November 16, 2024

Rom com is dead, larga vida a la rom com

¿Estamos ante un revival o el género ya no es plausible en un mundo como el de hoy?

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Portada por: Isabella Londoño.

Hace una década aproximadamente quien fuera considerada una de las reinas de la rom.com (comedia romántica) de los 90s, miss Drew Barrymore, declaraba que se alejaba del género para perseguir oportunidades más interesantes y además se preguntaba por el efecto que estas películas habían tenido en su generación (“si las mujeres se volvieron más desinteresadas en la comedia romántica es porque se dieron cuenta de que los finales felices son tan efímeros como inverosímiles”). 

Diez años más tarde los dichos de esta retirada de las comedias edulcoradas (Never Been Kissed, The Wedding Singer, 50 first dates, Fever Pitch, Going the distance y Music and lyrics, entre otras), siguen resonando, quizás con mayor contundencia. Si algo se adivinaba entonces, en relación a los efectos de crecer alimentándonos a base de una dieta de films y series sobre el amor romántico tradicional, es que estos consumos no serían para nada inocuos: los estándares irreales de belleza y de éxito, y las formas patriarcales del amor también podían promover desórdenes alimenticios, problemas de autoestima y salud mental en el largo plazo, vínculos tóxicos o abusivos y mucho más. Las comedias románticas criaron a millones de personas. Estamos hablando de una población inmensa que absorbió, de estas historias, su educación sentimental. Sobre todo hablamos de mujeres, a quienes están destinados en primer lugar estos contenidos. Las comedias románticas nos enseñaron cómo, cuándo y por qué enamorarnos”, me dice la periodista Camila Alfie, quien escribe para Las 12 y reflexiona sobre films y series.

Pero no solo resulta que las audiencias (sobre todo mujeres y disidencias) se pusieron más críticas y exigentes, además la realidad demostró quedar un tanto demasiado desacompasada con esos tropos e ideas ensalzadas durante décadas en estas películas. Y no hay nada más revelador, aún cuando el arte no tiene por qué ser una copia facsímil de la coyuntura, que una obra que no se acopla con el presente que nos toca vivir, o que no genera empatía y enganche, en parte por eso mismo. Casi tan revelador como la luz blanca del día que entra cuando se corre la cortina de la sala de un cine.

Entonces, ¿qué está pasando con este popular pero vapuleado género? Algunos productos nuevos (la serie Nobody Wants This y hasta el polémico éxito local en Argentina, Envidiosa) parecen sugerir una vuelta triunfal del género que muchas mujeres crecieron viendo y que había dejado de ser atractivo e inclusive comercial. ¿A qué se debe esta vuelta con inyecciones de botox narrativo y cómo se vinculan estos productos con una época post-feminista y post-me too?, ¿tiene el género algo para decir o ya no nos resulta creíble?

¿A contrapelo de la época?

No es casual que la meca donde se producen estos consumos al por mayor, Hollywood, haya aminorado su producción en los últimos años (con un punto de no retorno que comenzó cerca de los tardíos 2000), al tiempo que las tasas de natalidad se precipitaron, las nuevas generaciones se volvieron escépticas con el “hasta que la muerte nos separe” y los hogares unipersonales aumentaron en los centros urbanos del mundo desarrollado. Por supuesto que se pueden escribir escenarios en donde nada de esto no sucede, la familia nuclear tradicional (blanca) sigue siendo el centro existencial mismo de la vida de las mujeres y el matrimonio el premio gordo a llevarse, máxime representación de realización. Pero no se extrañen entonces de que las mujeres y grupos minoritarios -jóvenes sobre todo- sintonicen cada vez menos con estos productos, y que incluso los encuentren demodé o simplemente aburridos y mal hechos. Un dato más de color -y a contrapelo de lo que series como Envidiosa muestran: un informe reciente de Morgan Stanley titulado “Rise of the SHEconomy” proyecta que el 45% de las mujeres estarán solteras y sin hijos en 2030, frente al 41% en 2018, y que de confirmarse esta proyección serían el segmento de más rápido crecimiento en los EE.UU.

Es que la solterona -históricamente estigmatizada- tampoco es lo que era, y hoy la experiencia de estar sola o no ser madre está mucho más naturalizada que cuando series como Sex and the City o Girls ponían el asunto en el tapete. O como me contaba la Investigadora (CEIL-CONICET) y docente (UBA- UdeSA) Sol Prieto, a raíz de que en Buenos Aires, Argentina, ya tenemos más mascotas que niños pequeños: la maternidad representa un alto costo para las mujeres, que cada vez más no quieren o no tienen margen para pagar. Además de que el costo social de elegir una vida sin hijos en general bajó, producto de que vivimos en ciudades más liberales, con menos peso de los mandatos, etc“.

Al fin al cabo, ¿no era aquello que nos garantizaba no solo distracción o risas, sino también empatía con los personajes y las situaciones, lo que nos hizo comprar esa entrada para ver films como La boda de mi mejor amigo o volver una y otra vez a clásicos como Tienes un email? No pareciera ser una buena jugada en tiempos de constantes reacomodamientos culturales desacoplar tanto la ficción del sentido y urgencia del presente. Nadie entendió mejor esto que Nora Ephron, realeza del rom com y guionista indiscutida del género a finales de los 80s y 90s (Cuando Harry conoció a Sally, Sintonía de Amor, Tienes un Email, Julia y Julia), que supo leer los vínculos y el romance con inteligencia, pero también con gran detalle por la etnografía cultural y cierto olfato de época. 

Ephron desafió el supuesto “de que algo estilizado, formulaico, disfrutable, gracioso o femenino, debía ser considerado inferior”, fue una fiel defensora de los finales felices, pero no se apartó nunca del roce con problemáticas actuales; desde la realidad dolorosa de los divorcios, la amistad como base fundacional de los vínculos románticos, los desafíos de la irrupción tecnológica o la búsqueda de conexión genuina en un mundo cambiante, entre otras ideas que sobrevuelan sus películas y libros.

¿Es indispensable identificarnos con los personajes? No realmente. Incluso podemos disfrutar odiarlos, pero es importante que de mínima nos importen e interesen, algo que parece improbable en la seguidilla mal escrita, actuada y producida de films y series que estuvieron circulando los últimos años. Sin embargo, los vientos pueden estar cambiando, y ahora que la espuma de Marvel bajó (los estudios estaban produciendo films pensando solo en los varones de 25-35), y con Barbie dando el último batacazo para mostrar que las audiencias femeninas son rentables también, quizás podamos esperar un regreso triunfal del género. Pero, ¿cómo se vería ese triunfo? ¿Se pueden contar historias románticas, graciosas e inteligentes sin caer en anacronismos o repetir fórmulas ya muy gastadas? O, acaso como arriesga la comediante argentina Male Pichot, ¿el mundo actual ya no admite este argumento?

Pie para la vuelta de la rom com

Ahora que el público experimenta la fatiga de las franquicias de superhéroes, la del streaming, bueno, en verdad, la fatiga de todo pero también de las relaciones románticas, podría ser el momento perfecto para que las rom coms reaparezcan y nos digan algo. La TV, que nunca dejó de producir rom coms, algunas bastante decentes (You’re the worst, Catastrophe, The Mindy Project, Love Life, Heartstopper, I have never ever), aparece como terreno más fértil, o al menos, con una mayor curva de aprendizaje ya que los tiempos de producción y el feedback son otros. 

Algunas comedias recientes como Players (con la actriz de ascendencia latina Gina Rodriguez) o Nobody Wants This (con un 93% en Rotten Tomatoes y basada en una historia real), podrían ser los inicios de algo. En Players vemos a Gina Rodriguez -y un cast más diverso- reírse un poco del mercado actual de citas: remozando el argumento de Hitch (2005), ahora con una protagonista femenina experta en actuar como “wing-woman” de sus amigos que busca levantarse a su nuevo jefe. Rodriguez, que encarna a una periodista deportiva que vive sola y se replantea su vida amorosa (“Tengo 33 años y ya estoy agotada, quiero un adulto”), es una brisa de aire fresco ante lo que nos vienen ofreciendo los estudios. Nobody Wants This nos presenta el clásico pero infalible tropo de la pareja-despareja, con uno de los pocos obstáculos creíbles en un mundo en el que todas las asperezas se liman con tal de lograr el match: las creencias religiosas. Acá los excelentes cómicos Adam Brody y Kristen Bell, son una podcaster agnóstica y algo promiscua y un rabino cool que abandona a su perfecta novia judía.

¿Menos “épico” de los que podríamos esperar o lejos de las historias trascendentales de amor que querríamos/esperaríamos ver en pantalla? Puede ser. Pero como la filósofa Tamara Tennembaum comentaba en una editorial hace poco, tal vez ésta sea la nueva manera de contar romances modernos, que son, después de todo, más pragmáticos, utilitarios y también menos vistosos de lo que nos animamos a admitir.  Los tiempos cambiaron, la cultura cambió, la tecnología hizo su parte y cada vez nos cuesta más comprar las mismas historias de siempre. 

¿Otros motivos por lo que estos relatos se vuelven menos icónicos en la actualidad? Quizás porque muchos de los problemas que hacían que las comedias románticas tuvieran algo que contar (la espontaneidad, lo inesperado y los caminos aleatorios que se cruzan), hoy están solucionados por las redes sociales. Los enredos por fallas de comunicación, una carta que no llega, una llamada que no se atiende, una cita desencontrada, hoy se resuelven apretando un botón. El misterio que envuelve a los protagonistas de las romcom clásicas es incompatible con la exposición intensiva que tenemos en las redes sociales. Las prácticas del amor romántico de los 90’s y los 2000 se pierden en la traducción con los gestos modernos de cortejo”, contextualiza Alfie.

Pero no es solo la tecnología la que viene, tanto en lo narrativo y de forma como en lo cultural, a obturar las tramas, además el tiempo y el dinero -que son realmente la misma cosa-, también juegan su papel en el romance contemporáneo. Nunca el capitalismo complicó tanto las cosas para el amor. “Hoy en día conseguir pareja es casi como un nuevo tipo de “trabajo” que implica scrollear redes sociales y swipear en apps de citas. Las romcom tenían la premisa de romances que se cuecen “a fuego lento”, una temperatura que parece chocar con la intensidad moderna desenfrenada y cronometrada a fuerza de google calendars”, sigue Alfie.

¿Cómo lidiamos con el bajón de la libido en la página o la pantalla, cuando además nunca pareció más cierto esto de que “los hombres son de Marte, las mujeres de Venus” (la brecha político-ideológica de la que todo el mundo está hablando). “Un tercer factor para la baja natalidad sería el desencuentro sobre todo en la generación centennials entre varones y mujeres que tienen preferencias distintas tanto en lo político, en lo cultural y en las opciones vitales”, me explicaba Prieto, por si hacía falta aclarar.

Como dice nuestro presidente, “no hay plata” ni tiempo para enamorarnos entre lo ocupados que estamos tratando mantener a flote nuestras carreras y alquileres en un mercado precarizado y explotador, o bien, tratando de que “los años dorados” no nos pasen de largo para hacer lo queríamos o ser quiénes queríamos -sobre todo para las mujeres, a quienes corre el reloj biológico y cultural sin piedad. El problema trasciende la ficción y es tanto para los guionistas como para los jóvenes, que además hoy se inclinan llamativamente por el celibato.

En esta línea, dos comedias recientes que ensayan la rom com hablan justamente de qué sucede con dos chicas que por cuidar a sus padres enfermos -otro tema para nuestra generación- sienten que se les pasó el tren académico, o directamente, de sus vidas. Sin embargo, el hit silencioso No Hard Feelings (2022) con el excelente timing para la comedia de Jennifer Lawrence (versus la pésima Space Cadet), introduce además dos recursos que se retoman este 2024 en varias comedias y pisan fuerte: la diferencia de edad entre mujeres y varones y el humor físico, adueñándose de dos aspectos que siempre habían estado presentes en la comedia pero hecha por varones o bromance. En adición el film de Lawrence es un buen modo de subvertir tanto a la idea de que las chicas no pueden hacer buena comedia física (vulgar, ridícula, muchos menos si son actrices atractivas), como la expectativa de que las mujeres tenemos que cumplir con ciertos hitos en orden y a tiempo. 

Romances sin edad y problemas de clase

Una camada reciente de intentos con mejores recaudaciones que lo que venía teniendo el género dieron esperanza a los ejecutivos. Aunque con sus falencias, este año, The Idea of You protagonizada por Anne Hathaway como madre soltera enamorada de uno de veintitantos, y a A Family Affair con Nicole Kidman como madre viuda en la misma situación, nos permiten ver romances de mujeres pasados los 40 en pantalla. Mujeres (blancas, cis) afianzadas en sus carreras, con autoestima e independencia económica y en general maternando solas -a tono con la coyuntura-, que se enamoran de pibes más jóvenes pero que no necesitan eso para seguir con sus vidas. 

Algo similar se puede observar en la recién estrenada Una aventura en Marruecos con Laura Dern como escritora exitosa recién divorciada que se enamora de un jovencito, ahora que Netflix está queriendo morder su parte de la torta romcom. Desde luego no hay mucha diversidad o problemas de dinero en ninguna de estas películas (todos son de clase media-alta), pero a cambio de tratar el tema del edadismo y los prejuicios pareciera que no nos podemos poner muy exigentes.

Por su parte, Anyone but You, la comedia romántica reciente que más recaudó desde Crazy Rich Asians (2018), emplea mucho humor físico y recluta a dos bastante más jóvenes y hegemónicos actores en ascenso como Sydney Sweeney (Euforia) y Glen Powell (quien sorprendió en la muy superior Set It Up allá por el 2018), para atraer a los centennials a las alicaídas salas e intentar sacarlos del sopor que la portabilidad y el on demand introdujeron. Aún si la fórmula no tiene nada nuevo para mostrar (padrino/madrina que se odian viajan a una boda en Australia y se terminan enamorando). “Muchas comedias románticas que marcaron a este género están atravesadas por historias que implicaban grandes presupuestos, bodas pomposas, gestos grandilocuentes, etc. En “Envidiosa”, por ejemplo, vimos como esta premisa se mantiene, al mostrar un universo exclusivo que se cierra sobre Puerto Madero, Recoleta y countries. En ese sentido, parece ser que estos consumos cada vez representan menos a una audiencia más empobrecida, más apurada y más desencantada. Quizás, por eso, es más difícil relacionarse”, apunta Alfie, marcando una de las falencias de Envidiosa.

El contexto social, político y económico en el que muchas de estas producciones son realizadas se cuela por las rendijas creativas, guste o no; sea en EEUU donde la crisis de la industria y los paros de guionistas impulsaron otras estrategias creativas para acercar público a las salas, o en Argentina, con una crisis económica y políticas de desfinanciamiento del cine, reforzando la producción local. La pregunta persiste, ¿tiene sentido crear ficciones que estén tan desconectadas de lo que sucede afuera? 

Narrativas más reales y empáticas: ¿el gancho para las nuevas generaciones?

Algunos podrían esgrimir que el sentido de estas producciones livianas es justamente permitirnos un rato de placer y fantasía en el que suspender el verosímil. Y aunque hoy más que nunca es importante poder nutrir la imaginación, también creo que es posible y necesario preguntarnos hacia qué idearios y universos gravitamos y por qué lo hacemos, especialmente ahora. No resulta casual que con las luchas culturales de telón de fondo (con la sexualidad, el consentimiento, los derechos reproductivos y el aborto como ejes), y con un creciente movimiento anti-feminista en todo el mundo, se tomen decisiones que vuelven a poner en el centro argumental y estético narrativas que retoman ideas tradicionalistas.

“Parece que ya no es posible contar las mismas historias sin tener en cuenta los cambios que trajo la cuarta ola del feminismo. Lo que antes se aceptaba sin cuestionamientos, hoy nos obliga a replantear los roles de género y las dinámicas en las relaciones. Aun así, eso no significa que el género esté en crisis total; las comedias románticas siguen saliendo, solo que no todas logran dar en el clavo y conquistar nuestro corazón. Podemos decir que le exigimos un poquito más al género”, explica por su lado Victoria Lo Pardo, especialista en cultura pop, cine y TV.

Me resulta difícil creer que el éxito y la calidad de algunas de las mejores comedias románticas de los últimos años (Set it Up, The Big Sick, Sleeping with Other People, Cha Cha Real Smooth), no se deba, en parte, a que se meten con cuestiones que nos resuenan como personas, desde la necesidad de librarnos de nuestros jefes y el derecho al ocio, a la enfermedad y la salud mental, la dificultad para independizarse económicamente o las relaciones multiculturales. Tampoco extraña que post-pandemia muchas de las romcoms estén recurriendo a la imaginería de los viajes en avión como puntos centrales de su narrativa (Upgrade, Love at first Sight) y a locaciones exóticas y paradisíacas como telón de fondo (Lost City, Shotgun Wedding, Ticket to Paradise), como si necesitáramos movernos después de tanto confinamiento, cambiar de vista, dejar el cuerpo libre. Existe un mundo offline al que, de vez en cuando, es bueno volver.

“En los últimos años, hemos sido testigos, o por lo menos yo creo que existe un resurgimiento tímido pero notable del género. Películas como Rye Lane o Love at First Sight son ejemplos de cómo se puede actualizar la fórmula romántica para un público que ya no acepta los clichés fáciles. Tenemos que aceptarlo: hay un equilibrio difícil de encontrar entre la fantasía que exige el género y la autenticidad que buscamos en esas relaciones ficcionales”, sigue Lo Pardo. Eso no significa que tengamos que renunciar a la fantasía y al optimismo del género, pero darle la espalda a la época no pareciera ser un golden ticket tampoco. 

Quizás un comienzo sea devolverle el valor y respeto que merece el arte de la comedia romántica, aunque siempre haya sido vista como algo menor en relación al drama. La comedia y el romance son dos de los géneros más difíciles de escribir de modo creíble y atrapante, tal vez por eso algunas de las últimas producciones parecen literalmente hechas por A.I. Inclusive la exploración de otros géneros como el musical, que le dió a comedias románticas como Crazy Ex Girlfriend éxito y un fandom que llenó teatros temporadas luego de dejar de emitirse, también puede ser un recurso válido. Hoy se habla también de “anti-romantic comedies” con autoras ocurrentes y feministas como Alice Lowe o la misma Rachel Bloom.

“Creo que el género puede reinventarse si le habla a una audiencia con la que encuentre puntos afines. Quisiera historias de amor que me hablen a mí, que estén protagonizadas por gente como yo y no por mujeres hegemónicas que duermen en camas king size de hoteles cinco estrellas. Que me permitan soñar con que, quizás, en un swipe genérico de Tinder puede estar esa persona que me haga sentir la protagonista de mi romcom”, cierra Alfie.

Si las comedias románticas nos enseñaron “cómo, cuándo y por qué enamorarnos”, una nueva generación de rom coms podrían también ayudarnos a entender por qué estamos tan desencontrados o por qué la soledad es algo que nos sigue asustando, cómo priorizar la realización y el bienestar personal ante la centralidad que el amor todavía tiene, y hasta mostrarnos finales más inciertos. “El género de la comedia romántica nunca morirá porque ya sean amantes lesbianas, un trío o una novia en coma, todavía estamos interesados ​​en ver esas historias. No creo que eso vaya a desaparecer nunca”, dice el veterano Billy Mernit, autor de Writing the Romantic Comedy y analista de historias en Universal. Y tal vez tenga razón.

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Autor

  • Periodista especializada en cultura, sociedad y género, escribe actualmente en diversos diarios y plataformas (La Nación, Forbes, Crisis, Malvestida, Volcánicas, Comestible, etc). Founder y speaker del Mapa de Barmaids & Afines, la primera plataforma de visibilización y acción para mujeres y disidencias en gastronomía en LATAM. Productora cultural y consultorías.

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