
Hay más de un genocidio en curso y, pese a ello, el mundo sigue funcionando. ¿Qué ha tenido que pasar en nuestros cuerpos para asimilar el proceso de normalización del genocidio como forma de gobernanza de geografías del tercer mundo? ¿Cómo creemos aún en el discurso de los derechos humanos, cuando estos no son aplicables a todas las personas? ¿Qué clase de humano hay que ser para tener garantía de ellos? ¿Dónde hay que nacer, de qué color, con qué clase, qué identidad de género, orientación sexual, etnicidad, raza, religión y cultura para acceder a ellos?
Naciones Unidas (ONU) reza que se nace con derechos humanos solo por ser humanos. La misma ONU que en 1947, a través de la Resolución 181, dio inicio al proceso colonial de ocupación de Palestina que hoy ha devenido en genocidio. Ante este contexto me pregunto sobre el tipo de humanidad que posibilita, tolera y comete un genocidio.
¿Quién es humano?
Me queda claro que hay diferentes tipos de humanidad, porque no es el sujeto blanco heteroCIS con privilegios de raza y clase quien está en disputa diaria por sus derechos más fundamentales, específicamente por su vida. Veo más bien unas geografías globales de cuerpos no blancos, racializados, tercermundistas, orientalizados, marginalizados, desbordados de la humanidad heteroCISexual, de cuerpos narrados como anormales, enfermos, empobrecidos, criminales y terroristas que luchan por el derecho a respirar en el mundo.
¿Quién tiene derecho a respirar?
Hoy que hay una serie de genocidios en curso que dan cuenta de una clara forma de necropolítica (Achille Mbembe), estamos frente a una gubernamentalidad que administra el tercer mundo por medio de políticas de exterminio, violaciones a derechos humanos, empobrecimiento y asesinatos. La biopolítica (Fucó) del genocidio que se lleva a cabo hoy en diferentes latitudes del Sur Global, que se materializa por diversos métodos (bombas, hambruna, violencia sexual, tortura, ejecuciones, crímenes de guerra, graves violaciones de DDHH y negaciones de sujetos como humanos) es una muestra concreta de cómo el colonialismo como proceso posibilitador de genocidios está vigente como forma de gestión mundo.
Pensando los dos conceptos juntos, bio y necropolítica, en ambos casos se gestiona la vida o lo vivo con la muerte, y el asesinado nunca es humano. Los cuerpos palestinos, sudaneses, haitianos, congoleños, las travestis negras, las marikas racializadas desobedientes sexuales, las contrarias al régimen heterocispatriarcal, las que se oponen a los modos de muerte del capitalismo y la modernidad, etc, son cuerpos vivos administrativamente existentes para la muerte, para el genocidio. Son vidas negadas.
Más de un genocidio en curso: la normalización de la necropolítica y la colonialidad del poder
En este proceso bio-necropolítico que hemos dado por normal, el asesinato cruel de lesbianas, los altos índices de feminicidos de mujeres empobrecidas, racializadas, desclasadas generalmente, el asesinato sistemático de travestis, el asesinato exacerbado de comunidades indígenas, afroindígenas, campesinas y defensoras de la tierra y el territorio, la securitización y las políticas de mano dura que imponen estados de excepción como pasa en El Salvador, Ecuador, Perú y la instauración de ultraderechas antiderechos como ocurre en Argentina, forman parte de esta maquinaria de gestión de cuerpos que niega vidas; es el mismo proceso de deshumanización que opera en modos e intensidades diferentes en el tercer mundo. Estamos en una fase ampliada de normalización de las políticas de muerte, políticas que no son aplicables a todes ni son democráticas a nivel geográfico, si no formas de gestión tercermundizadas, derivadas de la colonialidad permanente que gobierna el mundo. No les pasa a los alemanes, holandeses ni gringos blancos que violan niñas impunemente en Medellín o Cartagena, sino que están focalizadas, en palabras de Fanon, en la gente condenada del mundo.
Donde quiera que nos movamos nos daremos cuenta que el colonialismo continúa, que eso que Anibal Quijano llamó la colonialidad del poder, es decir, ese proceso continuo de gobernanza global a través de la racialización de las poblaciones para administrar en la modernidad todos los recursos del mundo en beneficio de unos y detrimento de otros, es una lógica vigente de política que mantiene ciudadanías de primer mundo y desechos de tercero. Es decir, esta forma de despropiar vidas, cuerpos, recursos y territorios subalternos, de sujetos no nortecentrados, de subjetividades desbocadas de la normalidad cis, hetero-blanca, de cuerpos racializados, indios, negros, prietos, empobrecidos, esto que normalizan las economías de guerra desarrolladas por los imperialismos del norte global, los genocidios y el hacer-guerra-masacres como forma de administrar cuerpos “racializados, negros, terroristas”, es una política de colonialidad para mantener vigente lo iniciado en 1492 y, sobre todo, para marcar con claridad la línea de quién es humano y quién no, en palabras de Fanon, del ser y no ser.
Regreso a la pregunta sobre nuestra amplia tolerancia y aterradora observación ante la política generaliza de administración de vidas en el genocidio. Creo que hay vidas no-humanas que son permitidas en cuanto sujetos aniquilables. ¿Me pueden explicar cómo la vida de un sionista blanco colonizador es más importante que una vida palestina racializada y narrada como terrorista y peligro para la humanidad, por lo que, como si se tratara de película de “salvar al mundo” de Hollywood, se permite emprender una misión para matar a todo un pueblo con el permiso “moral” de EEUU, Europa occidental y la tolerancia del mundo? ¿Qué clase de mundo, y qué tipos de humanos son el pueblo haitiano? ¿Qué le permitió a Francia empobrecer a Haití cobrándole una “indemnización” por oponerse a seguir siendo asesinado y a seguir siendo un pueblo esclavizado? ¿Quién paga por su libertad o emancipación? ¿En qué clase de mundo hay gente dueña de otra, gente que debe liberar a otra, pueblos que deben pedir libertad? ¿Qué clase de organización humana hay que habitar para que existan territorios bajo genocidio como Palestina, Sudán o el Congo y otros los administren? ¿Son el pueblo palestino, el Congo, Sudán, Haití, las marikas, travestis, personas negras-empobrecidas, racializadas, migrantes, disidencias sexuales… humanos?
Aunque no lo queramos admitir porque preferimos vivir en la ilusión de creer que tenemos derechos humanos, porque esa idea sostiene la ficción de que “todes somos iguales” permitiéndonos dormir, la verdad es que no todes somos humanos; muchas de nosotras, incluyéndote a ti que lees esta nota, que muchas veces tiene miedo por lo que te puede pasar caminando a cierta hora en la calle o por la gravedad de la violencia presente en tu barrio o territorio, derivada muchas veces de las guerras declaradas contra el narco y las políticas de militarización, quizás no formas parte de la humanidad. Por lo que la violencia, las agresiones, ataques, bombas, políticas de muerte son tan solo formas comunes y cotidianas que atraviesan nuestros cuerpos. El genocidio, las graves violaciones, el irrespeto común de nuestros derechos fundamentales, las vidas desechables tercermundizadas (35 mil personas palestinas asesinadas, feminicidios, transfeminicidios, asesinatos de personas defensoras de la tierra y el territorio, etc), los crímenes de lesa humanidad, ya normales y posibilitados por el injusto sistema internacional, y la violencia sistémica también normalizada, se permiten y solamente son posibles porque se aplican en territorios y cuerpos no humanos. Porque el genocidio es una forma de administración colonial funcional, tolerada y aplicable siempre y cuando no hayan humanos involucrados.
En 1992, la dramaturga y filósofa jamaiquina Sylvia Wynter hace una denuncia derivada del caso de Rodney King, un hombre afrodescendiente que sufrió apaleamiento luego de haber sido detenido e inmovilizado por el Departamento de Policía de Los Ángeles (DPLA). Wynter, a través de una carta pública dirigida a sus colegas profesores universitarios, cuestiona la idea de humanidad que se construye en muchos espacios académicos donde enseñan y abonan a la reproducción del orden racista, denunciando cómo concretamente el DPLA usaba la clasificación de “N.H.I” (ningún humano involucrado) para referirse a los casos de detenciones de varones negros y latinos racializados a los que se le da daba un trato inhumano, degradante y se les vulneraban sus derechos por su condición de sujetos guetificados, pobres, desempleados, ”no humanos”.
Este caso no es del pasado, vemos cómo la brutalidad policial, la represión de protestas sociales impulsadas por personas racializadas y defensores de derechos humanos, así como la prolongación de la cárcel como un espacio eminentemente racializado, siguen vigentes y son ejemplos claros de formas de violencias que no afectan a todo el mundo por igual. La gente blanca, heteroCis, con capital y privilegios geográficos y de clase son los únicos sujetos cuya humanidad no es cuestionada y cuyos derechos humanos son herencia de nacimiento, mientras que todas, todes y todos los condenados del mundo, citando a Fanon, tenemos que luchar por ellos, o al menos enfrentar la maquinaria ontológica de deshumanización racial que nombra anormales, bárbaros, incivilizados y terroristas a las marikas, travestis, desobedientes sexuales, migrantes fugitivos de los estados-naciones, indios, palestinos y negros en su conjunto.
No se pueden analizar los “conflictos”, guerras y genocidios del mundo, sin dejar de enfatizar que son guerras raciales y continuidades del colonialismo. El racismo y clasificación de humanos y no humanos gestiona cada una de las dimensiones de la gobernanza del mundo tal como la conocemos hoy: la economía es racial y colonial, la historia es racial y colonial, la geografía es racista, el arte es colonial, la educación formal y la academia son una justificación de la colonialidad. No hay lugar y dimensión humana que se escape de los sentidos organizativos del racismo. No hay espacio del mundo donde el racismo no configure nuestras existencias. Y en esta lógica bio-necro-gestionada que es continuidad de la modernidad y del capitalismo, que está llevando a la tierra a un colapso ambiental, arrastrándonos al exterminio, las vidas negras, indígenas, marikas, pobres, desclasadas, improductivas en el capital, no reproductivas en la heterocisnorma son los cuerpos que pagan el costo. Los genocidios en Palestina, el Congo, Sudán y la situación en Haití forman parte de este mismo mapa de muerte, donde los “no-humanos” sostienen la vida de los humanos, es decir, de las y los blancos heterocisexuales creyentes occidentales funcionales y que se reproducen en la modernidad capitalista.
Sabiendo esto, es necesario comprender que lo que llamamos crisis no lo es. Llamar crisis a la colonialidad es una ilusión política, una ficción creada por la blanquitud y por quienes siempre cuentan la historia. La idea de crisis tiene sentidos temporales. Llegan, desestabilizan y terminan. “Estoy en crisis porque tengo el corazón roto”, pero una ruptura trasciende la temporalidad, se supera, se cura con el tiempo, con otro amor o yéndose a otro lado. Lo que vivimos es colonialismo vigente, no es crisis, es el estado de las cosas. En palabras de Gloria Anzaldúa, es una herida colonial. El mundo se funda sobre el dolor, la dominación y la opresión de los no blancos, los “no humanos”, los no heterocisexuales, los cuerpos “terroristas” y su curación amerita una refundación, y esa refundación no la desea el sujeto blanco colonizador. El sionista israelí no está dispuesto a regresar los territorios robados al pueblo palestino. El mundo se funda en la herida mientras la profundiza y la agudización de su dolor da poder al colonizador; el colono es por el colonizado, lo que Gloria nombra la exterioridad; somos el interior de la herida que arde mientras el supremacismo blanco-colonial-occidental-israelí-sionista-euro-usa-centrado-heterocis-normal-cristiano son los bordes de la carne viva que aún no perece. La existencia del opresor, del blanco, del heterocis-normal que condena a los “terroristas” disidentes de la colonialidad, se soporta sobre la “no humanidad” nuestra. Eso que Occidente llama crisis es un trampa, porque nos hace creer que este dolor, estas muertes, estas cárceles, esta rabia, estos genocidios, estos despojos territoriales, estas políticas neoliberales extractivistas, estos asesinatos de personas defensoras, estas miles de desapariciones forzadas, estas violaciones de infancias, estas torturas, esta violencia contra las disidencias sexuales y de género expansivo, esta brutalidad policial, estas prisiones y estos asesinatos de personas negras, prietas y racializadas son fenómenos que aparecieron ayer, y no es así. Es una pedagogía de la bio-necropolítica, en palabras de Rita Laura Segato, una pedagogía de la crueldad; es racismo operando desde 1492, es colonialidad; no es crisis climática, es colonialismo climático; no es crisis política, es colonialismo histórico; no es momentáneo, es fundacional, estructural y es la base del mundo moderno. No hay Occidente, modernidad, sin sangre de los clasificados como “no-humanos”.
Palestina
No es un conflicto, es un genocidio y un ejemplo actual de colonialismo. No existe tal cosa como la independencia del Estado de Israel; su “independencia” es una ficción, son los colonizadores que se nombran independientes a partir del despojo, desplazamiento forzado y asesinato de un pueblo.
¿Cómo puede ser una narración tan distorsionada posible? Es posible porque la colonización siempre ha funcionado como dominación y la dominación siempre tiene el poder de contar la historia. Veamos la historia de Haití “indemnizando” a sus colonizadores franceses, al Estado francés, por luchar para no ser un pueblo esclavizado. Vean cómo aún hablamos de descubrimiento, encuentro de culturas y no de colonización. El poder del colonialismo es su fuerza de controlar todo, incluyendo la narrativa. Hay un genocidio en Palestina, más de 35 mil asesinatos, una Asamblea General de la ONU avergonzada que condena con timidez el genocidio y admite como miembro de pleno derecho a Palestina, mientras Estados Unidos, Francia e Inglaterra, demuestran su imperialismo y su capacidad de controlar todo vetando cualquier decisión “democrática”. Una Unión Europea que exige cartas democráticas y respeto a los DDHH a todo el mundo mientras avala, financia y permite un genocidio, y apenas 3 estados (España, Noruega e Irlanda) reconocen tarde y tímidamente a Palestina como un Estado. No es difícil comprender cómo el proyecto sionista de Israel se narra independiente mientras desaparece al pueblo palestino; porque este genocidio no solo lo comete Israel, lo cometen Estados Unidos y la Europa occidental; es un proceso colonial estadounidense y europeo, porque así siempre ha funcionado el colonialismo, a la fuerza, con costos no-humanos calculados y admisibles en la moral occidental.
A 75 años de la irrupción colonial del proyecto sionista que funda al Estado de Israel en territorios palestinos, impuesto arbitrariamnete por la ONU a través de los mismos mecanismos que hoy vetan unilateralmente un cece al fuego desde el Consejo de Seguridad, obstaculizan ayuda humanitaria, violan sistemáticamente el Derecho Internacional o se nigan a reconocer a Palestina como Estado miembro de pleno derecho, se han asesinado desde la Nakba a 134 mil personas palesntinas; más de 35 mil desde el 7 de octubre del año pasado, sin contar las 10 mil personas palestinas desaparecidas en este último semestre. Según la propia ONU, el 85% de la población en Gaza ha tenido que huir por los ataques y bombardeos incesantes de Israel. La seguridad alimentaria es inexiste y la población se encuentra bajo una hambruna inminente, gracias a que Israel ha violado el Derecho Internacional Humanitario, imposibilitando que les palestines accedan a comida y agua, lo que se traduce en una forma de tortura y crimen de lesa humanidad. Obstaculizar alimentos y agua es usar la hambruna como táctica de guerra, es una herramienta de genocidio, cuestión que demuestra, aparte de las miles bombas y misiles lanzados sobre Garza y Rafah, que ha destruido cuerpos, vidas y territorios, la intención de Israel de realizar una limpieza étnica, es decir, un genocidio. Los corredores humanitarios no existen, las zonas “seguras” son bombardeadas, los periodistas y funcionarios humanitarios asesinados e Israel sigue alegando “legítima defensa”. No existe tal derecho cuando se este se usa como medio para llevar a cabo un genocidio y cuando son los colonizadores que pretenden justificar su ocupación narrando que se están “defendiendo” de los colonizados. Los datos sobre el asedio y el genocido en Palestina son innegables, no sólo porque también han sido expuestos en de la demanda de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, no solo porque la Corte Penal Internacional podría ordenar el arresto de Benjamin Netanyahu y funcionarios de su gobierno por ser posibles (sabemos que lo son) criminales de guerra, sino porque un centenar de organizaciones de DDHH, medios, periodistas independientes, incluso la propia ONU (no olvidar ni perdonar su complicidad en este genocidio) han dicho que Israel está eliminando al pueblo palestino. De nuevo, no hay ningún humano involucrado.
República Democrática del Congo
Toda África ha sido saqueada. Sabemos cómo Europa subdesarrolló ese continente, esclavizó a su gente, les deshumanizó y condenó a la pobreza sistémica y al eterno endeudamiento financiero. África ha sido literalmente repartida (también gran parte de Asia) como si de un botín se tratara. El continente africano tiene su propia historia de colonialismo, que de alguna forma inició también en 1492 con la irrupción colonial en Abya Yala y continuó en otras latitudes del mundo; los cuerpos negros deshumanizados y esclavizados han estado presentes desde el inicio del proyecto colonial del capitalismo racial.
Lo que hoy conocemos como la República Democrática del Congo sufrió un genocido entre 1885 y 1908, llevado a cabo por el rey Leopoldo II de Bélgica y este territorio pasó a ser colonia belga derivado de los repartos de la Conferencia de Berlín (1884-1885). El resultado de este proceso colonial fue la puesta en práctica de un proceso de deshumanización, de esclavización y de exterminio, que construye al otro “racializado-negro” como no humano. Es la misma operación que hoy le ocurre al pueblo palestino, sudanés o haitiano: la tortura sistemática, el asesinato como forma de bio-gestión de vidas y el genocidio son posibilitados porque “no hay ningún humano involucrado”.
Pero así como el colonialismo en Palestina inició hace 76 años y continúa hoy en su fase más atroz de genocidio, y Haití inició su proceso de autorecuperación y descolonización en 1804 y hoy está en crack derivado de las politicas imperialistas y coloniales que lo endeudaron hasta la asfixia y negaron su reconocimiento y derecho a aexistir, hoy la violencia en grado de genocidio que experimenta la RDC es producto de la continuidad colonial que nunca ha terminado. Esto tiene que ver con la política de despojo y las lógicas de saqueo y extractivistas que hay detrás de todo proceso colonial.
La RDC es colonizable y objeto de saqueo por Occidente porque es rica en cobalto, litio, oro y un sin número de recursos naturales y minerales estratégicos y necesarios para el mantenimiento de la máquina capitalista del norte global. Hoy existen fuertes enfrentamientos internos que roban la paz y la vida en el país, como efectos de demandas del mercado global y de intereses extractivos de actores regionales e internacionales. Existe una disputa interna entre el grupo Movimiento 23 de Marzo (M23), apoyado por Ruanda, y las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo, que desestabiliza los contextos internos y dinamiza la compra y venta de recursos, despojando a gente, desplazando, arrasando con recursos naturales, asesinando y cometiendo masacres si es necesario para responder a los ritmos de la oferta y la demanda del mercado global. Lo que pasa en la RDC no es un problema étnico propio de los “animales negros incivilizados africanos” sino que es producto de la historia colonial, de las políticas intervencionistas, del comercio internacional de despojo y saqueo de parte del norte global y efecto directo de intereses geopolíticos de Occidente y del capitalismo racial que necesita mantener una insfraestructrura digital que sostiene el mundo y sus tecnologias de guerra. Pensemos en el programa de vigilancia Pegasus desarrollado por Israel que se usa por regímenes autoritarios para espiar a periodistas y personas defensoras del territorio. Parece que Israel no tiene ver con el Congo, con México ni América Latina, pero las graves violaciones de DDHH y genocidios están conectados; las tecnologías que hoy posibilitan la vigilancia y en el peor de los casos, el asesinato de personas defensoras y periodistas que cuestionan el poder, tienen que ver con la política colonial extractivista en funcionamiento en la RDC. El Congo es el mayor productor de diamantes en el mundo, e Israel es el principal exportador, demostrando nuevamente la relación extractivista y colonial que hay entre Occidente y el Sur global. El colonialismo occidental, de sus Estados y empresas, aclara la situación de violencia en la RDC.
El activista congoleño Kambale Musavuli explica la relación que hay entre países del norte global con la situación en la RDC, y dice que “lo que necesitamos es acción, que incluya que Estados Unidos y el Reino Unido corten sus vínculos con Ruanda, para dejar de armar, entrenar y equipar a un país que está desestabilizando a la República Democrática del Congo. Las armas que el Gobierno ruandés proporciona a las milicias provienen de la ayuda militar, Ruanda no las fabrica. Detener este canal de apoyo tendrá un impacto”. Demostrando con ello cómo las dinámicas que generan el estado atroz de violencia en la RDC, al punto de hablar de desplazamientos, hambrunas, masacres y genocidios son, en gran parte, producto del capitalismo racial, de la economía de guerra y de intereses geopolíticos del Norte global: colonialismo.
Según ACNUR, en 2024, derivado de los altos niveles de inseguridad y violencia perpetrados por grupos armados, casi seis millones de personas han sido desplazadas. Muchas de estas personas desplazadas están en necesidad de ayuda humanitaria al verse desprovistas de alimentos e insumos de primera necesidad, resultando 25,4 millones las personas que necesitan asistencia humanitaria.
Día con día se deterioran las condiciones de vida de las personas desplazadas en la República Democrática del Congo, pues, al agotarse los recursos, muchas de ellas necesitan asistencia humanitaria para satisfacer las necesidades más apremiantes. Como producto de esta situación en la RDC, la población, así como pasa con el pueblo palestino, se ve duramente afectado. Sus vidas son básicamente invivibles. No solo para quienes aún viven se ven enfrentadas al desplazamiento forzado, sino también por la utopía que resultan ser sus derechos y libertades, que se ven reducidas, no teniendo acceso agua potable, comida, vivienda, salud, y ni hablemos de educación. ¿Recuerdan las escuelas, universidades, hospitales, panaderías bombardeadas en Gaza, o inexistentes en Haití? Todas estas destrucciones, negaciones y faltas de accesos son mecanismos de deshumanización que operan en la colonialidad. Si los derechos humanos se tienen por ser humanos, se niegan estos acceso a través del conflicto, el genocidio y la economía de guerra que alimenta Occidente. Los desplazamientos y las muertes son racializadas y no blancas, seguimos metidas en las dinámicas de muerte de la plantación, donde no hay humanos involucrados.
La propia ONU alerta de la posibilidad de un genocidio derivado de los altos niveles de violencia. Como se ha advertido en múltiples ocasiones en el caso de Palestina, no solo teniendo indicios sino pruebas de las intenciones genocidas del Estado de Israel. Los asesinatos, las ejecuciones extrajudiciales y la violencia sexual cometidas en la RDC, no son solo violaciones al paradigma occidental de los DDHH, se trata de procesos de deshumanización colonial prolongados en el tiempo para sostener el capitalismo racial, el mercado global y la economía de guerra, todas dinámicas que benefician al Norte global. Vale la pena enfatizar que estas violaciones no se pueden leer como “agresiones o violaciones a los derechos humanos”, para que suceda esto primero se deben concebir a estos pueblos como humanos; esta lectura simplista en el paradigma de los DDHH oculta el rol que juega el colonialismo y las políticas imperiales en el Sur global. Estas son violencias perpetradas por la colonialidad; la violencia sexual que sufren mujeres y niñas no se puede leer solo como un apartado de violencia de género, no suceden en este contexto solo por ser solo mujeres, sino por ser mujeres congoleñas, negras y cuerpos no humanos. La violencia sexual que sufren las palestinas, el asesinato de sus niñes no son otra forma de violencia de género, se llama colonialismo prolongado.
Lo que sucede en la RDC no es una crisis de derechos humanos y tampoco es producto de enfrentamientos de “guerrillas internas” que pelean porque no saben administrarse; es producto de los procesos de despojo, disputas por recursos y legados colonialistas y deshumanizantes que mantienen la colonialidad vigente. Lo que pasa en Palestina no es una crisis de DDHH de 76 años, es colonialismo y deshumanización, en ambos casos no hay ningún humano involucrado.
Sudán
La población civil en Sudán es objeto de graves violencias. Las personas en Sudán experimentan una crisis humanitaria que les pone en situación de hambruna y desplazamiento forzado; están atrapadas en medio de ataques, son víctimas de crímenes de guerra, mujeres y niñas sufren de violencia sexual, y la poblacion es atacada indiscriminadamente, segun un informe de Amnistía Internacional. Es la población civil la que sufre los efectos de la violencia generada por los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido, que desde finales del año pasado se han intensificado dejando como víctimas a la población civil de Darfur. Son miles las víctimas asesinadas de forma violenta, no sólo poniendo a la gente en un estado de aguda vulnerabilidad, sino siendo víctimas incluso de crímenes de guerra, lo que se traduce en una violación directa del Derecho Internacional. En el 2016, Amnistía Internacional halló indicios del uso de armas químicas en Darfur contra población civil, incluyendo niños y niñas. El expresidente Omar al Bashir y otros funcionarios involucrados fueron demandando por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por cometimiento de crímenes de lesa humanidad y genocidio.
Según Human Rights Watch, en el 2023 estallaron fuertes enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido, agudizando las crecientes tensiones que venían desde el golpe militar al gobierno de transición, en octubre de 2021. Recordemos que tras el derrocamiento en abril de 2019 del dictador Omar al Bashir, quien gobernó 30 años, pasando luego a un gobierno de transición, Sudán experimenta un contexto adverso de de graves violaciones. Los enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas de Sudán y las Fuerzas de Apoyo Rápido, derivados de diferencias políticas y control territorial, han afectado directamente a la población civil, al grado de hablar de violaciones graves de derechos humanos y limpieza étnica. Según HRW, ambos bandos, especialmente las Fuerzas Armadas de Sudán, han “usado armas explosivas pesadas en zonas densamente pobladas, lo que ha provocado numerosas víctimas civiles y la destrucción de bienes civiles e infraestructuras críticas. Hasta septiembre, las Naciones Unidas informaron que al menos 9.000 personas habían sido asesinadas desde el inicio del conflicto, probablemente una subestimación significativa, y 5,4 millones de desplazados forzosos, incluidos 4,1 millones internamente y más de 1 millón a países vecinos”. Toda esta situación ha agravado las condiciones de vida de la gente: no tienen agua, luz, comida, ni acceso a servicios de salud, sus hogares han sido destruidos, haciendo que 20 millones de personas estén en necesidad de asistencia alimentaria. Al igual que en Palestina, funcionarios internacionales que apoyan y brindan ayuda humanitaria han sido heridos. Según la ONU al menos 19 trabajadores humanitarios han sido asesinados y los servicios de salud y centros locales han sido destruidos por los enfrentamientos. En el marco de este conflicto ha habido tortura, desapariciones y violaciones de carácter sexual.
Esta situación de crisis humanitaria solo es una fase agravada de lo que ya había antes del golpe en 2019; Sudán estaba ahogada en una crisis económica, falta de comida, medicamentos y un pobre acceso a servicios de salud. De nuevo, como no hay humanos involucrados, tampoco hay derechos humanos garantizados. Esta situación, al igual que la de Haití, no es fortuita, no es solo una historia de un conflicto prolongado, sino de un sistema económico global que siempre empobrece a quienes ya lo son, y hace menos humanos a quienes habitan los sures del mundo. Y el conflicto y la guerra siempre son formas de llevar a cabo estos objetivos. Recordemos que esto de la ayuda internacional, las declaratorias de la ONU y la Unión Europea condenando las violaciones, son solo paliativos y gestión de la crisis, muestras de supuesta preocupación, más no de reparación. Y así como sucede en Sudán, los genocidios que están en curso en otras partes del mundo no son situaciones aisladas ni particulares, sino que tienen que ver con una visión de mundo moderna, capitalista y colonial; son un cartografia de la colonialidad, donde los muertos los ponen los territorios donde no hay ningún humano involucrado.
Haití
No podemos reparar el presente si los colonos no se encargan de su pasado. Haití experimenta una vida difícil, producto del colonialismo, el intervencionismo, una constante inestabilidad política, contextos prolongados de violencia e inseguridad y los permanentes endeudamientos; por un lado, una deuda histórica ilegítima impuesta por Francia por concepto de indemnización por haberse pensando un pueblo libre, fuera de la organización de explotación esclavista y por otro, las deudas producto del sistema internacional financiero que han sumido al país en la pobreza. La situación precaria del país es de larga data y se remonta al momento en que se atrevieron a ser la primera República negra en declararse “libre”, situación que le costó a Haití el endeudamiento y el no reconocimiento del sistema internacional.
Haití nació condenado. Ya antes de 1804 estaba siendo saqueado por el proyecto colonial francés que lo consideraba la Perla de las Antillas, por cuenta de sus riquezas. Haití tenía en común con otras colonias y territorios del sur global que, a diferencia de la europa-plantación, gozaba de enormes riquezas naturales, fundamentales para poner en marcha el proyecto imperialista del capitalismo moderno. Europa no es nadie sin el saqueo del sur global. Europa está fundada sobre sangre. Después de haber logrado su independencia, los colonos franceses obligaron a Haití a pagar una deuda ilegítima, a embarcarse en un “doble endeudamiento” que la destinó a la pobreza histórica, siendo hoy un efecto directo de esto, que sea el país más empobrecido, no pobre, del hemisferio. Por concepto de indemnización a propietarios colonos-franceses de plantaciones, a cambio de reconocimiento, Francia solicitó “150 millones de francos franceses, que debían entregarse en cinco pagos anuales”. Haití no tenía este dinero, por lo que bancos franceses le prestaron para pagar a la propia Francia, es decir, Haití pagaba un dinero que nunca salió de Francia, pero que Haití debía. Parece fantasía, pero así de surreal es el colonialismo. Pero dinero que, al final, le pertenecía al pueblo haitiano por ser producto del saqueo colonial de Francia a través de los ingenios azucareros en la isla. Haití pagó por más de 100 años esta deuda. Según una investigación del NYT, Haití pagó 560 millones de dólares actuales”. Esta investigación concluyó que la deuda con Francia le ha costado a Haití “entre 21.000 y 115.000 millones de dólares en crecimiento perdido a lo largo del tiempo, representando unas ocho veces el tamaño de toda la economía de Haití en 2020”.
¡Maldita sea! Haití no está como está por una mala gerencia, por mala gestión de recursos, porque es un estado fallido, por un huracán… Haití está como está por culpa del maldito colonialismo francés y el imperialismo/intervencionismo estadounidense.
Sin dejar de ver este pasado colonial vigente, hay que analizar la actualidad como existe como una continuidad de la colonialidad, entendiendo que la violencia y empobrecimiento que sufre su gente hoy, es consecuencia del colonialismo. Es grande el número de víctimas y ataques contra población civil hoy; la violencia generada por las bandas criminales ha provocado 245.000 desplazamientos forzados en el país en 2023, duplicando el número de desplazamientos del año anterior. Hay una crisis humanitaria agudizada, la atención médica a las víctimas es casi un reto y las agresiones contra poblaciones históricamente vulneradas es una realidad. Esta situación converge con el racismo antinegro/antihaitiano de Rep. Dominicana que se ha venido profundizando, de hecho ya denunciado por el propio SIDH. Esta postura racista de parte del Estado dominicano se ha concretado en una serie de graves violaciones de DDHH a través de detenciones arbitrarias y sus políticas migratorias.
Si bien es cierto que los gobiernos conservadores de Rep. Dominicana han venido instalando una narrativa antihaitiana y un racismo institucional cada vez más tenaz, no hay que perder de vista que, contrario a los discursos de las ONGs internacionales, el estado de violencia que sufre Haití actualmente y las relaciones fracturadas que sostiene con Dominicana, no son producto de la inestabilidad política, ni de la crisis económica, ni de la pobreza. Todo es producto de una historia colonial. Europa es responsable.
La corrupción, los procesos dictatoriales, los desastres naturales (colonialismo climático/capitalismo racial), los problemas de violencias e inseguridad son efectos de la colonialidad. Analizar esto sin considerar cómo el colonialismo francés y el imperialismo gringo condenó a Haití a la pobreza, es borrar la historia genocida de los colonos y responsabilizar a los colonizadores de su situación de “esclavos”. Los procesos de encadenamientos (deuda) con el sistema financiero internacional, que mantenían en un perpetúo ciclo de pagos a Haití, dejó al país sin condiciones materiales para resolver sus problemas de vida, la hambruna, la inseguridad alimentaria, la violencia de pandillas, las violaciones de derechos humanos, el rol que juegan las bandas, todos efectos concretos de una historia de saqueo y colonialismo y, de nuevo, no hay reparaciones ni consecuencias, porque se trata de una situación donde no hay ningún humano involucrado.
El genocidio es posible porque no hay ningún humano involucrado
Estos escenarios de extremas violencias parecen aislados, pero todos están conectados por el colonialismo y el proyecto de colonialidad moderna que administra todos los recursos y vidas del mundo. El racismo gobierna el mundo y está metido en todas las geografías, economías y contextos culturales de cada una de nuestras sociedades. El racismo es estructurante de la vida como la conocemos en la modernidad. Considerando sus diferencias geográficas, localizaciones, particularidades y temporalidades, hay una filosofía eurocéntrica y colonial que sostiene estas catástrofes: la idea fanoniana (antropocéntrica/capitalista también) de que hay zonas de humanos y no humanos. No todos somos plenamente humanos. No todas tenemos y nacemos con derechos humanos. Hay vidas bio-necro políticamente gestionadas para el sostenimiento del capital del mundo, para el sostenimiento de los derechos humanos de la supremacía blanca heteroCIS global, para el sostenimiento del capitalismo racial. Los cuerpos congoleños masacrados sostienen el primer lugar de Israel como exportador de diamantes, los cuerpos haitianos soportan la “grandeza francesa”… Los genocidios son una parte del capitalismo, son un mercado, son productos y las vidas no blancas ahí son mercancía de cambio y carne de cañón. Los colonialismos modernos necesitan genocidios para prosperar y la conciencia tranquila para dormir, y para eso es necesario no tener a ningún humano involucrado. Por eso no matan a palestinos, sino a “terroristas”, no matan personas negras, sino a “bárbaros”, no matan a mujeres trans sino a “enfermos”, no matan a mujeres cis sino a “putas”, no matan a marikas sino a “lokas”….no hay humanos involucrados. La construcción de la narrativa de no humanidad, de deshumanización, es una estrategia clásica; la evangelización y la iglesia jugaron ese rol que justificó la humanidad de gente negra esclavizada; la clínica y la colonialidad de la ciencia lo hicieron patologizando a marikas, lesbianas, homosexuales, travestis y personas con vih, para negar derechos y quitar humanidad; la cárcel racial encerró a comunidades negras haciéndolos delincuentes y no humanos. Esta misma historia colonial de matar, enfermar y exterminar a “no humanos” es la que sostiene los genocidios actuales en el mundo. El colonialismo sigue siendo responsable de todo. ¿Cuándo mataremos al proyecto racial capitalista que divide lo que es y no es humano?
¿Es posible pensar en el colonialismo como la causa fundacional de todos los males de clase, género y raza que se viven especialmente en el sur global? es decir ¿el racismo, la homofobia, la transfobia, el clasismo, la violación de DDHH, son culpa, estrictamente, del colonialismo?
Todas las críticas a las acciones del gobierno de Israel son merecidas, más q merecidas, pero me pregunto: ¿los gobiernos lo líderes de los palestinos, egipcios, sirios, jordanos, libaneses, iraníes, iraquíes, etc. no tienen ninguna responsabilidad en lo q está pasando hoy? OJO, no estoy defendiendo a Netanyahu, estoy diciendo q los líderes palestinos (y el largo etcétera) también son responsables del desastre en Gaza. Hamas tiró la piedra y ahora todos le escondemos la mano.
Este diario es uno de los pocos razonables y que cuenta las cosas tal como són.