Por Arlen Molina y Katia Rejón
Sandra Cuevas, alcaldesa de Cuauhtémoc, una de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, ordenó a principios del 2022 borrar los anuncios y la gráfica popular colorida de los negocios ambulantes para colocar, en su lugar, el logo de su administración. Esto sucedió en el marco de una “Jornada Integral de Mejoramiento del Entorno Urbano en la Cuauhtémoc” en la cual espacios como los mercados públicos fueron (des)pintados con el que parece ser el color favorito de la alcaldesa: el blanco.
La decisión fue muy mal recibida por locataries y ciudadanes de las calles y de internet. Entre las muchas cosas problemáticas que ha dicho Sandra Cuevas, miembro de uno de los partidos más conservadores de México, como es el Partido Acción Nacional, se destaca el momento en que dijo, literalmente, que “no le gustan los pobres”.
En la academia se le llama gentrificación al proceso de desplazamiento de cuerpos y formas de vida de los barrios tradicionales en donde no pueden seguir viviendo porque sus hogares se encarcen o se vuelven ajenos a elles. Algo también conocido como blanqueamiento, fenómeno destacado por su carácter racista y clasista, que ocurre no solo en la Cuauhtémoc, sino también en otras zonas como la Gustavo A. Madero, Tlalpan o Xochimilco, y que fácilmente puede observarse si se visita alguno de los ya muy conocidos pueblos «mágicos» de México.
Las políticas urbanas emprendidas recientemente responden al imaginario de la blanquitud en donde los cuerpos blancos, vestidos de traje y listos para trasladarse a sus lugares de trabajo con salarios superiores a los de la mayoría de la población económicamente activa del país, son “los aceptados” y “los correctos”. Y los cuerpos o formas de vida incompatibles con ese imaginario son desplazados y borrados.
A Lily Cursed, artista urbana y parte de la colectiva Paste Up Morras, este escenario le recuerda al planteado en la novela de Michael Ende, Momo: “La gente gris, en una ciudad gris, en donde todo está más enfocado en generar dinero que en el tiempo dedicado a tu vida. El borrado de rótulos, siendo una iniciativa que viene desde el Estado, es bastante reprobable. Tendríamos que, como sociedad y como artistas, apoyar a las personas y a sus negocios para que no exista esta imposición. Hablarlo desde rescatar el arte callejero y los rótulos, que es algo histórico de la sociedad mexicana”.
¿Qué se borra con el borrado de la gráfica popular? Los rótulos tienen la finalidad concreta de anunciar productos o servicios y, bajo esta premisa, la alcaldesa considera que no son arte, ignorando que son un reflejo de la cultura y un proceso creativo de expresión en donde sí hay un gran valor artístico y cultural. Su borrado es un atentado en contra la libre expresión y una amenaza para les artistas: “también es una amenaza a la protesta, a discernir y a expresarte en la calle”, afirma Lily.
La decisión autoritaria de borrar los rótulos no es ingenua. Sandra Cuevas no quiere ver a personas en situación de calle porque, según ella, le dan una “mala imagen” a colonias como la Roma o la Condesa y, bajo el argumento de un “mejoramiento visual de la alcaldía”, pone en marcha un plan de gentrificación.
Entre el autoritarismo, paredes blancas e indignación ciudadana, surge la iniciativa Rechida, una red chilanga en defensa del arte y la gráfica popular. Para entender la iniciativa Volcánicas entrevistó a Tamara de Anda y Sofía Riojas de la colectiva Restauradoras con Glitter. Tamara opinó que es precisamente la falta de una regulación de los negocios ambulantes el pretexto para que fuera la alcaldesa quien decidiera pintar de blanco los carritos y poner el logo del ayuntamiento:
“La Alcaldía se está aprovechando de que los puestos están en esta área gris en el que “te doy chance, pero en mis términos” y siempre ha habido esta inseguridad e incertidumbre para las personas que tienen puestos en la calle”, dijo Tamara. También explica que esta no es la primera vez que sucede una medida de este tipo en el área. Ha pasado en la alcaldía Gustavo Madero, y en administraciones del PRD y Morena.
Esta decisión, a todas luces clasista, tiene un impacto directo en la economía de los vendedores. El colectivo Rótulos Chidos, que también forma parte de la campaña #ConLosRótulosNo explica: “En realidad no existe ningún oficio o algún documento que formalice esta acción de la Alcaldía. Desde el principio todo fue a través de intimidación a los comerciantes por parte de empleados de la Cuauhtémoc. Incluso, en días recientes, algunes dieron entrevistas contando cómo fue todo el proceso y al día siguiente recibieron amenazas por hablar”.
Tamara de Rechida coincide: “Cuauhtémoc es una zona de muchísimo movimiento y hay gente que pasa y no ve su puesto. Antes llegabas y decías “¿qué voy a comer?” y elegías visualmente: Quiero tortas, quiero tacos, quiero hamburguesas. Y ahora llegas y ves todo blanco, tienes que ir a meter las narices en todos los puestos porque todos dicen: Alcaldía Cuauhtémoc, Alcaldía Cuauhtémoc, Alcadía Cuauhtémoc…Pero el McDonalds y el Starbucks y el Oxxo sí tienen derecho a una identidad gráfica y a comunicar quiénes son y qué venden. El humor, la personalidad y el estilo visual es algo muy chingón de los rótulos y la gráfica popular porque no responde al deber ser del diseño, a las reglas del diseño hegemónico y a lo que te enseñan en la escuela de arte. Es por eso una especie de resistencia y muy legítima porque no está contaminada de todo este academicismo que lo puede volver homogéneo, de hueva, blanqueado”.
Tanto Rechida como Rótulos Chidos tienen cuentas de Instagram destinadas a realizar un archivo de los rótulos como una muestra de la gráfica popular mexicana. Pues, aunque la alcaldesa Sandra Cuevas no alcance a reconocerlo, los rótulos representan una parte importantísima del patrimonio y la economía del país:
“Decir que es arte, o no, es subjetivo porque tendremos que tomarnos mucho más tiempo para hablar de qué es el arte y desde qué posturas redefinimos o significamos lo que es el arte. Pero si entendemos que parte de ello es un reflejo de la cultura y una creación para expresarse mediante recursos plásticos, en este caso, pues definitivamente hacer rótulos sí tiene un valor artístico. La gráfica callejera es un medio de expresión que puede ser desde algo muy personal, hasta algo con fines comerciales. A veces incluso es un medio de denuncias y una vía para la subversión. Pero lo más importante es que es también un testimonio de la producción visual que acontece en las calles” explica Paste Up Morras.
Rótulos chidos complementa: “En un lugar como la Ciudad de México, en donde la mayoría de las personas solemos trabajar o estudiar lejos de casa, el rótulo termina convirtiéndose en algo súper útil si es que tienes hambre vas en el camión y ya ubicas por dónde hay tacos, tortas, jugos, etc. No solo eso, sino que a nivel estético, el rótulo ha logrado definirse un estilo propio en cuanto a composición, personajes, tipografías y demás elementos fácilmente identificables para uno como cliente. El hecho de que la alcaldía haya decidido tomar esta acción es una estocada no solo a los negocios donde habitan estos rótulos sino al oficio de rotulista. También es importante señalar que ese es un oficio en decadencia, al cual cada vez menos negocios recurren. Hubo rotulistas que evolucionaron -sobre todo por necesidad- a la parte digital de hacer lonas o recortes de vinil pero también sobreviven algunos valientes que siguen dándole a pincel y mano alzada”.
Cuando tantas personas protestaron por la medida, Sandra Cuevas subió a su cuenta de Twitter una foto en la que aparece junto a Josefina, la dueña de unos puestos que fueron pintados con el logo de la alcaldía. El mensaje de Sandra afirmaba que Josefina solicitó que pintaran su puesto y que colocaran el logo de la alcaldía. En esta afirmación inverosímil también decía que Josefina sí se había “adecuado al orden y la disciplina de este nuevo gobierno”.
Detrás de esta afirmación hay toda una lógica de homogeneización de la ciudad y sus habitantes. Una medida que no responde a la diversidad de personas que ocupan el espacio público y mucho menos a la autodeterminación de los negocios y la convivencia con las expresiones callejeras. Paste Up Morras los describe así:
“La cultura popular tiene gran importancia en la identidad de un espacio como la Cuauhtémoc porque representa un entramado entre la historia, las tradiciones, las costumbres y la cultura de la sociedad. Por ello la importancia de que sean las mismas personas quienes decidan cómo se ve el espacio que habitan. Al imponerlo el gobierno, se borra la libre expresión y se pasa al autoritarismo, sobre todo si prestamos atención desde donde viene esta decisión: desde una alcaldesa perteneciente a un partido político conservador, de derecha, que utiliza el orden y la disciplina como argumento y justificación. Algunas personas. Bueno, en mi caso particular y de varias mujeres que conozco, es porque tenemos algo que decir, porque queremos ocupar el espacio público con emociones, con sentires, con preocupaciones y con reclamos, con denuncias. Porque queremos tal vez acompañar con gráfica a otras personas, porque intentamos igual visibilizar injusticias para conectar con la gente y generar empatía. Y, con el tiempo, tal vez generar un cambio. Entonces, el hecho de que esté en las calles, pues es eso, tener acceso a un diálogo con la sociedad, porque no todas las personas tienen el tiempo o el acceso a ir a una galería privada en donde ven arte hecho para personas con las que de plano no conectan los mensajes, con los que no conectan con arte, que no les dicen nada. Entonces esa es la relevancia de que esté en las calles”.
Sofía Rioja de Restauradoras con Glitter, un colectivo de mujeres especialistas en restauración, arte y patrimonio, dice: “Hay algo que se llama discurso espacial y tiene que ver con quién tiene y quién no tiene derecho a la construcción social del espacio. Se construye el espacio como un campo político y desde los discursos oficiales siempre es muy incómodo que las “minorías”, como siempre les llaman, aunque no lo sean, se apropien de algo que ellos desde “el orden” creen que son los únicos con el derecho a construirlo. Entonces, cuando hay todas estas apropiaciones en el espacio público y se impone este otro orden, se le llama desorden. Hay artículos que describen estas acciones como las de Sandra Cuevas como una “higienización”, como cuando en el siglo XIX empezaron a higienizar las ciudades y en Bogotá y Medellín en los noventas, por ejemplo, este proceso de higienizar llevó a que mataran a gente que vivía en la calle porque eran “indeseables”. Pero el problema no son los puestos, es la precariedad laboral que todas y todos vivimos y que deja a ciertas personas en una mayor desventaja. Y todavía te vas contra esas personas que ya viven una situación de vulnerabilidad. Los locatarios con quienes nos hemos acercado no quieren meterse en muchas broncas porque de por sí ya están ocupando, digamos, irregularmente, la calle”.
La Rechida planea hacer varias acciones y una de las más importantes es la protección oficial de la gráfica popular, que se revierta la medida arbitraria de Sandra Cuevas y las personas dueñas de los puestos tengan libertad de promocionar sus productos y servicios como mejor les parezca.
Consideran que lo ideal es que la Alcaldía repare el daño que ha hecho y que se contraten rotulistas, como otra medida de reparación: “Lo que nos toca es, sin dejar de señalar a la Alcaldía, presionar al Gobierno de la Ciudad de México, a la Comisión y la Secretaría de Cultura, para que exista una protección a la gráfica popular y un reconocimiento del oficio de las y los rotulistas para que no vuelva ocurrir en esta ni en ninguna administración. Que a nadie se le ocurra convertir a la colonia Santa María La Ribera en un Barrio Mágico y decir que las fachadas tienen que pintarse de beige con una letra que recuerde a tiempos coloniales”.
También proponen, como una medida posterior, armar un directorio de rotulistas para promover su trabajo o armar una “vaquita” ciudadana para pagarles los rótulos sobre los espacios blancos que deje Cuevas.
Sin embargo, apuntan que no hay que olvidar el problema de fondo. Sofía explica que hay maneras de dignificar el espacio público sin blanqueamientos ni clasismos, sin sacrificar el patrimonio y la cultura popular. Una de esas formas es garantizar condiciones para que los negocios tengan luz eléctrica, agua potable e instalaciones seguras para les vendedores y les clientes, protocolos para que su situación no sea irregular ni vulnerable. Algo que debería extenderse en toda la ciudad.
Sobre esto Paste Up Morras coincide en que, como artistas de la calle, no se abandone por completo a la sociedad. Que el arte no se vuelva meramente decorativo, ni tibio, ni indiferente, como ya se ha visto en otras ciudades en donde los murales, estéticamente aprobados por el filtro del Estado, finalmente cumplen también con funciones de gentrificación.
El comercio y la cultura popular son patrimonio social, económico y cultural de la Ciudad de México y se deben proteger y promover. La identidad de cada espacio tiene que ser determinada y tomada en cuenta por quienes la habitan, la viven y la construyen día a día, porque finalmente el barrio es de quien lo trabaja, y el barrio existe porque resiste.