al ver el reel tuve la esperanza de que las personas entendieran lo importante que es validar la experiencia de las personas negras, tanto la de la mamá que cuenta sobre su inconformidad con el reclamo del colegio como la del hijo que quiere ver a su gente en sus dibujos, desafortunadamente ese no fue el caso. Muchos de los comentarios del video son terribles: racistas, maliciosos, reduccionistas y hasta misóginos.
Esto me movió bastante, por eso y por primera vez desde que escribo en Volcánicas escribiré en primera persona, ya que es necesario recordarle a la audiencia que, en primer lugar, detrás de los medios digitales hay seres humanos que sienten y a los que les duelen sus respuestas, comentarios y desdén; en segundo lugar, poner sobre la mesa una conversación obligatoria: el racismo en las instituciones educativas comienza por el profesorado y las directivas. los insultos, palabras soeces o miradas despectivas, no pasan derecho. Esas acciones marcan y determinan la manera en que navegamos el mundo. El racismo tiene consecuencias directas en nuestra salud mental y emocional.
Yo, por ejemplo, he recibido amenazas por redes sociales por escribir sobre antirracismo, durante la época del Paro Nacional recibí mensajes que hacían burla a mi apariencia y desde ese lugar justificaban la amenaza. Mi experiencia escolar, en un colegio en Bogotá donde la mayoría de estudiantes eran blancas o blanco mestizas, también tuvo un impacto en mi autoestima, mi imagen propia y mi sentido de pertenencia. No faltaron comentarios haciendo alusión a mi olor corporal o mi apariencia, comentarios arraigados en un racismo que lo permea todo.
El racismo aversivo sigue siendo pan de cada día, aun entre personas jóvenes que, quisiéramos creer, están expuestas a más información sobre antirracismo que generaciones anteriores. En escuelas y colegios no faltan los apodos ofensivos, los chistes malintencionados, las comparaciones odiosísimas o la deshumanización de la persona negra que es reducida a sus características físicas. Para ejemplificar esto último, hablaré de un caso olvidado en los anaqueles mediáticos, un caso que tenemos que seguir mencionando y que nos sirve de ejemplo para entender a profundidad el impacto del racismo en las instituciones educativas.
En mayo del año 2018 la vida de Gloria Amanda Rico Ladino dio un giro desafortunado, su hija, Sara, quien cursaba séptimo en el colegio Magdalena Ortega de Nariño en la ciudad de Bogotá, fue víctima de un acto racista que atentó contra su apariencia. La adolescente de tan solo doce años fue obligada a quitarse las trenzas, por ser consideradas dentro del manual de convivencia de la institución como un accesorio. Un acto que fue avalado por una directiva, sugerido por la profesora de Educación Física y presenciado por numerosas estudiantes, un acto que sin duda alguna afectó la autoestima, el autorreconocimiento y el desempeño de la joven de ahí en adelante. Si bien, Gloria hizo grandes esfuerzos por visibilizar el caso y aunque hubo cubrimiento de medios, el resultado no fue el esperado, ya que la Fiscalía descartó la denuncia hecha, la razón: no se ve el problema de discriminación racial.
Antes de que continuemos con este caso, es fundamental recordar que las trenzas para las personas afrodescendientes tiene significados históricos, políticos y estéticos muy importantes. La historia de las trenzas está muy ligada al cimarronaje, pues fue en la cabeza de miles de personas negras donde se trazaron rutas hacia la libertad. En las trenzas también podían esconderse semillas o recursos de distintos tipos que pudieran utilizarse en los palenques. Desde la perspectiva política, las trenzas entre personas negras son una herramienta de resistencia contra un sistema hegemónico que pretende imponer cánones de belleza blanco-europeos, una manera de reivindicar el legado de la diáspora africana y el conocimiento autóctono de nuestra comunidad sobre las particularidades de los cabellos de la gente negra. Y por último, hay razones estéticas que tienen que ver con el cuidado del cabello afro en condiciones determinadas, como ocurre cuando alguien quiere trenzarse para que le crezca más el cabello, por ejemplo.
El desconocimiento de lo significativas que son las trenzas para la comunidad afrodescendiente resultó en el infame caso de Sara, quien fue expuesta de una manera muy cruel en su colegio por ir trenzada. Aunque en un principio Gloria quiso darle a la educadora el beneficio de la duda, al explicarle con sumo detalle por qué lo que hizo era problemático y racista, la respuesta no fue empática, ni se buscó reparar el daño hecho. Al contrario, Sara fue víctima de estigmatización por parte del profesorado que la veía como una amenaza porque le contó a su mamá lo ocurrido y fue revictimizada en la institución por la insistencia en que la supuesta insignificancia del acontecimiento. Lo más grave de todo es que al día de hoy Sara sigue lidiando con las consecuencias de aquel episodio, pues su salud mental y emocional fueron severamente afectadas. Hace apenas unas semanas, estuvo hospitalizada en la clínica Nuestra Señora de la Paz por un cuadro de ansiedad y depresión que, según nos contó su mamá, está relacionado con el evento de las trenzas y con todo el bullying y la presión que vinieron después.
Gloria Rico y Maio Rivas nos recuerdan desde sus vivencias que pese a los esfuerzos legales por instaurar en las instituciones educativas una Cátedra Afrocolombiana respaldada por la Ley 70 de 1993, la implementación no es la adecuada e incluso, hay instituciones donde ni siquiera se realiza. Esto prueba que la resistencia al tema supera hasta la obligatoriedad estatal. Si lo pensamos con detalle, el sistema educativo no propone una relación más horizontal entre el profesorado y el cuerpo estudiantil en el que exista la admisión de que se puede aprender desde cualquier lugar. Es decir, pensar en la educación como una herramienta muy completa que usan las infancias, las personas jóvenes y las personas adultas por igual. Perpetuar la idea de que alguien que enseña no tiene nada nuevo que aprender es peligroso y arcaico.
Es urgente que estos casos sigan siendo parte de conversaciones cotidianas y mediáticas, el racismo estructural no se ha ido, no se ha ido el racismo aversivo y en las escuelas y los colegios siguen perpetuándose dinámicas violentas y preocupantes de discriminación racial. Gloria Rico afirma: “es necesario seguir poniendo bajo la lupa este tipo de casos. Seguir callando es lo que permite que se sigan perpetuando este tipo de violencias.” Insistir en el antirracismo no es una cuestión del pasado, por más que algunas personas crean que la representatividad es suficiente. No, no basta con que algunas personas negras estén en posiciones de poder. Bien podemos verlo en el caso de la Vicepresidenta Francia Márquez, quien ha sido víctima de acoso digital por parte de medios mainstream y otras personas en la política hasta el punto en que podemos afirmar que ninguna otra figura política de esta envergadura ha sido sometida a semejante escrutinio. Quienes piensan que porque una mujer negra está en la Vicepresidencia Colombia es ipso facto un país menos racista, tiene que sentarse a ver las cosas más de cerca.
Hay que ir a la raíz y gran parte de lo que se puede hacer surgirá de sistemas educativos más justos y responsables, sistemas educativos que entiendan que sus actos de racismo no son condenas irreparables, sino que pueden ser oportunidades trascendentales para repensar pedagogías y prácticas escolares; además de capacitar al profesorado sobre racismo y racialización, algo que aún falta hacer. Sin embargo, no sobra señalar que hay un dolor que supera esta propuesta de sistemas educativos más justos. Hay personas con afectaciones reales e irreparables en sus vidas, porque el racismo nos arrebata la mismísima razón de existir. Estas acciones peyorativas y deshumanizantes tienen huella en nuestra memoria corporal, emocional y nos dejan a la deriva. No es cuestión de percepción, sino parte de entrenado de supremacía blanca que permite que la estructura sea aplastante y sistemática contra los cuerpos de las personas negras. Escribo para cambiar un poco el trayecto de esas memorias y para recordarle a las personas negras que somos legión.
Excelente articulo; señala hechos comunes a los entornos educativos y spcoales en general en Colombia; y ante los justos reclamos y llamados a suoperar estas conductas, se nos descalifica como victimizados y promulgadores del odio. Hay mucho tabajo por hacer. Adelante, sigamos.