Décadas antes de que los escritores intentaran mantener el ritmo de Hollywood, y publicar sus libros a la misma velocidad en la que sacaban adaptaciones para TV o cine, estaba Naoko Takeuchi. A pesar de su formación en química y farmacéutica, Takeuchi quería pintar y escribir manga (cómics de origen japonés) y usó las experiencias de su adolescencia (ser la sacerdotisa de un templo y hacer parte de un grupo de astronomía) para crear en 1991 “Codename: Sailor V”. Casi inmediatamente, recibió una oferta de la compañía de animación Toei (Dragon Ball, Digimon, Caballeros del Zodiaco) para adaptar la recién nacida historia en un animé (animación de origen japonés).
Takeuchi cambió la historia original de Sailor V para que, en vez de ser una heroína que protegía la tierra con poderes otorgados por el planeta Venus, hubiera cinco guardianas representando a Marte, Mercurio, Júpiter y la luna. Estrenado en 1992, el animé adaptaba fielmente lo que ocurriera en el manga. A veces los capítulos salían en televisión tan solo uno o dos meses después de los libros. Treinta años después, la serie conocida como Sailor Moon ha tenido un impacto cultural con el que los artistas suelen solo soñar.
El argumento es sencillo: hay cinco adolescentes que deben proteger la tierra de alienígenas malvados. Normalmente, los capítulos tienen una estructura repetitiva en donde nos presentan un personaje nuevo al inicio de cada episodio y luego nos muestran algún villano interesado en robar su energía (o corazón, o alma, o whatever que le da vida) y las guerreras lo salvan. Así por 200 capítulos y tres películas para TV (sin contar con el reboot que le hicieron en 2014).
Sailor Moon pertenece a un subgénero de manga y animé conocido como Maho Shojo. Shojo traduce literalmente “niñas” y describe el target demográfico del producto: niñas, adolescentes y mujeres jóvenes. Maho especifica que la historia debe usar elementos de magia en la trama y el inicio de este subgénero se puede rastrear a producciones de 1960 inspiradas en Hechizada, la serie de TV gringa sobre una bruja que se casa con un mortal y Sally the Witch (Toei, 1966). Y, aunque desde esa década se realizaron varias series dentro del género, no fue sino hasta 1992 que Sailor Moon introdujo varios elementos que son hoy en día características claves.
De acuerdo con Sugawa Akiko, profesora de la Universidad Nacional de Yokohama especializada en medios y estudios de género, Sailor Moon fue pionera en negar que la ternura de los personajes fuera sinónimo debilidad. Por el contrario, la transformación de los personajes exageraba su feminidad con ropa linda y maquillaje (esta famosamente incluye pintauñas aunque las manos siempre están tapadas con guantes). Esta disrupción del estereotipo es importante. Antes, las brujas en las series usaban sus poderes solo en situaciones extremas, o para avanzar una trama de comedia, pero desde Sailor Moon las heroínas deben transformarse en su álter ego para acceder a sus poderes completamente y poder derrotar al enemigo. Además, las cinco guardianas eran las guerreras principales con solo un acompañamiento masculino esporádico. Y, por último, la serie popularizó la presencia de un animal parlanchín que servía como consejero y amigo de la protagonista (en el caso de Sailor Moon era una gatita negra llamada Luna).
Sin la obra de Naoko Takeuchi no existirían animés tan exitosos como Cardcaptor Sakura, Ojamajo Doremi, Puella Magi Madoka Magica, la saga de Pretty Cure e incluso las parodias del Majo Shojo con hombres como Cute High Earth Defense Club Love!. Sailor Moon ha tenido adaptaciones a musicales en teatro, series, live-action, novelas, videojuegos, un grupo musical, espectáculos sobre hielo, atracciones en parques de diversiones y licencias con marcas de maquillaje, ropa y tecnología. Antes de que la representación femenina en el entretenimiento fuera una conversación ubicua en el feminismo, la Sailor Scout que lucha por el amor y la justicia ya había dado la pelea durante 30 años.
En los noventa la tendencia de girl power en televisión dio fruto a programas como Xena: la princesa guerrera y Buffy, la cazavampiros. En ellos la protagonista es vista como una “mujer fuerte y empoderada” porque lucha “como un hombre”. Es su fuerza física o su habilidad para manejar armas (tradicionalmente asociadas a los hombres) lo que las hace heroicas. Sailor Moon hace exactamente lo opuesto: los ataques y la ropa de las Sailor Scouts son casi una caricatura de todo lo que asociamos con la femineidad. Ellas no son fuertes a pesar de ser femeninas: su feminidad es la fuente de su poder. Por supuesto que no todas las mujeres se sienten empoderadas por los roles de género tradicionales, pero las guardianas en la serie sí. Y su creadora se rehúsa a castigarlas por eso o a asumir que su feminidad sea un defecto.
Sé que es difícil confiar en un producto que ha sido cooptado por el capitalismo como un ejemplo de algo que ha puesto en riesgo la estructura, pero hay muchas cosas que me gustan cuando veo Sailor Moon y que me hacen darle el beneficio de la duda. El novio de la protagonista es un inútil, por ejemplo. En las peleas nunca hace nada y su presencia en la historia es casi anecdótica. Importa solo porque Serena (o Usagi, dependiendo de si ven el doblaje o el original) lo ama. De hecho, es comúnmente usado como anzuelo por parte de “los malos” para intentar vencer a Sailor Moon. En las propias palabras de la creadora durante la Comic-Con de San Diego en 1998, el personaje es su hombre ideal porque le “gustan los hombres en los que no puede confiar”.
También está la relación entre Sailor Neptuno y Sailor Urano, que fue la primera relación entre dos mujeres que yo vi en televisión. Cuando está de civil, Sailor Urano se viste con ropa masculina y todas las Sailor Scouts creen que es guapísima y se sonrojan cuando esta les coquetea. En una entrevista con la revista italiana Kappa #51, de septiembre de 1996, Takeuchi explicó que en sus borradores originales quería que las dos chicas fueran parte de un Takarazuka Revue, grupos de teatro musicales exclusivamente compuestos por mujeres que la artista describe como el “epítome de emancipación femenina”. Aunque ese elemento eventualmente se borró, para Takeuchi era natural que el personaje se enamorara de otra mujer precisamente por esa independencia.
También están las Sailor Stars, que eran parte de la quinta temporada de la serie original. Aunque en el manga eran mujeres que ocultaban su identidad vistiéndose de hombres, en la versión animada eran hombres que se transformaban en mujeres al momento de usar sus poderes (porque las defensoras del universo solo pueden ser mujeres). Y, en ambas versiones, Sailor Fighter se enamora de Sailor Moon y salen en citas. A los 10 años yo llegaba del colegio, prendía Canal 1 y veía una serie en donde la presencia de parejas del mismo sexo y el concepto de fluidez de género era perfectamente natural y nunca puesto en discusión o castigado. Y eso no es poca cosa. Si bien es cierto que en varios países se censuraron estos aspectos de la historia, tanto su creadora como el producto fueron pioneros en este tipo de representación de la diversidad en cuanto a orientación sexual e identidad de género.
Fun fact de historia queer: En el sexto artbook que Takeuchi publicó (1999) explica que la personalidad de Sailor Fighter es una mezcla en partes iguales de Mamoru (el novio de Sailor Moon) y Sailor Urano. Además está basada físicamente en la modelo de la vida real Jenny Shimizu, que tuvo relaciones con Madonna y Angelina Jolie entre otras famosas.
Pero no es eso lo que más me gusta de Sailor Moon. Lo que más me gusta de Sailor Moon es lo agresivamente antiheróica que es su protagonista principal. Serena/Usagi es llorona, torpe, mala estudiante, le tiene miedo a todo y es el blanco constante de críticas y burlas. Y, a pesar de eso, es radicalmente compasiva. En el desarrollo de su personaje, que pasa de ser una niña a madurar en su rol como guerrera y reina de la tierra, nunca cambia el hecho de que a ella la guía una empatía extrema. No importa a quién tenga enfrente, Sailor Moon quiere entenderlo, quiere brindar alivio a su dolor y aún más valiente que eso: ve lo mejor en todos.
Dentro de la fórmula repetitiva de los capítulos de la serie siempre hay un personaje que se siente solo o como si fuera un error y, sin falla, Sailor Moon ve algo hermoso en dicho personaje. Es muy fácil ser escéptico, es fácil ver lo que está mal en alguien o algo, todos tenemos un talento natural para encontrar defectos, pero requiere de un verdadero optimismo imaginar de forma compleja a otra persona, especialmente a quienes nos combaten o se oponen a nosotros.
¿Y lo más extremo que tiene Sailor Moon? Sus valores expresados claramente en su grito de guerra: lucha por el amor y la justicia. No por el bien. No por la ley. No por la galaxia misma. Difunde y defiende la posibilidad de amar y de que cada persona tenga lo que le corresponde sin discriminación, mientras reivindica y festeja todas las cualidades femeninas que por años se percibieron como una debilidad.
¿Hay algo más feminista que eso?
Un caleidoscopio es, mi corazón ♥️