March 20, 2024

Una presencia invisible: las mujeres en el Premio Luis Caballero

El Premio de arte Luis Caballero acaba de ser otorgado y el ganador, una vez más, fue un hombre. Julia Roldán, gestora cultural, reflexiona alrededor de la importancia de crear espacios que dejen de invisibilizar a las mujeres artistas.

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Ilustración por Isabella Londoño

El video promocional del XII Premio Luis Caballero invita a “la cita más importante del año con el arte y sus protagonistas”, me pregunto quiénes son y cómo se definen esas personas. ¿Hay artistes con papeles principales, secundarios, terciarios, invisibles? ¿Y quién define esas jerarquías? 

El premio Luis Caballero suele dejar a les artistes nominades en un paredón de ataques dirigidos al corazón de su proceso creativo y a su apuesta como obra ¿Su origen es suficientemente legítimo para pronunciarse sobre un asunto determinado? ¿Qué sería lo legítimo o lo ilegítimo? ¿Es arte o es artesanía? ¿La fusión entre ambos se legitimaría para ir a un museo? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden en estos premios? ¿A quién se invisibiliza?

La dinámica de los premios de artes impulsa unas rivalidades tóxicas para codearse un primer lugar. Seguimos en las batallas de los conquistadores, ¿cuántos premios, galerías, colecciones y museos ha conquistado? Es confuso un campo que se jacta por su visión crítica, progresista, feminista, que aborda temas como lo postcolonial y lo decolonial a través de obras, pero que en sus dinámicas mantiene prácticas coloniales y, por tanto, patriarcales. 

No dudaría en afirmar que, entre muches, las mujeres hacen parte de las personas invisibilizadas en esta competición. Desde la primera versión del Luis Caballero, en 1996, hasta hoy, 2024, 31 mujeres han sido nominadas y 68 hombres; eso es un 31% versus un 69%. María Teresa Hincapié estuvo nominada en la primera versión, a quien hace poco le hicieron un homenaje en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) con la exposición María Teresa Hincapié. Si este fuera un principio de infinito, coproducida con el Museo de Arte de Medellín (MAMM). Allí la describen como “una figura esencial y pionera en el desarrollo de la performance de larga duración, hasta entonces inexistente en Colombia.” 

A Delcy Morelos la nominaron en la décima versión del premio y, dos años más tarde, fue invitada a ser parte de la Bienal de Venecia para instalar su obra Earthly Paradise. Sin embargo, de las doce versiones que lleva el Premio Luis Caballero solo dos mujeres han ganado: en el 2003, María Elvira Escallón con su obra Nuevas Floras y, 19 años más tarde, Nadia Granados con la obra Colombianización

¿Por qué tan pocas mujeres? ¿Por qué nunca citaron a este encuentro de protagonistas a Emma Reyes o Ana Mercedes Hoyos? ¿Dónde están Olga Do Amaral, María Fernanda Cardoso o Carolina Caycedo, que, por cierto, se acaba de convertir en la primera mujer artista colombiana, y de América Latina, que expone en el Marron Atrium MoMA de Nueva York? ¿Ellas mismas deciden no participar? ¿De ser así, por qué? En esta XII versión del Premio Luis Caballero, de ocho nominades solo hubo dos mujeres: Sandra Rengifo y Natalia Castañeda. Los otros nominados eran Edinson Quiñones, Hernando Velandia, Juan Covelli, Alejandro Sánchez, Alejandro Salcedo y este 15 de marzo se anunció al ganador: Mauricio Carmona con su obra Estructura sinfín: metro series.

Estos premios resultan beneficiosos y a la vez problemáticos porque, por un lado, son ayudas económicas necesarias en un medio que es precario para les artistes y una vitrina importante para divulgar su trabajo. Por otro lado, son premios inevitablemente sujetos a unas pocas personas que definen quiénes serán visibles para cada edición. Si hacemos un recuento de jurades de selección, desde el inicio del Luis Caballero, el 35% han sido mujeres y el 65% hombres y casi los mismos porcentajes para les jurades de premiación (33% mujeres, 67% hombres). También recordaba, por ejemplo, el Premio Fernando Botero, que tuvo cuatro versiones, del 2005 al 2008, y que tuvo gran resonancia por el monto de la premiación (100 millones de pesos colombianos). En el 2009 se anunció la clausura del premio porque el maestro Fernando Botero expresó tajantemente su descontento con la calidad de las obras premiadas.  

Unos premios que parecieran que, desde su propia concepción, en masculino, predijeran el destino de las mujeres en ese espacio. ¿Para cuándo el premio Clemencia Lucena, Feliza Bursztyn, Beatriz González, Doris Salcedo o María José Arjona? Ahora, no pienso que la solución sea crear el premio de mujeres para mujeres, como el Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica para mujeres escritoras. Sin duda, un premio importante y necesario, pero simbólicamente es de nuevo la mujer que solo puede avalar a la mujer. Aunque si partimos de la idea de que la dinámica del premio es colonialista y patriarcal, quizás podríamos pensar el mundo del arte desde un lugar colaborativo, ¿el fondo para artistes Débora Arango?

En todo caso no creo que la solución sea seguir creando espacios sólo de mujeres, sería definir la escena de las artes como una cuestión meramente binaria y reforzar esta idea de “arte” y luego “arte femenino”. Como dijo Nochlin en ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?: “las artistas y escritoras parecen estar más cerca de otros artistas y escritores de sus propios períodos y con una visión similar de lo que están entre sí.” Y es que a veces pareciera que los esfuerzos para romper con la inequidad y la falta de reconocimiento a las mujeres artistas se limita a estos espacios para mujeres que rayan en el genderwashing: una exposición de mujeres colombianas, mujeres jóvenes artistas, el departamento de y para las mujeres. Lo anterior son pequeñas curas útiles, pero sin duda insuficientes.

La deuda con las mujeres artistas que han sido invisibilizadas o invalidades sigue latente. Mujeres artistas que encuentran camino en la gestión o en la academia por falta de apoyos institucionales, familiares o simplemente la no acogida en la escena de arte. Mujeres etiquetadas como buenas gestoras, directoras, buenas curadoras, “las señoras de la cultura”, pero muy pocas veces como la artista creadora que es genuina, un referente, una genia. No existe, en las artes plásticas y visuales en Colombia, un premio con la relevancia del Premio Luis Caballero que sea realmente representativo para las mujeres artistas. Si el mundo de las artes ya es precario per se, a esa precariedad para las artistas mujeres se suma un doble trabajo en demostrar y justificar por qué son buenas artistas y por qué merecen reconocimiento. Y si son mamás, tendrán que sumarles a los malabares las cargas de cuidados, si es que no las descartaron ya de tajo. 

Las mujeres en el arte han sido invisibles, porque invisible es lo que está y no se ve.

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Autor

  • Trabaja como gestora cultural. Es comunicadora social con énfasis en periodismo y cursa una maestría en Estudios de Género con especialidad en Investigaciones Feministas. Ha sido guionista para podcast, ha publicado en la revista de arte contemporáneo Artishock, en Bacánika, en el periódico El Espectador, además de la escritura de textos para espacios de arte y exposiciones.

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