March 31, 2023

No quiero visibilidad, quiero una vida vivible: reflexiones sobre prótesis travestis y políticas de transición desde el cuerpo de una mujer negra trans

Una mujer trans negra comparte su experiencia y reflexiones sobre la identidad de género, la colonialidad y la lucha por la visibilidad.

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Ilustración de Carolina Urueta

Lo que sale de mí es carne, por lo tanto lo siento todo. Los pensares, emociones, amores y dolores atraviesan mi cuerpo dejando en él sensaciones concretas que me hacen habitar el mundo desde un lugar particular, ese lugar, no es individual como si se tratara de una historia única,  las narrativas de las “historias únicas” siempre son violentas y supremamente coloniales  porque debido a su incapacidad de “hablar y escuchar con” dejan de ver la multiplicidad de experiencias y vivencias otras. Yo me refiero más a un punto de vista imbricado que me da una perspectiva desde un enfoque relacional en tanto vivo/transito/muto/devengo en y con los entornos que habito, relacional en cuanto a mi clase, raza, transexualidad y la geografía caribeña  que me dan un nombre en el mundo, nombre que se ubica y define en los espacios desde donde me enuncio. 

Si bien estoy de acuerdo con Patricia Hills Collins cuando habla de un punto de vista de las mujeres negras, refiriéndose a esa situación forjada a través de sus experiencias de ser mujeres afroamericanas que tienen en común la vivencia de ser atravesadas por una simultaneidad de opresiones, teniendo una vivencia de violencia y marginalidad frente al intelectualismo blanco derivado de su clase, raza y género, también me gustaría identificar cuál es mi punto vista, reconociéndome como una producción del caribe, como una mujer trans, como una subjetividad que haciendo uso de su poder se convirtió en una fugitiva cimarrona del CIStema sexo–género que organiza heterosexual, binaria, racista y productivamente el mundo, siendo mi cuerpo trans un cuerpo disfuncional en cuanto es estéril en la vida del capital y en el humanismo cristiano.  

Quiero desde mi experiencia en primera persona, hablar sobre los significados de ser una mujer trans negra que hace uso de las tecnologías travestis fármaco–políticas de sexo–género, que al ser usadas para cierto devenir trans, se convierten, al ser usadas, en un cuerpo negro, en herramientas descoloniales que hackean la CISgeneridad–heterosexual de lxs amxs, que en su momento nos clasificaron arbitrariamente como mujeres y hombres. 

El nombramiento de lo encarnado es una acción profundamente descolonial. Nombrarse desde los caminos andados y las vivencias experimentadas es una acción que nos permite escapar de las teorías de los y las blancas, obsesionados con definir todas las situaciones del mundo desde el punto de vista de la blanquitud, la modernidad y el eurocentrismo. Cuando somos capaces de dejar de oír a los amos, de renegar de sus postulados universalizadores que silencian experiencias subalternas para explicar todo desde la colonialidad y empezamos a escuchar la experiencia propia, una tiene la condición de vivirse desde un lugar irrefutable y sentipensante que es una misma. Afirmarse en una misma es una herramienta que en definitiva no le pertenece al amo, pensando en Audre Lorde. 

Las personas transfóbicas seguro que nunca se han preguntado ¿qué mueve a un  sujeto a devenir trans en un mundo tan hostil para las personas trans? Seguro no se han hecho esta pregunta, porque para hacerla es necesario primero reconocer la existencia de las personas trans en la pluralidad de existencias y subjetividades, así como hablar/escuchar qué tenemos que decir noso–trans sobre lo trans no como un capricho, sino como una posibilidad de vida en cuando podemos encontrar en la transitividad política y no esencialista, una fuga para vivirnos desde el poder de definirnos, nombrarnos y construirnos en autonomía y libertad.  Mi manifestación en el mundo como una mujer trans, es un ejercicio de liberación del previo y autoritario nombramiento clínico que me prescribió, colocó en mí atributos binarios de sexo–género y construyó una serie de expectativas cis–hetero–patriarcales que derivado de mi clasificación binaria debía obligatoriamente cumplir, a menos de que estuviera dispuesta a asusmir la criminalidad y la “enfermedad” de mi subjetividad como porvenir perpetuo debido a mi TRANSgresión. La transfobia no solo es colonial, sino que es profundamente punitiva y opera en el pensamiento binario, bueno vs criminal. 

En esta oportunidad, quiero compartir con ustedes a propósito del día de la visibilidad trans, una dimensión de carne que me parece importantísima para entenderme en el mundo. Se trata de las prótesis de sexo, las herramientas políticas de género, las tecnologías de género –pensando en Teresa de Lauretis– de las cuáles hago uso, de las hormonas que crean de mi carne y experiencia un ecosistema otro de vida que confunde la mirada heteroCIS del CIStema y que me posibilitan una manifestación transitiva en un mundo binario–sexual, y sobre la salud como frontera entre lo CIS y lo no–CIS.  

Esto es para hablarles sobre el entendimiento de lo trans desde mi punto de vista, el significado de ser una mujer trans desde mi experiencia de haber nacido en el Caribe y habitar un cuerpo negro. Sobre lo trans sin límites, sin fronteras binarias, sin heterosexualidad, sin blanquitud, les quiero hablar de lo trans como una acción de cimanarronaje y fuga del régimen heteropatriarcal inscrito en la gobernanza del mundo basada la clasificación racial y sexual de los cuerpos. Y todo esto, desde las experiencias, las mías, los malestares y dolores que cargo hace 30 años, por la criminalización de mi cuerpo en un régimen hetero–colonial, sabiendo que mi teoría no sale de la academia ni de otras experiencias, sino del andar de mi subjetividad en las fronteras inquietas de la racialización, la sexo–generalización patriarcal y binaria del cuerpo y su obligada capacitación en el paradigma del capitalismo. 

Las hormonas: herramientas de re–existencia y lucha en un mundo gobernado por la colonialidad de la mirada sexuada 

Es necesario iniciar esta reflexión con algo que ya he enunciado desde el principio, esta es una lectura que parte desde un punto de vista personal, porque generalmente las argumentaciones que se escuchan son aquellas pronunciadas por las instituciones formales de la ciencia y la medicina, validadas por la colonialidad del saber científico y blanco. Casi nunca nos damos la oportunidad de escuchar nuestras propias voces, de hablar con noso–trans mismas, de poner sobre la mesa nuestros sentipensares y los atravesamientos que sentimos en el cuerpo, derivados de lugares incómodos que vivimos, y de los cuáles muchas veces nos reapropiamos. Escribo este texto, para hablar y habilitar un diálogo con otras personas trans, porque la CIS–generidad y el régimen heteroCISsexual a través de sus ejércitos de “profesionales” y académicas son quienes diagnostican, escriben, investigan, teorizan y deciden qué es lo conveniente para las personas trans, sin nosotrans, hablando siempre por nosotrans. Entonces, en vez de detenerme a explicarles lo que ha dicho la ciencia y la academia sobre los procesos de hormonización y las personas trans, les quiero contar sobre mi experiencia de casi cuatro meses hormonandome y usando tecnologías fármaco–políticas como estrategias de generación de fisuras y hackeo del CIStema. 

El 7 de abril cumplo 4 meses en TRH, que es lo que el régimen clínico llama “terapia de reemplazo hormonal”, tal reemplazo no existe, no se quita algo y se sustituye por otra cosa, se trata más bien de una nivelación de los niveles de testosterona y estrógeno en el cuerpo, sabiendo que todas las personas cis o trans, convivimos con estas hormonas en mayor o menor medida. Nivelación porque primero hubo un saber colonial clínico que “normalizó” y nombró los niveles “adecuados” para así construir en el binarismo y la heterosexualidad las categorías cerradas y CIS de “mujer y hombre”, son niveles de hormonas que no caen de la nada, sino que han sido planeados en la colonialidad que organiza el mundo.  Eso sin contar las más de 70 hormonas con las que cohabitamos y que tienen la función de regular los procesos de nuestros cuerpos. Las hormonas ponen en operación y mantienen vivos de muchas formas nuestros cuerpos, son moléculas que posibilitan nuestros  procesos de transformación y de mantenimiento. Muchos de los padecimientos como la diabetes y el cáncer, son tratados a través con  terapias hormonales, sin mencionar los tan comunes medicamentos anticonceptivos. Por lo tanto, la introducción de hormonas en nuestros cuerpos–organismos  que buscan equilibrios y nivelaciones otras fuera de la CISsexualidad binaria, no es un tema exclusivo de las personas trans, sino de todas las personas atravesadas y habitantes en el paradigma donde de las fármaco–políticas son parte de los procesos de subjetivación.  Tan solo hagan un ejercicio de las sustancias químicas que juegan una función suplementaria, paliativa, curativa y estética–política a las que muchas de nosostras –cis o trans– apelamos en nuestra cotidianidad. La criminalización del cuerpo trans que se hormona es un acto egoísta que parte de un privilegio cis, que busca monopolizar y territorializar el campo de las hormonas solo para poblaciones cis–heterosexuales, en cuanto son las únicas válidas, negando así las puertas de fuga que muchas de nosotrans encontramos allí, como herramientas políticas de devenir, transformación y cambio del cuerpo nombrado por el hospital, la familia y el Estado biopolítico –pensando en Fucó–. Hablo desde mi vivencia, porque también se puede vivir lo trans sin recurrir a estas herramientas políticas, existen otras también. 

Creo que sucede algo parecido a lo que pasa con el trabajo sexual, las moralistas feministas blancas solo quieren abolir el trabajo sexual porque según ellas siempre es trata, pero no les interesa abolir la trata como fenómeno de muerte,  ni el capitalismo como su matriz generadora que atraviesa no solo el trabajo sexual, sino muchas otras formas de trabajo, incluyendo las que nosotras seguramente hacemos, o como el trabajo doméstico, porque ya sabemos que todo trabajo en el paradigma del capital es explotación. Creo que como en este caso, las terfs critican, señalan y patologizan a las personas trans que recurrimos a la TRH bajo el pretexto de que las farmacéuticas se enriquecen, pero la realidad es que solo quieren eliminar el acceso a estas tecnologías para nosotrans. Las farmacéuticas se enriquecen con todo, lo que en realidad hacen es esconder el transodio en una supuesta crítica a la industria, tal cual lo hacen cuando se llaman “críticas de género” para decir eliminar al sujeto trans mientras ustedes lo performan todos los días. ¡hipócritas!  Así, ni su crítica es amplia ni la dirigen a los corporativos que privatizan la salud en el capital, lo que demuestra una vez más, que no les interesa mover las estructuras, sino hacer las vidas trans lugares inhabitables para muchas de nosotrxs.

No quiero meterme en el conocimiento de la “ciencia”, mejor me gustaría detenerme en lo que ha significado para mí vivir en este proceso de terapia hormonal y la función que tiene en un mundo binario donde la mirada está colonizada por la CISgeneridad, el binarismo sexual y la heterosexualidad obligada. La TRH y las prótesis sexo–políticas que cargo en el cuerpo, no son gustos ni deseos de alcanzar, en mi caso, una determinada feminidad, son herramientas de lucha y de re–existencia que me arman para enfrentarme a vivir en un mundo clasificado en dos, esas tecnologías me permiten en muchos casos habitar espacios y dejar por unos segundos la mirada criminalizante que me persigue, me impide entrar a un baño, sentarme en un lugar, entrar a un vestidor, la que hace que la policía me diga: “caballero, este vestidor es de damas”. 

La TRH es una medida de reparación del daño. Del daño causado por la colonialidad de género, recordemos que este mundo binario, heteroCIS y colonial, nos produce, pensando nuevamente en Fucó, como sujetos productivos en el capital y reproductivos en la familia nuclear que a su vez alimenta la fábrica globalizada. Las categorías mujer y hombre, pensando en Oyèrónké Oyèwùmi y María Lugones, son categorías sociales y culturales construidas. Son propiamente invenciones de la colonialidad junto a los códigos sexuales de la heterosexualidad cristiana y naturalizada en nuestras sociedades, comunidades y contextos. No nacemos con la idea de qué es un hombre o una mujer, los atributos sociales, las características de visibilidad asociadas al binarismo mujer–hombre, han sido mandatos prescritos y disposiciones vigiladas por el hospital CISheterosexual, la familia nuclear, la iglesia y los poderes ideológicos y políticos ejercidos en la gubernamentalidad del Estado nación, el cual también es binario en cuanto tiene un centro que es la nación propia de la ciudadanía blanca heteroCIS, y las fronteras de esa nación, que son las orillas, los lugares peligrosos y los bordes de la nación donde habitan los sujetos anormales, no heteros, las trans, las putas y las negras desbordadas de los centros ciudadanos del mundo. En cuanto esta dicotomía es un producto del Estado, las vidas trans criminalizadas y patologizadas por la clínica y la doctrina social de la iglesia, que exigen moralidad en la heteroCISsexualidad blanca, deben reparar el daño que han hecho en su afán de naturalizar la CISgeneridad, ¿qué significa reparar ese daño? significa que el acceso a la salud integral para personas trans sea un derecho garantizado en todas sus dimensiones, porque las personas trans en contextos como el latinoamericano, son atropelladas, marginalizadas y viven en constante asedio derivado de lógicas de opresión, profundizadas por las violencias racistas, clasistas y heteroCISsexistas. Tener acceso a TRH no debería ser un privilegio, considerando cuáles son las condiciones materiales y de vida de las personas trans racializadas en la región, es un tema de derechos, es un tema acceso a la salud, es un tema de garantías, igualdad y no discriminación. Es un asunto de reparar lo que la clínica y el Estado hizo, cuando nos violentó nombrándonos, prescribiendo nuestros destinos y definiendo autoritariamente nuestras identidades. 

Ser trans, usando o no hormonas, es una forma de desnaturalizar la cisgeneridad y cis–sexualidad binaria del cuerpo, es una forma de descolonizar el deseo y la carne desde la transitividad y la potencia que tenemos de ser lo que queramos ser, de no entender nuestras identidades como cárceles sino como procesos en constante movimiento, siendo capaces de moldearnos con la fuerza de nuestra autonomía y facultad. Si el Estado colonial a través de sus instituciones psiquiátricas, médicas y católicas produce nuestras vidas en prisiones binarias, ahistorizando el cuerpo, las identidades y las subjetividades femeninas, masculinas y otras, es urgente entender, para quién crea que las necesita, a las hormonas como narrativas desbiologizantes–descolonizantes que desnaturalizan la carne y posibilitan procesos de agenciamiento y autonomía colectiva, porque cuando una es trans, india o negra, la transitividad siempre es colectiva. 

Entender esto, es darnos la oportunidad de arrebatar poder a las institucionales, nombrarse a una misma es poder, lxs trabas no somos víctimas ni débiles, estamos llenas rabia y poder.  Entender esto es imaginar un mundo donde ya no es el Estado quien te nombra al nacer, sino que una misma se revela contra la clínica, se gestiona así misma, se cambia el nombre y decide habitar un destino no prescrito para una. ¿Cuántas de ustedes se han cambiado el nombre? cambiarse el nombre es un acto revolucionario y profundamente travesti. Es una política de escape y cimarronaje, hacerlo es un acto de poder, por eso creo que las personas trans no somos víctimas de nada, tenemos una fuerza y un poder capaz de derrumbar las lógicas organizativas de la heterosexualidad binaria necesaria para que funcione el capitalismo.

A mi modo de ver, las hormonas son tecnologías de hackeo del CIStema, en un mundo que universaliza la feminidad como una, total e igual para todas. las mujeres trans, por ejemplo, habitamos y construimos una feminidad otra, y así sucede con la masculinidad en el caso de los hombres trans, con nuestros cuerpos, movimientos, experiencias y transformación de la carne, retamos las lógicas normalizadas del CIStema, afincadas en la colonialidad de género, en la idea católica–excluyente y complementaria del dimorfismo sexual y la doctrina de Adán y Eva impuesta por el cristianocentrismo. Nuestros cuerpos atestiguan nuestra existencia desde lo trans, nuestra carne transexual patenta nuestra viabilidad como vidas y nuestra transitividad en lo trans demuestran que el régimen clínico que ha naturalizado el orden binario de sexo–género, como un sistema de opresión, es una farsa. Las personas trans hemos sido capaces transformar la experiencia, habitar categorías prohibidas para nosotrans y contender contra el discurso de la biología ahistórica. 

Yo entiendo las hormonas como herramientas de sobrevivencia en un mundo CISbinario donde las vidas trans no solo son estigmatizadas, criminalizadas y enfermas, sino que somos inviables por ser cuerpos inhabitables, innombrables y no merecedores de ser amados/deseados/habitados. Ante los ataques transfóbicos de personas que nos señalan por recurrir a la TRH, y señalarnos de querer reproducir estereotipos de género, creo que lanzar esta crítica solo puede entenderse desde el privilegio cis. Desde mi experiencia puedo decir que la transfobia es una realidad que muchas de noso-trans vivimos –sufrimos– todos los días. Personalmente entiendo la TRH como parte de las tecnologías de sexo, son herramientas politicas farmaco–sociales, las hormonas y toda la indumentaria que cargo, son protétesis travestis, son prótesis psicosociales, ontológicas, epistémicas y estéticas que me arman para pelearme contra un mundo eminentemente transfóbico. Son tecnologías epistémica porque me posibilitan habitar un conocimiento otro TRANSformando la carne cis con ella y deviniendo trans, son ontológicas porque existe en cuanto soy otra siendo yo misma, habitando un pasado, una historia y construyendo andares imposibles para mi, son estéticas porque confundo a lxs amos y me escabullo en sus CIStemas causando fisuras y daños funcionales en sus lógicas…  Cuando voy a una tienda y me dicen caballero, les vuelvo a ver y les pregunto: ¿me ves cara de hombre? ante lo cual se quedan callados mientras en el mismo instante les comparto mis pronombres. Me ven como loca, como anormal, como maricón, como travesti… pero nunca como hombre, eso ya es un efectos de las protésis hormonales y estéticas que me aleja de la humanidadCIS y me acerca a un devenir TRANS.  Soy mujer trans no porque sienta un sentimiento, soy una mujer trans negra, porque soy una experiencia antirracista  y una situación política cimarrona de la platanción del sistema sexo-género.  Situación que seguro las blancas racistas y feministas transfóbicas, nunca entenderán, porque nunca me han escuchado.

Todo esto es casi imposible pronunciarlo, porque creo que nuestras voces trans–travestis están condenadas al silencio, siempre he dicho no hay forma que una persona sea transfóbica si nos escucha, si se sientan a hablar con una, si les platicamos las cosas que hemos vivido, si hablan CON noso–trans y no SIN ni POR noso–trans, la historia que contamos podría ser totalmente distinta, ante esto me gustaría narrarme desde mis lenguas subalternas, y hablar con ustedes desde mi subjetividad de mujer trans, negra y caribeña. 

No quiero visibilidad, quiero vivir 

Los asesinatos, la necropolítica contra el cuerpo trans, la precariedad, los horizontes de muertes prescritos para muchas de noso–trans y las violencias transfóbicas y racistas no desaparecen apareciendo en netflix y con el reconocimiento una vez al año de una Secretaría  de gobierno que cuelga una bandera trans en marzo,  diciendo que que apoyan a las personas trans en un país como México que es mortal, principalmente para las mujeres trans racializadas y putas.  Es urgente que replanteemos las apuestas del proyecto político, no hay descolonización sin las personas trans, la meta no puede ser que las personas trans parezcamos en la TV, ya sabemos las fuertes limitaciones de la representación, en cuanto siempre es individual y es una forma de cooptación de procesos de lucha, la apuesta es destruir el paradigma binario de género, es desgenitalizar los cuerpos, des-heteroCISheterosexualar la vida cotidiana, es apostar por un horizonte donde sea ridículo decir en cada momento “que las personas trans son personas, que tenemos derechos, que nuestras vidas son importantes”, para ello es necesario no armar un proyecto de marketing que busca un lugar en la mesa de lxs amxs, sino llevarnos del consejo de Audre Lorde para tirar las herramientas del amo, y construir formas otras de vida, fuera del control CIS–binario heterosexual de nuestros cuerpos. Mi sueño no es tener más visibilidad, quiero vivir mucho más y no sentir miedo de que eso no suceda. En este día no quiero ser visible, quiero la muerte de la transfobia, del racismo, de la colonialidad de género, del capitalismo y toda la modernidad que hace de este mundo un gran error.

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Autor

  • Mikaelah, bonita, mujer trans, mula no–humana, afrodescendiente y fronteriza, es una travestinegra habitante del tercer mundo. MarikaMigrante y fugada del Estado ocupacionista dominicano y de la plantación sexo-género, antirracista y contaminadora de categorías, hoy se nombra mexicana no por ciudadana, sino para transpasar fronteras negadas y espacios prohibidos por su no humanidad y su clasificación caribeña termundizada, derivado de que nació en el laboratorio colonial del caribe, lugar de cuerpos negados por nacimiento, contamina sus sentidos, cimarronea sus significados de género, nacionalidad, humanidad…insuficiente en la masculinidad hegemónica y como mujer, deviene cimarrona de género, es una carne indomesticable en la sexuación forzada heterocis. Como cuerpo no apto para moverse, hace uso de la estrategia del Calibán, no es sumisa ni pone la otra mejilla, sabe contestar, defenderse es una necesidad vital en mundo que odia a las travestisnegras/personasnegras. Es parte de las colectiva AFROntera Cimarrona, del Grupo Latinoamérica de Acción y Formación Feminista (Glefas), del proyecto de–formativo DécimaOla, artista, voguera y performance. Creadora del Podcast antirracista Café Marika y Pájaro Negro. Pensadora, educadora popular, comunicadora, antiacadémica y escritora. Estudió la Licenciatura en Relaciones Internacionales y escribe para diversas revistas y medios de comunicación. Ha participado en el Poemario “Aquelarre de Negras un poemario de Negritudes insumisas”, en la Antología ¡Pájaros, lesbianas y queers, a volar” de Dominican Writers y en el Fanzine “siete mil ríos nos comunican” por FRESTAS Trienal de Artes 2021. Es autora del libro el Feminismo ya fue, público por OnA Ediciones. Lleva 10 años trabajando en organizaciones sociales en México, en diseño y formulación de proyectos y en temas de libertad de expresión y acompañamiento a personas defensoras en riesgo.

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