
¿Has escuchado sobre la llamada “política y fiebre del oro Swiftie”? A estas alturas, sabemos que la biyul realmente se convirtió en la Miss Americana. En su país de origen, la poeta pop logró que el alcalde de Pittsburgh cambiara el nombre de la ciudad a Swiftburgh en honor a uno de los sold outs de The Eras Tour, el registro de más de 30.000 votantes e incluso el acuerdo entre demócratas y republicanos para tomar acciones contra los abusos de LiveNation/Ticketmaster.
Pero la coronación de la Mastermind también ha tenido episodios que han puesto en tela de juicio su reputation, como los señalamientos por su supuesta simpatía con las políticas migratorias de Donald Trump, “Look What You Made Me Do” presumida como himno de la ultraderecha, los elogios de grupos supremacistas, —porque sí, querides, T.S. tiene una fanbase en juventudes prochoice y pro derechos LGBT+, pero a nadie se le olvida que algunos sectores conservadores recuerdan con cariño su era country— y la bofetada que la “MiJiji-Uju-Ju-Uh” le planta al activismo ambiental con el uso de su jet privado.
Sin embargo, ¿hay una “política y fiebre swiftie” Latinoamerica’s Version? Por supuesto que sí, mis poetas torturadas. El año pasado, les swifties fueron un dolor de cabeza para militantes y políticos libertarios en Argentina. En países como México y Chile, son los propios políticos, funcionarios públicos y demás representantes en espacios de poder quienes encuentran en Tay-Tay una oportunidad bastante rentable. Y es que claro, ¿quién no quiere entender y beneficiarse del dominio de Taylor Swift y sus estrategias de comunicación en la era digital?

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En Chile, el presidente Gabriel Boric —que ha dejado mucho que pensar por el recrudecimiento de su política migratoria y el papel secundario al que relegó propuestas de campaña como la reforma al sistema de pensiones o la cobertura sanitaria universal— mandó abrazos a Taylor cuando Damon Albarn —ajá el machito premium que hizo berrinche porque la audiencia de Coachella ignoró la presentación de Blur— la desacreditó diciendo que no escribía sus canciones.
En diciembre de 2021, Chile y parte de Latinoamérica celebraron que el presidente electo no sólo fuera un exlíder estudiantil, sino que también llevara una polaroid de la cantautora en el bolsillo. En esos días, la columnista de The Angeles Times, Suzy Exposito, analizó a Boric como un ejemplo del candidato que se supo posicionar como el favorito de amantes del pop y de votantes que disfrutan del heavy metal o de propuestas más ‘alt’ como Deftones o Nine Inch Nails.

La euforia biyulera también ha formado parte de su plan de comunicación en la presidencia. En 2023, año en el que su agenda brilló por el Caso Convenios (hasta ahora el caso de corrupción más grave de su gestión), Gabriel Boric recordó que le pidió a Taylor Swift incluir a Chile en The Eras Tour. Como ya sabemos: esto no pasó… así como a la fecha tampoco hay avances legislativos para aumentar el salario de trabajadorxs del sector cultural.
…Ready for It?: de ministros y candidatos que entendieron el rumbo pop del marketing político
Por supuesto, el mandatario chileno no ha sido el único político que ha comprendido que Miss Swift es la artista más buscada en Google o que cada uno de sus movimientos desata tendencias en X. En México, el exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar Lelo de Larrea —ajá, el que nunca dio una explicación clara sobre la renuncia a su cargo— atrajo la atención de la prensa con videos de TikTok en los que intercambiaba friendship bracelets en The Eras Tour. Incluso Grupo Milenio —que acumula una audiencia de 17.6 millones de usuaries—, le dio dos columnas para aplaudir la trayectoria de la diva.
Durante el concierto en Ciudad de México (Taynochtitlán), Zaldívar usó una chamarra verde soldado para recordar la era más serpentosa de Taylor; su elección fue más que atinada. Actualmente la reputación del jurista no es la mejor. Medios como Proceso han señalado que el exministro disimuló su silencio sobre los fideicomisos del Poder Judicial con sus elogios públicos hacia los vestuarios de la multiganadora del Grammy.
¿Será que ahora que la presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, solicitó investigarlo por presunta vulneración al principio de autonomía, falta de profesionalismo, violencia sexual, abuso de funciones y desvío de recursos, Zaldívar recurrirá a la política Swiftie para no hablar al respecto? ¿O dejará que el lanzamiento de The Tortured Poets Department (2024) pase desapercibido?
Y como se sabe que el fandom swiftie no acepta lugares vacíos, ahora quien intenta relevar al político biyulero es Jorge Álvarez Máynez, candidato presidencial por Movimiento Ciudadano —señalado por acoso sexual y complicidad con presuntos agresores de mujeres— que con su playlist Maynez Version evidencia que el marketing político está dando un giro importante.

La “política y fiebre del oro Swiftie” son un ejemplo de cómo los fenómenos pop se han vuelto una pieza esencial en las dinámicas electorales. Les asesores y consultores de campaña o gabinete ya no sólo prestan atención a la propaganda clásica (como lo son los debates o tapizar la ciudad con el rostro de les candidates); ahora tienen presente que su victoria o derrota también depende de su capacidad para entender y capitalizar políticamente los códigos de los fandoms y las estrategias con las que las grandes estrellas se relacionan con sus audiencias

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¿Y qué audiencia mejor que la de Taylor Swift, la mastermind que ha dominado la comunicación en la era digital al grado de convertirse en una lovemark, cuya reputación, por más observada y juzgada que sea, se mantendrá intacta y rentable, incluso en los momentos de crisis? Algo bastante jodido cuando se piensa en lo difícil —por no decir imposible— que es la rendición de cuentas en América Latina.