*Columna publicada originalmente en El Espectador el 4 de agosto de 2022.
La ex-reina del Carnaval de Barranquilla e influencer ubicua, Marcela García, publicó en El Heraldo una columna llena de imprecisiones y mentiras que no cumplen el más mínimo estándar periodístico, en respuesta al ministro de educación, Alejandro Gaviria, quien anunció que el informe de la Comisión de la Verdad será presentado a todas las escuelas del país. Dice García que “quieren obligar a que a las futuras generaciones se les enseñe un solo lado de la historia, uno que deja muy mal parado a quienes tienen la misión de protegernos, y que por el contrario, le da validez a los actos vandálicos y terroristas de los grupos al margen de la ley”. Esta afirmación es falsa: el Informe antes que mostrar un solo lado de la historia recoge a cientos y miles de voces que permiten entender con todos sus matices al país. No “enseña a odiar a la policía” pero sí nos obliga a reconocer que la Fuerza Pública en Colombia ha usado el poder del Estado para violentar y asesinar civiles, una realidad que se ha querido ocultar sistemáticamente y que tiene que enfrentarse si queremos que en Colombia haya garantías para los derechos humanos.
A García le llovieron críticas por desinformar irresponsablemente a su comunidad digital de casi un millón de seguidores, a quienes se refiere como “mi gente linda”. La gran ironía es que, mientras García insiste en que el Informe es una versión sesgada e insidiosa de la historia, le monta a su comunidad una pantomima miserable, insistiéndoles a diario que ella es “una más del pueblo”. Ese pueblo que supuestamente “la acompañó” durante su matrimonio, aunque ella estuviera en una exclusiva mansión en Punta Cana, y sus seguidores con calor, sin trabajo, sin vacunas, y con hambre, porque según datos del Dane, el 63.4% de Barranquilla no logra hacer tres comidas al día. Una y otra vez, García se presenta como la más “auténtica” porque le “confiesa” a su audiencia qué tratamientos de belleza usa (para promocionarlos y venderlos), pero lo verdaderamente auténtico y transparente sería que su gente linda supiera cuáles son sus intereses y cómo son sus vínculos (¿sociales? ¿económicos?) con las grandes casas políticas de la región.
El problema, y García lo sabe, no es que el informe sea falso o amañado, es que es inconveniente a sus intereses personales y los de su clase social. Sus columnas son interesantes porque regurgitan las conversaciones que se escuchan en los pasillos del Country, convirtiéndose en una ventana a la clase alta barranquillera, que al parecer lleva meses rumiando su miedo más colosal: un cambio en el status quo. En su columna de mayo 28, antes de primera vuelta, García contrapone “ver la realidad” con “creer en palabras llenas de promesas vacías” de un “líder” cuyo nombre no menciona pero que parece ser Petro. Explica que quienes votan como ella, lo hacen llevados por el “raciocinio” pero al mismo tiempo motivados por la “fe” que “mueve montañas” (a juzgar por los resultados de la primera vuelta, no lo suficiente). En junio 11 dice preocupada que la gente habla de un “Cambio de poder para que pudiera haber progreso”. En junio 18, se declara “deprimida”, previendo la victoria de Petro, y dice que “Estamos viendo lo peor del ser humano ante nuestras narices, […] estoy segura que mañana será todavía más horrible.” Al final de la columna recomienda no votar en blanco, sino votar por “el menos peor” y advierte que esas podrían ser “las últimas elecciones libres en mucho tiempo”. El 16 de julio expresa su preocupación por la subida del dólar y por las “tormentas que se avecinan”, pero ella, valientemente, decide “intentar seguir disfrutando de las pequeñas grandes cosas de la vida”, como el matrimonio más fastuoso que ha visto Barranquilla en décadas, y un vestido tachonado de cristales de swarovski.
Quizás el temor de García es que ejercicios de verdad, reparación y garantías de no repetición como el Informe de la Comisión de la Verdad tienen el poder de reventar la fantasía de que nuestras élites son benevolentes, impolutas y merecedoras de todo ese poder. García sabe que ese poder se está resquebrajando pues cada día se enfrenta a una realidad ineludible: ¡qué vaina, Marcela!, “mi gente linda” votó por Petro.