
“Mi aspiración de justicia ha muerto. Desisto del proceso judicial que se sigue por mi caso en Colombia. Mi caso está y quedará en impunidad”, dijo Jineth Bedoya el pasado 28 de abril, anunciando que renunciaba a su aspiración de justicia en el sistema colombiano.
Este 25 de mayo se cumplen 25 años del día que Jineth Bedoya fue secuestrada en las puertas de una cárcel de máxima seguridad, frente a una patrulla de Policía, torturada y violada con complicidad de agentes del Estado, después de que la misma Inteligencia de la Policía la llevara directo a esa trampa. Desde entonces ella tuvo que investigar su propio caso porque de alguna forma sabía que la justicia de este país no iba a hacer mucho. Efectivamente, la Fiscalía no solo perdió pruebas clave, la ignoró y la revictimizó cada vez que tuvo oportunidad.
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Tuvieron que pasar 20 años y el caso tuvo que llegar a un tribunal internacional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para que se condenara al Estado colombiano y lo declarara responsable por la violencia sufrida por Jineth y por no prevenir, investigar ni sancionar adecuadamente los hechos. La Corte IDH ordenó al Estado una serie de medidas de reparación, investigación, sanción a los autores y no repetición que siguen sin cumplirse.
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En Colombia, la violencia sexual tiene una impunidad del 96%. Si el caso de Jineth que fue tan paradigmático no obtuvo justicia, ¿qué pueden esperar todas las mujeres cuyos casos ni llegan a los medios?
“Yo abandono mi justicia pero no abandono la justicia de ustedes. Porque esta, en últimas, va a ser mi justicia”, afirmó Jineth este viernes 23 de mayo en el encuentro Generaciones en diálogo. A 30 años de la Plataforma de Acción de Beijing. Avances, desafíos y perspectivas, organizado por ONU Mujeres.
Sabemos muy bien que Jineth no va a renunciar a su voz, porque fue ella quien nos enseñó que NO ES HORA DE CALLAR. Por Jineth ahora hablamos muchas más.