January 18, 2023

Shakira me vale mucho, pero hablemos sobre la violencia del feministómetro, la sororidad obligada y otros moralismos

Un tema que me anda rondando la cabeza hace meses, es que definitivamente tenemos metida hasta el tuétano la policía en el cuerpo.

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Sin mucho rodeo: no le debemos buen comportamiento ni cumplimiento de los 10 mandamientos del manual de la buena feminista blanca a nadie. Ese manual no está escrito, pero sabemos que opera bajo la mirada vigilante de las buenas y comprometidas feministas que ante la más mínima situación, te dicen: “eso no es muy feminista ni sororo de tu parte, eso es muy misógino, eso no está bien”, todo bajo sus criterios de cómo la gente “buena” se debería de comportar. Es como una clase de “mirada juzgona” que opera en el campo de la corrección política exigiendo posturas y lecturas mínimas que cualquier “feminista o mujer, no necesariamente feminista que se respete, debería cumplir”

Cualquier lectura política que juzgue, realice un juicio de valor y califique categóricamente la experiencia/vivencia de otres sin antes hacer en colectivo las preguntas pertinentes, contrastando ideas y habilitando dichas preguntas para ser discutidas y respondidas de manera colectiva y desde una perspectiva plural de puntos de vistas y experiencias, en palabras de María Lugones “hablando con y no por”, es en sí misma es una postura policial que tiende a la medición de la experiencia bajo parámetros punitivos que vigilan y posteriormente castigan públicamente a quien no se ajusta al parámetro deseado, con fines de cancelación. 

Un tema que me anda rondando la cabeza hace meses, es que definitivamente tenemos metida hasta el tuétano la policía en el cuerpo. Parece que somos incapaces de entender que los procesos de subjetivación son procesos imbricados que están atravesados por experiencias diversas que responden a situaciones muy propias y particulares de nuestras carnes situadas, sentires, entornos y formas en las que procesamos las emociones, los conocimientos, los aprendizajes y numerosas formas de habitar el mundo. Pero cada vez más, percibo que hay un activismo de vigilancia, un activismo del campo de la pena, que está atento a los comportamientos, emociones, reflexiones y lugares de otres, con el objetivo de aplicar el activistrómetro, el feministrómetro, el antirracistrómetro y cualquier otro “barómetro” que funcione como herramienta moral de medición y jerarquización de posturas y comportamientos. 

La “ardidez” y el despecho de Shakira, dan pie para hablar sobre varios temas: (i) la validez y legitimidad de las personas para procesar sus traumas, emociones, dolores y sentimientos a través de la rabia, la violencia y la capacidad de maldecir al otro que provocó el daño, (ii) la facultad que tienen/tenemos las mujeres en su pluralidad y singularidad de “recordarle hasta de lo que se va a morir” a quien nos hace algún tipo de dolor, (iii) sobre lo colonial, sectario y blanco de la sororidad obligada que pide a las mujeres ser “aliadas, buenas y compañeras” de otras mujeres sin importar las violencias,  dolores, atropellos y ensañamientos que otras mujeres ejercen sobre una, como si las mujeres fueran/fuéramos buenas y hermanas entre nosotras y con todas las demás por el hecho de ser mujeres, como si no hubieran relaciones de poder, de clase, raza, clase y sexualidad y violencias entre ellas/nosotras, (iv) y sobre la necesidad de no incrustar en la otra gente nuestras expectativas políticas, de no colocar la carga de los valores políticos que nosotres vivimos, en otras personas que simplemente gestionan sus emociones y experiencias con las herramientas que tienen. 

Quiero iniciar diciendo que Shakira me vale mucho. No soy fan, ni seguidora e incluso ni me gusta su música. Me da muy igual lo que haga una mujer blanca, millonaria, de la élite de la industria colonial de la música y el entretenimiento global, encumbrada y consagrada, no necesariamente por eso que los blancos llaman “talento” sino por la magia del marketing, la blanquitud y las prácticas ya comprobadas de extractivismo y apropiación que ha usado Shakira para hacerse del capital cultural y económico que tiene, por lo que no quiero y no es mi intención abogar, ni defender y tampoco construir como un ejemplo de liberación feminista ni de nada a Shakira. Pero lo que sí quiero hacer, es tomar el show que se armó estos últimos días, derivado de la canción que sacó echándole mucha mierda a Piqué (el ex) y a su actual pareja, Clara Chía. 

No me detendré a explicar los dimes y diretes de esta ruptura, porque no es el objetivo de este texto, porque seguro ya lo saben y porque me vale mucho lo que pasó. Pero lo que sí me importa rescatar de todo esto, es que si otra tipa se mete en tu relación, sale con tu pareja o lo que sea, no le debes sororidad a nadie, no le debes lealtad a nadie, no le debes votos de fidelidad a nadie por el hecho de que sea mujer, tampoco le debes silencio, ni delicadeza ni cumplimiento de nada –esto aplica también para otras subjetividades e identidades– los pactos identitarios que no ven las emociones, los arrebatos, las frustraciones, los dolores y traumas en nombre de una hermandad global sorora es esencialista y poco realista, dejemos las máscaras, todas conocemos a mujeres que nos han lastimado mucho, que han sido culeras, racistas, transfóbicas, clasistas, poco empáticas, violentas etc. y no les debemos lealtad ni silencio. Es válido maldecir, insultar, ofender, injuriar y desterrar de nuestras vidas a esas mujeres –en mi caso transfóbicas y feministas blancas– que nos han hecho mucho daño a nosotras las mujeres trans negras. Al respecto quiero plantear dos reflexiones, sin la intención de ser exhaustiva, pero con la certeza de que son tenaces y que solo si somos hipócritas y nos mentimos a nosotras mismas, podemos negarlas. 

1. Las emociones, el trauma y la rabia también son políticas y nosotras sabemos encarnarlas

Una de las formas en las que el patriarcado blanco ha cortado el cuello de muchas de nosotras, ha sido silenciando nuestro dolor, con la presunción de que nuestros sentimientos y/o emociones son traumas internos que solo pueden ser pronunciados en el confesionario o en terapia. La discreción y el silencio no solo son patriarcales, sino formas de violencia que terminan homogeneizando y borrando relaciones de poder y diferencias. Solo al poder le interesa que nuestras voces no sean escuchadas. Ya sabemos que es un poder blanco, heterosexual, capacitado y propio del capital. Callar ha sido una arma disciplinante del cuerpo atravesado por las pasiones, por el coraje, por la rabia, por la ira y por las ganas “irracionales” de quemar todo. La colonialidad del pensamiento occidental nos ha intentado robar todo, incluyendo las lágrimas y la capacidad de sacar todo el odio y el coraje. Esas emociones que no quieren paz se han construido fuera de los alcances de lo femenino. Se objetiva, cauta, se tranquila, se estratégica… A veces no queremos ser nada de eso, solo queremos “mentarle el padre, la madre, la tía, el abuelo… y decirle a esa gente que nos ha hecho daño hasta de lo que se van a morir”. Todo eso es válido. No le debemos silencio, ni corrección, ni cumplimiento de pactos ni sororidad a nadie. 

Ya quitémonos las máscaras, todas tenemos algunas conocidas que no son “peras en dulce”. Tenemos, hemos tenido o hemos conocido a mujeres que son cabronas, y está bien, pensar que las mujeres por serlo son buenas, es patriarcal, machista, estereotipado…Hay amigas cabronas, que han sabido hacer daño conscientemente, y no son víctimas de nada, se vale decirle: “oye, estúpidx –inserte su insulto preferido–  lárgate de mi vida”, y eso no te hace misógina ni mala. 

Nadie te puede sacar la carta de la sororidad para que calles y evites maldecir a lxs amos. Yo sí les digo a las terfs, racistas blancas, abolicionistas del trabajo sexual, feministas de derecha y católicas –evángelicas, cuando me niegan y se posicionan contra mi existencia–, que “chinguen y se vayan a joder pal’culo”. Y lo peor es que muchas de estas mujeres sacan la carta confiable de la “misoginia”, decirle mierda a quien lo es, no es misoginia, es realismo y ejercer el derecho de defendernos. Me parece tenaz que saquen la carta sectaria del pacto sororo para evitar que una se libere o se distancie de aquellas personas que nos hacen daño. Y no hay solo una forma de hacerlo, está la que le alcanza para ir a terapia y procesar su trauma de manera muy discreta, lo cual está bien, pero también están las que explotan y rompen todo, y habitan esa violencia que se nos fue robada y monopolizada por el Estado–nación, la cual también está bien.  Recuperar el derecho a la violencia es una acción antirracista y antipatriarcal. 

En mi barrio en Sabana Perdida, Rep. Dom. las mujeres se “abruzan, se fajan, se jalan hasta el alma y se dicen lo impronunciable” cuando tienen que resolver conflictos, eso también está bien. Que venga una feminista blanca a decir lo que es correcto y lo que no, es violento. A mami le decían en el barrio que era una matatana, cuando otras vecinas (mujeres) se burlaban de mí, y me decían “mujercita y dañado”, mi mamá era la primera que me defendía y las ponía en su sitio. Mi mamá siempre tuvo mucho poder y fuerza, muchas mujeres y hombres le temían, cuando mi papá le intentó pegar una vez, le partió una lámpara de aceite en la cabeza, tuvieron que llevar a mi papá a coserle la cabeza, después que de mi mamá le dijera “que sea la última y primera vez que intentes ponerme la mano arriba a mi y a mis hijos”. 

El barrio presenciaba estas cosas, y decían a “Juanita hay que sacarle su comida aparte, no se metan con esta mujer, está loca”, y muchas mujeres del barrio que cuchicheaban y le prohibieron a sus hijas que se juntaran conmigo, dejaron de burlarse de mí. Mami nunca permitió que le robaran la violencia y la capacidad de responder pá’trá. Nunca abrazó un pacto sororo esencialista, sectario y blanco que la deshabilitara de su facultad de quemar todo. 

Si una tipa se mete con tu pareja, no le debes nada a nadie, diles desgraciadxs a ambes, sin miedo ni ataduras. Traemos la iglesia en el corazón y eso es peligroso en estos días de vigilancia  activista.

Sarah Ahmed en su libro la Política Cultural de las Emociones, habla de muchas cosas potentes, entre ellas sobre “la emocionalidad de los textos en términos de la manera en que nombran o actúan ciertas emociones”. Las canciones más recientes de despecho de Shakira: Te felicito, Monotonía y la sesión #53 Bzrp music, son expresiones de sentires y dolores. Al final Shakira está facturando, aprovechando su lugar de blanquitud en el capitalismo y está aprovechando la coyuntura. Sin embargo, las críticas desde el feminismo blanco de su última canción, me da la oportunidad de pensar sobre todas esas mujeres populares, barriales, negras y prietas que cantan dembow, reguetón y música urbana y mandan a la “goma” a otras tipas que les hicieron daño, y luego vienen las feministas a decir: hay que penalizar el reguetón porque es violento, patriarcal y misógino, todo eso tiene un nombre: feminismo blanco. Esto no es cosa nueva, responde a una genealogía amplia, pensemos en el jazz y el rol que han jugado las mujeres negras ex-esclavizadas ahí, que escribían y cantaban historias de sexo, duelo y violencia que soñaban con la muerte de los amos (Davis, 1999).  El tema es que esta sociedad es tan patriarcal que hasta cuando queremos ser “liberadas” somos machistas, porque ya estamos hasta la coronilla de escuchar hombres cantar sobre venganza, despecho, dolor, odio e incluso hasta de feminicidios, y nadie dice nada. Siempre la vara se la ponen alta a cuerpos de mujeres y no hetero masculinos cis. 

Sarah Ahmed también dice “el uso de metáforas referentes a la “blandura” y la “dureza” nos muestra cómo las emociones se vuelven atributos de los colectivos, que se construyen como “siendo” en tanto están “sintiendo”. Dichos atributos están generizados…” es una pena que pensemos que los cuerpos de nosotras, de los sujetos feminizados, de las mujeres, no somos capaces de escupir a la cara. Siempre se espera de las mujeres “formas pacíficas de resolver conflictos”, porque falsamente se cree que la violencia solo le pertenece a los cuerpos de hombres y masculinos, y no, una puede ser muy perra y de eso no hay que dar muchos ejemplos, quizás tú que estás leyendo esto, sabes bien sacar las uñas y el machete cuando toca declarar la guerra, y no lo haces sólo contra varones, sino contra todo el mundo, y sabes que eso no te hace una patriarca. 

Sarah es muy potente, escribe también que  “el dolor, como una sensación desagradable o negativa, no puede reducirse a la sensación: el modo en que experimentamos el dolor implica la atribución de significado a través de la experiencia, así como asociaciones entre diferentes…”. Que tú le digas a la morra que te bajó el novix que usa “motoconcho y tú una yipeta del año, que es una deshonesta y tu eres una reina o como dice Tokischa con Farina: 

“Ah, ¿qué e’ lo que tú quiere hace’?

Actívate con lo’ tuyo’ tipa

Que ‘toy muy alto y no te puedo ve’ desde aquí arriba

Mi tiempo es dinero y no voy a ga’tarlo con una mierda como tú

Dique pagando tu entrada pa’ fa’tura’

Si yo me muero y vuelvo a nacer

Yo no le hablo a nadie

Yo no le hablo a nadie

Si muero y vuelvo a nacer

Yo no le hablo a nadie

Ni a perras como tú”.

…está bien, el contexto y tu cuerpo situado da significados y son formas de curar los traumas o simplemente sacar la rabia. Ya basta de moralismos, feminismo blanco y cumplimiento de códigos de buen comportamiento activista, muchas somos muy perras en calor y muy Soraya Montenegro (de la Telenovela María la del Barrio) y ya estamos cansadas de ocultarlo. Es problemático, esencialista, sectario y muy patriarcal pensar que las mujeres se deben lealtad y solo se deben dar amor entre ellas. Muchas son culeras, y se vale decirles: perra, no me hables en tu perra vida…ta’bien. 

2. Feministrómetro y sororidad como secta blanca: 

El etnocentrismo y eurocentrismo son justificaciones fundantes de la existencia de Europa fortaleza, Europa centro del mundo y Europa colonial. En ese mismo seno nace el feminismo blanco como la teoría de las amas, naciendo blanco, moderno, burgués y colonial. La universalización terraplanista de su teoría a todo el mundo sin matices, sin considerar puntos de vista (pensando en los feminismos negros, en la Colectiva Río Combahee) y las fronteras situadas que atraviesan las muchas experiencias que nos habitan y la multiplicidad de vidas de mujeres y otras subjetividades, es lo que posibilita el discurso colonialista del feminismo blanco – en palabras de Chandra Mohanty, o la razón feminismo eurocentrada citando a Yuderkys Espinosa. Y ese afán de imponer, de unificar, de homogeneizar y obsesionado con tener un único sujeto global y universal de mujer en singular, que puede existir solo ignorando las relaciones y los pactos de clase, raza, geografía y sexualidad que tienen mujeres blancas entre ellas y con los hombres blancos, es lo que posibilitó el nacimiento de un concepto que es tremendamente racista: la sororidad. 

Como había escrito en otro lado, la sororidad ha sido una gran mentira. Es una herramienta conceptual que se basa en el biologicismo esencial del cuerpo sexuado, para construir falsas alianzas nunca materializables entre la ama de la plantación y la esclava, para poder construir así una pasividad des–emancipadora de quien tiene las cadenas, encarcelándolas en la filiación de la identidad con fines de homogeneización y la reterritorialización de experiencias de las vidas de las in–llorables del tercer mundo en nombre de la igualdad de género y la comunidad internacional. La sororidad es un depósito evangelizador del feminismo blanco que sirve para borrar fronteras, diferencias, dolores, relaciones de opresión y dominación de amas y mujeres blancas de clase hacia mujeres subalternizadas, la sororidad no rompe los pactos de blanquitud, ni de sexualidad y ni de clase, los mantienen (Drullard, 2022). 

Esa sororidad que se convoca desde la moral feminista blanca, prefiere voluntariamente solo ver el género, ignorando otros formas de violencias como el colonialismo, el racismo o el capitalismo. Y justo lo hacen poniendo el género sobre todas las opresiones del mundo, usando el separatismo blanco, que no es otra cosa que racismo y esencialismo que ignora deliberadamente el funcionamiento de los sistemas de opresión en el mundo, ejerciendo violencias sobre otros cuerpos configurados como mujeres en su pluralidad y sujetos racializados y atravesados por un determinado lugar del mundo. Y claro, lo hacen porque no están dispuestas a renunciar a sus privilegios de raza y clase, porque solo quieren ser sororas a través del género. 

Me parece relevante abordar esta breve conceptualización del sentido de la sororidad en su origen blanco, porque mucha de estas posturas que piden “buen comportamiento” y exigen pactos de hermandad entre todas las mujeres del mundo, donde está mal denunciar las violencias que ejercen otras y está vetado romper lazos con otras debido al inquebrantable pacto sororo. Este feministrómetro sororo se activa a través de  procesos narrativos que invisibilizan diferencias y borran relaciones de poder que ejercen mujeres blancas o blanqueadas sobre otras cuerpas del mundo. Pero también me parece relevante, aprovechar la oportunidad de abordarlo, porque a raíz de la “mierda” que le echó Shakira a la pareja actual de Piqué, fueron muchos los comentarios, que exigieron sororidad o al menos catalogaron las expresiones de Shakira como reprochables, misóginas y pocos feministas. 

Depositar nuestras expectativas políticas en otras mujeres y calificar su proceder es muy patriarcal. Es lo mismo, que ocurrió cuando Tokischa salió y dijo: “soy una perra en calor y e’leche lo que ando buscando”, las feministas blanquísimas pusieron el grito en el cielo. Y eso se llama hablar por otras. Sí se puede maldecir a to’el mundo cuando han sido las peores personas con una, se puede y eso no nos hace misóginas. Incluso debería verse como oportunidad de fuga de este mundo que pone atributos sobre nuestros cuerpos, ser perras como una forma de salirnos de esos moldes coloniales propios de la feminidad blanca y blanqueada. Por ejemplo, ¿qué sororidad tenemos las mujeres trans negras con las blancas terfas racistas? ¿Qué sororidad y puntos en común tiene mi mamá negra con las blancas racistas transfóbicas que violentan a su hija  trans? A esas, que coman m*erda. 

Todo esto tiene que ver con el feminismo blanco hegemónico que hemos mamado. Justo escribí una vez, que la colonialidad feminista es un dispositivo ideológico occidental, que se concreta en la exportación e imposición de su (in)justicia liberal que fragmenta y rompe el tejido de comunidades, provocando divisiones de pueblos y barrios periféricos, en nombre de la razón de Estado y bajo el discurso de los derechos humanos, que dicho sea de paso, no son de todxs y no todxs nacemos con ellos. Cierto feminismo junto a otros movimientos sociales, se ha convertido en el guardiacárcel de la identidad. Es quien vigila muy celosamente sus límites y sus protocolos. Quienes vigilan el comportamiento adecuado entre las mujeres. Es racista porque es eurocéntrico y replica un saber colonial que dicta quién es quién, dónde va y cómo nos debemos conducir. Construye y defiende un sujeto que no existe: la mujer universal sorora. Deja de ver el funcionamiento sistémico de la colonialidad y el capitalismo, para solo hacer una lectura del mundo en clave sexo–género, perpetuando el heterocapitalismo y su dispositivo identitario binomial “mujer y hombre”, construyendo mentiras como que todas las mujeres son hermanas y están oprimidas por igual (el sexo) y todos los hombres son patriarcas y violadores en potencia,  y la verdad es que así no funciona. El feminismo blanco niega la capacidad que tenemos de dejar de ser humanas y devenir en las calibanas del mundo, que no se portan bien, ni les interesa portarse bien, la capacidad que tenemos de ser perras en calor, villanas y armadas, hacer todo mal y romper el pacto sororo del feministrómetro blanco, hacerlo es profundamente político y liberador (Drullard, 2022). 

No me iré sin antes recordar que mi intención aquí no es defender a nadie, así es el mundo del heterocapitalismo, las emociones también están en el mercado, y facturan, siempre lo hacen los sujetos blancos millonarios. Mi intención con estas ideas, es dejar un poco los “barómetros” que nos guían y pensar fuera de lo que aprendimos del feminismo blanco. Urge abandonar ese lugar tan colonial. 

Los conflictos, las luchas, las emociones, los arrebatos, las disputas, el duelo, el desamor, la ardidez, la venganza, siempre significan una oportunidad de mover y transformar las cosas. ¡Tú dale, Shakira!

Referencias: 

– 2015. Ahmed, S. La política cultural de las emociones. Universidad Autónoma de México. 

– 2022. Espinosa, Y. De porqué es necesario un feminismo decolonial. Icaria Mujeres y Culturas, Ensayos sobre género y sexualidad. 

– 1984. Mohanty, C. Bajo los ojos de occidente: Academia Feminista y discurso colonial. 

– 1999. Davis, A. I Used To Be Your Sweet Mama. Ideology, Sexuality, and Domesticity», Blues legacies and black feminism, Nueva York, Vintage Books. 

-2022. Drullard. M. Huyendo del feminismo para salvaguardar mi existencia: mi mayor venganza será que te quedes con él. 

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Autor

  • Mikaelah, bonita, mujer trans, mula no–humana, afrodescendiente y fronteriza, es una travestinegra habitante del tercer mundo. MarikaMigrante y fugada del Estado ocupacionista dominicano y de la plantación sexo-género, antirracista y contaminadora de categorías, hoy se nombra mexicana no por ciudadana, sino para transpasar fronteras negadas y espacios prohibidos por su no humanidad y su clasificación caribeña termundizada, derivado de que nació en el laboratorio colonial del caribe, lugar de cuerpos negados por nacimiento, contamina sus sentidos, cimarronea sus significados de género, nacionalidad, humanidad…insuficiente en la masculinidad hegemónica y como mujer, deviene cimarrona de género, es una carne indomesticable en la sexuación forzada heterocis. Como cuerpo no apto para moverse, hace uso de la estrategia del Calibán, no es sumisa ni pone la otra mejilla, sabe contestar, defenderse es una necesidad vital en mundo que odia a las travestisnegras/personasnegras. Es parte de las colectiva AFROntera Cimarrona, del Grupo Latinoamérica de Acción y Formación Feminista (Glefas), del proyecto de–formativo DécimaOla, artista, voguera y performance. Creadora del Podcast antirracista Café Marika y Pájaro Negro. Pensadora, educadora popular, comunicadora, antiacadémica y escritora. Estudió la Licenciatura en Relaciones Internacionales y escribe para diversas revistas y medios de comunicación. Ha participado en el Poemario “Aquelarre de Negras un poemario de Negritudes insumisas”, en la Antología ¡Pájaros, lesbianas y queers, a volar” de Dominican Writers y en el Fanzine “siete mil ríos nos comunican” por FRESTAS Trienal de Artes 2021. Es autora del libro el Feminismo ya fue, público por OnA Ediciones. Lleva 10 años trabajando en organizaciones sociales en México, en diseño y formulación de proyectos y en temas de libertad de expresión y acompañamiento a personas defensoras en riesgo.

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Comentarios

3 thoughts on “Shakira me vale mucho, pero hablemos sobre la violencia del feministómetro, la sororidad obligada y otros moralismos

  1. #Felicitaciones me encanto este enfoque! No estamos obligadas a una #SororidadMágica 🪄 es una Realidad que somos diferentes y actuamos de formas distintas y en algún momento, creería Yo que hemos interpretado el papel de Villana frente a otra persona… por diversas situaciones… Luego está en cada cual entender su actuar… y Analizar su Proceder…! Pero Si es Verdad…! que por lo mínimo si hay Mujeres en una Actitud hacia otras en términos No muy Amables y No muy Empaticos… es una Realidad..!! Somos Seres Humanos y tenemos esta dualidad de nuestras acciones… Ni siempre Buenos Ni siempre Malos..!! La Referencia a #SarahAhmed en su libro #PoliticaCulturalDeLasEmociones habla de muchas cosas potentes, entre ellas sobre “la emocionalidad de los textos en términos de la manera en que nombran o actúan ciertas emociones”
    Los conflictos, las luchas, las emociones, los arrebatos, las disputas, el duelo, el desamor, la ardidez, la venganza, siempre significan una oportunidad de mover y transformar las cosas. ¡Tú dale, @Shakira!
    Me Encanto el Cierre del Artículo 💯✅ @VolcanicasRev @MikaelaDrullard
    #MariaAzulEjeCafetero

  2. Mujer te amo.
    Gracias por tantos claridad. Durante estos meses tengo serios cuestionamientos a estos feminismos y me encuentro en cada letra contigo

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