April 7, 2025

Chimamanda y el peligro de creer en un relato único sobre la gestación subrogada

Una entrevista de la escritora nigeriana en la que revela que sus gemelos fueron concebidos mediante una gestante sustituta reavivó el debate sobre la gestación subrogada. Sher Herrera señala los prejuicios del feminismo blanco al abordar el tema al querer hablar por las mujeres racializadas y empobrecidas.

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La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, autora de libros y novelas como Medio Sol Amarillo, Americanah, y Todos Deberíamos Ser Feministas, contó en una entrevista que había tenido a sus gemelos por medio de gestación subrogada o por sustitución, es decir que otra mujer los gestó por ella. “Han nacido con una madre sustituta”, dice en la entrevista con el periódico neerlandés Volkskrant. Chimamanda reside en Maryland, Estados Unidos, estado donde la gestación subrogada es permitida1. La escritora no da más detalles en la entrevista (y está en todo su derecho) sobre si fue un caso altruista, que es la modalidad más “aceptada” y permitida incluso donde no se ha regulado esta práctica, o si lo hizo de otra forma. Aún así, de inmediato se hicieron virales videos de mujeres blancas y blancomestizas que encontraron la oportunidad, y no la desaprovecharon, para asumir que una mujer negra burguesa como Chimamanda había “abusado de su posición de poder para explotar el cuerpo de una mujer empobrecida, seguramente del sur global” y de paso decir que la raza era menos relevante que la clase.

Recurriendo a la ética retórica de la que habla la antropóloga y académica africanista Marimba Ani las feministas blancas se llenaron la boca diciendo que Chimamanda “se compró” unos bebés, lo cual es una acusación de trata de personas, sin tener conocimiento sobre su caso, sin saber si fue la hermana quien le tuvo los bebés, o realizó un acuerdo legal que incluía una compensación, que la mujer gestante aceptó, desde su criterio de cómo debía ser compensada. Las abolicionistas decidieron criminalizar esta práctica generando desinformación de los procesos de gestación subrogada y estigma sobre quienes optan por ser gestantes e incluso sobre quienes nacen mediante esta técnica.

Tal vez si la noticia hubiera sido que Chimamanda tiene dos nanas nocturnas y dos diurnas para poder dedicarse a escribir, como ocurre en círculos de clases altas (incluso del sur global), ninguna feminista blanca estaría escandalizada con las relaciones de clase y la explotación de esas mujeres menos privilegiadas. Solo se escandalizan y encuentran inaceptables los trabajos y labores remuneradas en el capitalismo que involucran el trabajo sexual y reproductivo. 

No es que no sea posible y cuestionable que una mujer negra privilegiada oprima o discrimine a otres, casos conocemos muchos, incluso la misma Chimamanda con sus declaraciones transfóbicas. Pero con la gestación subrogada no necesariamente lo está haciendo. Las personas que deciden gestar por otras puede que lo hagan de manera altruista o no y aunque cuesta creerlo no es algo que harían exclusivamente las empobrecidas racializadas para las ricas blancas “OBLIGADAS” por la pobreza. Incluso yo que he vivido con esta convicción y con casos de gestación subrogada altruista en mi familia, entre personas racializadas y sin recursos económicos para pagar clínicas de fertilidad (usen un poquito su imaginación). Estas prácticas son más comunes de lo que creen, entre hermanas, cuñadas, primas de la misma raza y clase social. Pero el imaginario blanco solo nos reduce a nosotras, las mujeres empobrecidas y racializadas, en especial a las del sur global, a una única posibilidad: explotadas y desagenciadas.

Antes de seguir con el caso de Chimamanda, debo agregar que cualquier análisis de la subrogación no altruista tiene que evaluarse en paralelo con otras formas de trabajo de cuidado remunerado, ya que ningún consumo en el sistema capitalista es ético, ningún trabajo en el sistema capitalista es anticapitalista y muchos de ellos especialmente los que no están regulados con marcos garantistas de derechos humanos son susceptibles a caer en trata de personas, bien sea en trabajos o servicios forzados, servidumbre, y otros. Por eso todo el tiempo estamos negociando límites, valores, condiciones y recompensas “justas” para las personas que realizan todos estos trabajos. En el sistema patriarcal, mientras una mujer rompe el techo de cristal, otra racializada y empobrecida barre los vidrios que quedan en el suelo, y es hipócrita no reconocerlo. Siempre nos sostienen otras mujeres, por altruismo, por “amor” o porque les pagamos y eso está atravesado por relaciones de poder y privilegio. Mientras escribimos, somos abogadas, o realizamos otro trabajo bien visto por el sistema, otras limpian, otras cocinan, otras gestan, paren, cuidan, crían, etc, y como feministas o personas interesadas por la justicia social, debemos reclamar derechos, garantizar condiciones y pagar lo justo.

El feminismo de Chimamanda

Hay que recordar que Chimamanda es una mujer negra burguesa y que en su burbuja protegida no experimentó en sus carnes la discriminación racial, porque todo el mundo en su entorno era negro, hasta que salió del continente africano. Esa experiencia inspiró su novela Americanah. Y aunque en sus novelas podría dar algunas luces sobre el impacto del racismo y el colonialismo en la vida de las mujeres negras y de la diáspora, Chimamanda nunca ha sido ni será una feminista negra revolucionaria, guerrillera decolonial y anticapitalista. Si así fuera, aunque se tratara de la escritora más brillante en la historia, lxs blancxs nunca le habrían dado tanto reconocimiento, las feministas blancas no sabrían ni su nombre, y Beyoncé no habría colaborado con ella.

El feminismo de Chimamanda es feminismo para dummies, es fácil de leer, no genera ataques de fragilidad blanca, no convoca a ninguna revolución, no invita a romper y quemarlo todo, es por eso que permiten y sugieren su lectura en las escuelas. Y es también lo más revolucionario que leerán las blancas en las escuelas de élite (y lamento decepcionar a mis haters feministas de X, pero yo no fui a ningún Marymount, yo me gradué del colegio Jesús Espeleta Fajardo, en el barrio La Paz de Santa Marta, allá donde su feminismo de élite no tiene sentido). 

En 2017, en una entrevista con Channel 4 News le preguntaron si una mujer trans era “menos que una mujer real”, a lo que ella respondió: “Una mujer trans es una mujer trans (…) Se trata de cómo nos trata el mundo, y creo que si has vivido en el mundo como hombre con los privilegios que el mundo concede a los hombres y luego cambias de género, me resulta difícil aceptar que podamos equiparar tu experiencia con la experiencia de una mujer que ha vivido desde el principio como mujer y a la que no se le han concedido los privilegios que se les conceden a los hombres”.

A mí no me interesa ningunear ni defender a Chimamanda, sino la posibilidad de que una mujer (sí, incluso una empobrecida y racializada) elija la opción de gestar por otra. A Chimamanda siempre la he admirado por lo que es, una escritora negra extraordinaria, y no espero que sea o piense como yo. Tampoco es mi brújula moral, ético-política, ni de revoluciones, y mis cuestionamientos para ella son claros, especialmente respecto a sus declaraciones transfóbicas. Pero entre tanto comentario respecto a la “incoherencia en el feminismo de Chimamanda” no me queda sino decir que las demandas de coherencia son absurdas especialmente cuando no supiste leerla y solo proyectas tus expectativas y creencias en ella. Chimamanda siempre ha sido tibia y coherente en su tibieza, si eres blanca y alguna vez la amaste y hoy tienes el corazón partido es tal vez porque tu feminismo tampoco es revolucionario. Porque sí, hay que decir que la gestación por sustitución no es per sé un acto feminista, nadie nunca ha dicho eso, pero antifeminista tampoco, es uno de esos dilemas morales que cae en los vacíos legales que existen en países como el nuestro y cada quien asume una postura de acuerdo con su REALIDAD MATERIAL (eso que tanto les encanta decir a algunas hasta que ya no se ajusta a sus narrativas). ¿Qué es lo feminista aquí, el prohibicionismo y punitivismo? ¿La moral? ¿Limitar la autonomía reproductiva a unos casos sí pero a otros no? ¿Garantizar que todas tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas para poder vivir y luego sí tener el atrevimiento de juzgar sobre nuestras elecciones cual salvadoras blancas? El debate va por ahí. 

Es más coherente la trayectoria de Chimamanda incluso con su tibieza, que la de aquellas que gritan “Mi cuerpo, mi decisión”, pero estigmatizan e infantilizan las decisiones que toman las personas trans y trabajadoras sexuales sobre sus cuerpos y ahora también las negras, las indígenas, las empobrecidas, las de la periferia, las de su imaginario único del sur global (aunque es posible también que haya sido una mujer del norte global quien gestó lxs gemelxs de Chimamanda). 

Lo cierto es que hablamos mucho de la fragilidad de las feministas blancas pero en realidad no hay nada más frágil que la respetabilidad de las mujeres negras, por eso debemos trabajar el triple, y ser la excelencia negra andante, vernos absolutamente impecables, ser toda coherencia de cara a las interpretaciones que lxs blancxs quieran hacer sobre nosotras, ya que contradecir a lxs blancxs o cometer un error es imperdonable. La virulencia de las feministas blancas con Chimamanda y con quienes no caemos en la trampa de pensar que las mujeres empobrecidas no tienen agencia  es un recordatorio para todas nosotras de ello.

Pero si algo interesante deja este “debate” es la conversación pendiente sobre la importancia de regular esta práctica, que ocurre desde hace muchos años por altruismo o por compensación y que va a seguir ocurriendo con regulación o sin ella (ojalá con), donde lamentablemente también por los vacíos legales que existen, hay casos de explotación. También nos queda clara la necesidad de desenmarañar los estigmas y lugares comunes a los que nos llevan los discursos de la policía feminista de la moral, su deshumanización y uso inadecuado de los conceptos para estigmatizar tanto a quienes desean tener hijes, como a las personas con capacidad gestante que, por diversos motivos, económicos, afectivos o políticos deciden gestar por otres.

¿Quién lo diría? Feministas usando las mismas estrategias de desinformación de las evangélicas provida que llaman asesinato al aborto, para impedir que otras decidan sobre sus cuerpos, y hablando de “nasciturus”, de forzar a las mujeres gestantes asumirse como madres contra su voluntad negando su autonomía, de la maternidad como destino biológico y de negarle la posibilidad a familias LGBT+ de tener una familia por medio de técnicas de reproducción asistida porque “NO ES LO NATURAL”… Seguir insistiendo en argumentos biologicistas como estos, que niegan que ambos procesos, gestación y maternidad, pueden separarse, sigue cayendo en la cancha antiderechos que niega que otras identidades pueden gestar y maternar. ¿Quizás no notan que están reforzando un montón de argumentos antiderechos en todo eso? 

El debate sobre la gestación por sustitución o gestación subrogada, como otros que involucran técnicas de reproducción asistida, no es nuevo y debe entenderse como un asunto que involucra los derechos reproductivos y que innegablemente está atravesado por realidades de género, raza y clase, así como por decisiones que involucran la ética y la moral individual. Pero el feminismo no es uno solo, ni tampoco es monolítico. Algunas, con otras construcciones sociales, de raza y clase por ejemplo, podemos entender otras realidades de manera distinta, aunque les cueste tanto imaginarlo. 

Quienes defendemos la regulación de estas prácticas lo hacemos precisamente para que se protejan y garanticen los derechos humanos de las gestantes y las infancias que nazcan como resultado de esta técnica. Quienes están del otro lado del debate, la gran mayoría de feministas hegemónicas con presencia en redes, creen que la prohibición de la gestación subrogada es lo mejor, porque consideran (igual que lo hacen con trabajo sexual) que cosifica y explota a las mujeres en el sistema patriarcal capitalista. Sin embargo, todas las que no somos herederas podemos ser explotadas en dicho sistema, no solo quienes realizan actividades sexuales, aunque claramente hay unas jerarquías estructurales: mientras algunas son explotadas laboralmente en oficinas y trabajos socialmente entendidos como “dignos”, otras son explotadas a jornal en una plantación o en el trabajo doméstico. 

Vuelvo a recordar que para tener un bebé por gestación subrogada o sustituta no necesariamente hay que pagarle a otra mujer para hacerlo. Así no te guste o no te quepa en el imaginario, la subrogación por altruismo existe. También es cierto que existen casos de explotación por el vacío legal que hay en este tema, así como es cierto que no todos los casos en los que una mujer recibe dinero a cambio son de explotación. Incluso si son mujeres empobrecidas, en un sistema capitalista. Todas esas realidades existen y deben ser tenidas en cuenta en un proyecto de regulación. 

Es más que obvio que en el capitalismo racial las mujeres del sur global, empobrecidas y racializadas somos las más vulnerables a la explotación, a la falta de garantías y al abuso, en todas las esferas de la vida, labores de cuidado, servicios y trabajos. Y que son las personas blancas, ricas y del norte global las que históricamente se han beneficiado y explotado los territorios del sur, incluyendo el territorio cuerpo del que habla Lorena Cabnal. Sin embargo, no hay trabajos “dignos” en el sistema capitalista, hay que abolir el sistema, abolir todos los trabajos como los conocemos, no solamente los trabajos, servicios, o labores de cuidado que involucran la sexualidad y la reproducción.

Las abolicionistas de la gestación subrogada afirman que las mujeres del sur, por ser empobrecidas y racializadas, estamos “OBLIGADAS” a “alquilar el vientre” a las personas del norte y el poder de esa decisión sobre nuestros cuerpos lo tiene el norte global, y por eso no podemos dar o negar el consentimiento. Chandra Talpade Mohanty ya nos advertía en Bajo los ojos de occidente, cómo el feminismo blanco nos representa como víctimas homogéneas, víctimas pasivas sin agencia. Esto es clasismo puro y duro. Las mujeres adultas empobrecidas y racializadas también tenemos límites, ética, moral, sistemas de creencias, sopesamos riesgos, por eso podemos dar o negar el consentimiento, podemos entender muy bien las relaciones de poder de raza y clase porque navegamos todo el tiempo las injusticias del sistema.

Finalmente me pregunto, ¿puede hablar la subalterna? Recordando a Spivak. Sí podemos, pero las más privilegiadas no quieren escuchar, no quieren escuchar a las mujeres que han vivido la experiencia, a las que les fue terrible y no lo volverían hacer, a las que lo han hecho y lo volverían hacer, a las que nos hace sentido hacerlo. Las empobrecidas y racializadas también pensamos de manera diversa, tenemos criterio y sistemas de creencias válidos de cara a la subrogación de la gestación o la gestación por sustitución. Solo escuchando a las subalternizadas se pueden crear las regulaciones que atiendan a nuestras necesidades y las protejan, así como de quienes nacen de esta práctica. 

El peligro de la historia única” también es creer que las mujeres vulnerables no tenemos límites, ni sistemas de creencias, y que las decisiones que tomamos sobre nuestra vida y nuestro cuerpo no son válidas como las decisiones que toman las blancas, ricas, y más privilegiadas del norte global. Merecemos garantías para decidir de manera segura sobre nuestros cuerpos, sea por amor, por altruismo o por interés económico.

  1. El Tribunal Supremo de Maryland en In re Roberto dB, 923 A.2d 115 (Md. 2007), dictaminó que un tribunal de primera instancia incurrió en error al negarse a permitir que una gestante suprimiera su nombre como “madre” de un certificado de nacimiento. El Tribunal dejó la formulación de políticas sobre gestación subrogada en manos de la legislatura, pero este fallo constituye aprobación implícita de la gestación subrogada en Maryland. ↩︎
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Autor

  • Sher Herrera, afrocolombiana, es comunicadora social y periodista. Maestra en Estudios Afrocolombianos, presentadora y cofundadora de la colectiva Las Viejas Verdes. Es también creadora de la marca Nuba Natural, una línea de cosméticos naturales artesanales.

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