February 14, 2023

La verdadera revolución es amarnos trans

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Ilustración de Carolina Urueta

Soy una mujer trans que, como la mayoría, no puede dar cátedra del amor celebrado todos los años en San Valentín los 14 de febrero. Amor que es el devenir de una imposición colonial y católica, y que cuyos cuerpos que gozan de la libertad para expresarlo en público, y en la intimidad, son los que encajan en la cis–heteronorma; a los que se dirige el deseo/amor sin el castigo de ningún Dios, sino con su propia bendición; para los que el mundo ha sido creado, desde la blanquitud y para ella misma: un occidental y universal amor que ha instaurado únicas formas de amar. 

¿No es mi cuerpo trans entonces, porque desafía la norma, un cuerpo en donde cabe la universalidad al amor? 

No, pues lo universal homogeniza, sin tener en cuenta los diferentes y complejos contextos geográficos e intersecciones, que cada sujetx diverso tiene, ni la manera cómo establece sus vínculos afectivos. El amor universal ha sido retratado históricamente en los medios de comunicación, en la literatura y la cultura como un amor entre hombres y mujeres cis. 

Cuando hablo de mi cuerpo trans en el amor pienso en las veces que otras personas desconocieron que mi cuerpo también merecía ser amado; en las veces que hombres dijeron que por ser su secreto mejor guardado debía considerarlo como un premio; y que el placer para mí residía en colocar mi cuerpo al límite como un pedazo de carne rancia que mastican y botan. Crecí, pues, creyendo y repitiéndome diariamente que no merecía sentir amor. La sociedad, cishetero y transfóbica en su estructura cotidiana se ha encargado de colocar mi experiencia amorosa en la abyección: un lugar vil que no merece ser demostrado en público, por eso quien ose a amarme deberá hacerlo desde las sombras. 

El amor que nos demuestran a las mujeres trans, bajo la mirada de la universalización, no está contemplado en ningún San Valentín. No hay rosas, ni chocolates, ni mensajes tiernos de buenos días, y cuesta encontrar el amor en estas condiciones. 

No podemos negar que ha avanzado la manera como nos miran a las mujeres trans en Colombia, se lo debemos a las poderosas activistas que ponen sus voces en diferentes escenarios, que reclaman la dignidad de nuestras vidas, militan por nuestros derechos y ponen incluso nuestra agenda emocional como un elemento emancipador del mero fetiche sexual y pornográfico –que sitúa a nuestros cuerpos como el más reemplazable del sistema–. No porque precisamente lo queramos así, es bien sabido que la misma estructura transfóbica hace del desprecio de nuestra familia una constante, como de las instituciones, que nos imposibilita acceder a la educación y a trabajos dignos. Entonces, nuestros cuerpos políticos, tiernos y furiosos de desamor también luchan y piensan en sobrevivir.  

De tal manera que, a pesar de los visibles avances, las mujeres trans y travestis, sobre todo para la masculinidad, somos “amores prohibidos”. Entramos en el espectro de su sexualidad, pero pocas veces en su afectividad, donde se sigue ampliando el desprecio y oprimiendo nuestras subjetividades.    

Amigas mías: hay hombres que no merecen nuestro lenguaje robado a todo lo vivo de la naturaleza, ni la suave piel del estrógeno, ni su color de arrope. (…) ni esas implosiones que derrumban los andamios de nuestras costillas, ni eso que torpemente llamamos corazón porque en ese lenguaje de hombres, no hemos podido decir donde se aloja la semilla de nuestro fuego (…)

Dice Camila Sosa Villada, en “La novia de Sandro” publicada en el 2020. 

Nuestra revolución es queremos entre nosotrans

Las mujeres trans y travestis, sin embargo, cuando construimos una revolucionaria comunidad entre nosotras mismas, replanteamos nuestra relación con el amor, hablamos de él y no solo lo reducimos al plano sexual, ampliamos sus horizontes y creamos nuevos vínculos con nuestros cuerpos, que pretenden reorganizar la sociedad en nuevos lazos erótico– afectivos, culturales, económicos y políticos.

“Yo no tengo amigos, yo tengo amores” dijo Lemebel, cronista de la cruda realidad travesti en la dictadura chilena. Cuando resistimos desde nuestro abrazo trans, creamos una comunidad que tiene como lema extender el horizonte de lo que significa amar, en una sociedad que desde siempre nos ha puesto a competir entre nosotras. Descolonizar el amor implica para nosotras amarnos a nosotras mismas y a nuestra diversidad, lo hemos hecho desde siempre, pues hemos resistido y reinventado los afectos que la sociedad cishetero ha marcado en nuestras corporalidades. Agenciar el amor, y el desamor, nos ha motivado a reinventarnos en cada contexto y rincón del país, lo que somos y la importancia de nuestro tierno abrazo.    

La dignidad, en ese orden de ideas, en el amor, no solo la reducimos al romance entre una pareja, que la queremos, por supuesto. En un San Valentín, –aun siendo críticas y conociendo el desenfreno de este día en el capitalismo– también queremos ir tomadas de la mano por cualquier calle, centro comercial o parque público, sin que la sociedad nos recrimine por amarnos ni a quien deseemos, y sin tener que explicar que nuestro ímpetu de amar es válido como cualquier otro, con rabia y ternura, por todo lo que nos han impedido. La ampliamos entre el abrazo revolucionario trans/travesti disidente. 

 A mis 25 años he encontrado el amor, después de muchos 14 de febrero en soledades, empieza en mí y se extiende a mis amigues trans que todos los días deseamos amarnos sin fronteras. Despierto y me pregunto ¿Qué quiero de una persona que me ame siendo trans? Y la respuesta está en mí, en que me ame salida de la sombra, es decir, siendo yo disidente y rebelde, también me pregunto, ¿quién se atreve a amarme, a amarnos? Tendrá que amar con valentía, y no en un San Valentín católico. 

Que me ame trans. 

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Autor

  • Flor Bárcenas Feria (Montería, Colombia). Licenciada en Literatura y poeta trans afrocaribeña, autora del poemario "Bramidos de agua dulce", incluida en la antología "Como la Flor" Voces de la poesía cuir colombiana contemporánea. Activista VIH positiva y becaria de la especialización en Escritura Creativa con enfoque afrodiásporico de la universidad ICESI.

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