¿Qué tan cierto es lo del “Día Cero”? ¿De verdad el suministro de agua en CDMX será tan limitado como se dice? Aunque no es posible saber con exactitud qué día la capital o el país se quedarán sin agua, especialistas aseguran que en México, (especialmente en CDMX, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Durango, Tamaulipas, Colima, Baja California Sur, Morelos, Hidalgo y Nayarit), la sequía es inminente.
Actualmente, el sistema hídrico del Río Cutzamala —que desde 1982 aporta el 26% del agua del Valle de México— atraviesa por su peor crisis en toda la historia, debido a: 1. la significativa disminución de las lluvias —se calcula al menos un 25% menos— , 2. el modelo económico que prioriza a las élites inmobiliarias y 3. la falta de una verdadera visión ecológica y de desarrollo sustentable en las políticas públicas.
Y es que, aunque el agua es vital para cada una de nuestras actividades, únicamente es tema de conversación cuando afecta nuestra calidad de vida o cuando se vincula con alguna manifestación del cambio climático (sequías o inundaciones, por ejemplo), como dice el ecólogo e investigador de Biología Luis Zambrano González.
En México, la problemática del abastecimiento desigual y limitado es histórica. Incluso, se le puede abordar como uno de los efectos del colonialismo. Antes del genocidio y saqueo del imperio español, los barrios de Tenochtitlán se conectaban por canales, pero al considerar los estancamientos de agua como ‘algo dañino’, los españoles empezaron a secar y drenar los lagos. La situación empeoró con el proceso de urbanización acelerada.
Otra cuestión notoria es que, se reconoce al acceso al agua en el artículo cuarto de la Constitución Política, pero no se le considera ni protege como lo que es: un derecho humano y un bien común, como lo señala la Ley de Aguas Nacionales de 1992.
Según información de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), en México la cobertura de este recurso natural es del “92.4% a nivel nacional; 95.1% en zonas urbanas y 82.9% en zonas rurales”. No obstante, la realidad es muy distinta.
Desde 2006 ha aumentado el número de municipios a los que les falta el agua. En la capital, sólo una de las 16 alcaldías cuenta con suministro diario: la Benito Juárez, que es la más privilegiada de la ciudad, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Si bien en CDMX 98.8% de las viviendas cuenta con agua entubada, más de 113 mil personas en situación de pobreza muy alta ‘acceden’ al líquido por otras vías como los tandeos, las pipas, el acarreo manual o la compra de agua embotellada. Para la escritora y lingüista Yásnaya Aguilar, la crisis hídrica en Ciudad de México es expresión y consecuencia del “reparto clasista de los bienes naturales” y también una situación que evidencia el abandono estatal por las poblaciones que viven en las periferias.
A su vez, especialistas como Luis Zambrano, Loreta Castro (urbanista de la UNAM) y Patricia Ávila (Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, UNAM) destacan que el alarmante estatus hídrico en el país es “un tema complejo y en el que hay muchos responsables”.
Colectivos por la defensa del territorio en Coyoacán y Tlalpan han denunciado que el desabasto y el acceso privilegiado son una de las caras más visibles de un desarrollo inmobiliario que despoja, sobreexplota los recursos y contribuye a los procesos de gentrificación.
En los pueblos de Xoco y Magdalena Atlitic, los recortes de agua encuentran como factor clave el levantamiento de megaproyectos privados como el Complejo Mítikah —un rascacielos y un centro comercial del fideicomiso de bienes raíces Fibra Uno— y el Parque la Cañada (Grupo FRISA).
La Ciudad de México no es la única entidad en la que el desabasto hídrico ha sido señalado como uno de los impactos negativos de la gentrificación. En Barrio del Peñasco, en Oaxaca, el servicio de las pipas se ha reservado como privilegio para las viviendas que se rentan a los extranjeros. Por su parte, el municipio de Doctor Arroyo, en Nuevo León, recibe el suministro una sola vez por semana y depende de la ‘buena voluntad’ de Coca-Cola, que tiene concesiones para explotar 28 millones de metros cúbicos de agua al año.
Aunque los procesos de privatización del agua pueden tomar más de medio siglo, no podemos mirar hacia otro lado cuando es un fenómeno que se instaura con gran fuerza y que, en países latinoamericanos como Chile, condiciona el acceso y, con ello, afecta la calidad de vida de poblaciones enteras. Tampoco podemos ignorar que México tiene antecedentes de privatización muy relevantes y, en cierta parte, recientes ¿O acaso ya se nos olvidó que antes de terminar su sexenio, en 2018, Enrique Peña Nieto mostró intenciones de hacer del acceso al agua un negocio?
Desde que la Conagua confirmó que la capital atraviesa por una grave situación de sequía, las autoridades han enfatizado medidas de corto plazo —y en lo individual— como el ahorro de agua en actividades cotidianas. Sin embargo, a la fecha, hay cierta resistencia a hablar abiertamente sobre las problemáticas que señalan sus (ir)responsabilidades.
La deficiente —o inexistente— política pública para la seguridad al acceso al agua así como el solapamiento a desarrollos inmobiliarios agresivos y la permisividad —y hasta apoyo— de procesos de gentrificación también nos acercan al “Día Cero”. Dejemos de culpar a la naturaleza.