
Cada vez que el presidente argentino Javier Milei -o algún vocero de su gobierno- dice que va a eliminar derechos conquistados por las mujeres, lesbianas, travestis, gays o trans como protagonistas, o caracteriza a estas personas, suele hablarse de “batalla cultural” y de esos grupos como “minorías”. No fue una novedad el discurso que el mandatario argentino dio en Davos el jueves pasado, en donde dijo que los varones gays son pedófilos, que los movimientos de derechos humanos y feministas (a quienes nombra como wokismo) son un “cáncer que hay que extirpar”. Casi que ya no asombra que niegue la brecha salarial, o deslegitime la existencia de los femicidios. Sin embargo, esta vez, sus palabras cargadas de odio, exterminio y desprecio no quedaron flotando como mensajes en una botella lanzados al mar, provocaron un sacudón que activó la emergencia de un frente antifascista federal.
Ante los ataques directos, la organización política vuelve a ser una respuesta posible en una Argentina en la que la oposición al gobierno libertario todavía no reacciona, ni siquiera después de un año.
“La vida está en riesgo”, plantearon desde este espacio emergente, que nuclea a agrupaciones de la diversidad y antifascistas. Primero convocaron a una asamblea en Parque Lezama de la que participaron un centenar de personas y decidieron abrir el espacio para un encuentro más amplio el sábado. Así fue como en ese mismo lugar, en menos de 48 horas, lograron desbordar el anfiteatro con 10.000 personas reunidas aproximadamente. Después de casi cinco horas de intercambio con micrófono abierto se decidió convocar a una Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antiracista el próximo sábado 1 de febrero a las 16h. La movilización partirá desde el Congreso e irá hasta Plaza de Mayo. También se replicará en, al menos, una veintena de ciudades del país que tuvieron sus asambleas este fin de semana, o se preparan para hacerlas en estos días.
La idea de que la vida de muchas personas que este gobierno ataca constantemente está en riesgo no es metáfora, no puede ser pensada en términos abstractos que confunden y las mayorías desconocen como “woke”, o la lógica de la “batalla cultural”. Además de que me niego a hablar en los términos que propone la narrativa de la reacción conservadora y en esa lógica bélica que plantean, a esta altura, creo ya no puede ser posible seguir sosteniendo que se trata de una disputa únicamente simbólica o identitaria.
Tampoco pueden pensarse en la lógica política de la confrontación, la tensión natural que puede existir entre adversarios, cuando lo que se propone es terror y eliminación. Un día antes de su discurso en el Foro Económico Mundial, en defensa del tecnorico Elon Musk y su gesto tildado nazi en la asunción de Donald Trump, Milei había amenazado en X: “zurdos hijos de putas tiemblen”.
Ya queda suave y un poco liviano hablar de disputa cultural cuando quien habla es el jefe de Estado y detrás de sus palabras (o delante) hay personas, existencias, historias, vivencias que por su forma de ser y estar son blanco de su ataque, sus amenazas y su odio. Personas que no pueden (ni deben, por supuesto) dejar de existir, hacer, vivir, habitar este mundo. Proponerlo es fascista.
Si de “batalla cultural” se trata pienso en las conversaciones que abrieron los feminismos en los últimos años en Argentina como ejemplo de esas disputas de sentidos encarnados. El movimiento Ni Una Menos no salió de un repollo en 2015 cuando se hizo la primera movilización masiva por los femicidios. La insistencia de las activistas por el aborto por hablar de este tema atravesó casi cuatro décadas hasta conseguir que sea ley. Detrás de esos movimientos hubo reuniones, volanteadas, campañas, actividades, encuentros, acciones, marchas que sostuvieron conversaciones que primero fueron un susurro y que después se volvieron una discusión pública, mediática y política. Hubo esfuerzos explicativos, pedagógicos, para dar cuenta de realidades estructurales y cambiar sentidos comunes: los femicidios dejaron de ser nombrados como “crimenes pasionales”; el aborto dejó de ser narrado como un crimen. También surgieron leyes, programas, registros, instituciones que reconocieron problemáticas centrales de la histórica lucha feminista. Pero primero siempre hubo militancia, trabajo, conversación, diálogo de cara a la sociedad en su conjunto, aporte de datos, evidencia y argumentos, con el objetivo de llegar a la mayoría de personas posibles
Lo que Milei dijo en Davos no quedó en Davos. Al día siguiente, desde Casa Rosada, filtraron que el gobierno busca presentar un proyecto que denominan de “igualdad ante la ley”. Su objetivo sería eliminar una serie de legislaciones de “discriminación positiva” incorporadas al plexo normativo local desde 2012 en adelante: van desde la modificación del el Código Penal para eliminar la figura de femicidio (homicidio agravado por mediar violencia de género), la Ley de Cupo Trans, la Ley de Identidad de género, la Ley de Paridad de Género en Ámbitos de Representación Política, el cupo laboral para personas con discapacidad, el DNI no binario y la modificación de la Ley Micaela, que establece una capacitación en género obligatoria para los empleados de la administración pública. El Ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona, ratificó estas intenciones en X. Aunque los votos en el Congreso no le alcanzan para aprobar este proyecto, la pregunta por la continuidad de estos derechos ya está en danza.
Es necesario que quede expuesto: no son propuestas que van contra las “minorías”. Solo por poner el foco en los femicidios, detrás de cada muerte de una mujer víctima de la forma más extrema de la violencia de género los daños y las rupturas son múltiples: hijos e hijas que quedan sin madre y con un padre preso o muerto, porque muchos se suicidan después de matar. En la última década fueron 2496 las víctimas de femicidios. Son más de 4.000 los chicos y chicas que perdieron a su mamá. El desamparo de los niños, las niñas y adolescentes es total.
Milei llegó al poder por la vía electoral y democrática aunque hoy destile tiranía. En la historia de los feminismos y los derechos humanos en Argentina, ante la hostilidad y el riesgo, la organización política desde los márgenes de la política tradicional siempre fue una respuesta que traccionó transformaciones, reparaciones y justicia: desde las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, pasando por Ni Una Menos, hasta el activismo por el aborto. Algo empieza a gestarse en esta línea a partir de la asamblea antifascista. Algo que trae un poco de esperanza.
