Mientras atendemos al funeral de la democracia en El Salvador, auspiciado por la falta de balance de poderes y el régimen de excepción que suprime garantías constitucionales, los reflectores se encienden para Miss Universo. Desde el pasado 4 de noviembre, 86 mujeres, consideradas las más bellas del mundo, se pasean por las calles del pequeño país centroamericano, al menos hasta donde el asfalto lo permite.
Este es el segundo evento de talla internacional del que somos anfitriones este 2023. El primero fueron los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que entre el 23 de junio y el 8 de julio albergó a atletas de 37 países distintos.
Conferencias de prensa no hay, pero a este tipo de eventos el presidente Nayib Bukele sí se da cita. Especialmente si le da la oportunidad de hacer lucir a El Salvador por las cosas que no es. La noche de la inaguración, por ejemplo, le dijo a los periodistas internacionales: «salgan a la calle y pregunten a la gente, aquí en El Salvador pueden ir a cualquier lugar es completamente seguro, pregúnteles qué opinan del Salvador, qué opinan de este gobierno, qué opinan de esta dictadura, aprovechen el viaje”, porque, claro, nadie como un presidente para dar clases de periodismo.
También se hace gala en esas oportunidades de lo aparentemente prósperos que somos como país, tanto como para invertir 100 millones de dólares para remodelar y construir estadios e instalaciones deportivas. O al menos eso dice el presidente, porque acceso a la información pública no hay.
Las pocas cosas de las que nos enteramos se la debemos al periodismo de investigación, que en esas semanas reveló, por ejemplo, que el comité organizador de los Juegos contrató a la empresa colombiana Servicios de Alimentación N.P. S.A., conocida como La Vianda, para dar de comer a los atletas, sin estar siquiera inscrita en el registro de comercio en El Salvador. La sociedad, según la publicación de Revista Factum: «fue investigada por vender canastas alimenticias a sobreprecios a la alcaldía de Barranquilla durante la pandemia por covid». Sobre eso, Yamil Bukele, presidente del Instituto Nacional de los Deportes –y medio hermano del mandatario salvadoreño–, no dijo ni una sola palabra.
La función propagandística de Miss Universo en El Salvador
Miss Universo es, pues, una extensión de toda esa propaganda que pretende convencer al país mismo, pero sobre todo al resto del mundo, que bajo el «liderazgo correcto» se puede «transformar» a un país. En especial uno como El Salvador que pasó de ser hace apenas unos años reconocido como uno de los más homicidas en la región a ser uno en el que las misses hacen su sueño realidad de competir por la corona.
Fue el mismo Bukele quien anunció el 15 de enero 2023, previo al final de la gala 71 del Miss Universo, que seríamos el país anfitrión. Por supuesto lo hizo en inglés y también vía X (Twitter), que es el canal donde se anuncian cosas tan importantes como la implementación de Bitcoin, por ejemplo.
Fue solo un par de semanas más tarde que nos enteramos que esta nueva jugada publicitaria nos había costado más de $12 millones, según información publicada en el portal mismo de JKN Global Group, actuales dueños de la franquicia.
Imagínense: 12 millones de dólares para que las misses se tomen fotos y hagan videos en las obras que maquillan y hacen ver mejorados espacios que antes no tenían tanto cemento ni luces led, como las plazas del Centro Histórico de San Salvador o el malecón del Puerto de la Libertad. De paso, como los derechos de los ciudadanos no importan tanto, se cierra el acceso al público a una reserva natural, bajo la premisa de mantenimiento, para en realidad llevar a las competidoras a montar caballo frente al mar.
Si lo que están pensando es que tiene sentido cerrar la reserva porque no se les puede exponer a las competidoras a que alguien aproveche su aparición pública para hacerles algo, este es momento para aclarar que no es eso lo que les preocupa. Las participantes han tenido una serie de eventos en los que el público puede tomarse fotos con ellas y la libertad es tal que algunos han aprovechado para tocarles las piernas mientras posan a la espera del flash.
Miss Universo, si bien sigue siendo reconocido por el alto nivel de importancia que da a la apariencia de las mujeres, se ha convertido en los últimos años en un espacio para que las candidatas denuncien injusticias en los países cuya bandera representan. Thuzar Wint Lwi,
la representante de Myanmar en Miss Universo 2020, por ejemplo, utilizó su espacio durante la gala para denunciar los hechos de violencia bajo el régimen militar autoritario derivado del golpe de febrero de 2021.
Alejandra Gavidia, la representante de El Salvador en el Miss Universo 2021 usó un atuendo que refenciaba la justicia ciega ante los feminicidios y las desapariciones forzadas en El Salvador. Uno de los temas más ignorados por esta administración. Gavidia, además, es una mujer que habla abiertamente sobre su asexualidad y su posicionamiento respecto al aborto como derecho.
Miss Universo también ha sido una puerta para el reconocimiento de la mujeres trans y su identidad, algo de lo que El Salvador no puede presumir y que a la administración actual la tiene sin cuidado. En mayo 2021, en la primera semana de trabajo de los diputados del partido oficialista, la Asamblea Legislativa de El Salvador engavetó el anteproyecto de Ley de Identidad y hasta la fecha, los diputados se rehúsan a legislar al respecto pese a una orden de la Sala de lo Constitucional.
Esta negativa a siquiera tocar el tema tiene consecuencias graves en la vida de las personas trans salvadoreñas, que a diario enfrentan discriminación y se ha trasladado, por supuesto, hacia las participantes Marina Machete y Rikkie Kollé, de Portugal y Países Bajos, respectivamente.
El 6 de noviembre, un youtuber salvadoreño se ganó el repudio de las redes sociales por hacer comentarios transfóbicos sobre Machete, mientras se encontraba en el hotel donde las misses están hospedadas. Aunque bajó el video, el creador de contenido subió otro en el que en lugar de disculparse aseguró que no estaba insultando a nadie y que lo que decide hacer en sus videos responde al interés de sus seguidores. En una sociedad conservadora y con cero educación al respecto,su conducta, aunque inaceptable, tiene sentido, sobre todo si el presidente, el aleccionador principal en redes sociales ignora, como siempre como siempre todo lo relacionado a discriminación y crímenes de odio.
No todos los años El Salvador es sede de un evento de tal magnitud, pero la táctica propagandística de Bukele es solo una más en el manual de autócrata.
Han pasado 48 años desde que en 1975 fuimos, por primera vez, sede del Miss Universo y ser de nuevo anfitriones es, lamentablemente, un ciclo en nuestra historia que vemos repetirse. El país estaba entonces bajo un régimen militar que cuando los estudiantes de la Universidad de El Salvador salieron a protestar por los excesos gubernamentales para llevar a cabo el certamen no tuvo más remedio que masacrarlos, mientras de la manera más campante ofrecía al país como un destino turístico y para la inversión. Casi medio siglo más tarde no tenemos militares en el poder, pero sí a un mitómano al que le encantan las armas de fuego y exalta a las fuerzas armadas, y para el que la represión es su política pública favorita. Eso sin contar que manipuló la ley para inscribir una reelección inconstitucional. Por eso, nada como las luces led, las plumas y las lentejuelas de los atuendos de las misses para revestir el traje nuevo del próximo dictador.