April 8, 2025

Gestación por sustitución: ¿regular o prohibir? 

Publicamos el capítulo "Gesta por sustitución: prohibir o regular" del libro DESEADA: maternidad feminista de Catalina Ruiz-Navarro.

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Foto por Martha Navarro

A lo largo de este libro he insistido mucho en que el embarazo, el parto y el oficio de maternar, son trabajos, aunque normalmente no hagan parte del mercado asalariado. He incluso coqueteado con la idea de que alguien, por ejemplo el Estado, nos pague por estos trabajos, para concluir que cualquier reconocimiento económico puede ser bienvenido, pero siempre será esencialmente insuficiente y simplista: ¿cómo ponerle un precio al trabajo de dar vida? 

Sin embargo, hay algo que se le acerca: la posibilidad de tener un embarazo para terceros, en el marco de un intercambio comercial. La gesta por sustitución es una práctica mediante la cual uno, o varios embriones con el material genético de las personas A y B (les intencionales) se implanta en una tercera persona, C (la gestante), quien lleva a término el embarazo y pare une bebé que será le hije de la pareja AB, o solo de A, si es que B fue une donante de óvulo o esperma. 

Esto es posible gracias al gran desarrollo de las tecnologías reproductivas, especialmente durante el siglo XX, que finalmente lograron la reproducción humana sin sexo en 1978, cuando se hizo la primera fertilización in vitro. Desde entonces, su popularidad ha crecido vertiginosamente; nada más en EE.UU. pasaron de 738 nacides a partir de esta práctica en el año 2000, a más de 3000 en 2020

¿Qué significa esta práctica? ¿Qué postura deberíamos tomar las feministas al respecto? La maternidad puede llegar a ser usada para la explotación de las mujeres, eso lo tenemos claro, pero, ¿es la gesta por sustitución el colmo de la expropiación de nuestro trabajo reproductivo? Algunas feministas creen que sí. Debo confesar que me he demorado en tomar una postura. Después de casi morirme pariendo no volvería a tener un embarazo, ni siquiera para mí misma, menos para terceros. Tengo la plena conciencia de que la gesta y el parto son trabajos, trabajos en los que arriesgamos nuestras vidas, y forzarlos es una violación profunda a los derechos humanos. ¿Puede ser que otra persona elija hacer gesta por sustitución libremente y sin ser explotada? ¿Cuáles son las motivaciones de alguien para hacer algo así? Exploremos estas preguntas.

Breve historia de la gestación por sustitución

Antes de 19601 la reproducción sexual humana se hacía, principalmente, a través del coito. A partir de la segunda mitad del siglo XX se produjo un boom de las técnicas de reproducción asistida; sin embargo, la experimentación con la reproducción no-coital llevaba siglos. En 1765 el científico L. Jacobi presentó sus hallazgos sobre fertilización artificial en huevos de pescado y, en 1785, el sacerdote italiano Lazzaro Spallanzani experimentó con inseminación artificial en mamíferos, logrando embarazar a una perra. 

El primer caso conocido de inseminación artificial en seres humanos se atribuye al cirujano inglés John Hunter, en 1799, poco después de que, con la invención del microscopio, se identificara el esperma. Pero fue hasta la década de 1940 cuando se comenzó a pensar en la inseminación artificial como una práctica médica y en 1953 se lograron los primeros embarazos con semen congelado. Luego empezó la experimentación con la fertilización in vitro, que consiste en sacar los óvulos de la mujer, fecundarlos con espermatozoides fuera de su cuerpo y luego implantar el embrión en el útero. En 1978, la fertilización in vitro tuvo su primer resultado exitoso con el nacimiento de Louise Joy Brown, conocida como la “bebé probeta”. 

Desde entonces, las técnicas de reproducción asistida se han hecho cada vez más populares. Dice la académica feminista experta en bioética, Eleonora Lamm que “han generado lo que se conoce como revolución reproductiva, debido a que separan, radicalmente, la reproducción humana de la sexualidad”. Esto abrió la posibilidad de que por ejemplo, personas infértiles o parejas del mismo sexo, pudieran considerar la posibilidad de tener progenie. El primer caso de gesta por sustitución, como la conocemos hoy, es decir, en donde el material genético de la gestante no está en el embrión, ocurrió en 1984. 

¿Cómo se determina quién es la madre? 

En las poco más de cinco décadas que lleva disponible la tecnología para la gesta por sustitución ha generado un sinnúmero de debates éticos, legales y filosóficos y uno de los más importantes tiene que ver con cómo se establece el “vínculo filial”, es decir, el reconocimiento legal de que dos personas son familia. El caso más famoso es el de “Baby M” en 1986, en el que una pareja de médicos, los Stern, contrataron a una gestante que gestaría un embrión, con el material genético de ellos, y renunciaría a sus derechos filiatorios con le bebé cuando naciera, algo que no quiso cumplir después del parto2. Finalmente un juzgado decidió que “Baby M” se quedaría con los Stern, quienes podían darle mejores condiciones de vida3. Otro caso importante es el de Johnson v. Calvert en California, 1993. En esta ocasión una pareja, los Calvert, contrataron a una gestante y le implantaron un embrión con el material genético de ellos, y luego del parto la gestante, a quien le pagarían 10,000 USD (en 1989), además de un seguro de vida, renunciaría a sus derechos filiales4. Sin embargo, en el transcurso del embarazo la relación entre las partes se fue deteriorando, y antes de llevar a término el embarazo la gestante le exigió a los Calvert que si no hacían el pago completo por adelantado no les entregaría a le bebé, y ante su negativa, inició una acción legal para ser declarada como la madre. El caso llegó a los tribunales, que tuvieron que decidir, como en una versión moderna de la historia del Rey Salomón, si la madre era quien gestaba y paría o quien prestaba su material genético. La corte concluyó que “la madre legal es aquella con la intención, con el propósito de procrear y de criar el niño” y por lo tanto, “Crispina Calvert, la madre genética, era también la madre legal porque ella había tenido siempre la intención de criar al niño como propio, y sin esa intención el niño jamás habría nacido”. La maternidad comienza con un deseo5. El debate originado en este fallo llevó a que hoy se hable de “los ascendientes intencionales” para señalar a las personas que encargan el servicio de la gesta, pues lo que te convierte en madre no es el trabajo de gesta y parto, o la conexión genética, sino tener ese deseo de la maternidad y luego respaldarlo con un compromiso y un trabajo de crianza que durará toda la vida, como lo demuestran las madres adoptivas. En palabras de Lamm: “Esta postura se fundamenta en la creencia de que sin el interés de la pareja que recurrió a la gestante, el niño no hubiese sido creado. Se señala que si bien todos los participantes en el acuerdo de GS (gesta por sustitución) son necesarios para traer al niño al mundo, éste no habría nacido si no hubiese sido por los esfuerzos de aquellos que tenían la intención de ser sus padres. Los que poseen la intención de ser padres son la causa primera o los que ponen en movimiento a la relación de procreación”6.

Postura prohibicionista 

Los feminismos son diversos y no todas estamos de acuerdo, pues somos un movimiento social y no una religión dogmática. Entre esos desacuerdos, que son muchos, hay algunos que son verdaderos cismas ideológicos y que generan grandes discusiones y hasta rupturas al interior de los movimientos feministas: por ejemplo, los debates sobre el trabajo sexual, la oposición entre feministas transincluyentes y transexcluyentes y proximamente tendremos que dar la discusión —quizas irresoluble— sobre la gestación por sustitución. Es un debate similar al que gira en torno al trabajo sexual: ¿Se está comodificando el cuerpo de las mujeres? ¿Quienes participan realmente pueden elegir? ¿Puede llegar a ser un trabajo o solo puede entenderse como explotación?

En 1985, justo un año después de la primera gesta por sustitución, Margaret Atwood publicó El cuento de la criada, una obra que se volvió a hacer popular en 2016, pues la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos puso a las distopías de moda y años después se hizo una serie de televisión. El libro imagina un escenario en donde un gobierno autocrático, ultraconservador y patriarcal domina lo que antes fue Estados Unidos, ahora Gilead. Los problemas de infertilidad se han hecho muy comunes, y por eso el gobierno ha esclavizado a las mujeres que aún son fértiles, las asigna como criadas a las casas de los funcionarios de mayor rango, casados con mujeres que no pueden tener hijos, y pertenecen a la más alta clase social. Una vez al mes, cuando las criadas están ovulando, el funcionario al que fueron asignadas las viola en un ritual que incorpora elementos religiosos e incluye a las esposas. Luego las criadas gestan y al parir son separadas de les bebés, que terminan siendo criades como hijes de los funcionarios y sus esposas. En esta historia es importante señalar que la “inseminación” es forzada y a través de violencia sexual, y la gestación también es forzada y niega todos los derechos y autonomía a las gestantes y eso está en la base de la violencia que viven las criadas. 

Las ficciones que construímos y popularizamos dicen mucho de nuestras actitudes y prejuicios como sociedad. El cuento de la criada ejemplifica muy bien las posturas prohibicionistas frente a la gestación por sustitución. El libro resuena porque en la realidad, tanto el capitalismo como el patriarcado, tienen un interés en controlar la capacidad reproductiva de las personas para servir sus intereses, y esa es la raíz de los esfuerzos por limitar y prohibir el derecho al aborto. Vivimos en un mundo tremendamente contaminado y a eso se suma que muchas personas retrasan cada vez más su maternidad esperando a tener las condiciones económicas, y por eso muchas veces tienen problemas de fertilidad y necesitan de tecnologías reproductivas para poder concebir. Si seguimos estas similitudes, podríamos concluir que la explotación de las criadas es análoga al fenómeno de la gesta por sustitución. La verdad es que sí parece bastante distópico que algo tan particular y poderoso como la capacidad de gestar a un ser humano se pueda comercializar, comodificar, ¿significa que puedes mandar a hacer une bebé si tienes suficiente dinero? 

En 2002 se legalizó la gesta por sustitución en India, y esto rápidamente generó una crisis de explotación y derechos humanos, además de un negocio multimillonario. Empezaron a crearse “granjas” con gestantes muy pobres a quienes las clínicas intermediarias explotaban, limitando su movilidad, lo que podían comer y otras violaciones a sus libertades y autonomía, mientras que quedaban con la tajada más grande del dinero. De aquí que muchas feministas abogan por la prohibición de la gesta por sustitución, especialmente aquellas que se autoidentifican como radicales7. Un grupo de académicas y filósofas españolas realizaron el manifiesto “No somos vasijas”, en 2014, en el que afirman: “Las mujeres no son máquinas reproductoras que fabrican hijos en interés de los criadores. Es, por el contrario, un evidente ejemplo de violencia obstétrica extrema. […] No aceptamos la lógica neoliberal que quiere introducir en el mercado ‘los vientres de alquiler’, ya que se sirve de la desigualdad estructural de las mujeres para convertir esta práctica en nicho de negocio que expone a las mujeres al tráfico reproductivo. […] Nos mostramos radicalmente en contra de la utilización de eufemismos para dulcificar o idealizar un negocio de compra-venta de bebés mediante alquiler temporal del vientre de una mujer, viva ésta en la dorada California o hacinada en un barrio de la India. Así es que nos afirmamos en llamar a las cosas por su nombre, no se puede ni se debe describir cómo ‘gestación subrogada’ un hecho social que cosifica el cuerpo de las mujeres y mercantiliza el deseo de ser padres-madres”. 

Lamm resume estas objeciones de la siguiente manera: “Quienes se oponen a la gestación por sustitución consideran que ésta comporta una cosificación de la mujer. Afirman que la gestante se convierte en un mero ‘ambiente’ o ‘incubadora humana’ para el hijo de otro y que la gestación por sustitución provoca el embarazo de una mujer, mientras al mismo tiempo se espera que esta mujer embarazada no reconozca el hecho de que está esperando su propio hijo. Se argumenta también que la lucha de la mujer por no ser apreciada exclusivamente por su capacidad de gestar es ya larga y difícil, y por ende resulta positivo que la ley impida que se extiendan prácticas que podrían llevarnos a la utilización del cuerpo de la mujer como mero recinto gestador, debido a que esta práctica puede constituirse en una forma de manipulación del cuerpo femenino, inadmisible en una sociedad democrática. A su vez, los opositores a la figura sostienen que la gestación por sustitución conlleva la utilización de las mujeres pobres por las ricas en cuanto la “gestación por sustitución permitirá a una élite económica utilizar a mujeres necesitadas como reproductoras de hijos”8.

Ninguna de estas objeciones es menor. Por eso es que esta discusión tiene la capacidad de abrir brechas al interior del movimiento feminista que más o menos se divide entre quienes piden la prohibición y quienes piden la regulación de la gesta por sustitución. Es un tema difícil de discutir porque genera intensas pasiones, y porque al final de todo el proceso hay un ser humano que llega al mundo, une bebé con máxima vulnerabilidad. También es difícil porque está lleno de estereotipos que aplanan los argumentos: se discute en blanco y negro, pero la realidad se acerca más a una escala de grises, y estas tensiones están perfectamente reflejadas en el lenguaje que usamos para referirnos a esta práctica. 

¿Vientres de alquiler, maternidad subrogada o gestación por sustitución? 

Por supuesto que esta elección del lenguaje es profundamente política. Por ejemplo, en un artículo de El País de España sobre este tema, aclaran que los y las entrevistadas usaron el término “gesta por sustitución” y rechazaron el término “vientres de alquiler”, pero en el artículo eligieron el segundo pues este es el término usado según el manual de estilo de ese diario, pues para ellos “muestra la verdadera carga social del fenómeno, en lugar de los eufemismos ‘maternidad subrogada’ o ‘gestación subrogada’”. Es decir, para la postura prohibicionista “gesta por sustitución” es un eufemismo y es más preciso decir “vientres de alquiler” para hacer énfasis en la cosificación y el intercambio comercial.

Sin embargo, estoy de acuerdo con las precisiones de lenguaje que hace Eleonora Lamm, quien propone el término “gestación por sustitución”. La gesta es un servicio que prestan personas, no “vientres”, el útero de alguien no se puede “alquilar”, como se renta un departamento, que yo puedo amoblar, usar y decorar como me dé la gana, y la gesta no equivale a la complejidad de lo que llamamos “maternidad”, que justamente por esa complejidad y el compromiso a largo plazo que implica, no puede “subrogarse”. 

Para la abogada mexicana Alehlí Ordóñez9, directora y fundadora de Ledeser A. C., organización especializada en el litigio estratégico de derechos civiles, sexuales y reproductivos de las mujeres y poblaciones LGBTI, es incorrecto decir “renta de útero” o “vientre de alquiler” porque la gestante no está vendiendo su cuerpo ni lo está rentando; su cuerpo está todo el tiempo con ella. “Lo que está pasando acá, en este momento, es que yo estoy disponiendo de mi propio cuerpo en función de otros, es decir que, estoy utilizando mi función orgánica en virtud de otras personas o intereses. La función orgánica no es una cuestión necesariamente privada o sagrada, cuando une se sienta ocho horas frente a una computadora, también está usando su función orgánica para trabajar”. 

¿Pueden las gestantes consentir? ¿Pierden su autonomía cuando realizan un contrato de gesta? ¿Puede haber trata de personas o “venta de bebés” en la gesta por sustitución?

La gesta por sustitución puede caer muy fácilmente en prácticas de explotación, y ese es uno de los tantos paralelos entre la gestación por sustitución y el trabajo sexual. Y al igual que pasa con los debates sobre el trabajo sexual, hay una mirada paternalista que insiste en que las personas que lo realizan lo hacen únicamente porque estaban contra la espada y la pared, la cual es sin duda la situación de muchas y, si se quiere, de la mayoría, pero incluso en las peores circunstancias, si esa persona tuvo una elección entre dos trabajos que socialmente se ven como indeseables: por ejemplo, entre limpiar baños y hacer trabajo sexual, pues esa agencia no puede negarse ni disminuirse. 

La realidad, en ambos casos, probablemente está en un punto intermedio. Muy pocas mujeres tienen libertad de autonomía absoluta para decidir hacer lo que quieran, como quieran, cuando les dé la gana. La mayoría de esas decisiones están constreñidas por el poder adquisitivo, la clase social, la raza y otras condiciones. No es lo mismo ser una inmigrante indocumentada a ser una multimillonaria heredera viviendo en un rascacielos de Nueva York. Es un error del feminismo liberal creer que la liberación de las mujeres es simplemente “poder elegir” cualquier cosa y de forma absoluta, pues no podemos afirmar que es feminista que hagas elecciones machistas que te perjudican a ti y a otras mujeres. La posibilidad de elegir entonces no es un fin en sí mismo, sino un indicador de cuánto poder, autonomía y libertad tiene esa persona. Lo que sí es un objetivo feminista es redistribuir ese poder de una forma justa, de manera que todas las personas tengan más autonomía y libertad, de manera que el poder no esté concentrado en unos cuantos que explotan y se benefician del trabajo de las masas desempoderadas. 

Una pregunta clave para hablar de gestación por sustitución es: ¿Se está encargando un “producto” o un “servicio”? La primera opción es incompatible con la dignidad humana y con todos los derechos fundamentales, pues las personas no se deben vender y hacerlo constituye el delito de trata de personas. ¿Se le está pagando a la gestante por producir y parir une bebé vive, pago a contraentrega? Si es así, se trata de un acuerdo que va en contra de los derechos humanos y probablemente resultará ilegal ante un juzgado en casi cualquier país. Por eso los contratos tendrían que garantizar la libertad y autonomía de la gestante, respetar su derecho a abortar si así lo desea, por ejemplo. Las garantías de derechos para las gestantes, y que ellas puedan dar su consentimiento libremente, son factores clave para diferenciar entre un trabajo que se elige y la explotación reproductiva hecha trata de personas. 

“Hoy (en México) lo que se hace es firmar un contrato entre las partes y llevarlo ante un notario que da fe de la fecha, de quiénes firman y de que la gestante no estaba embarazada al momento de firmar. Esto es muy importante, porque previene que haya tráfico de niños o niñas, o compraventa de bebés; no se trata de una mujer que ya está embarazada y va a dar al futuro bebé a cambio de dinero”, explica Ordóñez. “Cuando nace le bebé en el hospital se le entrega a la familia un Certificado de nacimiento —conocido coloquialmente como ‘fe de alumbramiento’—, este es un documento federal y debe llenarse con los datos y el nombre de la persona que llevó el embarazo a término, en este caso, de la gestante sustituta. Luego, este Certificado de nacimiento se lleva con el contrato al Registro Civil para tramitar el acta de nacimiento; en esa acta, será finalmente donde se reconocerá la filiación entre la persona recién nacida y sus ascendientes intencionales, quienes en ese momento dejan de serlo, para convertirse en padres, madres o xadres10 legales. Entre la firma del contrato y la certificación por el notario, antes de que comience la gestación, y la emisión del acta de nacimiento, luego del parto, en ese segmento de tiempo que es precisamente durante la reproducción asistida, embarazo, parto y puerperio, es donde suelen ocurrir las mayores violaciones a derechos humanos”, explica la abogada Ordóñez. Por ejemplo, la gestante puede pedir más de lo acordado y negarse a entregar le bebé, o los intencionales exigir cosas que no corresponden, incumplir su parte del contrato, decidir no pagar o hacerle imposiciones absurdas a la gestante, como prohibirle salir del país u obligarla a seguir ciertas rutinas o dietas o incluso ser estafados, engañados u obligados a pagar cosas fuera de lo acordado por las agencias intermediarias. 

¿Si reciben un pago están comodificando sus cuerpos? 

De les trabajadores sexuales también se dice que “venden su cuerpo”, pero esta afirmación es engañosa, pues no es como si el cliente pudiera llevarse la vulva de la trabajadora sexual a su casa para poner de centro de mesa. Las trabajadoras sexuales prestan un servicio y todas las prestaciones de servicios se hacen con el cuerpo. Cuando se venden productos, hay partes del proceso de producción que también se hacen con el cuerpo. Yo presto el servicio de escribir notas periodísticas y este libro con mi cuerpo, mi mente (que es cuerpo, no una entidad metafísica), mis manos, mi espalda llena de contracturas; vendo mi tiempo, mis ideas, mi atención, mi capacidad física a quienes pagan por mis textos. Pero nadie dice que “me estoy vendiendo”. Todas las personas trabajamos con nuestros cuerpos, el problema está en cuál parte del cuerpo estamos usando: ¿si trabajas con tus pies o con tus manos está bien, pero si usas tus genitales o tus órganos reproductivos, entonces te estás vendiendo? 

“El problema es que hay una hiper romantización de la maternidad y del uso de la función orgánica específicamente de las mujeres y de las personas con capacidad gestante”, explica Ordóñez. “Nos enseñaron que hay cuatro cosas que tenemos que hacer para nuestros maridos de forma privada, de manera innegociable, necesariamente gratuita y en el ámbito privado o en nuestra casa: el trabajo doméstico, el sexual, el reproductivo y el de cuidados. Si una mujer decide hacer cualquiera de esas actividades fuera del espacio doméstico, para alguien que no sea su marido y poniéndole un precio cierto, negociando los términos y por un tiempo determinado, en el imaginario colectivo se vuelve una mujer marginalizada, sin voz, explotada e indigna. Es la idea de que hay mujeres marginalizadas a quienes no les atañe la voluntad, y eso es no entender cuáles son las motivaciones de las mujeres que están en un contexto que no conozco”. 

Tiene mucho que ver con el sistema patriarcal para el que es indispensable que las personas con capacidad reproductiva nos identifiquemos como mujeres y le prestemos nuestros servicios de trabajo sexual y reproductivo a un hombre, un patriarca, de forma privada y gratuita. Pero el embarazo y el parto no son actividades pasivas que “le pasan” a las gestantes, son trabajo, trabajo invisibilizado y expulsado del mercado por el patriarcado. Como dice Silvia Federici, todas hacemos trabajo sexual, pero no todas cobramos. Mientras tu prestes estos servicios sin cobrar ni sacar beneficio propio, eres una mujer modelo, un ángel del hogar. Pero si decides lucrarte de las capacidades de tu propio cuerpo eres una mala mujer, ingenua, tonta, enajenada y sin agencia. De la misma manera, cuando nos encontramos casos de la gesta por sustitución altruista nos parece que es un acto bueno y hasta bondadoso, porque creemos que es un intercambio fuera del mercado. 

Gesta por sustitución altruísta

Pensemos en Phoebe Buffay en Friends. No recuerdo que nos pareciera  escandaloso que el hermano menor de Phoebe y su esposa, una mujer mucho mayor que él y que fue su profesora, le hayan pedido a Phoebe gestar a su hije. Nadie en la serie dice que a Phoebe la están explotando o cosificando o expropiando su labor reproductiva. ¿Qué cambia frente a otros ejemplos en la ficción que sí reprobamos? Diría que tres cosas: Phoebe presta este servicio voluntariamente (a diferencia de lo que pasa en El cuento de la criada), es una mujer blanca de clase media (no una migrante racializada e indocumentada), y una muy importante: no le pagan. 

Para muchas personas es problemático que las gestantes cobren por este servicio, porque lo ven como una comodificación de la maternidad. Pero es al contrario. Ella está poniendo su tiempo, sus energías y fuerza de trabajo sin recibir compensación alguna. Está asumiendo por su cuenta gastos de transporte, vivienda y comida. Está gastando su plata, poniendo su cuerpo y arriesgando la vida por terceros. 

“Este andamiaje de compensaciones hace posible que el servicio sea realmente gratuito, porque si no, la gestante termina cubriendo todos esos gastos, y entonces no es gratis, ella está poniendo bastante de su bolsillo”, cuenta Ordóñez. La gratuidad, incluso cuando es voluntaria, expone a las gestantes a condiciones de explotación: “Si tú obligases a una mujer a gestar de forma gratuita, entonces estarías institucionalizando el mandato de género: yo tengo la obligación de parirle a mi marido, busco a alguien que me ayude, también gratis, y gratis por obligación”, explica la abogada Ordóñez.  Por eso es que en Canadá en estos acuerdos, las gestantes terminan por recibir dinero bajo la mesa para todos esos gastos, pero como los costos no están regularizados, el pago termina dependiendo de cada negociación, pues no hay un estándar justo que pueda usarse para las compensaciones económicas. 

Desigualdad económica

Para algunas personas, la gesta por sustitución es aceptable sólo por “las razones correctas”. Por ejemplo, las actitudes frente a una mujer heterosexual y en una relación monógama, que recurre a la gesta porque a pesar de ser joven tiene problemas de fertilidad son más positivas que frente a, digamos, Kim Kardashian que ha realizado varias veces gesta por sustitución “porque puede”, es decir, tiene suficiente dinero como para ahorrarse la incómoda y potencialmente mortal experiencia del embarazo y el parto, e incluso muchas dirán que lo hace por la razón menos piadosa del mundo: “la vanidad”. 

¿Es este el comienzo de una brecha en el acceso a las posibilidades reproductivas según el poder adquisitivo? El comienzo no, existe desde hace mucho. Muchas personas de clase media y alta desean ser madres pero eligen retrasar su maternidad para continuar con su carrera profesional y tener mejores condiciones económicas. Para cuando finalmente deciden ser madres se encuentran con problemas de fertilidad, que aumentan con la edad. Si eres una persona de clase media, quizás significa que te vas a quedar sin la posibilidad de gestar, o que tendrás que recurrir a la adopción. Pero a partir de cierto nivel económico, puedes acceder a caros tratamientos de fertilidad y si eso falla, pagar la gesta por sustitución. Las tecnologías reproductivas, que en la mayoría de los países hacen parte de los servicios médicos privados, sólo están totalmente disponibles para engendrar la nueva generación de herederes de la más alta clase social. Aún si sacamos de la ecuación la gesta por sustitución, esta división ya existe y la brecha de la desigualdad cada vez se hace más grande. 

Turismo reproductivo

En una nota del medio mexicano, N+ Noticias de enero de 2024, una gestante dice que recibió 180.000 MXN por el servicio de gesta11, que en ese momento eran unos 10.500 dólares. Según un artículo de El País12 otra gestante recibió 150.000 MXN. Mientras tanto en EE.UU. las gestantes llegan a cobrar entre 57.000 y 100.000 USD y el proceso completo puede llegar a costarle a los intencionales entre 145.000 y 200.000 USD. 

La desigualdad en estas cifras es evidente, pagando todos los servicios, viajes, estadías, es muchísimo más barato irse a México y encargar la gestación allá. Esto ha generado algo que hemos llamado “turismo reproductivo”. Como vivimos en un mundo globalizado con un capitalismo perversamente neoliberal, hay unas relaciones económicas internacionales que son explotadoras en todos los campos y gremios, y también en lo que se refiere al trabajo reproductivo. 

La tecnología para realizar la gesta por sustitución llegó en un mundo globalizado en donde hay países muy poderosos, blancos, ricos y el norte global explota la mano de obra del sur global. En este contexto lo que empieza a pasar es que personas blancas y con mucho dinero no buscan gestantes en sus países, pues la gestación por sustitución está limitada, prohibida, o sale muy cara, y entonces se van a buscar gestantes a otros países en donde es a-legal (no hay legislación, pero no está prohibido) o hay legislaciones muy laxas, y entonces, con todo y los viajes, les sale mucho más barato. Por supuesto, la mayoría de las gestantes en esta ecuación son mujeres pobres y racializadas. 

Estas violaciones a los derechos humanos de las gestantes hicieron que en India en 2015-2018 se pasaran leyes para regular la gestación y particularmente prohibir el servicio para intencionales extranjeros. India llegó a ser un “paraíso” del “turismo gestacional” y hoy la gesta sigue siendo un negocio importante, pero las condiciones son diferentes. La prohibición en India hizo que muches de eses intencionales buscaran el servicio en países de Europa del Este o latinoamericanos, en donde está poco regulado o es a-legal. 

Ordóñez explica que es importante diferenciar entre los países en donde la gestación subrogada o por sustitución se hace a través de procesos administrativos (Rusia, Georgia, Ucrania, India, Tailandia) y donde se hace a través de procesos jurisdiccionales (EE.UU., Canadá, Países Bajos, Reino Unido). “En los procesos jurisdiccionales el contrato no se presenta frente a un notario, sino frente a un juez o jueza, que va a revisar si el contrato respeta los derechos humanos y tiene perspectiva de género. El juez tiene que verificar el equilibrio entre las partes, que la gestante no haya sido forzada a firmar y que esté plenamente informada sobre lo que está firmando; si el juez o jueza considera que el contrato requiere cualquier tipo de elemento de seguridad o protección para las partes, lo puede solicitar, algo que el notario no puede hacer”, explica. 

Por otro lado, Lamm señala que “es importante destacar que —como se analizará luego— en los países en los que esta práctica está regulada, como por ejemplo en Estados Unidos, las gestantes, en general, son mujeres que prestan su ayuda de manera voluntaria. Suelen ser mujeres de buen nivel socioeconómico con una vida familiar estable y que ya han tenido sus propios hijos”13. Esto muestra que la gestación por sustitución no es en sí lo que genera la desigualdad, sino que, en una sociedad desigual esas brechas se replican en las prácticas de gesta. También muestra que las condiciones son más justas si se dan garantías a las gestantes.  

México 

En México, la gestación está legislada en dos estados: Tabasco y Sinaloa. En Tabasco desde 1997, cuando se publicó un nuevo Código Civil; en dos artículos, el 395 y 392, se aclara que la filiación de le bebé es con los intencionales. También se dice que se protegerá la identidad de la gestante, es decir, que su nombre no aparecerá en el acta de nacimiento. Este Código abre un mercado, la posibilidad de que haya clínicas de reproducción asistida, capitales extranjeros, agencias de gestación subrogada y despachos especializados. Todo un ecosistema de servicios se forma alrededor de la reproducción asistida. Sin embargo, explica Ordóñez, “el Código de Tabasco nunca estableció procedimientos sobre quién puede acceder a este derecho o sobre quién puede ser gestante y quién no, y lo que empieza a ocurrir es una ley de oferta y demanda pura y llana”. 

Tabasco está al lado de Cancún y es allí donde se ubican las agencias, pues al ser la meca del turismo internacional en México, atrae intencionales. Este puede ser un caldo de cultivo perfecto para la explotación, porque el Estado ha hecho la vista gorda con los detalles. Para la abogada Ordóñez, “el problema no es la gestación subrogada o por sustitución, sino las condiciones en las que se desarrolla”. Aunque en Tabasco la gestación subrogada es legal desde 1997, no fue un debate sino hasta después de que se aprobara el matrimonio igualitario, porque muchas parejas de esa comunidad, cansadas de la discusión sobre si podían adoptar o no, se fueron hasta allá y optaron por la gestación por sustitución. Entonces entraron a la discusión la Iglesia y el Partido de Acción Nacional (PAN) —que ha liderado en México la oposición a la legalización del aborto y el matrimonio igualitario—, y en Televisa comenzaron a salir reportajes en los que las gestantes eran retratadas como si todas, sin excepción, fueran víctimas de trata de personas, con música sensacionalista de fondo y argumentos moralistas en contra de la gestación por sustitución.

En ese contexto político, el tema se empezó a posicionar solo desde la explotación con fines reproductivos. “Para el 2015, luego de que se aprobara el matrimonio igualitario en México, yo llevaba casos para defender los derechos reproductivos de personas LGBTI, y me empezaron a buscar familias de parejas del mismo sexo que habían llevado el proceso de gestación en Tabasco y necesitaban sacar sus documentos de identidad. Entonces tuve acceso a muchos contratos de agencias de reproducción, testimonios de clínicas, de gestantes, y le empecé a preguntar a las gestantes si lo volverían a hacer y qué cambiarían” cuenta Ordóñez. “Pedían, por ejemplo, reducción embrionaria y decidir si el embarazo podía ser gemelar o con tres embriones, o no; pedían una indemnización por reposo absoluto en caso de tener un embarazo de alto riesgo. A partir de todo esto yo empecé a trabajar en el diseño de un proceso que estuviera libre de violencia y que se saliera del entorno de las agencias, que cobran 10.000 euros sólo por hacer la conexión entre clínicas, intencionales y gestantes. Me di a la tarea de hacer una investigación, que ha durado cuatro años, sobre cómo se llevan los procesos en diferentes países y ya llevamos nueve años trabajando con este tema. Quería saber por qué había procesos exitosos y otros que acababan en trata y explotación”.

En el resto de México la gestación subrogada o por sustitución tiene un estatus a-legal: no es ilegal, ilegal sería que estuviera prohibida, pero no hay una regulación específica. No obstante, en Latinoamérica, México es el único país con regulación; y existen una multiplicidad de precedentes jurisdiccionales en Argentina y hay intentos de regulación administrativa en Venezuela, Colombia y Guatemala. 

Colombia

El Código Civil colombiano data de 1887 y, a partir de la Constitución de 1991, se han hecho modificaciones, algunas gracias a sentencias de la Corte Constitucional y la Corte Suprema. En los últimos años, un equipo de académicas y académicos de la Universidad Nacional se ha dado a la tarea de recopilar y unificar todas estas modificaciones y codificarlas. La nueva propuesta de Código también llena muchos vacíos en las relaciones civiles de los y las colombianas. 

La Sentencia T-968 de 2009 de la Corte Constitucional14 define la “maternidad subrogada” como: “El acto reproductor que genera el nacimiento de un niño gestado por una mujer sujeta a un pacto o compromiso, mediante el cual debe ceder todos los derechos sobre el recién nacido a favor de otra mujer que figurará como madre de este. En este evento, la mujer que gesta y da a luz no aporta sus óvulos. Las madres sustitutas aceptan llevar a término el embarazo y una vez producido el parto, se comprometen a entregar el hijo a las personas que lo encargaron y asumieron el pago de una suma determinada de dinero o los gastos ocasionados por el embarazo y el parto”. En esta sentencia, la Corte llamó a regular la gestación por sustitución en Colombia y en 2016 llegó al Congreso un proyecto de ley, pero este no prosperó. 

Sin embargo, en la nueva propuesta de Código Civil se intenta recoger la sentencia en la sección de derechos sobre el cuerpo del capítulo sobre los “derechos de la personalidad o humanos”. El artículo 51 dice: “La gestación subrogada se encuentra permitida, de lo cual deberá dejarse constancia escrita por documento para que produzca efectos jurídicos, previo consentimiento informado de todos los partícipes. En este caso se considera como madre biológica a la dadora del material genético sin que la gestante pueda alegar derecho diferente a los consagrados en la concesión de las partes. Los dadores del material genético tendrán que concurrir al pago de los gastos médicos y de cuidado que son requeridos durante el embarazo y hasta el puerperio”. Por lo pronto, el artículo 51 no contempla a parejas del mismo sexo como beneficiarias de este servicio ni dictamina si el documento debe presentarse ante un notario o juez, o si debe haber una remuneración para las gestantes. Desde hace unos años hay una nueva propuesta de Código Civil, producida por la Universidad Nacional que fue publicada en octubre de 2023

Escuchar a las gestantes 

Durante mi embarazo, y como parte del proceso de una beca en periodismo, pude entrevistar a dos gestantes mexicanas, Ana y Lucía15, que realizaron el trabajo voluntariamente a cambio de una compensación económica. Pienso que no se puede contestar a todas las preguntas que genera la gestación por sustitución sin conocer las realidades de las mujeres que, voluntaria y libremente, eligen prestar el servicio. Lucía es una mujer blanca y de clase media que trabaja en producción de eventos y Ana es una mujer racializada que vive en el estado de México y con su primer servicio de gesta se compró una casa para ella y sus hijes. No son mujeres de clase alta, pero tampoco están precarizadas. No se parecen a la mayoría de las gestantes que aparecen en las notas periodísticas, en donde suelen ser mujeres que prestaron el servicio en malas condiciones y fueron víctimas de explotación o trata, con historias muy llamativas para los clicks y el rating. 

Los medios de comunicación caen muy fácilmente en estereotipos amarillistas que dificultan el debate. Lo mismo pasa con nuestros imaginarios sobre el trabajo sexual. Cuando la sociedad piensa en trabajo sexual se imagina a una mujer con minifalda y tacones esperando clientes en una esquina de un barrio marginal. Y sí, existen, y a veces ni son trabajadoras sexuales sino víctimas de trata (pues lo hacen forzadas y para la ganancia de alguien más). Pero no es la realidad de absolutamente todas las personas que realizan trabajo sexual. También existen las trabajadoras sexuales de clase media y alta, que realizan sus citas sin intermediarios y cobran lo suficiente para vivir cómodamente y pagar sus carreras universitarias. Esas voces no hacen parte del debate porque el estigma que hay alrededor del trabajo sexual implica riesgos y castigos sociales, y en este caso, no ser visibles es un privilegio. 

Al igual que con el trabajo sexual, cuando se habla de la gesta por sustitución viene a nuestra mente una gestante que realiza ese trabajo en las peores condiciones de explotación, y no imaginamos que hay otras personas que puedan y quieran hacerlo, ni que las mujeres de clases populares puedan llegar a tener la información y la agencia para elegir libremente hacer gesta por sustitución. Sí, las personas están constreñidas por sus circunstancias, y más aún mientras menos poder tengas,  pero es paternalista y condescendiente creer que porque una persona es pobre no tiene la capacidad o el entendimiento para tomar una decisión, especialmente cuando esa decisión no nos gusta. Escuchar estas voces, que no suelen ser parte del debate público, y que haya más y mejor información disponible, permite que otras mujeres que estén pensando en hacer lo mismo tengan un panorama completo de las condiciones y los riesgos a los que se estarían enfrentando.

“Tengo una prima que cuando yo tenía como 16 o 17 años no podía tener bebés, cada embarazo que tenía lo perdía y estaba muy triste, muy deprimida. Entonces mi primer pensamiento fue: pues si su horno no sirve, que use el mío. Luego me enteré de que había logrado quedar embarazada, entonces no le dije, pero siempre me quedó la espinita”, cuenta Lucía16, mexicana, sobre la primera vez que pensó en prestar el servicio de gestación por sustitución. “Después me junté con mi pareja, tuve hijos y entre el trabajo y la educación de los niños, ya no se me pasó por la cabeza. Luego vivíamos en Cancún y me apareció un anuncio en Facebook: ‘Gestación subrogada, tú puedes ser subrogante’. Me meto a investigar qué carambas era eso y me doy cuenta de que era lo que yo quería hacer con mi prima. Luego me doy cuenta de que es remunerado y digo: ‘Ah pues sí, tiene sentido, porque son muchos riesgos y es mucho trabajo’”. 

Aunque Lucía ya tenía la idea en su cabeza desde la adolescencia, su experiencia como gestante por sustitución no vino sino hasta mucho más tarde: “Después de unos años nos mudamos a CDMX y allí una amiga me contactó y me dijo: ‘¿No quieres donar óvulos?’. Y yo dije: ‘Sí, pues claro, ¿quién no quiere donar cosas que no le sirven para nada? Entonces fui a una clínica de fertilidad, pero resultó no apta para donar. Hablé con el doctor sobre subrogación, luego me contactó con una pareja de 50 años que tenía una niña de 9 años y quería otro bebé; habían congelado embriones, pero dos implantes en ella habían fallado y solo les quedaban tres. Era su última oportunidad”. 

Hoy Lucía vive en Canadá, en donde la gestación por sustitución está regulada, pero las gestantes deben hacerlo de forma “gratuita”. Ella no lo haría gratis. “Me parece que eso sería un abuso de mi persona y de mi buena voluntad. Este es un trabajo, es un servicio que yo le estoy prestando a alguien y es justamente por eso que sin remuneración yo me sentiría explotada, me sentiría como basura”, dice. “Si volviera a hacer esto, pediría que si me hacen cesárea, sea única y exclusivamente por emergencia. También pediría compensación por 18 meses, por si me da depresión posparto, apoyo psiquiátrico y psicológico”, dice Lucía. “Una semana después de que yo tuve la cesárea fue el sismo de septiembre de 2017 en CDMX. Estaba fuera de casa y pasé varias horas sin poderme tomar la pastilla del dolor. Estuve en shock y entré en depresión posparto; no pude trabajar y el psiquiatra me mandó una pastilla que surtió efecto tres meses después”. 

Lucía también cree que es importante contar con cierta estructura emocional: “No cualquier persona tiene la capacidad de separar o distinguir que un bebé no es suyo”, dice. “Para mí, desde el comienzo fue muy claro que yo estaba cuidando el hijo de alguien más, como si yo fuera una maestra. Le hablaba a los fetos cuando íbamos a ver a los papás. Yo  sentía que se movían solo cuando escuchaban la voz de ellos”.

Ana tampoco formó un vínculo maternal con su embarazo. “Para mi fue fácil decirle adiós a la bebé, yo no la cargué ni nada, me sentía orgullosa; pero cuando llegué a la casa sí fue como un vacío, y ese vacío decidí compensarlo con una mascota”, cuenta Ana. Tampoco se formaron esos vínculos afectivos en sus familias. “Mi marido y yo nos sentamos con nuestros hijos cuando ya escuchamos los corazones y estábamos seguros del embarazo. Les explicamos que había una familia que no podía tener más bebés, pero que ellos querían otro miembro en su familia y que yo los iba a ayudar”, cuenta Lucía. 

“Yo ya había tenido el embarazo de mi hija y quería vivir esa experiencia, algo diferente. Mi primera vez fue a través de una agencia de Cancún, en ese momento yo tenía 23 años, ahora tengo 30”, cuenta Ana, también mexicana, sobre su primera vez como gestante por sustitución con una de las agencias para la reproducción asistida, que desde hace unos años aumentan en Cancún. “En ese momento me pagaron 160.000 MXN en total (7.300 dólares). Siento que no fue suficiente, eran 10.000 MXN cada mes y luego 70.000 MXN después del parto. Nunca me dieron para mis viáticos, así que al final no me pagaron lo que habíamos acordado, porque yo gasté demasiado en mis cosas personales y eso le tocaba a la agencia”, se lamenta. Ana dice que planea repetir el servicio de gestación por sustitución, pero mejorando muchas cosas que no le gustaron de su experiencia anterior. 

“Conocí a los papás hasta los seis meses de embarazo. Me habría gustado que ellos estuvieran presentes desde el inicio, de pronto no físicamente, pero sí una llamada o una visita. También me hubiera gustado un trato más humanitario hacia las gestantes, por ejemplo, a una conocida no la eligieron porque era colombiana, eso no tiene sentido”, cuenta Ana sobre esa primera experiencia. “También tuve el problema de que eran dos embriones y perdí uno, entonces me tocó ir a un hospital del Gobierno, porque la agencia no se hizo responsable. Primero me mandaron a un lugar en Villahermosa, Tabasco, y la verdad es que no estaba acondicionado para una mujer embarazada. Cuando los papás se enteraron de cómo me trataba la agencia, contrataron a un abogado; me dijeron que habían pagado para que me trataran bien, me alojaron en un hotel cómodo y el parto por cesárea fue doloroso, pero me agradó que ahí estuvieran ellos, en el hospital conmigo. Era una pareja de dos hombres que vivían en San Francisco”. 

En condiciones ideales la gestante por sustitución hará este trabajo por gusto y satisfacción: “Lo volvería a hacer sin problema, porque la satisfacción que tuve de ayudar a estas personas es lo más grande que me ha pasado en la vida. La mamá, que siempre había estado muy fría conmigo, cuando vio la cara de sus bebés lloró y me abrazó y me dio las gracias”, recuerda Ana. Con la compensación de su próxima gestación, ella planea dar más estabilidad económica a su familia: “La gestación ayuda mucho, porque es una cantidad de dinero que sí tardaría unos añitos en conseguir, entonces dije: hago la subrogación y con eso hago mi negocio y compro mi casa, lo que yo tengo soñado”. 

Actualmente Ana está en proceso de prestarle el servicio de gestación por sustitución a Carlos17, un español de 41 años, radicado en CDMX: “Carlos me eligió a mí”. Primero hablamos por Facebook, lo esperé a que solucionara unos problemas personales. Él decidió comer una vez al mes conmigo. Eso me agrada, porque los bebés empiezan a escucharte; ellos sienten y escuchan aunque estén dentro del vientre. Él está muy cerca y eso me emociona. No es que esté conmigo todo el tiempo, pero por ejemplo sí me acompaña al hospital. Ahora me están pagando una cantidad más grande y él le está pagando a la abogada. Yo quisiera que todas las gestantes sustitutas tuvieran mis derechos”.

¿Prohibir o regular? 

Si bien las personas deben tener la libertad de hacer tomar elecciones patriarcales, y otras cosas que en lo personal nos parecerán equivocadas, tenemos que tratar de entender, sobre todo cuando hacemos juicios sobre los demás, que la vara con la que vivimos nuestra vida y nuestra satisfacción no puede usarse para el resto del mundo. En lo personal, soy demasiado melindrosa para hacer trabajo sexual, y, como dije antes, jamás volvería a tener un embarazo, ni para mí, ni para nadie más, porque no quiero arriesgar mi vida. Tengo ciertos privilegios que permiten que estas sean un apenas par de opciones entre muchas otras posibilidades de trabajo asalariado. Pero otra persona en circunstancias parecidas a las mías podría decir que no le cuesta, o incluso hasta que le gusta, coger con desconocidos, o que sus embarazos y partos han sido fáciles, seguros y placenteros y que por lo tanto estas opciones, que pueden llegar a ser bastante lucrativas —según cuánto poder tenga quien presta el servicio—, le parecerán interesantes, e incluso puede llegar a pensar que yo soy una tonta que consiente a su propia explotación, vendiendo mi fuerza laboral en un oficio tan riesgoso y mal pagado como el periodismo. 

Como persona puedo juzgar a quien se me dé la gana, pero como feminista yo tengo que luchar porque incluso las personas que toman decisiones que a mí me parecen incorrectas, tengan todos sus derechos humanos garantizados. Por ejemplo, a mí me parece que es mala idea elegir ser madre y ama de casa y no realizar trabajo asalariado, pero como feminista tengo que luchar porque quienes toman esa elección pueda vivir vidas libres de violencia, por ejemplo, de violencia doméstica. 

“En otras palabras”, explica Lamm, “la preocupación ante la posible explotación de mujeres es en muchos contextos válida. Ahora bien, la prohibición o la falta de regulación o silencio de la ley potencia, y consecuentemente aumenta, el número de mujeres que pueden sufrir explotación como consecuencia de esta práctica debido a que provoca que la gestación por sustitución se realice al margen de la ley, y en muchos casos en la clandestinidad, lo que incrementa los posibles abusos e injusticias. La situación existente en la India, donde la falta de marco legal provoca abusos e injusticias de los que son víctimas las gestantes, es el más claro ejemplo de que la prohibición o la falta de regulación no soluciona este problema. Al regular, se establecen parámetros, requisitos y condiciones que limitan y controlan. Regular implica que debe hacerse dentro de ciertos márgenes y bajo determinados requisitos que necesariamente importan un control y hace que disminuyan los abusos y las injusticias. Consecuentemente, la regulación favorece la eliminación de la temida explotación”18.

El problema que tiene la estrategia de la prohibición, es que no importa si se decreta el final de la práctica, la gesta por sustitución pasa desde hace mucho y seguirá pasando. Por casualidad hace poco me enteré de que un amigo, nacido en 1993, fue gestado por una sustituta. “Tengo el recuerdo de que mi mamá me dijo cuando era chiquito: ‘Hijo, quiero que sepas que yo no podía tener niños en la barriguita porque siempre los perdía y lo que hicimos fue buscar a otra persona que pudiera llevarte en su barriguita’, esa fue la palabra que usó. Fue una forma muy dulce de hacerlo pero luego me dijo: ‘No se lo cuentes a nadie porque esto es un secreto’”, cuenta Antonio19. “Me sentí muy otro, porque no existe mucha representación para estas otras maneras de llegar al mundo, de traer una persona al mundo. Que una mujer no pueda concebir sigue siendo tabú. Sé que llegaron a un acuerdo económico, pero mi mamá nunca me ha querido decir de cuánto. El acuerdo era que cuando yo naciera, Luz20, mi ‘madre de parto’ me entregaría. Sé que hicieron un acuerdo notariado. La idea original de mi mamá era que yo naciera en Bogotá, y por cesárea, pero Luz no estuvo de acuerdo y nací en su pueblo mediante parto natural, así que creo que tuvo agencia para elegir cómo y dónde parir. Siento que la gesta por sustitución debe estar regulada. Abre las puertas a discusiones de las distintas maneras en las que podemos formar una familia que no solo se limiten a la cis-heterosexual o las personas que quieren tener une hije sin tener una pareja, o un grupo de amigues entre elles”, concluye Antonio. 

Prohibir la gesta, como prohibir el trabajo sexual, no acaba con estas prácticas, solo tiene como efecto empujar estas actividades a lo ilegal, a mercados clandestinos en donde no hay ninguna garantía de derechos. Quizás la pregunta que tenemos que hacernos es: partiendo de que esta práctica ya es una realidad, ¿que podemos hacer para que las partes más vulnerables: bebés y gestantes, tengan garantizados todos sus derechos? 

¿Cómo garantizar los derechos de las gestantes?

Para muchas personas, un ejemplo paradigmático de malas prácticas es el de la actriz española Ana Obregón, que en 2023, a sus 68 años, hizo gesta por sustitución con el material genético de su hijo, Aless Lequio, quien falleció a sus 28 años, en 2020. Es decir, que su hija es también su nieta. Esto despertó muchísimas críticas y dilemas éticos: ¿Puedes usar para concebir el material genético de alguien que está muerto y por lo tanto no puede consentir? ¿Podría una persona autorizar o pedir que después de muerta se use su material genético para concebir a una persona que no va a poder maternar o paternar? ¿Debería ser permitido que una persona de 68 años haga gesta por sustitución, cuando normalmente esta edad es muy avanzada para una adopción? ¿Cuáles serían los requisitos de le o les intencionales para poder acceder a este servicio garantizando el mayor bienestar de ese bebé que va a crearse? 

La única manera de atender estos dilemas bioéticos y de aspirar a garantizar los derechos de las gestantes es la regulación. “En CDMX la experiencia nuestra no es de mujeres marginalizadas, sino de madres solteras que trabajan para oficina, no son mujeres sin secundaria terminadas. Eso también te invita a dar una mirada al contexto: ¿Cómo es la gesta en Tabasco? ¿Cómo es en CDMX?”, se pregunta Ordóñez. “Yo creo que si existe una oportunidad de trabajo, habrá quien diga: ‘Yo lo hago’. Si este trabajo no está regulado lo suficientemente claro como para ser seguro, haces que las mujeres más marginalizadas opten por él; pero no creo que la gesta per sé sea lo que marginaliza a las mujeres”.  Hoy, desde su organización Ledeser A. C., Ordóñez lleva varios casos de gestación por sustitución. “Lo que nosotras buscamos es devolverle al Estado la responsabilidad de prevenir la violencia de género y la explotación con fines reproductivos. Esto ya está pasando, el uso de la reproducción asistida en el mundo está en crecimiento y la infertilidad también; luego, si es evidente que la gestación subrogada o por sustitución no va a terminar, entonces ¿cómo le devolvemos al Estado su papel?”, plantea. 

Por eso es importante que estos acuerdos se formalicen a través de un contrato, pero que además ese contrato no sea simplemente validado por une notarie, cuya tarea es únicamente corroborar la identidad de las partes y ser testigo de que están firmando libremente, sino que también tenga que ser llevado ante un juzgado que evalúe que no se estén violando los derechos humanos de ninguna de las partes con el acuerdo que se plantea. “Hicimos un contrato con la ayuda de abogadas que trabajan con derechos humanos, que debe presentarse con documentos que demuestren al juez que es un proceso seguro: seguro de vida, seguro de gastos médicos mayores, impresión diagnóstica nutricional, impresión diagnóstica psicológica (para saber no sólo cómo estás, también si ese consentimiento fue dado de forma libre, y que ella cuenta con herramientas en lo personal y emocionales suficientes para lidiar con el proceso): tutores para el caso de fallecimiento, una indemnización por reposo absoluto o embarazo de alto riesgo, una compensación por ropa de maternidad y gastos de traslado, una compensación sustancial por embarazo múltiple en caso de que la gestante se sienta cómoda con llevarlo a término, pero también un derecho inalienable de ella para solicitar una “reducción embrionaria”, para el caso de que no; asimismo, una indemnización por cesárea, otra en caso de internamiento hospitalario, entre otras, y todo lo anterior, además de la contraprestación principal por el servicio prestado, es decir, el de gestar”, cuenta Ordóñez.  

La gestación por sustitución no es un trabajo para cualquier persona. Se necesita tener ciertas condiciones físicas, por ejemplo, es ideal haber tenido al menos un embarazo previo que no haya sido riesgoso o traumático, y tener una buena salud en general. La doctora María Angélica Paredes, ginecóloga especializada en biología de la reproducción, quien trabaja en una clínica de fertilidad en CDMX, explica: “Lo más importante, desde el punto clínico, es asegurarnos, antes de iniciar cualquier tipo de procedimiento, de que no haya tenido infecciones y hacer una consulta nutricional. Preferimos que las gestantes tengan entre 25 y 35 años, porque es el mejor momento en términos sociales y psicológicos”.

Eleonora Lamm también propone algunos requisitos indispensables para que estos acuerdos no sean violatorios de derechos humanos. Las gestantes deben tener: plena capacidad y buena salud física y psíquica, debe tratarse de un embrión que se implanta sin su material genético, no deberían realizar el proceso más de dos veces en total, y la gestante debería tener previamente al menos une hije propio. En cuanto a los requisitos para les intencionales, para garantizar el principio de igualdad, la gesta por sustitución debe estar disponible para parejas casadas o no casadas, heterosexuales u homosexuales y personas solas. También señala Lamm que alguno de los intencionales debe aportar su material genético, que los intencionales deben tener al menos tres años de residencia en el país, deben someterse a un estudio sobre su idoneidad, presentar una aceptación de responsabilidad legal, y, propone Lamm, que le o les intencionales deben tener alguna imposibilidad de concebir o de llevar a término un embarazo sin riesgo para le intencional gestante o le bebé por nacer. Sobre los contratos, Lamm insiste en que deben poner en el centro el interés superior de le niñe que pueda nacer, no pueden tener cláusulas que limiten los derechos de las gestantes, deben garantizar el derecho al aborto si la gestante así lo decide, y que no pueda ser sometida tampoco a un aborto forzado. En cuanto al pago, Lamm piensa que les intencionales deben pagar los gastos médicos, de transporte, de asesoramiento legal y psicológico para la gestante, gastos necesarios para el proceso durante el embarazo, parto y posparto, además de un seguro de vida y un seguro de gastos médicos mayores. También propone “una compensación para cubrir gastos básicos durante los meses de embarazo y posparto cuya fijación debe ser homogénea a los efectos de evitar injusticias y abusos, o pagos encubiertos”21. Cualquier regulación de la gesta por sustitución debe estar, además, orientada a garantizar derechos como la salud y la vida, la integridad corporal, la igualdad, el consentimiento informado, el acceso a disfrutar de los avances científicos, y el derecho a la filiación y la familia, todos reconocidos en tratados internacionales. También es buena idea evitar la criminalización, pues el punitivismo, además de ser ineficiente y elitista, promueve la clandestinidad, dificultando la garantía de derechos. 

Además de todo esto hay otras dos cosas que pueden mejorar las condiciones de las gestantes: lograr un estándar internacional con regulaciones similares en cada país para contener el “turismo reproductivo” como forma de explotación; y una causa que mejoraría las condiciones de madres y de gestantes, que es lograr la renta básica universal, pues al reducir las vulnerabilidades económicas de las personas con capacidad gestante se disminuyen también las posibilidades de captación para las redes de trata o de aceptar contratos ilegales, explotadores y violatorios de los derechos humanos. Al prohibir la gesta por sustitución empujamos la práctica al mercado ilegal y clandestino y no logramos conquistas en derechos. En cambio, el foco debería estar en disminuir las brechas de clase y género, al garantizar los derechos de mujeres, niñas, personas trans y no binarias, reducimos las vulnerabilidades de las gestantes y esto, a su vez, les permite estar en una mejor situación para reclamar garantías y derechos. 

  1. Algunos párrafos de este ensayo fueron publicados en su primera versión como parte de un reportaje realizado en el marco del proyecto de formación periodística Periodismo Situado, liderado por Anfibia y Cosecha Roja y fue publicado en agosto de 2020 en varios medios digitales como Latfem y Diario Las Américas. Ese reportaje se publicó en una segunda versión en la revista Volcánicas, el 10 de agosto de 2020 bajo el título “Quisiera que todas las gestantes tuvieran mis derechos”
    ↩︎
  2. Aunque uno de los miedos más frecuentes es que las gestantes no quieran entregar a les bebés porque han desarrollado un apego o un vínculo debido al “instinto materno”, el caso de Baby M es excepcional. Según Lamm: “estudio anecdótico del año 2002 realizado en Estados Unidos reportó que de entre 14.000 y 16.000 nacimientos producidos como consecuencia de gestación por sustitución, sólo en 88 casos tuvo lugar una controversia entre la gestante y los comitentes, y la mayoría de estos casos no llegó a los tribunales. De los 88 casos, sólo en 23 la gestante amenazó con quedarse con el bebé (normalmente para aprovechar algún beneficio contractual, no porque realmente quería al niño), y en los otros 65 casos, fueron los comitentes los que no quisieron a los niños resultantes (por divorcio, condición de salud, número, etc.) Esto evidencia una tasa de éxito indiscutible de más del 99,5%.” Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 290
    ↩︎
  3. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 42 ↩︎
  4. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 42 ↩︎
  5. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 42 ↩︎
  6. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 46 ↩︎
  7. Y con mucha frecuencia también como transexcluyentes ↩︎
  8. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 237 ↩︎
  9. Algunos párrafos de este ensayo fueron publicados en su primera versión como parte de un reportaje realizado en el marco del proyecto de formación periodística Periodismo Situado, liderado por Anfibia y Cosecha Roja y fue publicado en agosto de 2020 en varios medios digitales como Latfem y Diario Las Américas. Ese reportaje se publicó en una segunda versión en la revista Volcánicas, el 10 de agosto de 2020 bajo el título “Quisiera que todas las gestantes tuvieran mis derechos”  ↩︎
  10. Es una palabra que se está ensayando para hablar personas no binarias que hacen trabajos de cuidado equivalentes al de las madres o los padres  ↩︎
  11. El negocio de la gestación en México, N+ Noticias, 8 de enero de 2024  ↩︎
  12. Vientres de alquiler: el deseo de ser padres convertido en industria ↩︎
  13.  Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 239
    ↩︎
  14. Algunos de estos párrafos fueron publicados en su primera versión en la columna “Gestación por sustitución en Colombia” publicada en El Espectador, el 9 de diciembre de 2020 ↩︎
  15.  Sus nombres han sido cambiados para proteger su identidad ↩︎
  16. El nombre de Lucía ha sido cambiado para proteger su identidad. Esta entrevista se realizó en 2020 ↩︎
  17. Carlos es un pseudónimo para proteger su identidad y la de la gestante
    ↩︎
  18. Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 240 ↩︎
  19. Su nombre ha sido cambiado para proteger su identidad ↩︎
  20. Su nombre ha sido cambiado para proteger su identidad
    ↩︎
  21.  Eleonora Lamm, Gesta por sustitución: Ni maternidad subrogada ni alquiler de vientres. Universidad de Barcelona, Edición Universita Barcelona, Barcelona 2013. P. 285 ↩︎
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Autor

  • Feminista colombiana autora del libro “Las mujeres que luchan se encuentran”, columnista del diario El Espectador desde 2008. Creadora del Youtuber Beach Camp, (2019), un campamento para formar a creadoras de contenido latinoamericanas en feminismos y del Creadoras Virtual Camp, un taller virtual para la producción de contenido digital feminista (2020). Hace parte del Consejo Consultivo de la ONG alemana Centre For Feminist Foreing Policy. También es una de las fundadoras del colectivo feminista colombiano Viejas Verdes, que busca divulgar información clara y sencilla sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos a través de las redes sociales. En 2017 co-fundadora de la revista Volcánica, la revista feminista latinoamericana de Nómada y fue su directora hasta 2019. También ha sido columnista de el portal Sin Embargo y Vice en México, Univisión en Estados Unidos y el periódico El Heraldo y la revista Razón Pública en Colombia. Su trabajo como periodista ha sido publicado en periódicos internacionales como The Guardian y The Washington Post. Ha trabajado como Oficial de Comunicaciones en Women’s Link Worldwide y como Coordinadora de Comunicaciones para JASS Mesoamérica (Asociadas por lo justo) en donde trabajó con defensoras de derechos humanos indígenas y rurales en Centroamérica. Ha trabajado con organizaciones internacionales como Oxfam y Planned Parenthood en el diseño de estrategias digitales para la promoción de los derechos de las mujeres. En noviembre de 2016 dictó el TEDx Talk “Hablemos de feminismos” en la ciudad de Bogotá. Es maestra en Artes Visuales con énfasis en Artes Plásticas y Filósofa de la Universidad Javeriana, con Maestría en Literatura de la Universidad de Los Andes. Ejerce estas disciplinas como periodista.

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