Durante los últimos años hemos visto un aumento de concientización sobre la importancia de la salud mental. Sobre todo cuando se acercan aquellas fechas importantes como el Día Mundial de la Salud Mental o el Día de Prevención del Suicidio, vemos llenas las redes sociales de publicaciones, campañas de prevención y empresas listas con pláticas y recursos para sus empleades. Y aunque como psicóloga me emociona que este tema se traiga cada vez más a la mesa, es necesario cuestionarnos: ¿desde dónde lo estamos haciendo?
No me mal entiendan, me parece fenomenal la importancia que se le está dando a la salud mental, que haya acceso a la información, el normalizar ir a terapia y todas esas cosas. Pero es necesario que todo este movimiento venga con una crítica, porque a la par de que se habla cada vez más sobre estos temas, las personas pueden llegar a sentir que además de todas las preocupaciones que ya tienen, o tenemos, también es necesario cuidar – y pagar – por sanar nuestra tonta salud mental.
Pero no te preocupes, no eres tú. Es la Psicología que no ha roto el pacto.
Verás, la psicología, como buena ciencia joven lleva demasiado tiempo intentando pertenecer al grupo cool de las ciencias exactas y se ha esforzado durante décadas por que la tomen en serio. Tanto que ha ido dejando de lado muchas cosas en el camino. Está tan concentrada en sus objetos de estudio y comprobar sus teorías, que se ha olvidado de la dignificación de los procesos y la lucha por los derechos humanos. Y si bien cree que esto podría pasar desapercibido, ha contribuido a un sistema que nos hace pensar que el problema y solución siempre están en lo individual.
Si analizamos un momento los mensajes que vemos y compartimos en redes sociales nos podremos dar cuenta que muchos de ellos van dirigidos hacia hacernos responsables de nuestra salud mental: “ve a terapia”, “es importante aprender a expresar tus emociones”, “cómo ser más responsable afectivamente”, “la sociedad sería diferente si todes fuéramos a terapia” ¿Por qué todo el trabajo termina recayendo en nosotres? Claro que en parte es nuestra responsabilidad, pero también es la responsabilidad, es más, es la obligación del Estado brindarnos acceso a una salud mental pública. Y entre nos, se está haciendo bien wey.
Y mientras tanto, la Psicología ha corrido a refugiarse al ámbito de lo privado y de lo individual, cómoda detrás de las puertas de su consultorio o sus laboratorios, pretendiendo que puede lavarse las manos en temas sociales y políticos. Pero hay un pequeño detalle que se le olvida: todos esos “objetos de estudio” y pacientes no dejan de ser sujetos sociopolíticos. Por más que quiera intentarlo, eso no es algo que pueda dejar afuera del diván.
Lo peor es que además somos bien hipócritas. Nos encanta hablar sobre la importancia de pedir ayuda y de comunicar lo que estamos sintiendo, pero la realidad es que esto no lo puede hacer cualquiera. Por ejemplo, se hacen todas estas campañas sobre el estrés laboral y la promoción del bienestar emocional, pero las personas siguen yendo a trabajar, aunque estén emocionalmente indispuestas porque no pueden decirle eso a sus jefes. O a veces estas campañas sólo están dirigidas a ciertos sectores de la empresa, como los corporativos, ¿qué pasa entonces con las personas trabajando en las plantas y fábricas? ¿Acaso la empresa para la producción para reflexionar sobre el burn out?
Y lo más importante: ¿acaso todas las personas tienen acceso para cuidar su salud mental?
La respuesta es no, porque ir a terapia es un privilegio, no un derecho. Por más que entremos en un debate sobre cómo quienes estamos en sectores más privilegiados también necesitamos de atención psicológica, seguimos sin ver un punto esencial: el problema no es sólo que ir a terapia sea un privilegio, también lo es creer que la terapia individual es la única vía para trabajar en nuestra salud mental. La solución no está únicamente en exigir terapias de bajo costo, sino en salir del individualismo y comenzar a apostarle a sanar en colectivo.
Cuando hablo sobre la necesidad de politizar la salud mental me refiero a sacarla del ámbito del individualismo y lo privado y devolverla a la esfera de lo público. La salud mental y hasta las emociones también están atravesadas por el capitalismo, machismo, clasismo y otros sistemas opresores. Patologizamos aquello que se sale de la norma, pero no olvidemos cuál es esa norma. Incluso la forma en que concebimos la salud mental ¿estamos procurando el bienestar emocional o más bien la funcionalidad?
Regresarle la responsabilidad al Estado en temas de salud mental no sólo se refiere a poder acudir a instancias públicas por un servicio terapéutico, sino también posicionarnos desde lo social, legal y político. No sólo es que esté mal visto pedir días de enfermedad por un malestar emocional en el trabajo, sino que en realidad ni siquiera se puede. En México no está tipificado que los días destinados a enfermedad se puedan justificar por una afectación a la salud mental. Apenas se están metiendo algunas iniciativas de ley sobre este tema, principalmente en temas de ansiedad y depresión, que claro deben de ser diagnosticadas por psiquiatría.
Y si nos atrevemos a ir un poco más lejos, tanto la psiquiatría como la psicología pasa por alto los impactos psicosociales debido a la violencia de género, la precarización, los conflictos armados, la ansiedad por la crisis climática, etc. Parece que se insiste incansablemente en que el impacto a la salud mental por la constante violación a derechos humanos debe ser algo que se debe trabajar de manera individual y en privado. Y nunca olvidemos preguntarnos ¿a quién le conviene esto?
Un ejemplo es cuando madres buscadoras van a terapia y lo que se busca es trabajar su duelo, que además si se analizara con base a algunas teorías psicológicas se vería como un duelo que ya se sale de lo “normal” o esperado, patologizando su experiencia. Pero es este mismo “duelo” o dolor el que les motiva a seguir exigiendo justicia al gobierno por sus desaparecidos. Ejemplos así podemos encontrar miles. Si lo que buscamos es una psicología que quiera mitigar el dolor de las violaciones a derechos humanos con el objetivo de que sigamos siendo “funcionales”, entonces estamos ahorrándole la chamba a quien le toca garantizar nuestros derechos.
Más allá de querer hacer una crítica hacia las personas profesionales de la salud mental que ejercen desde lo privado, es una invitación a reflexionar desde dónde estamos ejerciendo. Me siguen sorprendiendo aquelles terapeutas que tienen la necesidad de aclarar que brindan terapia con perspectiva de género o derechos humanos. ¿Acaso sí nuestra labor es la atención a personas y comunidades, no debería estar implícito?
Pero sobre todo se nos olvida algo crucial: a quienes nos llaman profesionales de la salud mental también somos sujetos sociopolíticos, y eso tampoco lo podemos dejar fuera del consultorio.
Es urgente decolonizar nuestras prácticas y ser conscientes de nuestro contexto latinoamericano. Salir al espacio público y exigir justicia por aquellos derechos que también se nos están negando. Dejemos de estarle haciendo los mandados a los sistemas de opresión y la siguiente vez que vengan propuestas políticas sobre temas en salud mental no las dejemos pasar sin un cuestionamiento crítico.
El problema con el individualismo radica en su insistencia por ver en el individuo lo que a menudo no se encuentra sino en la colectividad, o por remitir a la individualidad lo que sólo se produce en la dialéctica de las relaciones interpersonales. De esta manera el individualismo termina reforzando las estructuras existentes al ignorar la realidad de las estructuras sociales y reducir los problemas estructurales a problemas personales.
Ignacio Martín Baro, 1986
Referencias:
- https://www.gob.mx/promosalud/acciones-y-programas/salud-mental-300911
- https://www.eleconomista.com.mx/capitalhumano/Enfermedades-laborales-Como-tramitar-una-incapacidad-por-depresion-20240111-0116.html
- https://factorialhr.es/blog/burnout-baja-estres-laboral/#:~:text=%C2%BFCu%C3%A1l%20es%20la%20duraci%C3%B3n%20de,con%20trastorno%20de%20ansiedad%20generalizado.
- Bonilla Montenegro, D. A. (2016). Responsabilidad de la psicología en la conformación de los derechos humanos. Revista Poiésis, 46-50.
Está increíble este artículo y es poderosa la crítica al quehacer «psi» en él. Sin embargo, considero que es importante aclarar que esas reflexiones son aplicables al saber generalizado de «La psicología» o a ciertas corrietes, porque ya otrass que entienden, desde su base epistemológica, la salud mental como fuera de la patologización individualizante (sistémica) o que entienden que el ejercicio de la terapia no puede deslindarse de su realidad comunitaria, social, pública y política para explicar malestares o, incluso, cuestionar el juego de poder que implica poder enmarcar dichos malestares en narrativas y visiones especificas (narrativa) proponiendo prácticas que responden a estas necesidades.