June 11, 2023

Inconvertibles II: del hogar al consultorio médico. En Colombia las personas LGTB+ luchan por espacios libres de ECOSIEG / Parte 3

En esta tercera entrega, abordamos los ECOSIEG en contextos digitales y de conflicto armado. Actualmente se tramita un Proyecto de ley en el congreso para regular y prevenir estas prácticas, en el mundo 24 países han legislado contra los ECOSIEG.

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Este reportaje fue realizado con el apoyo de All Out

Estar todo el día con una piedra en el zapato, de rodillas durante 40 minutos con las manos extendidas en forma de cruz o acostarse en el piso atado de pies y manos mientras le rezan la bendición de María auxiliadora, fueron algunas de las prácticas a las que fue sometido David en un grupo religioso. Durante el conflicto armado colombiano, como reconoce el CNMH, los grupos armados también perpetraron amenazas y acciones concretas en contra de las personas LGBT+, varias personas fueron condenadas al destierro o les castigaron si hacían parte de sus filas.

En el caso de Iván, los esfuerzos que sufrió llegaron de forma digital, a través de páginas web que se presentan como espacios seguros y amigables con nombres asociados a la libertad y que todavía existen a pesar de algunas prohibiciones de las plataformas. Incluso cuando en 24 países se ha legislado contra los ECOSIEG y que en Colombia avanza un proyecto de ley en el Congreso. A pesar de ser una responsabilidad del Estado como garante de derechos, urge un enfoque preventivo y pedagógico en la sociedad. 

El cambio debe ser estructural para las personas LGBT+ no sean rechazadas de trabajos, colegios o no tengan acceso a atención médica. Nadie debe temer por ser quien es.

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Las nuevas marcas, fachadas y contenidos en contextos de Internet

“Yo tenía 16 años y mi familia se había convertido al cristianismo evangélico. Yo me metí mucho dentro del contexto religioso y en internet encontré un foro cristiano llamado Foros Cristianos Evangélicos Ekklesia Viva, allí discutían la homosexualidad a la luz de la biblia y se compartían testimonios de personas que habían dejado de ser gays”, relató Iván, de Bogotá. 

Internet y las TIC se han convertido en otro escenario social y político del siglo XXI. Y aunque sus cambios e innovaciones son evidentes, la participación en la sociedad de la información sigue reproduciendo desigualdades y violencias estructurales. El testimonio de Iván pone en la mira este escenario. En la red, a través de páginas web, redes sociales y foros, circulan y se ofrecen discursos que dicen que se pueden y deben cambiar las orientaciones sexuales diversas a través de “asesoramientos”, “consejerías” y “cursos”. 

Motivado por la presión indirecta, según contó Iván, escribió a uno de los usuarios del foro, una especie de guía o consejero para las personas que querían dejar de ser homosexuales. “Yo le manifesté que quería dejar de ser gay y de ver pornografía. Él se ofreció a ayudarme, me dio su mail privado y comenzamos a charlar”. 

A partir de ahí, Iván empezó a hacer las tareas que le indicó el guía: instalar un software, para mantener la pureza y evitar contenido pornográfico homosexual, hacer una lista relacionada con las cosas que odiaba de mi padrastro, pues, según él, la homosexualidad tenía que ver con problemas o resentimientos con la figura paterna y hacer el curso web Libertad Pura. En este curso tenía que responder preguntas que “lo alejarían y lo soltarían de las cadenas de la impureza”. 

Muchas personas que se sienten en conflicto o presionadas por la sociedad recurren a estos espacios buscando ayuda y bienestar. En 2021, el Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo (GPAHE) realizó una investigación a nivel mundial sobre las terapias de conversión en línea. La investigación se aplicó en Estados Unidos, Irlanda, Australia, Brasil. Alemania, Kenia y Colombia y concluyó que internet está lleno de desinformación al respecto y que las medidas que han tomado los creadores de las redes sociales sobre contenidos de ECOSIEG, son ineficaces. 

El informe relata que en 2019, Google tomó medidas al respecto al eliminar una aplicación de “terapia de conversión” de su tienda de aplicaciones; expuso que da el ranking de búsqueda más bajo a páginas que son “dañinas para grupos específicos” y que promueven o aprueban “malos tratos a un grupo específico”. Además, señaló que en el 2020, Facebook e Instagram anunciaron la prohibición de contenido que promoviera o anunciara estas prácticas. Sin embargo, los resultados en Colombia muestran que la búsqueda de Google arroja resultados autorizados sobre “terapia ex—gay”, “terapia para curar la homosexualidad”, “¿es un pecado ser gay?”, “terapia de reintegración” y “terapia reparadora”. El informe muestra que sus páginas y videos, en su mayoría, hacen parte de organizaciones religiosas y terapéuticas de países como Estados Unidos, Canadá y Chile. 

También en el informe indicaban que hay contenidos relacionados con políticos y figuras públicas de Colombia que son vistos por miles de personas en el país. Como ejemplo presentaron los contenidos de la fallecida Ángela Hernández, exdiputada del departamento de Santander, quien tenía más de 30.000 seguidores en Twitter y hacía tweets sobre la restauración de homosexuales y promovía a individuos “ex—gay”. También exponen los contenidos de Andrés Corson, líder de la iglesia El Lugar de Su Presencia, quien promueve que la homosexualidad se puede curar y tiene un canal de YouTube con casi dos millones de seguidores, una página de Facebook con 640.000 seguidores y más de 300.000 en Instagram.

Desde luego, tener acceso a contenidos como estos e incluso a espacios que permiten la interacción con personas que hablan de ECOSIEG desde fachadas “científicas” y basadas en la “evidencia”, da lugar a la generación de condiciones que reafirman discursos que buscan contrarrestar la atracción hacia el mismo sexo. Aún más si, como muestra el informe, son tácticas calculadas que a partir del marketing y la comunicación estratégica se distancian de la idea de “terapia de conversión” y se presentan como espacios seguros y amigables con nombres asociados a la libertad, como “Sexual Attraction Fluidity Exploration in therapy” y a la reintegración. 

Vigilancia y control sobre los cuerpos en el conflicto armado 

El informe del Centro Nacional de Memoria Histórica Aniquilar la diferencia: lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano menciona en su introducción “(…) el conflicto armado colombiano ha dejado la huella de la ruptura del amor, en múltiples dimensiones. A quienes viven por fuera de la heterosexualidad les ha lesionado la posibilidad de entablar relaciones amorosas, porque hacerlo ha significado para algunas personas la tortura y la muerte”. 

Con el conflicto armado, las violencias contra las personas LGBT+ se exacerbaron. Organizaciones como Colombia Diversa, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y Caribe Afirmativo entregaron a la Jurisdicción Especial para la Paz informes que evidencian que las FARC—EP, paramilitares y fuerza pública cometieron graves crímenes contra ellas como violencia sexual, amenazas, agresiones físicas y desplazamientos. En el marco de estas violencias se plantearon escenarios de esfuerzos de cambio de orientación sexual y de género. El ejercicio de investigación del CNMH permite ver que existían proyectos de control social que pasaban por la regulación moral de las poblaciones. En ese sentido, los grupos armados buscaban “limpiar” los territorios de presencias que resultaban incómodas o “corregir” opciones de vida que consideraban diferentes a las “correctas”. 

Andrés Martín, abogado de Colombia Diversa, explica que tanto guerrillas y paramilitares como las fuerzas armadas han ejercido el control y legitimado su autoridad impuesta no solo a nivel territorial, sino también sobre la vida y los cuerpos de las personas: si eres homosexual está mal, si eres heterosexual está bien. Ahí, menciona él, empiezan estos esfuerzos de cambio, pues afectan la integridad de las personas porque no cumplen el esquema socialmente aceptado y supuestamente dan un mal ejemplo a la sociedad. 

El informe indica que la presencia de los actores armados dificulta la aceptación de las personas LGBT+ por parte de familiares y de la comunidad en general y hace que se limiten las libertades por temor al accionar de los grupos armados. Un ejemplo que presenta el informe, es la historia de Alejandra, una mujer lesbiana de Putumayo que cuando regresó de vacaciones a la casa de su familia, en un municipio de Nariño, empezó a recibir amenazas por su orientación sexual. Una noche del 2012 ingresaron a su casa dos hombres encapuchados y vestidos de negro, insultaron a Alejandra por ser lesbiana y la agredieron físicamente. Así, sus padres se dieron cuenta de que ella era lesbiana y la expulsaron de la casa. 

Adicionalmente, el registro de acciones violentas a personas LGBT+ por parte de actores del conflicto muestra que los grupos armados realizan prácticas que buscan cambiar la orientación sexual de las personas, ya sea con amenazas o acciones concretas. 

En el informe Entre silencios y palabras de Caribe Afirmativo describen que tanto las FARC como los paramilitares inspeccionaban los comportamientos de personas LGBT+ desde la infancia y procuraban que los niños, niñas y adolescentes crecieran dentro de sus mandatos morales; iban a las casas y le decían a las mamás que estuvieran atentas ante los comportamientos “indeseados” de sus hijos porque si ellas no los corregían, ellos lo harían. 

Las acciones se tomaban en sus mismas filas y en las comunidades donde tenían presencia. En el mismo informe de Caribe Afirmativo está la historia de un hombre gay que fue reclutado cuando era menor de edad. Cuenta que cuando los actores armados se enteraron de su orientación sexual le impusieron labores de cocina y doble carga de leña con el propósito de “corregirlo” y de “volverlo hombre”. 

Con respecto a las violencias en las comunidades, el caso más extremo es la violación, una muestra de que para estos actores los cuerpos diversos y los de las mujeres son apropiables, corregibles: “Cerca a mi casa me estaban esperando unos ‘manes’. Eran ocho. Mire, yo les puedo asegurar a ustedes que esos tipos eran militares, por la forma en que tenían cortado el pelo, tenían unas botas, pero no estaban camuflados”, cuenta Sebastián, persona trans de Bogotá. “Ellos me gritaban y me decían: —Para que sea más macho o para que se arregle”. “(…) Me decían “machorra”, que yo era una hembra. Siempre me nombraban como hembra, hembra”, se lee en un testimonio registrado en el informe del CNMH. 

En esa misma vía, menciona el informe del CNMH, los actores armados han querido castigar a mujeres lesbianas. Cuando ellas entablan relaciones sentimentales, sienten que les están quitando “lo suyo”, porque en su lógica las mujeres del territorio les pertenecen, a partir de esta lógica asumen que su cuerpo también les pertenece, que es “normal que estén con hombres” y así ejercen violencia sexual sobre ellas. 

“Libérate, seremos santos o moriremos en el intento”: La historia de David Zuluaga

David nació en El Carmen de Viboral, en el oriente antioqueño. De niño fue una persona reflexiva, introspectiva y enamorado de los libros y la historia. En su escuela sufrió bullying porque no era como los demás, no tenía amigos, era silencioso y lo maltrataban físicamente. Su compañía eran los profesores, pero aun así se sentía juzgado y en soledad. En esa etapa de su vida tuvo dos intentos de suicidio. 

A los once años, David conoció Lazos de Amor Mariano, un grupo religioso que nació en 1999 en Medellín como un grupo de oración para jóvenes bajo la doctrina católica. Llegó allá por una prima que era misionera y le invitó a las charlas. En Lazos de Amor Mariano, Carlos encontró un espacio donde era escuchado, su palabra importaba, le trataban como un niño inteligente, curioso. A los 12 años tuvo su primer retiro espiritual; un retiro de conversión —como le dicen desde la comunidad— para alejarse del mundo pecador y acercarse a la vida del Señor. “Entonces tienes que convertirte para entrar en el camino del Señor, para eso tienes que renunciar a todo lo que te da el mundo, todo lo que te propone que son cosas pecaminosas: hacer cosas mundanas, salir de fiesta, no asistir a ciertos lugares, no rodearte de ciertas personas”. En el retiro les hacían examen de conciencia. Durante tres horas, mandamiento por mandamiento, les hacían preguntas para que confesaran sus pecados; desde luego salirse de lo heteronormativo, estaba ahí. 

David se convirtió en misionero de Lazos de Amor Mariano, daba charlas, dictaba las preguntas en los retiros, era un servidor. “Pero en un momento eso empezó a ser insostenible, yo era quien hablaba en las charlas sobre la culpa, pero empiezo a sentir que no soy sincero con eso. Intentaba ser coherente, pero no era suficiente; una cosa era lo que David pensaba y sentía y otra era lo que David tenía que preguntar y presentar”.

A los 16 años, David habló con su guía espiritual. Le contó que tenía ideas invasivas, que sentía deseo y atracción por otros hombres, que eso le preocupaba, le asustaba. Le dijeron que esas eran ideas para ponerlo a prueba en su camino hacia el señor y que por ello debían hacer un proceso de quiebre. Los misioneros hicieron pública su situación, lo alejaron de todas las actividades que compartía con sus amigos y empezó la prueba: días enteros de oración, ayunos los miércoles en honor a San José y los viernes a Jesús Cristo Crucificado, estar todo el día con una piedra en el zapato, estar de rodillas durante 40 minutos con las manos extendidas, en forma de cruz, acostarse en el piso agarrado de pies y manos mientras le rezan la bendición de María auxiliadora. Todo, decían, hacía parte de un proceso de liberación. 

Estuvo en ese proceso más de un año, creía en él, se culpaba por sentir, entendía por qué le juzgaban. Sabía, a partir de lo que le habían inculcado, que no necesariamente le iban a dejar de gustar los hombres, pero tenía claro que “tenía” que pagar un sacrificio por ello, que tenía que buscar la santificación de su alma durante toda su vida para lograr la liberación después de la muerte “seremos santos o moriremos en el intento”, recuerda que le decían. 

Después de que se graduó del colegio y ante la culpa por sentirse pecador, David decidió tener una vida de celibato. Estaba convencido de que entrar al seminario sería el sacrificio que iba a tener durante toda su vida para poder estar más cerca de la gracia de Dios. Su mamá, también misionera de Lazos de Amor Mariano y quien no sabía del proceso que su hijo llevaba respecto a su sexualidad, lo apoyó. David encontró amigos en este nuevo lugar, se adentró en la teología gracias a su inmensa biblioteca y se deslumbró con la vida de los santos. 

Sin embargo, se decepcionó. “Me empecé a dar cuenta de que había prácticas sexuales entre los mismos seminaristas e incluso con los sacerdotes. Usualmente, los que estaban en grados superiores buscaban a los de más abajo. Era como un elefante en la habitación, nadie hablaba en público de eso, a mí me buscaron muchas veces, pero yo estaba muy fijado en que mi camino era la santidad”. David ya no quiso estar allá, no le gustaba esa situación, conoció casos de pederastia y, en general, se desencantó de la iglesia. Cada vez más se acercó a la teología de la liberación, entró a estudiar a la Universidad y decidió salir del seminario y alejarse de aquello que le habían inculcado durante tantos años. El proceso no fue fácil, se quedó sin un norte, sufrió una fuerte crisis espiritual y existencial durante años, pero con el tiempo aceptó su orientación sexual. Se enfocó en la terapia psicológica, la academia, la escritura y el teatro para sobrellevar las violencias que había vivido: entendió que no había una única forma válida de ser y de hacer las cosas. 

Su mamá lo llevó a sacerdotes cuando se enteró de que era gay, se culpó a ella misma por tener como hijo a un pecador y el vínculo se rompió. “Después de eso, ella no volvió a ser mi mamá”, cuenta David. Sin embargo, con los años volvieron a hablarse. Y su relación, aunque ya no fue madre – hijo, generó nuevas conversaciones: hablaron de sexualidad, de represión, de libertad “cosas que no se le comentan a un hijo y mucho menos a un hijo sacerdote”. 

Hoy en día David trabaja en la formulación de la política LGBTI de su municipio. Su “venganza” ante lo sucedido es hablar del tema, hablarlo mucho para que no le pase a otras personas. Para él, expresarlo en diferentes contextos, con diferentes lenguajes, es el primer paso para que las mal llamadas terapias de conversión dejen de ocurrir. El año pasado participó en la comparsa inaugural del festival de Teatro El Gesto de su municipio. Vistió como Cristo, uno que carga una cruz con pañuelos rosas y azules. Un cristo con el pecho abierto, desgarrado. ¿Dónde está mi corazón? ¡Me han robado el corazón! Gritaba a los curiosos asistentes. El corazón estaba en la cruz, a lo que él respondía: ese ya no sirve, está clavado. Así, David le muestra al mundo que estas prácticas ocurren y que te llevan a negar y alejarte del amor. 

En realidad no culpa a su madre, ni a su prima, ni a las personas de esa organización en la que en cierto momento llegó a sentirse escuchado y valorado. Para él, la respuesta no es ensañarse con las personas. Es más bien exponer que hay grupos que están del lado conservador de la iglesia que ejercen maltrato psicológico y físico: “lo que debe haber es una problematización del tema, debe haber conversaciones, debe salir en medios de comunicación. Así, cuando salga la Ley no será válido que las iglesias se escuden en que con esta norma se quita la posibilidad a la gente de profesar su fe. Cuando se vea que hay dolientes, la sociedad entenderá que es necesario y se aprobarán las medidas para condenar a estos grupos y penalizar este tipo de prácticas”. “No se puede atacar a un fantasma que no tiene rostro, que no tiene víctimas, mostrarlos es el primer paso para que no se vuelva a repetir”, finaliza. 

¿Qué hacer con los ECOSIEG? ¿Cómo hacemos para que no siga pasando? 

En el mundo, 24 países han legislado respecto a los ECOSIEG. Por ejemplo, en Ecuador, con el Acuerdo Ministerial No. 767, prohibieron a los centros de rehabilitación y a las personas naturales o jurídicas ofrecer, practicar o recomendar tratamientos o terapias que tengan como finalidad la afectación de los Derechos Humanos. Chile, con la ley 21331, y Brasil con la ley No. 5766 son países que prohíben la patologización de la diversidad sexual y de género y en ese sentido, su normativa está relacionada con la restricción de los ECOSIEG en el sector de la salud. En Canadá se han tipificado de manera independiente como delitos con penas privativas de la libertad para quien los publicite o los practique. 

La diversidad de enfoques, que van desde lo regulatorio hasta la judicialización y el énfasis que han puesto las legislaciones en ciertos actores, nos muestra que no parece fácil controlar o eliminar estas prácticas. Los testimonios de las personas que participaron en la encuesta lo ratifican: son muchas las tácticas, personas y escenarios que dan lugar a que en Colombia estas violencias sigan ocurriendo, lo cual abre el debate sobre qué hacer al respecto para que no siga pasando, cómo se puede evitar y a quién se puede responsabilizar. 

En este momento, en la Comisión Primera de la Cámara de Representantes está en debate el Proyecto de ley 272 de 2022. Con este se busca prohibir los ECOSIEG en el territorio nacional y promover la no discriminacion por motivos de orientación sexual, identidad y expresión de género diversas en las redes de salud mental y otras instituciones. El proyecto de ley retoma la propuesta que se archivó el año pasado, liderada por el Congresista Mauricio Toro. Esta vez, lo radica Carolina Giraldo, representante del partido Alianza Verde, con el apoyo de 58 congresistas y con ponentes del Partido Liberal y del Partido Conservador a favor del mismo. 

El proyecto de ley busca incorporar en la legislación penal, medidas para sancionar conductas dirigidas a modificar, negar o restringir la orientación sexual, la identidad o la expresión de género.Pone la mirada sobre técnicas conductuales y psicoanalíticas, y enfoques médicos, religiosos y espirituales que se practican con o sin consentimiento de las personas. 

El argumento es claro. Los ECOSIEG someten a las personas a torturas, tratos y penas crueles, inhumanas y/o degradantes. Estas tácticas representan una vulneración a las libertades fundamentales de las personas, particularmente el libre desarrollo de la personalidad, la libertad de expresión, el derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica y el derecho a la salud. 

El proyecto también toma medidas relacionadas con la prohibición de diagnósticos basados en orientación sexual, identidad o expresión de género y de publicidad que busque persuadir al respecto. También busca la garantía de atención psicosocial diferenciada, la formación profesional del talento humano en salud y la prohibición de usos de fondos públicos para promoción y práctica de los ECOSIEG.

Para la representante Carolina Giraldo, promover el debate y llevarlo al Congreso de la República, así como escuchar los conceptos y testimonios de personas que hablan sobre los ECOSIEG ya abre un escenario de pedagogía en la sociedad. “Con esta Ley se busca prohibir esas violencias, pero también que las personas sepan que esto existe y que atenta contra los derechos humanos; el proyecto busca en últimas que haya un cambio cultural respecto a las actitudes que se tienen frente a la población diversa, pues eso, es lo que nos va a hacer una sociedad más incluyente y más respetuosa”, dijo Carolina.

Una dificultad, desde luego, que busca solventar en el proyecto de ley y que se presenta en este reportaje es la delimitación. ¿Cómo castigar lo que no está delimitado? ¿Es posible regular o controlar las prácticas de esfuerzos de cambio en escenarios como escuelas, iglesias o incluso en espacios íntimos? ¿Cómo abarcar el abanico de posibilidades que pasa por escenarios en donde el profesional de la salud niega la orientación sexual del paciente, hasta llegar a los esfuerzos que implican el dolor y sufrimiento físico? 

Andrés Martín, abogado de Colombia Diversa, ratifica esa dificultad. Los ECOSIEG tienen una gama de colores, una escala de zonas grises. Aun así, indica, el Estado colombiano tiene el deber de garantizar y proteger los derechos fundamentales y tomar medidas respecto a estas prácticas. Las formas en que operan estos esfuerzos inciden directamente en la ausencia de garantías de derechos de las personas LGBT+. 

El 28% de las personas que participaron en la encuesta ¿Qué te parece ser LGBT+ en Colombia? respondieron que no sienten que la sociedad las respete tal y como son. Y, solo el 14% coincide en que siente plenamente que puede expresarse con libertad. Eso incide en su acceso a oportunidades que garantizan la dignidad humana de todas las personas: el 22% respondió que ha tenido dificultades de acceder a puestos de trabajos por ser una persona LGBT+. En un puntaje del 1 al 5 (siendo 5 cuando más aplica), el 7 % puntuó en 5; el 6% en 4 y el 14% en 3, haber tenido dificultades para acceder a la formación educacional por ser una persona LGBT+. 

“Considerar que hay algo mal, dañado, enfermo, torcido en ti, lleva a que se te niegue un trabajo, te expulsen de un arriendo o un colegio, o no te brinden la atención requerida en un consultorio médico”, indica Lasso. Al respecto, los resultados de la encuesta muestran que de un puntaje del 1 al 5, el 6% puntuó en 5, el 8% en 4 y el 16% en 3 haber enfrentado problemas en el servicio de salud por ser LGBT+. 

Actualmente, existe un vacío jurídico respecto a la posición del Estado frente a estas prácticas y lo que no está prohibido está permitido, menciona Lasso. Por eso, lo ideal es que exista una base legislativa sólida que efectivamente permita perseguir, sancionar, juzgar y castigar a las personas y organizaciones que siguen ofreciendo y promoviendo este tipo de prácticas. 

Un tema que se aúna a la ausencia de precisión frente a su delimitación es que si bien los ECOSIEG suelen implicar delitos que ya existen como las malas prácticas médicas, la privación de la libertad, la violencia sexual y la tortura (y que además muchas veces quedan impunes), hay otras prácticas que en Colombia no son criminalizables. Ejemplos de ello son los rituales religiosos que se instrumentalizan bajo objetivos homofóbicos o transfóbicos o los esfuerzos que se hacen en la vida privada de las familias por medio de comentarios y costumbres. 

La situación parece complejizarse al tener en cuenta que muchas personas son víctimas de estas violencias cuando son menores de edad y/o que muchos y muchas de ellas asisten de manera voluntaria. 

Sin embargo, frente a estos últimos reparos, el abogado peruano Alberto de Belaunde invita a hilar fino. 

Respecto a la autonomía de las familias en la formación de sus hijos e hijas, Alberto marca la distinción entre el derecho de padres y madres a criar a sus hijos e hijas y el derecho de los niños, niñas y adolescentes a estar protegidos de prácticas dañinas. Los padres tienen la responsabilidad de cuidar y educar a sus hijos y el derecho a criarlos de acuerdo con sus creencias y valores, pero también tienen la obligación de no poner en peligro su salud y su bienestar. De ahí que cuando se hable de infancias prime el principio jurídico de interés superior de las infancias.

Por otra parte, está el tema de la asistencia voluntaria. Frente a ello, el abogado es enfático en plantear que la idea de elección libre es engañosa, porque las personas que buscan estos “cambios” a menudo lo hacen bajo la presión social y familiar, o porque han sido convencidos de que su orientación sexual o su identidad de género son un problema que debe ser corregido. Las historias de Jade, Jaime y David muestran que elles no llegaron a estos espacios de la nada. Hay una trayectoria marcada por violencias psicológicas, físicas y simbólicas que de una u otra manera influyen y les llevan a acercarse a estos espacios. Están inmersas en un ciclo de violencias que les hace dudar de sí mismas. 

Este ciclo es identificado y explicado en el informe Entre ‘curas’ y ‘terapias’ como un patrón que aparece tanto en las historias y testimonios de este reportaje como en otras narradas en otros países. Consiste en que la persona que es sometida a un ECOSIEG entra en una dinámica reiterada y cíclica que le hace dudar de su sexualidad o identidad de género para luego convencerla de aceptar una cura. El informe de All Out indica que sus etapas son: 

  • La duda: momento en que la persona se convence de que ser LGBT+ es algo equivocado
  • La convicción: el momento en que la persona cree que se le puede “corregir”.
  • La conciencia: el momento en que la persona toma consciencia de la manipulación
  • Flecha hacia afuera: sobreviviente logra despojarse de la influencia ejercida por los actores que intentaron “corregir” su orientación sexual o identidad de género
  • Flecha hacia adentro: sobreviviente permanece bajo la influencia y se le obliga a “corregir” su orientación sexual o identidad de género. Se reinicia el patrón.

Sobre este punto, el psicólogo clínico Andrés Lasso, expone el concepto de homofobia, lesbofobia o transfobia interiorizada que utiliza para entender algunas manifestaciones emocionales y conductuales que tienen las personas LGBT+. Consiste en que al estar expuestas a contextos de alta discriminación, las personas con orientaciones o identidades diversas aprenden a dirigir hacia sí mismas esas actitudes de discriminación, las cuales se manifiestan en rechazo hacia lo que son y hacia otras personas. 

Por ello, tanto De Belaunde como Martín resaltan la urgencia de que haya un enfoque preventivo y pedagógico en la sociedad. El rol del estado no es solo castigar estas prácticas, sino también evitarlas. Tener un enfoque preventivo implica cubrir las diferentes esferas de la sociedad, en especial aquellas que dan lugar a que ocurran los ECOSIEG. 

Es necesario que, por ejemplo, se preste atención psicológica con enfoque de género y que las personas LGBT+ tengan derecho al servicio de atención de salud mental respetando su identidad de género y su expresión sexual. Y además, que si una persona se siente confundida por lo que siente, por lo que quiere, reciba una terapia por parte de un trabajador de la salud que le ayude a aceptarse, a borrar los prejuicios e imaginarios que ha aprendido a lo largo de su vida, y por ende, a tener una mejor calidad de vida. 

Así mismo, es urgente que tanto en los colegios como en las instituciones de educación superior, directivas y docentes asuman una relacón con la sexualidad y la identidad y expresión de género que cuestione estructuras cis—heteronormativas y patriarcales, que se hable de salud sexual y reproductiva desde un enfoque diferencial y que los y las educadoras sean fuente de información y apoyo, independientemente de sus convicciones morales. Tener bases sólidas y una información precisa desde la infancia sobre los derechos y la diversidad sexual y de género es un primer paso para no caer en ECOSIEG de otros sectores de la sociedad. 

De igual manera, se espera que así como el colegio y la familia sean espacios seguros para todas las personas, los lugares en donde practicamos nuestra espiritualidad también lo sean. Fabio Meneses forma parte de la Iglesia Colombiana Metodista de Bogotá y está casado con Jhon, quien es pastor de la iglesia. Fabio fue víctima de ECOSIEG en Romanos VI, un grupo de apoyo de la organización internacional Exodus con sede en Bogotá y en la Iglesia Carismática Cuadrangular del Chicó. Allá, a través del Ministerio de Restauración Sexual, Relacional y Emocional, buscaban “liberarlo” de la homosexualidad. 

Hoy en día, la espiritualidad es parte transversal de su vida y a pesar de que sufrió esfuerzos de conversión desde pequeño, nunca se separó radicalmente ni dudó de su fe. Está convencido que las personas LGBT+ que quieran retomar o acercarse al camino de la espiritualidad (ya sea a través de una u otra religión) encontrarán lugares y discursos en donde sientan que pueden ser ellos mismos: “Jesús acepta a las personas que en su época no eran aceptadas y toda la Biblia se resume en una historia de amor, Dios es amor y nos ama a todos” agrega. En ese sentido, espera que con el tiempo cada vez más iglesias reciban a todas las personas, y que quienes creen en Dios se sientan bien y tranquilas consigo mismas. 

Sin duda, el camino es largo. Y los procesos de reparación de las personas que han sido sometidas a estas violencias también. Muchas de ellas no buscan justicia ni tienen rencor frente a las personas que les acercaron o hicieron parte de estas prácticas. Reconocen que muchas de estas personas son también víctimas de esa visión de mundo heteronormativa y patriarcal.

Lo que sí quieren es que los ECOSIEG no operen más, y por eso, hacen un llamado a que desde diferentes sectores de la sociedad como los ambientes laborales, los espacios de culto, los medios de comunicación e incluso las mismas familias se respete y reconozca la diversidad. El primer paso es tocar el tema, conocer cómo y dónde operan estos esfuerzos para que la sociedad sepa que esto ocurre en Colombia y que atenta contra la dignidad de las personas. Hablar para abrir el debate sobre cómo nos relacionamos con la orientación sexual y la diversidad de género en el país y para promover, poco a poco, un cambio cultural en el que se dignifique en todos los sectores el derecho a amar y ser desde la diversidad.

Créditos:

Investigación: Irene Alonso Acosta

Reportería: Irene Alonso Acosta–Mariana Guerrero

Ilustración: Carolina Urueta–Lina Rojas

Edición: Alejandra Soriano W.

Dirección: Catalina Ruiz–Navarro

Convocatoria: All Out

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