November 1, 2022

Huir de la academia. El ruidoso discurso del odio

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Ilustración de Carolina Urueta

El ego de la academia es ruidoso. Es estridente. Busca imponerse con fuerza, y reprimir toda muestra de originalidad, de identidad propia, de validación y de ideal. Aplasta sin remordimientos. 

El ego de la academia se impone con la sonrisa socarrona de quien se considera a sí mismo más importante que los demás. Y busca destruir toda posibilidad que no contemple dentro de ella. En su mundito pequeño, triste y limitado. 

Por eso, preferí huir tan rápido como pude de allí. Por eso busqué en otras rutas un espacio en el que el silencio reinara más que el discurso propio. En el que oír fuera el rigor necesario para entender la realidad ajena. Y eso, callar para escuchar, es lo que tanta falta le hace a la academia, que se precia de poder opinar sobre realidades que no le corresponden y que jamás comprenderá. 

Esa academia que, últimamente, ha sido utilizada para justificar la represión y brutalidad en contra de minorías que históricamente, han sido vulneradas una y otra vez. Ha decidido autodeterminarse poseedora única de la verdad absoluta, desconociendo por completo que, entre otras cosas, la realidad que pretende retratar le es totalmente extraña. Y cuando se le pide raciocinio, asegura que es iluminada, y que contiene toda la razón, desconociendo por completo su propio privilegio. 

Estos discursos de odio (porque no logro calificarlos de ninguna otra manera), se han multiplicado en voces de mujeres cisgénero, blancas y a todas luces privilegiadas, que desde sus plataformas enormes aplastan minorías que un día, al parecer, decidieron, serían sus enemigas. Y sí, me refiero a la invalidación de las luchas transgénero que ciertas mujeres que posan de intelectuales, han decidido aplastar con ira. Pero a la que irremediablemente atendemos, ante el horror de sus gritos que sólo reclaman protagonismo. 

En medio de sus alaridos de odio logra apagar las realidades: que las mujeres a las que ataca son sometidas a múltiples violencias estatales y sociales, que todo su entorno busca castigarlas por su traición al patriarcado, que son apuñaladas, golpeadas, destrozadas, apartadas de sus núcleos de protección, señaladas, discriminadas. 

Mujeres cuyo acceso al sistema de salud es limitado. Mujeres cuyos niveles de pobreza alcanzan entre el 53% y el 55% y que han intentado suicidarse en algún punto de sus vidas. Mujeres cuya media de vida son los 35 años si son blancas, y 27 si son racializadas. Mujeres que viven realidades que nosotras, privilegiadas, no lograremos entender nunca. 

Porque sí, así nosotras también enfrentemos millones de violencias, no todas las mujeres atravesamos lo mismo. Y nosotras, blancas, de ciudad, de estratos medios y altos, con acceso a educación, alimentación y vivienda, no sufrimos lo mismo. Nunca sufriremos lo mismo. 

Así que estos alaridos de academia, que aplastan con sus inmensas cantidades de seguidores, que repiten sin reflexionar y se dedican a reproducir incluso más el odio, terminan por apabullar lo que ha sido una lucha histórica por la posibilidad de la identidad propia. La lucha por la libertad de autoreconocerse sin que existan espacios para las disculpas, o para el sometimiento. 

Y no, no se trata de mujeres iluminadas que, como he visto que dicen algunos, son las únicas capaces de entender un contexto que los demás no comprendemos. Son simplemente mujeres que no logran mirar, jamás, por fuera de sí mismas, y se agarran de argumentos pequeños, limitados, que no logran salirse de sus realidades propias. 

Sus egos, aterradoramente inmensos, las enceguecen. Con su violencia se equiparan a los mismos patriarcas violentos que, dicen ellas, no quieren ser. Y entre alaridos, jamás conseguirán escuchar. Por ello son las hijas perfectas de la academia, que las lleva a pensar que son ellas las que deben resistir, cuando su único mérito ha sido someter, sin más. 

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Autor

  • Periodista de la unidad investigativa de Cambio. Literata con Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2020. Finalista del premio Gabo en 2020 y en 2022. ICFJ Fellow 2021. Becaria Cohorte IDH 2021. Se especializa en cubrimiento de minorías, género, salud mental y Derechos Humanos. Fue beneficiaria de la beca Elipsis del British Council en 2017 y de la beca del Centro de Español UniAndes en 2018.

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Comentarios

2 thoughts on “Huir de la academia. El ruidoso discurso del odio

  1. María, gracias por dar voz a las mujeres que no tienen como manifestar su sentir. Me gustó mucho tu artículo. Espero la segunda parte, si hay. Abrazos.

  2. Veo muchas contradicciones. ¿Qué pasa con las mujeres racializadas que después de mucho esfuerzo están en la academia? Para huir de ella tendría incluso que huir de su perfil como está descrito pues allí dice que hizo una maestría en una cohorte determinada, una legitimación muy académica. Pensé que encontraría un lugar de debate pero su artículo me parece unidimensional y reduccionista. Hablando de lo mismo que parece criticar: una realidad más compleja, la academia puede ser lugar de exclusión pero también lo ha sido de integración de otros conocimientos y para ello estamos ahí muchísimas mujeres que hemos luchado por hacernos un lugar en ella.

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