January 25, 2025

La venganza de los nerds: tecnofeudalismo y macholigarquía

Trump, Zuckerberg, Musk y la “macholigarquía" u oligarquía de los machos: hombres multimillonarios atraídos por la promesa irrestricta de poder.

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macholigarquía
Portada por Isabella Londoño

El 7 de enero, Mark Zuckerberg publicó un video en el que anunciaba que habría desregulaciones en el contenido de todas las redes de Meta (Facebook, Instagram y Threads). Anunció que acabaría con el programa de verificación de datos (en Estados Unidos por ahora, y aún no se sabe si en el resto del mundo, pero es bastante probable), alegando que les factcheckers estaban políticamente sesgados y que ahora se usarían “notas de la comunidad” para detectar contenido inapropiado. Meta cambió lo que antes se conocía como el Hate Speech Community Standard (Estándar para regular el discurso de odio en la comunidad) por el “Hateful Conduct Community Standard (cambiando discurso de odio por conducta odiosa) y en sus reformas ahora se permite estigmatizar y deshumanizar a personas trans, no binarias, migrantes y a mujeres. Por ejemplo, ahora se puede decir que una persona trans es “una enferma mental” y también que “el coronavirus es un virus chino” o que las mujeres no están capacitadas para hacer ciertos trabajos. Además, se permite el lenguaje homofóbico si “está justificado por creencias religiosas”. Otro de los cambios más preocupantes es, como señala Wired, que Meta pasó de decir que el discurso de odio puede “promover la violencia fuera de línea”, frase que se incorporó en 2019 (después de varios mierderos que ya les voy a contar) a decir que solo se prohibe el contenido que podría “incitar a la violencia o intimidación inminente”. Zuckerberg, al unísono con los grupos anti-derechos, libertarios y autoritarios, insiste en que esta es una forma de proteger la libertad de expresión, aunque sea evidentemente lo contrario. 

Este es un giro radical pues en Meta son pioneros del rainbow-washing. Cuando se aprobó el matrimonio igualitario en Estados Unidos, Facebook se adjudicó parte del crédito mostrando cuántos grupos LGBT+ se habían creado en su plataforma y presumiendo que el avance en derechos había sido posible gracias a que la red social había “conectado” a les activistas y creado una comunidad. Nada más en junio de 2021, Meta anunció con bombos y platillos que habría nuevos fondos para chats que supuestamente mostraban su compromiso con la diversidad: “A partir de hoy, en apoyo a la comunidad LGBTQ+ y sus aliados, Messenger lanza nuevas funciones de expresión y celebra a los artistas y creadores que no solo las desarrollaron, sino que nos inspiran todos los días.” Unos días después del anuncio del 7 de enero de este año, Meta borró los fondos alusivos a identidades trans y no binarias de la App. Para nadie es un secreto que el principal objetivo de esta corporación no es avanzar derechos sino hacer dinero, pero esta vez el giro no se reduce al discurso o a los documentos de políticas corporativas para probar su compromiso con la agenda trumpista. Ahora Meta ascendió a Chief Global Affairs Officer al republicano Joe Kaplan y el CEO del Ultimate Fighting Championship UFC y entusiasta de MAGA desde 2016, Dana White, entró al consejo directivo. 

No quiero que hagan contigo lo que le pasó a Myanmar 

Para entender las consecuencias de estos cambios tenemos que hablar del caso de Myanmar, en donde Facebook fue instrumental para impulsar el genocidio Rohingya. Facebook entró a Myanmar a las patadas y no invirtió en moderadores de la comunidad que hablaran el idioma y entendieran el contexto local. El sistema de regulación eran justamente las notas de la comunidad al que volveremos ahora. Facebook asumió que solo unas pocas personas postearían y tolerarían contenido discriminatorio contra un grupo en específico cuando en realidad, el sistema de notas comunitarias solo sirve para reforzar las normas hegemónicas en una comunidad. 

“En 2017, las y los rohingya fueron asesinados, torturados, violados y desplazados por miles como parte de la campaña de limpieza étnica de las fuerzas de seguridad de Myanmar. En los meses y años previos a las atrocidades, los algoritmos de Facebook intensificaron una tormenta de odio contra los Rohingya, que contribuyó a la violencia en el mundo real”, explicó Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, añadiendo que “Mientras el ejército de Myanmar cometía crímenes contra la humanidad contra los Rohingya, Meta se beneficiaba de la cámara de eco del odio creada por sus algoritmos de espiral de odio”, es decir, Meta se estaba lucrando de la discriminación y los crímenes de lesa humanidad. Uno de los posts virales durante el genocidio fue el del líder de las fuerzas militares Min Aung Hlaing, quien dijo “abiertamente declaramos que en nuestro país no existen los Rohinya”. Min Aung Hlaing se convirtió en dictador poco después. Una investigación de Global Witness mostró que, más adelante, Facebook empezó a recomendar páginas militaristas días antes del Día de las Fuerzas Armadas, y que fue justo después de eso que la cifra de muertes se disparó, evidenciando que el discurso de odio desregulado puede provocar un genocidio. En julio de 2022 el caso llegó a la Corte Internacional de Justicia (ICJ). 

Myanmar se convirtió en el caso paradigmático para explicar cómo una red social sin moderación puede llevar a violencia real y a graves violaciones de derechos humanos. Hay otros casos, como el de Etiopía en 2020, y el mucho más popular escándalo de Cambridge Analytica (una consultora que, como señala El País, “usó datos privados de 80 millones de usuarios de Facebook para distribuir mensajes personalizados a favor de la candidatura de Trump ante su elección para el primer mandato”), que sumados generaron tal crisis reputacional que Meta terminó por comenzar su programa de factcheckers, que también era una lavada de cara, pero cuya financiación ayudó a formar y mantener más de 100 grupos independientes de verificación, la mayoría asociados a medios independientes alrededor del mundo. En ese entonces era frecuente que Meta presumiera en todas partes de cuánto estaba invirtiendo en moderadores humanos para hacer estos espacios más seguros. 

La moderación nunca fue suficiente, y mucho menos perfecta, pues como señalan en R3D, también había problemas de moderación excesiva y en los últimos años se empezó a notar que cada vez le invertían menos al programa. Sin embargo, este proyecto, lejos de ser una forma de censura, pues el contenido identificado como falso no se bajaba, sí funcionaba para desincentivar la divulgación de noticias falsas. Según el mismo Meta “Entre julio y diciembre de 2023 alrededor de 68 millones de posts en Facebook e Instagram tuvieron etiquetas de veracidad. Cuando algo era etiquetado como falso o engañoso, el 95% de las personas no hacían click en el contenido”. Claro, esto no es tan eficiente si el contenido es altamente polarizante (como la mayoría de las noticias falsas). En su video Zuckerberg dijo que los factcheckers estaban polarizados, pero, como explica el investigador Van Bavel, lo que pasa es que los republicanos son más propensos a compartir noticias falsas, que además, por la naturaleza del algoritmo siempre tienen más viabilidad. 

En el video del anuncio, Zuckerberg también habla de algo de lo que ya se había quejado antes: la “censura” por parte de la administración de Biden que se puso muy exigente con el contenido engañoso y falso que se publicaba sobre el coronavirus, y anuncia que moverán su equipo de moderadores de California, un estado con leyes liberales, a Texas, uno de los estados más anti-derechos de género de EEUU en este momento. El anuncio es notable, no porque sea una novedad, esto ya había pasado hace meses, sino porque es evidente que Zuckerberg lo menciona para hacerle un guiño a Trump. 

La llegada del tecnofeudalismo 

Zuckerberg no es el único pelándose las rodillas. Además de él, Tim Cook, el director de Apple, Sam Altman, el de OpenAI (Chat Gpt), Dara Khosrowshani de Uber, Google y Microsoft, sobor-donaron todos un millón de dólares para la inauguración de Trump. Allá estuvieron ellos presentes y en primera fila, antes que los funcionarios públicos, con Jeff Bezos de Amazon (que, además de sobor-donar, recientemente frenó un editorial del Washington Post -periódico de su propiedad- apoyando la candidatura de Kamala Harris). Y también con el CEO de Tik Tok, Shou Zi Chew, después de un show mediático en donde la red social estuvo baneada el domingo en Estados Unidos (pues entró en vigencia una prohibición votada con mayorías en el congreso) y regresó unas cuantas horas después con un mensaje apologético al nuevo presidente. Fue Trump el de la idea de prohibir Tik Tok y ahora se presenta como un salvador ante un problema que él mismo creó. En este punto diremos “classic Trump”. Técnicamente la permanencia de Tik Tok en EEUU está embolatada, pero Trump tiene todo el poder para hacer lo que le dé la gana si le ofrecen suficiente plata, y ¿qué más? ¿quizás también acceso a data de usuarios y la posibilidad de ajustar el algoritmo según sus necesidades? Ese puesto en primera fila tuvo que salir bastante costoso. 

Por supuesto también estaba Elon Musk, First-Bro de la nación y autodenominado un “absolutista de la libertad de expresión”, a quien paradójicamente le inventaron un cargo inútil para eficentar el gasto público. Los devastadores efectos de esta postura ya se notan en X (antes Twitter), un antro rancio y angustiante en donde cada vez es más difícil existir si no comulgas con las ideas libertarias, y que sigue siendo relevante a pesar del hartazgo generalizado de buena parte de sus usuarias y usuaries. 

Varios de estos mega magnates han hecho declaraciones en donde dicen que Trump les ayudará a trabajar para expandir la desregulación de sus plataformas a otros países y regiones. El gobierno de Biden y la Unión Europea, empezaron a exigirles a estas tecno corporaciones más transparencia y regulación, y les abrieron proceso por prácticas monopolísticas. Simona Levi, activista por los derechos digitales, dijo a El País que  “El discurso de Zuckerberg, que defiende su nueva política como una forma de impulsar la libertad de expresión, se enmarca en una ofensiva ideológica que se quiere librar en la UE”. Mientras esto sucede, los magnates se coquetean con otros partidos autoritarios y de ultraderecha, como Alternative für Deutschland (AfD), que es el segundo más popular en el país germano, en buena medida gracias a la desinformación y el discurso de odio en redes. 

Nada de esto podría pasar si estas grandes corporaciones no hubiera acumulado tanto poder como el que tienen hoy, al punto de sentirse imprescindibles. Somos dependientes de ecosistemas de la información que no controlamos. La arena pública es una plaza privada que pertenece a una corporación. A partir de la primera y segunda guerra mundial se desarrollaron marcos internacionales para regular la garantía de los derechos humanos. Pero estos acuerdos se pensaron para los Estados, no para grandes corporaciones que hoy tienen más poder que la mayoría de los países. Aunque quizás no más poder que Donald Trump, porque todos están doblando la rodilla. 

El ex ministro de finanzas de Grecia y hoy profesor de economía en la Universidad de Atenas, Yanis Varoufakis, opina que el capitalismo ha muerto y que Google, Apple, Meta, Amazon, Chat Gpt, AirBnb, Uber, Tik Tok, X,  han cambiado nuestra economía a tal punto que hoy lo que tenemos es un Tecnofeudalismo: con unos poderosos nobles feudales globales que nos rentan parcelas digitales en la nube, y a quienes también les damos nuestra fuerza de trabajo no remunerada. “En términos económicos deberíamos crear un impuesto para la nube. Cobrarle un impuesto del 5% a Amazon por cada transacción que toma lugar en su plataforma. También darnos la capacidad a ti y a mi de ser dueños de nuestra identidad digital, para que no necesitemos la intermediación de Google o Facebook para confirmarla. Tener una identidad digital expedida por los Estados, por ejemplo, serviría para restaurar nuestros derechos de propiedad sobre nuestros datos”, porque en este momento los tecno magnates son los dueños de esos datos, y se lucran de ellos constantemente. 

Cuando Varoufakis publicó su libro profundizando en este concepto, muchas personas no se lo tomaron en serio por ser un economista de izquierda, pero qué acertado parece después de ver a todos los gigantes de la tecnología jurando vasallaje ante Trump a cambio de menos regulaciones que les permitan ganancias irrestrictas. “Dios me salvó para que hiciera a América grandiosa de nuevo” dijo monárquicamente Trump en su discurso innaugural. No se me ocurre mejor palabra que tecnofeudalismo para describir lo que está pasando. 

Macholigarquía  

Además del consabido video, Zuckerberg se fue la semana pasada al podcast de uno de los líderes de la machósfera, Joe Rogan, y le dijo que las empresas necesitaban más “energía masculina y agresividad”. Para muchas personas fue una sorpresa que Zuckerberg hubiera caído en el hueco redpilero de internet, pero en realidad hace rato que cayó en ese precipicio ideológico, y no solo él, parece que también todo Silicon Valley. 

Para Zoë Bernard, de Vox, todo comenzó en 2017, cuando Jeff Bezos llegó a una conferencia del gremio estrenando brazos musculosos, después de haber contratado al entrenador personal de Tom Cruise. Dos años después Bezos se divorció de su esposa de 25 años, Mckenzie Scott. “El mensaje era claro: la fuerza física y la estamina eran prerrequisitos necesarios para construir una empresa de tecnología masiva. Mientras más te exigieras físicamente, más podías exigir de tu compañía”, señala Bernard, y añade que quizás esto pasó porque a muchos de estos magnates les pegó la crisis de la mediana edad. Luego Mark Zuckerberg le contó a Joe Rogan en el 2022 (les digo son compadres de hace rato) que estaba feliz haciendo jiujitsu, y por esa misma época empezó a postear fotos sin camisa, o con rasguños y moretones fruto de sus “combates” en su cuenta de Instagram. Elon Musk se puso implantes de pelo, tomó Ozempic, sacó músculos y se hizo más Incel que nunca. En un punto en 2023, Musk y Zuckerberg se retaron el uno al un combate cuerpo a cuerpo en una jaula, y pronto ambos recularon. En los últimos años también hubo un éxodo de mujeres en Silicon Valley, y ahora ocupan menos cargos directivos (que llegaron a un máximo del 33% y cayeron al 28% en 2023). “Cuando empecé a trabajar en tecnología [hace una década], era un gremio dominado por los hombres pero todos hacían como si incluyeran a las mujeres. Ahora sigue siendo dominado por hombres, pero nadie siente la necesidad de disimular”, dijo en ese momento Joelle Emerson, CEO de Paradigm Strategy, una firma consultora en Silicon Valley. 

Todo esto nos lleva hoy a lo que Sigal Samuel, periodista senior de Vox y la socióloga Brooke Harrington llaman “brogarchy”, la oligarquía de los “bros”, o, “macholigarquía”. Todos estos hombres multimillonarios se sienten atraídos por el proyecto de MAGA porque les promete poder irrestricto. Para Samuel esta es una mezcla entre la fascinación de estos nerds convertidos en millonarios por las distopías de la ciencia ficción con los delirios de los “machos alfa” y una pésima lectura del Superhombre de Nietzsche. Lo que estos machos, millonarios, dueños de Internet quieren es estar por encima de los estados y las democracias, y por qué no, crear mini naciones independientes en donde ellos pongan las reglas. A diferencia de los oligarcas normales, que básicamente pedían al gobierno que los dejaran hacer dinero en paz, explica Harrington en The Daily Show, “tienen una agenda política antidemocrática y casi monárquica” . 

Ese no es un sueño lejano, en la costa Caribe de Honduras una corporación estadounidense fundó “Próspera”, una ciudad “autónoma y con fines de lucro”, en donde mandan los empresarios, la seguridad la provee una empresa privada, y se pueden hacer todo tipo de cosas como ensayos clínicos sin las molestias de tener que acogerse a la F.D.A. Por supuesto la criptomoneda es ideal para estos espacios, porque evade las regulaciones de los sistemas financieros estatales y globales. Esto y más gracias a que durante su gobierno, Juan Orlando Hernández (JOH) cambió soberanía por plata (inversión extranjera), creando las Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo o ZEDE. El modelo se está replicando en varias partes del mundo, empezando por EEUU, en donde Trump ya habla de crear “Freedom Cities”, el sueño libertario en donde la empresa privada es el Estado y el neoliberalismo salvaje reemplaza los derechos humanos. 

Rebecca Shaw, en una aguda columna publicada en The Guardian titulada “Siempre supe que un día tendría que ver a hombres poderosos quemar el mundo, pero nunca imaginé que fueran a ser semejantes pelmazos”, habla de lo patéticos que se ven Musk y Zuckerberg intentando congraciarse con Trump. “Vivir tu vida para impresionar a otros hombres con tu odio hacia las mujeres es una de las cosas más penosas que puedo imaginarme. Admirar a cualquiera de estos hombres y tomarlo como modelo para vivir tu vida es aún más triste.” 

La columna de Shaw me hace pensar en una serie de películas gringas que fueron muy populares en los ochentas y noventas, llamadas “La venganza de los nerds”. En esa época se entendían como una de esas historias en donde triunfan los “underdogs”, los pobrecitos nerds que eran inteligentes pero que no eran populares, en buena medida gracias a su falta de empatía, atractivo físico y habilidades sociales. Los nerds se quieren vengar de los “jocks”, que los hombres deportistas que hacen parte de una fraternidad (hoy los Incels los llaman “Chads”). Tanto los nerds como los jocks son sexistas y desagradables y al final quienes sufren toda la violencia (en la primera película incluso hay una violación) son las mujeres. Al final los nerds hacen un discurso triunfal, que se presenta como inclusivo pero que realmente está diciendo que por fin los nerds pueden ser como son y hacer lo que quieran sin tener que pedir perdón ni permiso, es decir, sin límites. Los nerds no cambiaron las estructuras de poder, simplemente se apropiaron de ellas para garantizar más libertades a su mismo grupo. 

Para los billonarios de la tecnología, Trump es el capitán del equipo de fútbol, a quién le hacían la tarea para ganar su aprobación. A cambio de acabar con todos los mecanismos de veeduría y las talanqueras democráticas a sus corporaciones, Trump recibe billones en sobor-donaciones y gana una alianza que le permite controlar cuáles son los discursos que se difunden en las redes, poder, a cambio de propaganda que sirva para concentrar más poder. 

En medio de esto es evidente que el género es central. No es casualidad que la amenaza de este proyecto político para mujeres, personas LGBT+, migrantes, y personas racializadas, es regresarnos al corral. En la última década logramos inmensos cambios positivos, al menos en el discurso, esto nos ayudo a ver claramente y desnaturalizar muchas formas de machismo. Por primera vez en la historia de la humanidad las ideas del feminismo llegaron al mainstream y el patriarcado lo sintió. Por eso es que en el nuevo manual de los gobiernos autoritarios lo primero en la agenda es silenciar los discursos de género. Tienen a los feminismos en la mira porque son indispensables para combatir la desigualdad, porque siempre estarán en contra de la concentración abusiva del poder. 

Trump le dedicó unas líneas de su discurso inaugural decretando que ahora solo habría dos géneros en Estados Unidos. A Zuckerberg lo atrapó la cámara mirándole las tetas a la mujer que tenía sentada al lado (Lauren Sánchez, la prometida de Bezos). El machismo descarado y la transfobia son una estrategia de cohesión de grupo para ellos y su impacto en la ciudadanía es la destrucción del tejido social. Es vertebral a su agenda política y al mismo tiempo es una cortina de humo para distraernos. A esto sumemos que Musk hizo el saludo nazi y los Proud Boys, un grupo suprematista blanco y paramilitar, estuvo marchando por las calles de Washington D.C. El fascismo siempre ha sido machista y patriarcal, porque se funda en lo mismo: la deshumanización con fines de explotación. 

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Autor

  • Feminista colombiana autora del libro “Las mujeres que luchan se encuentran”, columnista del diario El Espectador desde 2008. Creadora del Youtuber Beach Camp, (2019), un campamento para formar a creadoras de contenido latinoamericanas en feminismos y del Creadoras Virtual Camp, un taller virtual para la producción de contenido digital feminista (2020). Hace parte del Consejo Consultivo de la ONG alemana Centre For Feminist Foreing Policy. También es una de las fundadoras del colectivo feminista colombiano Viejas Verdes, que busca divulgar información clara y sencilla sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos a través de las redes sociales. En 2017 co-fundadora de la revista Volcánica, la revista feminista latinoamericana de Nómada y fue su directora hasta 2019. También ha sido columnista de el portal Sin Embargo y Vice en México, Univisión en Estados Unidos y el periódico El Heraldo y la revista Razón Pública en Colombia. Su trabajo como periodista ha sido publicado en periódicos internacionales como The Guardian y The Washington Post. Ha trabajado como Oficial de Comunicaciones en Women’s Link Worldwide y como Coordinadora de Comunicaciones para JASS Mesoamérica (Asociadas por lo justo) en donde trabajó con defensoras de derechos humanos indígenas y rurales en Centroamérica. Ha trabajado con organizaciones internacionales como Oxfam y Planned Parenthood en el diseño de estrategias digitales para la promoción de los derechos de las mujeres. En noviembre de 2016 dictó el TEDx Talk “Hablemos de feminismos” en la ciudad de Bogotá. Es maestra en Artes Visuales con énfasis en Artes Plásticas y Filósofa de la Universidad Javeriana, con Maestría en Literatura de la Universidad de Los Andes. Ejerce estas disciplinas como periodista.

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