Nota: A lo largo de este texto te aparecerán 569 puntos ligados a una fecha específica. Son la forma que encontramos para mostrarte que, sólo en este año, hemos tenido que contar a 745 mujeres víctimas de feminicidio, pero sólo de 569 tenemos los datos exactos. Esta es la cifra aportada por El Espectador, que revela nombres y fechas, y es una ratificación de los 745 casos registrados por el Observatorio de Feminicidios Colombia. Ni una menos. Ni una más.
A Yelena Arboleda –o Naomi, como le decían sus familiares-, de 27 años, la dejaron tendida boca abajo, con la cara cubierta, la madrugada del 11 de noviembre de 2024, en pleno centro de Bogotá: “Ella tenía un gorrito, que le tapaba casi toda la cara”, dice Valentina, una de sus hermanas, mientras se cubre con las manos los lados de su propia cara y deja al descubierto apenas la punta de la nariz y parte de los ojos.
No saben cuánto tiempo estuvo allí, sobre esa calle, ni si agonizó o murió de inmediato por los golpes. Tampoco saben si alguien la escuchó pidiendo auxilio y no quisieron ayudarla, o si el sonido de la música silenció los gritos de Yelena. No saben si la atacó un solo hombre, o si fueron varios. Tampoco saben si hubo violencia sexual, ni mucho menos por qué ella, justo ella, tuvo ese final tan violento. Tan cargado de ira.
Lo que sí saben es que peleó, y que lo hizo con todas sus fuerzas. Lo saben por sus uñas, que quedaron destrozadas: “Se le partieron casi hasta la raíz”, detalla Valentina. Lo saben por las lesiones en su cuerpo: “Le tuvieron que reconstruir su orejita y, además, tenía un golpe muy grande en el labio de arriba”, agrega.
Saben, también, que Yelena fue víctima de feminicidio y quedó allí, boca abajo, tendida sobre el asfalto, en la helada madrugada bogotana, cuando le restaba apenas media cuadra para regresar a su casa, donde vivía con sus padres, dos de sus hermanas y su único hermano. Ella se sabía mover por Las Cruces, su barrio, en el que había vivido toda su vida. Sabía mantenerse al margen de los problemas. Su familia, que ha vivido allí por 30 años, nunca tuvo asuntos con nadie.
Saben que la asesinaron en la madrugada, pero que fue hasta las 8 de la mañana que un agente del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) se acercó a la casa de su familia para avisar que la habían encontrado muerta. Fue la madre quien recibió la noticia. Desde ese día, ella aún espera que sea su hija la que vuelva a abrir la puerta de la casa.
Saben, por último, que desde que la mataron el barrio entero ha quedado sumergido en un silencio de versiones encontradas y, al tiempo, de un Alcalde que la revictimizó, e instituciones que no quieren responder.
Yelena Arboleda es una de las 745 víctimas de feminicidio en Colombia que han sido asesinadas en lo que va de 2024. Es, históricamente, el año con mayor cantidad de registros oficiales. Durante todo el año, las alertas por el incremento de registros en diversos tipos de violencia basada en género no han dado tregua en el país. Aún así, las acciones continúan siendo, a todas luces, insuficientes.
¿Fue este el año con más feminicidios de la historia del país?
La cifra no deja de alarmar y, aún así, también es congruente con el panorama global. Durante la conmemoración del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ONU Mujeres y La Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC) revelaron que, de acuerdo con su informe más actual (de 2023) sobre feminicidios, cada 10 minutos una niña o mujer es asesinada en el mundo. En el 60% de los casos es asesinada por su pareja o por algún miembro de su familia.
Esto quiere decir que, cada día, 140 mujeres y niñas son asesinadas en todo el mundo. En total, 85 mil mujeres fueron asesinadas en 2023. El continente americano ocupó el segundo lugar a nivel mundial con mayor cantidad de casos.
Carol Rojas, directora del Observatorio Feminicidios Colombia, explicó a Volcánicas que puede que no haya existido necesariamente un incremento en los casos, sino que, hoy en día, existe una mayor conciencia alrededor de las violencias basadas en género y de la violencia feminicida. “La visibilización de los feminicidios ha aumentado en clave de la concepción amplia que incluye militarización y desigualdad económica”, apuntó. Dicho de otra manera: ahora se ha entendido que a las mujeres también las asesinan por motivos de género en contextos de guerra, a manos de grupos armados legales e ilegales, o por las estructuras socio-económicas que las someten a mayores grados de vulnerabilidad y violencia.
Como destacamos en el artículo 2024, el año con más feminicidios registrados en Colombia: 745: “Es posible que no se trate de un aumento de violencia machista, pues esta siempre ha estado presente, sino de un aumento de los mecanismos para nombrarla, denunciarla y registrarla, que deja en evidencia la insuficiencia de las medidas estatales para contener, atender y disminuir estas violencias”.
Precisamente, en el caso de Yelena, no ha sido posible tener certeza sobre qué pasó, incluso cuando el barrio ha sido monitoreado desde hace varios años por cámaras de seguridad del Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4) de Bogotá.
Las cámaras de esta calle fueron instaladas porque, históricamente, el barrio ha tenido problemas de seguridad. Fue en Las Cruces, en pleno centro de Bogotá. Muy cerca, también, del Palacio de Liévano, donde funciona la Alcaldía Distrital de Bogotá.
Tres días después del asesinato de Yelena, el Alcalde Carlos Fernando Galán, acompañado por el Comandante de la Policía de Bogotá, José Gualdrón Moreno, aseguró que a ella la habían matado en medio de una riña callejera: “¿Cómo van a decir eso si se supone que los hechos aún están siendo investigados?, ¿no entiende el Alcalde lo que está causando a mi familia asegurando eso y cómo está condicionando la investigación? Mi hermana trabajaba manejando máquina plana, pero con esa afirmación la está condenando”, resalta Valentina.
Desde el feminicidio, Valentina y sus hermanas solicitaron tener acceso a la grabación de las cámaras que vigilan toda la zona y a las que el gobierno asignó un presupuesto de 180 millones de pesos colombianos para monitorear esa localidad en específico (la de La Candelaria). En total, la ciudad gastó más de 4 mil 200 millones de pesos para extender el programa en todo el territorio distrital y asegurar su mantenimiento entre 2021 y 2024.
Son cámaras que, según su descripción técnica, hacen un monitoreo constante y fueron instaladas en lugares considerados Zona Roja. Los dispositivos se articulan con la Secretaría Distrital de Seguridad, Convivencia y Justicia y la Policía Nacional. Sin embargo, por su funcionamiento, y a no ser que se solicite la grabación, el registro de los videos se borra por completo cada mes, desvaneciendo así toda evidencia que pudieran tener.
“Esas cámaras están dañadas”, les respondieron secamente. Sin más.
Una constante revictimización
Las respuestas tajantes han sido el común denominador de la investigación.
Cuando la familia de Yelena tuvo contacto con quien sería el investigador del caso, él les pidió que le avisaran si tenían pistas sobre lo sucedido. Ellxs, viejxs residentes del barrio, preguntaron a lxs vecinxs si sabían qué había pasado. Varixs señalaron a un grupo de hombres que vivían allí mismo. La familia de Yelena compartió este dato con el investigador, quien contestó con un simple “ok”.
Luego, pidieron tener acceso al informe realizado por Medicina Legal para intentar tener más claridad acerca de lo que pasó esa madrugada. “Ustedes tienen que tener paciencia porque las autopsias se demoran hasta 4 meses en salir. Y tampoco se vayan a presionar allá porque eso lo único que logran es que vaya todo más lento”, les aseguraron.
“Nosotros en este punto no sabemos qué más hacer. Tenemos terror de que toque exhumar a mi hermana, porque nos preocupa mucho que la autopsia haya quedado mal hecha y que toque desenterrarla para volver a manipularle su cuerpo. Y sólo nos queda pensar que ellos están manejando el caso de mi hermana tan mal porque ella era una mujer negra, de un barrio que siempre ha sido marginado, como todas nosotras”, asegura Valentina Arboleda.
“En Colombia, uno de los principales problemas que enfrentamos es que no tenemos políticas que atiendan las violencias de manera integral, sino que siempre se pone la mirada en la emergencia inmediata, pero no en el mediano, ni en el largo plazo”, señala Olga Sánchez, directora de la Casa de la Mujer. Para Sánchez, la falta de medidas que realmente atiendan las violencias basadas en género y sus cruces con otros factores de riesgo, como lo son la raza, la condición económica y la incidencia de conflictos armados internos, son lo que causa que no exista una articulación entre las medidas nacionales y las territoriales.
Pero, más importante aún, para Sánchez la conclusión es una: en Colombia, la vida de las mujeres no importa. “Sabemos que si no fuera porque mi hermana Valeria se ha destacado como boxeadora, nuestro caso habría quedado como uno más de los cientos que ya hay en el país”, señala Valentina mientras se aprieta las manos la una contra la otra.
Ya casi se cumple un mes desde que asesinaron a Yelena. Desde esa madrugada, la familia Arboleda, como ejercicio de esa esperanza que se conserva cuando aún no se asume la muerte, continúa esperando que Yelena llegue algún día a tocar la puerta. “Ya vimos su cuerpo, ya sabemos que no va a ser así. Pero hasta que no tengamos justicia, no la vamos a dejar de esperar”, dice Valentina.