
Pilas de sombreros de distintos tamaños y colores: desde los modelos favoritos de las y los turistas hasta los que pasan de generación en generación en las familias de mariachis, cinturones de cuero, jorongos y artesanías en honor al sol con las que comerciantes dan la bienvenida a clientes que se acercan para llevarse un pedacito de México. Así es la esquina del mercado con la que la tamaulipeca Lucero Ardila se hizo espacio entre las 19 mil imágenes que recibió el jurado del Sony Photography World Awards, uno de los certámenes más prestigiosos de fotografía contemporánea que reconoce a talentos de más de 200 países.
El norte no solo es una de las obras más personales de Lucero por recoger su pasión por la moda urbana —especialmente las pacas—, la admiración que siente por las pinturas de Fabián Cháirez o su amistad y trabajo con la productora Dina Elizabeth, el maquillista César González y el modelo Víctor Reyes. El norte es una invitación cálida, íntima y disruptiva al lugar que la vio crecer: un mercado en Ciudad Victoria, Tamaulipas, que estaba frente al negocio en el que su familia vendía desde productos naturistas hasta pollos rostizados.
“Mis papás trabajaban ahí desde que nací; esa era nuestra fuente de ingreso y de vida”, dice la joven fotógrafa sobre el espacio que la volvió ganadora del primer lugar de Latinoamérica del Sony y que en abril de este año le permitió compartir su mirada en Somerset House, a unos cuantos metros del Teatro Nacional de Londres. A Lucero esta serie de fotografías también le permitió cuestionar y desmontar el racismo y clasismo que interiorizamos quienes crecimos en alguna de las fronteras con Estados Unidos, donde hay cierta idealización de la cultura urbana gringa. “Me avergonzaba un poquito que mis papás trabajaran en un lugar que no fuera aesthetic o que no se viera como en [las películas y series de] Disney”, platica.
Su perspectiva cambió y a sus 23 años tiene presente que la cercanía con su gente ha quebrado poco a poco esas narrativas y, a la vez, definido su identidad a partir de los espacios que la cobijaron toda su infancia. “Es el entorno en el que nací, en el que mi familia trabaja honradamente y gracias al que pude estudiar. Fue a partir de la fotografía que me pregunté: ‘¿Por qué no me sentía a gusto en el espacio en el que existía?’”.


Además de la inquietud por entender, explorar y abrazar los lugares y las personas que la rodeaban, Lucero comparte que en su adolescencia, cuando cumplió 15, hubo un momento que disparó su interés en la fotografía. “Mis papás contrataron a un fotógrafo que se llama Eder Luis Tun Vela; que es increíble. Desde muy chiquita ya traía todas estas ondas surrealistas y dije que quería una fotos como de hada. Hablé con una amiga; nos vestimos y encontramos un caballito random y nos hizo la sesión. Me gustó mucho descubrir ese lado de la foto porque en ese entonces mi único conocimiento era lo que salía en el periódico”, relata.
Los primeros años de Lucero como fotógrafa se empalmaron con uno de los periodos más violentos de Tamaulipas, una de las consecuencias territoriales de la política de (in)seguridad del gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). No le es sorpresivo que sus tomas “fueran bastante tristes” y que años después su trabajo cambiara de rumbo y se enfocara en una mirada menos hostil y menos estigmatizante.
“En esa época [el calderonismo] yo era muy chiquita y quizá no veía la totalidad de la situación. Pero, al final, es algo que afecta machín y que reflejaba en mis fotos. Crecimos con el estereotipo gringo de que usan los espacios del norte, pero solo para poner cosas violentas o muertes. El norte es mucho más que narcos […] Hay mucha gente que existe de maneras diferentes”, sostiene.
Cuando tuvo la oportunidad de acceder a una beca para estudiar la universidad en Monterrey, Nuevo León y después mudarse a Ciudad de México, Lucero se refugió en la foto para sobrellevar procesos personales: “Estaba batallando con valores que me había dejado el crecer en un entorno conservador y un problema alimenticio. [Salir] me abrió las puertas laborales. En Ciudad Victoria está muy cañón conseguir trabajo y generar dinero [de esta disciplina]. Me shockeó la diferencia entre CDMX y el norte. [La capital] es más liberal; vas a la calle y ves otros estilos de ropa o el simple hecho de que haya peatones en las banquetas; la experiencia de salir a caminar”, comparte.
Durante la pandemia, la también comunicóloga acercó sus conocimientos sobre Historia del Arte a audiencias más jóvenes de TikTok y perfiló un estilo fotográfico que, como bien describe, fusiona técnicas tradicionales y digitales para recrear escenarios oníricos. Esta etapa de cambio —el paso de una estética barroca a una urbana, precisa— estuvo marcada por “Penas de Azúcar”, obra en la que reinterpretó el legado del caricaturista mexicano José Guadalupe Posada Aguilar (referente para el Día de Muertos) e identificó los pilares que caracterizan su propuesta artística y comunicativa.
“Me casé mucho con lo barroco porque apenas estaba aprendiendo a editar y era la única referencia que tenía mientras estaba estudiando. [En la escuela] es lo primero que te enseñan: la Historia del Arte Occidental. Luego ya llegó un punto en el que dije: ‘No soy esto ¿Qué fregados tengo que ver con la pintura barroca española?’ Me gusta mucho hacerlo y me gusta mucho como se ve. La técnica es bonita, pero [ya] no va conmigo. Cambié a lo urbano cuando me interesé un poquito más por la moda. Fue ahí que decidí explorar un lugar más mío y en el que exista”.

Días antes de que Lucero recibiera el reconocimiento del Sony Photography World Awards compartió con sus seguidores y seguidoras—entre ellas niñas y adolescentes que le han escrito por inspirarlas a seguir sus pasos— que tiene pensado mudarse fuera de México. Planea continuar con la creación de contenido sobre Arte y cultura pop.
La también ganadora del Premio Estatal de la Juventud 2023 reflexiona sobre el trabajo que ha llegado compartir con las editoriales de Photo Vogue Italia y Art of Portrait y se despide con un recordatorio para las lectoras de Volcánicas y las morras que, como ella, sueñan con ser fotógrafas: “Las historias locales importan y merecen ser contadas. Jamás te avergüences del espacio en el que existes ¡Usa y ocupa ese espacio!”