junio 21, 2021

El binarismo de género y otras falsas verdades de la colonización

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Por Paulina Trejo Méndez

Ilustración de Carolina Urueta

Feminismos hay muchos, pero algunos tienen el privilegio de no tomar en cuenta cómo no hay una opresión sino varias, y cómo éstas se entretejen. Esos feminismos son incapaces de entender las experiencias de personas trans, racializadas, de otros contextos y clases sociales. Es así como, en pleno 2020, nos topamos con tweets transfóbicos de autoras como Carolina Sanín y J.K. Rowling. 

Muchas TERFs se reconocen como feministas radicales. El feminismo radical surge en los 60s y 70s en Estados Unidos. Es un feminismo urbano. Las feministas radicales siguen esas ideas que surgieron en un contexto específico y que por décadas han sido refutadas dentro de espacios activistas y académicos porque son ideas que excluyen, violentan, reducen y homogenizan la experiencia de ser mujer al hecho de nacer con una vagina, haciendo un uso equivocado de términos de la biología que definen una supuesta “naturaleza” para sostener el binarismo de género. Es inevitable encontrar una similitud con las ideas de aquellos Don Señoros profesores ilustrados que afirmaban que “la incapacidad intelectual de las mujeres era biológica”, parte de su “naturaleza”. ¡Nada que hacer! El binarismo de género es un legado colonial anclado en el pensamiento occidental. Pero para entender bien esta afirmación, empecemos por desmenuzarla. 

La colonialidad es una idea que surge desde las ciencias sociales y que presenta una lectura no-eurocéntrica de la modernidad. La colonización, que es la ocupación militar y política de un territorio, trae consigo la colonialidad: un sistema de poder y opresión, una manera de entender el mundo, que sigue existiendo aún cuando esa ocupación ha terminado. El sociólogo Aníbal Quijano, habla de la colonialidad del poder como el primer sistema global capitalista que surgió de la colonización de los territorios que fueron nombrados América. Con la apertura del mercado global para el intercambio de productos de las colonias, y con la esclavización de personas negras de África, comienza la modernidad/colonialidad. Ahí se impone una estructura jerárquica de clasificación social en donde, según Quijano, la blanquitud implica racionalidad-humanidad-conocimiento y acceso al poder, dejando a quienes no habitan la blanquitud por fuera de estas posibilidades. Es así como el capitalismo y el racismo van de la mano. 

El feminismo decolonial invita a reconocer la pluralidad de perspectivas de género no eurocéntricas y reafirmar su existencia. Es una propuesta que surge desde Abya Yala (nombre Kuna que se le da a las Américas) y que proporciona herramientas para ir más allá de la deshumanización causada por el “sistema colonial de género”. Esta deshumanización viene con el pensamiento moderno/colonial, que en esencia es binario, y clasifica les cuerpxs de forma jerárquica. La jerarquía implica superioridad, es una organización vertical en donde siempre existe algo con mayor valor en relación con un otro y ha influenciado cómo se han entendido la sexualidad, la raza y el género. 

La modernidad/colonialidad abarca la forma en la que entendemos el mundo: los imaginaros, deseos, experiencias y conocimiento, y es intrínseco al pensamiento occidental, expresado en sus clasificaciones (la idea de raza), instituciones (universidades, iglesias y museos) y jerarquías (hombre/mujer) que se imponen sobre territorios, cuerpxs y saberes.  La colonialidad es lo que la modernidad va negando al imponerse como “verdad universal y absoluta”. Es decir que todas esas ideas “universales” se pueden localizar en una geografía, cultura e historia específica de Europa occidental. Un ejemplo es la “historia universal” que en realidad es la historia de Europa occidental y no de Serbia, China, India o Sudáfrica. La colonialidad, en este ejemplo, es lo que la “historia universal” omite, lo que deja por fuera, lo que nos hace pensar que ni Serbia, ni China, ni India, ni Sudáfrica importan o existen. Por esto, modernidad/colonialidad son inseparables e históricamente se ubican desde el siglo XV hasta la actualidad. 

El género se ha utilizado para indicar las características que definen lo que es ser hombre y mujer, acentuando una diferencia entre ambas categorías. Desde una perspectiva dominante se ha entendido que estas categorías hombre/mujer son mutuamente excluyentes y fijas, afirmando que no se puede ser ambas a la vez. Esto se conoce como el binarismo de género que, desde diversos feminismos y posturas teóricas, se ha problematizado. En realidad, no existe un acuerdo feminista sobre qué es el género y existen diferentes análisis sobre el tema, que se ha entendido desde muchos lugares, experiencias y corporalidades. Por esto, en vez de explicar qué es el género quiero compartir algunas de las ideas que existen sobre el género. Este se ha entendido como una construcción social, como una ficción, como performance y como independiente del sexo: la biología no lo determina (aunque parezca imposible hablar de binarismo de género sin hablar de ciencia).

Una característica importante para entender lo que la modernidad implica en cuanto a género, es que todo lo pone en “cajas”. Estas son clasificaciones que homogenizan y organizan el mundo creando separaciones, sugiriendo que lo que queda dentro de una caja no puede estar en la otra. La decolonialidad se va deslindando de ese pensamiento dominante, haciendo visible la violencia de la modernidad/colonialidad y construyendo formas de ser-hacer más allá de sus lógicas. Porque lo que excede a esas lógicas, a esas cajas, es lo que ha sido negado. ¿Cómo existir bajo un pensamiento que se funda en la negación de la pluralidad de cuerpxs, saberes, imaginarios? O, más bien: ¿Quiénes pueden existir bajo esta lógica? Esa es la pregunta que trata de responder el feminismo decolonial. 

Margarida Borrás fue una mujer trans ejecutada en Valencia en 1460, esto es antes de que Colón cruzara el Atlántico. Se sabe que fue asesinada en público por su identidad de género bajo el crimen de sodomía. Hoy hay una placa en la plaza del mercado para recordarla. Es la vida de personas como Margarida lo que es continuamente negado bajo esa lógica binaria dominante. Misma lógica que viajó a los territorios colonizados, en donde contribuyó a la destrucción de cuerpxs. La activista y artista drag Mama Lynch cuenta que para el pueblo originario Tupinambá, que queda en lo que ahora es Brasil, el binarismo de género y heterosexualidad, como norma, no aplicaban. Es ahí en Maranhão que se registra el asesinato de Tibira, en 1614, por el crimen de sodomía durante la ocupación francesa. Este evento se considera el primer crimen de homofobia registrado en Brasil. Para los Tupinambá, Tibira era un término que indica otra orientación sexual/ expresión de género, algo que era visto como normal.

El feminismo decolonial es un aporte de la filosofa feminista María Lugones. Ella fue tejiendo estas ideas sobre el análisis de la modernidad/colonialidad cuestionando cómo el género se ha asumido universal y cómo se asume que ha existido en todo el mundo a través de los tiempos. María sabía que esos universalismos son el pan de cada día del pensamiento moderno y buscó ejemplos cuyas raíces no son occidentales. Encontró críticas similares en los trabajos de académicas feministas como Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí y Paula Gunn Allen. Ambas demostraban cómo el género, en las sociedades Oyo-Yoruba y Cherokee, no había sido un principio de organización social antes de la colonización.

Entonces, al sistema colonial de poder que impuso capitalismo y racismo, le agregó la imposición del género y al análisis de la opresión racista, capitalista y de género, le llamó “la colonialidad del género”. “Feminismo decolonial” es el nombre que le doy a la posibilidad de superar la colonialidad del género” dice Lugones. 

¿Qué implica entonces la colonialidad del género? En vez de marcar una diferencia entre hombre/mujer, el género aquí habla de la diferencia entre humane y no-humane. María explica que, “mujeres” y “hombres” eran quienes habitan la blanquitud, porque las personas racializadas ni siquiera fueron construidas como personas, entonces no podían ser “hombre” o “mujer”. Entonces hay una separación sexo/género donde ser del sexo femenino no necesariamente significa ser mujer. Las características asociadas a mujeres blancas como ser frágil, femenina, pasiva… no aplicaban a las personas del sexo femenino racializadas que fueron entendidas como hipersexuales, fuertes y capaces de hacer los trabajos más duros en las colonias (Lugones 2008). La colonialidad del género explica cómo les cuerpes racializades fueron deshumanizadxs, reducidxs a objetos o animales para la explotación capitalista. En este sentido nos ayuda a entender la destrucción sistemática de ciertxs cuerpxs. En mi trabajo académico ha sido una herramienta fundamental en el análisis del feminicidio.

Fuera del binarismo de género, en el sur de México, en el territorio del pueblo originario zapoteca, está la comunidad de Juchitán. Ahí existen las muxes o muxhes.  Estas personas fueron asignadas el sexo masculino al nacer, y no se identifican con el género asignado. Las muxhes participan en festividades, visten las faldas tradicionales de la región y son un ejemplo de que en los territorios colonizados existían sociedades donde el binarismo de género no era la norma. Del otro lado del mundo, en los territorios colonizados que conforman Nueva Zelanda, la Dra. Elizabeth Kerekere, de ascendencia Maori, menciona que los colonizadores ingleses no entendieron cómo es que esos pueblos originarios no castigaban la diversidad sexual ni las distintas expresiones de género. Esto ha quedado plasmado en fuentes primarias y en la tradición oral Maori. Estos pueblos van reclamando sus propios términos para nombrar lo que siempre ha existido. Les takatāpui son personas Maori que no se identifican con el género asignado o que encarnan una sexualidad y/o expresión de género diversa, más allá del binario.

Ahora, si volvemos a la pregunta, ¿por qué el binarismo de género es colonial? hay que pensar en la tendencia enraizada en la modernidad/ colonialidad de pensar el mundo desde esas “cajas” que clasifican lo que existe de forma jerárquica (cuerpxs, territorios, etc) entendiendo que esta manera de ver y conocer la realidad ha informado lo que asumimos como natural, por ejemplo, que cuerpo y mente estén separados. Lo que pone a la razón y el corazón como opuestos, lo sentimental como inferior a lo intelectual, estas características asociadas a la feminidad (emocional) y la masculinidad (racional). El que algo se asuma “natural” indica que lo que queda fuera de esa categoría se asume antinatural. Esto da pie a la exclusión y discriminación. El binarismo de género, como otros binarismos, es hilo en el tejido del pensamiento moderno/colonial. Las cajas impuestas han ocultado lo que existe y siempre ha existido fuera de esas cajas. Las cajas no existen por sí solas, han sido creadas para organizar el mundo y para entenderlo desde un lugar particular, pero ¿quiénes han tenido el poder y privilegio histórico de clasificar y nombrar el mundo? ¿De qué manera reproducimos en nuestras prácticas y relaciones las ideas que sostienen esas cajas?

Para entender qué queda fuera del pensamiento dominante, es importante traer ejemplos de otras formas de concebir la realidad que han existido desde antes de la colonización. La académica feminista Sylvia Marcos, describe cómo el pensamiento mesoamericano fue distorsionado, por ejemplo. Esto sucedió al ser interpretado bajo el lente de los binarismos y la noción judeocristiana de complementariedad que implica jerarquías entre hombre/mujer. En el pensamiento mesoamericano, se habla de una complementariedad anclada en la dualidad fluida, no excluyente, y en relación con la naturaleza: esta es horizontal, no existe “un superior”. Entonces es importante reconocer que el binarismo de género está anclado a una forma específica de entender el mundo, que se puede localizar en un contexto histórico, geográfico y cultural occidental, y que la forma en que estos binarismos se han impuesto ha sido a través de la violencia de la modernidad/colonialidad. 

Crear realidades en donde quepamos todes requiere localizar esas “verdades absolutas” y “universalismos”, que han significado la borradura histórica de otras formas de ser, existir y conocer, para cuestionarlos y reivindicar las formas de vida que han quedado por fuera de las cajas y las categorías, relegadas a la violencia. Solo así podremos prevenir lo que bien ha señalado Mama Lynch: “Quien no encaja en la binariedad, quien no se conforma con las fronteras duras y coloniales del género, debe desaparecer, debe ser borrado”.

Nombrar la diferencia colonial, que implica la deshumanización de las personas racializadas, es fundamental en la lucha por desmantelar sistemas de opresión. Sistemas que operan hoy y continúan la destrucción de la vida en todas sus formas bajo la lógica dominante y de dominación. Ubicarse en un feminismo decolonial implica reconocer la violencia producto de la imposición de esas categorías o “cajas”. También hacer un trabajo interno constante para examinar cómo el pensamiento moderno/colonial se manifiesta en nosotres. Requiere que nos hagamos preguntas como las siguientes: ¿De qué formas el pensamiento dominante ha enmarcado lo que entendemos por belleza, conocimiento y arte? ¿Cómo influye en la forma en la que nos relacionamos con otres, incluidos los seres no humanes? ¿Cómo podemos desaprender esa mirada? ¿Cómo hilar nuevos tejidos a partir de los retazos?

La masacre de personas de la diversidad sexual de los pueblos originarios de Quarqua Panamá en 1594 por el conquistador Vasco Núñez de Balboa. Obra del artista Theodor de Bry, biblioteca pública de Nueva York. Fuente: wikicommons.

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Autor

  • Paulina Trejo

    Mi nombre es Paulina. Soy artista e investigadorx con una pasión desmedida por la comida mexicana y la sanación. Autorx del libro “volver a la cuerpa: Endometriosis y salud autogestiva”. Estudié arte y tengo un doctorado en estudios críticos del desarrollo de la Universidad Erasmo de Róterdam. Soy redactorx en la revista feminista Proyecto Kahlo y colaboro en la Cooperativa Editorial Retos enfocada en hacer caminar la palabra y luchas de artistas, académicas y activistas trans, afro, indígenas, mestizxs, mujeres rebeldes. Escribo sobre salud autogestiva en mi blog: La Catártica y sobre decolonialidad en mi blog en inglés: Decolonize. Soy cofundadore de Comalli Collective un espacio para crear y compartir proyectos de sanación. Vivo con endometriosis. Esto ha influenciado mi trabajo artístico-político-académico. Me enfoqué en formas de resistencia encarnada a la borradura de saberes ancestrales y de lxs cuerpxs que los portan. Mi trabajo artístico, político y académico se entreteje. Al centro está: sanar, autonomía corporal, la mirada médica, espiritualidad, formas de resistencia al epistemicidio y al feminicidio. He ido trazando los vínculos que les unen desde un feminismo decolonial. Mi apuesta es, a modo zapatista, por crear un mundo donde quepamos todes.

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Comentarios

3 thoughts on “El binarismo de género y otras falsas verdades de la colonización

  1. Excelente artículo. Muy detallado y didáctico, lo cual es un alivio en que cuesta tanto encontrar explicaciones cuidadosas para quienes leemos. Gracias y abrazo!

  2. Hermoso artículo.

    Creo que es importante para añadir trabajos como lo hace el feminismo comunitario en Bolivia.

    Las personas que hoy tenemos etiqueta de hombres, somos el enemigo directo del feminismo blanco, perdiéndose así la complejidad sistémica que trae esta dominación colonial. Esto ha reforzado la división, y ha impedido una movilización conjunta ante el patriarcado/colonialismo/modernidad/capitalismo/etc..

    Este enfoque biológico, excluye a un grupo, lo que fortalece divisiones y evita avanzar en conjunto ante el sistema patriarcal, lo que el feminismo comunitario define no como el hombre, sino como el “patron”, ese ente que genera poder y presión.

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