Era miércoles 13 de abril. Nos enteramos por internet de que una mujer había sido agredida a martillazos y macanazos en la calle República de Cuba en el centro de la Ciudad de México, supuestamente a manos de las feministas (conformadas por colectivas, familiares de desaparecidas y de víctimas de violencia sexual y feminicida) que mantenían allí una Okupa desde septiembre de 2020.
En el video se ve a la mujer salir del coche destrozado mientras, con voz temblorosa, explica que es maestra de una universidad pública. Ella pide ayuda para llamar al seguro cuando una de ellas, “E”, le grita a través del megáfono: “aquí la gente ya sabe lo que es, ya sabe la dinámica”. En el video observamos a “E” empujarla con el megáfono e impedirle salir del coche mientras sus compañeras amenazan corporalmente a la agredida, golpean el automóvil y pintan con aerosol un espejo de venus verde.
La respuesta en las redes de la Okupa Cuba es que la señora acomodada, catedrática, académica, rica, blanca, a la que evidentemente dar clases le remunera lo suficiente como para que le sobren los automóviles cual Cristiano Ronaldo, había tratado de atropellar a dos infancias. La página oficial de la Okupa borró su primer comunicado y al respecto sólo se puede leer ahora lo siguiente:
“Es autodefensa cuidar a las niñas y niños de la calle de Okupa de gente privilegiada que violenta con sus autos y por no darse la vuelta casi atropella infancias”.
Pero la agredida es una maestra de universidad, jubilada, que quería recoger a su madre de 80 años cuya condición de salud que la vuelve aún más vulnerable: “No me di cuenta de lo que estaba pasando hasta que llegué al punto. Acababa de recoger mi coche de un estacionamiento y de pagar el importe por lo que ya no llevaba dinero. Debía recoger a dos cuadras (Bolivar) a mis padres, adultos mayores de más de 80 años, que me esperaban en la calle. Les expliqué que ya no llevaba dinero. Me exigieron que me estacionara, en medio de insultos, para dar paso a la larga fila de coches que se había formado ya. Al no poder estacionarme en un lugar muy pequeño, y ante mi nerviosismo, comenzaron a pintar mi coche con aerosol. Decidí grabarlas con mi celular y ante esto, empezaron a destrozar mi coche con los tubos que llevaban. Las cuatro mujeres, con una saña imparable, golpearon el coche hasta el cansancio. Rompieron el parabrisas, el medallón trasero, los espejos, los vidrios laterales, la carrocería, etc. Luego me arrebataron el celular. Quedé bañada en miles de vidrios que saltaron por todo el coche”.
Las opiniones machistas se desataron de inmediato. Esas ya se las sabrá usted de memoria y, como no estamos para darle espacio a los fifas o tomar en serio sus estupideces básicas y deprimentes, dejaremos solamente sobre la mesa que se usaron estos videos para exigir castigo, para criminalizar la protesta feminista y para decir que nosotras también somos agresoras de otras mujeres. Y es aquí en donde este texto puede comenzar a incomodar porque, en esto último, tienen razón.
Pero es preocupante que las feministas que andan agrediendo a otras mujeres estén utilizando nuestras críticas a su violencia para decir que estamos de acuerdo con que el Estado las criminalice, que nuestras críticas van a dejarlas presas, que estamos de acuerdo con el punitivismo. Es muy grave que no podamos separar la urgente necesidad de abolir el sistema carcelario de la forma en la que el feminismo ha comenzado a justificar agresiones con tal de no revisarse. La enorme cantidad de feministas diciendo que ser académica le daba privilegios a una mujer que acababa de ser atacada de forma inexplicable, a plena luz del día por otras feministas, sigue todo el protocolo de revictimización que vemos cuando denunciamos violencia sexual y nos dicen “ni que estuvieras tan buena” o “nada más te dijo que estabas guapa”. Hubo quienes hasta tuvieron la audacia de decir que aquello no era violencia física. ¿Cómo no va a ser violencia física que golpeen el auto en el que estás, te impidan salir de él y, cuando logras salirte, te empujen? Es que no me lo explico.
Durante las primeras horas, algunas especulábamos sobre la posibilidad de que fuera un montaje, una trampa del Estado, queriendo que fuera así porque qué fácil sería si todos los errores y la falta de estrategia que ha tenido este conjunto de prácticas llamado feminismo en realidad fuera culpa del gobierno. Y por favor, no me juzgue apresuradamente, indignada lectora: sí es responsabilidad del Estado que hayamos llegado hasta este punto, a fuerza de revictimización y corrupción contra las víctimas y denunciantes, y es responsabilidad del Estado haber realizado un operativo tan aparatoso para desalojar la Okupa después de que generó el problema de fondo al no escuchar las demandas. En eso, supongo, estamos todas de acuerdo. Mi problema es que yo no vi al Estado agrediendo a la maestra y, lo que es peor, quienes tenemos nuestros pocos años conviviendo dentro del feminismo reconocimos de inmediato que “E”, la principal agresora de esa maestra, también había agredido a muchas mujeres más.
Este texto está escrito desde la necesidad de escuchar a las víctimas y denunciantes. Esa necesidad que es cada vez más castigada por quienes instrumentalizan la crítica al punitivismo para no ver su propia responsabilidad en las agresiones. Porque el punitivismo también se alimenta de nuestra culpa, y de nuestra incomodidad para hablar de las agresiones, para perpetuarse. No espere entonces fórmulas mágicas en este texto, es una crítica que hago desde la desesperanza. Llevo varios días siendo cuestionada, como otras activistas que se han pronunciado contra la violencia de “E”, sobre por qué hablo de esto ahora que las “compañeras” están siendo criminalizadas. Desde ahora se lo digo: ni son mis compañeras ni es la primera vez que hago esta crítica.
Y es que parece que tanto “La digna rabia” como el “Si tocan a una y respondemos todas” son selectivos. Si nos vamos a preocupar por las activistas que agredieron, y ahora están siendo criminalizadas, también nos tenemos que preocupar por quienes están recibiendo ataques por haberlas denunciado. Si no quiere castigar pues, no mame, tampoco castigue a las denunciantes.
Ya sabemos que no es feminista quejarse de los coches destrozados ni de las paredes rayadas, obvio no, ni que fuera una un pinche fifa. Lo que sí vale la pena que reflexionemos es que no es lo mismo quemar una estación del metrobús para exigir un alto a los feminicidios que romperle el coche a una maestra porque no traía dinero para el boteo. Y esto sí lo tenemos que reflexionar porque para que algo sea acción directa pues tiene que estar dirigido contra la violencia sistémica, para que no se confunda con abuso nomás. Es cosa de tirar para arriba, no contra las que según nuestro ojo de buen cubero, son ricas y privilegiadas. Permítame explicarle por qué:
Hace muchos años, “E” y yo estuvimos en el momento en que también hubo pintas y revictimización hacia Karen Dianne Padilla, quien había organizado un encuentro que llamó “Jornadas Feministas del Sur”. Las acciones de “E” y de sus amigas han sido las mismas desde entonces. Karen Pinilla explica lo que sucedió y cómo, cuando ella trató de ayudar a “E” y sus amigas, terminó siendo atacada por ellas:
“Habíamos pedido un museo, el museo de la ciudad [de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas]. Por ahí andan los post en donde yo denuncié a las que vinieron. Todo el problema empezó porque ellas estaban en las jornadas y probablemente algunas personas les dijeron que yo era una culera. Entonces ellas organizaron una movilización y yo les dije: oye, a la hora que las estás planteando es muy tarde para mí, yo tengo otras cosas qué hacer. Yo me tengo que quedar aquí, tengo que entregar el museo, yo tengo trabajo y tengo que entregar el museo. Aparte se enojaron porque yo no las había atendido, que porque yo no las había paseado, que porque yo no había cumplido mi papel de anfitriona cuando yo les había dicho que yo trabajaba, yo tenía que ir en la mañana a trabajar, medio me salía a ratitos para ir a ver lo de la jornada. Ellas se fueron a la movilización y donde ellas decidieron hacerla era un mural en pleno centro donde había muchos antros y las acosaron. Ahí sacaron un comunicado de que yo había puesto en riesgo a sus hermanas en uno de los estados más peligrosos de la república. Yo gestioné el hospedaje de ellas y quienes ellas llevaron, me prestaron una quinta a diez minutos de la ciudad porque ellas me dijeron “no te preocupes no nos gestiones el hotel, con que nos des un lugar donde acampar” y bueno, yo les busqué dónde acampar súper bonito, hasta con temazcal, y el primer día se metieron a nadar desnudas y cuando el gerente que me había ayudado me llamó para reclamarme amenazaron con quemar el hotel. Habíamos organizado también dentro de las jornadas una lectura de poesía en un bar que era muy pequeñito, porque de nuevo: nosotras no esperábamos gran cantidad de gente. Era un lugarcito que se llenaba con treinta personas o cincuenta y ahí volvieron a amenazar. Lo que intentábamos en esas jornadas era un intercambio, decir que la periferia también existe, descentralizar un poco estos debates y estos eventos que solo se dan en la CDMX pero no lo logramos porque llegaron dos camiones con personas [de CDMX] y nosotras nos tuvimos que hacernos cargo de todas las pintas que ellas hicieron. Luego dijeron que yo era amante de un político y que yo cagaba dinero. Al final ellas sacaron su comunicado y me dijeron “potencial feminicida” por no haber “cuidado a sus amigas”. Si enfocáramos ese odio en las instituciones y no en otras feministas, otra cosa sería”.
Yo recuerdo esas jornadas como algo muy parecido al coche de la maestra y no me parece casual que “E” estuviera en ambas, como una parte central de la escena. Quienes hemos denunciado estas violencias hemos sido tildadas de “libfems”, “cerebros de Glitter”, “feministas pop” y todas esas cosas que me suenan mucho mejor que ser transodiante. Lo que tengo claro ahora es que esas prácticas de abuso son las mismas y que vienen de las mismas personas las que las hicieron, las que nos agredieron durante años y luego nos convencieron de que nosotras éramos las malas por no ser transfóbicas como ellas, por no quedarnos calladas y por no ser sus cómplices.
Me acuerdo muy bien porque esto es precisamente lo que siento ahora. “Maldita libfem serevro de Glitter” es lo que leo cuando hago una crítica a estas prácticas y me cuestionan: ¿Por qué hablas mal de “E” si está siendo criminalizada? No estoy hablando mal de ella, estoy invitándonos a pensar en todas las veces que, ante las denuncias de sus prácticas, nos hemos quedado calladas. Yo recuerdo perfectamente los costos que tuvo para mí confrontarlas y sé que este texto no va a ser popular. Pero quiero ser clara: el desprestigio selectivo de perfiles feministas, la transfobia, el constante reventar las asambleas, las amenazas y todo lo que yo viví, son las prácticas que situaron a “E”, y a las mujeres que la acompañaban, en un callejón sin salida. No fueron sus denunciantes. No fueron las mujeres agredidas. Fue la falta de estrategia, la blanquitud, el cis sexismo y el silencio de las demás.
El viernes 15 de abril la secretaría de seguridad capitalina de la Ciudad de México (O sea Claudia Sheinbaum/Omar Garcia Harfuch) desalojó la Okupa con una cantidad ridícula, y francamente cínica, de policías. A todas las personas que conozco y a mí nos preocupa que todas ellas estén bien y que no reciban un castigo ejemplar por ser feministas porque, si el gobierno de la ciudad de México hiciera bien su trabajo no habría tenido que recurrir a la coerción. Lo que nadie quiere aceptar es que la agresión tan performática hacia la profesora fue una decisión desmedida y poco estratégica por parte de “E” y las otras integrantes de la Okupa y, lo que es peor: no es una agresión aislada. Existen páginas de Facebook y activistas cuya URL no compartiré (para evitarles acoso y hostigamiento) que habían realizado testimonios similares, aquí uno de ellos:
Yo se que ya pasaron más de tres meses pero no me sentía lista para publicar lo que me pasó en la #Okupa, pero la verdad estoy harta de todo, harta de amenazas y de señalamientos de ellas y muchas más. Sí es cierto que yo llevaba una cuenta de las donaciones lo cual voy a enlistar lo que se compraba, cabe recalcar que se gastó más de lo que se juntó de donativo. Se compró medicina para una integrante del BN, me solicitaban que les comprara mota, alcohol, transporte, tenis a una refugiada, comidas, préstamos a personas del BN, ropa para las crías, etc, se compraron un sin fin de cosas. Unos días antes “E” me dijo que utilizará los donativos para comprar cosas para una primera comunión. El día 30 de octubre le entregue todo eso a “E” lo cual me dijo que entonces ya cerrará mis mientas y todo para que no me siguiera cayendo dinero y lo hice pero después se escudó en que nunca me dijo eso. Yo empecé a recoger todas mis cosas para irme al otro día. Pero no fue así, me detuvieron en la puerta queriéndome GOLPEAR con palos, amenazandome de raparme, hasta de matar a mi mascota. Les dije que ya le había dado las cuentas a “E” pero no les importó, yo solo estaba pensando en el momento de que me pegaran o me hicieran algo, la verdad tenía mucho miedo.
Empezaron a sacar mis cosas de las maletas que llevaba y sacaron mi LAPTOP, lo cual era para mi universidad en donde tenía información personal mía y de mi familia, lo que más me preocupó fue que se tenía un listado de nombres y direcciones de la base de Ni Una Menos (lo cual tenía antes de la toma de la cndh) y después hayan salido algunos citatorios (lo cual a mi también me llegó). También me habían quitado un celular que se tuvo que comprar con los donativos, ya que me lo habían robado y, vaya sorpresa, después me entero que la última ubicación del celular robado estaba en el domicilio de una de ellas. O sea, doble robo. Me hicieron llamar a mi mamá ya que no me dejan salir. Se escudaron en decirle que me había quedado con el dinero de una compañera por que necesitaba una operación, (pero ojo acá yo le solicité dinero para pagar mi plan a ella ya que Utilizo mi plan para hacer un examen) y saque ese dinero para pagar, y dedujeron que me había quedado con lo demás pero no fue así. También se escuadrón EN QUE HABIA HECHO UNA TRANSFERENCIA DE MAS DE 50MIL PESOS EN UN CAJE, O SEA NETA ESO NO SE PUEDE HACER Y TODO MUNDO LO SABE.
Con mi mamá adentro ayudándome a guardar lo que me habían aventado de mis cosas, me cerraron la puerta nuevamente, yo estaba muerta de pánico porque no sabía si le harían algo a mi mamá. Para salir me obligaron grabar un video en lo cual debía decir mi nombre, lo que supuestamente me hacía responsable de que si les pasaba algo (días después lo subieron a redes exponiendo mi nombre y rosto) DIAS DESPUES ME ENTERO QUE ESE DINERO QUE ME HABÍAN DICHO QUE ROBE, SE LO HABÍAN DEPOSITADO A “M” EN SU CUENTA PERSONAL Y QUE ELLAS SABÍAN Y AUN ASI ME AGREDIERON Y ROBARON MIS COSAS. Tratamos de sacar a unas refugiadas para que no les hicieran daño y salió todo mal, y lo único que ellas querían era verme para golpearme. NO SABEN EL DAÑO QUE ME HICIERON EN ESTAR ESCUCHANDO LAS VOCES DE ESTAS SUPUESTAS “HERMANAS” AL DECIRME QUE ME IBAN A ROMPER LA MADRE SI ME ACERCABA O SI ME VEIAN. TAMBIEN SI ALGUNA COMPAÑERA SE SINTIÓ AGREDIDA POR MI LE PIDO UNA GRAN DISCULPA Y SI QUIEREN VER LOS ESTADOS DE CUENTA ME LOS PUEDEN PEDIR.
En la Okupa una persona a la que le diré “E” me agredió y me culpo de un robo en la merkadita, lo cual le explique todo lo que estaba pasando y ella lo único que hizo fue intentar golpear y agredir psicológicamente. Me tuve que ir porque estaba con otra persona del BN, la cual es sumamente agresiva. Tenía mucho miedo que me hicieran algo a mi o a la persona que venía conmigo
Mientras estuve hospitalizada me dijeron que estaban pidiendo dinero para mí tratamiento. Y eso siento que debo aclararlo, no es un secreto que la Okupa y las dos principales personas que la manejan no son transparentes con las donaciones. Yo jamás recibí un peso. Ni lo haría porque puedo trabajar y ganarme el dinero yo misma. Pero es más cómodo quedarse a vivir de las donaciones de personas que aún creen que la Okupa es un refugio para mujeres cuando solamente es un lugar donde se lucran con sus casos, se lucraron con el mío y con los casos de más chicas. Y eso no se vale. Eso no es feminismo. Por eso hago este post, para que nadie más llegué a ese lugar pensando que es seguro.
Lo que quiero poner sobre la mesa es: si fuimos todas, ¿en qué momentos y con cuáles prácticas? porque desde lo que yo entiendo, estar con ellas no es negar lo que hicieron, sino aceptarlo y buscar reparar a las personas afectadas mientras a ellas les ayudamos a confrontar la responsabilidad de lo que hicieron y ahí sí, exigir alternativas al sistema carcelario. Los agresores pueden ser personas que queremos o admiramos y vaya noticia: también pueden ser feministas. Desafortunadamente hemos pasado demasiados años mirando hacia otros lados porque creíamos que ninguna de nosotras sería capaz de cometer abusos y preferíamos hacer como que no pasó a sentirnos incómodas por nuestro feminismo. Eso es absolutamente normal. Lo que no me explico es por qué, después de tantos años de hablar de la vulnerabilidad como potencia y de la cuerpa sentipensante y de la ternura radical, preferimos actuar igualito que los machos cuando hacen su pacto patriarcal.
Es lógico que nos duela y que muchas queramos seguir teniendo lazos y redes con la gente con la que nos identificamos. Es normal que sea menos doloroso creer que sus agresiones son errores o equivocaciones transitorias que se quedan en un coche destrozado o en una serie de palabras. Pero esas palabras y esos golpes se quedan también, y para siempre, en la vida de las personas a las que impactan. Yo escribo esto hoy, desde los impactos que las prácticas de “E” tuvieron en mí, y eso no quiere decir que le desee la cárcel, quiere decir que, cuando digo “ni perdón ni olvido”, no lo repito solamente de memoria. ¿La transfobia, el desprestigio selectivo y la revictimización también la hicimos todas? ¿Vamos a seguir fingiendo que el feminismo es perfecto y nos ayuda a entender todos los abusos y la opresión mientras revictimizamos a las morras trans, a las mamás de víctimas y a las maestras jubiladas?
Por otra parte, nos urge entender la magnitud política y la capacidad de daño que ha tenido en el feminismo la ideología antiderechos donde brilla la transfobia, porque sí: la línea ideológica de las personas que tienen estas prácticas siempre ha sido antiderechos. Son ellas las que no entienden que las personas no somos paredes.
Lo más interesante es cómo, aunque “E” sostiene su transfobia en la justificación patética de que está a favor de las mujeres, a quienes termina golpeando de forma física, económica o política, los pretextos y la manipulación nunca se acaban: si no es porque eres trans, es porque eres blanca, si no eres blanca, ni eres tan de barrio y si no eres tan de barrio, pues eres cerebro de Glitter. Y en fin, nunca sabes cuál te van a cobrar las que “quieren y respetan a las mujeres” y se la pasan agrediéndolas. Porque si bien es cierto que “E” no solamente agredió a morras, también es cierto que sí agredió a DEMASIADAS morras. Busque los testimonios, léalos y conmuévase, querida lectora.
¿Esto significa que “E” debe estar en la cárcel? Ya le dije que NO, no mame. Yo no soy partidaria de la policía y sé que nunca estaremos en las mismas condiciones si nos quieren madrear y nos defendemos. Pero ¿y todas las demás? ¿ser maestra te hace merecerte una golpiza y amenazas? Es que no doy más. Me parece gravísimo no poder hablar de esto nunca porque parece un tema tabú entre feministas. ¿No puedo decir cómo y de qué manera “E” le deseó la muerte y se dedicó a violentar sistemáticamente a mis amigas Cis Trans Unicornias y Aliadxs A.C. porque ahora resulta que si lo hablo entonces todo lo que no funciona con el Estado y su monopolio de la violencia es culpa mía?
A mí no me van a decir que no soy feminista por escribir esto, si defender agresoras es feminismo pues feminista no soy. La verdad, a estas alturas, ya ni me importa. Esa es una de las grandes lecciones que me enseñó “E” porque, después de tanto tiempo escuchando que era yo “la libfem” por quienes siempre fueron antiderechos y encontraron en lo que llamaron radfem un pretexto para seguir abusando, con la complicidad del feminismo, ya estoy curada de espanto. No voy a hacer como que la voz de la transfobia y de los antiderechos me merece callarme ahora. Este es el problema y es mucho lo que tenemos en juego.
El problema no son sus víctimas, ni de dónde eran, ni qué hacían, ni si les alcanza para ocho coches más, ni si eran feministas o no, ni si eran o no las mamás perfectas de víctimas. Déjenlas en paz. El problema es que, como el Estado y como el punitivismo, “E” usó el dolor de todas para aventajarse de modo personal. Abusó de todo lo que creíamos y no me importa si esa no era su intención, porque sí fue su impacto. Como la conozco de hace años, sé que me respondería más chingón de lo que pueda venir cualquier transfóbica para intentar censurarme. Ya no me importa. Hace muchos años, y gracias a personas como ella, yo entendí que no solo era “ni todas ni siempre”, sino que tenía que cuidarme porque también puedo confundir el herir a otras personas con el ser feminista. “E” me enseñó hace muchos años que no es que un grupo nada más no te quiera en sus asambleas y baños: es que no te quieren viva. Aquí un tweet de “E”:
Por eso escribo esto. Porque tengo amigas que no quieren decir lo que les hizo. Porque a todas las personas que agredió nadie las lee. Porque a las víctimas de esa facción antiderechos que ha parasitado el feminismo, que sí son incómodas, valientes, periféricas y defensoras, nadie las lee. Nadie las quiere ver. Nadie se pronuncia por ellas porque menos por menos es más y la doble negación implica una afirmación. Nadie quiere hablar de las consecuencias de no habernos posicionado a tiempo, pero carajo, es que nunca es tiempo. Y, mientras esto pasa, las víctimas siguen sin poder hablar, porque claro, ¿a quién le va a importar si no le importa ni a las feministas que tanto pedo se la pasan armando por todo? Si las que dicen que van a quemar todo por ti son las que te golpean es muy probable que nadie te vaya a creer.
Vuelvan a leer los testimonios. A últimas, esto es el feminismo y la gente ya sabe cómo es la dinámica aquí. Esto me lo dijo una de las denunciantes anónimas a las que entrevisté sobre si ha recibido acompañamiento por parte de feministas: “No hemos recibido acompañamiento por parte de las colectivas feministas, nadie se ha querido pronunciar al respecto de nuestro caso y sólo han estado en contacto para cuestionar nuestra versión. Recibimos algo que se consideró una amenaza en su momento, pero parece que sólo era un troll. Yo por mi parte recibí mucho hostigamiento en redes cuando realicé mi denuncia, tanto de hombres que se oponen al feminismo como cuestionamientos de parte de mujeres que apoyan el feminismo”.
Por eso tenemos que decir la verdad y tenemos que entender que decir la verdad no nos hace culpables de lo que haga el estado. Ni que fuera tu novio culero que gaslightea para que sientas culpa por lo que hizo él. Me parece ridículo que nos acusen de ser pro-estado después de que hemos dicho una y otra vez que no queremos que estén en la cárcel pero que sí son agresoras. Ellas, las que piden leyes -o sea que LE EXIGEN AL ESTADO- para meter a la cárcel de hombres a mis amigas trans si se meten a orinar a un baño, pero después de agredir públicamente -o sea, afuera de los baños- a una mujer de 61, entonces todo el mundo tiene que aceptar que se lo merecía porque da clases en una universidad. ¿Cómo va a ser tan obvio el maldito problema y ustedes hacen como que no lo ven?
Queremos abolir las cárceles. No deseamos sobre ninguna persona el espectro del punitivismo, eso yo lo tengo claro, no me lo tienen que venir a explicar cada vez que hablo de las víctimas de “E”. Lo que ustedes parecen no entender es que las personas antiderechos, como “E”, siempre quieren castigos para nosotras. Y hasta que no se resuelva qué vamos a hacer con las y los agresores, esto tampoco se va a resolver. Y no hablo de cómo castigarlos, sino a la relación entre nosotrxs, a dejar de sentir culpa o responsabilidad por las decisiones que otros tomaron.
Si no somos capaces de desvincular la culpa de nuestras acciones políticas quienes seguiremos en riesgo somos nosotrxs. La culpa no es dignificante para un simple espectador porque, para la espectadora promedio del drama del Okupa, feminista con buenas intenciones, sentir culpa por señalarlas sólo les quita responsabilidad mientras hacen que todo se trate de ellas: “yo no quiero cancelar”, “yo no quiero castigar”, “yo no quiero que las metan a la cárcel” en resumen “todo se trata de mí”. El feminismo no se trata de una sola persona, perdón, yo creí que eso sí lo habíamos logrado comprender y que por eso andábamos gritando tanto que “fuimos todas”. Porque cuando las cosas se tratan de mí, en un asunto que aparentemente no me afecta pero que en realidad sí me afecta, ese olor lo detecta el punitivismo. Olor a nada, el olor del privilegio de los cobardes también conocido como “neutralidad”.
Creer que hablar de las prácticas de las y los agresores dirige las acciones del Estado para criminalizar la protesta me parece francamente repetir el error, no haber aprendido de todo esto, permítame decirle, dignamente rabiosa lectora, por qué: El punitivismo capitaliza nuestro dolor. Si no vemos las heridas, el punitivismo es capaz de arrancárnoslo y mostrarlo como si fuera suyo –porque #blancoburgués-. Esto también pasa con los violadores, no porque sean lo mismo, sino porque el sistema de pensamiento que enajena nuestras emociones para hacernos sentir culpa de lo que les pasa a los agresores sí que lo es. Porque a ver, si un papá o una mamá agresora deja que tu hermano te pegue y luego cuando lloras se enojan porque estás llorando y le pegan pero tú ves que le pega por puro pinche odio y que nunca le importó lo que te hizo, es obvio que vas a crecer confundida. No porque el adulto sepa algo es adulto. Es adulto porque tiene poder. No porque tú no sepas lo que pasó vas a estar confundida, sino porque cuando hablaste hubo una reacción desproporcionada dirigida a violentarte a ti también.
Hablar de los agresores con un Estado que no sólo no te cree sino que además te convence de que le pegaron a tu hermana por tu culpa, por haberte quejado, es una de las muestras más perversas de manipulación y de poder, ¿por qué habríamos de replicarla nosotras? No hablarlo con el adulto culero no significa que no vas decirle a tu hermano que se la está mamando. No tendríamos que dejar de hablarlo entre nosotrxs, no tendríamos que dejar de confrontar esto para después decidir cómo mandamos a la verga al Estado o lo reformamos o lo que ustedes quieran. Eso a mí ahorita no me importa porque a mí de qué me sirve marchar porque “se va a caer” si con quienes marcho son las primeras en ponernos a todas el pie.
Y pues, perdón, sentipensante lectora, pero yo al chile en sus publicaciones no leo amor. No leo orgullo y no leo feminismo ni siquiera en mis amigas que las defienden aunque a ellas “E” también les hizo mil cosas horribles. Cuando leo que las critican empezando por un “no quiero al Estado” yo lo que leo es culpa y a veces miedo. Porque, de nuevo, el estado no genera las condiciones para que accedamos a la verdad antes del castigo -que siempre, y sobre todo en este caso, es selectivo- y como nunca terminamos de entender la gravedad de lo que nos pasó, dudamos toda la vida de la bondad de los agresores y nos culpamos de sus consecuencias. El abuso no se trata de bondad, sino de decisiones y, trátese de lo que se trate, nadie que esté tan roto y tan parasitado como lo está el feminismo mexicano puede hacer mucho por ellas.
Necesitamos hablar de las prácticas políticas parasitarias que encarnamos, que omitimos o que defendemos. Recordar una cosa no quita recordar la otra y muchas realidades pueden convivir en la misma situación. Yo nunca le voy a desear la cárcel ni la tortura a nadie, mucho menos a la morra que conocí cuando éramos morras, sin capucha y sin el poder que ejercía sobre otras. La recuerdo como alguien a quien quise, que me regaló un puerquito en mi cumpleaños, y que también le deseó la muerte a mis amigas.
Lo recuerdo todo y deseo que se hagan valer sus derechos, pero también necesito decir por qué el madrearse a una señora a plena luz del día nos va a salir caro a todas. Esto no me hace culpable de que el Estado sea una mierda. No creo que sea infiltrada, esas especulaciones vayan a leerlas con los lamebotas de morena. Creo que es la morra que mejor encarna un territorio biopolítico parasitario que se creó dentro del propio feminismo, y eso me causa terror.
Este no es un llamado al estado, esto es un llamado a nosotras. Si supiéramos confrontarnos y dejar de hacernos tontas cuando la agresora es nuestra amiga, nuestra amora, nuestra compañera o la que admiramos, si aprendiéramos a confrontar antes de que sea demasiado tarde, probablemente no le hubiéramos regalado este shitshow al patriarcado. Si hubiéramos confrontado estas prácticas desde la sororidad o el afecto, y hasta desde el enojo, quizás hasta a ellas les hubiéramos hecho un paro. Por mirar hacia otro lado es que estamos aquí, por no escuchar a sus víctimas seguimos aquí. No supimos confrontar los discursos de odio que se colaron en el feminismo a tiempo y, quienes lo intentamos, quedaremos como las traidoras punitivistas que no se acuerparon. Yo acuerpo a mis amigas, a las que “E” llamó a suicidarse, a las que les dijo los insultos más machistas y mierdas, a las que estafó y defraudó. Yo no acuerpo abusadoras. Si ustedes quieren confundir ser cómplices con ser compañeras, no vengan a pedirnos que las acuerpemos cuando la falta de táctica, de vigilancia epistémica y de empatía. les explote en la cara, otra vez.
Primer comentario, y aquí se demuestra que el mundo del activismo feminista es un pañuelo, y podría hablar de cómo es que yo apenas iba conociendo a E cuando se organizaron marchas en Neza y le ayudé con una nota y una transcripción de audios, al mismo tiempo que estaba conociendo a muchos escritores y escritoras trans, y de cómo es que, días después de la toma de CNDH y de la cisma con Yesenia Zamudio y como es que ella posteó que apoyaba a Bea Gasca y de que no defendía a gente pitoportante y que la bloqueamos si es que eso nos parecía violento, ahí procedí a bloquearla justamente, e igualmente advertí a mucha gente, porque notaba eso, esa morra primero chingaba y después preguntaba.
Y juro que desde 2020 y 2021 esperaba que su impulsividad desmedida no la llevara a nada grave, pero entre más testimonios y más pasar del tiempo, más escalaba.
Es verdad que se requiere muchísima autocrítica en el feminismo, pero los discursos antiderechos no deben ser tolerados
Me parece muy valioso esto,de pronto quienes nos vamos cuestionando ciertas prácticas dentro del feminismo, tomar una postura visualizando las áreas grises podemos encontrarnos sin directriz. Es importante todo lo que dice Cynthia, ¿En qué momento empezamos a aceptar ciertas violencias?. Tampoco estoy a favor del sistema carcelario, espero que “E” y ellas se cuestionen que no podemos perpetrar la violencia.
Hola, coincido al pensar que la transfobia corresponde a una postura antiderechos y que está confrontando a los diversos feminismos. También coincido en que el reconocer ese acto como un abuso no necesariamente significa hacerle la chamba al patriarcado. Hay tanto por discutir y por acordar!
Gracias por la reflexión.
A las agresoras no se les acuerpa, se les solapa y me parece muy bien que decidan no hacerlo, lo que no me parece es la práctica de despojo y extractivismo epistémico que las feministas urbanas hacen de palabras que -ellas creen que salen de la nada.
El término “acuerpamiento” tiene un origen y nada tiene que ver con lo que están nombrando desde el feminismo urbano.
Se puede rastrear desde el 2015, cuando Lorena Kabnal hace el nombramiento desde Costa Rica y ahora en 2022 feministas urbanas lo utilizan como sinónimo de hacer presencia o proteger o solapar agresoras y no tiene nada que ver.
Si está muy bien denunciar que las mujeres son agresoras, pero desde sus lugares de privilegio, despojan, extraen conocimiento de mujeres originarias y además popularizan las palabras en su sentido más despolitizado, sin la potencia emancipatoria con que las mujeres originarias compartieron estas palabras como aporte a las luchas feministas.
Por favor, ya no usen acuerpamiento como sinónimo e investiguen su origen.