Feliz navidad ♫♫♫
Feliz navidad ♫♫♫
Feliz navidad, próspero año y felicidad ♫♫♫
Cuando el deseo de una “feliz navidad” se convierte en mandato; cuando el anhelo de la buenaventura se transforma en carga; cuando la unión familiar se transforma en un artificio de poses y las sonrisas en fachadas; cuando las 12 uvas se convierten en anhelos antecedidos por un sentimiento de fracaso; cuando al repasar las metas cumplidas se intensifica la idea de “no soy capaz”; cuando hacemos un balance de nuestro año y afianzamos las creencias negativas sobre nosotr@s mism@s, las festividades de fin de año empiezan a verse opacadas por las afectaciones a nuestra salud mental.
La felicidad como deber y condición sine qua non de la época decembrina juega un rol en contra de sí misma pues pasa de ser un ideal a una obligación y fachada. Tenemos que reconocer que la navidad y la celebración de año nuevo no necesariamente conllevan alegría, unión y hermandad. Ésta es una época del año más en donde el ser humano sigue exhibiendo su humanidad, sus luces y sombras, su vulnerabilidad y su salud mental, a pesar del mandato de felicidad que el comercio, los medios de comunicación y la religión imponen en nuestra cultura.
Es importante recordar que estas celebraciones suceden en países que se rigen por el calendario juliano y practican costumbres judeocristianas. Hay muchas personas en otras latitudes del mundo en donde el 31 de diciembre no es el fin del año y el 24 de diciembre no es una fecha que se celebra, por lo tanto, los significados cambian culturalmente y eso transforma el impacto en la salud mental que pueden tener esas personas sobre estas fechas.
En mi práctica terapéutica he identificado, en más de una ocasión, cómo las palabras y los recuerdos asociados a “navidad”, “celebraciones navideñas”, “fin de año” “encuentros familiares”, “el 24”, “el 31”, “el arbolito” y “los regalos” son detonadores de ansiedad, estrés, depresión, atracones, ansiedad social y hasta compras compulsivas para vari@s de mis consultantes.
Estas son algunas de las razones por las cuales estas celebraciones de fin de año resultan ser un detonador de tan diversos problemas psicológicos:
- Recuerdos traumáticos en la infancia asociados a la navidad: padres alcohólicos, padres ausentes, padres que no cumplián sus promesas de encontrarse con sus hij@s, muertes de familiares, violencia intrafamiliar, violencia de género, diferencia de clases reflejada en los regalos familiares, entre otros.
- Encontrarnos con familiares indeseados: tener la obligación de encontrarnos con nuestros agresores, o con el violador encubierto de la familia, por ejemplo. es perturbador. En muchas ocasiones, la familia pasa por alto la agresión sexual que ocurrió entre sus miembros por múltiples razones, entre ellas que tengan sentimientos y afectos encontrados, lealtad con el agresor, ideas como “borrón y cuenta nueva”, “siempre seremos una familia” “nadie es quien para juzgar”, “la familia es lo más importante”, “siempre debemos perdonar y dar una nueva oportunidad” o simplemente, por la negación o minimización del relato de la víctima, hace que ésta termine compartiendo los mismos espacios familiares con su agresor. Y si la víctima aún no ha compartido con nadie su relato de agresión sexual, y lo mantiene en secreto sin develar al abusador familiar, puede resultar muy tortuoso para ella. Preservar la etiqueta familiar para evitar conflictos en la época más familiar del año es algo muy duro de sobrellevar.
- “Soportar” comentarios indolentes y violentos: cuando nuestros familiares comentan nuestros cuerpos con dichos como “Ay, como estás de gorda”, “¿Cuántos kilos subiste?”, “¿Cuántos kilos bajaste?” “No comas tanto”, “como estas de flaca, ¿estás enferma?” o cuando hacen otros comentarios inapropiados como “¿Para cuándo los hijos?, “¿Cuándo te vas a casar?”, “¿Por qué te separaste?” vamos acumulando heridas muy dolorosas y difíciles de superar que hacen que veamos con tedio las festividades y encuentros.
- Los regalos: En algunos momentos, sentirnos mal por no poder dar los regalos que quisiéramos, o por recibir lo que no esperábamos, puede tornarse en una experiencia emocionalmente perturbadora. Algunos de los detonadores que he encontrado en mis consultantes al respecto tienen que ver con recordar momentos en la infancia de escasez económica donde en muchas navidades no habían regalos o donde se sintieron mal por la diferencia entre los regalos que les llegaban a los familiares adinerados (como a los primos o hermanastr@s) respecto a los que les llegaban a ellos.
- Sentir la ausencia de un ser querido: en las celebraciones se puede sentir más el vacío que deja su partida. La añoranza de estar con alguien que ya no está, la nostalgia de los tiempos vividos con esa persona y la culpa de lo que se hizo o se dejó de hacer ahora está muerta.
- Ver a los otros felices cuando estamos en un estado de tristeza: esa comparación puede hundirnos más en la tristeza, la rabia, la frustración o la envidia. El significado que damos a la felicidad de los demás puede ser un detonador de nuestra desdicha.
- Las tensiones que se pueden generar en la pareja al definir las fechas que se compartirán juntos y en la familia de origen.
- Los balances de fin de año y las metas sin cumplir.
- La soltería, la viudez y los procesos de separación: estos pueden ser un detonante de angustia y desasosiego en estas fechas en las que se acostumbra estar acompañad@s. Muchas personas prefieren incluso continuar con una mala relación en el mes de diciembre y terminarla en enero o en las semanas siguientes para no tener que afrontar esas fechas en soledad. El miedo a la soledad desafortunadamente nos ata al sufrimiento en pareja o en solitario. El problema no es la soledad, es el miedo a estar sol@s lo que nos lleva a desarrollar estrategias perjudiciales de “resolución” que conllevan sufrimiento.
- La presión por comer o dejar de comer: las viandas navideñas, para las personas con trastornos de la conducta alimentaria, o para aquellas que viven acongojadas por la báscula, es un detonador evidente de problemas psicológicos y emocionales.
- Las personas que viven navidad en países en donde hay invierno tienen más probabilidades de desarrollar “depresión blanca”, también llamada “blues de navidad” o “Trastorno Afectivo Estacional” por factores neuroquímicos cerebrales.
Ay, maldita navidad ♫♫♫
ya vienes con tu bullicio ♫♫♫
veo que todos se divierten ♫♫♫
para mi es un sacrificio ♫♫♫
Hoy me embarga una nostalgia ♫♫♫
este año nadie me abraza ♫♫♫
Por eso es importante hablar abiertamente de salud mental, depresión y tristeza: ¿Debo permitirme sentir triste en navidad? ¿Es lo mismo estar triste a estar deprimid@?
Sentirnos tristes es espontáneo, natural y necesario cuando nos enfrentamos a una pérdida, cuando cometemos un error, cuando alguien nos decepciona o atravesamos alguna situación dolorosa. La tristeza es una emoción básica e innata en todos los seres humanos que tiene como objetivo ayudarnos en nuestra sobrevivencia individual y colectiva, al buscar reintegrarnos. Primero nos aísla un poco, para pensar en lo que sucedió que nos detonó la tristeza (heridas emocionales), y a medida que vamos sacando los aprendizajes y vamos procesando y sanando lo sucedido, cuando vamos saliendo de la tristeza, nos permite integrarnos socialmente con nuevos aprendizajes.
La depresión, en cambio, es un trastorno mental. Un trastorno es una alteración del funcionamiento físico y psicológico que, en el caso de los trastornos mentales, se debe a factores biológicos, genéticos, ambientales, sociales y psicológicos. La depresión es un trastorno del estado del ánimo donde por más de 2 semanas nos sentimos tristes, melancólic@s, apenad@s o irritables, generándonos problemas con nuestros amigos, familiares y colegas entre otros.
La depresión incluye cinco de los siguientes síntomas:
- Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día.
- Marcada disminución del interés por actividades placenteras, también conocido como “anhedonia”.
- Descenso o aumento significativo de peso y/o variaciones de apetito: podemos estar inapetentes o con mucho apetito.
- Cambios en el patrón de sueño: podemos dejar de dormir, o necesitar dormir mucho más. Mantenernos con sueño, o sentir que no podemos dormir o que se nos dificulta tener un sueño reparador, es un síntoma depresivo.
- Sensación de que nos movemos más lento o más rápido de lo normal.
- Sentimiento de falta de energía: perdemos los deseos de emprender o realizar actividades, nos podemos ver agotad@s, sin motivación y nos cuesta más realizar las actividades que realizamos habitualmente. Esto se conoce clínicamente como “abulia”, que es la restricción en la iniciación de conductas dirigidas a un objetivo.
- Nos sentimos arrepentid@s o tenemos culpa excesiva por sucesos o relaciones del pasado.
- Perdemos la capacidad para concentrarnos; tomar decisiones se vuelve difícil y nuestro pensamiento se torna más lento.
- Pensamos en la muerte más de lo habitual, incluso podemos pensar en quitarnos la vida o hacernos daño.
Hay múltiples tipos de depresión y cada persona la experimenta de modo diferente. Por lo tanto, no debemos tomar como referente la depresión de otra persona para compararnos con ella, y saber si tenemos o no depresión. El diagnóstico debe ser realizado por profesionales de la salud mental que permitan hacer un diagnóstico preciso para orientar un tratamiento que sea pertinente, integral y efectivo.
La depresión es uno de los trastornos mentales más usuales, más investigados y con más tratamientos que hay. No merecemos padecer el dolor de un episodio depresivo cuando hay tantas alternativas para prevenir o mitigar estas caídas o para salir de ellas.
¿Qué podemos hacer si aparece la depresión en estas fiestas de fin de año?
- Informar a nuestras amistades más cercanas de que estamos pasando por una depresión, o por cualquier otro estado emocional. Siempre es bueno hablar con otras personas de cómo nos sentimos. Es importante activar nuestras redes de apoyo cuando estamos pasando por un mal momento.
- Evitar hacer compras innecesarias. Si estamos tristes o angustiados podemos tener conductas compulsivas de compra y luego aumentar la tristeza por cuenta de los descuadres económicos que podemos llegar a tener. La emoción de comprar es tan efímera y vacía que no vale la pena cambiar un minuto de “felicidad” por días de tristeza y ansiedad.
- Si deseas estar acompañad@, comunícalo. No esperes que por arte de magia tus amistades se enteren de tus intenciones. Exprésales con claridad tus deseos de acompañarles en sus planes o de que ellos te acompañen en los tuyos.
- Aprende a estar sol@. Disfruta de estar contigo mism@. Haz planes que disfrutes y programa actividades que te hagan sentir bien o que te permitan conectar con tus emociones sin necesidad de bloquearlas o reprimirlas. No embriagues tu tristeza, trata de aprender algo de ella.
- Permítete descansar en estas fiestas de fin de año y participa de manera colaborativa y equitativa en las actividades domésticas que se generen durante las celebraciones.
- Establece límites y dí “NO”, cuando haya algo que te incomode, perturbe o moleste.
- Prepara algunas respuestas con antelación para los comentarios incómodos.
- Desarrolla una rutina diaria que contemple hábitos saludables de sueño, de alimentación y actividad física, ojalá al aire libre. Incluye tomar el sol diariamente.
- Evita sentirte presionad@ para ser feliz y sonreir en épocas navideñas. Valida tus propias emociones. Permítete sentirte triste, nostálgic@ y contrariad@. Ábrele un espacio a tus emociones y escúchalas. Permítete transitarlas con conciencia. No tengas miedo de sentir tristeza así sufras de depresión. No tengas miedo de sentir.
- Regálate la posibilidad de ir a terapia. Tener depresión no te condena indefectiblemente al sufrimiento emocional. Tener depresión nos debe llevar a tomar consciencia de la problemática y asumir una responsabilidad con nosotras mismas de procurar sentirnos mejor. Vivirla sin culpa, sin vergüenza y con responsabilidad emocional nos ayudará mucho.
- Recuerda que en caso de una crisis es importante acudir a los servicios de urgencias en salud mental. En Bogotá y Colombia, puedes llamar al 123 y solicitar ambulancia psiquiátrica para tí, o para la persona que lo necesite, o acudir a un centro de urgencias en una clínica psiquiátrica o en cualquier centro clínico.
No olvides que todas las emociones son válidas en cualquier momento del año, incluyendo diciembre y sus festividades. La navidad es tiempo de alegría y de tristeza, de angustia y seguridad, de hermandad y enemistad, de unión y separación. Ábrele espacio a tus emociones, reconcíliate contigo misma, escucha tu cuerpo permanentemente y vive estas celebraciones de la forma más humana y compasiva. Si tienes depresión, busca ayuda en tus amigas, comunidad y profesionales de confianza. No estás sola.
De verdad me identificó, :c excelente columna
Gracias por estos contenidos. El diván rojo sigue salvando vidas desde la virtualidad, ojalá hayan más temas como estos que nos ayuden a entendernos y llevar mejor nuestras vidas sin sentir culpas o presiones.