octubre 26, 2024

Acoso de género a Cristina Burneo Salazar, un emblema de la libertad académica feminista

Las violencias en contra de la docente ecuatoriana Cristina Burneo han sido perpetradas y alentadas por su propia universidad. Ahora, le exigen silencio.

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Cristina Burneo Salazar, docente feminista ecuatoriana, denunció hace seis meses a colegas de la Universidad Andina Simón Bolívar por actos de violencia de género, acoso laboral y vulneraciones a la libertad de cátedra, sostenidos durante varios años. Su trabajo ha sido menoscabado por defender la perspectiva de género, el lenguaje inclusivo y las acciones afirmativas para personas trans, en particular. Asimismo, no se le ha permitido ampliar en los contenidos académicos los estudios del cuerpo o las epistemologías trans. En su relato  —donde dialogan los hechos con la teoría feminista contemporánea sobre cómo operan el acoso y la violencia de género en las universidades, y los dispositivos de poder que subordinan y silencian a las mujeres a partir de pactos patriarcales— hay ejemplos claros de las veces en que su trabajo fue minimizado, desechado, calificado como “sensible” y “radical”  —con connotaciones negativas—. 

Cristina Burneo Salazar es escritora y traductora ecuatoriana, de posición política trans+feminista. Es docente titular e investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar sede Ecuador (UASB), en el área de Letras y Estudios Culturales, desde 2015. Como defensora de los derechos humanos es parte del colectivo Corredores Migratorios y su activismo y producción académica son de reconocido valor en nuestro país y en países donde sostiene redes de pensamiento y acción. 

Como ejemplos concretos de este ambiente hostil, según recoge el relato de Cristina, están las quejas sobre sus tuits hacia agresores como problemáticos para la institución (límite a su libertad de expresión), insinuaciones relacionadas con que sus artículos de opinión le costarían “la cabeza” en el trabajo, la respuesta negativa de la Universidad hacia un pedido de Fiscalía sobre expertas en género para realizar un peritaje, como si no existieran en la Universidad—afirmación errónea que Cristina reclamó—, y después señalarlo como malentendido; las expresiones de libertad feminista, en espacios académicos internacionales, favorables a la despenalización del aborto, consideradas de “mal gusto” y el anuncio del lanzamiento de la tesis convertida en libro del abogado del hombre sentenciado por el asesinato de Karina del Pozo, donde alega su inocencia, que levantó la indignación entre las redes feministas y de familiares de víctimas de feminicidio. Estos hechos aislados “parecen invisibles en lo cotidiano pero, en suma, devuelven un ambiente bien instalado”, como señala Cristina. 

En la página Libertad académica feminista y en diálogo con el texto Las paredes hablaban cuando nadie más lo hacía. Apuntes autoetnográficos sobre el control del poder sexual en la academia de vanguardia, de las autoras Lieselotte Viene, Catarina Laranjeiro y Mire Nada Tom  —sobre las violencias y el maltrato institucional vinculado con la figura de Boaventura de Sousa Santos, denunciado por acoso sexual— Cristina registró, a través del método autoetnográfico, el proceso largo y revictimizante al que se enfrentó una vez que cursó su queja ante las autoridades. Recomiendo su lectura atenta para quienes deseen ampliar esta información, conocer en detalle lo vivido por Cristina en los últimos años y su capacidad analítica y reflexiva sobre un malestar creciente en las aulas.

Uno de los implicados, en palabras de Cristina, es el director de su área de trabajo, quien ha exhibido su posición antigénero. La denuncia de Cristina, presentada por órgano regular en la Universidad, según su testimonio, fue entregada a los denunciados sin su consentimiento, quienes la acusaron por ofender su buen nombre y por desprestigiar a la institución, exigiendo que ofreciera disculpas y fuera separada de sus funciones, en lugar de investigar los hechos y canalizar las sanciones y reparaciones del caso. Se impuso a Cristina una disculpa a los  denunciados y el Consejo Universitario ratificó la medida. Los gremios de estudiantes, docentes y empleadxs votaron a favor de retirar la sanción y reformar las normas sobre acoso laboral en la Universidad: la posición de la comunidad no fue acogida. 

Cristina decidió hacer público su caso en redes sociales con un impacto masivo y los apoyos de personas académicas, feministas, activistas e investigadoras de esta y otras latitudes no han tardado en llegar, porque la discriminación basada en género en contextos académicos aumenta en un mundo polarizado entre las fuerzas progresistas y las reacciones patriarcales y conservadoras, muy en boga en el Ecuador. No es la primera ocasión en que las Universidades, públicas y privadas, como centros de pensamiento y producción intelectual dan espacio a vocerías antiderechos de las mujeres y personas de la diversidad sexo-genérica. Con el pretexto de la pluralidad han presentado como posiciones en debate a la defensa de los derechos humanos y a su negación. En particular indefensión, Cristina presentó una acción de protección, mecanismo de tutela judicial contra la violación de derechos constitucionales. El proceso está en marcha.

La respuesta oficial de la Universidad Andina Simón Bolívar ante la denuncia pública, que fue difundida en la red social X, dice lo siguiente: “No hay acoso ni discriminación en la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. La Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador  aclara que no se ha acosado, perseguido, discriminado ni vulnerado derechos a la docente Dra. Cristina Burneo. Las afirmaciones difundidas al respecto en las redes sociales son falsas. La queja presentada en su contra observó el debido proceso acorde a la normativa universitaria y culminó sin sanción alguna para ella. Por más de treinta años la Universidad ha dado testimonio permanente de pluralismo y apertura, respecto a las diversidades y a la observancia de los derechos de las personas. Ha condenado siempre todo tipo de discriminación y violencia. Existe una proterva estrategia de desprestigio y acoso mediático en contra de la Universidad, particular que rechazamos al igual que rechazamos la presión mediática que se pretende ejercer respecto de los jueces. La comunidad universitaria está unida frente a las agresiones”. 

El 10 de octubre de 2024 se realizó la audiencia de la acción de protección que dedujo Cristina con el patrocinio de Juan Pablo Albán, jurista experto en derechos humanos, con el apoyo de las abogadas Vivian Idrovo y Verónica Potes (Alianza de Organizaciones por los Derechos Humanos) y  de Surkuna, organización de defensa de los derechos de las mujeres, especializada en la defensa del derecho a decidir. La sala se llenó y el colectivo feminista “Lilas en Acción” organizó un plantón en la Corte de Justicia y asistieron medios independientes para cubrir lo sucedido. Cinco mujeres más, cuatro de ellas previamente vinculadas a la UASB y una docente que participó en un concurso de oposición, presentaron testimonios que refuerzan lo narrado por Cristina.

La docencia y la investigación siguen siendo terrenos desafiantes para las mujeres. Matilde Hidalgo, primera médica ecuatoriana y primera mujer en ejercer el derecho al voto, en 1924, ingresó en la Universidad a pesar de las barreras y convenciones que no veían adecuado que una mujer se eduque. Con los años, la educación superior para las mujeres es el único indicador favorable cuando analizamos las brechas de género en el país: existen más mujeres universitarias, pero la distribución por sexo de espacios de poder y cátedras es desigual y beneficia a los hombres. Es decir, mientras más alta es la posición, menos mujeres acceden. Pero no sólo hablamos de la presencia de las mujeres en la cátedra, la investigación y  la administración, sino del costo de posicionarse como feminista en la academia. El feminismo se sigue mirando como un “sesgo ideológico”, en palabras de los actores de oposición a los derechos de las mujeres y las personas de las disidencias sexogenéricas. 

El feminismo y la perspectiva de género como marcos analíticos de la realidad parten de un posicionamiento a favor de las mujeres, a raíz de la conciencia de nosotras, en nuestra diversidad, como sujetas históricamente oprimidas, y de los hombres desde una posición, en la relación de género, de poder y dominio. Definirse feminista no es tener un “sesgo” sino hacer evidente un lugar de enunciación que manifiesta, en lugar de ocultarla, la desigualdad radical que mantiene patrones de discriminación y violencia específicas que nos afectan. El problema de la “ciencia” machista es precisamente que, por el contrario, parte de la convicción autorreferencial de su supuesta neutralidad, lo que implica, ciertamente, un sesgo cognitivo, como apunta Cristina en una entrevista con la periodista Alondra Santiago. 

Se han sumado al de Cristina otros testimonios de actos de discriminación y violencia por ser mujeres y feministas, de otras docentes y exdocentes de la Universidad. Karina Marín narra en el texto Decimos libertad, gritamos libertad cómo una entrevista donde se discutió sobre estudios críticos de la discapacidad fue devaluada por agentes poderosos del Área de Estudios culturales de la UASB. Karina tiene un hijo con discapacidad. Su iniciativa fue descalificada en duros términos y su campo no fue acogido por la institución, a pesar de la recepción favorable que había tenido entre el público deseoso de formarse en estudios críticos sobre la discapacidad. 

Otra de las cartas relevantes de apoyo a Cristina viene de “las hermosas disidencias”: “Te reconocemos por tus letras, por tus luchas, por tu irreverencia para incomodar los pactos de poder que nos excluyen, pero sobre todo por la enorme diferencia que marcas al impartir cátedras libres y liberadoras, donde te has posicionado como una docente que no compite ni ve como rivales a sus estudiantes, como suelen en cambio dictaminar el sistema escolar clásico y la academia neoliberal. Has acompañado, abrazado y luchado por la posibilidad de que nosotras las maricas, les trans, las travas, las lesbianas dejemos de ser objetos de estudio, peleando para que seamos ahora las que estudian, las que generan conocimiento”.

La región latinoamericana experimenta con particular crudeza la arremetida de los grupos conservadores. Hasta hace poco las universidades públicas fueron bastión de las ideas progresistas y de izquierda. Hoy existe una obsesión con “el género” como parte de una agenda mundial que se afianza en propaganda, manipulación y sesgos. Por ejemplo, en Argentina, con el resultado de las restricciones presupuestarias a las universidades públicas, utilizadas según Milei para “hacer negocios turbios y adoctrinar” con el relato de “la casta” o en Brasil con la censura a la educación sobre género y sexualidad en el gobierno de Bolsonaro. Estas posturas  reflejan el antiintelectualismo y la misoginia de la oposición como una de sus estrategias más corrosivas. 

Mujeres que tenemos privilegio relativo y acceso a espacios de debate, o aquellas que han alcanzado con esfuerzo una cátedra universitaria vivimos discriminación aunque nuestras credenciales sean iguales o superiores a las de los varones o de las mujeres que se distancian del feminismo: ni hablar de quienes no llegan por otras intersecciones que las atraviesan como la opresión racial, de identidad sexual y de género y de clase. Una cuestión de poder que en sus aspectos más duros no ha sido revertida, a pesar de los avances. Cada vez más feministas brillantes y comprometidas están en situación de persecución, desempleo y precariedad, porque tener una voz crítica casi siempre cuesta la estabilidad laboral y económica. 

En su testimonio Cristina enuncia claramente que usa su privilegio: el de las palabras y de la posición como docente para hablar por ella, pero también por quienes no tienen esa posibilidad. Quedan poquísimos espacios donde no sólo no es perseguida la mirada feminista, sino donde es celebrada. Casi siempre son autogestivos y horizontales, que debemos construir sobre los cimientos del ostracismo y del despojo. 

La acción de protección o tutela que presentó Cristina está en fase de audiencia y se reanudará en noviembre. Este caso emblemático da cuenta de los avances en el Ecuador a partir de la sanción de normas para la prevención y erradicación de la violencia en espacios universitarios, pero también de los problemas prácticos que surgen en su aplicación. Al cierre de este artículo, el 23 de octubre de 2024, la institución realizó una asamblea de tres horas sólo para tratar el caso de Cristina. En su presencia, se presentó la versión oficial de este proceso, que discrepa en mucho con su testimonio, y ella fue expuesta en la pantalla donde se sostenía la asamblea cuando presentaron un análisis de métrica de su denuncia pública en redes sociales. El diagnóstico fue el de un ataque externo que había afectado la reputación de la universidad. No se centraron en las decenas de denuncias que se han sumado ni en el daño que han denunciado las mujeres autoras de las denuncias. El proceso continúa.

Epílogo

A propósito del caso de Cristina, y sin ocultar mi afecto personal por ella y la admiración que he sentido desde mi adolescencia por su trabajo —la primera vez que le escribí le dije que, con memoria gráfica, la recuerdo en la Revista Vistazo con un suéter amarillo, como ganadora joven del Premio Aurelio Espinosa Pólit, prestigioso galardón literario— pienso que estos malestares silenciosos, vividos por años individualmente por estudiantes, profesoras y trabajadoras de las Universidades obedecen a unos mismos patrones que en la conversación de unas con otras se van revelando. En mis intercambios con Cristina hemos reconocido similitudes de cosas vividas: la descalificación de nuestro trabajo, la fama de radicales, la condescendencia o la franca violencia ejercida en contra de nosotras por defender posturas feministas. Necesitamos creer en nosotras, validar lo vivido como injusto, a partir de estas redes de apoyo. 

Las autoridades implicadas y la Universidad Andina, que es un espacio querido, que nos ha enseñado a pensar diferente, que ha acogido nuestras inquietudes poco ortodoxas, que ha formado generaciones de abogades sensibles al género y a los derechos humanos, y profesionales de las humanidades con compromiso social, deben proteger y reparar los derechos de Cristina, como Cristina ha apoyado a estudiantes, docentes y amistades del enemigo que vive en la propia mente, que es aquel que asume como ciertas las imposiciones del poder, cuando en todes nosotres existe una voz cristalina que sabe desobedecer las órdenes ilegítimas, en digna y alegre resistencia.

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Autor

  • María José Machado Arévalo (Cuenca, Ecuador, 4 de agosto de 1986) es abogada, Magíster en Derecho con Mención en Derecho Constitucional, Master en Estudios Lingüísticos, Literarios y Culturales. Ha trabajado en políticas públicas en violencia contra las mujeres, disidencias sexogenéricas, género y derechos humanos. Es integrante de la Coalición Nacional de Mujeres del Ecuador. Es pintora autodidacta, escribe e investiga sobre feminismos y desigualdades sociales.

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