abril 27, 2024

La venganza de una infancia trans robada: entre la cuerpa, la rabia y la nostalgia

Hoy, en el día de le niñe, Juana Torres reflexiona alrededor de las infancias trans, sus nociones, su concepción y su cabida en una sociedad que insiste en negarlas.

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Ilustración por Isabella Londoño

Hablar de mi infancia nunca ha dejado de ubicarme entre la espada y la pared. Siempre me ha habitado un nudo en la garganta y la evasión casi automática cuando me preguntan: ¿qué fue lo más valioso de tus primeros años? O ¿toda la vida supiste lo que tú eras? Dos de las cuestiones más complejas y difíciles para mí como una Mujer Trans y como una Travesti. Hablar de la infancia y del reconocimiento de mi identidad estuvo enmarcado en esos momentos por un gran silencio suspensivo: el reconocer trece años después mi infancia como una infancia Trans robada por el abuso sexual, por una cultura machista y por una permisividad de la violencia que me orilló a odiarme y a guardarme mi dolor

Supongo que hablar de la infancia resulta confuso, aterrador, triste muchas veces o quizás, tremendamente alegre. Supongo también, que todxs en algún momento deseamos que las cosas hubieran sido distintas, que nos hubieran visto, que nos hubieran cuidado lo suficiente, que alguien lograra responder nuestras preguntas, que el amor no se olvidara de nosotrans, de nuestras formas de ser cuando sentimos la fuerza en nuestro interior, desbocada, pero quieta ahí por el miedo a mostrarla. Y por eso pienso: ¿qué hubiera sido diferente si en aquel momento me enseñan a nombrar lo que hacían con mi cuerpo y si no hubiera castigado la sociedad cis-heteronormativa mi despertar Trans y mi existir Trans desde que era una niña?  Una herida sin cerrarse, que, sin duda, me lanza a la rabia y a la nostalgia. 

Pensemos –ojalá con la empatía que tanto necesitamos- en lo que significa para una infancia el no poder acercarse a nadie, el no tener una palabra que nombrara el abuso y a los abusadores. Pensemos en el peso que tiene para una vida el sentir que todo está mal en sí misma porque la voz del abuso sexual está presente. Pensemos en lo que sentí cuando escuché por primera vez: “es que los Travestis y los homosexuales lo son porque fueron violados cuando eran niños”. Otro estigma asqueroso que invalida mi identidad Trans desde una parte tan aterradora que en el respaldo encontrado, separé dos cosas que no tienen nada que ver la una con la otra: Antes de ser abusada, ya era una pequeña que no entendía el mundo que observaba, donde no cabía

Asimismo, pongo sobre la mesa CIS-VIOLENTA el hecho de que para muchxs de nosotrxs el habitar una infancia no fue lo que desde la corriente antiderechos y tergiversante llaman “una infancia normal libre de ideologías de género” o “una infancia necesaria”, porque no hay nada de normal o de necesario en el castigo cultural, en la represión, en corregir salvajemente una cuerpa o en negarle a una existencia la atención, el cariño y la escucha; porque necesitaron, por ejemplo, socializarme en mi casa, en el colegio y comunitariamente como un hombre y a los “varones” no se les enseña a cuidar su cuerpo, en la lógica monstruosa del machismo que me persigue. Y, mucho menos, a pensar en la ternura, o a devenir como un lejano deseo de escape, que no se perdía nunca de mí. 

También, el socializarme para interiorizar y asumir que aceptar una cosa u otra, que ser marica o que ser Travesti solo traía sufrimiento, dolor y marginalidad. La primera enseñanza que recibí del núcleo social donde nunca imaginé llegar a nombrarme como una niña Trans o a voltearme contra todo lo que me señalaron como incorrecto. De ahí que la celebración sea escribirnos vivxs cuando todo parece una pesadilla. De ahí que mi deseo más profundo sea acabar con una mentalidad odiante y compartida que te enseña que no hay nada peor en esta sociedad que habitar cuerpxs afeminadxs, demasiado masculinos, demasiado mariquitas, demasiado Travestis y sentirse orgullosxs por ello. 

Entonces, dónde estuvo la verdadera violencia e imposición: ¿en una agencia Trans/libre o en una hegemonía diseñada para corregir lo que desobedecía al cuerpo social normativo?

La infancia, por otro lado, también existe y también se manifiesta Trans, porque ¿acaso no venimos de un lugar? ¿Acaso no siempre estuvimos ahí presentes? Y desde luego, cuando apalabramos y cuando le damos forma a ese capullo político que fuimos, muchxs terminamos bajando la mirada, guardando la herida que nos conecta, o sintiéndonos con bondad y esperanza cuando pensamos en un futuro Trans donde ser una infancia Trans que sea reconocida y respetada se tome la venganza por cada una de las vidas que luchamos por reconciliarnos con el pasado, para ayudar a otrxs a aprender a sobrevivir sin el vacío recorriendo su disidencia frente al obstáculo Cis-represivo y al castigo-patriarcal. 

La venganza de la que hablo está en poder ser por el cuerpo político/Trans/Travesti que nos une a todxs en la urgencia de quebrar el pacto que tanto nos invisibiliza. Por eso, con una infancia Trans/Travesti/maricona posible, visible y segura, todxs ganamos

Así, también, perder la infancia en un robo estructural basado en el desconocimiento, la incomprensión y lo estigmatizado, lo he entendido al crecer y al darme cuenta que no te enseñan a protegerte cuando te miraron con sospecha y desaprobación, que no están para tí cuando el acoso, el abuso, y el odio colectivo te arrancan la inocencia / la confianza y que no estarían para ti, mucho menos, si sacabas de la prisión que te inventaste para resistir a toda esa oscuridad lo que esperabas de tu cuerpo y lo que ocurría con tu cuerpo. 

Por el contrario, sí están para enseñar a odiarte, a cómo desaparecer con los años, a tragarte lo que hizo el abuso sexual en tu carne porque la culpa y el asco que te disciplinaron pudieron más, o a olvidarte de ti, que era lo mismo que entregarse a los mandamientos de lo exigido para tener paz, el enorme ¡Ya basta con esto! Que llegamos a sentir y el sucumbir ante el privilegio CIS. 

Por lo tanto, mi mayor venganza es poder transitar como una Travesti desde el primer momento donde supe que hacerlo no me costaría la vida y el pelearme un lugar en el mundo que nunca había pensado tener; y que nunca pensó tener la pequeña por la que me lanzo a defender lo que tanto me importa. 

De la misma forma, cuando de lenguaje se trata, este está para recorrer las experiencias individuales que hacen que lo personal sea urgente, por eso “lo que no se nombra no existe”. Y la revancha anti-violencia está en poder reivindicar una reconciliación colectiva Trans hacia cada pequeñx que necesitó ser abrazadx o que la permanencia de una sociedad moralista/religiosa y transfóbica le arrebató el derecho humano a crecer sin miedo. A crecer con libertad. A ser y a nombrarse. 

A la sociedad transfóbica en la que vivimos no le conviene que nos tomemos la palabra. No le conviene que reconozcamos a las infancias Trans, porque con ello les quitamos el poder del odio desde que somos niñxs. No le conviene que rompamos el pacto de silencio del abuso sexual en la infancia, porque la herida patriarcal y machista está soportada en el no aceptar ni asumir la responsabilidad conjunta de la realidad que nos rodea y de la otra cara de la moneda que casi no se toca por la carga de la re victimización y del dedo índice en nuestra frente. La auténtica pelea está en lograr desmembrar al sistema cómplice de lo que sí tiene nombre: la expropiación de las infancias bajo circunstancias tan complejas también hace parte de un sistema donde es mejor evadir que reconocer el papel de la institución patriarcal en el silencio que se guarda cuando de abuso sexual se trata.  

En consecuencia, ¿quién tiene una respuesta correcta o válida para lo que significa ser Trans y Travesti o frente a las infancias Trans? Habitar una corporalidad y habitar experiencias que han desechado las bases culturales de una expulsión del entorno social que siempre le ha dado la espalda a ciertas formas de vida, o el negarse a aceptar el proyecto violento y transfóbico, se vive desde la multiplicidad de contextos, de percepciones/subjetividades, de experiencias personales y de una construcción propia, que lo hace tremendamente político. Por eso yo nunca pensé en que cada evento lejos de lo aterrador de mi infancia podría llamarse una infancia Trans sino hasta mucho tiempo después. Eso también me lo quitaron

Detrás de ello, existe toda una burbuja de invisibilización, una serie de asentamientos en mi cuerpa que criminalizaba la expresión Trans/Travesti, y un deseo tan arrollador esperando el momento para explotar, como una especie de campo minado hacia la guerra que vivo contra el CIS-tema. 

No es una mentira que para la gente Cis, para la corriente antiderechos y conservadora, para las TERFAS y para una sociedad Transfóbica no somos suficientes, en tanto no les importa lo mucho que eduquemos o cuánto nos esforcemos por ser reconocidxs, porque el hablar de nuestras experiencias probablemente termine siendo utilizado en nuestra contra. 

Probablemente, cuando vuelva a hablar del abuso sexual que viví, cuando vuelva a hablar de infancias Trans, cuando vuelva a problematizar el ser Trans en este país –en lo que no pararé de insistir-, no se medirán en desvirtuar, en invalidar y en incitar a la típica persecución que seguirá poniendo nuestro devenir en peligro por ser cuerpxs que asumen el derecho a no obedecer. 

En efecto, no podría entender la venganza de infancias Trans sino como la constitución del amor politizado desde nuestra propia carne, como la narrativa de vidas reivindicadas, pero también como el curso de toda una historia que rompa con lo que se ha establecido para que nuestros despertares se orienten a la misma prescripción de un tejido social: el estigma, el dolor, la dificultad, la soledad. El apremio de las vidas Trans merece abrirse sin barreras en la opción de descubrimiento y de acompañamiento, en un camino accesible para todxs, esa –pienso- es la mayor aspiración.

Por eso si tuviera que voltear nuevamente y decirle algo a la infancia que me precede, yo le diría: 

Tranquila, avísame cuando estés bien, que yo aquí te estaré esperando. Que aquí te estaremos esperando en esta familia Trans junto a la que sanamos, que aquí peleamos por un proyecto de ley para respaldarte y con un sistema de salud, educativo y laboral que nos tenga en cuenta, que aquí podemos jugar a las muñecas con tranquilidad y que aquí no estará tu primer abusador para indicarte qué debes guardar para ti y qué no. 

Y que todo –espero- puede ser diferente. 

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Autor

  • La Juana Torres

    Mujer Trans/Travesti, Marika, Escritora, Estudiante de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana y artista performática. Ha publicado textos en revistas nacionales e internacionales, dónde se destacan Casa Bukowski Internacional, Lugar Poema, Santa Rabia Poetry, Alter Vox Media, Revista Kametsa, entre otras. Es embajadora en Colombia de la plataforma multicultural Casa Bukowski. Ha realizado varias puestas performáticas dónde involucra su experiencia de vida TransTravesti con lo poético, lo político y lo reivindicativo, entre esas “Contravención Travesti”, “Mi derecho a habitar el mundo” y “Aquí está mi cara”. Integrante del grupo de apoyo a personas Trans y No-Binaries Borboleta, en la ciudad de Montería. Forma parte de la antología poética “Todos los Dioses”. Interesada en temas Transfeministas, derechos humanos y en lo artístico y en la escritura como medio de reivindicación política.

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