
“Nuestros animalitos se nos mueren y a nadie le interesa, para nosotras es tan triste vivirlo en carne propia: estamos quemando nuestros bosques sin piedad, estamos viendo cómo nosotros como seres humanos estamos destruyendo lo poco que nos queda”, es la desesperada reflexión de Pura Soliz Viana, de la comunidad indígena chiquitana de San Juan de Chiquitos, en Bolivia.
Este país es uno de los países más afectados por los incendios: entre el 1 de enero y el 17 de septiembre se registraron más de 657 mil focos de calor, un crecimiento de más del 600% en comparación con 2023.
Los focos de calor son producto de registros satelitales que referencian anomalías térmicas. Es cualquier punto de la Tierra que emite suficiente temperatura para que el píxel de una imagen satelital lo reporte, siendo indicador de posibles incendios.
El 25 de septiembre, durante la Semana del Clima en Nueva York, representantes de pueblos indígenas de Sudamérica hicieron un llamado urgente a la comunidad internacional: se está viviendo la peor sequía registrada en 121 años y la mayoría de esos territorios es protegida por grupos nativos, algunos de ellos en situación de aislamiento del resto de la sociedad. Según datos de la FAO – ONU, el 35% de los bosques de la región se encuentran en territorios indígenas.
Los incendios no sólo favorecen a los intereses inmobiliarios y del agronegocio, también instalan una supremacía blanca que junto con los bosques y selvas se lleva la vida de indígenas y personas racializadas. La última semana los incendios afectaron en un 28,61% a territorios indígenas amazónicos. La intervención de los Estados, que cuentan con grandes y diversos equipos de combate al fuego, no hace que estén preparados para la vinculación con Pueblos Indígenas No Contactados o en Aislamiento, que son extremadamente vulnerables a enfermedades comunes. Los incendios en estos territorios se vuelven un etnocidio que es necesario denunciar.
La última semana fue trágica en Perú, se perdieron más de 5.600 hectáreas, murieron al menos 16 personas y más de un centenar resultaron heridas; sólo en el mes de septiembre hubo 25.054 focos de calor. “En los últimos años, los fenómenos climáticos han golpeado duramente y desde el Estado no se ha planteado un plan de prevención o recuperación, en el caso de los incendios son los mismos campesinos y pueblos indígenas los que intentan apagarlos”, dice Micaela Guillén, coordinadora nacional del Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático.
Argentina también está siendo afectada por estos incendios; las llamas llevan 20 días en las sierras de Córdoba, en el centro del país. De 2001 a 2023, Argentina perdió 602 mil hectáreas de cobertura arbórea a causa de los incendios, siendo 2013 el año que mayores pérdidas reporta. “Los recursos puestos para el combate del fuego han sido completamente escasos, el ajuste económico de los gobiernos, la falta de inversión en la materia y la presión del lobby inmobiliario, el agronegocio y las empresas constructoras de las autopistas del corredor bioceánico están permitiendo que el fuego avance”, explica Juan Jacobs, Secretario General de la Central de Trabajadores de la Argentina – Autónoma de la localidad de Punilla, Córdoba.
Movimientos, comunidades y redes socioambientales vienen alertando sobre las consecuencias del extractivismo en los territorios, convirtiéndolos en “zonas de sacrificio” donde se hace imposible la vida digna. La disociación entre naturaleza y sociedad es una imposición epistemológica que cargamos casi desde que se descubrió el fuego; así, suele hablarse del cambio climático como un suceso ajeno a la acción capitalista. Actualmente, abundan los datos científicos sobre el impacto de los extractivismos en la biodiversidad. Al mismo tiempo, existe lo que Alejandro Meitin (2014) llama “vocación del lugar”: una constelación de fuerzas que da voz a un entorno natural, con compromiso en el lugar específico y con la experiencia empírica. “Todos habitamos el territorio y su cuidado es responsabilidad de todos, no nos quedemos en nuestra casa, podemos aportar desde el lugar que tenemos y nos sentimos seguros, pero para eso tenemos que trabajar con los vecinos”, es la opinión de María Laura Daniele, integrante de Sacha Comunitaria, una Brigada de Guardia de Ceniza que se creó luego de los incendios de 2020 en la zona de San Marcos Sierra, en Córdoba.
¿Quién aviva el fuego?
La deforestación, el cambio climático, las sequías extremas, las prácticas agrícolas de quema y otras actividades humanas son algunas de las causas de los incendios que están afectando a Bolivia, Perú y Argentina. La tala de árboles, el desmonte y el monocultivo alteran los ciclos hídricos naturales, se reducen las lluvias, suben las temperaturas y los terrenos pierden humedad y se secan. Según cifras presentadas por la Plataforma Global Forest Watch, 4 países de Latinoamérica figuran en la lista de los 10 más deforestados en el planeta durante 2023: Brasil, Colombia, Bolivia y Perú.
En Bolivia, por ejemplo, la deforestación creció un 27% en 2023 comparado con el año anterior. El departamento de Santa Cruz de la Sierra lleva años expandiendo la frontera agrícola con modificaciones en el uso del suelo, “para nosotras como colectiva feminista ha sido una disputa constante visibilizar lo que significó ese pacto entre los gobiernos y los empresarios locales, estamos disputando espacios que tienen mucho poder y que tienen un discurso muy bien puesto en el imaginario de la gente”, expone Tanja del Colectivo Mujeres, Territorios y Resistencias de Santa Cruz.
En el país están denunciando el llamado “Paquete incendiario”, una serie de leyes que le podrían permitir al Estado Plurinacional habilitar “tierras aptas” con el cambio de uso de suelos a través del derribo o quema de bosques. Desde 2013 está permitida la quema en actividades agrícolas, lo que afecta de diversas formas al suelo, la fauna, las plantas y les humanes. La nube de humo que se desprende de los incendios en el Gran Chaco, por ejemplo, es tan grande que puede verse desde los satélites de monitoreo.
“Tampoco tenemos datos precisos sobre cómo está afectando esto a la salud de la población. Estamos respirando los niveles de humo y toxicidad más grandes de Sudamérica y no hay estudios que puedan decirnos qué es lo que estamos respirando”, se preocupa Claudia, integrante de la misma colectiva.
Perú
En la última semana, en la Amazonía peruana se perdieron mil hectáreas de selva. Según el Monitoring of the Amazon Project (MAAP), la agricultura es la principal causa de la deforestación de la Amazonía, que es el bosque más grande del mundo y representa casi la mitad de Sudamérica. “El gobierno demoró cerca de un mes en tomar acciones, dijo que estos incendios eran resultado de ‘prácticas ancestrales’, desestimó la emergencia, aún cuando ya había cerca de 20 muertos, hasta la fecha 5 mil hectáreas, cerca de 370 animales muertos y 4 mil afectados”, explica Micaela Guillén, del Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático de Perú.
Los incendios en este país se dan en un contexto de crisis hídrica gravísima con racionamiento para el consumo humano en ciudades principales, como Cusco, Piura, Arequipa y Loreto. A inicios de septiembre se reportaron sequías del río Amazonas y el lago Titicaca, llegando a niveles históricos de disminución del cuerpo de agua, lo que guarda directa relación con la pérdida del 50% de glaciares del país.
Aunque las autoridades eligen no actuar, la comunidad despliega dispositivos de asistencia, “en las ciudades capitales de la costa se han generado cadenas de apoyo con donaciones monetarias, instrumentos para los bomberos y medicina para la atención de los animales heridos”, cuenta Micaela.
Además, crece el movimiento de jóvenes activistas que se oponen a la Ley Antiforestal, aprobada en diciembre de 2023 y que establece que se entregarán títulos de propiedad a tierras deforestadas y con usos agrícolas. “Esta ley alienta la deforestación y degradación de los bosques, y no fue consultada a los pueblos indígenas pese a afectar sus territorios”, señala Micaela. En Áncash, zona costera, desde la Red de Educación Ambiental en sólo dos días reunieron más de 30 mil firmas para exigir la atención inmediata de las regiones afectadas por el fuego, solicitando la derogación de la Ley Antiforestal.
Argentina
Para los años comprendidos entre 2001 y 2023, los incendios fueron causantes del 8.9% de la pérdida de cobertura arbórea. “Existe un modelo extractivo que viene desde hace 4 décadas en Argentina, que muchos llaman neoextractivismo. Puntualmente, en Córdoba, el modelo agropecuario y de la especulación inmobiliaria ha sido utilizado para lotear zonas que en realidad deberían ser de bosque protegido. La foto de estos incendios es terrible pero obedece a una película donde reinan sectores empresarios, judiciales y políticos en alianza, para fomentar la destrucción de la naturaleza”, analiza Darío Aranda, periodista de la Agencia de Noticias Tierra Viva. Este año, el gobierno nacional de Javier Milei -con la complicidad de los gobiernos provinciales- aprobó el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones), que no hace más que profundizar el modelo extractivista.
En este sentido, las instituciones no actúan para mejorar la catástrofe y las relaciones con las Brigadas Comunitarias son complejas. Desde la Sacha Brigada Comunitaria, María Laura expresó: “tenemos que denunciar los contrafuegos, que no pudieron parar al fuego sino que sumaron más intensidad de la que ya había”. Técnicamente, los contrafuegos son provocados de manera intencional por los Bomberos para eliminar el material combustible que hay en el terreno, evitando la propagación de otro incendio. Lo que están registrando les vecines es que se abusa de esta actividad y en ningún caso están logrando disminuir las llamas.
El gobierno de Milei envió al Ejército argentino a Córdoba para contener a las comunidades que están saliendo de sus hogares para enfrentar los incendios y hay retenes policiales que limitan la circulación. Juan Jacobs afirma que el gobierno de Córdoba busca cambiar el uso del suelo para el desarrollo empresario y por eso permite que el fuego avance: “hacemos denuncia pública de la represión con la que el gobierno nacional viene a contener a la población desesperada, la presencia del Ejército sólo nos anuncia que se puede agravar la situación”.
Lo que el humo sí deja ver
“Doy gracias por las ayudas que nos están llegando a nuestra comunidad y también a estos espacios que nos dan a nosotras para sacar la voz, que digamos qué es lo que sentimos, cómo estamos viviendo. Nos fortalece a nosotras como mujeres, nos da fuerza para seguir luchando por nuestro territorio”, dice Pura Soliz desde la comunidad chiquitana de Bolivia.
Más allá -o en contra- de los múltiples intereses económicos y políticos que los incendios iluminan, desde los territorios se pueden ver un sinfín de estrategias de solidaridad, ayuda mutua, organización y acción política frente a la policrisis global. Bolivia se encuentra en una crisis económica y política que tiene a los movimientos sociales exigiendo la renuncia del presidente Luis Arce. En Perú, desde 2022 hay una crisis institucional que tiene preso al presidente elegido mediante el voto popular, Pedro Castillo, y que no encuentra legitimidad en Dina Boluarte. Argentina cumple 10 meses de un gobierno que se autodefine como ‘anarcocapitalista’, promotor del tecnofeudalismo y la privatización de la vida.
En este contexto la territorialización, como apropiación simbólica y material de un espacio, cobra un papel muy importante: colectivas feministas, brigadas comunitarias y comunidades indígenas van conformando un entramado político cultural que hace posible la vida en medio de un Capitaloceno que produce muerte. La idea de Capitaloceno surge como posición crítica respecto del Antropoceno, planteando que toda acción humana siempre está atravesada por relaciones de poder y desigualdades en el contexto del capitalismo global.
Lo que el humo sí deja ver son estos emergentes comunitarios de organización, un proyecto multiespecífico, que no pone jerarquías entre humanes, bosques, animales y microorganismos, valorando el potencial de todo para interactuar y accionar localmente. “Seamos grupalidad, con la individualidad no vamos a lograr nada. Si hay un cambio posible, va a ser entre todos. Trabajemos por el territorio, apoyemos el trabajo de las instituciones cuando está bien hecho pero no nos quedemos a esperar sólo ese trabajo”, plantea la brigadista de Sacha Comunitaria.
Desde la Colectiva Mujeres, Territorios y Resistencias vienen impulsando procesos de autoformación feminista sobre los despojos territoriales en las tierras bajas de Bolivia, propiciando encuentros y seminarios que vinculan las resistencias locales que sostienen las mujeres contra el extractivismo. Las violencias sistemáticas del régimen colonial-racista-patriarcal se expresan con mayor virulencia en los territorios saqueados por el extractivismo y tienen los cuerpos de las mujeres y disidencias sexo género políticas como un mapa carnal del despojo generalizado. Acumulación por desposesión dirá el geógrafo David Harvey.
Los incendios de septiembre de este año afectan a regiones que todavía no se recuperan de los fuertes impactos de los incendios y sequías de 2019 y 2020. Territorios que luego del fuego y la ceniza, emergieron como lazo comunitario. La experiencia de las Brigadas en Argentina es un ejemplo que crece y se cualifica cada año: “cuando esos fuegos pasaron, muchos compañeros quedamos organizados en muchos lugares de la Sierra y empezamos a reunirnos para empezar a capacitarnos, para empezar a entender cómo se trabaja de una manera más profesional y más entendida en los lugares donde el fuego entra al monte”, cuenta María Laura de la Brigada Sacha Comunitaria.
En medio de los incendios de este año, son alrededor de 20 las Brigadas Comunitarias que hacen Guardia de Ceniza en Córdoba. Este ‘guardianeo’ implica acercarse a la zona cuando el fuego baja su intensidad y los suelos quedan con altas temperaturas, su accionar no es de ataque directo a las llamas sino de enfriamiento del territorio cuando el fuego ya pasó. Las Brigadas Comunitarias son heterogéneas entre sí, con diferencias en su capacitación y equipos para ‘guardianear’ como también en su forma de organización e intervención, todas confluyen en un trabajo en red que les permite apoyarse en las contingencias.
“Hay un montón para aprender para ser brigadista, no es sólo ir a chicotear el fuego más la brasa o la guardia de ceniza, sino que implica aprender a relacionarse con el paisaje, a leer mapas, a leer vientos y sobre todo, la relación con las personas que viven en los lugares, conocer su idiosincrasia y poder trabajar en conjunto”, explica May de la Brigada Chuncana. A diferencia de los equipos de Bomberos tradicionales, las Brigadas Comunitarias no sólo priorizan la vida humana, también protegen al monte, los bosques y animales. Desde Villa de Soto, la Brigada Chuncana trabaja en la zona noroeste de la provincia, resguardando el último 3% del monte nativo. Aún con la tristeza de seguir perdiendo monte, también crece esperanza: “suma a nuevas generaciones que no vienen de estas dinámicas y que tienen un montón de ganas de hacer cosas, comunitariamente, organizadamente”.
Desde el Movimiento Ciudadano Frente al Cambio Climático de Perú, Micaela hace un llamado a la organización permanente: “en los próximos años la posición y la acción del sur global será fundamental para establecer el foco sobre lo realmente importante en la lucha contra el cambio climático: la vida y la dignidad de todos los seres vivos”.
En tiempos donde abundan declaraciones (greenwashing) de principios sobre la protección del ambiente, los territorios recuperan una comunicación interespecie que es milenaria y siempre ha existido. La globalización de muchas de estas experiencias comunitarias a través de los mapeos satelitales, junto a las cumbres de comunidades indígenas periódicas, están haciendo cambios reales. Las empresas y los Estados son responsables del daño y no quedarán impunes, al menos en la memoria social de quienes tienen vocación del lugar y viven conectades a esa gigantesca red que es la ñuke mapu, pacha mama.