
Dominique Pélicot, un hombre de 73 años, ofreció a su esposa Gisèle, de 71 años, a más de 80 desconocidos para violarla mientras la mantenía drogada en su cama, en su casa, en la comunidad francesa de Mazán. El aberrante acto se repitió, no se sabe exactamente cuántas veces, por casi una década, entre julio de 2011 y octubre de 2020. El caso fue descubierto por las autoridades en 2020, cuando Pélicot fue sorprendido en un centro comercial filmando a varias mujeres bajo sus faldas. Tras confiscar su celular y computador, la Policía halló casi 4.000 fotos y videos de las violaciones a Gisèle en una carpeta llamada “Abusos”. 50 de los 83 violadores, incluido Pélicot, todos ellos entre 26 y 74 años, enfrentan un juicio histórico desde este dos de septiembre. Los demás aún no han sido identificados. Gracias a la voluntad de Gisèle de hacer el juicio público, la opinión pública podrá tener una mayor comprensión y conversación informada sobre la violencia sexual contra las mujeres que ocurre, muchas más veces de lo que se cree, en el hogar. ¿Cómo es que un “hombre de familia” pudo hacerle esto a su propia esposa y cómo es que más de 80 hombres se prestaron para violar a una mujer inconsciente? La respuesta corta es: con el apoyo y el silencio de decenas de hombres. Hoy el mundo conoce sus caras, sus nombres y su forma de operar gracias a la valentía de una mujer que está haciendo historia mientras pide que la vergüenza cambie de bando. Estas son algunas claves para mantener la conversación mediática al nivel que Gisèle y todas las víctimas de violencia sexual merecen.
No son monstruos
Lejos de ser criaturas atípicas, seres atormentados o extraordinarios como algunos medios han decidido hacerles ver, los perfiles de estos violadores corresponden a los de hombres de familia, vecinos, esposos, padres. En la carpeta hallada por la Policía se encontraron detalles distintivos de algunos de los violadores como “Chris el bombero” y “Quentin el jubilado”. En la lista también se encontraban periodistas, militares, enfermeros y hasta concejales. Prácticamente cualquiera podía estar en esa lista. No. No son monstruos ni están enfermos. Para que estas personas se hagan cargo de sus actos, es necesario que no se minimice su responsabilidad con atenuantes de ese tipo. Son hijos sanos del patriarcado que actuaron con plena agencia sobre sus decisiones. Llamarles monstruos no solo les resta responsabilidad, hace que sus actos, que fueron violentos y delictivos, sean vistos como la excepción y no como una realidad que se repite con demasiada frecuencia. Dominique Pelicot no es “el monstruo de Mazán”. Es un hombre tan consciente de sus actos que nombró a la carpeta de videos que la policía encontró en su computador “Abusos”. Todos ellos sabían lo que hacían y que podían hacerlo, apalancados en un sistema que les ha enseñado históricamente que el cuerpo de las mujeres existe para su placer, que las mujeres somos ciudadanas de segunda categoría y ellos los dueños del mundo, en quienes se concentra todo el poder político, económico y simbólico del mundo.
Una conversación que interpela a los hombres
Sin embargo, la reacción de miles de hombres en redes sociales ha sido desligarse de una conversación que les compele directamente con el Hashtag #NOTALLMEN (no todos los hombres). Not all men pero 83 hombres violaron a una sola mujer. Not all men pero, según el testimonio del mismo Dominique Pelicot, de diez solo tres se negaban a drogar y violar a Gisèle cuando este les ofrecía violarla. Not all men pero, de esos 3 que se negaban NINGUNO DENUNCIÓ. Algunos llegaron a decir que Dominique les había hecho creer que su esposa tenía conocimiento de los encuentros y que todo hacía parte de un juego sexual del matrimonio. Ninguno pensó que esto deberían escucharlo de ella y no de él, como si ella no fuera una persona con voz y decisiones propias; como si no tuviera voto sobre su propio cuerpo; como si fuera propiedad de su esposo.
Quizás lo verdaderamente monstruoso en este y cualquier caso de violencia sexual es que mientras la estructura de poder que los habilita se mantenga, la violencia sexual seguirá siendo un instrumento de control y una demostración de esas desigualdades que empiezan a manifestarse desde violencias “menores” y socialmente aceptadas como el acoso. De hecho, Dominique Pelicot ya había sido sorprendido grabando a mujeres sin su consentimiento en 2010. En ese momento le pusieron una multa pero Gisèle jamás se enteró.
Sumisión química
Ese poder de sometimiento usado por Pelicot y los otros 50 acusados se conoce como sumisión química y es más común de lo que parece. Para cometer las violaciones, Dominique Pelicot le suministraba a Gisèle -sin su consentimiento- una mezcla de ansiolíticos y somníferos en el café y el vino que la dejaban en estado de sumisión química, inconsciente e incapaz de defenderse o rechazar cualquier agresión hasta por ocho horas seguidas. La sumisión química es una práctica cada vez más común usada para cometer abusos sexuales, mayoritariamente contra mujeres y menores de edad. Por ello, se esperaría que los servicios de urgencias de los hospitales estuvieran en capacidad de identificar y denunciar estos casos. Desafortunadamente no es así. Gisèle había buscado ayuda médica por una aparente pérdida de memoria y fatiga extrema. El cansancio, un cosquilleo en el cuerpo y las lagunas mentales la llevaron a pensar que padecía de Alzheimer o que tenía un tumor cerebral. Gisèle visitó a neurólogos, ginecólogos, pero los médicos nunca hallaron ni sospecharon nada.
Pero, de nuevo, la sumisión química no solo es un mecanismo atípico usado por agresores seriales. Encontramos sumisión química en hogares de adultas mayores, en bares y discotecas, no solo en casos de hombres desconocidos que ponen drogas en las bebidas de mujeres para dejarlas inconscientes y someterlas sexualmente; tu amigo, el que se emborracha a una mujer para aprovecharse de incapacidad de consentir, recordar o defenderse, también podría estar incurriendo en sumisión química. Para no ir muy lejos, en 2022 al menos tres mujeres denunciaron formalmente por presunto abuso sexual al músico Jonathan Hernández, líder de la banda bogotana Electric Mistakes. Las denunciantes contaron que Hernández ponía drogas siquiátricas en sus bebidas o alimentos transgredir su consentimiento y agredirlas sexualmente. No era un desconocido en un bar, era un conocido en quien ellas confiaban. El problema está más cerca de lo que dimensionamos pero no se habla suficiente de eso y el silencio también es parte del entramado.
El papel de los medios
El veredicto está contemplado para el 20 de diciembre de este año y se espera que Pelicot reciba una condena de 20 años en prisión, el máximo contemplado para este tipo de delitos. Sin embargo, más allá del tiempo que Pelicot pase en la cárcel, el caso de Gisèle marca nuevas pautas en la denuncia de la violencia sexual. El juicio apenas comienza y desde el primer momento la revictimización mediática ha sido una protagonista más. Desde la espectacularización del agresor como “monstruo” hasta la representación gráfica de algunos medios, el caso nos llama a revisar la manera en que hablamos e informamos este tipo de violencias. Los casos paradigmáticos tienen un efecto social que trasciende la condena y los medios de comunicación y quienes los conformamos tenemos el potencial de disputar sentidos, cambiar narrativas y construir otras historias. En honor a la valentía de Gisèle, que así sea y que la vergüenza cambie de bando.
Me solidarizo con esta señora valiente que expuso su caso tan doloroso y a la vez vergonzoso para salvar a tantas mujeres de estos monstruos depredadores que piensan que las usan como objetos para satisfacer sus mentes enfermas .
Increíble que esa mujer haya soportado tanto maltrato y no se haya dado cuenta nadie de como entraban hombres a su casa y las enfermedades de transmisión sexual que padeció, sin ninguna explicación.
Que grado de trastorno mental tienen esos hombres, increíble degeneracion
de acuerdo con dejar de difundir su rostro, agregaría dejar de llamarla por el apellido de su agresor.
Leí en otra noticia que se lo cambió.
en las declaraciones, ella asi lo quiere, que la verguenza se cambie de vereda. Es el otro, el agresor quien deberia querer esconderse. Ella la tiene re clara.
Muy buen reportaje, es dificil ver que solo tres de cada diez de los hombres contactados se negaron a participar, sin embargo y sin perder la fe en la humanidad, pienso que quien entra a un blog de ese tipo ya tiene la mente dañada, así que los tres que no participaron no tienen excusa ni perdón, deberian ser juzgados por complicidad. Lo de #NOTALLMEN, claro que si, no todos, pero el número de hombres que participaron preocupa!
Muchísimas gracias por compartir la lista.
Que vergüenza el género masculino.. El machismo viola y mata. Ya no creo en la Justicia de los hombres.
Eduquemos en el respeto y el amor para que estos degenerados sean expuestos y linchados.
Como mujeres debemos estar informadas para evitar qué nos pase lo mismo.