Aunque este fenómeno racista ha tomado mayor visibilidad y ha estado en el debate público con el boom de las redes sociales, en realidad es tan antiguo como la colonización europea en África y Abya Yala. Recordemos que uno de los principales discursos de Europa para someter, saquear y esclavizar los territorios africanos y americanos fue traer la “civilización y salvar las almas” a través de “las misiones”. Y al día de hoy, muchos supremacistas blancos sostienen esa idea. O sea que, les salimos a deber.
Este fenómeno del salvador o salvadora blanca es una herencia colonial cristiana, y entre sus grandes figuras podemos destacar a San Pedro Claver, a quien se le conoce como “el esclavo de los esclavos”, Bartolomé de Las Casas, La Madre Teresa, la misma Princesa Diana, y hasta la primera dama de Colombia Verónica Alcocer, que pareciera querer seguir los pasos de Lady Di.
Se trata de una práctica social supremacista que podemos ubicar, como diría la profesora Mara Vivero, dentro de las manifestaciones del racismo blando, ese que está cargado de eufemismos, lástima, subestimación y “buenas intenciones”. A diferencia del racismo duro, que defiende la superioridad blanca esclavizando y aniquilando, el racismo blando cree en la inferioridad de las personas racializadas, pero reafirma la superioridad blanca desde el buenismo y la caridad, desde la actitud del superhéroe. De esa manera explota o saca aprovecho económico, político o simbólico de las personas o comunidades racializadas, que a los ojos de la blanquitud, están salvando y deberían estar en deuda y en eterna gratitud.
En pocas palabras, el síndrome de salvador blanco es una reafirmación de la blanquitud que casi siempre beneficia más a la blanquitud porque les calma las conciencias, les hace sentirse mejores personas de lo que realmente son, con suerte por sentirse más afortunadas y agradecidas por sus privilegios que nunca habían valorado realmente hasta que hicieron turismo en la miseria ajena.
El salvador blanco no pretende cambiar la estructura del sistema porque eso pondría en peligro sus privilegios, y por eso le parece más divertido jugar a ser superhéroe o heroína en sus vacaciones de voluntariado, de las que vuelven diciendo que fue una experiencia que les cambió la vida para siempre, o romantizando la pobreza diciendo cosas como “aprendí de esos niños que se puede ser feliz con muy poco” y, por supuesto, con cientos de fotos y videos con música melodramática en la que figura como un ser virtuoso al lado de niñxs negrxs empobrecidxs de los cuales nunca supo ni el nombre.
A estas personas les resulta conveniente ir unas semanas a un pueblo negro o indígena a voluntariar, en lugar de confrontar a la multinacional en la que trabajan sus papás, confrontar el racismo de su familia, o luchar en contra de la gentrificación. Porque si lo pensamos con cuidado, ¿cuál sería su lugar en el mundo si las desigualdades se resuelven? ¿En perspectiva, de qué miseria se sentirían afortunades?
Pero este fenómeno también ha sido analizado desde la psicología. La doctora Ramani Durvasula ha perfilado estas prácticas desde un tipo de personalidad: el narcisista comunitario. Describe a estas personas como líderes entusiastas que siempre consiguen lo que quieren manipulando e incluso explotando a otras personas que también quieren salvar el mundo, porque ¿qué tipo de persona se niega a cooperar con un granito de arena a salvar al mundo teniéndolo todo?. En público siempre son amables y les preocupa mucho el registro audiovisual de sus buenas obras, y en privado suelen ser malhumorados y antipáticos con sus colaboradores o salvados si no sienten que se les ha dado mayor importancia, aplausos o gratitud por sus esfuerzos. Su principal motivación para salvar a una comunidad racializada es la validación pública, ya sea con likes y comentarios en redes sociales, o con halagos por parte de sus familiares, parejas, amigos, o comunidades religiosas.
Como no escuchan a las comunidades que pretenden salvar, es común que no sepan ni entiendan sus necesidades o deseos, o simplemente no les importen. Un ejemplo sencillo para entenderlo son los comentarios de las señoras que llevan juguetes a comunidades marginalizadas y dicen que “esos niños eran mal educados y mal agradecidos” porque una niña no quería recibirle una muñeca blanca, porque prefería un carrito azul o un balón, o porque dijeron que no les gustó la comida.
A la salvadora blanca le encanta exponer a la gente que “salva” porque eso moviliza dinero, likes y validación y es común que genere mucha presión sobre las “personas salvadas” y que les desautoricen, o invaliden públicamente si dicen algo que el salvador considera incorrecto, o porque no le consultaron antes, o no llena sus expectativas. Son usuales frases del tipo “no te acuerdas de que ya eso te lo enseñé” y “tanto que lo practicamos y ahora me haces quedar mal”. También es frecuente que no dejen hablar a sus subalternxs o que hablen por ellxs.
El tropo del salvador o salvadora blanca ha sido reafirmado por el cine y la televisión bajo la narrativa de que un personaje blanco salva a alguna comunidad racializada o empobrecida, o estas tienen una mejor vida o un final feliz gracias a la intervención de una muy bondadosa persona blanca, lo que reafirma estereotipos negativos en las comunidades oprimidas o reafirma la superioridad simbólica de las personas blancas que terminan siendo los o las protagonistas y modelos a seguir.
El síndrome de salvador o salvadora blanca no es exclusivo de individuos aislados. Las ONG, fundaciones y empresas también pueden incurrir en estas conductas racistas que reafirman la supremacía blanca a través de sus comunicaciones y proyectos sociales. Muchas veces, también buscando beneficios económicos como la exoneración de impuestos y el incremento de ventas y donaciones. Seguro alguna vez has comprado un producto con tiquete al cielo: “por la compra de esta blusa estás salvado de la desnutrición a los niños de la Guajira” y la respectiva imagen de pornomiseria.
¿Entonces, el mundo se está desbaratando, hay gente racializada sufriendo y no se puede ayudar porque es racista?
- Claro que es bueno y necesario ayudar, pero ayudar no implica necesariamente ser y posar de salvacionista blanca.
- No seas el centro de la foto, es más, no tomes fotos. Si tienes una empresa y tienes que mostrar soportes, cifras y resultados, hay maneras dignas de ilustrar y narrar los procesos sin que la blanquitud sea el centro de atención. Hay un mundo de alternativas a la pornomiseria.
- Si quieres ayudar en una comunidad, cuestiona tu racismo, escucha y valora los procesos que seguramente ya lideran personas de la misma comunidad.
- Contrata y paga lo justo a personas de la misma comunidad para que hagan el trabajo.
- No tocar, limpiar mocos o cargar a menores de edad fingiendo que te agrada, a las mamás que los parieron les dan asco sus mocos y eso no les hace malas personas. ¿Qué te hace pensar que no notan tu hipocresía?.
- No les exhibas como tus proyectos civilizatorios.
- No hables por ellos o pretendas que les das voz.
- Respeta sus procesos, no están ahí para cumplir tus expectativas de progreso.
- No les infantilices o desautorices sus decisiones.
- Genera vínculos genuinos a largo plazo, muchos niños se ven forzados a generar vínculos en los voluntariados y los salvadores blancos se van felices y estos niños pagan consecuencias psicológicas cuando se rompe el contacto.
- No romantices la pobreza.
- No esperes aplausos. A nadie le importa que viajaste tres horas en moto por una trocha, que no has desayunado, que estaba lloviendo y te mojaste, que suspendiste el polvo para salir al rescate, que no había agua ni para bajar el baño, que estabas llorando porque te afecta mucho el sufrimiento de esta gente, porque finalmente ellos viven esto todos los días sin opciones y tú en cualquier momento puedes decidir volver a tu cuna de oro. Todas esas son red flags del síndrome salvacionista blanco, deja de dar cringe.
acabo de aprender algo nuevo muchísimas gracias,me encanto el final con las recomendaciones sobre todo la última 😄😍
Un texto precioso.