Históricamente, las personas con discapacidad hemos sido discriminadas y violentadas en prácticamente todo. Desde el momento en el que nacemos o adquirimos la discapacidad, entramos automáticamente en un mundo discriminatorio y violento, que va a afectar todos los ámbitos de nuestra vida.
La mayoría de estas violencias han sido normalizadas, y no solo eso, incluso, muchas veces, cuando se realizan desde la condescendencia o una falsa empatía son bien vistas, alabadas y aplaudidas.
Dos de estas violencias, que, a mi parecer son las más comunes y las más dañinas, son la infantilización y la angelización, pero, ¿qué son?
La infantilización de la discapacidad es cuando se considera a las personas con discapacidad como infancias, aún siendo adultos, llamándonos “niñxs eternxs”.
Al hablar de la infantilización de la discapacidad, se considera el lenguaje y la forma de dirigirse a nosotros, con un tono de voz condescendiente, hablándonos o refiriéndose a nosotrxs en diminutivo, como “el sordito”, “la cieguita”, “¿Necesitas ayuda con tu sillita?”,Nos explican todo como si fuéramos niños pequeños o incluso bebés, creyéndonos incapaces de poder entender lo que se nos dice.
Ojalá la Infantilización terminara ahí, pero no. Conforme va escalando, se va volviendo más peligrosa, porque no solo se basa en el trato individual que le dan a las personas con discapacidad, sino en la creencia de que estamos en el mismo nivel de las infancias. Con esto, no quiero decir que las infancias son menos válidas, o que son algo negativo, sino que las infancias, al estar en desarrollo, no pueden (ni deben) tomar decisiones de impacto para sus vidas, como tatuarse, beber alcohol o pedir un préstamo al banco y justamente eso es lo que provoca la infantilización de la discapacidad.
Con lo anterior, nos quitan nuestro derecho a la autonomía, vulnerando así todos nuestros otros derechos, impidiendonos tomar nuestras propias decisiones y tener que depender de otrxs, sin importar que seamos personas adultas que pueden tomar sus propias decisiones y elegir el rumbo de sus vidas.
Sin embargo, la infantilización de la discapacidad es una de las violencias más invisibilizadas y desacreditas, por que social, política y culturalmente está la creencia general de que “no somos capaces” y por lo tanto, esta violencia se genera y se ejerce en absolutamente todos los aspectos de nuestras vidas.
Hoy en día, con la existencia del internet y las redes sociales, han salido muchas denuncias públicas hacía empresas, servicios, o instituciones gubernamentales, que han ejercido estas violencias, coartando los derechos de los usuarios con discapacidad. Un claro ejemplo es el de Daniel Robles Haro, hombre con discapacidad motriz, quien en el año 2022 denunció vía Twitter, como el SAT, que es el Servicio de Administración tributaria, o en pocas palabras, donde se pagan y se administran los impuestos de México, le impidió crear su firma electrónica, bajo el argumento de que “no podían saber a simple vista si era una persona capaz de asumir su responsabilidad como contribuyente”, a pesar de que Daniel mostrara su certificado de discapacidad, donde especifica que su discapacidad es motriz. Hasta para poder hacer lo que nadie quiere hacer, tenemos que exigirlo.
Así, navegando por internet, puedes encontrar un sin fin de denuncias. Personas con discapacidad a las que no les han permitido tatuarse, que no les permiten entrar a un concierto, que les han negado el acceso a anticonceptivos y preservativos, mujeres a las que les han negado el servicio de aborto aún en lugares dónde es completamente legal, personas gestantes que han sido regañadas por embarazarse teniendo una discapacidad, entre muchos otros ejemplos.
Regularmente, todas esas violencias o negativas, también van de la mano de la angelización. ¿Creías que se me había olvidado? No, aquí te va la explicación:
La angelización de la discapacidad es la creencia de que las personas con discapacidad somos “ángeles”, “santos” o “buenos” únicamente por tener una discapacidad y pues, ángeles sólo en el cielo y santos ni los pensamientos.
La angelización nos afecta de una forma parecida pero diferente, ya que esta interfiere en nuestro sano desarrollo personal, generando estereotipos sobre la discapacidad y eliminando nuestra individualidad. Al igual que la infantilización, esta se va volviendo más peligrosa mientras más escala.
Comienza con la idea de que las personas con discapacidad “no nos comportamos mal”, que no hacemos groserías, que no decimos malas palabras, que no bebemos, que no fumamos, etc, pero no se detiene ahí. Bajo esta creencia, y de la mano de la infantilización, muchas veces se nos impiden ciertas acciones que interfieren con nuestro desarrollo, por ejemplo, el acceso a la educación sexual. Muchas personas con discapacidad no recibieron ningún tipo de educación sexual porque creían que “no sería necesario”, el acceso a un hotel/motel o incluso, nuestra orientación sexual y/o identidad de género es invalidada solo por tener una discapacidad.
Sin embargo, como dije anteriormente, la angelización se vuelve más peligrosa mientras más escala y no solo se vuelve peligrosa para las personas con discapacidad, sino para la sociedad en general. Como lo he repetido en diferentes ocasiones, las personas con discapacidad, también somos individuos y por lo mismo tenemos nuestro propio carácter, creencias, humor, preferencias. También podemos ejercer violencia contra otras personas. La angelización ocasiona que sea mucho más difícil creerle a las víctimas pues “¿cómo va a ser que una persona con discapacidad pueda ser capaz de ello?”
Tuve conocimiento de un caso de una chica que fue agredida sexualmente por un hombre con síndrome de down. Cuando la chica habló de ello, nadie le creyó, pues la angelización nos hace creer que un hombre con una discapacidad es incapaz de realizar tal acto y en caso de que sí lo hiciera, entonces “no sabía lo que hacía”, revictimizando en mayor medida a las víctimas de estos casos.
Otro ejemplo más público fue el cambio de los espacios reservados para mujeres en el metro y metrobus de la ciudad de México, los cuales, antes del año 2017, eran destinados a mujeres, niños menores de 12 años y hombres con discapacidad y/o adultos mayores. Sin embargo, posteriormente fueron modificados a “solo mujeres y niños menores de 12 años”, gracias a las denuncias de mujeres por acoso y abuso en los vagones exclusivos por parte de hombres con discapacidad.
A la fecha, esta violencia se puede observar en los videos virales del transporte público, donde mujeres piden que se baje a hombres con discapacidad del vagón exclusivo o incluso, ellas mismas los bajan a la fuerza. Si entras a la sección de comentarios, la gente sigue defendiendo al hombre, solo por tener una discapacidad, desde la condesendencia y una falsa empatía que dice “ay, pobrecito”. Ponen a las mujeres como las “desalmadas” por bajar a un hombre con discapacidad, argumentando que “no les estaba haciendo nada” o “ni que ese pobre hombre las fuera a acosar”, aún cuando en muchos de los videos (sobre todo, cuando los han bajado a la fuerza con “violencia”) se ha explicado que los han bajado de esa forma, porque venían acosando chavitas, se venían masturbando o tocaron a alguien sin su consentimiento.
La angelización y la infantilización, son dos de las muchas caras que tiene el capacitismo y es importante comenzar a hablar de ello. Dejar en claro que no somos niñxs, ni santxs, ni ángeles, ni buenos, somos personas y como cualquier otra persona, también tenemos nuestra individualidad. Nuestro carácter, comportamiento, gustos y creencias son diferentes en cada unx de nosotrxs y sí, así como hay personas con discapacidad que cumplen con todos, o con casi todos tus estereotipos, habemos muchas que nos salimos completamente del molde.
Ahora que sabes esto ¿Alguna vez has infantilizado o angelizado a una persona con discapacidad? Yo creo que sí, pues es algo tan común, que todos lo hemos hecho, incluso las personas con discapacidad. Pero ahora, espero que seas consciente y dejes de vulnerar nuestro derecho a la autonomía y a la individualidad y comiences a vernos como lo que somos: tu igual .