Existe un fenómeno en el que el racismo y el sexismo se unen para señalar, discriminar y exigir de más a las mujeres negras. Eso fue lo que pudimos ver este año en el Super Bowl, la final de Fútbol Americano que se realiza anualmente en Estados Unidos y que tiene un show de medio tiempo de aproximadamente trece minutos en el que se han presentado artistas musicales de talla mundial como Beyoncé, Shakira y Bruno Mars. Algunos han dejado más huella que otros, sin embargo, no hay duda de que es uno de los escenarios más apetecidos en el mundo del espectáculo. Este año la artista invitada fue Rihanna, lo que causó conmoción porque recordemos que desde el 2016 se alejó de las tarimas, dejó de producir música, se dedicó a su marca, Fenty, y tuvo un bebé el año pasado.
Su fandom junto al mundo entero anhelaban su retorno, tanto así que muchas personas vimos desde el inicio el partido sin saber nada de Fútbol Americano con tal de no perdernos un solo minuto de su presentación. Finalmente, vestida de rojo, con su mirada certera, sonrisa traviesa y mucho poder, Rihanna abrió con su emblemático tema Bitch Better Have My Money que provocó gritos de euforia en todo el estadio y miradas de asombro de quienes la veíamos desde casa. Estaba embarazada nuevamente, cantando sus mayores éxitos, sonriendo y brillando en el escenario. Además, nos regaló una de las imágenes más hermosas para reafirmar que la maternidad deseada es maravillosa cuando cantó Diamonds tocando su vientre mientras se elevaba en una plataforma, así finalizó su show desde las alturas y en grande.
Para muchos fue una gran presentación, pero eso no impidió que las críticas llegaran para exigirle más, compararla y hasta afirmar que pudo ser mejor, que le faltó bailar e incluso que debió tirarse desde la plataforma, sí, a una mujer con un embarazo de entre 5 y 6 meses. Tal vez este tipo de críticas parecen normales, pero en estas afirmaciones hay racismo y sexismo, algo que tiene nombre y vivimos las mujeres negras llamado: MISOGYNOIR.
La Misogynoir resulta de la unión en francés del término misoginia y “noir” que significa “negro”, lo que se traduce en español como misoginia negra. Este es un término acuñado por la académica y feminista afroamericana Moya Bailey, con la finalidad de darle un nombre específico a la misoginia particular que vivimos las mujeres negras y a su vez establecer cómo el sexismo y el racismo se entrelazan. La primera vez que se planteó este término fue en el 2010 en un ensayo publicado por Bailey que después se fue dando a conocer por el resto del mundo. Sin embargo, en Colombia es un término relativamente nuevo, la mayoría de textos o información disponible sobre su conceptualización, se encuentra en inglés y se desconoce más allá de la academia, pero el hecho de que muchas mujeres negras no sepan cómo nombrarlo, no quiere decir que no exista o que no lo vivimos a diario tanto en nuestras casas, como en las calles y en los espacios académicos en donde cargamos con el castigo de ser mujeres y negras, lo cual no sólo impacta a las mujeres cis sino también a las mujeres trans.
Hay muchas experiencias que pueden llegar a describir este término, cuando Moya Bailey lo acuñó hizo un esfuerzo por plasmar el odio, castigo, aversión y todos aquellos prejuicios que enfrentan las mujeres negras. Sin embargo, en un país como Colombia donde ser mujer negra implica enfrentarse a unas realidades distintas a las que viven las mujeres negras en Estados Unidos, existe la necesidad de aterrizar este concepto y ponerlo bajo la lupa pues se tiende a creer que por ser mujeres negras todas tenemos las mismas vivencias, un estereotipo que permite entrever el peso que cargamos.
Misoginia negra en la Televisión
Los medios como el cine, la televisión y las redes sociales reproducen y reafirman estereotipos y han servido para crear imágenes representativas en cuanto a la misoginia negra. En Colombia donde hay una gran producción de telenovelas, casi siempre encontrábamos mujeres negras en roles de trabajadoras domésticas ejerciendo las labores de cuidado en el hogar, representadas a través de personajes odiados o en muchas ocasiones ridiculizados. Un claro ejemplo es “Venezuela”, un personaje de la telenovela Chepe Fortuna, era una mujer negra, gorda, que tenía una personalidad muy agresiva, mañosa e irritante, la mostraban como una mujer sumamente desagradable, bulliciosa y chismosa, a la cual siempre se le insultaba utilizando el adjetivo “negra”. Como espectadoras, las mujeres negras no nos sentíamos representadas por“Venezuela”; sin embargo, ante el mundo lo éramos, igual que en algún punto fuimos Rasputia en la película Norbit (2007), que nos mostraba feas y como una burla, un peligro, un chiste, porque la representatividad, no sólo era vacía, también era sumamente violenta.
Ser mujer negra en una sociedad racista implica experimentar diversas desventajas sociales, entre otras razones, porque existe una fuerte ruptura entre lo que realmente somos y los estereotipos que se crean alrededor de nosotras y que se atraviesan en el libre desarrollo de nuestras capacidades cuestionando a cada rato el lugar en el que estamos. Y si alzamos la voz, nuestros discursos se perciben como agresivos, resentidos y peligrosos, como lo dijo, Nayila Ortíz Ayala, etnoeducadora, feminista negra y activista afropereirana: “Creo que en muchos espacios me temen al identificar mis capacidades y es molesto porque en una mujer blanca o en un hombre esa misma realidad generaría admiración” y a su vez agregó: “La misoginia afecta el libre desarrollo de mi personalidad pues mi perspectiva de la realidad se ha construido a partir de acciones violentas que he vivido. El miedo a la calle, a estar sola con un hombre, cómo saludar de la mano a un hombre, cómo verme, etc. Ya hacen parte de cómo me relacionó, o sea la misoginia integró rasgos en mi personalidad e identidad de mujer negra”. Como Nayila, muchas mujeres negras experimentamos estos sentimientos y contradicciones, lo que no quiere decir que seamos iguales, cada una tiene una experiencia distinta y se mueve en distintas esferas a través de dinámicas sociales a las que nos debemos enfrentar a diario sin importar el lugar o posición en la que estemos.
Misoginia negra en la Política
Esto se demuestra, por ejemplo, en la forma en que se refieren a la actual vicepresidenta Francia Márquez, que en muchas ocasiones ha sido víctima de la misoginia negra, a pesar de ocupar un lugar de relevancia en el mundo por ser la primera vicepresidenta negra, cuando se le cuestiona impera el sexismo, racismo y el clasismo, lo que la activista Kimberlé Crenshaw, definió como interseccionalidad: “Las formas únicas de opresión que vivimos las mujeres negras y se entrelazan entre sí”. Al ser Francia Márquez una mujer negra empobrecida, se utilizan su identidad y experiencias para deslegitimar sus acciones, le toca enfrentarse al hecho de ser mujer y además de ser negra en un mundo como el de la política, que es bastante violento, patriarcal y racista. De ahí vienen los insultos racistas, que sus mismos funcionarios no le perciban como figura de autoridad, las críticas del periodismo hegemónico y que en general, las personas no teman ser abiertamente racistas en medios de comunicación, dejando entrever que este país es profundamente violento con las mujeres negras sin importar la posición en la que estemos, las capacidades que tengamos o lo que hagamos, al final, solo somos “las negras que nunca debieron estar ahí”. Así como Francia Márquez, otras mujeres se han enfrentado al racismo y el sexismo en la política como Piedad Córdoba a quien se le persiguió políticamente no solo debido a sus formas de moverse en el congreso, sino por ser una mujer negra o a Mabel Torres, exministra de Tecnología e Innovación, a quien ni sus diversos títulos, logros y reconocimientos impidieron que en todo momento se pusiera en duda sus conocimientos e incluso que estos fueran invalidados.
Las exigencias que recaen sobre las mujeres negras, provienen del contexto de esclavización que tuvimos que vivir las personas negras, este proceso de deshumanización dejó un peso muy grande sobre las mujeres negras, que además de tener que cargar con la exigencia del trabajo forzado, debían encargarse de un rol de reproducción de mano de obra, lo que en su momento implicó que después de abolir la esclavitud se les diera el rol de cuidadoras del hogar, así mismo, se siguieron alimentando estereotipos que contribuyeron a su deshumanización como el de la mujer negra fuerte que soporta todo porque como mujeres se supone que debemos estar destinadas al cuidado y como negras a poder con todo y soportarlo todo, pues está claro que para explotar antes debes deshumanizar. Y es que desde niñas se nos asignan lugares donde nos toca asumir demasiadas tareas que normalmente las niñas blancas asumen en edades más tardías, responsabilidades como las tareas del hogar, el cuidado familiar, aportar en los gastos y crecer sabiendo que te toca sostener todo, porque desde la óptica de la misoginia negra, si una mujer negra deja de trabajar, el mundo se cae sin importar el dolor que sintamos.
Misoginia negra en el deporte
El dolor de las mujeres negras suele ser reducido e invalidado tal como sucedió en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020 cuando Simone Biles, gimnasta artística afroestadounidense, cuatro veces campeona olímpica y ganadora de múltiples premios y competencias decidió retirarse para concentrarse en su salud mental; sin embargo, fue víctima de múltiples ataques, críticas y hasta fue culpada por tomar esa decisión. Recordemos que ella fue una de las víctimas de abuso sexual por parte del médico del equipo nacional, Larry Nasar. La misma Simone ha afirmado que ha sido todo un proceso poder superar esa experiencia; las reacciones del público alegando que podía dar más y deslegitimando su estado, hicieron que Simone Biles decidiera romper el silencio y que expresara ante la BBC durante una entrevista en septiembre de 2021: “Como mujer negra, simplemente tenemos que ser mejores”, lamentó. “Porque incluso cuando batimos récords y esas cosas, casi lo minimizan, como si fuera algo normal”. En cambio, cuando otros deportistas como Michael Phels o Ash Barty decidieron retirarse por la misma razón, fueron aplaudidos y apoyados.
El deporte es un escenario de mucha exigencia, que de por sí aspira a la sobreexplotación de deportistas negros a raíz de estereotipos como que somos más rápidos o fuertes, entre otras cuestiones donde a la mujer negra se le exige el triple e incluso desde muy temprana edad, como lo expresó Jhoana Córdoba, deportista de alto rendimiento y docente de educación física en formación:
“Yo inicié a practicar deportes desde los 13 años y se me exigía que corriera rápido, fuerte e incluso, como si tuviera el doble de mi edad, recientemente inicié a practicar rugby, se esperaba que tacleara como si ya fuera profesional. Eso en términos pedagógicos es lo que llamamos violencia deportiva, que es lo que pasa cuando se le exige a un cuerpo que no está adaptado a un deporte en específico más y para lo cual es necesario que se haga una adaptación que se genera a través de los años practicando un deporte, tú no le puedes exigir a una persona que está en formación deportiva lo mismo que a una persona que ya lleva años de adaptación y eso fue lo que me pasó a mí desde muy pequeña”. Como Jhoana, Simone y Serena Williams, muchas mujeres negras han sido víctimas de violencia deportiva de manera casi imperceptible, porque cuando han decidido manifestar sus dolores, se les disminuye dentro de una percepción de fortaleza que les da la categoría de súper humanas sin verlas como humanas realmente, sino como fuentes de ingresos, ganancias y producción.
La misoginia negra es violenta
Cómo somos vistas también influye mucho en nuestras formas de relacionarnos, generando inseguridades e incluso creencias que con el tiempo terminan haciendo eco en nuestras vidas e impiden que nos veamos como personas que deben ser tratadas con respeto, que tienen derecho a que se les cuide, atienda y a ser merecedoras de amor, esto se narra en experiencias como la de Gisell Carabalí, mujer negra antirracista, creadora de contenido y estudiante de sociología: “Mi experiencia al ser una mujer negra ha estado cargada de estigmas y estereotipos de lo que yo debería ser habitando este color de piel. Una de las cosas que más me ha marcado es la forma en la que aprendí que para poder obtener mis cosas debía luchar el doble y que tengo que soportarlo todo. Cosa que hice por muchos años en mi vida. Me sentía orgullosa de ser una mujer fuerte que podía con todo, pero no sabía todo lo que trae ese estereotipo por dentro. También he sentido que al tener un color de piel oscuro hasta el colorismo ha golpeado mi vida desde lo familiar hasta lo amoroso porque en últimas siempre terminan haciéndome creer que no soy digna de un amor sano.”
En las palabras de Gisell se abre paso al tema del colorismo que se podría definir como un producto del racismo que clasifica a las personas de piel clara con las pieles oscuras, dándoles a las primeras accesibilidad a ciertos lugares por sus características fenotípicas que van ligadas a rasgos occidentales. Esto es importante traerlo a colación puesto que entre más negra una mujer, más desafíos enfrenta en su transitar, ya que el tono de piel oscuro debido a que es lo más cercano a lo negro, es sinónimo de fortaleza, enojo, peligro. Por el hecho de que muchas mujeres negras suframos la misoginia negra, esto no quiere decir que la vivamos en los mismos niveles, notoriamente el tono de piel oscuro marca una dificultad mayor para quienes lo portan, lo cual no exceptúa a las mujeres de piel clara de experimentarla. De igual forma, esto no es una rivalidad sobre quién sufre más de este fenómeno, es precisamente lo opuesto, es una reflexión que se debe tener en cuenta para así transformar estas experiencias y hacer de ellas una ruta de emancipación.
Volviendo al tema de Rihanna que fue lo que nos trajo hasta aquí, creo que es importante traer a esta discusión el hecho de que se nos exige y se nos compara para sacar provecho de esto y crear separaciones entre nosotras, aquí es donde se crea la verdadera competencia, la que crea el sistema en busca de perpetuar el separatismo. Esto fue lo que pasó cuando empezaron a rotar una imagen de Beyoncé en un show mientras estaba elevada en una silla con nueve meses de embarazo, dando el mensaje de qué era lo que Rihanna debía hacer, pero si nos ponemos a analizar, ninguna persona en ese estado debería enfrentarse a ese tipo de riesgos, pero, claro, ambas son mujeres negras, que deben dar de más. Este asunto nos lleva nuevamente a la esclavización cuando a muchas mujeres negras les tocaba trabajar estando embarazadas e incluso recién salidas del embarazo, sin embargo, nos dan el mensaje de que quienes merecen el cuidado terminan siendo las mujeres blancas, donde se infunda el deseo de protección y es cuando el discurso de Sojouner Truth “Acaso No Soy Mujer” cobra más sentido. ¿Acaso las mujeres negras no somos merecedoras de cuidados y protección o sólo estamos para brindarlos?
Hay muchas cosas que nos quitaron y dijeron que eran feas, desagradables mientras las portábamos y creo que es importante traer el tema de la estética y exotización cuando hablamos de la misoginia negra, porque cuando las mujeres negras utilizamos las trenzas que provienen de un contexto histórico de lucha y emancipación, nos tratan de informales, poco aseadas, entre otros comentarios racistas, pero cuando las mujeres blancas las empezaron a utilizar y se volvió moda, ahí sí eran apreciadas, porque lo nuestro es malo sólo cuando atraviesa nuestros cuerpos y no objeto de consumo para la gente blanca. Así mismo hablan de consentimiento y nos quieren tocar el pelo sin nuestra autorización, como si nuestros pelos fueran exhibiciones, se nos niega la autonomía de nuestros cuerpos y a su vez los cánones de belleza insisten en posesionarse sobre lo que realmente somos.
Ser mujer negra a veces se siente como si fueras un ser extraordinario, pero no de manera positiva sino como aquellos seres que son vistos desde la extrañeza, desde la exotización, que son vistos con ojos de deshumanización y que es imposible que no puedan. Nos ven desde las caderas anchas, “el sabor”, la sazón, la fortaleza, el servicio, pero nunca se han atrevido a vernos desde el amor, los dolores, la inteligencia, las habilidades y sobre todo desde la humanidad. Así como lo afirmó Ana María Benítez, mujer negra quien está iniciando su trasegar y reconocimiento dentro de su identidad: “Siento que el mundo me ve como una chica fuerte, poderosa, pero al mismo tiempo como un ser extraño o diferente tanto fenotípicamente como intelectualmente”. Aquí es cuando me cuestiono si el mundo realmente nos ve o simplemente son sus percepciones y así mismo les invito a hacerlo, a cuestionar cómo están viendo a las mujeres negras.
Debo admitir que cuando empecé a escribir este artículo tenía mucho miedo e incluso antes de hacerlo, me daba miedo el hecho de que no fuera lo suficientemente bueno y que se me juzgara como una mujer negra enojada, deslegitimando mi experiencia y sentir, pero después de reflexionar con amigas negras quienes han atravesado situaciones parecidas, me hicieron caer en cuenta de algo importante: nos han hecho suficiente daño, nuestro enojo precisamente proviene del dolor, la rabia e indignación que nos ha tocado enfrentar producto de la esclavización y diferentes sistemas que insisten en oprimirnos y dejarnos sin nada.
Yo decidí transformar mi rabia, mi enojo y decidí hacerlo a través de lo que vivo y de las voces de mis compañeras y sus experiencias. Decidí plasmarlo en español y ligarlo a nuestros contextos porque ninguna teoría podrá definir jamás lo que implica ser una mujer negra y estar constantemente sometida a violencias que tienen como nombre, la misoginia negra, la misogynoir.
Excelente artículo.