
José “Pepe” Mujica, nació en 1935 en Montevideo, Uruguay y fue una de las figuras más destacadas y respetadas de la izquierda latinoamericana. Militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en su juventud, Mujica pasó casi 15 años en prisión durante la dictadura militar, en condiciones extremas que marcaron profundamente su visión del poder, la justicia, la libertad y la dignidad humana. Su historia personal, forjada entre la lucha armada, la cárcel y la posterior reintegración democrática, es testimonio de una vida comprometida con los ideales de justicia social.
Tras el retorno a la democracia en Uruguay, Mujica se convirtió en una figura clave del Frente Amplio, la coalición de izquierda que lo llevó a ocupar distintos cargos, incluyendo el de senador y, finalmente, el de presidente entre 2010 y 2015. Su estilo de vida austero, que contrastaba con la ostentación de otros líderes, lo convirtió en un símbolo de coherencia ética y sencillez: vivía en su chacra, donaba gran parte de su salario y se movilizaba en su clásico escarabajo celeste. Su manera de ejercer el poder conectó con sectores populares desencantados con las élites políticas tradicionales.
Durante su mandato, Mujica impulsó reformas progresistas que posicionaron a Uruguay como un referente regional en derechos civiles. Legalizó el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana, decisiones que generaron tanto admiración como controversia, pero que consolidaron al país como un bastión democrático de avanzada. Estas reformas no fueron solo simbólicas, sino conquistas legales que ampliaron libertades y protegieron a poblaciones históricamente marginadas.
El legado de Mujica trascendió las fronteras uruguayas. Su pensamiento, articulado en discursos profundamente humanistas, permeó debates políticos en toda América Latina. Mujica se volvió un referente moral para los movimientos progresistas del continente: su rechazo al consumismo desmedido, su crítica al poder corporativo, y su defensa del Estado como garante de justicia social resonaron especialmente en una región desigual, golpeada por ciclos de autoritarismo y neoliberalismo.
A pesar de ser un hombre mayor criado en un contexto profundamente patriarcal, Mujica mostró en su discurso y en algunas de sus políticas una sensibilidad creciente hacia la agenda de género, aunque no siempre entendiera a las feministas ni al feminismo. Reconoció públicamente que el feminismo le enseñó cosas que nunca había cuestionado en su juventud y respaldó la despenalización del aborto como un asunto de justicia social. Su apoyo no fue condescendiente ni paternalista, sino fruto de un entendimiento genuino del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
Mujica supo, con sus limitaciones y contradicciones, escuchar, aprender y acompañar las causas justas. En tiempos de polarización y autoritarismos patriarcales inamovibles, su ejemplo sigue inspirando a nuevas generaciones que buscan construir una política más ética, solidaria y democrática.
En el más reciente episodio de La Semanaria hablamos con Constanza Moreira, política, socióloga y escritora uruguaya y quien desde el 1 de marzo de 2025 es Senadora de Uruguay por el Frente Amplio. También, con Lucy Garrido, periodista e integrante del colectivo feminista Cotidiano Mujer. Y, finalmente, con Mónica Xavier Yelpo, doctora y política uruguaya. También fue presidenta y Secretaria general del Frente Amplio. Lo recordaron, hablaron sobre su legado, los momentos que compartieron, lo que significó para el progresismo y lo que aún queda por conquistar.
