enero 31, 2022

Transfobia y Transfeminicidio: lo que esconde el país de la “amabilidad”

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Manifestación en el Congreso Nacional, en Brasilia, en memoria de las víctimas de la transfobia en Brasil, en 2020. Foto de Mídia Ninja intervenida por Carolina Urueta

Como canta el artista Caetano Veloso en la canción El héroe: el hombre cordial que representa la imagen de Brasil como el país de la amistad, rima con democracia racial. Estos mitos sobre la cultura brasileña son compartidos en todo el mundo y forman la identidad de un país conocido por su mestizaje, en donde personas de diferentes clases, razas y géneros supuestamente viven en “armonía”. El mito del hombre cordial debería resultar en democracia de género pero, como describe la cantante trans Natt Maat en su canción Transfobia, en Brasil es necesario ratificar que “ser trans es tener una vida y ser una persona”. Tanto la música como las cifras demuestran que la tierra de la “cordialidad” y la “hospitalidad” es en realidad el país de la transfobia y transfeminicidio (término que el gobierno brasileño aún no reconoce en sus estadísticas). La seguridad pública en el país está marcada por una ceguera de género ya que, según el Fórum Nacional de Seguridad Pública de Brasil, 11 estados brasileños no tienen siquiera datos sobre la LGBTI+fobia. 

Transfeminicidio

Manifiesto por las víctimas trans en el nordeste brasileño en 2019. (Tomaz Silva/Agência Brasil)

A pesar de que la transfobia es un delito en Brasil desde 2019, el país sigue siendo el que más personas trans y travestis asesina en todo el mundo por 13º año consecutivo, de acuerdo con datos de la organización Transgender Europe. El informe muestra que Brasil tuvo 125 asesinatos entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, siendo la mayoría de las víctimas mujeres trans. Por otro lado, solo en 2020, la Asociación Nacional de Travestis y Transgénero en Brasil (ANTRA), reportó 175 transfeminicidios y mapeó 80 víctimas en la primera mitad de 2021. El aumento es de 41% en comparación con el año anterior, cuando se registraron 124 transfeminicidios, según la organización activista. 

Los datos de 2020 de ANTRA muestran la escalada de la violencia: cada 48 horas una persona trans es asesinada en el país y el 82% de las víctimas son afrodescendientes. Además, más del 80% de los casos involucran crueldad como carbonización, lapidación y decapitación. El informe revela un cuadro sistemático de deshumanización y transfeminicidio en Brasil, que se cruza con la clase y la raza. En julio de 2021, la travesti negra Paloma Amaral fue atada y agredida en un baúl frente a guardias municipales en la capital Teresina. Además, dos mujeres trans fueron asesinadas en junio y julio del año pasado por dos adolescentes, y una de ellas fue quemada viva.

Gilmara Cunha, quien se identifica como una mujer trans afrodescendiente y habitante de la favela, es psicóloga y activista de la causa LGTBIQ+ en las comunidades. Según ella, las mujeres trans afrodescendientes no son reconocidas y, en las comunidades pobres, su situación está empeorando: “La favela es un espacio en donde se reproducen el machismo, la transfobia y los prejuicios. Si el número de mujeres trans asesinadas ya no se cuantifica con precisión, en las favelas controladas por el narcotráfico es aún peor. Luchamos por el derecho a existir y vivir con dignidad, vemos avances en la resistencia de las políticas públicas, pero seguimos siendo un grupo vulnerable en la sociedad. Ser trans en Brasil es luchar por tener algo de comer, es ser un cuerpo desechable en la sociedad hetero normativa que nos asesina a diario”.

Cissexismo y el ambiente político

Linn da Quebrada es la segunda participante travesti de la historia del reality show Big Brother Brasil (BBB) y su participación está levantando el tema de la visibilidad trans en el país. En la foto, Linn habla sobre su tatuaje con el pronombre «ella». (TV Globo 01/2022)

La criminalización, demonización y estigmatización de los cuerpos trans es explicada por un proceso llamado cissexismo que, según la investigadora y activista transfeminista Viviane Vergueiro, es un conjunto de normas silenciosas y sutiles que actúan como puntos base para la estandarización de cuerpos. El cissexismo en Brasil, para la autora, parece mantener el cisgénero como un modelo normal/natural y excluye a los travestis, mujeres y hombres trans por nociones y acciones discriminatorias, como la transfobia y la homofobia. 

“Ser trans es vivir con miedo. Es salir a comprar pan y no saber si volverás. Es formarse y tener un título universitario, sin saber si te insertarás en el mercado laboral. Es ser objeto de burlas y ver a la gente apuntándote. Es ver a la gente riéndose de ti y no contigo. Ser trans en Brasil es convertir la mierda en fertilizante y tratar de brotar la mejor semilla”, declara Maite Schneider, cofundadora de la plataforma Transempregos, una red que hace la inserción de personas trans en el mercado laboral, que tiene la mayor base de datos de profesionales transgénero en el país.

Las travestis y personas trans enfrentan a violencia por atreverse a reclamar su lugar en la sociedad y su esperanza de vida es menos de la mitad que la del resto de brasileñas y brasileños. Según el último informe hecho por ANTRA en 2017 sobre el tema, la esperanza de vida de las personas trans es de 35 años, mientras de las personas cisgénero es de 73.

La periodista trans y productora de contenido Helena Vieira, analiza que en Brasil aún no se reconoce la categoría de violencia contra las personas trans, ya que no existen políticas dirigidas a esta población: «Hablamos de genocidio, porque la forma en que funciona la violencia en Brasil contra las personas trans es explícita por sus cifras y, al mismo tiempo, oculta. como si hubiera un acuerdo tácito de guardar silencio ante estas muertes».

Para Kaio de Souza Lemos, hombre trans coordinador de la Revista Estudos Transviades y del Instituto Brasileiro Transmasculinidades (IBRAT), la escalada de violencia contra las personas trans se ha confundido con el entorno político, marcado por una campaña con enfoque militarista y “hetero fundamentalista” que amenaza la retirada de la constitución brasileña y no avanza en el desarrollo de políticas públicas para la población trans. Es lo que muestra la encuesta «Violencia contra LGBT + en el contexto electoral y postelectoral” elaborada por el periódico y centro de investigaciones Gênero e Número: el 51% de los entrevistados sufrió al menos una agresión desde las elecciones de 2018 siendo trans y travestis quienes más declararon haber sufrido violencia (56%). La violencia verbal fue la más prevalente (94% de los casos), seguida por el trato discriminatorio (56%), el acoso psicológico (54%) y la violencia física (13%), ocurrida mayoritariamente en las calles (83%). 

Por otro lado, a través de la lucha de los movimientos LGTBIQ+, hubo avances en los derechos del grupo en Brasil, como en 2019 cuando el Superior Tribunal Federal (STF) determinó que la discriminación contra las personas LGTB es un delito y, en 2020, con la suspensión de las restricciones a la donación de sangre por parte de los homosexuales. Además, el número de personas trans elegidas en 2020 fue cuatro veces mayor que en 2016, con 30 personas trans elegidas en 2020, siendo siete de ellas las más votadas en sus ciudades. 

“Vemos un gran avance de personas trans en la legislatura, pero aún veo que no podemos llegar a todos los espacios. Estos órganos no van a decidir la política del país, y muchas veces los partidos les utilizarán para decir que son diversos, para cumplir con los protocolos y no para construir políticas igualitarias”, advierte la psicóloga Gilmara Cunha.

Manifestación en el Congreso Nacional, en Brasilia, en memoria de las víctimas de la transfobia en Brasil, en 2020. Créditos: Mídia Ninja

Pandemia 

Además de la violencia, el informe de ANTRA muestra que la pandemia por el Covid-19 ha exacerbado las desigualdades: al menos 70% de la población de travestis y trans no tuvieron acceso a políticas de emergencia. Para Cunha, existe una falta de apoyo social para las personas trans en la favela, especialmente durante la pandemia. “La población brasileña muestra su desigualdad y, cuando se trata de cuerpos trans, es aún peor. Muchas mujeres trans no tuvieron acceso a ayuda de emergencia durante la pandemia por falta de documentos”. 

Durante la pandemia, la organización ANTRA destacó el empeoramiento de la salud mental de las personas trans. En el primer semestre de 2020 se mapearon 16 suicidios. Según la psicóloga Cunha, la prevención es la mejor herramienta en los casos de suicidio, pero existe una dificultad a la hora de crear redes de apoyo para las mujeres trans. «La pregunta es: ¿cómo podemos pensar en una red de protección para las mujeres si el propio movimiento feminista no reconoce el cuerpo trans como un cuerpo femenino?”. La concejala trans Lunna Pompeu afirma que hay una fuerte resistencia a las mujeres transgénero por parte de algunos grupos feministas: “Muchas nos consideran una amenaza para el feminismo y sus luchas”.

La pandemia, según Maite Schneider, es una condición cotidiana para las personas trans ya que, según la empresaria, la sociedad las evitaba desde antes manteniendo cierta distancia y las personas trans no tenían derecho al trabajo desde antes de la pandemia: “Las personas trans no eran queridas, no las llamaban a fiestas ni eventos. Ahora, las personas trans que estaban comenzando su carrera en empresas, sufrieron despidos masivos y terminaron regresando a los hogares de sus familias. Debido a la falta de aceptación, algunas tuvieron que empezar una ‘des-transición’”. 

Según datos de ANTRA del 2020, solamente el 4% de la población femenina trans se encuentra en trabajos formales, con posibilidad de promoción y avance profesional, y el 90% de la población de mujeres travestis y trans utilizan la prostitución como su principal fuente de ingresos. Para Helena Vieira, la prostitución no es el problema: “El hecho de que las mujeres trans sean trabajadoras sexuales no es una plaga. Tenemos que seguir luchando por la profesionalización y legalización de la profesión, aunque no solo deberían tener la prostitución como única opción laboral”. 

Derecho a existir y vivir con dignidad

II Marcha del Orgullo Trans en São Paulo, 2019. Foto de Midia Ninja

En Brasil no se sabe cuántas personas trans existen, ya que la comunidad no está cuantificada en el censo nacional IBGE. Además, no hay datos federales sobre la tasa de empleo o número de muertes y asesinatos. Por lo tanto se levantan algunas preguntas: ¿Cuáles son sus nombres? ¿Están incluides en el mercado laboral? ¿Qué tipo de políticas sociales se pueden tomar para mejorar su calidad de vida? 

Para Maite Schneider, la falta de datos oficiales sobre personas trans es un problema a la hora de crear políticas públicas. En Brasil, son redes no gubernamentales (como el Instituto Brasileño de Educación Trans (IBTE), ANTRA y la Red Trans) quienes realizan la recolección de datos. Para la empresaria, las personas trans no son reconocidas como ciudadanos legítimos que forman parte de la sociedad brasileña: “Necesitamos tener un censo nacional, que identifique a las personas trans. La eliminación de estos grupos es interesante para que el gobierno no tenga que invertir en políticas públicas”.

Para ella quedan muchas preguntas por responder:La población trans y sus derechos humanos esperan justicia en un país que esconde la crueldad de género con su máscara de ‘amabilidad y hospitalidad», concluye Schneider. 

La población trans sigue invisibilizándose en Brasil. Aunque le preguntamos al Ministerio de Familia y Derechos Humanos (MDH) sobre la falta de datos sobre personas trans, la falta de políticas públicas y el alto número de transfeminicidios, no se manifestó hasta el cierre de este artículo. 

El mito de la democracia de género 

Para Schneider, en Brasil se vende el mito de la cordialidad escondiendo sus estructuras misóginas, racistas, LGTBfóbicas y crueles, que no permiten a las personas dar lo mejor de ellas mismas como ciudadanas: “Esta idea de la hospitalidad es cierta en la superficie porque, a medida que profundizamos, vemos los abismos en las desigualdades existentes. Tenemos que trabajar mucho todavía para que esta tierra sea de hecho la acogida y de la pertenencia”.

Hay un punto que tienen en común todas las entrevistadas: no hay democracia de género en Brasil y, según ellas, es importante pensar en este punto como un índice de democracia, ya que en el país hay baja participación política de personas trans y travestis: “Las decisiones en Brasil todavía las toman en su mayoría hombres blancos. Necesitamos no solo más personas trans en la política, sino en todos los espacios del conocimiento: en la salud, en los medios, en el arte. Hay varias brechas y, antes de reflexionar en la presencia, hay que reflexionar en la ausencia”, concluye Helena. 

Líneas de ayuda:

En caso de violencia de género, las travestis, mujeres transgéneros e intersexuales brasileñas en Brasil pueden denunciar y buscar ayuda llamando al 180. También pueden comunicarse con la DEAM (Delegacia Especializada de Atendimento à Mulher) más cercana.

Las denuncias contra hombres y mujeres trans brasileñas en el país se pueden realizar también a través del Dial 100, gestionado por la Defensoría de los Derechos Humanos la Nación. El servicio es gratuito y funciona las 24 horas del día, incluidos festivos y fines de semana. Para las residentes en el exterior, hay una lista de números para 50 países. 

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Autor

  • Ester Pinheiro

    Ester Pinheiro es una periodista brasileña que actualmente se especializa en un máster de Estudios de Género en la Universidad Complutense de Madrid. Por tener una mirada e interés por los estudios de género en la comunicación, produce el podcast Feminismos del Sur que profundiza y hace el eco de las voces de las mujeres de América Latina. Ester ha trabajado en varios formatos periodísticos y cubrió tres eventos deportivos mundiales. El último fue el Mundial Femenino de 2019, en el que trabajó para la FIFA y en varias pautas inclusivas y con una perspectiva igualitaria para una radio en Brasil. Fue comentarista deportiva en televisión durante un año con enfoque en el fútbol. Ella produce contenido para redes sociales digitales y está contribuyendo como escritora para revistas feministas en América Latina.

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