
El narcomusical “Emilia Pérez”, del director francés Jacques Audiard, se estrena en México el 23 de enero, misma fecha en que conoceremos las nominaciones para los premios Óscar. Aunque la galardonada película no ha llegado aún a las salas de cine, la percepción mexicana ha sido mayoritariamente negativa, basada, en gran medida, en fragmentos compartidos en redes. Proporcionaré más contexto para quienes quieran criticar la película con datos precisos (digo, razones sobran). En otras palabras, vi “Emilia Pérez” para que tú no tengas que hacerlo. El casting (casi enteramente compuesto por personas no mexicanas) y las canciones que no riman no me parecen lo más grave. Lo peor de “Emilia Pérez” es su premisa.
De qué se trata (¡Spoilers!)
Para poder desglosar a detalle la serie de fallas en “Emilia Pérez” es necesario dar un resumen (evidentemente con spoilers). La película nos presenta a la abogada Rita Mora Castro (Zoe Saldaña), que se dedica a defender a violentadores y feminicidas. Ella es contactada por “Manitas” (Karla Sofía Gascón), una clase de parodia de “El Chapo”. El capo le pide a la abogada que le ayude a conseguir a un médico para someterse a cirugías de afirmación de género.

Rita viaja a Bangkok, Tailandia, pero no queda convencida. Finalmente, opta por un doctor en Tel Aviv, interpretado por el exintegrante del ejército israelí, Mark Ivanir, un sutil detalle propagandístico. El propio Jerusalem Post (periódico israelí) destacó (y celebró) esta “inclusión”. Esto, a pesar de que Israel no se especializa en cirugías de transición de género, de hecho, sólo existe un hospital (Sheba Tel-HaShomer), donde se realizan estos procedimientos, por lo que habría tenido más sentido que la cirugía se realizara en Bangkok.

De cualquier forma, la protagonista transiciona y pasa de ser “Manitas” un hombre moreno, a vivir como Emilia Pérez, una bella mujer blanca. ¿Brownface? Claro que sí. Mientras tanto, su esposa Jessi (Selena Gómez) se muda a Suiza con sus dos hijos, pensando que “Manitas” murió. Cuatro años después, Emilia contacta a Rita para pedirle que le ayude a regresar a su familia a México. La abogada sigue sus órdenes y así es como las protagonistas se mudan a una casa juntas. Una tarde, Emilia recibe el folleto de búsqueda de un joven desaparecido, por lo que decide crear una colectiva de búsqueda llamada “La Lucecita”. En esta asociación conoce a Epifanía (Adriana Paz, la única mexicana que interpretó un papel relevante en la película), exesposa de un hombre desaparecido y asesinado. Ambas comienzan una relación amorosa, a base de engaños. Sobra decir que esto está mal, y que es extraño que se presente como parte del arco redentorio de Emilia.

Todo parece marchar bien en la nueva vida de Emilia hasta que Jessi le informa que planea casarse con su novio Gustavo y mudarse con sus hijos. Emilia enfurece, agrede a Jessi, la amenaza y ordena la paliza de su prometido. En venganza, Jessi y su novio secuestran a Emilia y le piden a Rita un rescate millonario. Todo termina en una balacera y en una persecución vehicular en la que Jessi, Emilia y Gustavo caen por un barranco y mueren. La película cierra con una procesión funeraria para la protagonista.

Apología al narco
La película ha tenido tan mala recepción entre el público mexicano por la premisa en sí misma. Es la historia de transición y transformación de Emilia, y sólo funciona si la audiencia es capaz de empatizar con una sanguinaria narcotraficante. La crisis de desaparición en México es simplificada a un punto ridículo, incluso dando cifras imprecisas. La protagonista afirma que “son casi 100 mil los desaparecidos”. Pero, dado que esa escena habría ocurrido al menos en 2023, el número real ya superaba las 100 mil víctimas, de acuerdo con datos oficiales de las Naciones Unidas. Actualmente, según colectivas, la cifra supera las 114,000 víctimas.
Un planteamiento central es que las víctimas deben perdonar a los victimarios (como la protagonista). Nos ofrecen esta perspectiva desde la primera secuencia musical titulada “El Alegato”, donde el elenco canta: “Cuando hablemos de violencia, hablemos de compasión. Cuando hablemos de violencia, abramos el corazón. Abracemos la miseria”. El mensaje parece abstracto al principio, pero posteriormente nos lo repiten hasta el cansancio. Por ejemplo, cuando Rita le canta al doctor israelí para convencerlo de operar a Emilia, diciendo: “Doctor, usted no sabe lo que es ser una reina, cuando te criaron para matar, debes bailar o morir”. Estas líneas sirven para deslindar de responsabilidad a la narcotraficante, como si su entorno de violencia justificara sus sucesivas acciones. Posteriormente, escuchamos el testimonio de “Manitas”, quien llora frente a Rita mientras canta: “No me falta la lana, no me falta matar, no me falta lujuria, me falta desear. Yo quiero otra cara, yo quiero otra piel, que el fondo de mi alma huela como la miel. Yo sólo deseo ser ella”. Se espera que sintamos compasión por Emilia, una grosera exigencia para un país donde cientos de miles de personas han sido impactadas por violentos criminales como la protagonista.

En otro número musical, escuchamos a un hijo de Emilia cantarle (a quien cree que es su tía) que ella huele como su papá, en lo que se supone debería ser un momento conmovedor, pero en realidad es una escena incómoda, pues los elementos que el hijo afirma le recuerdan a su papá parecen los resultados que arrojaría un Chat GPT racista si le pidieras hacer una lista del súper para un mexicano: “Hueles a la comida, picante, picante, hueles a azúcar, a cordero en el fuego, hueles también a Coca con limón y hielo y sudor. Olía a mezcal y guacamole, olía a los perros, olía a cigarro…”
La película toma un giro particularmente aberrante a partir de un encuentro que Emilia y Rita tienen con una madre buscadora. La madre les entrega el folleto de búsqueda de su hijo. En ese momento, Emilia decide cambiar su vida y utilizar sus recursos para encontrar a las víctimas de la violencia que ella misma ejerció. Tras encontrar al joven del folleto, gracias al testimonio de criminales arrepentidos, la madre le besa las manos y abraza a la asesina. La protagonista entonces afirma: “Cuando me besó las manos y sentí sus lágrimas, por primera vez me amé a mí misma”. De esta forma, explícitamente, Emilia nos revela que sus motivaciones son personales y egoístas.

En una escena posterior, Emilia le dice a Rita que “no pueden quedarse de brazos cruzados” y que “tienen que ayudar” a las víctimas. La exnarcotraficante propone hablar con delincuentes “arrepentidos” y asegura que “conoce a un buen que estarían dispuestos a hacer el bien”. Es dolorosa la simplificación de esta crisis. La película plantea que para solucionar la problemática sólo basta con que los narcos decidan ser buenos, tal y como hizo Emilia. En un panorama realista, aquellos que traicionaran a un cártel y ofrecieran información serían asesinados (con balas si corren con suerte). Eso, sin mencionar que son los mismos narcos los que han desaparecido y asesinado a madres buscadoras en México.

La exnarcotraficante además crea la colectiva de búsqueda “La Lucecita”. En un spot televisivo para la asociación, Emilia dice: “Nuestro objetivo principal es ayudar a las familias a encontrar a sus seres queridos. Aquí no hay culpables. No juzgamos a nadie. Por una nueva vida, por un nuevo horizonte”. Nuevamente, la película nos repite que debemos perdonar a los violentadores, no juzgarlos, y darles una segunda oportunidad. Reiteran esta premisa en la canción “Para”, la peor de toda la película en mi opinión (sí, peor que la de La Vaginoplastia). En esta escena, vemos a sicarios y buscadoras cantando lado a lado. La canción arranca con una mujer que dice: “Para saber dónde, cuándo, quién y cómo pasó, para contarles el final a los que él amó, para que todos sus amigos lo puedan llorar, aquí estoy”. Un sicario responde sus motivaciones para acudir con Emilia: “Para aguantarme la mirada en el espejo, para criar hoy a mis hijos con dinero limpio, para que haya una vida antes y otra después, para limpiar mi piel de tatuajes, aquí estoy, para ayudar con mis errores, aquí estoy”. Luego, víctimas y victimarios concluyen cantando: “Para pedir perdón y perdonar, aquí estamos”.

Esta canción atroz repite la errónea simplificación de que fácilmente los sicarios pueden arrepentirse y seguir con sus vidas, así solucionando la problemática. Este diagnóstico incorrecto es el resultado de la ignorancia de Audiard sobre el tema. La crisis de desaparición en México en gran medida, se debe a la incompetencia del Servicio Médico Forense. De acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) a mayo de 2024, había más de 114 mil personas desaparecidas en el país. El tema es que el Servicio Médico Forense tiene resguardados más de 72,000 cuerpos sin identificar. Si el Estado invirtiera en los recursos genéticos necesarios, podría solucionarse la mayor parte de la crisis. Esta realidad ni siquiera se asoma en la película. También hay un montaje de sicarios revelando información y detallando sitios donde habrían desmembrado y quemado a víctimas. Uno incluso asegura: “Recorríamos todo el país tratando de deshacer las pruebas”. El problema no es que los narcos esconden muy bien los cuerpos, sino que, como ya mencioné, tenemos un Servicio Médico Forense altamente ineficiente, además de que no contamos con un equipo oficial especializado en la búsqueda de fosas clandestinas.

Después de la muerte de Emilia, su figura es santificada y no de forma metafórica. Personas en las calles llevan una estatua de la exnarcotraficante similar a la de una virgen. Mientras esto ocurre, la gente canta: “A quien hizo el milagro de cambiar el dolor en oro, a aquella valiente figura por su gracia maravillosa”. Además, dentro del soundtrack oficial se incluyen dos canciones referentes a la escena, tituladas “Beatificación”, parte 1 y 2. Audiard espera que la gente acepte la noción de la exnarcotraficante como una persona digna de veneración religiosa. Al final de la película, se plasma a Emilia como una beata, eximida de todos sus pecados. Lo peor es que la transición de género de la protagonista es utilizada como una herramienta para limpiarla de sus acciones pasadas, reforzando narrativas negativas, transfóbicas y exotizantes sobre las personas trans.

Emilia Pérez y la mala representación trans
Críticxs trans e integrantes de la comunidad LGBTQ+ se han posicionado contra la película. La Alianza de Gays y Lesbianas Contra la Difamación (GLAAD) resumió las críticas en un texto titulado “Emilia Pérez no es buena representación trans”. Señalan que la obra de Audiard propone “una visión retrógrada de las mujeres trans” que “recicla estereotipos y clichés”. La periodista Amelia Hansford escribió para Pink News: “Emilia Pérez es principalmente una película sobre volver a nacer, y trata de usar la idea de transicionar para plantear que a través de su transición, Emilia se arrepiente por todos los pecados que cometió como líder de un cártel del narcotráfico. El problema es que transicionar no es una decisión moral, y el acto de transicionar por sí mismo no te absuelve de tu pasado. No es una muerte ni un renacimiento. En vez, Emilia continúa usando sus contactos del cartel, manipula a su familia para que pasen tiempo con ella, ejerce violencia física al final de la película, e incluso amenaza a su esposa, interpretada por Selena Gomez, con chantaje económico”.
Samantha Allen, James Factora y Fran Tirado publicaron un análisis en THEM US, donde exponen: “La transición es planteada como una absolución, usada como una herramienta para el engaño, y utilizada como la razón para su redención y santificación al final de la película”. Otro elemento criticado por varixs periodistas es que la protagonista utiliza una voz grave al violentar a su exesposa. “En cualquier momento que Emilia regresa a sus viejas costumbres (de violencia), Gascón baja su registro vocal, como para hacer una equivalencia entre la masculinidad con maldad y la feminidad con lo bueno”, explica Juan Barquin en Little White Lies. Kyndall Cunningham coincide: “Cuando ella (Emilia) se enoja y es violenta hacia Jessi, su voz regresa a un tono profundo y grave. No hay mucha separación entre esta presentación y retórica antitrans que sugiere que las mujeres trans son actores del engaño que representan un peligro a las mujeres cis”, publicó en Vox. Drew Burnett Gregory lo resume en Autostraddle: “La película toca todos los clichés imaginables: mujer trans asesina, mujer trans que abandona a su esposa e hijos para transicionar, transición planteada como una muerte, constantemente llamar a Emilia con pronombres masculinos y nombre previo, mujer trans descrita como mitad hombre/mitad mujer”.

No es México
“Emilia Pérez” presenta varios detalles erróneos que nos recuerdan la ausencia de personas mexicanas al frente y detrás de cámara. En los primeros minutos me desconcertó el título de Rita Mora Castro. El documento señala que se graduó como licenciada en Derecho en la Universidad Nacional de México. Esta universidad no existe, es el nombre previo que tenía la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hasta 1929. En la fotografía además aparece con toga y birrete, algo que no permite la institución. Luego la vemos ir a un supermercado. Al abrir el refrigerador vemos que dentro hay atún enlatado (extraño, no sé si refrigeran artículos no perecederos en Francia). En la tienda, Rita repasa los argumentos para el juicio y dice: “Estimados miembros del jurado”. Parece ser que al director Jacques Audiard ni siquiera le interesó informarse sobre el sistema de justicia en México. Aquí, a diferencia de Estados Unidos por ejemplo, no tenemos un jurado ciudadano.

Previo al juicio, ya entrada la noche, Rita va a tomarse un café a un tianguis. Muy pocos mercados ambulantes estarían abiertos a esa hora. Ya en el tianguis la abogada comienza a trabajar en su laptop, una decisión extraña considerando que la canción de fondo, “El Alegato” enfatiza la peligrosidad en México. Antes de irse a la audiencia, Rita imprime los documentos necesarios en el mismo changarro de café. ¿Cuándo han visto una impresora en un tianguis? No es la única escena de la película dentro de un mercado ambulante. Posteriormente vemos a Emilia y a Rita comiendo en otro tianguis. Parece ser que en la visión de Audiard, no existen cafeterías o restaurantes en México.

Después de la audiencia, Rita recibe la llamada de un desconocido que le pide verlo a solas al lado de un puesto de periódico para presentarle una propuesta. Momento seguido, la abogada entona la canción “Todo y Nada”, donde repite “No tengo nada que perder, tengo todo que ganar”. Para ser una película que se desvive en plantearnos a México como un país en ruinas por la violencia, es difícil creer que a Rita no se le ocurriría que tiene algo claro que perder: la vida. Cuando la abogada va al puesto de periódicos, una toma nos muestra un edificio con un letrero que dice: “Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal”. Segundos después, se enfocan unos periódicos que traen la fecha “Martes 15 de octubre de 2019”, 2 años después de que el Distrito Federal (D.F.) dejara de existir. Desde 2017 el D.F pasó a convertirse en la Ciudad de México. Nadie en la producción de “Emilia Pérez” fue capaz de detectar este error tan básico sobre la sede principal de la historia.

En el puesto de periódicos, Rita es secuestrada y llevada de la Ciudad de México a una zona desértica, muy distinta a los paisajes del centro del país. Emilia es de Monterrey, por lo que suponiendo que su base operativa está en Nuevo León, el recorrido que hizo Rita habría tomado más de 9 horas. La longitud de este trayecto no es plasmada. Esto podría ser una decisión deliberada o reflejo de un desconocimiento sobre la geografía del país. Hay más cuestiones banales, como el hecho de que escriben “Ciudad de México” sin acento, o que durante una visita a la “Cárcel Central” (sí, tampoco fueron capaces de googlear el nombre de una prisión en la capital), vemos la interacción de un prisionero a través de un cristal, imitando el formato estadounidense. En México las visitas ocurren en áreas designadas con mesas.

Conforme avanza la historia se suman más imprecisiones sobre el contexto político y social de México. Durante una entrevista, Rita se queja del “Departamento de Seguridad y Protección Ciudadana”, que no existe. Es una Secretaría. Emilia critica a la “Policía Judicial”, que se disolvió el 23 de julio de 2001 para convertirse en la Policía Federal Ministerial. Las protagonistas además se refieren a “La Lucecita” como una ONG o asociación, no como una colectiva, palabra más adecuada, comúnmente utilizada en el contexto mexicano. Luego, durante una gala de beneficencia, Emilia da la bienvenida a figuras políticas en la audiencia diciendo: “Estimados ministros, estimados diputados, estimados representantes de la Cámara de Comercio, Secretario de Gobernación, Secretario de Cultura…”. En esa escena, ocurrida al menos en 2023 de acuerdo con la cronología establecida por Audiard, Emilia nombra en masculino a las titulares de ambas secretarías estatales. Pero a finales del sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador y también tras la llegada de la presidenta Claudia Sheinbaum, han sido cuatro mujeres las que han ocupado dichos cargos: Luisa María Alcalde (secretaria de Gobernación 2023-2024), Rosa Icela Rodríguez (secretaria de Gobernación actual), Alejandra Frausto Guerrero (secretaria de Cultura 2018-2024) y Claudia Curiel de Icaza (secretaria de Cultura actual). Ya sé que me van a decir que no todo tenía que ser fiel a la realidad pero la decisión de nombrar a todos estos personajes en masculino suma a la narrativa de santificación de las mujeres que presenta la película. Recordemos que la transición de género de Emilia es la supuesta explicación de que ella haya cambiado su actuar. Además, Emilia establece previo a salir a hablar en la beneficencia, que invitó a “narcos, corruptos y maleantes”. Nombrar a mujeres como parte de ese mismo sistema que ejerce violencia, rompería con la estructura reduccionista de la película. De hecho, todos los corruptos que Rita critica durante la secuencia de “El Mal” son hombres. Justamente durante esa canción, la abogada dice: “Miren al químico que lo nombraron ministro de algo”. En México, los y las ministras son parte del Poder Judicial. Esta línea podría deberse a una mala traducción, dado que lo que en otros países se conoce como “Ministerios”, aquí son “Secretarías”.

En esa misma escena Rita denuncia la colusión entre el poder político y el crímen, cantando: “Miren al gober, gobernador. ¿Quién votó por él, la gente o el cártel?”. Desde el inicio de la película se muestra esta relación, cuando “Manitas” le pregunta a la abogada qué sabe de él, a lo que ella responde: “Que cambió de apoyos políticos el año pasado, que las elecciones, las elecciones le dieron la razón”. Aunque “Emilia Pérez” nunca menciona nombres de partidos políticos, cárteles o figuras particulares, evidentemente se hizo una referencia a las denuncias de colusión entre el partido Morena y el crimen organizado. A pesar de reconocer esta grave problemática, no se explora más allá de estas cuantas líneas en el guion. Emilia se convierte en activista sin experimentar ninguna clase de crítica o represión del gobierno y sabemos en México que esa no es la realidad a la que se enfrentan las madres buscadoras que son pintadas como opositoras.

Siendo mexicana, particularmente viviendo en la Ciudad de México, es absurda la razón por la que Emilia y Jessi terminan peleándose en la parte final de la película. Ellas viven en Las Lomas, y cuando Jessi revela que planea mudarse a Polanco, la exnarcotraficante se enfurece. Plantea que ese lugar es muy lejano, incluso cuestionando si hay buenas escuelas allí. Esta pregunta es ridícula por varias razones. Primero, porque Polanco es una de las zonas más ricas del país, por lo que evidentemente habría diversas escuelas privadas aledañas a las que podrían inscribir a sus hijos. Y segundo, porque Emilia asume que por la mudanza, los niños tendrían que cambiarse de escuela. Esto es absurdo porque quien conozca la ciudad (o tenga la posibilidad de ingresar a Google Maps) bien sabrá que Las Lomas y Polanco están a tan sólo 3 kilómetros de distancia, un trayecto de incluso menos de 10 minutos. Esta no es la primera imprecisión sobre la ciudad que presenta “Emilia Pérez”. En una de las tomas iniciales vemos que Rita vive al lado del World Trade Center, un área adinerada de la capital. Aún así, su edificio aparece en malas condiciones, y la abogada constantemente se queja de su insuficiente salario.

Escándalos de “Emilia Pérez”
Las declaraciones del director Jacques Audiard, de la protagonista Karla Sofía Gascón, y de la directora de casting Carla Hool agravaron las críticas contra el narcomusical. En octubre de 2024, durante la presentación de “Emilia Pérez” en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), Audiard aseguró que “No estudio tanto” sobre México para hacer esta película, pues “lo que tenía que entender ya lo sabía un poco”. Esto lo declaró tras ser cuestionado por la periodista mexicana de espectáculos Karen Villanueva. Tras la oleada de críticas, Karla Sofía respondió en un tuit. Dijo que el odio a “Emilia Pérez” era injustificado y llamó a sus críticos (en su mayoría mexicanxs) “gatos”, un término ofensivo con connotaciones clasistas.

La directora de casting le echó más leña al fuego. Durante una conferencia de prensa aclaró que, inicialmente, los personajes protagónicos interpretados por la española Karla Sofía Gascón y las estadounidenses Zoe Saldaña y Selena Gomez, eran personajes mexicanos. Carla Hool argumentó que “hizo una gran búsqueda en México”, pero que al final del día las mejores actrices que encontraron para los personajes fueron las seleccionadas. Por ello hicieron modificaciones al guion para justificar los acentos de las intérpretes. El personaje de Selena es estadounidense; la abogada interpretada por Saldaña da a conocer que es de República Dominicana; y Emilia asegura que por tanto viajar perdió su acento norteño. Esta última justificación no tiene sentido dado que “Manitas” también tenía un marcado acento español, con un tono muy similar a la voz del Gato con Botas en Shrek. Por otro lado, argumentar que no encontraron intérpretes adecuadas en México es evidentemente falso e insultante. ¿Danna y Eiza González están pintadas o qué?

Más allá de las nacionalidades de las tres protagonistas, es importante reconocer que a pesar de tratarse de un musical, ninguna de ellas es una destacada vocalista. En cuanto a las actuaciones, Selena dio una decepcionante interpretación. No era expresiva en momentos cruciales, quizás porque no entendía completamente lo que estaba diciendo. El guion tampoco le ayudó pues, aunque su personaje era estadounidense, se decidió que el diálogo interno de Jessi fuera en español, así cantándonos “Bienvenida”, difícil de entender sin subtítulos por su terrible pronunciación.
La ausencia de actrices y actores mexicanos no sólo es evidente en los roles protagónicos. Varixs personajes secundarixs, supuestamente mexicanxs, son interpretadxs por personas de otros países hispanohablantes. En su mayoría, España (ver fig. 1). Hice una revisión de los perfiles de cada unx de lxs integrantes del elenco (ver fig.2), revelando así la presencia de artistas latinoamericanxs, más no mexicanxs. En sus redes personales, además, varixs muestran ser personas que ya estaban establecidas en Francia, desmontando la narrativa de Hool de una supuesta búsqueda exhaustiva en nuestro país.


La última controversia se debió a la ausencia de Audiard en un evento al que había confirmado asistencia para conversar sobre la película frente a la comunidad de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). El francés justificó problemas logísticos. La actriz mexicana Adriana Paz sí asistió, explicando su perspectiva sobre la controversia.
Alabanzas internacionales a “Emilia Pérez”
La película de Jacques Audiard ha sido ampliamente celebrada por la crítica internacional. No me sorprende tanto. Sigo recordando las alabanzas que le aventaron a la terrible y racista película “Nuevo Orden”, del director Michel Franco, que, como “Emilia Pérez”, se planteó como una “crítica social” al contexto mexicano. En Cannes, el narcomusical recibió el Premio del Jurado, y Karla Sofía obtuvo el premio por mejor actriz. Además, en los Golden Globes, “Emilia Pérez” fue la película más galardonada de la noche. Generó críticas que durante la premiación, Adriana Paz, la única mexicana con un rol protagónico en el elenco, no fuera incluida en la mesa estelar con las otras actrices.

Al final de la noche, la película francesa obtuvo la estatuilla a “Mejor película musical o de comedia”, “Mejor canción en una película” por “El Mal”, “Mejor película no en inglés”, y “Mejor actriz de reparto” por la interpretación de Saldaña. Jacques Audiard, Karla Sofía Gascón, la música Camille, y Zoe Saldaña dieron discursos de agradecimiento. Ninguna de las personas mencionadas aprovechó el espacio para hablar de la crisis de desaparición en México, supuesta trama central de la película. Ni siquiera mencionaron el nombre de nuestro país. En su lugar, lanzaron mensajes ambiguos que seguramente pensaron fueron profundamente inspiradores. Audiard por ejemplo envió un “abrazo para todas las personas que están preocupadas” y pidió que “continuarán luchando”.
“Emilia Peréz” es un musical con malas canciones; es una película sobre narcos que trivializa y desinforma sobre la situación actual de México; es una historia centrada en una protagonista trans que a su vez propaga estereotipos dañinos contra su propia comunidad. Como denuncia social no sirve. Como musical, tampoco. Como material para fetichizar la realidad en México, sí resulta útil. Su enaltecimiento por la crítica internacional es particularmente aberrante cuando sí existen obras que tratan con tacto la crisis de violencia que enfrenta México.

En 2024 también se estrenó “SUJO”, dirigida por las mexicanas Astrid Rondero y Fernanda Valadez. La película se centra en el hijo de un sicario, y como “Emilia Pérez”, cuestiona si las personas implicadas en las redes del narcotráfico son capaces de cambiar su pasado y aparente destino. Aunque superficialmente las premisas de ambas películas parecen similares, la diferencia entre ellas es abismal por un simple detalle: a las directoras de “SUJO” sí les importó documentarse sobre el tema. Ser mexicanas no las hizo creer que entendían la complejidad de la problemática, por lo que antes de la filmación hicieron trabajo periodístico profundo de campo. Esta investigación contrasta con la soberbia de Audiard, que pensó que “lo que tenía que entender ya lo sabía”. “SUJO” fue seleccionada como la película que representaría a México en los premios Oscar, pero la Academia terminó eliminándola de su selección preliminar. En cambio, “los expertos” en cine optaron por incluir a una película que trataba el mismo tema, pero desde una visión ajena, exotizante y caricaturizada.
Este 23 de enero que se estrene “Emilia Pérez” hagamos saber nuestro descontento con nuestro bolsillo. No llenemos aquellas salas de cine. Pasemos el debate digital a una realidad tangible. Dejemos claro que, a pesar de lo que piensa Karla Sofía Gascón, la crítica no es odio y tampoco es injustificada. No somos sólo “cuatro gatos” Karla, somos miles.
