
“¡Me arrebataron mi vida!”, escribió Belén desde la cárcel en 2016, en una carta pública dirigida al movimiento de mujeres y organizaciones feministas que agitaban las calles al grito de “¡Libertad para Belén!”. El pedido de justicia emergió con fuerza en toda la Argentina. La frase se replicó en todo tipo de banderas y carteles escritos a mano. Ese mismo año, la actriz y directora argentina Dolores Fonzi alzó un cartel con el reclamo durante la ceremonia de los Premios Platino, y así logró dar visibilidad internacional al caso de una mujer de 27 años, presa durante más de dos años tras un aborto espontáneo en un hospital de Tucumán, Argentina. Belén fue acusada de homicidio y condenada a ocho años de prisión. La movilización social fue clave para nacionalizar la demanda de libertad y presionar a la Corte Suprema local. Gracias al trabajo de la abogada Soledad Deza, junto a organizaciones feministas y de derechos humanos, Belén fue liberada y absuelta en 2017.
Su historia fue narrada primero en el libro Somos Belén (2019), de Ana Correa, y ahora llega al cine con Belén (2025), dirigida, coescrita y protagonizada por Dolores Fonzi. Su estreno cinematográfico coincide con el violento retroceso de las políticas de género y el avance de los discursos neofascistas en todo el mundo. La película dialoga con el pasado y el presente de una sociedad que todavía juzga nuestros derechos reproductivos. En Argentina, a pesar de la vigencia de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo desde diciembre de 2020, todavía hay mujeres criminalizadas por abortar. Si bien no existe un registro oficial, a partir de relevamientos de organizaciones y profesionales, más de 20 mujeres atraviesan procesos judiciales por motivos similares.
Entre 2012 y 2020 se iniciaron al menos 1.532 causas por aborto y 37 por eventos obstétricos, bajo las figuras penales de “homicidio” o “abandono de persona”, según los datos del informe elaborado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el Centro Universitario San Martín (CUSAM), las investigadoras María Lina Carrera, Natalia Saralegui Ferrante y Gloria Orrego-Hoyos. El estudio, publicado en 2020 —el mismo año en que se legalizó el aborto en Argentina—, parte de una pregunta clave: “¿Hay presas por aborto en el país?”. Además, las autoras del informe expresaron que la criminalización podía ocurrir a través de otras figuras penales y por otros hechos.
El caso de Belén —nombre ficticio que protege su identidad— marcó un precedente histórico en la lucha por la legalización del aborto en Argentina. También fortaleció al movimiento Ni Una Menos, que irrumpió en las calles en 2015 tras el femicidio de Chiara Páez. Además, cuando Belén fue condenada, aún no existía la Ley Micaela (sancionada en 2019), que establece la capacitación obligatoria en temas de género y violencia contra las mujeres para todas las personas que trabajan en la función pública, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Luego del estreno en salas y su paso por festivales internacionales, la película llegará a la plataforma Amazon Prime Video a partir del 14 de noviembre. Además, el largometraje representará a la Argentina en los Premios Oscar y los Goya.
Con guion de Dolores Fonzi y Laura Paredes —quienes también interpretan a las abogadas de Belén—, la película muestra la violencia estructural de un sistema que primero vulneró el secreto de confidencialidad médico-paciente y luego encarceló a una mujer por un aborto espontáneo sin pruebas ni peritajes. El contrapunto: una abogada que encabeza la lucha por la libertad de Belén, junto al movimiento de mujeres y organizaciones feministas.
La película narra la historia con el tono justo: reconstruye un relato dramático sin caer en golpes bajos; incluso recurre a pequeños gestos de humor en algunos pasajes. Tanto las decisiones estéticas y formales de la dirección como las interpretaciones actorales de Dolores Fonzi (Soledad Deza), Camila Plaate (Belén) y todo el elenco son acertadas, generosas y conmueven a corazón abierto.
Un plano secuencia nos introduce en la película y en la piel de la protagonista. Belén llega al hospital de madrugada, acompañada por su madre. Tiene un fuerte dolor abdominal. Pide ayuda con la voz quebrada. La atienden dos médicas y después un médico. Le preguntan si está embarazada. Ella dice que no (aún no lo sabía). El dolor crece. Transpira, tiene frío. Pide ir al baño y sufre una hemorragia. La sangre se derrama por sus piernas. La trasladan a una sala de parto. Mientras está dormida, le realizan un legrado uterino. Los médicos la denuncian. Despierta rodeada de custodia policial. Un enfermero le muestra una caja con un feto y le dice que es de ella. Belén entra a una guardia de urgencia a pedir ayuda y sale presa. Pasa dos años y tres meses encerrada sin pruebas, acusada de haberse provocado un aborto y de haber asesinado a su bebé. Finalmente, va a juicio en 2016 y la condenan a ocho años por homicidio agravado por el vínculo. Ese mismo día, Soledad Deza toma la defensa. Con el mismo expediente que utilizaron para condenarla, Deza la libera en cuatro meses.
Belén es mucho más que una película sobre un caso judicial desde una perspectiva feminista. Es la historia de una lucha colectiva a partir de una injusticia. Muestra la violencia institucional y obstétrica que sufren las mujeres, especialmente las provenientes de clases bajas. Una película que nos recuerda la potencia de la resistencia colectiva y lo poderoso de salir a las calles a defender nuestros derechos.