
Sergio Tomás Massa, el candidato más votado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina, se sube solo al escenario del búnker de Unión por la Patria con lágrimas en los ojos. Decreta el fin de la grieta. Habla de un gobierno de unidad nacional sobre la base del desarrollo federal, de abrazar. Termina su discurso acompañado por su “principal sostén”, su familia. El peronismo se refunda en esa escena, en el momento en el que Massa, el ministro de Economía, pone las emociones y los afectos al servicio de la política. Una escena en la que no estuvo presente la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, hasta hace poco eje alrededor del cual orbitaba la política argentina. Tampoco estuvo el actual mandatario Alberto Fernández. El acontecimiento que se dio en ese escenario puede leerse de muchas maneras, en forma y contenido, en sus ausencias y presencias. Pero la clave para proyectar las semanas que se vienen es la apuesta por dejar atrás las disputas del pasado (kirchernismo y antikircherismo), una renovación peronista con agenda propia y un nuevo repertorio que mira haciael futuro del país. Empiezan las primeras estrofas de la nueva canción que propuso el gobernador reelecto Axel Kicilof.
Algo que sabemos en Argentina es que los partidos se juegan hasta el último minuto y en eso estamos. Si las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) fueron el primer tiempo, el domingo se jugó el segundo. Ahora se define por penales y como ya somos campeones del mundo, elegimos creer que es posible ganar.
Se reconfigura el escenario político, aunque también se había reconfigurado cuando Javier Milei, de La Libertad Avanza, ganó las PASO. Fue una remontada histórica y épica en medio de una tempestad política, social y económica: en dos meses Sergio Massa creció más de 9 puntos, saltó del tercer lugar al primero. Unión por la Patria creció casi 3 millones de votos, casi la misma cantidad de quienes se ausentaron en la primera vuelta. Y el candidato outsider de la ultraderecha encontró su propio techo de cristal: no creció y no alcanzó el 30 por ciento.
Entre las Primarias y las Generales hubo gestos y políticas de redistribución para paliar la crisis, pero los dígitos de inflación no bajaron. Algo se activó y evidenció que el electorado no vota únicamente con el bolsillo. El oficialismo llamaba a votar “por la bandera argentina” y así parece que fue. Nadie pudo abstenerse ante los números del 13 de agosto que nos dejaron en shock de frente a la posibilidad concreta de que la novedad política libertaria local ocupara el sillón presidencial en diciembre. Aquí van tres pistas, desde la mirada de los activismos y la sociedad civil, para entender cómo se levantó la muralla que cercó a la ultraderecha:
1. Reflejos democráticos: dictadura nunca más
Argentina se encuentra en el año en el que su democracia celebra 40 años ininterrumpidos. Además de las propuestas de profundización del neoliberalismo clásico, el economista libertario, Javier Milei, y su armado electoral traen debates que creíamos saldados que encendieron una alerta democrática real recién cuando ganó las PASO. Entre sus filas hay personas que abiertamente reivindican la última dictadura militar, como su candidata a vicepresidenta, Victoria Villaruel, o Villacruel.
El llamado a involucrarse, a participar en las urnas, a no abstenerse frente al escenario crítico evidentemente funcionó. Al país de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, el del Nunca más, no le da lo mismo que alguien niege el terrorismo de Estado, el robo de bebés y la apropiación de identidades. El electorado tiene reflejos democráticos, votó con memoria.
2. Campaña ciudadana de desborde: la vuelta de la lengua popular
Se reactivó una campaña política en los márgenes, más allá del aparato tradicional.
Las fuerzas progresistas y de izquierda salieron a las plazas y a las redes a disputar el debate público. Entendieron que algo de todo lo que peligraba —y todavía peligra— no estaba siendo narrado con claridad por parte de la clase política tradicional. Ni tampoco se estaba conteniendo a quienes se preocuparon por el devenir del pueblo. En el país de las ocupaciones callejeras masivas venimos de años de ralentización en la movilización progresista, de retirada del espacio cívico, que se explica por muchos motivos:la pandemia, el dilema de un gobierno que se presentaba de ampliación de derechos y los ataques constantes de la ultraderecha. Las fuerzas progresistas estaban encorsetadas.
Además, la lengua encriptada y obstinada de las demandas kirchneristas clásicas (el pedido de una reforma judicial, la Corte Suprema, el Consejo de la magistratura) no estaba llegando a las masas populares progresistas. Las narrativas nostálgicas tampoco estaban interpelando.
Organizaciones de derechos humanos, activistas, feministas, periodistas, comunicadores y militantes empujaron acciones en el plano digital y analógico. En ese entramado también hubo solidaridad regional. Quienes orbitaron alrededor de la campaña de Lula Da Silva en Brasil se pusieron a disposición para colaborar. Compañeras de Paraguay, Chile y Uruguay también empezaron a mirar con preocupación. Así como un avance para Argentina es un paso adelante para toda la región, un posible retroceso puso en guardia a otros países hermanos.
Con creatividad e imaginación política, en las últimas semanas se recuperó la narrativa para contar los riesgos de la desregulación del mercado de armas, la venta libre de niños, ballenas y órganos, la privatización de la salud y la educación, la somatización, la negación del cambio climático. Hubo batalla de memes, pero no fue solo ese formato fetiche. Aparecieron flyers, múltiples videos en las redes (como Indisciplinadxs), inteligencia artificial y también afiches en la calle y juntadas en las plazas para pensar y planificar la remontada.
Muchos gurús de la comunicación política decían: “la campaña del miedo no sirve, no alcanza”. Pero el miedo, definitivamente, fue un vector. Nos unió el espanto. Y dijimos “La campaña es nuestra”.
3. Acá están las feministas
Entre quienes se movilizaron para retomar un lenguaje popular que hable a las mayorías, las feministas tuvieron un trabajo intenso y duro. Sabíamos que las indecisas eran el doble que los indecisos. Teníamos la información a partir de grupos focales e investigaciones de todo tipo que indicaban que el voto de ellas era el único vector para dar la vuelta. A pesar de los ataques de la ultraderecha y la acusación de piantavotos de los cercanos del campo nacional y popular que pedían silenciarnos de la conversación política: hubo desobediencia. Así se activaron distintas campañas para hablarles a las mujeres, a las madres con hijos e hijas y convocarlas a votar (“Nosotras vamos a votar” y “Depende de nosotras” fueron algunas de las activaciones direccionadas).
Ya desde el resultado de agosto se retomaron las asambleas feministas por Ni Una Menos que confluyeron en la convocatoria al 28 de septiembre, Día por la Despenalización y Legalización del aborto en la región, bajo el lema “La libertad es nuestra” se intentó disputar el sentido de la palabra que para ellos es libre mercado, pero para nosotras es autonomía e independencia. Una semana antes de ir a las urnas, el multitudinario Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, No Binaeries y personas Trans en Bariloche, estuvo atravesado por el clima electoral y las estrategias para volver a convocar más allá de las convencidas.
Los dichos de la candidata a diputada Lilia Lemoine, al parecer, también tuvieron su impacto en el electorado femenino los días previos a votar. La declarada antifeminista habló en un programa de radio de su proyecto para que los varones negación de la paternidad y de las mujeres que “pinchan los preservativos”. No fue gratuita la estigmatización dirigida.
En Argentina hay 1 millón y medio de mujeres a cargo de hogares monoparentales con 3 millones de niños y niñas, el 50% no recibe cuota alimentaria. No se necesita ninguna ley. Se necesita que los padres paguen la cuota alimentaria para que haya menos niños y niñas pobres. Y una de las pocas fuerzas políticas que viene impulsando esta conversación es Unión por la patria.
En el discurso post resultados, Massa les habló a las madres que crían solas y el día después confirmó la relevancia del voto femenino en la conferencia de prensa que dio a los medios extranjeros. “Sacamos casi el 45% entre las mujeres”.
Ante la prensa internacional, Massa levantó la bandera de igualdad salarial: señaló que la Argentina sufre una brecha del 23% entre los ingresos de los varones y los de las mujeres, y aseguró que durante su eventual administración trabajará para “impulsar el equilibrio en términos de igual remuneración por igual tarea”.
“Como presidente voy a impulsar el equilibrio en términos de igual remuneración por igual tarea, pero además he planteado a lo largo de la campaña la necesidad de impulsar un sistema de cuidado de los niños de entre 45 días y 3 años y de ampliación del sistema de jardines maternales a lo largo y ancho del país”, dijo.
Con todo, el final continúa abierto y quedan tres semanas hasta el 19 de noviembre. Los esfuerzos se multiplican. Aunque este país hace 10 meses que está en campaña electoral, lo que suceda en este tramo final será determinante. Hoy más que nunca se juega nuestra imaginación política, la creatividad y la ambición para discutir el futuro que queremos. Es mucho más que una definición electoral y no se trata únicamente de una narrativa, en esas definiciones y tensiones está la disputa ideológica e identitaria, quienes somos como sociedad y cómo y con quienes queremos habitar esta patria.
Excelente descripción y enriquecedora lectura. Gracias