Cruella de Vil, la Bruja Malvada, Úrsula, son algunas de las villanas más icónicas que por malvadas difícilmente podríamos amar. Sin embargo, nos encantan. ¿Exactamente por qué? Si Disney siempre busca representar lo “moralmente correcto” en la sociedad, ¿por qué estos personajes son tan queridos? Al menos inicialmente la intención de Disney con sus villanes era mostrarles como algo despreciable, pero quizá no le funcionó como quería ¿o sí? depende desde dónde lo veamos, pero vayamos desde el inicio.
Para entender la dinámica en la que funcionaban los primeros personajes de Disney necesitamos hablar del famoso Código Hays, un código que tuvo lugar entre 1934 y 1967 en Estados Unidos que establecía lo que estaba o no permitido mostrar en las películas, principalmente lo que era moralmente “correcto”, como remarcar las “leyes de la naturaleza” y la prohibición de relaciones interraciales, así como la homosexualidad (llamada en ese entonces “perversión sexual”). Es decir, NO a todo lo que fuera diferente. El código también establecía que cualquier representación de “pecado” debía ocurrir solo con villanes que tendrían que ser “castigades” al final de la película pues no se debía simpatizar con elles.
Bajo estas reglas fue creada la primera gran villana de Disney: La Reina Malvada de Blancanieves, un personaje que iba en contra de los roles de género, era una mujer soltera en una posición de poder, fría, alta, con una voz profunda y una mandíbula marcada, estereotipos asociados a mujeres “poco deseables” y leídos como algo “malo”, por lo menos por la mayoría de la audiencia heterosexual, porque la audiencia queer nolo leyó de la misma manera.
El personaje de la Reina Malvada funcionó tan bien para Disney que repitieron la dinámica con Maléfica en La Bella Durmiente, con Cruella de Vil en 101 dálmatas y con Úrsula en La Sirenita, pero también con villanos masculinos como el Capitán Garfio, Jafar, Hades y Scar, en el caso de ellos, dándoles personalidades narcisistas, vanidosas, dramáticas y débiles asociadas a lo “femenino” y estereotípicamente gay. Algo conocido como queer coding, un conjunto de características y comportamientos que sugieren a la audiencia que un personaje es queer, aunque su orientación sexual o identidad de género sea ambigua y nunca se plantee como parte de la trama.
Y claro, los estereotipos son bastante negativos, pero entonces ¿por qué les villanes son tan amades? Resulta que al darles características que les hicieran parecer “raros” (queer), Disney hizo que sus villanes fueran atractives sobre todo para el público LGBT+ y las mujeres, pues parecían ser un acto de rebeldía ante la norma heterocispatriarcal.
En la ficción, les villanes representan algo que la sociedad considera tabú o inmoral, y en la mayoría de los casos son villanes no por algo que hicieron sino por lo que son o cómo son. Esta narrativa ha funcionado para marginar aún más a las personas que ya de por sí están marginadas en la sociedad, pero convertir a les villanes en marginades también es otra forma de queer coding. Muchas personas pueden reconocerse en estos personajes, pero la razón exacta de porqué nos encantan es por su extravagancia y excentricidad.
El youtuber Matt Baume, incluso usa el término Camp parafraseando a Susan Sontag: “Camp, es una forma de ver el mundo. No en términos de belleza, sino en términos de artificio, de estilización”. En otras palabras, es un performance. El vestuario y los gestos extravagantes nos dicen que estos personajes no encajan en los estándares del mundo “bonito” de las princesas y los héroes, pero lo mejor es que ni siquiera buscan encajar en ese mundo y se deleitan con la libertad que surge cuando dejan de intentar encajar. Quizá un sentimiento que muchas personas LGBT+ compartimos. Incluso cuando la Reina malvada de Blancanieves se disfraza de bruja parece estar dando el mejor performance de drag queen de su vida.
Y de hecho, no es coincidencia. Personajes como Cruella de Vil con sus abrigos y amor por el estilo, fue inspirado en Tallulah Bankhead, ícono queer y una de las actrices más populares del teatro del siglo XX. También tenemos a Úrsula cuyo look fue inspirado en Divine, una famosa Drag Queen y estrella de las películas de John Waters, un reconocido director que incluía en sus obras temas LGTB+. Además, el doblaje en latino fue interpretado por Serena Olvido, una actriz y cantante trans mexicana. Entonces sí, tiene mucho sentido que nuestras infancias queer se sintieran arropadas por esos villanes a quienes tanto marginaban.
La risa malvada es una característica importante entre les villanes, aman lo que hacen y lo que son, sin importar lo que el mundo diga que es bueno o malo. Hay exageración no solo en el aspecto físico, sino en sus emociones; son intensas, pero sobre todo, no comprendidas. Algunes nos sentimos más cerca de les villanes, que de la misma sociedad que les margina, algo que durante los últimos años Disney comenzó a notar. Si bien en sus antiguas películas nos mostraban a villanes cargados de estereotipos socialmente “malos” y sin ninguna intención de crear empatía, ahora varias de sus narrativas reconocen estas conexiones y reafirman la humanidad de sus respectives villanes, así como su lugar en la sociedad.
Lo vemos en las nuevas películas de villanas como Maléfica (2014 y 2019) o Cruella (2021), claros ejemplos de Disney queriendo atender las demandas de esa audiencia que ama a les villanes y que de hecho significó un rotundo éxito para la empresa. Tan solo la primera película de Maléfica recaudó más de $758 millones de dólares en todo el mundo y ocupó el sexto lugar en la clasificación de taquilla nacional en 2014.
En Cruella, Emma Stone (quien la interpreta), está lejos de ser la villana mata perritos de las películas animadas. En esta precuela, conocemos el origen de Cruella de Vil, una amante de la moda, que por supuesto sigue siendo una artista performática y fabulosamente camp. Pero la película sobre todo se basa en la tendencia actual de dar una narrativa distinta a esas mujeres que a lo largo de la historia fueron demonizadas, para darles ahora una historia mucho más profunda. Disney ha sabido capitalizar muy bien estas tendencias sociales; las princesas ya no son rescatadas, el héroe ya no solo es el hombre y les villanes no son unos monstruos despiadados.
Les villanes se crearon bajo estereotipos queer, no con una buena intención, pero en su momento lograron empatizar con las personas LGBT+, incluso actualmente es lindo sentir cierta complicidad con muchos de elles bajo el queer coding.
Pero hoy en día son representades de una manera diferente. Hoy conocemos sus historias, sus miedos, sus heridas y ya no son solo un reflejo de los “temores sociales”. Y aunque es muy satisfactorio ver dignas representaciones de aquelles que en algún momento fueron considerados “raros”, no se puede evitar sentir una especie de explotación. Después de todo, Disney puede estar muy feliz de recibir dinero de las personas LGBT+, pero seguimos sin tener a un personaje significativo abiertamente queer.
Como sea, en muchas historias (no exclusivamente de Disney, incluso en la vida real) las identidades queer seguimos siendo leídas como las villanas. Tal vez lo seamos, pero no por la razón que creen, sino porque amamos serlo. Y admitámoslo, romper las reglas puede ser más divertido que ser una princesa.