
La noche del martes 4 de febrero el gobierno colombiano vivió su momento más bochornoso con la transmisión, en vivo y por cadenas de alcance local y nacional, de su consejo de ministros, estrenando nuevo jefe de gabinete, el controversial Armando Benedetti, conocido por sus descargas machistas, por amenazar borracho al presidente y por presunta violencia de género.
En la transmisión, Petro fue el general en su laberinto, ofreciendo largos discursos incoherentes para evitar contestar a los reclamos que le hacía su propio equipo. Cuando Susana Muhammad le dijo que como feminista no podía sentarse en la misma mesa de Benedetti, Petro decidió petroexplicarnos el feminismo. “He visto feminismos que destruyen al hombre, y he visto muchos hombres que destruyen a las mujeres y hasta las matan”. Luego habló del amor, del erotismo y añadió que somos mamíferos, que cómo no amar “lo que produce la vida”.
Luego dijo que “su filosofía era la dialéctica”, redujo a Hegel a una enumeración de opuestos, como si fuera Arjona (en mi vida me imaginé defendiendo a Hegel, ¡pero Jesucrista!) y nos contó que fue a verse la ¿película? ¿obra de teatro? de Moulin Rouge, para explicarnos que “los revolucionarios no tratan a la mujer como mercancía, ni aunque esté en el prostíbulo”, y darnos el inmejorable ejemplo de Pablo Neruda, famoso por las frases “ME GUSTA CUANDO CALLAS” y “YO NO LO QUIERO, AMADA. PARA QUE NADA NOS AMARRE, QUE NO NOS UNA NADA”, quien casualmente confiesa haber violado a la mucama de un hotel en sus memorias.
Decir que hay feminismos que matan al hombre es una burrada que muestra su desidia. Petro tiene la inteligencia y ha tenido el tiempo para enterarse de qué es el feminismo. Seguro que tiene a muchas mujeres cercadas que se lo han explicado mil veces y se lo van a volver a explicar, pero es que no le da la maldita gana de entender. El machismo también es un problema epistemológico.
En semanas pasadas vimos a Petro perder un primer pulso contra Trump y luego se fue a X a contarnos que él siente que es el último de los Aurelianos Buendía. Ya que él mismo pone el símil, pues sí, Aureliano entregó toda su pasión a una causa política que consideraba justa, se sentía valiente cuando en realidad era temerario, y quizás era un visionario, pero por virtud de la ironía garciamarquiana, nunca logró materializar su proyecto político. Aureliano era inmaduro, caprichoso, impulsivo, terco y la peor de todas, macho. ¿Qué importa ser el último Aureliano en un mundo que cambió, que exige un manejo del poder más sofisticado, en donde ya no funciona ser un macho salvaje abriendo trocha con un machete?
Petro tiene muchos defectos, es impuntual hasta la grosería, no sabe manejar un equipo, como quedó patente en ese híbrido entre Betty la Fea y Protagonistas de Novela que vimos por 6 horas en televisión nacional, no se ha dejado quitar ese maldito celular y sigue derrapando en X como tío borracho; no ha sido capaz de darle al “pueblo” que tanto defiende algo tangible que mejore su día a día y que le dé de dónde agarrarse para volver a votar por el Pacto Histórico. Pero el peor de sus defectos es su ego de macho, que no lo deja ver los defectos de sus amigotes de fiesta que están reventando a su equipo desde adentro. Morris y Benedetti se han convertido en los dos personajes más odiados de su gobierno. Ambos tienen graves acusaciones por violencia de género y no se merecen los cargos que ocupan en el gobierno. Petro sabe que no están calificados. “La única razón por la que Benedetti está al lado mío es que tiene una especie de virtud, que es ser loco”, dijo. Y no le importó ni la voz quebrada de Susana Muhamad ni la de Francia Márquez.
El espectáculo de ayer dejó ver a todo el país los descosidos de un gobierno desarticulado y sobre todo dejó ver que Petro está tan aislado de lo mejor de su equipo y del país como el mismísimo Aureliano Buendía, pero peor porque no se da cuenta al estar rodeado de sicofantes. Y como bien dijo el presidente: “El amor en solitario lo mata a uno”.