En Venezuela todos conocen por estos días el nombre de una mujer: María Corina Machado. La conocen quienes la siguen y también quienes le temen; después de todo ella no es nueva en la política venezolana, pero sí es nuevo su protagonismo y lo que ha despertado en la sociedad venezolana.
A la par del ascenso en la popularidad de María Corina, también ha aumentado la arremetida del régimen en los últimos meses contra las mujeres que se involucran en política. Machado es la cara visible y central, pero detrás de ella hay muchas otras que también han sido inhabilitadas, que también han sido sustituidas por hombres y a las que también han intentado disminuir, subestimar, vilipendiar, desmeritar.
María Corina ganó la elección primaria en octubre de 2023 con 92,5% de los votos. Su popularidad era tal que no había margen de sorpresa en el resultado. Hubo quienes, como Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial, decidieron incluso abandonar la contienda antes de medirse en una elección interna en la que ya el resultado se veía a simple vista. Como a simple vista se ve en las calles lo que sería el resultado de las elecciones del domingo 28 de julio si se tratara de un proceso democrático con garantías.
A pesar de todo esto, el régimen inhabilitó a María Corina y no le permitió ser candidata, igualmente bloqueó el intento de que otra mujer (Corina Yoris) la sustituyera. Sin embargo, tal y como si se tratara de un punto de honor, sí permitió la inscripción de un hombre (Edmundo González): un juego de hombres en el que pretenden que, a la fuerza, las mujeres no figuren.
Hablar de la opresión hacia las mujeres y de las minorías en Venezuela puede resultar para muchos hasta fuera de lugar cuando hace falta atender cosas tan básicas como si se tiene agua en casa, electricidad, comida o seguridad en las calles. La defensa de los derechos civiles es muchas veces vista como una lucha elitista. Bien lo explica mi amigo Ivan Zambrano, quien es un periodista abiertamente homosexual -que ya es bastante decir en Venezuela-: en medio de un escenario de constante crisis de todo tipo, hablar de los derechos homosexuales o de la opresión a las mujeres pareciera no tener sentido, no ser importante, es solo “una mariquera”.
¿Cómo vamos a hablar del hecho de que no dejaron que ninguna mujer fuera candidata en la elección si lo importante es vencer al candidato oficialista sin importar si el contrincante es hombre o mujer? Ivan -con la gracia y la elocuencia que lo caracterizan- dice que en un sistema machista, que no en vano rima con chavista, el “marico” está por debajo de la pirámide porque “es un macho que no preña”.
En el contexto venezolano, todas las minorías, e incluso las mayorías que exigen libertad, están por debajo de la pirámide de necesidades cuando lo único importante para quienes ostentan el poder es mantenerse en él. En Venezuela, desde hace muchos años, el civismo se oprime a diario con cinismo, se inhabilita, se encarcela y la sociedad se va moldeando a la medida de esto, en un proceso inconsciente que muchas veces pasa desapercibido para todos. Incluso para quienes son víctimas del mismo.
Sin embargo, hay quienes a pesar de la inercia, de la urgencia y de las carencias, aún son capaces de ver más allá de la incandescencia que genera el calor del momento, de la coyuntura. Iván es uno de ellos y dice que los venezolanos siguen buscando un salvador y que esta vez la ruleta giró a favor de María Corina, sin que eso signifique un cambio garantizado sobre todo en los asuntos de fondo.
Él esperaría que en un escenario de transición con María Corina haya más apertura en cuanto a los derechos de los homosexuales, pero tampoco hay nada que lo asegure. Nada puede darse por sentado en una sociedad que ha sido moldeada por ideas no solo conservadoras y machistas, sino por la urgencia de la sobrevivencia; una sociedad a la que se ha querido de manera consciente -desde el poder- condenar a la rueda del ratón.
Otra de esas voces que logra abstraerse en medio del ruido y las luces propias de una campaña presidencial es la de Ariana González, quien se ha dedicado desde los 18 años a la política. Hoy tiene 35 años. Se fue del país en 2021 y desde Estados Unidos, donde reside, se ha convertido en una voz feminista en la lucha por la participación de las mujeres en la política. Ariana decidió regresar a Venezuela para presenciar en primera fila la elección de este 28 de julio, lo ve como un acto más de resistencia, como una estocada final, pero no se deja deslumbrar por el fenómeno social y político: “No podemos decir que como María Corina está hoy liderando el proceso político en Venezuela, quiere decir que las mujeres están liderando Venezuela, eso no es verdad”.
Los ojos están puestos ahora mismo en una mujer sin ser ella la candidata. ¿Por qué no es ella la candidata? No es lo importante. ¿Por qué no se habla de lo que pasaría en Venezuela con los derechos homosexuales si el chavismo finalmente sale del poder? No es lo importante ahora, eso vendrá después. No es prioritario: “primero hay que salir de ellos”. Es el infinito ciclo del pez que se muerde la cola. No hablaremos de eso ahora sino después, pero no nos damos cuenta de que no llegaremos a ese “después” si no reorganizamos las prioridades de fondo, si no asumimos los derechos civiles como bandera sin temor a la impopularidad. Si no nos damos cuenta de que hemos sido inhabilitados mucho más allá de una candidata.