January 31, 2024

 ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar?

Si en los últimos tres años el mundo del trabajo -durante y post pandemia- se vio atravesado por una serie de fenómenos globales, hoy el sentir generalizado de agotamiento acapara cualquier titular. Estudios recientes ubican a Argentina como campeona regional en “Burnout”. Mientras tanto el proyecto político del nuevo presidente, Javier Milei, no solo ha traído consecuencias en la economía local a corto plazo, sino que con un mega DNU proyecta cambios profundos en el mundo laboral. ¿Cómo empezar a desanudar el nudo que ata nuestra vida laboral?

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El mate, el fútbol, el tango, la carne, ¿el burnout laboral? Al parecer a la lista de valores nacionales for-export de la Argentina ahora podemos adicionarle uno más, ya que según un estudio reciente comisionado por el sitio Bumeran, nuestro país se posiciona como “campeón regional” en el tema. Así, el 2023, Argentina se anotó el nivel más alto de síndrome de burnout con un 94% de trabajadores que afirman atravesar un agotamiento excesivo en el contexto actual (subiendo de un 81% en 2021 a 86% en 2022).

Con la llegada de Milei a la presidencia, las cosas no parece que tiendan a mejorar. En poco más de treinta días el nuevo presidente optó por sacar un mega DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) que propone cambios sobre las vidas laborales de todos, sumado a una Ley Ómnibus que pretende operativizar éstos y otros cambios en el corto plazo y que se está discutiendo en este momento, pero que es considerada por organizaciones civiles, sindicales, referentes de diversos ámbitos y parte de la sociedad argentina como un avasallamiento a los derechos laborales. 

Con un índice de inflación alto que cada vez menos sueldos aguantan, creciente pobreza y números que indican que solo el 30% de la fuerza de trabajo privada en la argentina son asalariados registrados (luego hay un porcentaje similar de trabajadores informales (28%) y otro tanto de independientes (26%)), hablar de las consecuencias que ha traído el corto mes de presidencia de Javier Milei sobre el empleo y su futuro, es casi ineludible

Si en los últimos tres años -durante y post pandemia- el mundo del trabajo se vio atravesado por una serie de fenómenos globales que marcarían el tono en lo laboral, y que abarcan desde lo que se conoce como “La Gran Renuncia” a comienzos del 2021, pasando por la guerra cultural en torno al trabajo remoto -y la difícil adaptación una que vez que salimos del confinamiento-, hoy el sentir generalizado de agotamiento acapara cualquier titular. 

A donde quiera que miremos la sensación es de cansancio excesivo, falta de motivación, malestar y ansiedad. No sorprende, si como generación hasta nos cuesta tomarnos vacaciones y disfrutarlas: según Linkedin el 35% de la Gen Z siente culpa si no trabajan en sus vacaciones. Las generaciones más jóvenes que son las que militan por la semana laboral de cuatro días y que posicionaron el equilibrio personal-profesional como uno de sus principales valores -y requerimientos ante el empleador-, están cuando no totalmente quemadas, al menos batallando con su salud mental. Claramente de la teoría a la práctica hay un largo trecho.

La conjunción de factores relacionados con el avance tecnológico y los cambios en las dinámicas laborales de la última década, sumado el cimbronazo que significó la pandemia y la creciente desigualdad económica, está llevando a lo que apodaron en una editorial del New Yorker como “the Great Exhaustion” (El gran agotamiento). “El cambio más notable de estos años tumultuosos, la posibilidad de pasar más tiempo trabajando desde casa, no ha sido una panacea. Algo todavía anda mal, más allá de los desafíos habituales de la vida en la oficina. Todos están cansados”, dice Cal Newport, autor de la nota y especialista en la intersección de estos dos tópicos, la tecnología y la cultura del trabajo.

“El teletrabajo iba a hacer que los trabajos de oficina fueran más difíciles y menos satisfactorios, debido en gran parte a las frustrantes ineficiencias de la comunicación digital. Pero tal vez el dolor obligaría a reformas que harían que el conocimiento funcionara de manera más sostenible y satisfactoria en el largo plazo”, se lamenta Newport, al confirmar que la virtualidad también tiene sus costos y que sin una reforma inteligente y estructural del trabajo, los riesgos para el individuo son cada vez más altos.

Pero el problema no son sólo los mandatos generacionales de productividad incesante, o la imposibilidad para gestionar el tiempo dentro y fuera del trabajo, ante una pila de emails que crece desbocada (pasamos 9hs a la semana, o sea, una jornada laboral completa viendo el correo) o las reuniones innecesarias (el tiempo dedicado a reuniones online aumentó +250% del 2020 al 2022). La idea de trabajo parece rota hace tiempo, y con índices de desempleo e informalidad grandes y el proyecto político de La Libertad Avanza que busca desmantelar los derechos laborales conquistados y dejarnos aún más expuestos en temas de salud mental, la luz al final del túnel parece cada vez más lejana. ¿Cómo empezar a desanudar el nudo que ata nuestra vida laboral? 

Reforma, DNU y el futuro de los trabajadores

Si las reglas del mercado de empleo fueron diseñadas teniendo en cuenta un mundo que ya no es el mismo, donde la jornada laboral de 8 hs se desdibuja, así como los espacios de trabajo y la idea de productividad (cómo se mide, quién la determina, etc), no sería ilógico pensar que gran parte de la legislación actual está, por lo pronto, atrasada en varios aspectos. En particular si tenemos en cuenta economías emergentes poco regladas y altamente “precarizables” (las apps y servicios online, la freelance o “gig economy”), e inclusive un contexto en el que el empleo doméstico -siempre invisibilizado- también crece, con una porción importante de mujeres dedicándole horas sin remuneración alguna. 

Según un informe de Oxfam las mujeres son quienes subsidian la economía global con su trabajo sin remuneración, que refiere al trabajo de cuidado de los niños, adultos mayores, cuidados del hogar. Así, según esta investigación, las mujeres realizan más de las tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado en todo el mundo, una cantidad que representa tres veces el tamaño de la industria tecnológica mundial. Acompañando esta situación tenemos una desigual distribución de oportunidades laborales (salarios más bajos, ausencia de empleos dignos, jornadas más largas, etc)”, explica Alejandra Gomez, psicoanalista y miembro de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) FEPAL e IPA.

Valga también decir que hasta el esfuerzo por blanquear y registrar a las trabajadoras domésticas de hogares particulares que se venía haciendo se vería afectado por el DNU. O en otras palabras, inédito sostener que el “alivio al bolsillo de las familias argentinas” tenga que venir por el lado de informalizar economías, sacarle a los que menos ganan o dejarlos desamparados ante la ley. Y las cosas no mejoran para el resto de nosotras: también se limitan las licencias de maternidad y se modifican las condiciones de la licencia de personas gestantes y la doble indemnización por despidos en situación de embarazo. 

Para Fabiana Sosa, abogada laboralista con formación en género (UBA), miembro de la Comisión de la Mujer Trabajadora de AAL (Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas) y parte de GEDS (Grupo de Estudios de Derecho Social), es importante también contemplar las consecuencias desde lo ideológico-discursivo, ya que realmente es un retroceso en términos de la discusión pública. “Sin dudas es un grave retroceso dado que se propone desde el proyecto de Ley Ómnibus, y más aún desde el DNU, lo que en la práctica sería un aniquilamiento de conquistas laborales valiosísimas para todas las personas que trabajan, sumado a un desconocimiento voluntario e injustificado de los avances indispensables y necesarios en cuestión de género y diversidades”. 

Mientras, la CGT (Confederación General del Trabajo de la República Argentina, la más importante del país) y otras entidades de la sociedad civil y el ámbito cultural, al que se pliega también el colectivo feminista -gracias a las polémicas declaraciones de Milei durante el reciente Foro Davos culpando a las feministas del retroceso económico-, participaron del paro nacional que este 24 de Enero llevó a más de un millón de argentinos a las calles con consignas como “La patria no se vende”. Asimismo el recurso de amparo contra el DNU avanza hacia la corte Suprema de Justicia. “En el DNU 70/23 y en el proyecto de Ley Ómnibus no existe una sola norma que beneficie a las mujeres y diversidades. Por el contrario, las que existen son perjudiciales: la habilitación de la posibilidad de trabajar a la persona gestante hasta 10 días antes del parto, la modificación de la Ley Micaela, la modificación de la ley de teletrabajo en lo que hace a derecho a interrumpir la jornada por trabajos de cuidado en sentido regresivo, la eliminación de todas las sanciones por trabajo sin registrar, etc”, sigue Sosa.

Tal vez algún día también se pueda medir el estrés emocional o la sobrecarga neurocognitiva que producen los discursos violentos y de negación como los que se están manejando estos días, ya sea en relación a la invisibilización de desigualdades estructurales que muchxs viven en carne propia pese a lo que tuitea nuestro presidente, o inclusive la infantilización del discurso (se habla de “pelea ridícula del hombre y la mujer”, rebajando las luchas actuales de colectivos feministas). 

“Esta “Ley Ómnibus” contiene una amplia y excesiva delegación de facultades legislativas exclusivas del Congreso Nacional en favor del Poder Ejecutivo Nacional, al punto tal de importar una concentración del poder público en cabeza del Ejecutivo, contraria al sistema de división de poderes y a la forma republicana de gobierno, y es de una gravedad institucional ingente. Las reformas que introduce en materia laboral, están destinadas a criminalizar la huelga y la protesta social a niveles tales que vulneran las libertades más básicas de cualquier persona dentro de un Estado de Derecho. También las modificaciones al régimen de empleo público nacional se orientan a posibilitar los despidos dentro de la Administración Pública Nacional, vulnerando el mandato constitucional de protección contra el despido arbitrario, y también están destinadas a desfinanciar a las organizaciones sindicales del sector y desalentar el ejercicio del derecho de huelga.[1]”, detalla Sosa.

Sin obviar que estas modificaciones legislativas se insertan dentro de un marco de mayor ajuste, desregulación y achicamiento del Estado en materia de empleo y acción social, es importante no perder de vista lo que implica también en términos de discusión, con una estigmatización del trabajador público, la cultura y la ciencia, una invisibilización de las problemáticas de género en materia económica, una naturalización de las malas condiciones de empleo en las grandes empresas y hasta un llamado a la informalidad. Y esto para empezar. 

La semana pasada tomó relieve una discusión que el propio Marcos Galperin, dueño de Mercado Pago, sostuvo con una usuaria de twitter que le señalaba las pésimas condiciones laborales de estratos senior y formados dentro de la empresa -¿qué les queda a los demás?- a los que no se les pagaba ni siquiera las horas extra. El remate llegó de la mano de un informe en el que se explica que Galperín recibe asistencia financiera y alivios fiscales de ese Estado que tanto critica y plantea debilitar. Convivir con la contradicción o la sensación de que nos están tomando el pelo, también es insalubre.

Salud mental, ¿divino tesoro?

¿Qué significa que Argentina se haya posicionado primero en burnout entre los países de Latinoamérica (por detrás se ubicaron Chile (91%), Panamá(83%), Ecuador (79%) y Perú (78%)? ¿Hay que pensar en un fenómeno en expansión por características propias, made in argentina, o debemos hablar de problemáticas transversales y globales? ¿Acaso el estrés electoral que vivió nuestro país le sumó porotos a la malaria existencial que ya veníamos arrastrando con el trabajo? ¿Qué nos dice que a pesar de que un 94% de las personas afirma sentirse “quemadas”, el 22% no realiza ninguna actividad para sentirse mejor y el 5% no piensa hacer nada para mitigar el burnout (según Bumeran)? 

Es evidente que la falta de visión a largo plazo y de modelos superadores incide en una visión más cínica del asunto. Cuesta tener esperanza y tampoco ayuda que la principal recomendación ante el agotamiento sea “tomarse más tiempo para uno” o “trabajar menos”, lo que en un contexto de extrema urgencia económica se parece más a una broma cruel que a un buen consejo. Además, como explican desde The Economist, “el burnout implica la pérdida de la capacidad de relajarse, de “no hacer nada”, pero puede resultar contraproducente recomendar actividades relajantes a alguien que se queja de que lo único que no puede hacer es relajarse”. Touché.

Pero ojo, también hay que decir que a diferencia de cifras del 2020 el burnout actual no viene necesariamente o sólo ligado a trabajar horas de más: el 55% de los encuestados manifestó no trabajar más de lo que dura su jornada laboral, número que viene en ascenso, planteando que el problema podría ser cualitativo además de cuantitativo. ¿Qué rol ocupa el trabajo en nuestra cotidianeidad? ¿Es solo “un medio para” o un fin en sí mismo?, ¿de qué otras formas podemos pensarlo y articularlo en nuestras vidas? 

No es casualidad que esa usina (re)creativa y reflexiva que es el cine argentino –también bajo ataque por este gobierno– haya producido una de las mejores películas del año (elegida para representarnos en los Oscars), Los Delincuentes, y que arranque con estas líneas: “Yo quiero tener una vida modesta, no quiero trabajar más”. La película de Santiago Moreno nos invita a una reflexión amplia sobre el aplastante peso de la rutina, el vínculo con el trabajo, el sentido y la libertad, en la que dos amigos planean un robo a un banco pero no para acumular riquezas, sino para llevar una vida tranquila y sin penurias económicas. Una vida que les permita dedicarse a la búsqueda de propósito en otros lugares.

Quizás pasada la urgencia que hoy nos pone en estado de alerta y nos lleva a luchar y defender lo más básico, podamos retomar algunas de estas preguntas o consagrarnos a la búsqueda de esos otros lugares.

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Autor

  • Periodista especializada en cultura, sociedad y género, escribe actualmente en diversos diarios y plataformas (La Nación, Forbes, Crisis, Malvestida, Volcánicas, Comestible, etc). Founder y speaker del Mapa de Barmaids & Afines, la primera plataforma de visibilización y acción para mujeres y disidencias en gastronomía en LATAM. Productora cultural y consultorías.

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