
El día que despenalizaron el aborto hasta la semana 24 estábamos frente a la corte esperando el fallo, como cada semana desde los últimos meses del 2021. Era lunes y llovía en Bogotá.
Habían pasado exactamente 523 días desde que presentamos la demanda que pedía la eliminación del delito de aborto, se había presentado una segunda demanda, habían impedido a uno de los magistrados que votaría a favor, la sala plena había votado sin ese magistrado y el resultado fue un empate, se había designado a un nuevo conjuez –aparentemente de línea conservadora– para dirimir ese empate y, además, había otra campaña que pedía 14 semanas –10 semanas menos de las que la corte finalmente fijó– y muchísimo menos de lo que pedíamos nosotras, que apostamos por todo, sin plazos ni causales, como la libertad que merecemos. TODO parecía jugarnos en contra pero la desesperanza era un lujo que no nos podíamos dar.
Era otra jornada de plantón y espera. Fueron tantas que ya habíamos perdido la cuenta de las veces que nos habíamos sembrado en ese mismo lugar. Otra jornada de no saber, de incertidumbre y angustia, de cansancio, rabia y hastío de ver que nuestros derechos, como siempre, seguían en fila de espera. Creo que no se habla suficiente del trabajo emocional que hacemos las feministas para mantener el ánimo arriba, el fueguito encendido y la ilusión viva para no decaer ni dejar que las demás decaigan, y justo por esos días nos sostenían la templanza de Ana Cristina González, Sandra Mazo, Catalina Martínez y Mariana Ardila (voceras de las organizaciones que redactaron la demanda); la experiencia de las históricas, que nos recordaban que estábamos en una carrera de obstáculos y no de velocidad; la calle y el encuentro; las arengas; el “aquí nadie se rinde” y el perreo feminista; ahí estaban la fuerza y las certezas que necesitábamos muchas de las que acuerpábamos espacios en los que no podíamos transmitir el miedo y la angustia que nos invadía de vez en cuando y que fueron indispensables para recargar y seguir.
Aún no salía de mi casa cuando, antes del mediodía, nos avisaban que la corte no había aceptado el impedimento de la magistrada Cristina Pardo, recusada por Sisma (una organización feminista), por haber objetado conciencia en otra ocasión cuando tuvo que revisar un proyecto relacionado con el aborto; uno más para la lista de obstáculos pues el suyo se sumaba a las cuentas de votos en contra. Al tiempo nos decían que muy posiblemente esa misma tarde se conocería la decisión de fondo, pero honestamente ya no sabíamos si creer. Aún así, me puse el overol verde, agarré el megáfono que se iba a desportillar en unas horas entre saltos de alegría, y me fui para la corte.
Los antiderechos también estaban ahí, con sus pañuelos celestes, sus rosarios, sus insultos y un cementerio de fetos improvisado a un lado de la calle; una escena dantesca. Una cuerda los separaba de las feministas que íbamos llegando y pintando de esperanza el lugar. La mancha verde crecía a medida que la azul empezaba a deslavarse con la lluvia y la información que empezó a circular en algún punto después del mediodía: fuentes aseguraban que el conjuez Julio Andrés Ossa, elegido al azar semanas antes para dirimir el empate en el que se había quedado atorada la discusión de la demanda del movimiento Causa Justa tras el impedimento del magistrado Linares, admitía un modelo de plazos. ¿Plazos? Pero nosotras no queríamos plazos, nunca quisimos poner plazos sobre la mesa, queríamos todo porque merecemos todo. ¿Cómo le pones plazos a la libertad?
Por un lado, tranquilizaba un poco saber que el conjuez no seguía la línea conservadora de la magistrada Pardo, con quien trabajó antes y quien ya sabíamos que se oponía a la despenalización. Por otro lado, preocupaba conocer el plazo, pues un plazo, cualquiera que fuera, sería un límite arbitrario y una barrera de acceso para todos los casos que excedieran esa frontera.
A medida que cobraba fuerza el rumor de un fallo favorable con plazos, el cementerio azul se desmanteló, la cuerda que nos separaba se cayó, y la mancha verde se expandió con la lluvia. Éramos una sola mancha verde y colosalmente ansiosa en movimiento. Ya no recuerdo quién nos confirmó la noticia, pero al tiempo que leía el mensaje en el chat, lo decía en voz alta sin darme cuenta que lo estaba anunciando a todas las que estaban cerca. ¡APROBARON HASTA LA SEMANA 24!, fue lo único que pude articular. Miraba a Cata Martínez y le preguntaba con toda mi caleñidad, apelando a la suya como garantía, si era en serio. ¡EJENSERIO! gritaba agitando los brazos con los ojos aguados y dando brincos de emoción.
Todo era movimiento, los saltos, los abrazos, las lágrimas, los pañuelos ondeando, las emociones derramándose por los ojos. Y desconcierto de… ¿ganar? ¿Habíamos ganado? 24 era menos de lo que pedíamos, pero era un plazo amplio y razonable, considerando las enormes dificultades que las mujeres en contextos de violencia y vulnerabilidad tenían que afrontar para poder llegar a un lugar en el que les pudieran practicar un aborto seguro. Sí, habíamos ganado, pasamos de tener que justificar una decisión tan íntima y personal a terceros para ver si nos admitían en alguna de las 3 causales a 24 semanas en las que no tendríamos que darles explicaciones a nadie sobre nuestros abortos. ¡Habíamos ganado 24 semanas de libertad, de autonomía, de ciudadanía plena! Intentábamos asimilar entre la euforia y la lluvia. Aborto y confusión. Los chats colapsaron. El teléfono no paraba de sonar, pero nada importaba más que los abrazos y dejarnos desbordar de alegría.
A la 4 y 32 de la tarde hacíamos el anuncio oficial en las redes de Volcánicas. Los gritos, los saltos, las lágrimas, la ola se movía y rugía. A las 4:37 salía la pieza oficial en la cuenta de Causa Justa: ¡LO LOGRAMOS!. Eliminamos el delito de aborto del código penal hasta la semana 24.
Ese “lo logramos”, primera persona y plural, nos recogía a todas, al movimiento Causa Justa, por supuesto, que trabajó por años en los más de 90 argumentos presentados y en la redacción de la demanda de inconstitucionalidad que presentamos el 16 de septiembre del 2020; recogía el acumulado político que las feministas históricas y las que lucharon antes habían logrado con la despenalización parcial en 3 causales, 16 años atrás; recogía a las feministas que, en toda su diversidad, acuerparon y sostuvieron la demanda en las calles, desde la Guajira hasta Nariño, las primimarchantes, los hombres trans, las transmasculinidades, las personas no binarias asignadas femenino a la nacer, las jóvenes, las que, desde las redes, no dejaron nunca que la conversación se cayera, las que explicaban los términos de la demanda en TikTok, en sus hogares, en sus colegios, en las universidades, en los trabajos, las que se pelearon con familiares y conocidos por defender el aborto libre, las que se llenaban de paciencia para debatir con antiderechos, ocupando todo los espacios, en todos los registros, en todos los tonos, con una misma causa: que abortar dejara de ser un delito y la maternidad, una imposición.
En ese momento cada frase que dijimos, cada arenga, cada pieza que diseñamos para agitar las redes, para estampar en afiches que empapelaron los muros de la ciudad se materializaba en una nueva realidad para las mujeres, niñas, hombres trans y personas no binarias asignadas femenino al nacer en Colombia: nunca más abortos inseguros, nunca más maternidades no deseadas, nunca más una mujer criminalizada por abortar, nunca más la libertad de elegir solo para las que podían pagar, nunca más truncar proyectos de vida y sueños por un embarazo no deseado, nunca más.
Luego íbamos conociendo los detalles, detalles que pasaban a ser secundarios pero daban piso a eso que todavía nos costaba creer. La votación de la sala plena quedó 5 a 4: los magistrados José Fernando Reyes, Antonio Lizarazo, Julio Andrés Ossa, Alberto Rojas y la magistrada Diana Fajardo votaron a favor. SOLO UNA MUJER VOTÓ A FAVOR. Votaron en contra Cristina Pardo, Gloria Ortiz, Paola Meneses y Jorge Ibañez. Ortiz, la gran decepción.
A veces, rebobinando toda esta película, pienso –y sé que lo pensamos muchas– que si no hubieran impedido al magistrado Linares, el resultado habría sido la eliminación total del delito del código penal, entonces la euforia se disipa y me embarga una sensación de desazón, la del hubiera, la que me lleva a creer que la corte nos quedó debiendo. Si bien el avance fue enorme, el mayor hasta la fecha en toda América Latina, mientras exista aunque sea un rescoldo del aborto en el ámbito penal, sigue habiendo espacio para ambigüedades y vacíos de interpretación que pueden obstruir el acceso a abortos seguros y seguir alimentando estigmas, tabúes y castigo social.
Sé que el movimiento Causa Justa y las feministas que creemos en la libertad y en la autonomía reproductiva, sin plazos ni condiciones como siempre hizo énfasis Ana Cristina (pionera del movimiento), seguiremos insistiendo hasta que se elimine el delito de aborto del todo y para siempre, hasta que podamos decir que el aborto es libre sin asteriscos ni aclaraciones, porque los plazos, al final, se sienten como una especie de libertad condicional, como si aún tuviéramos que demostrar algo y ese algo todavía tiene que ver con el lugar que ocupamos las mujeres en el mundo y con nuestra ciudadanía plena.
Todavía, un año después, cuesta creer que hicimos parte de un momento histórico para las mujeres de Colombia y América Latina. Quizás aún no dimensionamos lo que ocurrió ese día porque seguimos siendo una generación que no pudo decidir, pero todas las que siguen sí podrán, y cuando les cuenten que antes de ese lunes lluvioso corríamos el riesgo de ser criminalizadas por abortar o teníamos que justificar nuestras decisiones de no continuar con un embarazo a terceros, les parecerá tan obsoleto como cuando nosotras pensamos que nuestras abuelas no siempre pudieron votar. Quizás en unos años más ni siquiera tengamos que recordarlo y solo tendremos que dedicarnos a ver el legado de la sentencia C–055 del 21 de febrero del 2022: un futuro en el que las mujeres ya hemos sido más libres, desbordado de todo lo que habremos hecho con esa libertad, un futuro en el que ya fuimos dueñas de nuestros cuerpos y destinos, un futuro de sueños realizados y vidas deseadas, más feliz, quizás. Quiero creer que sí y que en parte será por ese día en que ganamos 24 semanas más de libertad.
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*Gracias a la sentencia C–055 del 2022, toda mujer, hombre trans o persona no binaria que necesite abortar en Colombia y tenga menos de 24 semanas de gestación, podrá hacerlo de manera legal, segura y gratuita, SIN TENER QUE JUSTIFICAR SU DECISIÓN NI CUMPLIR CON NINGUNA CONDICIÓN MÁS QUE SU VOLUNTAD DE INTERRUMPIR SU EMBARAZO. Para embarazos de más de 24 semanas siguen vigentes las 3 causales despenalizadas en la Sentencia C–355 del 2006 (Salud, violación y malformación del feto incompatible con la vida extrauterina).
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Si tu embarazo supera las 24 semanas, puedes acceder a la IVE si (1) el embarazo representa un riesgo para tu vida o salud ¡Esto incluye tu salud mental y social!, (2) el feto presenta malformaciones que lo hagan incompatible con la vida extrauterina o (3) Si el embarazo es producto de una violación o incesto.