julio 22, 2022

«Ponele onda»: Los peligros de la positividad tóxica

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“Todo está en tu mente”, “El que quiere, puede”, “Solo necesitas vibrar alto”. Más de una vez se habrán topado con este tipo de frases mientras scrolleaban en sus redes sociales o bien, cuando nos encontramos (por algún motivo extraño) en lugares oscuros de Internet a altas horas de la noche. 

Esas frases, que dichas así sueltas no suponen nada más que la reafirmación de que el neoliberalismo es el movimiento hegemónico de nuestras sociedades, en realidad son apenas la punta del iceberg de un tema extremadamente peligroso: la positividad tóxica. 

A ver, que el mundo siempre fue una porquería no es novedad para nadie, y todxs estamos de acuerdo en que, de tanto en tanto, es necesario desconectarse un poco de la terrible realidad en la que vivimos. Con el hartazgo informativo que padecemos hoy ante las conexiones cibernéticas 24/7, más los graves efectos de una crisis identitaria generalizada por el fenómeno de la globalización (tema que dejaremos para otra ocasión), no es atípico que las personas busquen darle un sentido a sus vidas. 

Pero hay quienes vieron, en medio de este caos existencial, un momento oportuno para hacer negocios con los dilemas internos de otrxs. Mucho se habla del auge de los movimientos New Age, que vienen acompañados por pseudoterapias con cero fundamentos científicos como la orinoterapia (consumo de orina), el respiracionismo (vivir únicamente de respirar), placentofagia (comer la placenta luego de dar a luz), hasta beber la propia sangre menstrual. Podemos sumar a esta lista la apropiación cultural de prácticas ancestrales indígenas como el uso de la ayahuasca, el negacionismo de la pandemia del COVID19, la conspiración del control mental a través de microchips y el uso de antenas 5G, la supuesta comunicación con seres de otra galaxia y, por qué no, el aprovechamiento de la vulnerabilidad para hacer uso de técnicas coercitivas y actitudes sectarias para abusar física, mental, económica y hasta sexualmente de otra gente. 

Las sectas de “La Nueva Era” y también quienes siguen sus postulados, aún sin pertenecer a un grupo en particular, pretenden dar respuesta a los cuestionamientos propios de la vida humana con respuestas simplistas, siempre a cambio de aprovecharse de quienes caen en sus redes. Para ello, volvamos un poquito al tema del artículo: la positividad tóxica. 

Esta nace, como ya dijimos, en estos tiempos donde todos los problemas que afrontamos se entienden como ajenos. Cada quien lidia con lo suyo, de manera propia, sin que nadie se meta. Es prácticamente el resultado de un modelo de vida donde la individualidad ha primado como forma de sobrevivir, donde las redes de apoyo quedan dejadas de lado y donde nos sentimos en completa soledad para hacerle frente a los obstáculos que se nos pongan delante. La positividad tóxica se aprovecha de estos factores para reafirmar que, efectivamente, si te encuentras ante una situación que no te gusta, que daña, te duele o te pone mal, es única y exclusivamente culpa tuya. 

Cuando partimos de la base de la lógica, no tiene mucho sentido. Decirle a alguien que nació en condiciones de pobreza, bajo la custodia de un Estado que no le brinda oportunidades educativas ni sanitarias, que “puede lograr salir adelante si así se lo propone”, resulta absurdo. No obstante, esa idea se ha venido instalando con mucha más fuerza en los últimos años. Pasando esto al campo del feminismo, y habiendo sido víctima de maltrato, me topé en varias ocasiones con seres que ante mi relato de supervivencia, hicieron el comentario de “Te maltrataron porque eso es lo que pedías al Universo. No estabas mandando las señales correctas”. 

Ah, disculpen. Debo haber tenido el número equivocado de los astros, u olvidé ponerme en modo “vibrar alto”. Si con solo “proyectar buenas energías” las mujeres y disidencias sexuales podríamos habernos ahorrado el ser víctimas de este sistema heteropatriarcal opresor, creo que ya lo habríamos hecho antes. 

La positividad tóxica anula todas las emociones que considera “negativas”. Desde esta visión, las personas deberíamos dejar de sentir rabia, ira, enojo, frustración. ¿Cómo? Es claro que la respuesta es suprimiéndolas, ignorándose, haciendo como que “nada está pasando”. Y esto, además de ser casi imposible, es muy dañino para la propia salud mental. Las emociones existen para cuidarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor y no podemos controlarlas directamente. Solo podemos manejar la forma en que accionamos a partir de ellas, intentando canalizarlas para sacarles su mayor provecho. 

La depresión, la ansiedad, el estrés postraumático, el trastorno de personalidad límite, el trastorno bipolar, entre otros, no son simples “estados de tu mente”. Son enfermedades de salud mental que incapacitan a millones de personas a través del mundo y que no se curan con simplemente “alinear los chakras”.

Este fenómeno también pretende apropiarse del discurso del amor propio, afirmando que “solo necesitas quererte para estar bien”. Pero parece ser que dejan de lado el hecho de que amarse dentro de un mundo en el que nos enseñaron que todo respecto a nosotrxs y nuestrxs cuerpos está mal, resulta un tanto complicado. Además, me pregunto, ¿es realmente necesario que ame todo de mí? ¿Tengo que amar mis estrías, mi celulitis, mi acné en la espalda? ¿No basta con simplemente aceptar estas cuestiones? Yo no creo que estas cuestiones dibujen “el universo que representa mi morada terrenal”, simplemente, entiendo que están allí y no se pueden cambiar. 

Como si no fuera suficiente y partiendo un poco del punto anterior, esta positividad barbárica trajo consigo una aliada: la visión del naturalismo extremo. Y no, no estamos hablando del movimiento artístico del siglo XIX, sino de esta tendencia a creer que “solo lo natural” es lo bueno. Casi siempre los gurús que te dicen que “conectes con tu paz interior”, alientan a que te apegues a rutinas extremistas de alimentación, higiene y relacionamientos con otras personas. Ahora resulta que solo podemos comer pan del propio trigo que plantamos en las huertas de nuestras casas, usar pañales reutilizables porque si no somos egoístas con el medio ambiente (en vez de cargarle la culpa a hmmm, no sé, ¿quizás los millonarios que hacen vuelos de cohetes por hobby?) y usar nuestra propia sangre menstrual (en el caso de quienes menstruamos) como crema hidratante. 

Repentinamente, que te sientas como la mierda es el supuesto resultado de que no meditás 40 minutos al día, de tu propia envidia hacia otrxs que alcanzaron la iluminación, de vacunarte contra el Covid, de que tu mamá no te dio a luz en medio de una playa con tortugas cantando zamba y que consumís demasiado café batido (No de que vivimos bajo condiciones infrahumanas en pleno siglo XXI, claro que no). Pero lo “bueno” es que, haciendo su curso de meditación, comprando sus jugos para hacer un plan detox de 5 días sin comer, alineando tus chakras con un masaje holístico o haciendo sesiones de ayahuasca donde “vomitas lo negativo” (o sea, no es que estés vomitando por una intoxicación por uso de psicodélicos), todos tus problemas se resuelven. 

Y me gustaría que fuera así de sencillo. Realmente, a veces quisiera que tuvieran razón, que el malestar generalizado de estas generaciones es una cuestión meramente individual, pero lo cierto es que no. Es el resultado de minimizar nuestros dolores, es la consecuencia de crecer en culturas donde las violencias heteropatriarcales nos gobiernan y donde, a quienes somos conscientes de ellas, constantemente se nos tilda de ser “de cristal”. 

Con este escrito no es que quiera llevarte a que dejes de meditar, de hacer reiki o tener un estilo de vida más saludable que te haga feliz. Pero sí quiero que seas consciente que es muy fácil caer en estos engaños con respuestas simplistas. Y es por eso que, desde una mirada feminista donde el cuidado entre nosotrxs es primordial, debemos hablar del peligro que suponen estos nuevos paradigmas en las luchas que llevamos. 

No sé que tengan que decir los extraterrestres, ni tampoco creo mucho en los mantras, pero para seguirles el juego, te dejo algunos acá:

“Tu dolor es válido”.

“Está bien enojarse, frustrarse, sentirse mal”.

“No tenés porqué amar todo de vos”.

“No sos la peor persona del mundo por pedir una pajita con tu Coca-Cola”.

“Comerte una hamburguesa de tanto en tanto es tan sano como una ensalada”.

“Si los marcianos realmente se comunicaran con nosotrxs, estoy segura de que dirían <<che boludes, esto no da>>”.

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Autor

  • Guadalupe Acosta Barriocanal

    Comunicadora social y periodista paraguaya de 26 años. Activista feminista y por los derechos humanos en su país. Realizó varias cápsulas de educación sexual en un medio local, trabaja con generación de contenido propio y actualmente ocupa el puesto de Gestora Organizacional para la consultora de proyectos culturales Diáspora - Ideas Migrantes, de Colombia, donde trabaja para proyectos tanto en la parte logística como en el desarrollo de contenidos. Realiza consultorías de adaptación de estrategias comunicacionales para públicos jóvenes y trabajó en el área de la comunicación política durante las elecciones municipales de Paraguay en el 2021. Fue becada por la Agencia de Cooperación Internacional Chilena en el año 2019 para realizar un programa de intercambio en dicho país. También fue beneficiaria de la beca Creadoras Camp 2021-1, donde creó su podcast "Tu Amiga Feminista", donde se tratan temas como la violencia en los noviazgos y el amor propio. Además, trabajó como content manager y productora de contenidos de dos renombradas figuras públicas paraguayas y hoy por hoy desempeña el cargo de coordinadora de sus equipos comunicacionales.

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Comentarios

2 thoughts on “«Ponele onda»: Los peligros de la positividad tóxica

  1. Bueno pues un poco mucho radical. Hay q meterse bien en el cuento del «positivismo» tal vez no sea el anular sentimientos sino más bien que éstos no tuvieran porqué aparecer o dominarlo a uno. Revuelves muchos temas dentro del New Age que realmente no lo son. Y, si hay gente que lo practica y le funciona porque no dejarles ser felices? Creo que de todas maneras todo se basa en un proceso individual así como tu propio sufrimiento que cargas por particulares situaciones, yo ya pasé por el negativo y ahora prefiero el positivo. 😉 Pero solo el positivo q no quiere decir q yo siga todas esas pendejadas qué hablas de comer bien etc y autotorturarse por no ser positivo!!! Bye.

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