October 3, 2025

Menos bebés en el mundo: no culpes al feminismo, ¿no serán las pantallas?

¿Por qué siguen cayendo las tasas de natalidad? No es culpa del aborto, ni del feminismo, ni de los derechos sexuales, ni de las luchas LGBT+ que haya menos bebés en el mundo. Una mirada más amplia a esta conversación incluye comprender las transformaciones sociales y culturales que trajeron las pantallas a nuestras vidas como una barrera para lo más básico, el punto de partida para la procreación o la decisión de reproducirse: el encuentro presencial. 

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El pulgar oponible es el superpoder de la raza humana. O al menos eso aprendimos en la escuela. Hoy, cualquier persona con el celular en la mano en el sillón de su living o desde la horizontalidad de su cama, moviendo el pulgar oponible a la derecha, puede: conectar con alguien en una aplicación para citas y sentirse deseada sin más que coincidir en un match; encontrar la validación en una catarata de likes mirando una pantalla; aprobar un pago para un paquete de fotos estimulantes de Onlyfans; pedir comida si le da hambre en el medio; crear un perfil de un chatbot si tiene ganas de hablar con alguien; chatear horas con personas reales por Whatsapp, enviarles nudes que tiene en su carpeta privada, masturbarse y llegar al orgasmo. El aislamiento ya no es una imposición estatal, ni una medida sanitaria, pero persiste y ha moldeado nuestras subjetividades, nuestras maneras de ser y estar en este mundo. En esta era de la “intimidad artificial” podemos tener vínculos con seres digitales y hasta sexo mediado por las pantallas; todo el entretenimiento del mundo está disponible en nuestros teléfonos, pero los desarrollos tecnológicos y las innovaciones de inteligencia artificial —aunque parece obvio aclararlo— todavía no han podido reemplazar la reproducción humana. El desplome de las tasas de natalidad es una realidad y un tema recurrente en todo el mundo. El fulgor de todo lo que brilla en Internet me alcanza; no soy ni tecnofóbica ni tecnooptimista, pero me pregunto: ¿cómo vamos a tener bebés si no nos encontramos más allá de las pantallas?

Cada vez que la caída de la fecundidad —un fenómeno sostenido a nivel global en los últimos 70 años— aparece en la agenda pública, las narrativas se polarizan a tono con la época. En general, el tema se escucha primero de las bocas de referentes conservadores que, desde encuadres apocalípticos, anuncian la catástrofe que viene de la mano de la despoblación inminente y el colapso del sistema económico productivo. Los voceros de la reacción conservadora apuntan sus dardos y responsabilizan, con falacias argumentativas y una tónica misógina, a las mujeres (como si para reproducirse solo se necesitara de nosotras), a las feministas, a la homosexualidad y al aborto junto a las políticas que permitieron la ampliación de políticas de derechos sexuales y reproductivos. Desde las vocerías más vinculadas a la defensa de los derechos humanos y los feminismos prefieren no hablar del tema, bajarle el volumen a la conversación o enfrentarla con un escudo reactivo y defensivo: se pone el foco en la buena noticia de la caída del embarazo adolescente, las decisiones más informadas y autónomas de las mujeres y la posibilidad de mejorar la calidad educativa. También, desde estas voces, se citan las limitaciones económicas, que moldean las decisiones de las personas, y las múltiples crisis que atraviesan la decisión de la procreación en el estado actual del mundo. Todos argumentos válidos pero a veces con tener razón no alcanza. Por supuesto que la opción de no reproducirse como un mandato y el embarazo deseado son conquistas. Sin embargo, cuando preguntamos ¿si tenemos los hijos que queremos o los que podemos? poco se habla de las transformaciones sociales y culturales que trajeron las pantallas a nuestras vidas como una barrera para lo más básico, el punto de partida para la procreación o la decisión de reproducirse: el encuentro presencial. 

La baja de la tasa de natalidad puede ser una oportunidad (tiene que ser una oportunidad) para abrir múltiples conversaciones desde un enfoque sensible y empático, especialmente con aquellas personas que quieren procrear pero no encuentran con quién (por la crisis económica, la desigualdad de los cuidados y/o la ansiedad que genera el cambio climático y el mundo en guerra), pero también con otras múltiples crisis que atraviesa la humanidad hoy, como la crisis de la soledad, que ya es considerada una epidemia silenciosa, la crisis de la presencialidad y la crisis del emparejamiento. Es necesario hablar en serio, sin cinismos, del proyecto del amor hoy y de la enorme cantidad de personas que están intentando encontrar el amor de una pareja, formar una familia y tener hijos en este escenario complejo. 

Algunos datos.

Un estudio presentado este año por el Instituto de Estudios de Familia (IFS, por sus siglas en inglés) con base en Estados Unidos volvió a poner el foco en la “recesión sexual”, una definición que se popularizó en 2018 a partir del artículo “What’s Causing the Sex Recession?” publicado por la revista norteamericana The Atlantic. “Los estadounidenses están teniendo menos relaciones sexuales que nunca”, reafirma este nuevo reporte que basa su análisis en datos de la Encuesta Social General (GSS) 2024 de ese mismo país y confirma que se trata de una cuestión generacional: las personas más jóvenes tienen menos frecuencia sexual que quienes las precedieron.

En 1990, el 55 % de las personas adultas norteamericanas de entre 18 y 64 años decían tener relaciones sexuales semanalmente. Con el cambio de milenio, ese número comenzó a descender: en 2010, menos de la mitad afirmaba tener relaciones sexuales semanalmente y, en 2024, de los más de 1.000 hombres y mujeres encuestados sobre este tema por la GSS, esa cifra se había reducido a solo el 37 %. Claro que cantidad no es calidad y que la intimidad se reconfiguró en los últimos años, pero estos números son útiles para indagar sobre las transformaciones demográficas. A su vez, el informe documenta el declive en las relaciones de pareja. Entre 2014 y 2024, la proporción de personas adultas jóvenes (18-29 años) que viven con una pareja cayó del 42% al 32%, según el GSS. Esta reducción contribuye significativamente a la recesión sexual.

“No es casualidad que el declive del sexo marital haya seguido a la revolución digital”, dicen los investigadores de IFS. Y aquí suman la novedad, para explicar la caída de la frecuencia sexual: la plataformización y la llegada de los teléfonos inteligentes a la cotidianeidad. El punto de inflexión es, según este informe, a partir de 2010. Aunque la recesión sexual como fenómeno no tiene una única explicación, esta línea argumentativa plantea una ecuación que hace sentido: más pantallas, más aislamiento, menos socialización, menos emparejamiento dan un combo predecible de menos encuentros y menos bebés. 

“Entre 2010 y 2019, el tiempo medio que los adultos jóvenes pasaban con sus amigos en una semana determinada se redujo casi un 50 %, pasando de 12,8 horas a solo 6,5 horas”, dicen desde IFS. En 2024, los adultos jóvenes pasaban solo 5,1 horas con amigos en una semana cualquiera. Los investigadores de IFS encontraron similitudes en el patrón con el que dio Jonathan Haidt en su best seller La generación ansiosa. El psicólogo social estadounidense denomina al periodo comprendido entre 2010 y 2015 algo así como el “Gran Recableado”. “Los adolescentes que atravesaron la pubertad durante este periodo estuvieron expuestos a los omnipresentes medios digitales, impulsados por la proliferación de los teléfonos inteligentes a finales de la década de 2000. La infancia se volvió cada vez más digital.

En consecuencia, los niños no estuvieron expuestos a tanta socialización como las generaciones anteriores. La revolución de los medios digitales dejó a su paso un aumento bien documentado de patologías como la ansiedad, la depresión, las autolesiones y el suicidio. No es de extrañar que este periodo también se caracterice por un aumento de la falta de actividad sexual. El mayor tiempo dedicado a los teléfonos inteligentes, las redes sociales, la pornografía y los videojuegos ha hecho que los jóvenes adultos tengan menos oportunidades de desarrollar las habilidades sociales necesarias para entablar relaciones y pasen menos tiempo en entornos sociales —como fiestas— que facilitarían las relaciones románticas”, apuntan.

Los profesores Grant Bailey y Brad Wilcox, de IFS, llaman “opiáceos electrónicos” a los teléfonos inteligentes, las pantallas y las plataformas con todo el entretenimiento del mundo a disposición. “No solo deprimen las relaciones de pareja y el matrimonio entre los adultos jóvenes, sino que también debilitan las relaciones ya establecidas”, señalan. 

No son los únicos que plantean esta explicación. Alice Evans es profesora de Ciencias Sociales del Desarrollo de la Universidad Kings College de Londres. Autora del libro y newsletter “The Great Gender Divergence”. Ella habla de “aislamiento digital” como una causa más del fenómeno de la caída de la cantidad de bebés en el mundo. Para llegar a esta conclusión, Evans cruzó datos, informes e hizo entrevistas en distintas partes del mundo. “El descenso del emparejamiento y la fertilidad es el mayor desafío del siglo XXI”, advierte. En las entrevistas que dio a partir de su investigación aporta una perspectiva en la que se intersectan género y clase: son los varones con trabajos más precarios y niveles de educación más bajos los que más dificultades tienen para encontrar pareja. Precisamente, se trata del sector más imantado por las fuerzas ultraconservadoras en todo el mundo.

Alaleh Nejafian es argentina y psicoanalista. Además publicó el libro Por amor. Por qué pasamos de soportarlo todo a no soportar nada. Le propongo hablar de este tema a partir de sus reflexiones sobre lo que escucha en el consultorio: “Los vínculos cambiaron, la manera en que nos vinculamos cambió. Las mujeres emprendieron un camino de transformación muy fuerte en las últimas décadas, pero hay una brecha muy importante entre la teoría, entre lo que yo puedo decir racionalmente y lo que sucede todavía en la práctica. Las mujeres cis en general que son las más complicadas en el plano del sexual, se siguen relacionando con varones que no sé si entendieron ese camino de transformación. Y hay mucho desencuentro. Lo que yo veo en mi clínica particularmente, es que hay mucha gente consultando, llegando a determinada edad, más en la frontera de los 40, donde también se empieza a jugar mucho el tema del reloj biológico, que está sufriendo, padeciendo el no estar en vínculo y no estar con alguien y sintiéndose como muy solo o muy sola. Hay muchas que quieren ser mamás pero no encuentran con quién. Se preguntan ¿con quién quieren que tengamos hijos?”.

La gamificación de los vínculos 

En Polonia, investigadores del Instituto de Psicología de la Universidad de Breslavia publicaron hace poco un estudio en el que consultaron a 6646 personas que formaron pareja tanto online como offline provenientes de 50 países, entre los que se encuentra Argentina. Les preguntaron qué tan satisfechos y satisfechas se encontraban con sus parejas y llegaron a la conclusión que, de entre quienes se conocieron por Internet, un 20 por ciento de las personas encuestadas tienen una menor satisfacción en la relación y en el amor. Un combo de menos amor en la intimidad, menos pasión y menos compromiso. Esa tendencia se comprobó en todos los países consultados. En el estudio desarrollaron tres explicaciones al hallazgo. Primero, el nivel de “homogamia” (la tendencia de las personas a unirse en pareja con individuos de características similares a las suyas) entre las parejas online es menor, lo cuál pone en jaque la efectividad de los algoritmos y vuelve a otorgarle valor a los vínculos presenciales, de cuerpos presentes. Esto es, las similitudes en términos de educación, origen étnico y antecedentes religiosos no es tal o tanta. Las relaciones fuera de Internet, por el contrario, suelen surgir de redes sociales compartidas, lo que aumenta la probabilidad de conocer a parejas con antecedentes y visiones del mundo similares.

Una segunda explicación posible tiene que ver con la sobreabundancia de opciones en los entornos de citas online. Si bien un mayor número de candidatos permite una compatibilidad más precisa, también puede llevar a una sobrecarga de opciones, lo que dificulta que las personas se comprometan con confianza con una pareja. En lugar de llevar a cabo un proceso de selección exhaustivo, las personas pueden basarse en heurísticas, como dar prioridad al atractivo físico, o pueden pasar por alto factores de compatibilidad significativos pero menos obvios que podrían haber sido más evidentes en las interacciones cara a cara. Este tipo de toma de decisiones rápida puede reducir la probabilidad de formar vínculos profundos y duraderos. 

Y, por último, agregan que las interacciones en línea pueden implicar un engaño inicial que luego se ve frustrado en la vida offline. Las falsedades en los perfiles de citas en línea son comunes, cuentan quienes hicieron esta investigación en Polonia, y dicen que el 53 % de los usuarios admite haber mentido, sobre todo en lo que respecta a la edad, la altura/peso y el trabajo/ingresos.

“Las personas que han tenido éxito en las plataformas de citas digitales pueden seguir siendo conscientes de la gran cantidad de alternativas potenciales, lo que las hace más propensas a la comparación y al arrepentimiento. Esto concuerda con el modelo de inversión, que destaca que la disponibilidad de alternativas atractivas socava el compromiso. Las parejas fuera de línea, por el contrario, pueden estar menos acostumbradas o motivadas para explorar tales alternativas”, dicen.

Estos hallazgos coinciden con investigaciones más recientes sobre el tema, pero también contrastan con estudios más viejos de hace dos décadas donde en vez de apps lo que había era sitios web de citas. 

“Las aplicaciones móviles de citas contemporáneas hacen hincapié en las interacciones rápidas y gamificadas y en un enfoque más comercializado de la selección de pareja. El término “cultura del swipe” (deslizamiento) describe acertadamente la toma de decisiones inmediata y centrada en la apariencia que prevalece en estas plataformas. Estos cambios en los entornos de citas digitales pueden ayudar a explicar por qué estudios más recientes, incluido el nuestro, encuentran resultados menos favorables para las relaciones que comienzan en línea”, dice el informe del equipo polaco. La investigación también destaca que, más allá de los resultados, es necesario poner en juego los cambios de paradigmas culturales, sociales y las motivaciones personales de quienes habitan las apps de citas: “mientras que los primeros usuarios buscaban parejas para toda la vida, los usuarios modernos buscan cada vez más relaciones esporádicas”.  

El negocio de la soledad 

“Me hice 300 dólares en menos de un mes siendo novia virtual”, dice una chica joven a cámara. Un paseo rápido por TikTok está repleto de estos relatos de mujeres que trabajan como novias virtuales como una salida laboral prometedora. La mayoría empezó vendiendo fotos, vídeos y palabras de contenido erótico a través de Only Fans y después viraron a un vínculo aún más personalizado con sus fans. Desconocidos les pagan por chatear o hacer videollamadas pero no únicamente con fines sexuales. Son damas de compañía digital.   

El auge de las novias virtuales y de Only Fans evidencia que la soledad hoy, además de un problema de salud pública, es un negocio. Leonid Radvinsky, el dueño de la página azul, ganó el año pasado 700 millones de dólares, con 378 millones de fans en todo el mundo (más que la población de Estados Unidos). El 85 % de los usuarios acceden al sitio a través de sus teléfonos usando el pulgar oponible. OnlyFans ha pagado más de 20.000 millones de dólares a los creadores desde 2016. 

La búsqueda del amor y el sexo siempre fue parte de un mercado redituable. Sólo que hoy, con las múltiples crisis de soledad, emparejamiento y presencialidad hay un ejército de solteros y solteras disponible para las subjetividades que moldea esta etapa del capitalismo financiero digital que ya no necesita de la familia nuclear tradicional para su sistema productivo. 

También las innovaciones tecnológicas de Inteligencia Artificial se ocuparon de este nicho.  Girlfriend.ai es una aplicación que permite la creación de una novia artificial, un chatbot con quien entablar vínculos socioafectivos. En su último informe sobre soledad y romance, la empresa plantea que los varones jóvenes son quienes recurren cada vez más a novias artificiales para evitar el rechazo y la soledad. La mitad de los hombres entre 18 y 30 años encuestados reportaron que prefieren tener una novia artificial antes que ser rechazados por una persona física. El reporte también señala que los hombres jóvenes tienen casi tres veces más probabilidades de interactuar con novias de este tipo que la población masculina general.

Con el deseo no alcanza

“Millones de personas en el mundo no pueden tener el número de hijos e hijas que quisieran. La razón no es su rechazo a la maternidad o la paternidad; son las barreras económicas y sociales las que impiden hacer realidad sus deseos”, dice el informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), “Estado de la Población Mundial 2025- La verdadera crisis de fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios” que analiza las causas y consecuencias de la baja natalidad en 14 países.

A lo largo de la historia hubo políticas pronatalistas que restringieron derechos sexuales y reproductivos que, por supuesto, son la sombra de las narrativas catastróficas que enuncian los referentes conservadores que hablan del tema y no debemos perder de vista. Pero existen otras respuestas estatales como el apoyo a hogares monomarentales, las licencias familiares, el fortalecimiento de políticas e infraestructura de cuidados, la promoción en el acceso a los tratamientos de fertilización asistida, entre otras. ¿Qué otras iniciativas estatales pueden pensarse para desatar el nudo del desencuentro y la desconexión social? Pienso en la utopía de un Ministerio del Amor aunque ese nombre resuene a George Orwell y a su distópica 1984, y que no precisamente tenga el objetivo de unir parejas. En Japón le han dado rango ministerial al problema de la soledad para afrontar las muertes silenciosas que provocan los suicidios y los problemas de salud mental. Un Ministerio de la Fiesta suena aún más distópico mientras los estados de nuestras naciones se comprimen cada vez más.

Las advertencias ya fueron hechas. Hannah Arendt ya lo escribió en Los orígenes del totalitarismo: la soledad es mucho más que un sentimiento individual, es un problema político moderno, que debería preocuparnos a quienes defendemos la democracia, porque lo que está en disputa es la reorganización de la vida íntima, privada, afectiva. Las respuestas que nos pueden dar las innovaciones tecnológicas individualistas erosionan, de alguna manera, la base de la vida en comunidad y los valores de la democracia como la solidaridad.

Más allá de las políticas públicas innovadoras que puedan imaginarse, la realidad es que el “aislamiento digital” hoy es modo de trabajo, de disfrute, de entretenimiento y hasta de construcción de nuevas afectividades. El tema de la caída de las tasas de natalidad no puede abordarse con pánico pro-natalista o antinatalista. Ni puede ser una cinchada de la idea de familia. Detrás de los números hay historias cargadas de frustraciones que tampoco pueden ser subestimadas por quienes trabajamos en el campo de los derechos humanos, la izquierda y los feminismos. Si no miramos ni escuchamos esas historias serán capitalizadas únicamente por los voceros de la reacción conservadora. Un camino posible para despolarizar la conversación es impulsar más narrativas que hablen más de la búsqueda de la plenitud afectiva y del proyecto del amor.

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Autor

  • María Florencia Alcaraz (1985) es periodista y Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Es co-directora y miembra fundadora del medio de comunicación nativo digital LatFem. Investiga y trabaja en comunicación política estratégica especialmente enfocado en narrativas de ampliación de derechos. Además es cronista en Desiguales por la Televisión Pública. Como periodista colaboró y colabora en distintos medios: Washington Post, Revista Anfibia, Cosecha Roja, Infojus Noticias, entre otros. Trabajó en radios comunitarias y en las radios FM Nacional Rock y El Destape. En 2018 condujo el ciclo de entrevistas a feministas por Youtube, La olla. En 2013 recibió el premio Lola Mora que entrega la Dirección de la Mujer de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por su trabajo en Infojus Noticias. En 2016 fue galardonada con el premio estímulo que entrega la escuela de periodismo TEA por su labor en periodismo digital.

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