
Supongamos que eres una mujer decide contar en sus cuentas de redes sociales una experiencia cualquiera de su vida. Supongamos que esa experiencia es dolorosa, y que la has guardado en secreto durante un tiempo por miedo a que la gente no te crea, o por miedo a represalias por parte de otra persona, la culpable de que este sea un recuerdo doloroso. Un día te levantas, y te enteras de que esto que te pasó a ti le ha pasado a otras mujeres. Entonces ya no es solo el deseo, contarle a otras tu mal rato se siente como un deber. Quizás si alguien te hubiera advertido, no te habría pasado. Quizás al contarlo en voz alta puedes prevenir que a otras les pase. Cierras los ojos y lo publicas.
Quizás esa publicación menciona al agresor por su nombre, quizás no, pero la gente te dice que estás dañando su reputación. Tú la estás dañando, al contar esta historia. Deja tú que él hiciera lo que hizo, acosar o abusar no daña su reputación, lo que la daña es que tú lo cuentes.
Él, por su parte, pública un comunicado, diciendo que lo lamenta si tú te sentiste así, que esta es una “cacería de brujas”, un “juicio extrajudicial”, tú malinterpretaste, exageraste, solo quieres plata, o fama, arruinar su vida y echar hacia atrás la cabeza con una malvada carcajada. ¿Significa que ahora cualquiera puede decir cualquier cosa sobre cualquier persona? ¡Es el colapso del sistema! Eso no puede ser, tendrá que demandarte, el mundo necesita un héroe.
Te llega un correo con una intimidante citación, en un lenguaje legal que medio entiendes. Denuncia, o demanda, o tutela (o todas), ahora hay acción legal en tu contra. Ahora resulta que él es la víctima y tú tendrás que contratar quién te defienda ante un estrado. ¿Qué tan grave puede ser? Todo el mundo sabe que lo que dices es cierto. Después de todo, era un secreto a voces. Tienes testigos. Presentas tus pruebas. Él tiene a varias mujeres dispuestas a decir que con ellas nunca se “portó así”, como si ambas cosas no pudieran ser ciertas al mismo tiempo. ¿Qué tan grave puede ser? Bastante. La acusada eres tú. ¿Cómo vas a pagarle a tu abogada? No te admitieron las pruebas. El caso avanza. No vuelves a contar tu historia, porque hay un proceso en curso. Él le dice a la gente que la acusación es cosa del pasado, “es inocente porque no hay un fallo en su contra”.
Y si pierdes, no solo pierdes tú, pierden todas las que, como tú, quieran contar sus experiencias de violencia de género en voz alta.
Sería el colapso del sistema, y el sistema no puede colapsar.