Nota para la fragilidad blanca: querida persona blanca, mi mala escritura, sintaxis, gramática, mi ineficiencia en el dominio del lenguaje de lxs amxs, habla de la carne negra, trans y dominicana que habito, escribir mal la lengua de colón es una acción política decolonial. Que te moleste también es parte del propósito. Abstente de corregirme, eso es racismo también.
Una salvedad necesaria: diferenciándonos del feminismo facho
Sé que no todos los feminismos son blancos, aunque la teoría feminista es eminentemente moderna y occidental. Sé también que existen múltiples localizaciones y expresiones situadas, contextualizadas, no racistas y construidas desde una perspectiva imbricada para nombrarse feminista, un ejemplo concreto es el feminismo decolonial, que nace en una geografía no blanca, popular, latinoamericana e impulsado por lesbianas y mujeres negras feministas y caribeñas. Comparto redes con mujeres feministas que son piezas valiosas en este proyecto político, que no se limita en lógica binaria a hablar de hombres y mujeres y de patriarcado a secas, sino que han sabido nombrarse feministas entendiendo que no habrá proceso de liberación sin desmantelar los entramados de poder y relaciones de explotación que sostienen la colonialidad, el capitalismo y el régimen heterosexual…y que saben, como dice Yuderkys Espinosa, retomando a otras, que “una nunca se libera sola”, u Ochy Curiel cuando dice “nosotras soñamos con salvar pueblos enteros, no solo mujeres”, lo que quiere decir que los procesos de lucha, resistencia y liberación, son necesariamente colectivos, no solo con nuestras “iguales” sino también con otras subjetividades.
Tengo amigas feministas que saben que “mujeres” no es igual a “esencia,” sino un proceso de construcción subjetiva que nos ubica en el mundo. Tengo amigas feministas que saben que las mujeres trans existimos, que nuestras existencias nombradas y situadas, no borran sus experiencias y que luchamos también contra el error de mundo que nos lacera todos los días: el patriarcado blanco, el régimen heterosexual, el binarismo de género, el capitalismo, la colonialidad, etc. Que saben que nuestro habitar en el mundo no se trata de un juego de suma–cero, que peleamos contra la colonialidad patriarcal y militar del planeta, para que todas, todes y todos tengamos garantizados los derechos y libertades fundamentales que posibiliten nuestras vidas.
Ya no podía justificar más mi existencia, mejor abandoné los 8Ms
Con esta salvedad, quiero decir que hace un rato abandoné el feminismo porque fue un espacio muy violento para mí, y porque me cansé de ser el sujeto precario, insuficiente, desbordado y el cuerpo que en todo momento debía contar con una razón bajo el brazo que justificara su presencia en espacios feministas, me cansé de ser un cuerpo sospechoso, visto bajo los ojos de la criminalidad moral propia del feminismo blanco. Estas justificaciones, las cuales me drenaban y cansaban profundamente, las debía plantear en todo momento, incluso cuando formaba parte de contingentes antirracistas y caminaba junto a hermanas negras migrantes en la Ciudad de México, porque a pesar de que las mujeres negras con las cuales caminaba conocían mi experiencia y la compartían, mi cuerpo para las otras miles de mujeres blancas, blanqueadas o racistas–transfóbicas que protagonizaban las marchas del 8M, bajo la violencia de la colonialidad de la mirada heteroCIS, que solo ve mujeres y hombres, ejercían una violencia ontológica brutal, al clasificar para posteriormente expulsar, agredir o determinar, cuáles cuerpos se “ven adecuados para estar ahí y cuáles no”. No se detenían a preguntar por tu experiencia en un CIStema patriarclamente blanco y colonial, sino que ejercían la autoridad moral que les otorgaba su discurso feminista occidental y exigían tu salida e inmediata expulsión.
Bajo sus parámetros occidentales, mi cuerpo era percibido como un cuerpo “no apto, violador, criminal y sujeto a ser combatido”, a pesar de estar caminando junto a colectivos que formaban y/o forman parte de mi proceso de lucha antirracista, antipatriarcal, anticapitalista, antimilitarista, anticarcelario y decolonial, que eran colectivos no excluyentes, difusos, imbricados y múltiples que no abrazan una subjetividad esencial como “mujer a secas”, sino que atendían la imperiosa necesidad de vernos en complejidad. Esto demostraba que el feminismo blanco transfóbico abraza la “diversidad de colectivos” siempre y cuando estén conformados por mujeres cis blancas/blanquedas, cuando sus narrativas son desmentidas y los espacios disputados, responden/respondían con “un llamado violento a la expulsión”.
A pesar de estar allí, desde esos colectivos negros antirracistas que transgredíamos el feminismo blanco bajo la consigna: “cállate blanca”, fui agredida y violentada por feministas de derecha, por mujeres transfóbicas y feministas trans–excluyentes que rechazaban nuestro derecho y ejercicio de autonomía, autodeterminación y agencia de estar allí y protestar no solo contra la cárcel y el Estado patriarcal y racista, sino contra la blanquitud de sus propias posturas feministas. Negando nuestros procesos de subjetivación y manifestación en el mundo, éramos agredidas por las feminacionalistas, usando el concepto de Sara Farris y por esas feministas institucionales, que se nombran feministas desde los partidos de derechas y la teoría legal del Estado. Éramos agredidas por esas colectivas universitarias que se nombran feministas radicales, pero confunden el patriarcado con las mujeres trans negras caribeñas, éramos agredidas en un espacio de marcha y protesta, que considerábamos liberador pero que al fin de cuentas, resultaba ser el bisturí racista y transfóbico que abría de una sola zanjada aquellas heridas coloniales que por tanto tiempo hemos intentado curar en nuestras carnes.
Con lo anterior quiero decir, que no solamente las mujeres trans/mujeres trans negras nos convertimos en objetivo de ataques y agresiones de feministas blancas en las marchas del 8M, sino que las/les pares y las mujeres negras, populares, barriales, trabajadoras sexuales, racializadas e indias que nos abrazan y acompañan, también eran hostigadas, acosadas y agredidas por aquellas otras feministas que des–oyendo y pasando por encima de nuestras experiencias encarnadas, nos callaban y nos violentaban, negándonos la entrada, bautizándose así como policías de la cisgeneridad. Por lo que ese espacio de marcha, que se nombra como liberador y revolucionario, sólo lo es en cuanto se es “mujer cis blanca o blanqueda que abraza la teoría feminista clásica de la ama”, nombrándose desde el universalismo del feminismo sororo que cree que todas las mujeres comparten el mismo cajón de opresión, en lógica departamentalizada, fragmentaria y entendiendo las violencias en aislamiento, y nunca como una matriz capitalista, racista, heterosexual, cristinaocéntrica, capacitista y colonial, que abarca una multiplicidad de subjetividades desbordadas.
Abandoné los 8Ms como medida de autopreservación
Cuando asistía a las marchas convocadas en el marco del 8M, siempre me presenté desde la desconfianza y el cuidado de “autopreservarme” en un espacio donde se me negaba la entrada, o al menos se veían con escepticismo las demandas pronunciadas por una travesti, negra y migrante del Caribe. Hay que decir que a pesar de ser movilizaciones donde prevalecían posturas transfóbicas, racistas e ideas esencialistas sobre los significados de la subjetividad “mujeres”, que rechazaban la pluralidad de cuerpos, expresiones y vivencias de las mujeres en plural, también había espacios de resistencia, de mujeres desbordadas de la moralidad blanca, desde donde se configuran llamados de disputa que en una misma voz, gritaban: cállate blanca. Esos gritos de rabia, salían de cuerpos negros y racializados de otras mujeres, posibilitando en muchas ocaciones que mi integridad física y personal no se viera vulnerada en lo inmediato. En una marcha en 2017 en la Glorieta Diana, una feministra transodiante, casi me golpea con un bate, y en ese momento la oportuna intervención de otras compas, facilitó que no sufriera esa agresión. Los intentos de violencia física, eran la expresión más extrema de una violencia política, discursiva y policial que se daban porque mi cuerpo no cis, negro y heterodisidente era identificado en un espacio que se consideraba no propio. Desde una mirada de asco hasta frases como “fuera macho violador, vete de aquí este espacio no es para ti, el feminismo es por y para las mujeres, el feminismo es solo para las mujeres biológicas”… incluyendo miradas de repudio que no necesitaban soporte en palabras, me percaté que el 8M no es un lugar vivible y seguro para las trabas, negras, trans y migrantes racializadas no europeas, que estábamos ahí. Y también me pregunté, ¿qué tipo de movimiento y espacio de protesta es este que necesito de la protección de mujeres cis para estar bien?
Después de un tiempo, me cansé de tocar una puerta que nunca abría. Me cansé de querer ser el anexo de un movimiento que no escuchaba mi voz ni reconocía las heridas que cargaba mi carne negra derivado de habitar un cuerpo racializado, trans y alojado en las fronteras de la salud, la heterosexualidad y la ciudadanía blanca del Estado–nación. Me cansé de que hablaran por mí, me cansé de su no escucha, me cansé de sus esencialismos, de su racismo, de su falta de empatía, de su blanquitud, de su transfobia, me cansé de querer insistir en crear colectividad con sujetos que son incapaces de ver los dolores que cargamos por ser travestis y mujeres negras trans, racializadas y no blancas, en un mundo colonizado por el heteroCIScapitalismo y el patriarcado occidental. Me cansé de sus silenciamientos, de sus victimismos, de sus manipulaciones, me cansé de que defendieran a las amas, a las mujeres blancas racistas que ejercen relaciones de poder y subordinación, que oprimen, que defienden sus pactos de blanquitud y clase. Me cansé de su sororidad universal, sectaria–obligada que borra relaciones de poder, que defienden los pedestales y privilegios de las mujeres blancas, que se niegan al conflicto por la falsa unidad global de todas las mujeres, siempre y cuando sean cis, me cansé de su separatismo racista descontextualizado que fragmenta procesos de luchas colectivas que se dan desde las fronteras de los terceros mundos, me cansé de su punitivismo que pide leyes en marchas sin darse cuenta por falta de escucha, que el puntivismo y la cárcel no resuelven nada y son máximas expresiones racistas. Me cansé de su transfobia, de sus narrativas que hablan de un supuesto “borrado de mujeres” en un país donde es un deporte asesinar a mujeres trans, en un contexto donde se nos quiere muertas, en un lugar donde a pesar de la profunda liberación que encontramos en la transitividad de construirnos a noso–trans mismas, es una batalla constante –usando las palabras de Angela Davis– serlo. Me cansé de todas sus violencias. Me cansé de hacerles la misma pregunta, que desde los 1800s viene haciendo Sojourner Trut: ¿acaso no soy una mujer?
Pero, noso–trans nunca hemos querido ser mujeres a secas. Cargamos con un apellido, al que al menos yo, no estoy dispuesta a renunciar. Yo no soy solo una mujer, no me interesa ser solo una mujer, porque las únicas que se pueden dar ese lujo son las blancas, las que gozan de privilegios de raza, clase y geolocalización. Las mujeres indígenas que luchan por la tierra y el territorio no solo son mujeres, las mujeres negras del barrio de donde vengo y crecí, Sabana Perdida en Rep. Dominicana, no solo son mujeres. Las periferizadas, las que cruzan el territorio mexicano al margen del régimen legal de la colonialidad, las trabajadoras sexuales, las putas, las negras, afrodescendientes, las populares y barriales–desplazadas, no son solo mujeres. La categoría mujer a secas es violenta, es colonial, es occidental, es profundamente racista. Ser mujer es una situación política, no soy solo mujer, soy una mujer trans negra, mi existencia otra desde la fugitividad del régimen heteroCIS–binario de sexo–género, me da un no lugar en el mundo, no me interesa sentarme ni ocupar el lugar de la “mujer universal” soy una cosa otra, soy una mujer trans. Me extraña que digan “nos quieren borrar” cuando no me/nos interesa ocupar el lugar de la cisgeneridad y la cissexualidad.
Creo que Sojourner Trut, le hablaba al auditorio equivocado. Ya no hay que hablar con blancas/blanqueadas feministas racistas–clasistas–colonas–descendientes–aliadas de las amas–transfóbicas, racistas, feminacionalistas de derecha, militaristas que pugnan por la representación de mujeres en la policía y por la legislación de más leyes y cárceles, y pelean por su lugar en el colonialismo del capital. Ya no hay que hablar más con las nietas y los nietos de Colón, dicen “ser hijas de las brujas que no pudieron quemar”, lo cual no es del todo mentira, porque son la descendencia de la colonialidad heterosexual y racista, que impuso el dimorfismo sexual y la colonialidad de género a nivel planetario como una forma de control y administración de nuestras vidas en la modernidad –heterocapitalista. Realmente son las nietas de las amas que nuestras ancestras negras cimarronas no pudieron envenenar. Su descendencia hoy llamadas “radicales” defienden los procesos de violencia colonial que la iglesia impuso a través de la evangelización forzada. No es casual que las feministas trans–excluyentes que expulsan y persiguen a mujeres trans en marchas, tengan coincidencias con el régimen cristianocéntrico de Europa fortaleza y que definitivamente reivindican los valores coloniales de las derechas. Por eso, partidos feministas se unen con las extremas derechas para compartir agenda y mujeres blancas europeas y cristianas que reivindican el feminismo como ilustrado, usan poder académico para oponerse a los derechos de las personas trans.
El 8M alberga la transfobia, el racismo y la colonialidad del feminismo blanco
Quiero insistir en que las marchas feministas son espacios donde no solo se congregan feministas blancas, transfóbicas y racistas. No podemos mentir, y decir que todas las que salen en esa fecha son fascistas, transfóbicas y racistas, no, la verdad es que hay frentes que hacen resistencia. En un mundo ideal sería un espacio público participativo, plural y amplio, donde se congregan muchas subjetividades, que hartas de una matriz de dominación patriarcal, racista, clasista, heterosexual y colonial, salen y rompen todo, identificando como enemigo al Estado, a la policía, al ejército, a la Guardia Nacional, a las empresas trasnacionales que explotan tierras y territorios etc. y no contra las personas trans, muchas racializadas en un contexto como México, que en un contexto de asesinatos y muertes cotidianas, seguimos aferrándonos a la vida. Pero la realidad es que los 8Ms son ampliamente espacios de convocatoria donde la transfobia, el fascismo y el racismo profundo que concibe la identidad sexo–genérica desde la esencia cristiana, encuentra un lugar abrazador para reagrupar y unir fuerzas. Es muy peligroso, porque muchas de las amenazas y agresiones digitales cotidianas que recibimos las personas trans, por el simple hecho de existir, en nuestras redes, pasan a un plano físico, donde la apología del (trans)feminicidio, se convierte, al menos, en una posibilidad. Un ejemplo de esto, fue lo sucedido el pasado 8M en la Ciudad de México, donde un grupo de feministas transfóbicas, al estilo de KKK, se congregaron para quemar una piñata envuelta en una bandera trans, convirtiéndose en una clara expresión de apología del asesinato, persecución, hostigamiento y llamado a eliminar las personas trans. El fascismo tiene muchas formas de manifestación, y el terfismo definitivamente es una de ellas.
Hace unos días recibí varias amenazas digitales, me percato que es doloroso reconocer que he normalizado las violencias, las agresiones y los llamados de mujeres feministas transodiantes, que prometen pegarme, si me encuentran en algún vagón para mujeres del metro de la Ciudad de México o en algún baño público destinado para mujeres, bajo el violento argumento de que son mujeres cis– verdaderas– y negando mi identidad y asegurando que mi legítima defensa en caso de ser agredida, es improcedente derivado de que ellas son “mujeres” y a sus ojos yo no. Usan la vieja confiable carta despolitizada de la misoginia para desacreditar y no escuchar cualquier crítica que se les haga, y me exigen como buenas cristianas–evangélicas–pentecostales–católicas que son, que ante agresiones y maltratos, “ponga la otra mejilla”. Estos llamados de agresiones, que trascienden lo discursivo, y pasan al plano de las amenazas, he notado que no son des–escuchados. Hombres violentos, que tienen como descripción en sus perfiles “anti–prietos, antiqueer, etc.” escuchan a las terfs con atención y encuentran en sus palabras de odio, justificaciones suficientes para motivar sus fobias y poner en marcha sus proyectos necros.
Esto me lleva a preguntarme, ¿será que los trans–feminicidas escuchan a las feministas transodiantes en un país como México que es el segundo a nivel mundial donde más se asesinan a mujeres trans? La realidad es que estas “casualidades” no son fortuitas, hay postulados ideológicos compartidos, no es sorpresa para nadie que lxs provida que se oponen a los derechos reproductivos, que criminalizan el aborto, también son lxs que usan los discursos de extrema derecha y alegan: “con nuestros niños no” para oponerse a la existencia de las poblaciones de la disidencia sexual, a las infancias y personas trans, son las mismas que defienden los ideales coloniales y validan teorías creacionistas binarias, que reivindican el cristianismo, la doctrina social de la iglesia y los mitos patriarcales de palomas violadoras que hablan de María como mujer–hembra–humana y dicen que Jesús no es hijo de ningún hombre y que la navidad es la fecha más altamente femnista, también casi siempre, por no decir siempre, son transfóbicas, son conservadoras, creen en el Estado y quieren cuotas de mujeres en las direcciones de prisiones y en instituciones castrenses, porque su objetivo no es desmantelar el sistema de opresiones, sino empoderarse en él. En fin, la lista es interminable, pero la realidad, es que he evidenciado en redes que existe un diálogo no directo entre terfs y machos que amenazan la integridad física, sin hablarse. Ambos están de acuerdo: en que las mujeres trans no debemos de existir, en que no somos mujeres, en que somos una degradación de la “naturaleza” patriarcal y binaria, y en que algo se debe hacer para corregirlo. Lo grave es que estas personas no se quedan aisladas, salen y marchan, se congregan, y linchan cuerpos que no tienen su aprobación, al estilo KKK. Me atrevo a decir que los movimientos transfóbicos, son la versión actualizada de los grupos supremacistas blancos. Son la versión supremacista en la dimensiçon de la identidad sexo–género y la sexualidad.
¿Como es posible sentir miedo en una macha feminista del 8M?
Una de las cosas que marcaron mi niñez en Santo Domingo Norte, Rep. Dominicana, fue la expresión “mujercita”. Yo nunca he sido varón. Nunca he habitado esa categoría, la “insuficiencia” es una frontera que siempre he encarnado. No era suficientemente varón para mi familia, ni para los carajitos del barrio quienes me prohibieron estar en sus espacios de convivencia ni para las vecinas que “cuchicheaban” sobre la “enferma e inadmisible feminidad” que me marcaba como un “niño dañado”. El feminismo al cual me acerqué renegó de mí, fue violento, transfóbico, dicotómico, blanco, racista y esencialista y binario, el YoTeCreo solo funciona cuando eres cis, blanca/blanqueda, si eres una subjetividad desbordada de la feminidad–binaria blanca que se escapa de la narrativa de la violencia de “la mujer universal”, no te creen.
Yo desde las heridas abiertas, nombré mis experiencias de violencias que experimenté de parte del patriarcado blanco, del régimen heterosexual racista y binario sexo–género que nos condena al encierro, traté de compartirlas con cierto feminismo… pero tardé en darme cuenta que hablaba con las hijas de las amas blancas occidentocentradas, me di cuenta de que cuando una es negra, trans y migrante caribeña en una metrópoli ocupada por el Estado, como es México, una nunca debe hablar para las blancas racistas transfóbicas, una debe aprender hablar con una misma y colectivamente con aquellos cuerpos no blancos ni blanqueados que habitan las fronteras de la enfermedad, de la CISheterosexualidad, de la colonialidad y los demás entramados de poder. La mayor violencia que he recibido de parte del feminismo blanco, es que nunca me escucharon, nunca escucharán lo que tienes que decir cuando eres negra, trans, migrante, puta, no occidentocentrada etc. te explicarán todo, nombrarán quiénes somos dictatorialmente, negarán tu agencia, tu autonomía, tu capacidad de pensar, verte, transformarte, de devenir… El feminismo blanco solo funciona cuando gobierna a sus sujetos, quienes siempre deben ser “normales, reales y universales”. Los sujetos ingobernables no son posibles. Las feministas blancas también hacen “women–plaining”, nos explican a las mujeres trans, a las negras, a las putas, a las indias, a las reguetoneras, incluso, hablan por los hombres negros…en conclusión, son unas racistas.
Estas feministas blancas y transfóbicas que en defensa de su lugar en la aguerrida competencia del capital, nos niegan a muchas la vida, funcionan en lógica fragmentaria y de departamentalización, como estrategia para no verse tan fachas, hacen mal uso de metodologías negras como la “interseccionalidad”, se nombran interseccionales desde el oportunismo para ocultar su profundo racismo y transfobia, porque les genera mucha vergüenza la profunda colonialidad que cargan, su interseccionalidad es un parche discursivo que solo opera cuando se es mujer cis blanca o blanqueda, que abrazan sin criticar, su doctrina moral feminista exportada de las amas, como la de Amelia Varcárcel. Quien cuestione su mal entendimiento de la interseccionalidad y su agudo racismo, será acusado automáticamente de “misoginia”.
Un diálogo estéril
Con ese feminismo intenté dialogar. Un diálogo que estaba destinado al fracaso, porque los puentes nunca se tienden con los y las amas. Son inexistentes porque las relaciones de poder los imposibilitan. Pensando en Fanon, las zonas del ser y no ser, son mutuamente excluyentes, la subalternidad de muchas de nosotras, mujeres trans negras, es la que posibilita sus pedestales humanos de progreso, que les recarga la pluma para escribir, hablar y pensar por y sobre noso–trans. Su zona de blanquitud les da los medios para ser salvadoras blancas y nos prescriban violentamente sin nuestro consentimiento, convirtiéndose en las liberadas del mundo, mientras niegan nuestras existencias plurales como mujeres trans, en cuanto, ser mujer no es algo que “cae de la mata como una fruta” sino que es una situación política situada, imbricada y plural.
Todo esto aunado a los actos violentos donde mi integridad física se vio amenazada en contextos de marchas feministas, provocando un dolor en mi en forma de herida, que se sumaba a las muchas que cargaba en torno a mi sexualidad, a la transitividad, a mi negritud…sobre esta herida me gustaría plantear los siguientes 5 puntos:
- Es descolonial abandonar un movimiento o teoría política, que se conciba como liberador, mientras al mismo tiempo ejerce relaciones de poder que no pretende desatender, que no esté dispuesto a renegar de los beneficios que le dan los pactos de raza, clase y blanquitud, que sea eurocéntrico, que hable por, que se construya desde una identidad única excluyente, que niega no solo a quienes somos mujeres trans, sino a otras mujeres cis que no habitan la feminidad occidental deseada por el feminismo blanco, que borra los dolores de putas, negras, indias, trans, mariconas, discas … en nombre de la sororidad universal etc. es un feminismo blanco que debe ser abandonado y de paso abolido, porque en realidad no es subversivo a la matriz dicotómica y cis–binaria heterocolonial, sino que es funcional y parte integral de esta matriz de opresión. Ese feminismo blanco, del cual el terfismo es parte, es un feminismo de límites coloniales, porque son blancas racistas, que defienden el estatus quo del mundo CISheterosexual y las identidades desde el biologismo binario de género, construyendo las identidades “mujer y hombre cis” como únicas posibles y como cárceles y no como procesos vivos de subjetivación.
- Hay un feminismo que se nombra “radical”, pero la realidad es que es profundamente conservador, representado por activas defensoras del orden masculinista y freudiano de la ciencia occidental. Aprendí que habitar la categoría mujer, no es un antídoto anti–facho. Si bien es cierto que vivimos en un mundo patriarcalmente blanco, donde los cuerpos de las mujeres (en plural) están en jaque, aprendí que muchas mujeres están del lado del opresor. Que no todas son oprimidas, que muchas se activan vehemente para confundir el verdadero enemigo que es el Estado–nación, la institución racista de la policía, la colonialidad, la militarización, los feminicidios etc… con mujeres trans racializadas, cuyas existencias no borran ni restan derechos a nadie. Con esto entendí que lo mujer no le quita lo blanca, colonial, fascista, lo de derecha, lo clasista y lo ama, a las feministas blancas transfóbicas. Ejemplos hay muchos, uno muy concreto es la diputada de derecha, racista y clasista feminista blanca América Rangel, quien hace mal uso de su poder público para legislar junto a la iglesia y contra las personas e infancias trans.
- El feminismo transodiante es una expresión del feminismo blanco racista, es una postura fascista y antiderechos que se moviliza contra los derechos y libertades de las personas trans. Cualquier movimiento que se articula para propagar discursos de odio, negar derechos, no respetar los procesos de construcción de subjetividad e identidad de un grupo vulnerabilizado y sujeto a múltiples relaciones de dominación y opresión, devela sus valores de derecha. Es un grupo que se opone a nuestras vidas, porque está defendido un lugar de privilegio, porque oponerse a las vidas de noso-trans es construir lo cis como el único lugar legítimo para ser mujeres. Se oponen a noso-trans, porque nuestras vidas junto a un proyecto político descolonial, desestabiliza la supuesta “naturaleza del CIStema”. Porque las mujeres trans, desencializamos, contaminamos y ponemos en jaque el CIStema sexo–género, y por ende, el heterocapitaslismo. Hay que preguntarnos ¿por qué somos tan odiadas por las terfs a tal punto, que hacen apología del transfeminicidio? Y la respuesta es más sencilla de lo que pensamos, la derecha, los grupos pro–familia, antiaborto, cristianos, supremacistas, blancos y racistas, se oponen a noso–trans porque somos subjetividades que ponen en jaque sus privilegios y el orden colonial de todas las cosas. Recuerden que las mujeres negras se les negó ser mujeres por las amas blancas, hasta hace poco las personas trans éramos tratadas de facto, como enfermas mentales sujetas a ser encerradas, situación que sigue sucediendo y destino que aún desean los grupos transodiantes para nosotras. Las terapias de conversión para personas heterodisidentes son acciones de grupos que no están dispuestos a desmitificar la heterosexualidad, desean mantener ese privilegio. La criminalización del trabajo sexual y demonización de las trabajadoras sexuales como las más antifeministas, la defensa del feto ingeniero, la estigmatización de las personas con VIH etc. todas ellas son expresiones de defensa de la matriz colonial del CIStema.
- Hay una premisa necesaria en los movimiento antiderechos y de derecha, incluyendo a las terfs, y es la obsesión de construir al otro “criminal, enfermo, desviado, patologizado, inviable…” porque nuestra inferiorización es lo que le da su lugar de poder. Esa obsesión en construir como terrorista al sujeto racializado, penalizar y condenar la autonomía reproductiva, la negación de parte del supremacismo blanco a que personas negras tengamos derechos civiles y políticos, la tradicional narrativa de peligrosidad del cuerpo migrante, la necesidad de las feministas blancas de narrar la historia de mujeres racializadas y en condición de subalternidad, de las transodiantes de negar nuestros nombres, todo tienen que ver con esa relación colonial, fundamental y que las posibilita como las ciudadanas “liberadas, avanzadas y salvadoras blancas”.
Las terfs se movilizan contra nuestros derechos, porque las personas trans, demostramos en la carne que las categorías no son esenciales, que la biología es un discurso construido desde un paradigma colonial, que nuestras identidades son procesos y situaciones políticas, porque nuestra existencia desestabiliza el orden cristiano–evangélico–pentecostal–occidental–blanco, que posibilita el régimen heterosexual, que a su vez da sentido a la familia nuclear y clásica, que alimenta el capitalismo global. Nos odian porque tenemos vientres improductivos para el capitalismo mientras somos mujeres, contra todo orden y mandato prescriptivo colonial. Somos manchas, contaminamos las categorías puras destinadas al futuro cis y sin escape. Son antiderechos porque se oponen a nuestra existencia al no reconocer ni respetar nuestros procesos de liberación, autonomía y construcción de subjetividad fugados del CISbinarismo sexual. Ser negra y trans es vivir un proceso de liberación anticolonial.
Se oponen porque nos traducimos en amenazas al poner en tela de juicio sus ventajas en el orden heterosexista que da y quita derechos. Son terfs porque como amas, blancas o blanqueadas, defienden el único lugar que les permite victimizarse mientras al mismo tiempo son racistas y clasistas. Son terfs porque si no lo fueran, tendrían que reconocer que las mujeres ricas blancas con privilegios de raza, clase, sexualidad y ubicación, no son víctimas por ser mujeres, que no son iguales a los cuerpos feminizados y desbordados del mundo, tendrían que reconocer que son muchos los varones indios negros, que han sido víctimas de relaciones de poder de mujeres blancas, se oponen a nuestras existencias porque desromantizamos su “opresión inmutable y natural dada por dios”, sacando el debate del reino de lo “divino” y llevándolo al campo de las relaciones de colonialidad.
Las terfs son antiderechos, machistas y una expresión patriarcal, porque oponerse a las vidas de mujeres trans también es misoginia. Se niegan a reconocer los derechos y el reconocimiento de nuestras identidades, el cual da acceso a otras libertades, se niegan a ver nuestra situación política de mujeres trans, se niegan a ver la categoría de mujeres en complejidad y pluralidad, en su diversidad, son totalitarias y fundamentalistas. Recuerden que ninguna lucha se ha ganado sin disparar, en el Ku Klux Klan también militaban mujeres que defendían su posición de ama y blanca. Las terf defienden su lugar de mujer, porque no la entienden como una injuria que se habita desde la resistencia, sino como un lugar en la mesa del Estado colonial, en la mesa de la la ama y el amo, y por ese lugar, en lógica de competencia capitalista, están defendiendo el orden natural y creacionista que “según juraron destruir”.
- Las mujeres trans somos una amenaza a ser combatida por la derecha y el feminismo blanco transexcluyente es su arma, porque al igual que las putas, las campesinas, las migrantes, las negras, las perras en calor como Tokischa, encarnamos una feminidad otra, que se contrapone a la feminidad blanca y a la única forma de ser mujeres para el feminismo occidental, al fisurar, desecializar, desbiologizar, descristianizar y des–cisgenerizar…nos convertimos en las enemigas de las blancas, que dejan de ver el verdadero problema: el colonialismo, el patriarcado blanco, el racismo y el necro–Estado, para convertirnos a través de sus narrativas transfóbicas en un “mal contra natura que es causante de la decadencia del mundo y que abona al calentamiento global” como bien lo afirmó la terf Carolina Sanín.¿no les resulta familiar la idea del apocalipsis del mundo y los últimos tiempos asociado a la existencia de la gente “sodomita, marika, heterodisidentes, trans, etc.”? Esto último nos demuestra que las terfs, al igual que el Vaticano y que esos grupos que defienden la “familia natural, el matrimonio como sacramento entre un hombres y una mujer cis, la heterosexualidad como lo normal y aceptable, etc.”, son una expresión más de la rancia derecha actualizada y vestida de violeta. Por todo ello, lo trans, se convierte en una incomodidad, que a través de sus discursos cristianocéntricos, noso-trans- somos criminalizadas, estigmatizadas y patologizadas, al ser una forma otra de habitar la categoría mujer fuera de sus parámetros CISbinarios heredados por el colonialismo. Hay fascistas porque los fascistas defienden su orden de opresión, hay supremacistas blancos porque los supremacistas defienden el racismo como forma legítima de organización de las relaciones sociales y económicas del mundo, hay terfs porque la facción del feminismo de derecha transexcluyente, defienden el régimen CISheterosexual y binario de sexo-género, que les permite su estabilidad y el sostenimiento esencial de sus identidades únicas, globales y universales.
- Que no todas las feministas sean transfóbicas significa que el feminismo blanco transexcluyente es una facción, violenta tanto hacia mujeres cis como hacia mujeres trans, que negando la pluralidad de mujeres, des–oyendo el feminismo decolonial, negro, comunitario…revindica una verdad única sobre todas las experiencias del mundo para reivindicar los valores conservadores de las derechas. Callan a mujeres cis no blancas ni transfóbicas, como a una. Son muchas las mujeres cis que son feministas no transfóbicas y antirracistas que han desnaturalizado las subjeitvidades binarias de sexo-género dentro de la CISheterosexualidad, como herencia colonial, derivado de una tradición de pensamiento subalterno (feminismo decolonial, Maria Lugones, Oyèrónké Oyèwùmi, etc.). Cuando las terfs se oponen a nuestras vidas, no solo son “culeras” con noso-trans como cuerpo afectado-violentado, porque literal deciden no escucharnos, sino también con otras mujeres no-trans, porque prefieren oír a europeas amas blancas transfóbicas como Amelia Varcarcel que a mujeres decoloniales en el territorio. Es todo un error. Las transexcluyentes, no son radicales, son conservadoras, son racistas parte integral de las derechas, son fascistas y una facción detestable que hay que combatir.
Amenazas terfs contra nuestras vidas
Me di cuenta de que todas estas razones no se quedan en papel, sino que son movilizadas en el espacio público. Y cuando llegan ahí, nuestras vidas trans y no blancas pueden correr peligro, tanto en marchas, como en lugares públicos como baños y vestidores, como ha sido evidenciado. Las principales vigilantes del orden binario de género, son las propias feministas blancas, que esencializan las identidades en vez de dinamitarlas. Ejemplos de feministas blancas que agreden a mujeres racializadas y a sus hijos de 13 años en vagones de metro, empapadas en el feminismo blanco, es un ejemplo del racismo y la blanquitud que habitan.
Por todo esto, hace un par de años dejé de ir a los 8Ms por ser espacios violentos y de daño hacia noso–trans, las personas trans y sin cispassing. Especialmente este año, temo asistir, porque he visto cómo las feministas blancas/blanqueadas trans-excluyentes están haciendo apología de transfeminicido contra mi persona, literalmente se preguntan y convocan a hombres transfeminicidas para que cometan asesinatos. He visto como hombres transfóbicos están en diálogo con feministas trans-excluyentes fascistas, patentando sus alianzas, revelando información personal mía y poniéndose a la disposición, para dañar mi integridad personal. Son dos ejemplos de muchos. Me quedo con la pregunta: ¿imaginamos alguna vez que feministas estarían de acuerdo con machos violentos deseosos de cometer transfeminicidio? Las terfs alimentan con sus narrativas de odio, los crímenes que se cometen contra noso–trans, muchos transfóbicos, encuentran en sus palabras y discursos justificaciones perfectas para habilitar nuestras vidas. El discurso de odio de feministas transfóbicas son narrativas de derecha que abonan directamente a las muchas violencias que experimentamos noso-trans solo por habitar en un mundo donde nuestras re-existencias se han construido desde la enfermedad, la muerte, lo malo, lo indeseable y desde lo que nadie quiere ni puede ser, y que a pesar, de ello, noso-trans seguimos viviendo y luchando por vidas disfrutables en lugares hostiles donde el fallecimiento parecería ser los únicos horizontes de existencia reservados para una.
¿Regresar?
Parecerá contradictorio, pero ante este nivel de gravedad, muchas ya no tenemos nada que perder, y quizás será necesario regresar a los 8M y no ceder un espacio más al feminismo racista, blanco y transfóbico. El miedo siempre ha sido una herramienta de adoctrinamiento colonial, que tiene como fin inmovilizarnos, hacernos creer que somos incapaces de salir otra vez, de cambiar las cosas, de transformar los cuerpos y el espacio, de devenir, de liberarnos, de romper las cadenas. En estos momentos en que recibido amenazas y muchas agresiones digitales, por algún momento, vi la posibilidad de salir menos, de no caminar sola, de evitar transitar por lugares que no conozca ni aunque sea de día, de no salir… creo que los efectos psicoemocionales de la transfobia son fuertes y lo vivimos en la carne. El feminismo blanco transfóbico busca aislarnos, condenarnos, regresarnos a la clínica, al encierro y a la criminalidad. Un efecto, es que sin pensarlo nos auto- censuramos, nos escondemos y tememos a vivir nuestras vidas. Quizás es momento de regresar, no desde la romantización de la marcha, sino desde la digna rabia, la disputa, el enfrentamiento anticolonial y el deseo de vivir en un contexto que nos quiere muertas. Debo reconocer que es válido parar también, es profundamente revictimizante y a veces una no quiere resistir más, solo respirar…. Así que, tanto abandonar los 8Ms así como cualquier espacio donde la violencia transfóbica está presente, y no necesariamente de parte del Estado, sino de otras feministas blancas, es una opción válida de autopreservación y apuesta por el autocuidado. Pero también, creo que es válido regresar, arrebatar, responder y no ceder ante la intimidación y violencia terfista, racista y colonial. No hay espacio para el silencio, en las calles o en nuestros espacios íntimos, porque callarnos es resignarnos a in–vivir encadenadas y abandonar la posibilidad de cimarronar nuestra libertad y nuestra potencia fugitiva de TRANSformar el mundo y orden colonial. Nunca nos esconderemos más, no regresaremos a la clínica, no regresamos al encierro…
Quizás este 8M salga, junto mucha otras compañeras/res cis y trans, como acto de re–existencia, acompañamiento colectivo y profundo amor hacia noso–trans mismas. Las personas trans existimos, resistimos y no nos iremos a ningún lado, tendrán que vivir con eso, a su pesar. En un mundo racista amarnos y reconocernos negras es un acto de amor anticolonial, en un mundo transfóbico reconocerme y amarme TRANS es un acto de amor -transformador, en un mundo CISheterosexista reconocerme y vivirme heterodisidente es un acto de liberación, en un mundo de sanos y cuerdos ciudadanos blancos y blancas, ser una loca que sueña con otros horizontes de vida fuera de la matriz heterocolonial es una REVOLUCIÓN. Nos vemos en las calles, porque calladas y con miedo, nunca más.